tag:blogger.com,1999:blog-86273609886916390322024-03-02T22:30:32.327-03:00Sueños de prospectivaSoñar futuros para construir el presenteMaurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comBlogger473125tag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-45246557693306899132024-03-02T22:30:00.001-03:002024-03-02T22:30:00.125-03:00UN HOMBRE CUIDADOSO MUERE - Ray Bradbury<div><br></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEglNCBfPasfvHJGxTmFYv9z4robQNPpCR221-z3enKkklMCJuokhjmCKbp8EbH19ZwgKk4PiKnJ6dL1X7gswhyp95aZPZbLmbwx_LBp73AzFWCefaAylC4YlHb3nnVDiuZdcByytZqq8rG8XApprPUTma4wfCMxxp7BAEjXzDluAIbKZ27fchgvfukDAaNU" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;">
<img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEglNCBfPasfvHJGxTmFYv9z4robQNPpCR221-z3enKkklMCJuokhjmCKbp8EbH19ZwgKk4PiKnJ6dL1X7gswhyp95aZPZbLmbwx_LBp73AzFWCefaAylC4YlHb3nnVDiuZdcByytZqq8rG8XApprPUTma4wfCMxxp7BAEjXzDluAIbKZ27fchgvfukDAaNU" width="400">
</a>
</div>Duermes sólo cuatro horas cada noche. Te acuestas a las once y te levantas a las tres y todo es claro como el cristal. Comienzas entonces el día, tomas el café, lees un libro una hora, escuchas la música y las voces tenues, lejanas, irreales de las estaciones de radio antes del amanecer y quizá sales a dar un paseo, asegurándote siempre de llevar contigo el permiso especial de la policía. Te han detenido antes por caminar tarde y a horas insólitas y fue molesto; entonces conseguiste, finalmente, un permiso especial. Ahora puedes caminar y silbar donde quieras, las manos en los bolsillos, los tacos golpeando el pavimento en un tempo lento, fácil.</div><div>Eso ha estado ocurriendo desde que tenías dieciséis años de edad. Ahora tienes veinticinco, y cuatro horas cada noche es todavía sueño suficiente. Tienes pocos objetos de vidrio en la casa. Te afeitas con una afeitadora eléctrica, porque una navaja te corta a veces, y no puedes permitirte sangrar. Eres hemofílico. Empiezas a sangrar y no paras. Tu padre era igual, aunque fue sólo un espantoso ejemplo. Se cortó un dedo una vez, bastante profundamente, y murió desangrado camino del hospital. Había también hemofílicos por el lado materno de tu familia, y de ahí heredaste la enfermedad. En el bolsillo interior derecho del saco llevas siempre un pequeño frasco de tabletas coagulantes. Si te cortas te las tragas inmediatamente. La fórmula coagulante se extiende por tu cuerpo para proporcionar el material coagulante necesario y cortar la hemorragia. Esa es tu vida, entonces. Sólo necesitas cuatro horas de sueño y no te acercas a objetos afilados. Cada día vigil de tu vida es casi dos veces más largo que el del hombre común, pero tu expectativa de vida es corta en definitiva, eso equilibra irónicamente las cosas. Faltan muchas horas para que llegue el correo de la mañana. De modo que escribes con la máquina cuatro mil palabras de un relato. A las nueve, cuando sale un chasquido del buzón delante de la puerta, apilas las hojas mecanografiadas, verificas la copia de carbónico y archivas todo bajo el título de Novela en proceso. Luego, fumando un cigarrillo, vas a buscar el correo.</div><div>Sacas el correo del buzón. Un cheque de una revista nacional por trescientos dólares, dos cuentos rechazados por editoriales menores, y una pequeña caja de cartón atada con un hilo verde. Después de mirar las cartas pasas a la caja, la desatas, levantas la tapa, metes la mano y sacas lo que hay dentro.</div><div>—¡Maldición!</div><div>Sueltas la caja. Una salpicadura roja corre por tus dedos. Algo brillante ha relampagueado en el aire, en un movimiento cortante. El zumbido de un resorte metálico.</div><div>La sangre comienza a salir rápidamente de tu mano herida. Miras la mano un instante, miras el objeto afilado en el suelo, ¡el pequeño y brutal artefacto con la navaja de afeitar sujeta en una trampa con resorte que se cerró cuando la sacabas, sorprendiéndote!</div><div>Buscando a tientas, temblando, metes la mano en el bolsillo, derramándote sangre por todo el cuerpo, y sacas el frasco de tabletas y te tragas varias juntas. Luego, mientras esperas que la sangre coagule, te envuelves la mano en un pañuelo y, con cuidado, tomas el artefacto y lo pones sobre la mesa. Después de mirarlo diez minutos te sientas y sacas torpemente un cigarrillo, y los párpados te tiemblan y dan tirones, y la vista derrite y endurece y vuelve a derretir los objetos de la habitación, y finalmente tienes la respuesta.</div><div>...Hay alguien que no me quiere. Hay alguien que no me quiere nada...</div><div>Suena el teléfono. Levantas el tubo.</div><div>—Habla Douglas.</div><div>—Hola, Rob. Soy Jerry.</div><div>—Oh, Jerry.</div><div>—¿Cómo estás, Rob?</div><div>—Pálido y agitado.</div><div>—¿Por qué?</div><div>—Alguien me mandó una navaja de afeitar en una caja.</div><div>—No bromees.</div><div>—Hablo en serio. Pero no quieres escuchar.</div><div>—¿Cómo va la novela, Rob?</div><div>—No podré terminarla nunca si la gente sigue enviándome objetos cortantes. Espero recibir un vaso de cristal de Suecia tallado en el próximo correo. O el estuche de un mago, con un gran espejo plegable.</div><div>—Suena rara tu voz —dice Jerry.</div><div>—No me sorprende. En cuanto a la novela, Gerald, todo anda magníficamente. Acabo de hacer otras cuatro mil palabras. En esta escena muestro el gran amor de Anne J. Anthony por el señor Michael M. Horn.</div><div>—Te estás buscando dificultades, Rob.</div><div>—Lo descubrí hace un instante.</div><div>Jerry dice algo entre dientes.</div><div>—Mike no me tocaría, Jerry —dices—, por lo menos directamente. Tampoco Anne. Después de todo Anne y yo estuvimos comprometidos una vez. Eso fue antes de que yo descubriese lo que hacían. Las fiestas que daban, las agujas que entregaban a la gente, llenas de morfina.</div><div>—Sin embargo, quizá intenten detener tu novela, de algún modo.</div><div>—Te creo. Ya lo intentaron. Esta caja que vino por el correo. Bueno, quizá no fueron ellos, sino una de las otras personas, alguna de las otras que menciono en el libro.</div><div>—¿Hablaste últimamente con Anne? —pregunta Jerry.</div><div>—Sí —dices.</div><div>—¿Y sigue prefiriendo esa clase de vida?</div><div>—Es una vida muy excitante. Cuando tomas algunas clases de narcóticos ves muchas imágenes hermosas.</div><div>—Yo no creería eso de Anne; no parece el tipo de persona.</div><div>—Es tu complejo de Edipo, Jerry. A las mujeres nunca las ves como hembras. Las ves como tallas de marfil sobre pedestales rococó, lavadas, floreadas, asexuadas. Amaste a tu madre demasiado completamente. Por suerte yo soy más ambivalente. Anne me tuvo engañado durante un tiempo. Pero una noche se divertía tanto que pensé que estaba borracha, y luego lo primero que supe fue que me estaba besando y metiéndome una aguja pequeña en la mano y diciendo: "Vamos, Rob, por favor. Te va a gustar". Y la aguja estaba tan llena de morfina como Anne.</div><div>—Y eso fue todo —dice Jerry en el otro extremo de la línea.</div><div>—Eso fue todo —dices—. Entonces hablé a la policía y al Departamento de Narcóticos, pero hay un problema en alguna parte y tienen miedo de actuar. O es eso o les pagan bien. Un poco las dos cosas, sospecho. Siempre hay alguien en alguna parte de cada sistema que atasca la cañería. En el Departamento de Policía siempre hay un tipo que hace un poco de dinero con esos arreglos y daña el buen nombre de la institución. Es un hecho. No puedes ignorarlo. Los hombres son humanos. Yo también. Si no puedo destapar la cañería de un modo, la destapo de otro. Esta novela mía, no es necesario que lo diga, destapará la cañería.</div><div>—Te puedes ir por el desagüe con todo, Rob. ¿De veras crees que tu novela hará que los muchachos de los narcóticos actúen?</div><div>—Esa es mi intención.</div><div>—¿No pueden demandarte?</div><div>—Me he cuidado de eso. Firmo un papel con los editores absolviéndolos de toda culpa, diciendo que todos los personajes de esta novela son ficticios. Por lo tanto, si he mentido a los editores ellos no son culpables. Si me demandan, las regalías de la novela serán usadas en mi defensa. Y tengo pruebas de sobra. Entre paréntesis, es una novela magnífica.</div><div>—En serio, Rob. ¿Te mandó alguien una navaja de afeitar en una caja?</div><div>—Sí, y ahí está mi mayor peligro. Espeluznante. No se atreven a matarme directamente. Pero si yo muriese de mi propia distracción natural y de mi característica sanguínea heredada, ¿quién podría echarles la culpa? No me cortan la garganta, eso sería bastante obvio. Pero una navaja de afeitar, o un clavo, o el borde del volante de mi coche preparado con hojas de cuchillo... es todo muy melodramático. ¿Cómo va tu novela, Jerry?</div><div>—Lenta. ¿Qué te parece si almorzamos juntos hoy?</div><div>—Muy bien. ¿El Brown Derby?</div><div>—De veras te estás buscando dificultades. ¡Sabes de sobra que Anne come allí todos los días con Mike!</div><div>—Me estimula el apetito, Gerald, viejo. Hasta luego.</div><div>Cuelgas el auricular. Tu mano está bien ahora. Silbas mientras la vendas en el baño Luego echas una ojeada al pequeño artefacto de la navaja. Un mecanismo primitivo. Las probabilidades de que funcionase no llegaban siquiera al cincuenta por ciento.</div><div>Te sientas y escribes otras tres mil palabras, estimulado por los acontecimientos tempranos de la mañana.</div><div>El asa de la puerta de tu coche ha sido limada durante la noche, adelgazada hasta quedar como el filo de una navaja. Goteando sangre, vuelves a la casa a buscar más vendas. Te tragas unas píldoras. La hemorragia se corta. Después de depositar los dos nuevos capítulos del libro en la caja de seguridad del banco vas en el coche hasta el Brown Derby y te reúnes con Jerry Walters. Jerry Walters parece tan eléctrico y pequeño corno siempre, carrillos oscuros, los ojos saltones detrás de lentes gruesos.</div><div>—Anne está dentro —sonríe, mostrando los dientes—. Y Mike está con ella. Yo me pregunto: ¿para qué queremos comer aquí? —La sonrisa se apaga, y te mira fijamente, te mira la mano—. ¡Necesitas un trago! Por aquí. Allí está Anne, en aquella mesa. Salúdala con la cabeza.</div><div>La estoy saludando. Miras a Anne, sentada a una mesa en un rincón, con una deportiva túnica de monje entretejida con hilo dorado y plateado, un collar de joyas aztecas en bronce alrededor del cuello bronceado. El pelo de ella tiene el mismo color. Al lado de Anne, detrás de un cigarro y una nube de humo, está la figura bastante alta, enjuta, de Michael Horn, que parece exactamente lo que es: jugador, especialista en narcóticos, sibarita por excelencia, amante de las mujeres, soberano de los hombres, que usa diamantes y calzoncillos de seda. No te gustarla darle la mano. Esa manicura parece demasiado refinada. Te sientas y pides una ensalada. La estás comiendo cuando Anne y Mike pasan junto a la mesa, después del cóctel.</div><div>—Hola, canalla —le dices a Mike Horn. Detrás de Horn está su guardaespaldas, un joven de Chicago de veintidós años llamado Britz, con un clavel en la solapa negra del saco y el pelo negro engrasado, y los ojos cosidos por pequeños músculos en los bordes, lo que le da un aspecto triste.</div><div>—Hola, Rob, querido —dice Anne—. ¿Cómo va el libro?</div><div>—Bien, bien. Tengo un nuevo capitulo, magnifico, sobre ti, Anne.</div><div>—Gracias, querido.</div><div>—¿Cuándo vas a dejar a ese duende loco? —le preguntas, sin mirar a Mike.</div><div>—Después de matarlo —dice Anne.</div><div>Mike lanza una carcajada.</div><div>—Muy bueno. Ahora nos vamos. Estoy cansado de ese tonto.</div><div>Derribas algunas cosas de la mesa. Un montón de platos caen al suelo. Casi le pegas a Mike. Pero Britz y Anne y Jerry se unen contra ti y tú entonces te sientas, la sangre golpeándote los oídos, y la gente levanta los platos y te los entrega.</div><div>—Hasta luego —dice Mike.</div><div>Anne sale por la puerta como el péndulo de un reloj y tú te fijas en la hora. Mike y Britz salen detrás. Miras la ensalada. Mueves la mano y levantas el tenedor. Lo clavas en la comida.</div><div>Llevas la comida a la boca.</div><div>Jerry te mira fijamente.</div><div>—Por Dios, Rob, ¿qué te pasa?</div><div>Tú no hablas. Apartas el tenedor de los labios.</div><div>—¿Qué te pasa, Rob? ¡Vamos, dime!</div><div>Escupes. Jerry jura entre dientes. Sangre.</div><div>Tú y Jerry salen del edificio Taft y ahora hablan por señas. Tienes una gasa en la boca. Hueles a desinfectante.</div><div>—Pero no veo cómo —dice Jerry. Tú mueves las manos, explicándole—. Sí, ya sé, la pelea en el Derby. El tenedor cae al suelo. —Haces otro ademán. Jerry explica la pantomima—. Mike, o Britz, lo levanta, te lo devuelve, pero te da en cambio un tenedor afilado, preparado.</div><div>Asientes con la cabeza, violentamente, sonrojándote.</div><div>—O quizá fue Anne —dice Jerry.</div><div>No, sacudes la cabeza. Tratas de explicar con mímica que si Anne supiera esto dejarla a Mike inmediatamente. Jerry no entiende, y te mira a través de los gruesos lentes. Sudas.</div><div>La lengua es un sitio malo para un corte. Conociste una vez a un tipo que tenía la lengua cortada, y la herida no curaba nunca, aunque ya no sangraba. ¡Imagínate eso en un hemofílico! Haces ademanes ahora, forzando una sonrisa mientras subes al coche. Jerry bizquea, piensa, entiende.</div><div>—Oh —se ríe—. ¿Quieres decir que lo único que te falta ahora es una puñalada en la espalda?</div><div>Asientes, le das la mano, arrancas en el coche. De pronto la vida deja de ser divertida. La vida es real. La vida es lo que sale de tus venas ante la menor invitación. Inconsciente, tu mano va una y otra vez al bolsillo de tu chaqueta donde están escondidas las tabletas. Las buenas y viejas tabletas.</div><div>Es aproximadamente en ese momento cuando te das cuenta de que te están siguiendo. Doblas a la izquierda en la primera esquina y piensas, rápido. Un accidente. Tú mismo desmayado y sangrando. Inconsciente, no podrás darte nunca la dosis de esas preciosas pildoritas que llevas en el bolsillo. Pisas el acelerador. El coche ruge, y miras atrás y el otro coche está aún siguiéndote, acortando la distancia. Un golpecito en la cabeza, el menor corte y estás perdido.</div><div>Doblas a la derecha en Wilcox, otra vez a la izquierda al llegar a Melrose pero aún están detrás. Puedes hacer una única cosa. Detienes el coche junto a la acera, sacas las llaves, bajas lentamente y te sientas en el césped de una casa. Cuando pasa el coche que te iba siguiendo, sonríes y saludas con la mano.</div><div>Mientras desaparece el coche crees sentir unas maldiciones. Caminas el resto del trayecto hasta la casa. En el camino llamas a un taller mecánico para que te retiren ellos el automóvil.</div><div>Aunque has vivido siempre, nunca has estado tan vivo como ahora: vivirás para siempre. Eres más listo que todos ellos juntos. Estás alerta. No podrán hacer ninguna cosa que tú no seas capaz de evitar de una manera u otra. Toda esa fe tienes en ti mismo. No puedes morir. Otras personas mueren, pero tú no. Tienes fe completa en tu capacidad para vivir. Nunca habrá una persona lo suficientemente lista como para matarte.</div><div>Puedes tragar una llama, atrapar balas de cañón, besar a mujeres que tienen antorchas por labios, golpear a gangsters debajo de la barbilla. ¿Ser como eres, con la clase de sangre que tienes en el cuerpo, te habrá hecho... un jugador? ¿Un aventurero? Debe de haber algo que explique tu deseo morboso de peligro o casi peligro. Bueno, explícalo de esta manera. Salir de cada experiencia sano y salvo te alimenta tremendamente el ego. Admite que eres una persona engreída, vanidosa, con ideas morbosas de autodestrucción. Ideas ocultas, naturalmente. Nadie admite exteriormente que desea morir, pero ese deseo está adentro, en algún sitio. La propia conservación y la voluntad de morir, tirando hacia delante y hacia atrás. El instinto de muerte metiéndote en dificultades, el instinto de conservación sacándote de ellas. Y tú odias a esas personas y te ríes de ellas al ver que retroceden y se retuercen mientras tú sales ileso e intacto. Son inferiores, cobardes, vulgares. Y pensar que Anne antes que preferirte a ti prefiere los narcóticos te produce algo más que fastidio. La aguja le resulta más estimulante. ¡Maldita sea! Y sin embargo a ti ella también te resulta estimulante... y peligrosa. Pero correrás el riesgo con ella, en cualquier momento, sí, en cualquier viejo momento...</div><div>Son otra vez las cuatro de la mañana. La máquina de escribir tabletea bajo tus dedos, y suena el timbre. Te levantas y vas hacia la puerta, en el silencio total antes del amanecer. Lejos, en el otro lado del universo, la voz dice:</div><div>—Hola, Rob. Anne. ¿Acabas de levantarte?</div><div>—Exacto. Es la primera vez que vienes en varios días, Anne.</div><div>Abres la puerta y entra Anne, despidiendo un agradable perfume.</div><div>—Estoy cansada de Mike. Me enferma. Necesito una buena dosis de Robert Douglas. Estoy cansada de veras, Rob.</div><div>—Sí, das esa impresión. MI pésame.</div><div>—Rob...</div><div>Una pausa.</div><div>—¿SI?</div><div>Una pausa.</div><div>—Rob, ¿podríamos irnos de aquí mañana? Quiero decir, hoy, esta tarde. ¿A algún sitio en la costa, tirarnos al sol y dejar que nos queme? Lo necesito, Rob, lo necesito mucho.</div><div>—Sí, claro. Por supuesto. Sí. ¡Claro que sí!</div><div>—Me gustas, Rob. Sólo quisiera que no estuvieses escribiendo esa maldita novela.</div><div>—Si te apartaras de esa gentuza quizá dejaría de trabajar en ella —dices—. Pero no me gustan las cosas que te hicieron. ¿Te contó Mike lo que me está haciendo?</div><div>—¿Está haciendo algo, querido?</div><div>—Está tratando de desangrarme. Quiero decir que de veras está tratando de desangrarme. Tú conoces a Mike por dentro, ¿no es así, Anne? Cobarde y asustado. Britz, Britz también. Conozco esa clase de gente. Se hacen los rudos para ocultar la cobardía. Mike no quiere matarme. Tiene miedo de matar. Piensa que puede sacarme de todo esto asustándome. Pero yo sigo adelante porque no creo que tenga coraje suficiente para terminar el asunto. Antes que llegar al asesinato prefiere arriesgarse con los narcóticos Conozco a Mike.</div><div>—¿Pero me conoces a mí querido?</div><div>—Creo que sí.</div><div>—¿Mucho?</div><div>—Lo necesario.</div><div>—Podría matarte.</div><div>—No te atreverías. Me quieres.</div><div>—Me quiero a mí misma —ronronea Anne—, también.</div><div>—Siempre fuiste rara. Nunca supe, y sigo sin saberlo, qué es lo que te hace funcionar.</div><div>—El instinto de conservación.</div><div>Le ofreces un cigarrillo. Ella está muy cerca de ti. Mueves la cabeza, pensativo.</div><div>—Una vez vi cómo le arrancabas las alas a una mosca.</div><div>—Fue interesante.</div><div>—¿Disecaste gatitos embotellados en él colegio?</div><div>—Con placer.</div><div>—¿Sabes qué te producen los narcóticos?</div><div>—Eso también me da placer.</div><div>—¿Y esto?</div><div>Estás muy cerca y entonces sólo tienes que hacer un movimiento para juntar las caras. Los labios son tan buenos como parecen. Son tibios y activos y suaves.</div><div>Anne te aparta un poco.</div><div>—Esto también me da placer —dice.</div><div>La aprietas contra tu cuerpo, los labios encuentran otra vez los tuyos y cierras los ojos...