EL CAMBIO - Kurt Luif
Ustedes, naturalmente, saben lo que es un hombre-lobo, ¿cierto? Estupendo. Entonces, a Dios gracias, podré ahorrarme una larga explicación.
Sería afortunado si fuera un hombre-lobo, pero por desgracia no lo soy.
Así que, cuando hay luna llena, me transformo en líquido. Cada vez en un líquido distinto: unas veces cerveza, otras vino, a veces whisky o tónico capilar...
Pueden ustedes imaginarse lo peligrosas que resultan para mí tales transformaciones. Una vez recuerdo que me convertí en cerveza y me encontré en un vaso depositado sobre la mesa de la cocina.
Siempre le he insistido a mi mujer para que salga de casa las noches de luna llena, pero esta vez no había pensado en hacerlo, ni ella lo había recordado tampoco.
Entró en la cocina, me llamó, vio la cerveza... alzó el vaso... ¡Traté de gritar, pero no podía!... Se llevó el vaso a los labios...
Quizás puedan ustedes comprender lo que pasaba en aquellos momentos por mi mente. ¡Mi propia mujer quería bebérseme! Era un método totalmente nuevo de matar a su propio esposo. Temblé de miedo...
Ella me observó cuidadosamente, dubitativa. No puedo imaginar cómo debe verse la cerveza temblorosa; sin embargo, bebió un sorbo de mí.
El dolor fue indescriptible.
La cerveza, yo mismo, comenzó a echar espuma. Mi mujer gritó aterrorizada, cayó al suelo dando alaridos histéricos. Entonces, por fin, se dio cuenta de lo que había bebido.
Bueno, la aventura acabó sin más daños. Tan sólo perdí mi oreja derecha y el ojo izquierdo. Puedo decir justificadamente que aún fui afortunado dentro de mi mala suerte, pues ella muy bien podía haberse bebido también mi cerebro, y entonces ustedes nunca habrían tenido la ocasión de leer algo sobre mis aventuras.
No logro comprender cómo puedo transformar mi metro ochenta de estatura y mis noventa kilos de peso en líquido y, además, encontrarme siempre dentro de un vaso. Tan sólo se me ocurre que debo deslizarme por el suelo hasta hallarlo.
Naturalmente, debería visitar a un médico, pero ninguno creería jamás en tales cosas.
Tras esto; en las noches de luna llena, me encerraba en una habitación, en la que dejaba un brillante y confortable vaso. No me hubiera gustado que mi mujer estuviera presente durante el cambio. Ustedes se darán perfecta cuenta de la razón de ello, imagino; ¿cómo podría mi mujer seguir queriéndome si me viese como un martini o una limonada?
Y sin embargo me arrepentí de hacer esto. Me arrepentí, y mucho.
No lo había reflexionado suficientemente; tal vez, después de todo, ella se tragó parte de mi cerebro. Simplemente no pensé en todas las posibilidades que podían ocurrir.
Desgraciadamente me había olvidado de algo: hay un líquido, de un notorio olor, conocido con el nombre de gasolina. Ustedes saben perfectamente bien lo que es la gasolina: se pone en el depósito de un auto, o se usa para limpiar manchas, o se coloca como combustible en los mecheros de estilo antiguo.
Pues bien, una noche de luna llena, me convertí en gasolina.
Puedo asegurarles que es un líquido endiablado. Se evapora por sí mismo, así que me evaporé, lenta pero seguramente.
Mi cuerpo se encogía y, durante todo el tiempo, yo pensaba en una novela de Matheson. Era un proceso horriblemente malo.
Disminuí y disminuí, hasta que tan sólo quedaron unas gotas en el vaso. Una situación infernal.
Mi esposa tuvo que hundir la puerta, yo no podía abrirla. Me encontró sentado en el alféizar de la ventana, mirando tristemente a la calle, hacia abajo, a donde me habría gustado saltar. Por entonces tan sólo medía un par de centímetros de alto, era el enano más pequeño del mundo.
Pero todavía no he perdido todas las esperanzas.
Hay una posibilidad.
Nuestra casa está abarrotada, por todas partes hay vasos y botellas, y en su interior hay centenares de líquidos diferentes. El olor que se desprende de todos ellos está siempre presente en el ambiente.
Estoy esperando a la próxima noche de luna llena.
Tan pronto como me transforme de nuevo, mi mujer, si tenemos de ese líquido en la casa, llenará mi vaso, con lo que esperamos que volveré a alcanzar mi estatura normal.
En la próxima noche en la que la luna sea llena, se lo ruego, crucen los dedos por mí. Háganlo, y todo saldrá bien...
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