</div><div>—¡Maldita sea! —dices, apartándote.</div><div>Una uña de Anne te ha mordido el pescuezo.</div><div>—Lo siento, querido. ¿Te lastimé? —pregunta.</div><div>—Todo el mundo quiere participar —dices. Sacas tu frasco favorito y tomas un par de píldoras—. Dios mío, muchacha, qué manera de apretar. Desde ahora trátame bondadosamente. Soy tierno.</div><div>—Lo siento. Me abandoné —dice Anne.</div><div>—Muy halagüeño. Pero si cuando te beso pasa esto, entonces si voy un poco más lejos yo me transformaría en una masa sangrante. Espera.</div><div>Más vendas en el pescuezo. Y otra vez a besarla.</div><div>—Hay que ser suave, muchacha. Iremos a la playa y te daré una conferencia sobre lo malo que es estar saturado de Michael Horn.</div><div>—Diga lo que yo diga, Rob, ¿tu seguirás adelante con la novela?</div><div>—La decisión está tomada. ¿Dónde estábamos? Ah, sí.</div><div>Los labios, otra vez.</div><div>Estacionas el coche en la cima soleada de un acantilado poco después del mediodía. Anne corre delante, bajando por las escaleras de madera. El viento le levanta el pelo bronceado, y el traje de baño azul le queda muy bien. Tú la sigues, pensativo. Estás lejos de todo. Los pueblos han desaparecido, la carretera está vacía. Allá abajo la playa, donde entra el mar, es ancha, árida, con grandes losas de granito volteadas y arrastradas por las rompientes. Aves zancudas chillan. Miras cómo camina Anne delante tuyo, bajando. "Qué tonta", piensas de ella. Caminan lentamente, tomados del brazo, y se detienen dejando que el sol les penetre en la piel. Ahora crees que todo es limpio y bueno, durante un rato. La vida es toda limpia y fresca, incluso la vida de Anne. Quieres hablar, pero tu voz suena extraña en ese silencio salobre, y de todos modos tienes aún la lengua dolorida del tenedor afilado. Caminan por la orilla del agua y Anne recoge algo.</div><div>—Un percebe —dice—, ¿Te acuerdas de cuando buceabas con tu tridente y tu casco de borde de goma? En la buena época.</div><div>"La buena época." Piensas en el pasado, en Anne y en ti y las cosas que tenían sentido para los dos. Subir por la costa. Pescar. Bucear. Pero aun en esa época Anne era una criatura misteriosa. No tenía ningún inconveniente en matar langostas. Le encantaba limpiarlas.</div><div>—Eras tan audaz, Rob. Bueno, todavía lo eres. Te arriesgabas a buscar orejas marinas cuando estos percebes te podrían haber cortado seriamente. Afilados como navajas.</div><div>—Ya lo sé —dices.</div><div>Anne lanza al aire el percebe. El percebe cae cerca de los zapatos que te has sacado. Cuando vuelves allí tienes cuidado de no pisarlo.</div><div>—Podríamos haber sido muy felices —dice Anne.</div><div>—Es agradable pensarlo, ¿verdad?</div><div>—Ojalá cambiases de opinión —dice Anne.</div><div>—Demasiado tarde —dices.</div><div>Anne lanza un suspiro.</div><div>Una ola muere en la orilla. No tienes miedo de estar aquí con Anne. No te puede hacer nada. Puedes manejarla. De eso estás seguro. No, éste será un día tranquilo, perezoso, sin acontecimientos. Tú estás alerta, preparado para cualquier eventualidad.</div><div>Te tiendes al sol y el sol te traspasa los huesos y te afloja adentro y te amoldas a los contornos de la arena. Anne está a tu lado y el sol le ilumina la nariz puntiaguda y centellea en las gotitas de sudor de la frente. Habla de cosas alegres y cosas intranscendentes y tú estás fascinado con ella; ¿cómo puede ser tan hermosa, una serpentina tirada en tu camino, y al mismo tiempo tan vil y mezquina adentro, en un sitio oculto que tú no puedes encontrar?</div><div>Te tiendes sobre el estómago y la arena es tibia. El sol es tibio.</div><div>—Te vas a quemar —dice Anne al fin, riendo.</div><div>—Supongo que sí —dices. Te sientes muy inteligente, muy inmortal.</div><div>—Vamos, déjame ponerte un poco de aceite en la espalda —dice Anne, abriendo el brillante rompecabezas chino del bolso de charol. Saca una botella de aceite amarillo puro—. Esto se interpondrá entre tu cuerpo y el sol —dice—. ¿De acuerdo?</div><div>—De acuerdo —dices. Te sientes muy bien, muy superior.</div><div>Te humedece como a un cerdo en un asador. La botella está suspendida sobre tu cuerpo, y cae de ella, en los pequeños huecos de tu columna vertebral, un hilo de liquido amarillo y brillante y fresco. La mano de Anne lo extiende y va haciendo un masaje en tu espalda. Tú ronroneas como un gato, los ojos cerrados, mirando las pequeñas burbujas azules y amarillas que danzan contra tus párpados cerrados, y Anne derrama más líquido y ríe mientras hace el masaje.</div><div>—Ya me siento más fresco —dices.</div><div>Anne continúa con el masaje un minuto o más y luego se detiene y se queda a tu lado, callada. Pasa un largo tiempo, y tú estás allá abajo, cocinado en un horno de arena, sin deseos de moverte. De pronto el sol ya no es tan ardiente.</div><div>—¿Tienes cosquillas? —pregunta Anne, a tu espalda.</div><div>—No —dices, estirando hacia arriba las comisuras de la boca.</div><div>—Tienes una hermosa espalda —dice Anne—. Me encantarla hacerte cosquillas.</div><div>—Muy bien, adelante —dices.</div><div>—¿Tienes cosquillas aquí? —pregunta Anne.</div><div>Sientes un movimiento distante, letárgico en la espalda.</div><div>—No —dices.</div><div>—¿Aquí?</div><div>No sientes nada.</div><div>—Ni siquiera me estás tocando —dices.</div><div>—Leí una vez un libro —dice Anne—. Allí se afirmaba que las zonas sensorias de la espalda están tan poco desarrolladas que la mayoría de las personas no pueden saber con exactitud dónde las tocan.</div><div>—Tonterías —dices—. Tócame. Adelante. Te diré el sitio.</div><div>Sientes tres movimientos largos en la espalda.</div><div>—¿Y bien? —pregunta Anne.</div><div>—Me tocaste debajo de un omóplato, y recorriste quince centímetros. Lo mismo debajo del otro omóplato. Y luego por la columna vertebral. Ahí tienes.</div><div>—Eres muy listo. Abandono el juego. Eres demasiado bueno. Necesito un cigarrillo, y no me quedan más. ¿No te importa que vaya a buscar al coche?</div><div>—Voy yo —dices.</div><div>—No, está bien.</div><div>Anne se aleja en la arena. Miras cómo corre, en la pereza, en la somnolencia, en una atmósfera de calor en aumento. Piensas que es algo extraño que ella se lleve el bolso y la botella del liquido. Las mujeres. Pero igual no puedes evitar darte cuenta de que es hermosa, corriendo. Sube por los escalones de madera, da media vuelta, te saluda con la mano y sonríe. Tú le devuelves la sonrisa, y mueves la mano en un saludo breve, perezoso.</div><div>—¿Calor? —grita Anne.</div><div>—Estoy empapado —gritas en respuesta, perezosamente. Sientes el sudor que se arrastra por tu cuerpo. El calor está ahora en ti y tú te hundes en él como en un baño. Sientes que el sudor te corre por la espalda en torrentes, lejano y débil, como un hormigueo. Suda, piensas. Suda todo. Rayas de sudor que te bajan por las costillas y el estómago. Lanzas una carcajada. Dios, cuánta transpiración. Nunca sudaste así en tu vida. El aroma dulzón del aceite que te puso Anne llega ahora en el aire cálido. Amodorrado, amodorrado. Te sobresaltas. Levantas la cabeza. En lo alto del acantilado arranca el coche, y ahora, mientras miras y Anne te saluda con la mano, el coche relampaguea al sol, gira, baja y se aleja por la carretera. Así, simplemente.</div><div>—¡Bruja! —gritas, con rabia. Empiezas a ponerte de pie.</div><div>No puedes. El sol te ha debilitado. La cabeza te da vueltas. Maldita sea. Has estado sudando. Sudando.</div><div>Sientes un nuevo olor en el aire cálido. Algo tan conocido e intemporal como el olor salobre del mar. Un olor que es todo el terror del mundo para ti y los que son como tú. Gritas y te levantas, tambaleándote.</div><div>Tienes puesta una capa, una prenda escarlata. Se te adhiere a los muslos y, mientras observas, te envuelve la pelvis y se extiende y crece en tus piernas y tobillos. Es roja. El rojo más rojo en la tabla de los colores. El rojo más puro, más hermoso y más terrible que has visto jamás, y se extiende y crece y late sobre tu cuerpo.</div><div>Llevas las manos a la espalda. Tu boca emite palabras sin sentido. ¡Tus manos se cierran sobre tres largas heridas abiertas en la carne debajo de los omóplatos!</div><div>¡Sudor! Pensaste que estabas sudando. ¡Y era sangre! ¡Estabas allí tendido, pensando que era sudor, riéndote de eso y pasándolo bien! No sientes nada. Tus dedos se mueven y palpan torpemente, débilmente. En la espalda no sientes nada. Está insensible.</div><div>"Vamos, deja que te ponga un poco de aceite en la espalda", dice Anne muy lejos, en la brillante pesadilla de tu recuerdo. "Te vas a quemar". Una ola rompe en la orilla. En el recuerdo ves el largo hilo amarillo de líquido que cae en tu espalda, suspendido de los hermosos dedos de Anne. Sientes los masajes. Narcótico en una solución. Novocaína o cocaína o algo por el estilo en una solución amarilla que, luego de un tiempo en la espalda, adormecía todos los nervios. ¿Acaso Anne no sabe todo acerca de los narcóticos? La dulce, dulce y hermosa Anne.</div><div>—¿Tienes cosquillas? —pregunta. Anne, otra vez desde el recuerdo. Sientes náuseas. Y en tu mente, que da vueltas entre el rojo sangre, das la respuesta, como un eco. No. Adelante. Adelante. Adelante. Adelante... Adelante, Anne J. Anthony, dama hermosa. Adelante.</div><div>Con una bonita y afilada caparazón de percebe.</div><div>Buceabas buscando orejas marinas a corta distancia de la costa y te raspaste la espalda en una roca, contra un racimo de percebes afilados como navajas. Sí, eso es. Buceabas. Accidente. Qué bien planeado. La dulce, dulce Anne. ¿O te habrás afilado las uñas en una piedra, querida?</div><div>El sol está allá arriba en tu cerebro. La arena comienza a derretirse bajo tus pies. Tratas de encontrar los botones para desabrochar, arrancarte esta prenda roja. Insensatamente, ciegamente, a tientas, buscas botones. No hay ninguno. La prenda sigue sobre tu cuerpo. Qué ridículo, piensas, tontamente. Qué ridículo que te encuentren con esa ropa interior, esa ropa larga y roja: Qué ridículo. Tiene que haber cierres en algún sitio. Esos tres largos cortes pueden desaparecer subiendo el cierre, y entonces esa sustancia roja y escurridiza dejará de escapar de tu cuerpo. Tú, el hombre inmortal. Los cortes no son demasiado profundos. Si puedes encontrar a un médico. Si puedes tomar las tabletas. ¡Tabletas!</div><div>Caes hacia adelante sobre tu chaqueta, y buscas en un bolsillo y luego en otro, y vuelves la chaqueta al revés y le arrancas el forro y gritas y lloras y llegan cuatro olas a la orilla, a tu espalda, como trenes que pasan, rugiendo. Y vuelves a revisar uno tras otro los bolsillos vacíos, con la esperanza de que te hayas pasado uno por alto. Pero no hay más que hilachas, una caja de fósforos y dos talones de entradas para un teatro. Dejas caer la chaqueta.</div><div>—¡Anne, vuelve! —gritas—. ¡Vuelve! Hay cincuenta kilómetros hasta el pueblo, hasta un médico. No puedo caminar eso. No tengo tiempo.</div><div>Al pie del acantilado alzas la mirada. Ciento catorce escalones. El acantilado es escarpado, y brilla bajo el sol. No hay más remedio que subir los escalones.</div><div>Cincuenta kilómetros hasta el pueblo, piensas. Bueno, ¿qué son cincuenta kilómetros? ¡Qué día espléndido para caminar!</div><div><br></div>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-27439106543500962592022-12-08T12:06:00.003-03:002022-12-08T12:06:17.727-03:00 UN METROPOLITANO LLAMADO MOBIUS - Armin J. Deutsch<p>
</p><h1 class="western">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYZEK0twohznAF3L0UfqXCb5u9DXSfBXdju8f4LmkFBP9NaMU1-6UOFrT1m_rJQHMq1Ee12JsgLjGgVJVFxOG1Ms6T6lmP49KR7yj7WpEXkxMjvbQK4uwi9q-FE95OUWYYIomcd24VJKGBnK-od7tXR720PPAplk7ZHZZEB5ctplpJYwUpYWcvQUsalQ/s1296/Nuevo-paseo-histo%CC%81rico-en-los-coches-La-Brugeoise.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="729" data-original-width="1296" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYZEK0twohznAF3L0UfqXCb5u9DXSfBXdju8f4LmkFBP9NaMU1-6UOFrT1m_rJQHMq1Ee12JsgLjGgVJVFxOG1Ms6T6lmP49KR7yj7WpEXkxMjvbQK4uwi9q-FE95OUWYYIomcd24VJKGBnK-od7tXR720PPAplk7ZHZZEB5ctplpJYwUpYWcvQUsalQ/s320/Nuevo-paseo-histo%CC%81rico-en-los-coches-La-Brugeoise.jpeg" width="320" /></a></div></h1><p><span style="font-family: verdana;">Partiendo de un foco central en Park Street, el metropolitano se
había extendido a través de un complicado e ingenioso sistema
ferroviario. Un desvío conectaba la línea de Lechmere con la de
Ashmont para los trenes que se dirigían al sur, y con la línea de
Forest Hills para los que se dirigían al norte. Harward y Brookline
habían sido enlazadas con un túnel que pasaba a través de Kenmore
Under, y durante las horas punta todos los otros trenes eran
desviados a través del ramal de Kenmore hacia Egleston. El ramal de
Kenmore enlazaba con el túnel Maverick cerca de Fields Comer.
Ascendía un centenar de pies en dos manzanas para enlazar Copley
Over con Scollay Square, y luego descendía de nuevo para unirse a la
línea Cambridge en Boylston. La lanzadera de Boylston había unido
finalmente las siete líneas principales a cuatro niveles distintos.
Entró en servicio el 2 de marzo. A partir de entonces, un tren podía
viajar desde una estación cualquiera a cualquier otra estación en
todo el sistema.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Todos los días de la semana circulaban doscientos veintisiete
trenes, y transportaban un millón y medio de pasajeros,
aproximadamente. El tren Cambridge-Dorchester que desapareció el 4
de marzo era el número 86. Al principio, nadie le echó de menos. A
última hora de la tarde, la línea estuvo un poco más cargada que
de costumbre. Pero una multitud es una multitud. Los postes
indicadores de los andenes de Forest Hills marcaron el Número 86
alrededor de las 7,30, pero ninguno de ellos mencionó su ausencia
hasta tres días después. El interventor del cruce de la Milk Street
pidió al inspector de la Harvard un tren suplementario aquella
noche, con motivo de celebrarse un partido de hockey, y el inspector
de la Harvard transmitió la petición. La central envió el 87, que
había sido puesto fuera de servicio a las diez, como de costumbre.
Nadie se dio cuenta de que faltaba el 86.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">A la mañana siguiente, cuando la afluencia de pasajeros era más
intensa, Jack O'Brien, del control de Park Street, llamó a Warren
Sweeney, de Forest Hills, y le dijo que pusiera otro tren en la línea
de Cambridge. Sweeney no disponía de ninguno, de modo que se dirigió
al tablero y buscó en él algún tren disponible. Entonces, por
primera vez, observó que Gallagher no había marcado su tarjeta la
noche anterior. Sweeney dejó la tarjeta a la vista, con una nota.
Gallagher tenía que entrar de servicio a las diez. A las diez y
media, Sweeney se dirigió de nuevo al tablero, y comprobó que la
tarjeta de Gallagher continuaba en el mismo sitio, con la nota que él
había dejado. Acudió al inspector y le preguntó si Gallagher había
llegado tarde. El inspector le dijo que no había visto a Gallagher
aquella mañana. Entonces, Sweeney quiso saber quién conducía el
86.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Eran las 11,30 cuando se enteró, finalmente, de que había
perdido un tren.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Sweeney pasó la siguiente hora y media en el teléfono,
interrogando a todos los interventores e inspectores del sistema.
Después de almorzar, a la 1,30, repitió las llamadas. A las 4,40,
poco antes de que terminara su jornada laboral, informó del asunto a
la Central de Tráfico. Los teléfonos zumbaron a través de los
túneles y talleres hasta casi medianoche, antes de que el Director
General recibiera finalmente la noticia en su casa.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">El encargado del cambio de agujas principal fue el primero en
asociar, a última hora de la mañana del día 6, el tren que faltaba
con los artículos de los periódicos acerca de la súbita
desaparición de numerosas personas. Llamó al <i>Transcript,</i> y
aquella misma tarde tres periódicos publicaron números
extraordinarios. Así se hizo pública la historia.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Kelvin Whyte, el Director General, pasó una buena parte de
aquella tarde con la policía. Interrogaron a la esposa de Gallagher.
El conductor del 86 no se había presentado en casa desde la mañana
del día 4. A media tarde, la policía había comprobado que unos
trescientos cincuenta bostonianos, aproximadamente, habían
desaparecido con el tren. El Sistema se cerró, y Whyte casi enfermó
de rabia. Pero el tren no fue encontrado.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Roger Tupelo, el matemático de Harvard, entró en escena la noche
del día 6. Telefoneó a Whyte, muy tarde, a su casa, y le dijo que
tenía algunas ideas acerca del tren desaparecido. Luego se dirigió
a casa de Whyte en Newton, y sostuvo con él la primera de numerosas
conversaciones acerca del número 86.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte era un hombre inteligente, un buen organizador, y no carecía
de imaginación.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Pero no sé de qué está usted hablando! —exclamó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo estaba dispuesto a mostrarse paciente.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Esto es algo muy difícil de comprender para <i>cualquiera,</i>
Mr. Whyte —dijo—. No me extraña que esté intrigado. Pero es la
única explicación. Ha desaparecido el tren, y las personas que iban
en él. Pero el Sistema está cerrado. Los otros trenes continúan
allí. ¡Está en alguna parte del Sistema!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte replicó, levantando de nuevo la voz:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Y yo le digo a usted, doctor Tupelo, que el tren <i>no</i>
está en el Sistema! <i>¡No</i> está! Un tren de siete vagones con
cuatrocientos pasajeros no puede pasarse por alto. El Sistema ha sido
registrado de arriba a abajo. ¿Piensa usted que estoy tratando de
<i>ocultar</i> el tren?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Desde luego que no. Seamos razonables, Mr. Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Sabemos que el tren estaba en camino hacia Cambridge a las 8,40 de
la mañana del día 4. Al menos veinte de las personas desaparecidas
subieron al tren unos minutos antes, en Washington, y cuarenta más
en Park Street. Unas cuantas se apearon en ambas estaciones. Y esto
es todo. Las que iban a Kendall, a Central, a Harvard… no llegaron
allí. El tren no llegó a Cambridge.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Sé todo eso, doctor Tupelo —dijo Whyte bruscamente—. En el
túnel, debajo del río, el tren se convirtió en un barco. Abandonó
el túnel y empezó a navegar hacia África.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No, Mr. Whyte. Estoy tratando de explicárselo. Chocó con un
nódulo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte estaba lívido.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Qué nódulo ni qué ocho cuartos! —estalló—. El Sistema
mantiene las vías limpias. Nuestros servicios no dejan ningún
nódulo…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Sigue usted sin comprender. Un nódulo no es una obstrucción.
Es una singularidad. Un polo de orden superior.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Las explicaciones de Tupelo en el curso de aquella primera
conversación no contribuyeron a aclarar la situación para Kelvin
Whyte. Pero a las dos de la mañana, el director general otorgó a
Tupelo el privilegio de examinar los mapas principales del Sistema.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo se dirigió, pues, a la Central de Tráfico y estudió los
mapas hasta que se hizo de día. Después de desayunar, se presentó
en la oficina de Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Encontró al director general pegado al teléfono. Estaba dando
órdenes para que se llevara a cabo una inspección más minuciosa
del túnel Cambridge-Dorchester debajo del río Charles. Cuando
terminó de hablar, Whyte colgó el receptor y miró a Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Creo que la causa de la desaparición está en la nueva
lanzadera —dijo el matemático.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte se agarró al borde de su escritorio rebuscó
silenciosamente en su vocabulario hasta encontrar algunas palabras
comedidas.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Doctor Tupelo —dijo—, he estado despierto toda la noche
pensando en su teoría. No la entiendo. No sé qué tiene que ver con
todo esto la lanzadera de Boylston.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Recuerda lo que le dije acerca de las propiedades conectivas
de los retículos? —preguntó Tupelo—. ¿Recuerda la cinta Mobius
que hicimos… la superficie con una cara y un borde? ¿Recuerda
esto? —y sacó de su bolsillo un pequeño frasco de cristal Klein y
lo depositó sobre el escritorio.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte se echó atrás en su asiento y contempló en silencio al
matemático. Tres emociones se reflejaron en su rostro en rápida
sucesión: rabia, desconcierto y absoluto desdén.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo continuó:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Mr. Whyte, el Sistema es una red de sorprendente complejidad
topológica. Ya era complicada antes de que se instalara la lanzadera
de Boylston, y de un alto grado de conectividad. Pero esa lanzadera
ha hecho que la red sea absolutamente única. No lo comprendo del
todo, pero la situación parece ser ésta: la lanzadera ha elevado
hasta tal punto la conectividad del Sistema, que no sé cómo
calcularlo. Sospecho que la conectividad se ha convertido en
infinita.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">El director general escuchaba como a través de una niebla.
Mantenía sus ojos pegados al pequeño frasco Klein.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—La cinta Mobius —continuó Tupelo— posee unas propiedades
desusadas debido a que tiene una singularidad. El fraseo Klein, con
dos singularidades, consigue permanecer dentro de sí mismo. Los
topólogos conocen superficies de hasta un millar de singularidades,
las cuales poseen propiedades que hacen que la cinta Mobius y el
frasco Klein parezcan sencillos. Pero una red con una conectividad
infinita debe tener un número infinito de singularidades. ¿Puede
usted imaginar cuáles podrían ser las propiedades de esa red?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Después de una larga pausa, Tupelo añadió:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Yo tampoco puedo imaginarlo. A decir verdad, la estructura del
Sistema, con la lanzadera de Boylston, supera por completo mis
posibilidades de comprensión. Sólo puedo hacer conjeturas.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte apartó sus ojos del escritorio en un momento en que la
rabia era el sentimiento que predominaba en su interior.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Y se dice usted matemático, Profesor Tupelo! —exclamó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo se echó a reír. Lo absurdo de la situación no le hizo
perder la calma.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No soy topólogo, Mr. Whyte —dijo—. En realidad, soy un
aprendiz en la materia. Sé de ella poco más que usted. Las
matemáticas son un campo muy amplio. Y da la casualidad de que soy
un algebrista.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Su sinceridad ablandó un poco a Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Bueno —sugirió—, si usted no lo comprende, tal vez
deberíamos llamar a un topólogo. ¿Hay alguno en Boston?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Sí y no —respondió Tupelo—. El mejor del mundo está en
Tech.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte alargó la mano hacia el receptor telefónico.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Cómo se llama? —preguntó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Merritt Turnbull. Pero no hay modo de localizarle. Lo he
intentado desde hace tres días.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Está fuera de la ciudad? —inquirió Whyte—. Le
enviaremos a buscar. Diremos que se trata de una emergencia.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No lo sé. El Profesor Turnbull es soltero. Vive solo en el
Brattle Club. No le han visto desde la mañana del día 4.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte captó inmediatamente las posibilidades de aquella
afirmación.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Iba en el tren? —preguntó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No lo sé —respondí el matemático—. ¿Qué opina usted?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Se produjo un largo silencio. Whyte miró alternativamente a
Tupelo y al objeto de cristal depositado sobre el escritorio.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No lo entiendo —dijo finalmente—. Hemos revisado todo el
Sistema. No existe ningún medio para que el tren se saliera de él.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—El tren no se ha salido de él. Está todavía en el Sistema
—dijo Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Dónde?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo se encogió de hombros.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—El tren no tiene ningún «dónde» real. No hay ningún
«dónde» real en todo el Sistema. Tiene una doble entidad, como
mínimo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Cómo podemos encontrarlo?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No creo que podamos —dijo Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Se produjo otro largo silencio. Whyte lo rompió profiriendo una
exclamación en voz alta. Se puso en pie súbitamente y envió el
frasco Klein volando a través de la habitación.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Está usted loco, Profesor! —gritó—. Entre la medianoche
de hoy y las 6 de la mañana, sacaremos todos los trenes de los
túneles. Enviaré trescientos hombres para que revisen pulgada a
pulgada las ciento ochenta y tres millas del tendido. ¡Encontraremos
el tren! Ahora, discúlpeme, por favor.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo salió de la oficina. Se sentía agotado. Maquinalmente,
echó a andar a lo largo de la Washington Street, hacia la Estación
de Essex. Cuando bajaba la escalera se detuvo bruscamente y miró a
su alrededor. Luego subió otra vez a la calle y paró un taxi. Una
vez en su casa se sirvió un whisky doble y se acostó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">A las 3,30 de la tarde acudió a dar su clase de Álgebra. Después
de una cena rápida en el Crimson Spa, regresó a su apartamento y
pasó la velada intentando analizar, por segunda vez, las propiedades
conectivas del Sistema. La tentativa resultó inútil, pero el
matemático llegó a unas cuantas conclusiones importantes. A las
once de la noche telefoneó a Whyte a la Central de Tráfico.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Pensé que tal vez le gustaría consultarme durante la búsqueda
de esta noche —le dijo—. ¿Puedo ir ahí?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Al director general no pareció entusiasmarle el ofrecimiento de
Tupelo. Señaló que el Sistema resolvería su pequeño problema sin
la ayuda de profesores chiflados que creían que todos los trenes
metropolitanos podían saltar a la cuarta dimensión. Tupelo encajó
sin pestañear el exabrupto de Whyte y se acostó. Alrededor de las
cuatro de la mañana, el timbre del teléfono le despertó. El que
llamaba era un contrito Kelvin Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Anoche me mostré demasiado brusco —tartamudeó—. Tal vez
pueda usted ayudarnos, después de todo. ¿Podría venir al enlace de
Milk Street?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo asintió de buena gana. No experimentaba la satisfacción
que había previsto. Llamó un taxi, y en menos de media hora se
presentó en la estación señalada. Al pie de la escalera, en el
piso superior, vio que el túnel estaba brillantemente iluminado,
como cuando el Sistema funcionaba normalmente. Pero los andenes
estaban desiertos, a excepción de un grupo de siete hombres que se
encontraban en su extremo más alejado de la entrada. Mientras
caminaba hacia el grupo, observó que dos de los hombres eran agentes
de policía uniformados. Observó un tren de un solo vagón parado en
la vía, junto al andén. La puerta delantera estaba abierta, el
vagón brillantemente iluminado, y vacío. Whyte salió a su
encuentro con aire compungido.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Gracias por haber venido, Profesor —dijo, alargando su mano—.
Caballeros, les presento al doctor Tupelo, de Harvard. Doctor Tupelo,
Mr. Kennedy, nuestro ingeniero jefe; Mr. Wilson, representante del
alcalde; doctor Gannot, del Hospital Mercy…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte no se molestó en presentar al conductor del tren y a los
dos agentes de policía.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Encantado, caballeros —dijo Tupelo—. ¿Alguna novedad, Mr.
Whyte?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">El director general intercambió unas miradas indecisas con sus
compañeros.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Bueno…, sí, doctor Tupelo —dijo finalmente—. Creo que
hemos conseguido algo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Ha sido visto el tren?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Sí —dijo Whyte—. Es decir, prácticamente visto. Al menos,
sabemos que se encuentra en alguna parte de los túneles.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Los otros seis asintieron.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">A Tupelo no le sorprendió saber que el tren estaba aún en el
Sistema. Después de todo, el Sistema estaba cerrado.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Le importaría contarme lo que ha sucedido? —insistió
Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Me topé con una señal roja —intervino el conductor—. A la
salida del empalme de Copley.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Todos los trenes han sido sacados del tendido —explicó
Whyte—, excepto éste. Lo hemos hecho circular por todo el Sistema
por espacio de cuatro horas. Cuando Edmunds, el conductor, se topó
con una señal roja en el empalme de Copley se paró, desde luego. Yo
pensé que la luz estaba averiada, y le dije que continuara. Pero en
aquel momento oímos a otro tren que pasaba por el empalme.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Lo vieron ustedes? —preguntó Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No podíamos verlo. La luz está situada detrás de una curva.
Pero todos lo oímos. No cabe duda de que el tren pasó por el
empalme. Y tiene que ser el Número 86, porque nuestro vagón era el
único que circulaba por el tendido.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué pasó después?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Bueno, la luz roja se trocó en amarilla, y Edmunds siguió
adelante.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Detrás del otro tren?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No podíamos arriesgarnos a seguirlo, puesto que ignorábamos
la dirección que había tomado.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Cuánto hace que ocurrió eso?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—A la 1,38, la primera vez…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Oh! —dijo Tupelo—. Entonces, ¿volvió a suceder más
tarde?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Sí. Aunque no en el mismo sitio, desde luego. Encontramos otra
señal roja cerca de la Estación Sur, a las 2,15. Y luego, a las
3,28…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo interrumpió al director general:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Vieron ustedes el tren a las 2,15?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Ni siquiera lo oímos. Edmunds trató de localizarlo, pero por
lo visto había cruzado ya la lanzadera de Boylston.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué pasó a las 3,28?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Otra luz roja. Cerca de Park Street. Oímos el tren delante de
nosotros.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Pero no lo vieron?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No. Más allá de la luz hay una leve pendiente. Pero todos lo
oímos. Lo único que no comprendo, doctor Tupelo, es que ese tren
pueda recorrer el tendido por espacio de cinco días sin que nadie lo
vea…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte se interrumpió bruscamente y levantó una mano con aire
imperativo, reclamando silencio. A lo lejos, el metálico estruendo
de un tren rodando a toda marcha fue hinchándose hasta convertirse
en un rugido. El andén vibró de un modo perceptible mientras pasaba
el tren.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Ahora lo tenemos! —exclamó Whyte—. ¡Acaba de pasar por
el andén inferior!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Echó a correr hacia la escalera que conducía al piso inferior.
Todos los otros le siguieron, excepto Tupelo, el cual creía saber lo
que iba a pasar En efecto, antes de que Whyte llegara a la escalera,
asomó por ella un agente de policía uniformado.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Los han visto ustedes? —gritó el policía.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte se paró en seco, y los otros con él.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Han visto ustedes el tren? —preguntó de nuevo el agente,
mientras aparecían otros dos hombres procedentes del piso inferior.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué ha pasado? —quiso saber Wilson.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Lo han visto <i>ustedes!</i> —aulló Kennedy.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Desde luego que no —respondió el agente—. Ha pasado por
aquí arriba.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Ni hablar! —rugió Whyte—. ¡Ha pasado por abajo!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Los seis hombres que acompañaban a Whyte se enfrentaron con
expresión desafiante a los tres hombres procedentes del piso
inferior. Tupelo se acercó al director general y le dijo, en voz
baja:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—El tren no puede ser visto, Mr. Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte le miró con aire de incredulidad.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Usted mismo lo ha oído. Ha pasado por el piso de abajo…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Podemos ir al vagón, Mr. Whyte? —inquirió Tupelo—. Creo
que tendríamos que hablar un poco.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte asintió de mala gana. Luego se volvió hacia el agente de
policía y los otros dos hombres que habían estado vigilando en el
andén inferior.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿De veras no lo han visto? —insistió.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Lo hemos oído —respondió el agente—. Y nos ha parecido
que pasaba por aquí…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Vuelvan abajo, Maloney —ordenó uno de los agentes que
acompañaban a Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Maloney se rascó la cabeza, dio media vuelta y desapareció por
la escalera. Los otros dos hombres le siguieron. Tupelo condujo al
grupo hacia el vagón estacionado junto al andén. Entraron en él y
tomaron asiento, en silencio. Luego, todos miraron al matemático y
esperaron.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Supongo que no me ha hecho venir aquí solo para decirme que
había encontrado el tren desaparecido —empezó Tupelo,
dirigiéndose a Whyte—. ¿Había ocurrido ya algo como esto?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte se removió en su asiento e intercambió una mirada con el
ingeniero jefe.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No exactamente igual —dijo, en tono evasivo—, pero han
sucedido algunas cosas raras.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Por ejemplo? —insistió Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Bueno, lo de las luces rojas. Los vigilantes apostados cerca de
Kendall descubrieron una luz roja al mismo tiempo que nosotros
encontrábamos otra cerca de la Estación Sur.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué más?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Mr. Sweeney me llamó desde Forest Hills. Había oído el tren
dos minutos después de que lo oyéramos nosotros en el empalme de
Copley. A veintiocho millas de distancia.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—En realidad, doctor Tupelo —intervino Wilson—, varias
docenas de hombres han visto luces rojas, o han oído el tren, o las
dos cosas, durante las últimas cuatro horas. La cosa actúa como si
pudiera estar en varios lugares al mismo tiempo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Puede —dijo Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Hemos <i>estado</i> recibiendo informes de vigilantes que veían
la cosa —añadió el ingeniero—. Bueno, viéndola no,
exactamente… A veces en dos e incluso en tres lugares, muy
apartados entre sí, al mismo tiempo. Seguro que se encuentra en el
tendido. Tal vez los vagones están desenganchados.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Está usted realmente seguro de que se encuentra en el
tendido, Mr. Kennedy? —preguntó Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Absolutamente —dijo el ingeniero—. El dinamómetro, en la
central eléctrica, señala un consumo de energía. El consumo era
continuo. De modo que a las 3,30 cerramos los circuitos. Cortamos la
corriente.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Y qué pasó?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Nada —respondió Whyte—. Absolutamente nada. La corriente
estuvo cortada por espacio de veinte minutos. Durante ese tiempo,
ninguno de los doscientos cincuenta hombres apostados en los túneles
vio una luz roja ni oyó un tren. Pero, cinco minutos después de
haber vuelto a dar la corriente, nos habían llegado otros dos
informes: uno de Arlington, otro de Egleston.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Cuando Whyte terminó de hablar se produjo un largo silencio. En
el túnel inferior, un hombre le gritó algo a otro. Tupelo consultó
su reloj. Eran las 5,20.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—En resumen, doctor Tupelo —dijo finalmente el director
general—, nos vemos obligados a admitir que puede haber algo de
cierto en su teoría.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Los otros <i>asintieron.</i></span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Gracias, caballeros —dijo Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">El médico se aclaró la garganta.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—En lo que respecta a los pasajeros —dijo—, ¿tiene usted
idea de lo que…?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Ninguna —le interrumpió Tupelo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué hemos de hacer? —preguntó el representante del
Alcalde.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No lo sé. ¿Qué puede hacer usted?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Si no he comprendido mal las explicaciones de Mister Whyte
—dijo Wilson—, el tren ha… bueno, ha saltado a otra dimensión.
No se encuentra ya en el Sistema. Se ha marchado de él. ¿Es verdad
eso?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Es una forma de decirlo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Y esta… ejem… conducta singular se ha derivado de ciertas
propiedades matemáticas asociadas con la nueva lanzadera de
Boylston?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Desde luego.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Y no hay nada que podamos hacer para traer de nuevo al tren
a… hum… esta dimensión?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Que yo sepa, no.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Wilson agarró la ocasión por los pelos.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—En tal caso, caballeros —dijo—, la cosa está clara. En
primer lugar, tenemos que cerrar la nueva lanzadera, para que no
pueda volver a ocurrir algo tan fantástico. Después, dado que el
tren desaparecido se encuentra en otra dimensión, a pesar de todas
esas luces rojas y de todos esos ruidos, podemos restablecer el
funcionamiento normal del Sistema. Al menos no existirá el peligro
de una colisión, que era lo que más preocupaba a Mr. Whyte. En
cuanto al tren desaparecido y a las personas que viajaban en él…
—Wilson los remitió al infinito con un gesto—. ¿Está usted de
acuerdo, doctor Tupelo? —le preguntó al matemático.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo sacudió la cabeza lentamente.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No del todo, Mr. Wilson —respondió—. Les ruego que no
pierdan de vista que no he comprendido en sus términos exactos lo
que ha sucedido. Es una pena que no puedan encontrar ustedes a
alguien capaz de dar una explicación satisfactoria de los hechos. El
único hombre que podía haberla dado es el Profesor Turnbull, de
Tech, y era uno de los pasajeros del tren. Pero, de todos modos,
ustedes querrán contrastar mis conclusiones con las de algunos
eminentes topólogos. Puedo ponerles en contacto con varios de ellos.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">«Ahora bien, en lo que respecta a la recuperación del tren
desaparecido, puedo decir que en mi opinión no se ha perdido toda
esperanza. Existe una probabilidad finita, tal como yo lo veo, de que
el tren pase eventualmente desde la parte no-espacial de la red, que
ahora ocupa, a la parte espacial. Dado que la parte espacial es
completamente inaccesible, no hay nada que podamos hacer, por
desgracia, para contribuir a esa transición, ni siquiera para
predecir cómo o cuándo se producirá. Pero la posibilidad de la
transición se desvanecerá si se cierra la lanzadera de Boylston.
Ese sector del tendido es precisamente el que da a la red sus
singularidades fundamentales. Si las singularidades son eliminadas,
el tren no podrá reaparecer nunca. ¿Está claro?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">No estaba claro, desde luego, pero los siete hombres que le
escuchaban asintieron en silencio.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo continuó:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—En cuanto a lo de restablecer el funcionamiento del Sistema
mientras el tren desaparecido se encuentra en la parte no-espacial de
la red, sólo puedo enumerarles los hechos, tal como yo los veo, y
dejar a su criterio el extraer las pertinentes conclusiones. La
transición de regreso a la parte espacial es impredecible, como ya
les he dicho. No hay modo de saber cuándo se producirá, ni dónde.
En especial, hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que,
cuando reaparezca el tren, discurra por una vía que no le
corresponde. Entonces se producirá una colisión, desde luego.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">El ingeniero preguntó:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Para eliminar esa posibilidad doctor Tupelo, ¿no podríamos
dejar abierta la lanzadera de Boylston, pero sin enviar ningún tren
a través de ella? De este modo, cuando el tren desaparecido vuelva a
presentarse, no podrá chocar con otro tren.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Esa precaución sería ineficaz, Mr. Kennedy —respondió
Tupelo—. Verá, el tren puede reaparecer en cualquier parte del
Sistema. Es cierto que el Sistema debe su complejidad topológica a
la nueva lanzadera. Pero, con la lanzadera en el Sistema, ahora es
todo el Sistema el que posee una conectividad infinita. En otras
palabras, la pertinente propiedad topológica es una propiedad
<i>derivada</i> de la lanzadera, pero <i>perteneciente</i> a todo el
Sistema. Recuerde que el tren efectuó su primera transición en un
punto situado entre Park y Kendall, a más de tres millas de
distancia de la lanzadera.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">»Hay otra pregunta que ustedes querrán ver contestada. Si
deciden ustedes restablecer el funcionamiento del Sistema, dejando
abierta la lanzadera hasta que el tren reaparezca, ¿puede volver a
ocurrir lo mismo con otro tren? No estoy seguro de la respuesta, pero
creo que es negativa. Opino que en este caso existe un principio de
exclusión, en virtud del cual el no-espacio de la red sólo puede
ser ocupado por un tren. El médico se puso en pie».</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Doctor Tupelo —inquirió, tímidamente—, cuando el tren
reaparezca, ¿estarán los pasajeros…?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No sé nada acerca de los ocupantes del tren —le interrumpió
Tupelo—. La teoría topológica no tiene en cuenta esos aspectos.
—Su mirada recorrió rápidamente los siete cansados rostros que le
rodeaban—. Lo siento, caballeros —añadió, en tono más amable—.
No lo sé, sencillamente. —Dirigiéndose a Whyte añadió—: Creo
que esta noche no puedo serle útil en nada más. Ya sabe dónde
encontrarme.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Dando media vuelta, salió del vagón y se encaminó a la
escalera.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Al salir a la calle, las primeras claridades del alba empezaban a
disolver las sombras de la noche.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Ningún periódico informó de aquella improvisada conferencia en
un solitario vagón del metropolitano. Ni de los resultados de la
vigilancia nocturna en los oscuros túneles. Durante la semana que
siguió, Tupelo tomó parte en otras cuatro conferencias con Kelvin
Whyte y algunos funcionarios de la municipalidad. En dos de ellas
estuvieron presentes otros topólogos: Orstein, de Filadelfia,
Kashta, de Chicago, y Michaelis, de Los Ángeles. Los matemáticos no
lograron ponerse de acuerdo. Ninguno de <i>los</i> tres quiso aceptar
como buenas <i>las</i> conclusiones de Tupelo, aunque Kashta admitió
que <i>podía</i> haber algo de cierto en ellas. Orstein insistió en
que una red finita no podía poseer una conectividad infinita, pero
no pudo demostrar este aserto, y ni siquiera fue capaz de calcular la
conectividad del Sistema. Michaelis expresó su opinión de que el
asunto no tenía nada que ver con la topología del Sistema. Insistió
en que si el tren no podía ser localizado en el Sistema, éste debía
abrirse.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Pero, cuanto más a fondo analizaba Tupelo el problema, más
convencido estaba de lo correcto de sus primeras conclusiones. Desde
el punto de vista de la topología, el Sistema sugería
inmediatamente la existencia de familias enteras de redes de entidad
múltiple, cada una de ellas con un número infinito de
discontinuidades infinitas. Pero Tupelo se substraía a un examen
concreto de aquellas nuevas redes hiperespaciales. Dedicó toda su
atención al tema por espacio de una semana. Luego, sus ocupaciones
le obligaron a dejar el análisis a un lado. Decidió enfrentarse de
nuevo con el problema más tarde, en primavera, cuando terminara el
curso escolar.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Entretanto, el Sistema volvía a funcionar como si nada hubiese
ocurrido. El director general y el representante del alcalde habían
conseguido olvidar la noche del 6 de marzo, o al menos habían vuelto
a interpretar a su manera lo que vieron y no vieron. Los periódicos
y el público hacían las más descabelladas suposiciones, y
continuaban presionando a Whyte. Muchas personas que habían perdido
algún pariente presentaron demandas contra el Sistema. El Estado
intervino en el asunto e investigaba por su cuenta. El caso llegó
hasta el Congreso. Una versión resumida de la teoría de Tupelo fue
ampliamente difundida por la prensa. Tupelo la ignoró, y no tardó
en ser olvidada.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Transcurrieron varias semanas. La investigación estatal se dio
por conclusa. Los periódicos trasladaron el caso de la primera a la
segunda plana; luego lo pasaron a la veintitrés; y después dejaron
de ocuparse de él. Las personas desaparecidas no regresaron. A la
larga, nadie las echó de menos.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Un día, a mediados de abril, Tupelo viajaba en el metropolitano,
desde Charles Street a Harvard. Iba sentado en la parte delantera del
primer vagón y contemplaba las vías y las grises paredes de los
túneles salir al encuentro del tren. Se detuvieron en dos ocasiones
ante una luz roja, y Tupelo se preguntó súbitamente si el otro tren
estaba allí, delante de ellos, o más allá del espacio. Bastó
aquello para que el viaje resultara excitante.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Otra vez, en mayo, tomó el tren en Beacon Hill. Pero en esta
ocasión se instaló en un asiento lateral y se dedicó a leer el
periódico. De pronto, experimentó una extraña sensación. Miró al
hombre sentado a su lado, con la cesta del almuerzo sobre las
rodillas. Los otros asientos estaban ocupados, y había una docena de
pasajeros que viajaban de pie. Un jovencito fumaba un cigarrillo,
violando el reglamento. Detrás de él, dos muchachas hablaban de una
fiesta a la que pensaban asistir. En el asiento de en frente, una
joven madre reñía a su hijo. A su lado, un hombre leía el
periódico. Lo mantenía abierto por las páginas centrales, y la
mirada de Tupelo resbaló inconscientemente por la primera plana. Los
titulares le sonaron a cosa olvidada. La mirada de Tupelo continuó
subiendo, hasta llegar a la fecha: ¡era un periódico del mes de
marzo!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Los ojos de Tupelo se volvieron hacia el hombre sentado a su lado.
Debajo de su cesta del almuerzo había un periódico. Del día. Miró
detrás de él. Un joven leía el <i>Transcript,</i> manteniéndolo
abierto por las páginas deportivas. La fecha era 4 de marzo. Los
ojos de Tupelo recorrieron el pasillo. Una docena de pasajeros
llevaban periódicos con fecha de 4 de marzo.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo se levantó de un salto. El hombre del pasillo se quejó en
voz alta mientras Tupelo le apartaba a un lado sin miramientos para
precipitarse hacia el aparato de alarma. Tiró de la palanca con
todas sus fuerzas. Chirriaron los frenos y el tren se detuvo. Los
intrigados pasajeros contemplaban a Tupelo con ojos hostiles. En la
parte trasera del vagón se abrió la puerta de paso y un hombre alto
y delgado, uniformado de azul, la cruzó apresuradamente.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo corrió a su encuentro.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Mr. Gallagher? —inquirió.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué pasa? —preguntó a su vez el hombre, sorprendido.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo ignoró la pregunta.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Dónde ha estado usted? —quiso saber.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—En el vagón contiguo, pero…</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo no le dejó terminar. Consultando su reloj, les gritó a
los pasajeros:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Faltan diez minutos para las nueve de la mañana del día 17
de mayo!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Aquellas palabras acallaron por un <i>momento</i> el creciente
clamor. Los pasajeros intercambiaron miradas desconcertadas.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Miren sus periódicos! —gritó Tupelo—. ¡Sus periódicos!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Los pasajeros empezaron a cuchichear. A medida que consultaban las
fechas de sus periódicos, las voces subían de tono. Tupelo cogió a
Gallagher del brazo y le arrastró hacia la parte trasera del vagón.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Qué hora es? —le preguntó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Las 8,21 —dijo Gallagher, consultando su reloj.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Abra la puerta —dijo Tupelo—. Déjeme salir. ¿Dónde está
el teléfono?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Gallagher siguió las instrucciones de Tupelo. Señaló un hueco
en la pared del túnel, a un centenar de metros de distancia. Tupelo
se apeó del vagón y echó a correr por el estrecho pasillo que
discurría entre los vagones y la pared del túnel.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Póngame con la Central de Tráfico! —le gritó al
telefonista. Esperó unos segundos y vio que un tren se había parado
ante la señal roja detrás del que él acababa de abandonar. Cuando
la Central de Tráfico contestó, Tupelo gritó—: ¡Póngame con
Whyte! ¡Es muy urgente!</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Al otro extremo del hilo una voz de hombre dijo:</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Mr. Whyte está ocupado. Dígame lo que sea.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—El Número 86 ha vuelto —dijo Tupelo—. Ahora se encuentra
entre la Estación Central y Harvard. Ignoro cuando efectuó el
salto. Yo lo tomé en Charles Street, hace diez minutos, y no me he
dado cuenta hasta hace un minuto.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Al otro extremo del hilo, el hombre que atendía la llamada tragó
saliva audiblemente.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Y los pasajeros? —tartamudeó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Están perfectamente… los que quedan en el tren. Algunos
deben de haberse apeado en Kendall y en la Estación Central.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Dónde han estado?</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo dejó caer el receptor de su oído y lo contempló
fijamente, con la boca abierta. Luego <i>lo colgó y echó</i> a
correr hacia la puerta abierta del vagón.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Eventualmente, el orden quedó restablecido y al cabo de media
hora el tren llegó a Harvard. En la estación, la policía tomó a
los pasajeros bajo su custodia. Whyte había llegado a Harvard antes
que el tren. Tupelo le encontró en el andén.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Whyte hizo un gesto en dirección a los pasajeros.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Están realmente bien? —inquirió.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Perfectamente —respondió Tupelo—. No saben dónde han
estado.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Alguna señal del Profesor Turnbull? —preguntó el director
general.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—No le he visto. Probablemente se apeó en Kendall, como de
costumbre.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Lástima! —dijo Whyte—. Me gustaría verle.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—También a mí —declaró Tupelo—. A propósito, ahora es el
momento de cerrar la lanzadera de Boylston.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Demasiado tarde —dijo Whyte—. El tren 143 desapareció hace
veinticinco minutos, entre Egleston y Dorchester.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo no dijo nada.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—Tenemos que encontrar a Turnbull —continuó Whyte.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">Tupelo miró al director general y sonrió débilmente.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¿Cree usted de veras que Turnbull se apeó de este tren en
Kendall? —preguntó.</span></p><span style="font-family: verdana;">
</span><p><span style="font-family: verdana;">—¡Desde luego! —respondió Whyte—. ¿En qué otra parte, si
no?</span></p>
<p><style type="text/css">h1 { margin-bottom: 0.21cm; background: transparent; page-break-after: avoid }h1.western { font-family: "Liberation Serif", serif; font-size: 24pt; font-weight: bold }h1.cjk { font-family: "Noto Serif CJK SC"; font-size: 24pt; font-weight: bold }h1.ctl { font-family: "Lohit Devanagari"; font-size: 24pt; font-weight: bold }p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></p>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-88384573377148726672021-11-13T14:49:00.000-03:002021-11-13T14:49:08.724-03:00ANTES DEL EDEN - Arthur C. Clarke<p style="text-align: left;"><span style="font-family: verdana;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: verdana;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBNg7ObOIlMc5H_BmVRHQhBsLy6gwI-nMPJkvux1x0hPds_7ffEzudgbMS2-nyDkwZ_zjnKrqbUI75rC1qFrCKgoNGN0ak9drgWc8MWObEqki0BMrF3h89rZ1s3l7pYpbJI_ur5JlN2arH/s765/106a-73.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="510" data-original-width="765" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBNg7ObOIlMc5H_BmVRHQhBsLy6gwI-nMPJkvux1x0hPds_7ffEzudgbMS2-nyDkwZ_zjnKrqbUI75rC1qFrCKgoNGN0ak9drgWc8MWObEqki0BMrF3h89rZ1s3l7pYpbJI_ur5JlN2arH/s320/106a-73.jpg" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: verdana;"><br />–Me parece –dijo Jerry Garfield parando los motores – que éste es el final de la línea.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Con un leve suspiro, la eyección del chorro cesó gradualmente. Privado de su colchón de aire, el vehículo explorador Pecio Vagabundo se posó sobre las retorcidas rocas de la Meseta Hesperiana.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Delante no había camino alguno; ni con sus eyectores a chorro ni con su tractor podía el S-5 –para dar al Pecio su nombre oficial – escalar la escarpadura que tenía enfrente. El Polo Sur de Venus estaba sólo a treinta millas, pero igual podría haber estado en otro planeta. No quedaba otra solución que volver atrás y desandar el camino de cuatrocientas millas hecho a través de aquel paisaje de pesadilla.<br /></span><span style="font-family: verdana;">La atmósfera era fantásticamente clara, con una visibilidad de casi mil metros. No había necesidad alguna de radar para mostrar los riscos que tenían delante; por una vez, la simple vista bastaba. La verde luminosidad de la aurora, filtrándose a través de nubes que habían rodado compactas por un millón de años, prestaba a la escena un aspecto submarino, al que se añadía la sorprendente manera con que todos los objetos se empañaban en la calina, A veces era fácil para uno creer que se estaban moviendo a través de un insustancial lecho marino, y en más de una ocasión imaginó Jerry haber visto peces flotando sobre su cabeza.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Llamo a la astronave para comunicar que volvemos? –preguntó. –Aún no –respondió el doctor Hutchins –. Quiero pensar.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Jerry lanzó una suplicante mirada al tercer miembro de la tripulación, pero no encontró allí apoyo moral ninguno. Coleman era tan testarudo como su compañero; aunque los dos hombres discutían furiosamente la mitad de su tiempo, ambos eran científicos y, por ello, en la opinión de un no menos testarudo maquinista navegante, ciudadanos no cabalmente responsables. Si Cole y Huth tenían alguna brillante idea para seguir, no habría nada que hacer excepto registrar una protesta.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Hutchins estaba dando vueltas en la exigua cabina, examinando mapas e instrumentos. Dirigió ahora el proyector del vehículo hacia los riscos y comenzó a observarlos detenidamente con los gemelos. ¡Seguramente, pensó Jerry, no esperará conducir este trasto por ahí! El S-5 era un revoloteador de carril y no una cabra montés...<br /></span><span style="font-family: verdana;">Bruscamente, Hutchins encontró algo. Lanzó un suspiro que era más bien una súbita y explosiva boqueada, y se volvió a Coleman.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Mira! –gritó con voz sumamente excitada -. ¡Justamente a la izquierda de aquella marca negra! ¿Qué es lo que ves?<br /></span><span style="font-family: verdana;">Le tendió los gemelos, y ahora fue Coleman quien escrutó los riscos.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Que me condenen si no tenias razón! –dijo al fin –. Hay ríos en Venus. Ésa es una cascada seca.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Así, pues, me debes una cena en el Bel Gourmet cuando volvamos a Cambridge. Con champán.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–No necesitas recordármelo. De todos modos, es barato por el precio. Pero eso deja aún tus otras teorías a </span><span style="font-family: verdana;">la altura del barro.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Hey, un minuto! –interpeló Jerry –. ¿Qué es todo eso de ríos y cascadas? Todo el mundo sabe que no </span><span style="font-family: verdana;">pueden existir en Venus: nunca se produce en este vaporoso planeta el suficiente frío como para que se </span><span style="font-family: verdana;">condensen las nubes.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Has mirado el termómetro recientemente? –preguntó Hutchins con engañosa suavidad.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–He estado ligeramente demasiado ocupado conduciendo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Pues entonces tengo noticias para ti. Está por debajo de los 230, y descendiendo todavía. No olvides que </span><span style="font-family: verdana;">estamos en el polo, que es invierno y que nos encontramos a 18.000 metros sobre las tierras bajas. Todo </span><span style="font-family: verdana;">esto se nota en el aire. Si baja un poco más la temperatura tendremos lluvia. El agua hervirá, desde </span><span style="font-family: verdana;">luego..., pero será agua. Y aunque Jorge no lo admita aún, esto presenta a Venus con una fisonomía </span><span style="font-family: verdana;">totalmente distinta.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Por qué? –preguntó Jerry, aunque ya lo había supuesto.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Porque donde hay agua debe haber vida. Nos hemos apresurado demasiado en conjeturar que Venus era </span><span style="font-family: verdana;">estéril, simplemente debido a que el promedio de su temperatura es de más de quinientos grados. Aquí en </span><span style="font-family: verdana;">las montañas hay lagos y quiero echarles un vistazo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Pero es agua hirviente! –protestó Coleman –. ¡Nada puede vivir en eso!<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Hay algas que lo logran en la Tierra. Y si hemos aprendido algo desde que comenzamos a explorar los </span><span style="font-family: verdana;">planetas es esto..., que en cualquier lugar donde la vida tenga la más ligera probabilidad de supervivencia </span><span style="font-family: verdana;">se la encontrará. Ésta es la única posibilidad que jamás se haya presentado sobre Venus.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Desearía que pudiéramos comprobar tu teoría. Pero, ya lo puedes ver por ti mismo, es imposible escalar </span><span style="font-family: verdana;">ese risco.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Quizá lo sea en el vehículo, pero no será demasiado difícil hacerlo a pie, con los trajes térmicos. Todo lo </span><span style="font-family: verdana;">que necesitamos es andar unas cuantas millas en dirección al polo; según los mapas del radar, todo es </span><span style="font-family: verdana;">muy llano una vez alcanzado el borde. Podemos apañárnoslas allá dentro... oh, durante doce horas o más.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Cada uno de nosotros ha estado fuera más tiempo que ese, y en mucho peores condiciones.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Aquello era enteramente cierto. La ropa protectora que había sido diseñada para mantener con vida al </span><span style="font-family: verdana;">hombre en las tierras bajas venusianas tendría una tarea más fácil aquí, donde la temperatura era sólo cien </span><span style="font-family: verdana;">grados más calurosa que en el Valle de la Muerte en plena canícula.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Bien –dijo Coleman –. Ya conoces las ordenanzas: no se puede ir solo, y alguien ha de quedarse aquí </span><span style="font-family: verdana;">para mantener contacto con la nave. ¿Cómo lo zanjaremos esta vez: ajedrez o cartas?<br /></span><span style="font-family: verdana;">–El ajedrez lleva demasiado tiempo –dijo Hutchins –, especialmente cuando lo jugáis vosotros dos. –</span><span style="font-family: verdana;">Tendió la mano a la mesa de juego y tomó un naipe muy usado. Córtalo, Jerry.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Diez de picas –dijo Jerry –. Espero que puedas derrotarlo, Jorge.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Así lo haré... ¡Maldita sea, sólo un cinco de tréboles! Bueno, dad mis recuerdos a los venusianos...<br /></span><span style="font-family: verdana;">A pesar de la seguridad de Hutchins, resultaba tarea ardua el escalar la escarpadura. El declive no era muy </span><span style="font-family: verdana;">pronunciado, pero el peso del aparato de oxígeno, el traje térmico refrigerado y el equipo científico </span><span style="font-family: verdana;">alcanzaban un peso de más de cien libras por hombre. La menor gravedad –un trece por ciento más débil </span><span style="font-family: verdana;">que la de la Tierra –proporcionaba una ligera ayuda, pero no mucha, cuando se afanaban por pedregales </span><span style="font-family: verdana;">en declive, descansaban brevemente en los bordes para recuperar aliento y volvían a trepar a través del </span><span style="font-family: verdana;">crepúsculo submarino. El esmeraldino fulgor que se derramaba en torno a ellos era más brillante que el de </span><span style="font-family: verdana;">la luna llena en la Tierra. Una luna se habría disipado en Venus, se dijo Jerry; jamás hubiese podido ser </span><span style="font-family: verdana;">vista desde la superficie, no había allí mar alguno cuyas mareas regir... y la incesante aurora era un </span><span style="font-family: verdana;">manantial de luz mucho más constante. Habían escalado más de seiscientos metros antes de que el terreno </span><span style="font-family: verdana;">se nivelara en un suave declive, surcado aquí y allá por costurones que eran canales claramente tajados </span><span style="font-family: verdana;">por el correr del agua. Al cabo de una breve búsqueda llegaron a una hondonada lo suficientemente ancha </span><span style="font-family: verdana;">y profunda como para merecer el nombre de lecho de río, y echaron a andar por ella.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Acabo de pensar en algo –dijo Jerry cuando hubieron caminado unos cientos de metros –. ¿Y </span><span style="font-family: verdana;">suponiendo que haya una tormenta ante nosotros? No me hace ni pizca de gracia el tener que soportar un </span><span style="font-family: verdana;">flujo de agua hirviendo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Si hay una tormenta la oiremos –replicó Hutchins con cierta impaciencia –. Tendremos tiempo de sobra </span><span style="font-family: verdana;">para llegar a terreno elevado.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Tenía indudablemente razón, pero Jerry no se sintió más satisfecho por ello mientras continuaban </span><span style="font-family: verdana;">remontando el suavemente inclinado lecho del curso del agua. Su inquietud había estado aumentando </span><span style="font-family: verdana;">desde que pasaran sobre la cresta del risco, perdiendo así contacto por radio con el vehículo explorador.<br /></span><span style="font-family: verdana;">El hallarse desconectado con sus compañeros resultaba para él una experiencia única y turbadora. Nunca </span><span style="font-family: verdana;">le había ocurrido antes en toda su vida; hasta a bordo de la Estrella de la Mañana, aun hallándose a </span><span style="font-family: verdana;">cientos de millones de millas de la Tierra, pudo siempre enviar un mensaje a su familia y obtener una </span><span style="font-family: verdana;">respuesta en el lapso de breves minutos. Pero ahora, apenas unos cuantos metros de roca acababan de </span><span style="font-family: verdana;">aislarles del resto de la humanidad; si algo les sucedía, nadie jamás lo sabría... a menos que alguna </span><span style="font-family: verdana;">expedición posterior hallara sus cadáveres. Jorge esperaría el número de horas convenido y luego </span><span style="font-family: verdana;">marcharía de regreso a la nave... solo. Se dijo a sí mismo que él no era ciertamente el tipo ideal de </span><span style="font-family: verdana;">explorador, que lo que le gustaba era manipular complicadas máquinas, y que así fue como se vio </span><span style="font-family: verdana;">mezclado en el vuelo espacial. Nunca llegó a pensar hasta dónde le conduciría aquello... y ahora era ya </span><span style="font-family: verdana;">demasiado tarde para cambiar.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Habían cubierto quizá tres millas en dirección al polo, siguiendo los meandros del lecho del río, cuando </span><span style="font-family: verdana;">Hutchins se detuvo para hacer observaciones y recoger muestras.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Sigue descendiendo la temperatura! </span><span style="font-family: verdana;">– Ha bajado ya de los 199; es, con mucho, la menor registrada jamás en Venus. Quisiera poder llamar a </span><span style="font-family: verdana;">Jorge y comunicárselo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Jerry probó todas las bandas de ondas y hasta intentó captar a la astronave –los impredecibles altibajos de </span><span style="font-family: verdana;">la ionosfera del planeta hacían a veces posible la recepción a larga distancia –, pero no se produjo ni un </span><span style="font-family: verdana;">susurro portador de onda sobre el rugido y el crepitar de las fragorosas tormentas venusianas.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Eso es aún mejor –dijo Hutchins, ahora con auténtica excitación en su voz–. La concentración de </span><span style="font-family: verdana;">oxigeno ha aumentado... quince partes en un millón. En el vehículo era sólo de cinco, y en las tierras </span><span style="font-family: verdana;">bajas apenas se podía detectarlo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Pero quince en un millón! –protestó Jerry –. ¡Nada podría respirar eso!<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Inviertes la cuestión –manifestó Hutchins –. Nadie ni nada lo respira: algo lo hace. ¿De dónde crees que </span><span style="font-family: verdana;">proviene el oxígeno de la Tierra? Todo él está producido por la vida..., por las plantas en desarrollo. Antes </span><span style="font-family: verdana;">de que hubiese plantas en la Tierra, nuestra atmósfera era semejante a esta..., una mezcla de anhídrido </span><span style="font-family: verdana;">carbónico y amoníaco y metano. Luego evolucionó la vegetación y lentamente convirtió nuestra </span><span style="font-family: verdana;">atmósfera en algo que los animales podían respirar.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Ya –dijo Jerry –. Y tú piensas que el mismo proceso ha comenzado aquí...<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Así parece. Algo no lejos de aquí, se halla produciendo oxígeno..., y la vida vegetal es la explicación </span><span style="font-family: verdana;">más simple.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Y donde hay plantas –reflexionó Jerry – es de suponer que más pronto o más tarde haya animales.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Eso es –dijo Hutchins, recogiendo sus cosas y comenzando a remontar la hondonada –, aunque el </span><span style="font-family: verdana;">proceso lleva unos cuantos millones de años. Puede ser que hayamos llegado aún demasiado pronto...,<br /></span><span style="font-family: verdana;">aunque espero que no.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Todo esto está muy bien –respondió Jerry –. Pero ¿y suponiendo que topemos con alguien que no nos </span><span style="font-family: verdana;">quiera? No tenemos armas.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Ni las necesitamos. ¿Te has detenido a pensar en el aspecto que tenemos? No cabe duda de que </span><span style="font-family: verdana;">cualquier animal echaría a correr apenas nos viera desde lejos.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Había algo de verdad en sus palabras. La envoltura metálica de los trajes térmicos, que les cubría de pies </span><span style="font-family: verdana;">a cabeza, reverberaba como una flexible y destellante armadura. Insecto alguno tenía antenas más </span><span style="font-family: verdana;">primorosas que las encajadas en sus cascos y mochilas, y los anchos lentes a través de los cuales miraban </span><span style="font-family: verdana;">al mundo que los rodeaba semejaban unos ojos vacíos y monstruosos. Sí, pocos habrían sido los animales </span><span style="font-family: verdana;">terrestres que quisieran enfrentarse a una tal aparición, pero los venusianos podían sustentar diferentes </span><span style="font-family: verdana;">ideas.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Jerry estaba aún rumiando la cuestión cuando llegaron al lago. La primera ojeada le hizo pensar ya no en </span><span style="font-family: verdana;">la vida que estaban buscando, sino en la muerte. Semejante a un negro espejo, yacía en medio de un </span><span style="font-family: verdana;">pliegue de los cerros; su orilla extrema se hallaba oculta en la bruma eterna, y fantasmales columnas de </span><span style="font-family: verdana;">vapor remolineaban y danzaban sobre su superficie. Todo lo que necesitaban, se dijo a sí mismo Jerry, era </span><span style="font-family: verdana;">la barca de Caronte en espera de llevarlos a ellos a la otra orilla... o el cisne de Tuonela surcando </span><span style="font-family: verdana;">mayestáticamente las aguas, en guardia de la entrada del averno...<br /></span><span style="font-family: verdana;">Sin embargo, a pesar de todo, era un milagro... la primera agua libre que el hombre hallara jamás en </span><span style="font-family: verdana;">Venus. Hutchins estaba ya de rodillas, casi en una actitud de rezo. Pero lo único que hacía era recoger </span><span style="font-family: verdana;">gotas del preciado líquido para examinarlas a través de su microscopio de bolsillo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Hay algo en ellas? –preguntó ansiosamente Jerry.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Si lo hay es demasiado pequeño para verlo con este instrumento. Te diré algo más cuando volvamos a la </span><span style="font-family: verdana;">nave.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Taponó y precintó una probeta y la puso en su estuche de muestras con tanta ternura como un buscador </span><span style="font-family: verdana;">que acabara de hallar su primera pepita de oro. Pudiera ser –y probablemente lo era –nada más que pura y </span><span style="font-family: verdana;">simple agua. Pero también cabría la posibilidad de que fuese un universo de criaturas ignotas y vivientes </span><span style="font-family: verdana;">en la primera fase de un recorrido de billones de años hasta la plasmación de la inteligencia.<br /></span><span style="font-family: verdana;">No había caminado Hutchins más de una docena de metros a lo largo de la orilla del lago cuando volvió a </span><span style="font-family: verdana;">detenerse, tan súbitamente que Garfield estuvo a punto de tropezar con él.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Qué sucede? preguntó Jerry –. ¿Has visto algo?<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Aquella mancha oscura de allí. La advertí antes de que nos detuviéramos en el lago.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Y qué pasa con ella? A mí me parece bastante corriente.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Creo que se ha hecho más grande.<br /></span><span style="font-family: verdana;">En toda su vida recordaría Jerry aquel momento. De todos modos, nunca dudó de la afirmación de </span><span style="font-family: verdana;">Hutchins; en aquellos momentos podía creer cualquier cosa, hasta que las rocas crecían. La sensación de </span><span style="font-family: verdana;">misterio y aislamiento, la presencia de aquel oscuro y melancólico lago, el sordo ruido de las lejanas </span><span style="font-family: verdana;">tormentas y el verde titilar de la aurora..., todo aquello había causado un fuerte impacto en su mente, </span><span style="font-family: verdana;">disponiéndole para creer aun lo increíble. Sin embargo, no sentía miedo alguno: eso vendría después.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Miró a la roca. Estaba a unos ciento cincuenta metros, creyó calcular, aunque en aquella difusa luz </span><span style="font-family: verdana;">esmeraldina resultaba enormemente difícil estimar distancias y dimensiones. La roca o lo que fuese </span><span style="font-family: verdana;">parecía una losa horizontal de un material casi negro, situada cerca de la cresta de un risco bajo. Había </span><span style="font-family: verdana;">una segunda mancha, mucho más pequeña, de material semejante, cerca de ella. Jerry intentó medir y </span><span style="font-family: verdana;">registrar en la memoria el espacio que existía entre ambas a fin de poder tener una referencia que le </span><span style="font-family: verdana;">permitiera descubrir cualquier cambio.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Aun cuando vio que aquel espacio iba estrechándose, no sintió ninguna alarma..., sólo una perpleja </span><span style="font-family: verdana;">excitación. No fue hasta que hubo desaparecido totalmente que experimentó en su corazón una espantosa </span><span style="font-family: verdana;">sensación de desamparado terror. No había allí rocas crecientes o movientes: lo que contemplaban era una </span><span style="font-family: verdana;">oscura marea, una alfombra serpeante que iba extendiéndose inexorablemente hacia ellos sobre la cresta </span><span style="font-family: verdana;">del risco<br /></span><span style="font-family: verdana;">El momento de pánico total, irrazonable, no duró por fortuna más allá de unos pocos segundos. El primer </span><span style="font-family: verdana;">terror de Garfield comenzó a desvanecerse tan pronto como reconoció su causa..., es decir, que aquella </span><span style="font-family: verdana;">marea que avanzaba le había recordado en los primeros momentos, muy vívidamente, una historia que<br /></span><span style="font-family: verdana;">había leído hacía muchos años sobre el ejército de hormigas del Amazonas y la manera como destruían </span><span style="font-family: verdana;">todo cuanto encontraban a su paso...<br /></span><span style="font-family: verdana;">Pero, fuera lo que fuese aquella marea, se estaba moviendo demasiado lentamente como para suponer un </span><span style="font-family: verdana;">peligro real, a menos que cortase su línea de retirada. Hutchins la estaba observando intensamente a </span><span style="font-family: verdana;">través de sus gemelos; él era biólogo y estaba manteniendo su terreno. No voy a hacer el ridículo, pensó </span><span style="font-family: verdana;">Jerry, huyendo como un gato escaldado si no es necesario.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Por el amor del cielo –dijo al fin, cuando aquella alfombra viviente se halló a sólo cien metros, y </span><span style="font-family: verdana;">Hutchins no había pronunciado aún una palabra ni movido un solo músculo –. ¿Qué es eso? </span><span style="font-family: verdana;">Hutchins se desheló lentamente como una estatua cobrando vida.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Lo siento, te olvidé por completo. Es una planta, desde luego. Cuando menos, me parece que deberíamos </span><span style="font-family: verdana;">darle este nombre.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Pero se está moviendo!<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Y por qué habría de sorprenderte eso? Así lo hacen también las plantas terrestres. ¿ Es que no has visto </span><span style="font-family: verdana;">películas aceleradas de la hiedra en acción?<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Pero la hiedra permanece en su sitio..., no se extiende por todo el paisaje.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Y qué hay de las plantas de plancton en el mar? Ellas pueden nadar cuando lo necesitan.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Jerry cedió; de todos modos, el prodigio que se aproximaba le había privado de palabras.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Siguió pensando en aquella cosa como una alfombra espesa, orlada en los bordes. Variaba de espesor al </span><span style="font-family: verdana;">moverse; en algunas partes era tenue como una película, y en otras tenía treinta y más centímetros de</span><span style="font-family: verdana;">grosor. Al aproximarse más, Jerry pudo comprobar su tejido, y lo comparó al terciopelo negro. Se<br /></span><span style="font-family: verdana;">preguntó cómo sería al tacto..., recordando luego que como menos quemaría sus dedos, aun cuando no les </span><span style="font-family: verdana;">hiciera nada más. Otro pensamiento vino en persecución de éste, movido por la delirante reacción </span><span style="font-family: verdana;">nerviosa que a menudo sigue a una repentina conmoción: «Si existen venusianos, jamás podremos<br /></span><span style="font-family: verdana;">estrechar nuestras manos con las de ellos; nos las quemarían, y nosotros se las helaríamos. »<br /></span><span style="font-family: verdana;">Hasta entonces aquella cosa no había dado muestra alguna de haberse percatado de su presencia. Había </span><span style="font-family: verdana;">efectuado su flujo hacia adelante como la inconsciente marea que casi seguramente era. Aparte el hecho </span><span style="font-family: verdana;">de que trepaba sobre pequeños obstáculos, bien podría haber sido una progresiva corriente de agua.<br /></span><span style="font-family: verdana;">De pronto, cuando estuvo sólo a diez metros, la marea aterciopelada se detuvo en su frente, aunque siguió </span><span style="font-family: verdana;">extendiéndose a los lados.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Estamos siendo rodeados –dijo Jerry ansiosamente –. Será mejor retroceder hasta asegurarnos de que es </span><span style="font-family: verdana;">inofensiva.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Para su alivio, Hutchins retrocedió al instante. Tras una breve vacilación, la cosa prosiguió su avance </span><span style="font-family: verdana;">estirando su línea frontal.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Entonces Hutchins se adelantó de nuevo... y la cosa se retiró lentamente. El biólogo avanzó media docena </span><span style="font-family: verdana;">de veces, para retroceder otras tantas, y a cada una de ellas la marea viviente verificó un flujo y reflujo </span><span style="font-family: verdana;">acorde por completo con sus movimientos. Nunca me imaginé, se dijo Jerry, ver á un hombre bailando un<br /></span><span style="font-family: verdana;">vals con una planta...<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Termofobia –dijo Hutchins –. Una reacción puramente automática. No le gusta nuestro calor.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¡Nuestro calor! –protestó Jerry –. ¡Pero si somos témpanos en comparación con ella!<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Desde luego..., pero nuestros trajes no lo son, y eso es todo cuanto ella nota.<br /></span><span style="font-family: verdana;">¡Estúpido de mí!, pensó Jerry. Hallándose uno abrigado y fresco en el interior del traje térmico, resultaba </span><span style="font-family: verdana;">fácil olvidar que el aparato refrigerador, a su espalda, bombeaba constantemente ráfagas de calor al aire </span><span style="font-family: verdana;">circundante. No era extraño que la planta venusiana retrocediera ante ellos.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Vamos a ver ahora cómo reacciona a la luz –dijo Hutchins.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Encendió su lámpara pectoral, y el verde resplandor boreal fue ahuyentado al instante por el blanco y </span><span style="font-family: verdana;">puro destello. Hasta que el hombre llegara a aquel planeta, ninguna luz blanca había brillado ni siquiera </span><span style="font-family: verdana;">de día sobre la superficie de Venus. Como en el fondo de los mares de la Tierra, sólo había en ella un<br /></span><span style="font-family: verdana;">verdoso crepúsculo, intensificándose lentamente hasta una profunda oscuridad.<br /></span><span style="font-family: verdana;">La transformación fue tan pasmosa, que ningún hombre hubiera podido reprimir una exclamación de </span><span style="font-family: verdana;">asombro. Como en un chispazo, la negrura de la espesa alfombra aterciopelada desapareció a sus pies, </span><span style="font-family: verdana;">dejando en su lugar un satinado tejido de brillantes y vivos rojos con áureas estrías. Ningún príncipe persa<br /></span><span style="font-family: verdana;">hubiera podido jamás encargar a sus tejedores una tapicería tan suntuosa y que sin embargo no era más </span><span style="font-family: verdana;">que el producto accidental de fuerzas biológicas, una gama de colores que hasta el momento de </span><span style="font-family: verdana;">producirse el destello no habían existido... y que se desvanecería nuevamente en cuanto la luz extraña de<br /></span><span style="font-family: verdana;">la Tierra dejara de conjurarlos a esa existencia.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Tijov tenía razón –dijo Hutchins –. Me hubiera gustado que lo viera.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Razón sobre qué? –preguntó Jerry, aunque parecía casi un sacrilegio hablar en presencia de aquella </span><span style="font-family: verdana;">maravilla.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Allá en Rusia, hace cincuenta años, observó que las plantas que viven en climas muy fríos tienden a ser </span><span style="font-family: verdana;">azules o violetas, mientras que las de los cálidos son rojas o naranja. Predijo que la vegetación marciana </span><span style="font-family: verdana;">sería violeta y que, si había plantas en Venus, su color sería encarnado. Pues bien, estaba en lo cierto en </span><span style="font-family: verdana;">ambas conjeturas. Pero no podemos permanecer todo el día aquí; tenemos trabajo que hacer.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–¿Estás seguro de que esto... no es peligroso? –preguntó Jerry, volviendo a reafirmarse en él algo de su </span><span style="font-family: verdana;">precaución.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Absolutamente. No puede tocar nuestros trajes aunque lo quisiera. Y de todos modos, se mueve pasando </span><span style="font-family: verdana;">ante nosotros.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Así era. Podían ver ahora que toda aquella cosa –si era una simple planta y no una colonia – cubría una </span><span style="font-family: verdana;">superficie circular de unos cien metros de diámetro aproximadamente. Iba barriendo el suelo igual que lo </span><span style="font-family: verdana;">hace la sombra de una nube impelida por el viento..., y allá donde se había detenido, las rocas estaban<br /></span><span style="font-family: verdana;">punteadas de innumerables pequeños agujeros, tenues como quemaduras de ácido.<br /></span><span style="font-family: verdana;">–Sí –dijo Hutchins en respuesta a la observación de Jerry sobre el particular –. Así es cómo se nutren los </span><span style="font-family: verdana;">líquenes: segregan ácidos que disuelven la roca. Pero nada de preguntas, por favor, hasta que estemos de </span><span style="font-family: verdana;">vuelta a la nave. Tengo aquí trabajo para varios días, y disponemos solamente de un par de horas para<br /></span><span style="font-family: verdana;">hacerlo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Aquello fue casi botánica a la carrera... El borde sensitivo de la inmensa planta podía moverse con </span><span style="font-family: verdana;">sorprendente velocidad cuando intentaba evadirlos. Era como si estuviese contendiendo con una hojuela </span><span style="font-family: verdana;">animada de unos cuatro mil metros cuadrados de extensión. No se producía en ella reacción alguna –</span><span style="font-family: verdana;">aparte la automática evitación del calor despedido por sus trajes – cuando Hutchins cortaba muestras o </span><span style="font-family: verdana;">tomaba pruebas. Aquel objeto fluía constantemente, progresando sobre cerros y valles, guiado por algún </span><span style="font-family: verdana;">singular instinto vegetal. Quizás estaba siguiendo alguna vena de mineral; los geólogos lo decidirían<br /></span><span style="font-family: verdana;">cuando analizaran las muestras de roca que Hutchins había recogido antes y después del paso del tapiz </span><span style="font-family: verdana;">viviente.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Apenas había tiempo para pensar o incluso para enmarcar las innumerables cuestiones que había </span><span style="font-family: verdana;">planteado su descubrimiento. Probablemente aquellas criaturas debían ser bastante numerosas, o no se </span><span style="font-family: verdana;">hubieran topado tan pronto con una de ellas. ¿Cómo se reproducían? ¿Mediante retoños, esporas, escisión<br /></span><span style="font-family: verdana;">o cuál otro medio? Aquélla podía no ser la única forma de vida en Venus... La misma idea era absurda, </span><span style="font-family: verdana;">pues indudablemente, habiendo una especie, ha de haber al mismo tiempo miles de ellas...<br /></span><span style="font-family: verdana;">Un hambre canina y la fatiga les obligó finalmente a efectuar un alto. La criatura que estaban estudiando </span><span style="font-family: verdana;">podía seguir, si lo deseaba, su camino nutritivo en torno a Venus –aunque Hutchins creía que no iba </span><span style="font-family: verdana;">nunca mucho más allá del lago, aproximándose de cuando en cuando al agua e introduciendo en ella un<br /></span><span style="font-family: verdana;">largo zarcillo tubular–; los animales de la Tierra necesitaban descansar.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Supuso un gran alivio hinchar la tienda sobrecomprimida, meterse en ella a través de la cámara </span><span style="font-family: verdana;">intermedia y despojarse de los trajes térmicos. Por primera vez, mientras se relajaban en el interior de su </span><span style="font-family: verdana;">diminuto hemisferio de plástico, ocupó sus mentes la verdadera maravilla e importancia del </span><span style="font-family: verdana;">descubrimiento. Aquel mundo que los rodeaba no era ya el mismo: Venus no era más un planeta muerto, </span><span style="font-family: verdana;">sino que se había unido a la Tierra y a Marte.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Pues la vida llama a la vida, a través de las simas del espacio. Todo cuanto se desarrollaba o se movía </span><span style="font-family: verdana;">sobre la superficie de un planeta era un portento, una promesa de que el hombre no estaba solo en aquel </span><span style="font-family: verdana;">universo de brillantes soles y remolineantes nebulosas. Si hasta entonces no había encontrado compañeros<br /></span><span style="font-family: verdana;">con quienes poder hablar, aquello era de esperar, pues los años y las eras se extendían aún inmensas ante </span><span style="font-family: verdana;">él, en espera de ser explorados. Mientras tanto debía preservar y fomentar la vida que hallara en su </span><span style="font-family: verdana;">camino, bien fuera sobre la Tierra, sobre Marte o sobre Venus...<br /></span><span style="font-family: verdana;">Así se dijo Graham Hutchins, el biólogo mas afortunado del sistema solar, mientras ayudaba a Gaffield a </span><span style="font-family: verdana;">recoger los residuos y meterlos en un hermético estuche de plástico. Cuando deshincharon la tienda e </span><span style="font-family: verdana;">iniciaron el viaje de retorno no había señal alguna de la criatura que habían estado examinando. Era mejor </span><span style="font-family: verdana;">así, pues de lo contrario podían haberse sentido tentados a demorarse para efectuar más experimentos, y </span><span style="font-family: verdana;">estaba muy próximo el plazo de que disponían.<br /></span><span style="font-family: verdana;">No importaba; dentro de pocos meses volverían con un equipo de ayudantes, mucho mejor dotados con </span><span style="font-family: verdana;">todo lo necesario para la investigación y con los ojos del mundo posados sobre ellos. La evolución había </span><span style="font-family: verdana;">seguido su curso operando durante un billón de años para hacer posible aquel encuentro; podía muy bien<br /></span><span style="font-family: verdana;">esperar un poco más.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Durante un rato nada se movió en la verdosidad titilante del paisaje envuelto en bruma, desierto a la vez de seres humanos y tapiz carmesí. Luego, discurriendo sobre los cerros tallados por el viento, reapareció la extraña criatura. O tal vez era otra de la misma extraña especie y nadie lo sabría jamás.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Pasó ante el pequeño montón de piedras donde habían enterrado sus desechos Hutchins y Garfield. Y luego se detuvo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">No estaba perpleja, pues no tenía mente alguna. Pero el impulso químico que la conducía inexorablemente sobre la meseta polar estaba gritando: ¡Aquí, aquí! En alguna parte próxima se encontraba el más precioso de todos los alimentos que necesitaba, el fósforo, el elemento sin el cual no podía jamás producirse la chispa de vida Comenzó a hozar las rocas, a escurrirse entre las grietas y hendiduras, a arañar y raspar con sus tanteantes zarcillos. Nada de cuanto hizo superaba la capacidad de cualquier planta o árbol terrestre..., pero se movía mil veces más rápidamente, y necesitó tan sólo unos minutos para alcanzar su meta y atravesar la película de plástico.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Y luego se regaló con el alimento, de manera más concentrada que en cualquier otra forma de vida que conociera jamás. Absorbía los carbohidratos, y las proteínas y los fosfatos, la nicotina de las colillas, y la celulosa de los vasos de papel, y la celulosa de los vasos y las cucharas de cartón. Lo trituraba todo y lo asimilaba en su extraño cuerpo sin dificultad ni perjuicio.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Y asimismo absorbía todo un microcosmos de criaturas vivientes..., bacterias y virus que, sobre otros planetas, habían evolucionado de mil mortales linajes. Aun cuando tan sólo muy pocos podían sobrevivir en aquella atmósfera y temperatura, eran suficientes. Cuando la alfombra se arrastró de nuevo al lago, llevaba el contagio a todo su mundo.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Y cuando la Estrella de la Mañana puso rumbo a su lejana patria, Venus estaba muriéndose. Las películas y fotografías y muestras de que era portador triunfal Hutchins eran aún más preciosas de lo que pensaba, pues eran el único archivo que jamás existiría del tercer intento de asentamiento de la Vida en el sistema solar.<br /></span><span style="font-family: verdana;">Bajo las nubes de Venus, la historia de la Creación había terminado. </span><p></p>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-41412244017076059982021-06-21T13:04:00.004-03:002021-06-21T13:06:16.916-03:00EL GRAN SILENCIO - Ted Chiang<p><span style="font-family: verdana; font-size: medium;"><span style="background-color: white; color: #444444;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;"><span style="background-color: white; color: #444444;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj26jj05uMBti2_t9eGeovJz-MdmAflw66hIu6VM2lg9eM9D27JecxKe_-AMCwU7cxFhaih_Sg65uAtbyJHrGUW_UIqW_8ldyPBrAK-6s8vbJqNgVeov3NQem8v7p0fc2BD7EMoUq-yPnBy/s260/5fccd1e2005e2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="194" data-original-width="260" height="239" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj26jj05uMBti2_t9eGeovJz-MdmAflw66hIu6VM2lg9eM9D27JecxKe_-AMCwU7cxFhaih_Sg65uAtbyJHrGUW_UIqW_8ldyPBrAK-6s8vbJqNgVeov3NQem8v7p0fc2BD7EMoUq-yPnBy/w320-h239/5fccd1e2005e2.jpg" width="320" /></a></span></span></div><span style="font-family: verdana; font-size: medium;"><span style="background-color: white; color: #444444;"><br />Los humanos usan a Arecibo para buscar inteligencia extraterrestre. Su deseo de hacer una conexión es tan fuerte que han creado un oído capaz de escuchar a través del universo.</span></span><p></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Pero yo y mis compañeros loros estamos aquí. ¿Por qué no están interesados en escuchar nuestras voces?<br />Somos una especie no humana capaz de comunicarnos con ellos. ¿No somos exactamente lo que los humanos están buscando?</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;"><span id="more-988" style="border: 0px; margin: 0px; padding: 0px; vertical-align: baseline;"></span></span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">El universo es tan vasto que seguramente la vida inteligente debe haber surgido muchas veces. El universo también es tan viejo que incluso una especie tecnológica habría tenido tiempo de expandirse y llenar la galaxia. Sin embargo, no hay señales de vida en ninguna parte excepto en la Tierra. Los humanos llaman a esto la paradoja de Fermi.<br />Una solución propuesta para la paradoja de Fermi es que las especies inteligentes intentan activamente ocultar su presencia, para evitar ser blanco de invasores hostiles.<br />Hablando como miembro de una especie que casi se ha extinguido por culpa de los humanos, puedo afirmar es una estrategia sabia.<br />Tiene sentido permanecer callado y evitar atraer la atención.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">A la paradoja de Fermi se le denomina a veces el Gran Silencio. El universo debería ser una cacofonía de voces, pero en cambio es desconcertantemente silencioso.<br />Algunos humanos teorizan que las especies inteligentes se extinguen antes de que puedan expandirse al espacio exterior. Si están en lo cierto, entonces la paz del cielo nocturno es el silencio de un cementerio.<br />Cientos de años atrás, mi especie era tan abundante que el Bosque de Rio Abajo resonaba con nuestras voces. Ahora casi nos hemos extinguido. Pronto esta selva puede ser tan silenciosa como el resto del universo.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Había un loro gris africano llamado Alex. Era famoso por sus habilidades cognitivas. Famoso entre los humanos, quiero decir.<br />Una investigadora humana llamada Irene Pepperberg pasó treinta años estudiando a Alex. Descubrió que Alex no solo conocía las palabras para las formas y los colores, sino que también entendía los conceptos de forma y color.<br />Muchos científicos se mostraron escépticos de que un ave pudiera captar conceptos abstractos. A los humanos les gusta pensar que son únicos. Pero finalmente Pepperberg los convenció de que Alex no solo estaba repitiendo palabras, sino que entendía lo que estaba diciendo.<br />De todos mis primos, Alex fue el que estuvo más cerca de ser tomado en serio como un interlocutor por los humanos.<br />Alex murió de repente, cuando todavía era relativamente joven. La noche antes de morir, Alex le dijo a Pepperberg: “Pórtate bien. Te amo”. Si los humanos están buscando una conexión con una inteligencia no humana, ¿qué más pueden pedir?</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Cada loro tiene una llamada única que usa para identificarse; los biólogos se refieren a esto como “llamada de contacto”.<br />En 1974, los astrónomos utilizaron Arecibo para transmitir un mensaje al espacio exterior destinado a demostrar su inteligencia. Esa fue la llamada de contacto humana.<br />En la naturaleza, los pericos llaman a otros por su nombre. Un ave imita la llamada de contacto de otra para llamar su atención. Si los humanos alguna vez detectan que el mensaje de Arecibo se envía de vuelta a la Tierra, sabrán que alguien está tratando de llamar su atención.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Los loros somos aprendices vocales: podemos aprender a hacer nuevos sonidos después de haberlos escuchado. Es una habilidad que pocos animales poseen. Un perro puede entender docenas de órdenes, pero nunca hará otra cosa sino ladrar.<br />Los humanos también son aprendices vocales. Tenemos eso en común. Entonces los humanos y los loros comparten una relación especial con el sonido. No solo cantamos. Nosotros pronunciamos, enunciamos.<br />Quizás es por eso que los humanos construyeron Arecibo de esa forma. Un receptor no tiene que ser un transmisor, pero Arecibo es ambos. Es un oído para escuchar y una boca para hablar.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Los seres humanos han vivido junto a los loros durante miles de años, y solo recientemente han considerado la posibilidad de que podamos ser inteligentes.<br />Supongo que no puedo culparlos. Nosotros los loros solíamos pensar que los humanos no eran muy brillantes. Es difícil dar sentido a un comportamiento que es tan diferente al tuyo.<br />Pero los loros somos más similares a los humanos lo que cualquier especie extraterrestre podrá serlo, y los humanos pueden observarnos de cerca; ellos pueden mirarnos a los ojos. ¿Cómo esperan reconocer una inteligencia alienígena si todo lo que pueden hacer es escuchar desde cientos de años luz de distancia?</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">No es coincidencia que aspiración signifique tanto la esperanza como el acto de respirar.<br />Cuando hablamos, usamos el aire en nuestros pulmones para dar a nuestros pensamientos una forma física. Los sonidos que hacemos son, al mismo tiempo, nuestras pretenciones y nuestra fuerza vital.<br />Hablo, luego existo. Los aprendices vocales, como los loros y los humanos, son quizás los únicos que comprenden completamente la verdad de esto.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Hay un placer que viene con la formación de sonidos en la boca. Es tan primitivo y visceral que, a lo largo de su historia, los humanos han considerado esta actividad como un camino hacia lo divino.<br />Los místicos pitagóricos creían que las vocales representaban la música de las esferas y cantaban para extraer poder de ellas.<br />Los cristianos pentecostales creen que cuando hablan en lenguas, están hablando el idioma utilizado por los ángeles en el cielo.<br />Los brahmanes hindúes creen que, al recitar mantras, fortalecen los componentes básicos de la nuestra realidad.<br />Solo una especie de aprendices vocales atribuiría tanta importancia al sonido en sus mitologías. Nosotros los loros podemos apreciar eso.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Según la mitología hindú, el universo se creó con un sonido “Om”. Es una sílaba que contiene dentro de sí todo lo que alguna vez fue y todo lo que será.<br />Cuando el telescopio de Arecibo apunta al espacio entre las estrellas, escucha un leve “jom”.<br />Los astrónomos lo llaman la radiación de fondo de microondas. Es la radiación residual del Big Bang, la explosión que creó el universo hace catorce mil millones de años.<br />Pero también puedes pensar que es un eco apenas audible de ese “Om” primordial.<br />Esa sílaba era tan resonante que el cielo nocturno seguirá vibrando mientras exista el universo.<br />Cuando Arecibo no está escuchando nada más, escucha la voz de la creación.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">Los loros puertorriqueños tenemos nuestros propios mitos. Son más simples que la mitología humana, pero creo que los humanos los disfrutarían. Por desgracia, nuestros mitos se están perdiendo a medida que mi especie muere. Dudo que los humanos hayan descifrado nuestro lenguaje antes de que nos extingamos.<br />Entonces la extinción de mi especie no solo significa la desaparición de un grupo de aves. Sino también la de nuestro lenguaje, nuestros rituales, nuestras tradiciones. Es el silenciamiento de nuestra voz.</span></p><p style="background-color: white; border: 0px; color: #444444; line-height: 1.71429; margin: 0px 0px 1.71429rem; padding: 0px; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana; font-size: medium;">La actividad humana ha llevado a mi especie al borde de la extinción, pero no los culpo por ello. No lo hicieron maliciosamente. Simplemente no estaban prestando atención.<br />Y los humanos crean mitos muy hermosos, ¡qué imaginación tienen! Quizás a eso se debe que sus aspiraciones sean tan grandes. Por ejemplo Arecibo. Cualquier especie que pueda construir una cosa semejante debe tener grandeza.<br />Mi especie probablemente no estará aquí por mucho más tiempo; es probable que muramos antes de que llegue nuestro tiempo y que nos unamos al Gran Silencio. Pero antes de irnos, estamos enviando un mensaje a la humanidad. Solo esperamos que el telescopio Arecibo les permita escucharlo.<br />Pórtate bien. Te amo.</span></p>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-39769689230941430892020-12-04T11:34:00.002-03:002020-12-04T11:34:51.171-03:00EL CENTINELA - Arthur C. Clarke<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1YRrmbpLZiA2Pnpd0gazy-k97aLvZBjPgEDldIkEG4SXB-ToW1IVPJm6JZ5wdJ5Nu7kaAFSbYG-2yGhyFzYyK9Yih1MgBMwr-dNFHb5ZsH_RozkfMEm8ylIjoFCKCg_7tUz0w7M8tt_Cc/s960/moon-2092807_960_720.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="960" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1YRrmbpLZiA2Pnpd0gazy-k97aLvZBjPgEDldIkEG4SXB-ToW1IVPJm6JZ5wdJ5Nu7kaAFSbYG-2yGhyFzYyK9Yih1MgBMwr-dNFHb5ZsH_RozkfMEm8ylIjoFCKCg_7tUz0w7M8tt_Cc/s320/moon-2092807_960_720.jpg" width="320" /></a></div><br />La próxima vez que veáis la Luna llena allá en lo alto, por el Sur, mirad
cuidadosamente al borde derecho, y dejad que vuestra mirada se deslice a lo
largo y hacia arriba de la curva del disco. Alrededor de las 2 del reloj, notaréis un
óvalo pequeño y oscuro; cualquiera que tenga una vista normal puede encontrarlo
fácilmente. Es la gran llanura circundada de murallas, una de las más hermosas
de la Luna, llamada Mare Crisium, Mar de las Crisis. De unos quinientos
kilómetros de diámetro, y casi completamente rodeada de un anillo de espléndidas
montañas, no había sido nunca explorada hasta que entramos en ella a finales del
verano de 1966.
Nuestra expedición era importante. Teníamos dos cargueros pesados que habían
llevado volando nuestros suministros y equipo desde la principal base lunar de
Mare Serenitatis, a ochocientos kilómetros de distancia. Había también tres
pequeños cohetes destinados al transporte a corta distancia por regiones que no
podían ser cruzadas por nuestros vehículos de superficie. Afortunadamente la
mayor parte del Mare Crisium es muy llana. No hay ninguna de las grandes grietas
tan corrientes y tan peligrosas en otras partes, y muy pocos cráteres o montañas
de tamaño apreciable. Por lo que podíamos juzgar, nuestros poderosos tractores
oruga no tendrían dificultad en llevarnos a donde quisiésemos.
Yo era geólogo - o selenólogo, si queremos ser pedantes - al mando de un grupo
que exploraba la región meridional del Mare. En una semana habíamos cruzado
cien de sus millas, bordeando las faldas de las montañas de lo que había antes
sido el antiguo mar, hace unos mil millones de años. Cuando la vida comenzaba
sobre la Tierra, estaba ya muriendo aquí. Las aguas se iban retirando a lo largo de
aquellos fantásticos acantilados, retirándose hacia el vacío corazón de la Luna
Sobre la tierra que estábamos cruzando, el océano sin mareas había tenido en
otros tiempos casi un kilómetro de profundidad, pero ahora el único vestigio de
humedad era la escarcha que a veces se podía encontrar en cuevas donde la
ardiente luz del sol no penetraba nunca.
Habíamos comenzado' nuestro viaje temprano en la lenta aurora lunar, y nos
quedaba aún una semana de tiempo terrestre antes del anochecer. Dejábamos
nuestro vehículo media docena de veces al día, y salíamos al exterior en los trajes
espaciales para buscar minerales interesantes, o colocar indicaciones para gula
de futuros viajeros. Era una rutina sin incidentes. No hay nada peligroso, ni
siquiera especialmente emocionante en la exploración lunar Podíamos vivir
cómodamente durante un mes en nuestros tractores a presión, y si nos
encontrábamos con dificultades siempre podíamos pedir auxilio por radio y
esperar a que una de nuestras naves espaciales viniese a buscarnos. Cuando eso ocurría se armaba siempre un gran jaleo sobre el malgasto de combustible para el
cohete, de modo que un tractor solamente enviaba un SOS en caso de verdadera
necesidad.
Acabo de decir que no había nada estimulante en la exploración lunar, pero,
naturalmente, eso no es cierto. Uno no podía nunca cansarse de aquellas
increíbles montañas, mucho más abruptas que las suaves colinas de la Tierra.
Cuando doblábamos los cabos y promontorios de aquel desaparecido mar, no
sabíamos nunca qué esplendores nos iban a ser revelados. Toda la curva sur del
Mare Crisium es un vasto delta donde veinte ríos iban antes al encuentro del
océano, alimentados quizá por las torrenciales lluvias que debieron haber batido
las montañas en la breve época volcánica cuando la Luna era joven. Cada uno de
aquellos valles era una invitación, retándonos a trepar a las desconocidas tierras
altas de más allá. Pero aún nos quedaban más de cien kilómetros por recorrer, y
no podíamos hacer otra cosa sino contemplar con nostalgia las alturas que otros
deberían escalar.
A bordo del tractor seguíamos la hora terrestre, y exactamente a las 22,00
enviábamos el mensaje final por radio, y cerrábamos para el resto del día. Fuera,
las rocas ardían todavía bajo el sol casi vertical, pero para nosotros era de noche
hasta que nos despertábamos ocho horas más tarde. Entonces uno de nosotros
preparaba el desayuno, se oía mucho zumbar de máquinas de afeitar eléctricas, y
alguien siempre ponía en marcha la radio de onda corta de la Tierra. En realidad,
cuando el olor del tocino frito comenzaba a llenar la cabina, era a veces difícil no
creer que estábamos de regreso en nuestro propio mundo, todo era tan normal y
casero, excepto por la sensación de poco peso y por la extraña lentitud con que
caían los objetos.
Me tocaba a mí preparar el desayuno en el rincón de la cabina principal que servía
de cocina. Después de tantos años, recuerdo aún vívidamente aquel instante,
pues la radio acababa de tocar una de mis melodías favoritas, el viejo aire galés,
«David de la Roca Blanca». Nuestro conductor estaba ya fuera en su traje
espacial, inspeccionando nuestras bandas oruga. Mi ayudante, Louis Garnett,
estaba de pie delante, haciendo algunas anotaciones en el diario de a bordo del
día anterior.
Mientras estaba de pie junto a la sartén, esperando, como cualquier ama de casa
terrestre, que las salchichas se dorasen, dejé que mi mirada se pasease
distraídamente por las paredes de la montaña que cubría todo el horizonte
meridional, extendíéndose hasta perderse de vista hacia el Este y el Oeste, por
debajo de la curva de la Luna. Parecían estar a unos dos kilómetros del tractor,
pero sabía que la más cercana estaba a treinta kilómetros de distancia. En la
Luna, como es natural, no hay pérdida de detalle con la distancia, nada de aquella
neblina casi imperceptible que suaviza las cosas distantes de la Tierra.
Aquellas montañas tenían tres mil metros de altura, y se erguían abruptamente
desde la llanura, como si en edades pasadas alguna erupción subterránea las hubiese empujado hasta el cielo a través de la fundida corteza. La base de incluso
la más cercana, estaba oculta de la vista por la pronunciada curvatura de la
superficie del llano, pues la Luna es un mundo muy pequeño, y el horizonte estaba
a solamente tres kilómetros del punto en donde me hallaba.
Alcé los ojos hacia los picos que ningún hombre había escalado aún, picos que,
antes de llegar la vida a la Tierra, habían contemplado cómo los océanos en
retirada se hundían sombríamente en sus tumbas, llevándose con ellos la
esperanza y la temprana promesa de un mundo. La luz del sol batía aquellos
baluartes con un resplandor que hería los ojos, y sin embargo, muy poco por
encima de ellos las estrellas brillaban fijamente en un cielo más negro que el de
una noche de invierno en la Tierra.
Apartaba yo la mirada cuando capté un brillo metálico en lo alto de una arista de
un gran promontorio que se proyectaba hacia el mar, a unos cincuenta kilómetros
hacia el Oeste. Era un punto de luz sin dimensiones, como si una estrella hubiese
sido arrancada al cielo por uno de aquellos crueles picos, y me imaginé que
alguna superficie lisa de roca recogía el resplandor del sol y lo reflejaba
directamente hacia mis ojos Tales cosas no son raras. Cuando la Luna está en el
segundo cuadrante, los observadores en la Tierra pueden ver a veces cómo las
grandes cordilleras del Oceanus Procellarum arden con una iridiscencia azulblanca, al incidir sobre ellas la luz del sol y saltar de un mundo a otro. Pero tuve la
curiosidad de saber qué clase de roca era la que tanto brillaba, y subí a la torrecilla
de observación e hice girar hacia el Este nuestro telescopio de Díez centímetros.
Pude ver lo suficiente para ser tentado. Claros y bien definidos en el campo visual,
los picos de las montañas parecían estar a solamente un kilómetro, pero lo que
fuera que captaba la luz del sol era aún demasiado pequeño para ser resuelto. Y
sin embargo, parecía tener una elusiva simetría, y la cumbre sobre la que se
elevaba era extrañamente plana. Contemplé largo rato aquel resplandeciente
enigma, forzando mis ojos hacia el espacio, hasta que un olor de quemado
procedente de la cocina me indicó que las salchichas de nuestro desayuno habían
hecho en vano su viaje de más de un millón de kilómetros.
Toda aquella mañana discutimos durante nuestra marcha a través del Mare
Crisium, mientras las montañas occidentales se iban elevando hacia el cielo.
Incluso cuando estábamos buscando minerales en nuestros trajes espaciales,
continuamos la discusión por la radio. Mis compañeros mantenían que era
absolutamente cierto que no había habido nunca ninguna forma de vida inteligente
en la Luna. Los únicos seres vivientes que habían jamás existido allí, eran unas
cuantas plantas primitivas y sus antepasados algo menos degenerados. Lo sabía
tan bien como cualquier otro, pero hay ocasiones en que un científico no debe
temer hacer el ridículo.
- Escuchadme - dije al fin -, voy a subir allá aunque solamente sea para
tranquilidad de conciencia. Aquella montaña tiene menos de cuatro mil metros de
altura - es decir, solamente setecientos para la gravedad de la Tierra - y puedo hacer el recorrido en veinte horas a lo sumo. En todo caso, siempre he tenido
ganas de subir a aquellas cumbres, y esto me proporciona una excelente excusa.
- Si no te rompes la cabeza - dijo Garnett -, serás el hazmerreír de la expedición
cuando volvamos a la Base. Desde ahora en adelante aquella montaña
probablemente se llamará «La Locura de Wilson».
- No me romperé la cabeza - dije firmemente -. ¿Quién fue el primero en ascender
a Pico y a Helicon?
- ¿Pero no eras bastante más joven en aquellos tiempos? - preguntó suavemente
Louis.
- Eso. - dije con gran dignidad - es otra razón más para ir.
Aquella noche nos acostamos temprano, después de conducir el tractor hasta un
kilómetro del promontorio: Garnett iba a venir conmigo a la mañana siguiente; era
un buen alpinista, y me había acompañado con frecuencia en tales hazañas.
Nuestro conductor estaba más que satisfecho con quedarse a cargo de la
máquina.
A primera vista, aquellos acantilados parecían completamente inaccesibles, pero
para cualquiera que tenga la cabeza firme, es fácil trepar en un mundo en donde
todos los pesos son solamente el sexto de su valor normal. El verdadero peligro
del alpinismo lunar estriba en un exceso de confianza; una caída de cien metros
en la Luna puede, matar con tanta seguridad como una veinte en la Tierra.
Hicimos nuestra primera parada sobre una repisa a unos mil metros sobre el llano.
La ascensión no había sido muy difícil, pero mis miembros estaban algo rígidos
por el desacostumbrado esfuerzo, y me alegré del descanso. Podíamos todavía
ver al tractor como si fuese un pequeño insecto metálico allá a lo lejos, al pie del
acantilado, e informamos al conductor sobre la marcha de nuestra ascensión
antes de partir de nuevo.
De hora en hora nuestro horizonte se fue ensanchando, y una porción cada vez
mayor de la llanura se fue haciendo visible. Podíamos ahora ver hasta ochenta
kilómetros a través del Mare, incluso los picos de las montañas de la costa
opuesta, a más de ciento sesenta kilómetros. Pocas llanuras lunares son tan
planas como el Mare Crísium, y hasta podíamos imaginarnos que había un mar de
agua y no de roca a tres kilómetros por debajo de nosotros. Solamente un grupo
de agujeros de cráteres hacia el final del horizonte estropeaba la ilusión.
Nuestro objetivo seguía invisible sobre la arista de la montaña, y nos orientábamos
por medio de mapas empleando la Tierra como guía. Casi exactamente al Este de
nosotros, aquel gran creciente de plata pendía bajo sobre la llanura, ya muy en su
primer cuadrante. El sol y las estrellas seguirían su lenta marcha a través del cielo y acabarían por desaparecer de la vista, pero la Tierra siempre estaría allí, sin
moverse nunca de su lugar fijo, creciendo y menguando a medida que iban
pasando los años y las estaciones. Dentro de diez días seria un disco cegador que
bañaría aquellas rocas con su resplandor de medianoche, cincuenta veces mas
brillante que la luna llena. Pero teníamos que salir de las montañas mucho antes
de la noche, o nos quedaríamos en ellas para Siempre.
En el interior de nuestros trajes estábamos confortablemente frescos, pues las
unidades de refrigeración combatían al feroz sol y extraían el calor corporal de
nuestros esfuerzos. Rara vez nos hablábamos, salvo para comunicarnos
instrucciones de escalada, y para discutir nuestro mejor plan de ascensión. No sé
lo que pensaba Garnett, probablemente que aquella era la aventura más
descabellada en que se había metido en su vida. Yo casi estaba de acuerdo con
él, pero el gozo de la ascensión, el saber que ningún hombre había pasado antes
por allí y le sensación vivificadora ante el paisaje que se ensanchaba, me
proporcionaba toda la recompensa que necesitaba.
No creo haberme sentido especialmente agitado cuando vi frente a nosotros la
pared de roca que había antes inspeccionado a través del telescopio desde una
distancia de cincuenta kilómetros. Se hacía llana a unos veinte metros sobre
nuestras cabezas, y allí, sobre la meseta, estaba lo que me había atraído a través
de todos aquellos desolados yermos. Casi con seguridad no seria sino una roca
astillada hacía siglos por un meteoro en su caída, con sus planos de escisión
nuevos y brillantes en aquel incorruptible e inalterable silencio.
No había en la roca dónde asirse con las manos, y tuvimos que emplear un pitón.
Mis cansados brazos parecieron recobrar nuevas fuerzas cuando hice girar sobre
mi cabeza el ancla metálica de tres dientes y la lancé en dirección a las estrellas.
La primera vez no agarró, y volvió cayendo lentamente cuando tiramos de la
cuerda. Al tercer intento los tres dientes se fijaron fuertemente, y no pudimos
arrancarlos aunando nuestros esfuerzos.
Garnett me miró ansiosamente. Comprendí que quería ir primero, pero le sonreí
desde detrás del vidrio de mi casco, y denegué con la cabeza. Lentamente, sin
apresurarme, comencé la ascensión final.
Incluso contando mi traje espacial, aquí solamente pesaba unos veinte kilos, de
modo que me icé con las manos, sin preocuparme de utilizar los pies. Al llegar al
borde me detuve y saludé a mi compañero, luego acabé de subir y me alcé,
mirando enfrente de mí.
Debéis comprender que hasta aquel momento había estado casi convencido de
que no podía encontrar allí nada extraño ni desacostumbrado. Casi, pero no del
todo; había sido precisamente aquella duda llena de misterio la que me había
impulsado hacia adelante. Pues bien, no era ya una duda, pero el misterio apenas
había comenzado. Me encontraba ahora sobre una meseta que tendría quizá unos treinta metros de
ancho. Había sido lisa en un tiempo - demasiado lisa para ser natural - pero los
meteoros en su caída habían marcado y perforado su superficie en el transcurso
de incontables inmensidades de tiempo. Había sido aplanada para soportar una
estructura aproximadamente piramidal, de una altura doble de la de un hombre,
engastada en la roca.
Probablemente ninguna emoción llenó mi mente durante aquellos primeros
segundos. Luego sentí una inmensa euforia, y una alegría extraña e inexplicable.
Pues yo amaba a la Luna, y ahora sabía que el musgo rastrero de Aristarco y
Eratóstenes no era la única vida que había soportado en su juventud. El viejo y
desacreditado sueño de los primeros exploradores era cierto. Al fin y al cabo,
había habido una civilización lunar, y yo era el primero en encontrarla. El hecho de
que había llegado quizá cien millones de años demasiado tarde, no me
perturbaba; era suficiente haber llegado.
Mi mente comenzaba a funcionar normalmente, a analizar y a formular preguntas.
¿Era eso un edificio, un santuario o algo para lo cual mi lenguaje carecía de
palabra? Si un edificio, ¿entonces por qué había sido erigido en lugar tan
inaccesible? Me preguntaba si podría haber sido un templo, y me imaginaba a los
adeptos de algún extraño sacerdocio clamando a sus dioses que les salvasen,
mientras la vida de la Luna refluía con los agonizantes océanos: ¡clamando en
vano!
Adelanté una docena de pasos para examinar más de cerca aquello, pero un
cierto instinto de precaución me impidió acercarme demasiado. Sabia algo de
arqueología, e intenté adivinar el nivel cultural de la civilización que había alisado
aquella montaña, y levantado aquellas brillantes superficies especulares que
deslumbraban aún mis ojos.
Los egipcios pudieron haberlo hecho, pensé, si sus trabajadores hubiesen poseído
los extraños materiales que esos arquitectos, mucho más antiguos, habían
empleado. Debido al pequeño tamaño de aquel objeto no se me ocurrió pensar
que quizá estaba contemplando la obra de una raza mas adelantada que la mía.
La idea de que la Luna había poseído alguna inteligencia era aun demasiado
inusitada para ser asimilada, y mi orgullo no me permitía dar el último y humillante
salto.
Y entonces observé algo que me produjo un escalofrío por el cuero cabelludo y la
espina dorsal, algo tan trivial e inocente que muchos ni siquiera lo hubiesen
notado. Ya he dicho que la meseta presentaba cicatrices de meteoros: estaba
también cubierta por algunos centímetros del polvo cósmico que está siempre
filtrándose sobre la superficie de todos los mundos donde no hay vientos que lo
perturben. Y sin embargo, el polvo y las marcas de los meteoros terminaban
abruptamente en un círculo que incluía a la pequeña pirámide, como si una
barrera invisible la protegiese de los estragos del tiempo y del lento pero incesante
bombardeo del espacio. Algo gritaba en mis auriculares, y me di cuenta de que Garnett me había estado
llamando desde hacia algún tiempo. Me dirigí vacilante hasta el borde del
acantilado, y le señalé para que viniese a unirse conmigo pues no osaba hablar.
Luego volví al círculo señalado sobre el polvo. Cogí un fragmento de roca y lo
arrojé suavemente hacia el brillante enigma. No me hubiese sorprendido Si el
guijarro hubiese desaparecido en aquella barrera invisible, pero parecía tocar una
superficie lisa, hemisférica, y resbalar suavemente hasta el suelo.
Supe entonces que estaba contemplando algo que no tenía equivalente en la
antigüedad de mi propia raza. Aquello no era un edificio, sino una máquina, que se
protegía con fuerzas que habían desafiado a la eternidad. Aquellas fuerzas,
cualesquiera que fuesen, operaban aún, y quizá me había acercado ya
demasiado. Pensé en todas las radiaciones que el hombre había capturado y
dominado durante el pasado siglo. Podía muy bien ser que estuviese ya tan
irrevocablemente condenado como si hubiese entrado en el aura silenciosa y
mortífera de una pila atómica sin protección.
Recuerdo que entonces me volví hacia Garrett, quien se me había reunido y
estaba de pie e inmóvil a mi lado. Parecía haberse olvidado de mi, de modo que
no le perturbé, sino que me dirigí hacia el borde del acantilado, esforzándome por
ordenar mis pensamientos. Allá abajo estaba el Mare Crisium, extraño y misterioso
para la mayoría de los hombres, pero tranquilizadoramente familiar para mí.
Levanté los ojos hacia la media Tierra, yacente en su cuna de estrellas, y me
pregunté qué habrían cubierto sus nubes cuando esos desconocidos
constructores habían terminado su trabajo. ¿Era la jungla llena de vapores del
Carbonífero, la desolada costa sobre la cual debían trepar los primeros anfibios
para conquistar la Tierra, o, antes aún, la larga soledad precursora de la llegada
de la vida?
No me preguntéis por qué no adiviné antes la verdad, la verdad que ahora parece
tan obvia. En la primera exaltación de mi descubrimiento había asumido sin
titubear que aquella aparición cristalina había sido construida por alguna raza
perteneciente al remoto pasado de la Luna, pero de repente y con avasalladora
fuerza, se hizo en mí la certeza de que era tan extranjera a la Luna como yo
mismo.
En veinte años no habíamos encontrado otros vestigios de vida sino unas cuantas
plantas degeneradas. Ninguna civilización lunar, cualquiera que hubiese sido su
fin, podía haber dejado no más que un solo testimonio de su existencia.
Miré nuevamente a la brillante pirámide, y me pareció aún más remota que todo lo
que se relacionaba con la Luna. Y de repente sentí que me estremecía con una
risa alocada e histérica, ocasionada por la exaltación y el exceso de fatiga; pues
me había imaginado que la pequeña pirámide me hablaba diciéndome: «Lo siento,
pero yo tampoco soy de aquí. » Hemos tardado veinte años en quebrantar aquella invisible coraza y en llegar a la
máquina del interior de aquellas paredes de cristal. Lo que no podíamos
comprender, lo rompimos al fin con la salvaje fuerza de la energía atómica, y
ahora he visto los fragmentos de aquella hermosa y resplandeciente cosa que
encontré en la montaña.
Carecen de sentido. Los mecanismos - si es que en realidad son mecanismos - de
la pirámide, pertenecen a una tecnología que se encuentra mucho más allá de
nuestro horizonte, quizá a la tecnología de las fuerzas parafísicas.
El misterio nos obsesiona tanto más ahora que los otros planetas han sido
alcanzados, y que sabemos que solamente la Tierra ha sido el hogar de la vida
inteligente. Ni tampoco ninguna civilización perdida de nuestro propio mundo pudo
nunca haber construido aquella máquina, pues el espesor del polvo meteórico
sobre la meseta nos ha permitido calcular su edad. Estaba ya allí, sobre su
montaña, antes de que la vida hubiese emergido de los mares de la Tierra.
Cuando nuestro mundo tenía la mitad de su presente edad, algo procedente de las
estrellas pasó a través del Sistema Solar, dejó aquella señal de su paso, y
prosiguió su camino. Hasta que la destruimos, aquella máquina seguía cumpliendo
la misión de sus constructores; y en cuanto a esa misión, he aquí lo que yo
presumo:
Hay cerca de cien mil millones de estrellas en el circulo de la Vía Láctea, y hace
mucho tiempo que otras razas en los mundos de otros soles deben haber
alcanzado y superado las alturas que nosotros hemos alcanzado. Pensad en tales
civilizaciones, lejanas en el tiempo, en el resplandor mortecino que siguió a la
Creación, dueñas de un Universo tan joven que la vida había llegado solamente a
un puñado de mundos. De ellas hubiese sido una soledad que no podemos
imaginarnos, la soledad de dioses que buscan a través del infinito, y que no
encuentran a nadie con quien compartir sus pensamientos.
Debieron de haber estado buscando por los racimes de estrellas del modo que
nosotros rebuscamos por entre los planetas. Debía de haber mundos por todas
partes, pero debían de estar vacíos, o poblados de cosas rastreras y sin mente.
Tal era nuestra propia Tierra, con el humo de sus grandes volcanes que
manchaba aún su cielo, cuando aquella primera nave de los pueblos de la aurora
llegó desde los abismos de más allá de Plutón. Pasó los helados mundos
externos, sabiendo que la vida no podría desempeñar parte alguna en sus
destinos. Se detuvo entre los planetas interiores, calentándose al calor del Sol y
esperando que comenzasen sus historias.
Aquellos vagabundos debieron de haber contemplado la Tierra, que giraba en la
estrecha zona entre el hielo y el fuego, y debieron de adivinar que era el favorito
entre los hijos del Sol. Aquí habría inteligencia; pero tenían incontables estrellas
delante de sí, y quizá nunca más volviesen por aquí. Y así fue que dejaron un centinela, uno de los millones que han dispersado por
todo el universo, para que vigilen los mundos con promesa de vida. Era un faro
que a través de las edades ha venido señalando pacientemente el hecho de que
nadie lo había descubierto.
Quizá comprenderéis por qué colocada aquella pirámide de cristal sobre la Luna
en lugar de sobre la Tierra. A sus constructores no los interesaban las razas que
estaban aún luchando por salir del salvajismo. Solamente les interesaría nuestra
civilización si demostramos nuestra aptitud para sobrevivir al espacio y
escapándonos así de nuestra cuna, la Tierra. Ese es el reto con que todas las
razas inteligentes tienen que enfrentarse, mas tarde o más temprano. Es un reto
doble, pues depende a su vez de la conquista de la energía atómica y de la ultima
elección entre la vida y la muerte.
Una vez hubiésemos superado aquella crisis sería solamente cuestión de tiempo
el que encontrásemos la pirámide y la abriésemos. Ahora habrán cesado sus
señales y aquellos cuyo deber sea éste estarán dirigiendo sus mentes hacia la
Tierra. Quizá deseen ayudar a nuestra joven civilización. Pero deben de ser muy,
muy viejos, y los viejos tienen can frecuencia una envidia loca de los jóvenes.
No puedo nunca mirar la Vía Láctea sin preguntarme de cuál de aquellas
compactas nubes de estrellas vendrán los emisarios. Si me perdonáis un símil tan
prosaico, diré que hemos roto el cristal de la alarma de bomberos, y no nos queda
más que hacer sino esperar.
Y no creo que tengamos que esperar mucho.<p></p>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-67410132154352821772020-06-02T00:06:00.001-03:002020-06-02T00:09:54.670-03:00EL EXTRAÑO CASO DEL SR. VALDEMAR - Edgar Allan Poe<p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana"></font></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><font face="verdana"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjsgwXheWcnd8VIXG6bS9_V57GmgtKX-p7-V8S_QKEYABvrtlx90fvKQrQiaW6il31pGyTXL4BA0SrkxtQlEi-llSNH7q7j5piBlbplQ77MvattJ7DK-7qfFdNNyNGXOgSaS1tcfv3gC1B/" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="225" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjsgwXheWcnd8VIXG6bS9_V57GmgtKX-p7-V8S_QKEYABvrtlx90fvKQrQiaW6il31pGyTXL4BA0SrkxtQlEi-llSNH7q7j5piBlbplQ77MvattJ7DK-7qfFdNNyNGXOgSaS1tcfv3gC1B/" /></a></font></div><font face="verdana"><div style="text-align: justify;">De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del señor Valdemar haya provocado tantas discusiones. Hubiera sido un milagro que ocurriera lo contrario, especialmente en tales circunstancias. Aunque todos los participantes deseábamos mantener el asunto alejado del público -al menos por el momento, o hasta que se nos ofrecieran nuevas oportunidades de investigación-, a pesar de nuestros esfuerzos no tardó en difundirse una versión tan espuria como exagerada que se convirtió en fuente de muchas desagradables tergiversaciones y, como es natural, de profunda incredulidad.</div></font><p></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">El momento ha llegado de que yo dé a conocer <i style="box-sizing: border-box;">los hechos </i>-en la medida en que me es posible comprenderlos-. Helos aquí sucintamente:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Durante los últimos años el estudio del hipnotismo había atraído repetidamente mi atención. Hace unos nueve meses, se me ocurrió súbitamente que en la serie de experimentos efectuados hasta ahora existía una omisión tan curiosa como inexplicable: jamás se había hipnotizado a nadie <i style="box-sizing: border-box;">in articulo mortis. </i>Quedaba por verse si, en primer lugar, un paciente en esas condiciones sería susceptible de influencia magnética; segundo, en caso de que lo fuera, si su estado aumentaría o disminuiría dicha susceptibilidad, y tercero, hasta qué punto, o por cuánto tiempo, el proceso hipnótico sería capaz de detener la intrusión de la muerte. Quedaban por aclarar otros puntos, pero éstos eran los que más excitaban mi curiosidad, sobre todo el último, dada la inmensa importancia que podían tener sus consecuencias.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Pensando si entre mis relaciones habría algún sujeto que me permitiera verificar esos puntos, me acordé de mi amigo Ernest Valdemar, renombrado compilador de la <i style="box-sizing: border-box;">Bibliotheca Forensica y </i>autor (bajo el <i style="box-sizing: border-box;">nom de plume </i>de Issachar Marx) de las versiones polacas de <i style="box-sizing: border-box;">Wallenstein </i>y <i style="box-sizing: border-box;">Gargantúa. </i>El señor Valdemar, residente desde 1839 en Harlem, Nueva York, es (o era) especialmente notable por su extraordinaria delgadez, tanto que sus extremidades inferiores se parecían mucho a las de John Randolph, y también por la blancura de sus patillas, en violento contraste con sus cabellos negros, lo cual llevaba a suponer con frecuencia que usaba peluca. Tenía un temperamento muy nervioso, que le convertía en buen sujeto para experiencias hipnóticas. Dos o tres veces le había adormecido sin gran trabajo, pero me decepcionó no alcanzar otros resultados que su especial constitución me había hecho prever. Su voluntad no quedaba nunca bajo mi entero dominio, y, por lo que respecta a la <i style="box-sizing: border-box;">clarividencia, </i>no se podía confiar en nada de lo que había conseguido con él. Atribuía yo aquellos fracasos al mal estado de salud de mi amigo. Unos meses antes de trabar relación con él, los médicos le habían declarado tuberculoso. El señor Valdemar acostumbraba referirse con toda calma a su próximo fin, como algo que no cabe ni evitar ni lamentar.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Cuando las ideas a que he aludido se me ocurrieron por primera vez, lo más natural fue que acudiese a Valdemar. Demasiado bien conocía la serena filosofía de mi amigo para temer algún escrúpulo de su parte; por lo demás, no tenía parientes en América que pudieran intervenir para oponerse. Le hablé francamente del asunto y, para mi sorpresa, noté que se interesaba vivamente. Digo para mi sorpresa, pues si bien hasta entonces se había prestado libremente a mis experimentos, jamás demostró el menor interés por lo que yo hacía. Su enfermedad era de las que permiten un cálculo preciso sobre el momento en que sobrevendrá la muerte. Convinimos, pues, en que me mandaría llamar veinticuatro horas antes del momento fijado por sus médicos para su fallecimiento.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Hace más de siete meses que recibí la siguiente nota, de puño y letra de Valdemar:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px 50px; text-align: justify;"><font face="verdana">Estimado P…:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px 50px; text-align: justify;"><font face="verdana">Ya puede usted venir. D… y F… coinciden en que no pasaré de mañana a medianoche, y me parece que han calculado el tiempo con mucha exactitud.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 37.9pt 11px 0px; text-align: right;"><font face="verdana">Valdemar</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana"> </font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Recibí el billete media hora después de escrito, y quince minutos más tarde estaba en el dormitorio del moribundo. No le había visto en los últimos diez días y me aterró la espantosa alteración que se había producido en tan breve intervalo. Su rostro tenía un color plomizo, no había el menor brillo en los ojos y, tan terrible era su delgadez, que la piel se había abierto en los pómulos. Expectoraba continuamente y el pulso era casi imperceptible. Conservaba no obstante una notable claridad mental, y cierta fuerza. Me habló con toda claridad, tomó algunos calmantes sin ayuda ajena y, en el momento de entrar en su habitación, le encontré escribiendo unas notas en una libreta. Se mantenía sentado en el lecho con ayuda de varias almohadas, y estaban a su lado los doctores D… y E..</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Luego de estrechar la mano de Valdemar, llevé aparte a los médicos y les pedí que me explicaran detalladamente el estado del enfermo. Desde hacía dieciocho meses, el pulmón izquierdo se hallaba en un estado semióseo o cartilaginoso, y, como es natural, no funcionaba en absoluto. En su porción superior el pulmón derecho aparecía parcialmente osificado, mientras la inferior era tan sólo una masa de tubérculos purulentos que se confundían unos con otros. Existían varias dilatadas perforaciones y en un punto se había producido una adherencia permanente a las costillas. Todos estos fenómenos del lóbulo derecho eran de fecha reciente; la osificación se había operado con insólita rapidez, ya que un mes antes no existían señales de la misma y la adherencia sólo había sido comprobable en los últimos tres días. Aparte de la tuberculosis los médicos sospechaban un aneurisma de la aorta, pero los síntomas de osificación volvían sumamente difícil un diagnóstico. Ambos facultativos opinaban que Valdemar moriría hacia la medianoche del día siguiente (un domingo). Eran ahora las siete de la tarde del sábado.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Al abandonar la cabecera del moribundo para conversar conmigo, los doctores D… y F… se habían despedido definitivamente de él. No era su intención volver a verle, pero, a mi pedido, convinieron en examinar al paciente a las diez de la noche del día siguiente.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Una vez que se fueron, hablé francamente con Valdemar sobre su próximo fin, y me referí en detalle al experimento que le había propuesto. Nuevamente se mostró dispuesto, e incluso ansioso por llevarlo a cabo, y me pidió que comenzara de inmediato. Dos enfermeros, un hombre y una mujer, atendían al paciente, pero no me sentí autorizado a llevar a cabo una intervención de tal naturaleza frente a testigos de tan poca responsabilidad en caso de algún accidente repentino. Aplacé, por tanto, el experimento hasta las ocho de la noche del día siguiente, cuando la llegada de un estudiante de medicina de mi conocimiento (el señor Theodore L…l) me libró de toda preocupación. Mi intención inicial había sido la de esperar a los médicos, pero me vi obligado a proceder, primeramente por los urgentes pedidos de Valdemar y luego por mi propia convicción de que no había un minuto que perder, ya que con toda evidencia el fin se acercaba rápidamente.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">El señor L…l tuvo la amabilidad de acceder a mi pedido, así como de tomar nota de todo lo que ocurriera. Lo que voy a relatar ahora procede de sus apuntes, ya sea en forma condensada o <i style="box-sizing: border-box;">verbatim.</i></font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Faltaban cinco minutos para las ocho cuando, después de tomar la mano de Valdemar, le pedí que manifestara con toda la claridad posible, en presencia de L…l, que estaba dispuesto a que yo le hipnotizara en el estado en que se encontraba.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Débil, pero distintamente, el enfermo respondió: «Sí, quiero ser hipnotizado», agregando de inmediato: «Me temo que sea demasiado tarde.»</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Mientras así decía, empecé a efectuar los pases que en las ocasiones anteriores habían sido más efectivos con él. Sentía indudablemente la influencia del primer movimiento lateral de mi mano por su frente, pero, aunque empleé todos mis poderes, me fue imposible lograr otros efectos hasta algunos minutos después de las diez, cuando llegaron los doctores D… y F…, tal como lo habían prometido. En pocas palabras les expliqué cuál era mi intención, y, como no opusieron inconveniente, considerando que el enfermo se hallaba ya en agonía, continué sin vacilar, cambiando, sin embargo, los pases laterales por otros verticales y concentrando mi mirada en el ojo derecho del sujeto.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">A esta altura su pulso era imperceptible y respiraba entre estertores, a intervalos de medio minuto.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Esta situación se mantuvo sin variantes durante un cuarto de hora. Al expirar este período, sin embargo, un suspiro perfectamente natural, aunque muy profundo, escapó del pecho del moribundo, mientras cesaba la respiración estertorosa o, mejor dicho, dejaban de percibirse los estertores; en cuanto a los intervalos de la respiración, siguieron siendo los mismos. Las extremidades del paciente estaban heladas.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">A las once menos cinco, advertí inequívocas señales de influencia hipnótica. La vidriosa mirada de los ojos fue reemplazada por esa expresión de intranquilo examen <i style="box-sizing: border-box;">interior </i>que jamás se ve sino en casos de hipnotismo, y sobre la cual no cabe engañarse. Mediante unos rápidos pases laterales hice palpitar los párpados, como al acercarse el sueño, y con unos pocos más los cerré por completo. No bastaba esto para satisfacerme, sin embargo, sino que continué vigorosamente mis manipulaciones, poniendo en ellas toda mi voluntad, hasta que hube logrado la completa rigidez de los miembros del durmiente, a quien previamente había colocado en la posición que me pareció más cómoda. Las piernas estaban completamente estiradas; los brazos reposaban en el lecho, a corta distancia de los flancos. La cabeza había sido ligeramente levantada.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Al dar esto por terminado era ya medianoche y pedí a los presentes que examinaran el estado de Valdemar. Luego de unas pocas verificaciones, admitieron que se encontraba en un estado insólitamente perfecto de trance hipnótico. La curiosidad de ambos médicos se había despertado en sumo grado. El doctor D… decidió pasar toda la noche a la cabecera del paciente, mientras el doctor F… se marchaba, con promesa de volver por la mañana temprano. L…l y los enfermeros se quedaron.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Dejamos a Valdemar en completa tranquilidad hasta las tres de la madrugada, hora en que me acerqué y vi que seguía en el mismo estado que al marcharse el doctor F…; vale decir, yacía en la misma posición y su pulso era imperceptible. Respiraba sin esfuerzo, aunque casi no se advertía su aliento, salvo que se aplicara un espejo a los labios. Los ojos estaban cerrados con naturalidad y las piernas tan rígidas y frías como si fueran de mármol. No obstante ello, la apariencia general distaba mucho de la de la muerte.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Al acercarme intenté un ligero esfuerzo para influir sobre el brazo derecho, a fin de que siguiera los movimientos del mío, que movía suavemente sobre su cuerpo. En esta clase de experimento jamás había logrado buen resultado con Valdemar, pero ahora, para mi estupefacción, vi que su brazo, débil pero seguro, seguía todas las direcciones que le señalaba el mío. Me decidí entonces a intentar un breve diálogo.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-Valdemar…, ¿duerme usted? -pregunté.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">No me contestó, pero noté que le temblaban los labios, por lo cual repetí varias veces la pregunta. A la tercera vez, todo su cuerpo se agitó con un ligero temblor; los párpados se levantaron lo bastante para mostrar una línea del blanco del ojo; moviéronse lentamente los labios, mientras en un susurro apenas audible brotaban de ellos estas palabras:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-Sí… ahora duermo. ¡No me despierte! ¡Déjeme morir así!</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Palpé los miembros, encontrándolos tan rígidos como antes. Volví a interrogar al hipnotizado:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-¿Sigue sintiendo dolor en el pecho, Valdemar?</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">La respuesta tardó un momento y fue aún menos audible que la anterior:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-No sufro… Me estoy muriendo.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">No me pareció aconsejable molestarle más por el momento, y no volví a hablarle hasta la llegada del doctor F…, que arribó poco antes de la salida del sol y se quedó absolutamente estupefacto al encontrar que el paciente se hallaba todavía vivo. Luego de tomarle el pulso y acercar un espejo a sus labios, me pidió que le hablara otra vez, a lo cual accedí.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-Valdemar -dije-. ¿Sigue usted durmiendo?</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Como la primera vez, pasaron unos minutos antes de lograr respuesta, y durante el intervalo el moribundo dio la impresión de estar juntando fuerzas para hablar. A la cuarta repetición de la pregunta, y con voz que la debilidad volvía casi inaudible, murmuró:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-Sí… Dormido… Muriéndome.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">La opinión o, mejor, el deseo de los médicos era que no se arrancase a Valdemar de su actual estado de aparente tranquilidad hasta que la muerte sobreviniera, cosa que, según consenso general, sólo podía tardar algunos minutos. Decidí, sin embargo, hablarle una vez más, limitándome a repetir mi pregunta anterior.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Mientras lo hacía, un notable cambio se produjo en las facciones del hipnotizado. Los ojos se abrieron lentamente, aunque las pupilas habían girado hacia arriba; la piel adquirió una tonalidad cadavérica, más semejante al papel blanco que al pergamino, y los círculos hécticos, que hasta ese momento se destacaban fuertemente en el centro de cada mejilla, se apagaron bruscamente. Empleo estas palabras porque lo instantáneo de su desaparición trajo a mi memoria la imagen de una bujía que se apaga de un soplo. Al mismo tiempo el labio superior se replegó, dejando al descubierto los dientes que antes cubría completamente, mientras la mandíbula inferior caía con un sacudimiento que todos oímos, dejando la boca abierta de par en par y revelando una lengua hinchada y ennegrecida. Supongo que todos los presentes estaban acostumbrados a los horrores de un lecho de muerte, pero la apariencia de Valdemar era tan espantosa en aquel instante, que se produjo un movimiento general de retroceso.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Comprendo que he llegado ahora a un punto de mi relato en el que el lector se sentirá movido a una absoluta incredulidad. Me veo, sin embargo, obligado a continuarlo.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">El más imperceptible signo de vitalidad había cesado en Valdemar; seguros de que estaba muerto lo confiábamos ya a los enfermeros, cuando nos fue dado observar un fuerte movimiento vibratorio de la lengua. La vibración se mantuvo aproximadamente durante un minuto. Al cesar, de aquellas abiertas e inmóviles mandíbulas brotó una voz que sería insensato pretender describir. Es verdad que existen dos o tres epítetos que cabría aplicarle parcialmente: puedo decir, por ejemplo, que su sonido era áspero y quebrado, así como hueco. Pero el todo es indescriptible, por la sencilla razón de que jamás un oído humano ha percibido resonancias semejantes. Dos características, sin embargo -según lo pensé en el momento y lo sigo pensando-, pueden ser señaladas como propias de aquel sonido y dar alguna idea de su calidad extraterrena. En primer término, la voz parecía llegar a nuestros oídos (por lo menos a los míos) desde larga distancia, o desde una caverna en la profundidad de la tierra. Segundo, me produjo la misma sensación (temo que me resultará imposible hacerme entender) que las materias gelatinosas y viscosas producen en el sentido del tacto.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">He hablado al mismo tiempo de «sonido» y de «voz». Quiero decir que el sonido consistía en un silabeo clarísimo, de una claridad incluso asombrosa y aterradora. El señor Valdemar <i style="box-sizing: border-box;">hablaba, y </i>era evidente que estaba contestando a la interrogación formulada por mí unos minutos antes. Como se recordará, le había preguntado si seguía durmiendo. Y ahora escuché:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-Sí… No… <i style="box-sizing: border-box;">Estuve </i>durmiendo… y ahora… ahora… <i style="box-sizing: border-box;">estoy muerto.</i></font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Ninguno de los presentes pretendió siquiera negar ni reprimir el inexpresable, estremecedor espanto que aquellas pocas palabras, así pronunciadas, tenían que producir. L…l, el estudiante, cayó desvanecido. Los enfermeros escaparon del aposento y fue imposible convencerlos de que volvieran. Por mi parte, no trataré de comunicar mis propias impresiones al lector. Durante una hora, silenciosos, sin pronunciar una palabra, nos esforzamos por reanimar a L…l. Cuando volvió en sí, pudimos dedicarnos a examinar el estado de Valdemar.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Seguía, en todo sentido, como lo he descrito antes, salvo que el espejo no proporcionaba ya pruebas de su respiración. Fue inútil que tratáramos de sangrarlo en el brazo. Debo agregar que éste no obedecía ya a mi voluntad. En vano me esforcé por hacerle seguir la dirección de mi mano. La única señal de la influencia hipnótica la constituía ahora el movimiento vibratorio de la lengua cada vez que volvía a hacer una pregunta a Valdemar. Se diría que trataba de contestar, pero que carecía ya de voluntad suficiente. Permanecía insensible a toda pregunta que le formulara cualquiera que no fuese yo, aunque me esforcé por poner a cada uno de los presentes en relación hipnótica con el paciente. Creo que con esto he señalado todo lo necesario para que se comprenda cuál era la condición del hipnotizado en ese momento. Se llamó a nuevos enfermeros, y a las diez de la mañana abandoné la morada en<i style="box-sizing: border-box;"> </i>compañía de ambos médicos y de L…l.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Volvimos por la tarde a ver al paciente. Su estado seguía siendo el mismo. Discutimos un rato sobre la conveniencia y posibilidad de despertarlo, pero poco nos costó llegar a la conclusión de que nada bueno se conseguiría con eso. Resultaba evidente que hasta ahora, la muerte (o eso que de costumbre se denomina muerte) había sido detenida por el proceso hipnótico. Parecía claro que, si despertábamos a Valdemar, lo único que lograríamos seria su inmediato o, por lo menos, su rápido fallecimiento.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Desde este momento hasta fines de<i style="box-sizing: border-box;"> </i>la semana pasada -vale decir, <i style="box-sizing: border-box;">casi siete meses- </i>continuamos acudiendo diariamente a casa de Valdemar, acompañados una y otra vez por médicos y otros amigos. Durante todo este tiempo el hipnotizado se mantuvo <i style="box-sizing: border-box;">exactamente </i>como lo he descrito. Los enfermeros le atendían continuamente.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Por fin, el viernes pasado resolvimos hacer el experimento de despertarlo, o tratar de despertarlo: probablemente el lamentable resultado del mismo es el que ha dado lugar a tanta discusión en los círculos privados y a una opinión pública que no puedo dejar de considerar como injustificada.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">A efectos de librar del trance hipnótico al paciente, acudí a los pases habituales. De entrada resultaron infructuosos. La primera indicación de un retorno a la vida lo proporcionó el descenso parcial del iris. Como detalle notable se observó que este descenso de la pupila iba acompañado de un abundante flujo de icor amarillento, procedente de debajo de los párpados, que despedía un olor penetrante y fétido. Alguien me sugirió que tratara de influir sobre el brazo del paciente, como al comienzo. Lo intenté, sin resultado. Entonces el doctor F… expresó su deseo de que interrogara al paciente. Así lo hice, con las siguientes palabras:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-Señor Valdemar… ¿puede explicarnos lo que siente y lo que desea?</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Instantáneamente reaparecieron los círculos hécticos en las mejillas; la lengua tembló, o, mejor dicho, rodó violentamente en la boca (aunque las mandíbulas y los labios siguieron rígidos como antes), y entonces resonó aquella horrenda voz que he tratado ya de describir:</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">-¡Por amor de Dios… pronto… pronto… hágame dormir… o despiérteme… pronto… despiérteme! <i style="box-sizing: border-box;">¡Le digo que estoy muerto!</i></font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Perdí por completo la serenidad y, durante un momento, me quedé sin saber qué hacer. Por fin, intenté calmar otra vez al paciente, pero al fracasar, debido a la total suspensión de la voluntad, cambié el procedimiento y luché con todas mis fuerzas para despertarlo. Pronto me di cuenta de que lo lograría, o, por lo menos, así me lo imaginé; y estoy seguro de que todos los asistentes se hallaban preparados para ver despertar al paciente.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Pero lo que realmente ocurrió fue algo para lo cual ningún ser humano podía estar preparado.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><font face="verdana">Mientras ejecutaba rápidamente los pases hipnóticos, entre los clamores de: «¡Muerto! ¡Muerto!», que literalmente <i style="box-sizing: border-box;">explotaban </i>desde la lengua y no desde los labios del sufriente, bruscamente todo su cuerpo, en el espacio de un minuto, o aún menos, se encogió, se deshizo… <i style="box-sizing: border-box;">se pudrió </i>entre mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción.</font></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-family: "pt serif", serif; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-family: "pt serif", serif; font-size: 16px; margin: 0px 0px 11px; text-align: justify;">Trad, J. Cortázar</p>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-65606487700317559812020-05-25T04:35:00.004-03:002020-05-26T01:58:07.425-03:00EL VIAJE - Mauro Cartasso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKD_tCQqOakn0ieLp_uBebWDf6IjbnFiHy5mUW63y74ddXYioTh5Wo36LrwV5E6FVBgqUBuzr91Nq8wpfiO7CWIAWyona6uJZbYaUGb2Xl2umpmPWv8YbfcmW8YqDJ2URTxwyC60CcMC9M/" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="480" data-original-width="718" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKD_tCQqOakn0ieLp_uBebWDf6IjbnFiHy5mUW63y74ddXYioTh5Wo36LrwV5E6FVBgqUBuzr91Nq8wpfiO7CWIAWyona6uJZbYaUGb2Xl2umpmPWv8YbfcmW8YqDJ2URTxwyC60CcMC9M/s320/FB_IMG_1590390547974.jpg" width="320" /></a></div><div><br /></div><div><br /></div><div>Escribo este texto bajo una fuerte presión, ya que cuando salga no sé si podré eludir el virus. Sin dinero y casi agotada mi provisión de comida, que es lo único que hace tolerable la cuarentena, no puedo seguir soportando más este encierro. La Ciudad fue una de las zonas con más actividad, se autorizó el sesenta por ciento del comercio. La gran epidemia estaba entones en sus comienzos y el sistema de salud aún no había colapsado, así que la gente no fue consciente del contagio hasta un par de semanas más tarde.</div><div><br /></div><div>Pasaron varios días hasta que al fin nos dimos cuenta de nuestra condición como conejillos de indias, a pesar que el contagio programado parecía una solución viable, en lugar de una inmunización en masa solo disparó una mayor ola de infectados y por consiguiente la mayor cantidad de víctimas fatales. Fue en ese momento que la incertidumbre hizo que nos aislemos aún más, las compras se hicieron esporádicas, la escasez comenzó a ser preocupante y la desesperación de la soledad me atrapó dentro de este mar de almas enfermas.</div><div><br /></div><div>Con el paso de los días comprendí que debía alejarme de la ciudad, del foco infeccioso y buscar un destino que me diera la posibilidad de subsistir. El tiempo era bueno, se acercaba el invierno, los días soleados no eran cálidos pero el frío ayudaba a mantenerme en constante movimiento. La esperanza de encontrar la forma de alejarme de esta peligrosa desolación me mantenía en contacto estrecho con la realidad.</div><div><br /></div><div>Los controles ciudadanos se intensificaron y los gubernamentales casi desaparecieron por lo que una incipiente insurgencia civil se hizo de las calles. Éstas estaban vacías pero los controles imposibilitaban la circulación interjurisdiccional, los pasos a través de los límites estaban interrumpidos por bloqueos, cemento y montañas de tierra, difícil sería la tarea de atravesarlos. Esto no impidió que mi cabeza, aunque exhausta, trabajara en un plan de escape siendo las primeras opciones destinos conocidos, localidades cercanas y abiertas.</div><div><br /></div><div>Durante varias horas estuve pensando y meditando si salir era la mejor opción, llevábamos ya mucho tiempo y aún no sabemos todas las formas de contagio posibles. De a poco el plan iba tomando cada vez mayor cuerpo. </div><div><br /></div><div>Los últimos días dormí poco y fui preparando lo que creí necesario para atravesar la ciudad, el primer cordón de la provincia y los trescientos kilómetros que me separan de la costa atlántica, destino que creo más viable en este momento.</div><div><br /></div><div>El día de hoy amaneció nublado y frío, decidido me abrigué para el viaje, un poco asustado tomé los anteojos, lápiz, papel y bajo una fuerte presión escribo este texto.</div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div>Basado en el relato de HP Lovecraft "Dagón"</div>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-46557755075896770082020-05-06T15:19:00.000-03:002020-05-06T15:19:25.703-03:00DAGÓN - H.P. Lovecraft<p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfXWayHv_-QAdh6Yfxmwrh1jxeizqaPyF08e2KyQZxJI7aVd7sCuYE5tbAioADmSY1T_9XF-nQkXMoeyngbQbrtzIXgdJK1X9yNYiedGht_la_uE6a8-TWNng-wP5kwAvia121EeEQPkiV/s1600/1588789156903330-0.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;">
<img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfXWayHv_-QAdh6Yfxmwrh1jxeizqaPyF08e2KyQZxJI7aVd7sCuYE5tbAioADmSY1T_9XF-nQkXMoeyngbQbrtzIXgdJK1X9yNYiedGht_la_uE6a8-TWNng-wP5kwAvia121EeEQPkiV/s1600/1588789156903330-0.png" width="400">
</a>
</div>Escribo esto bajo una fuerte tensión mental, ya que cuando llegue la noche habré dejado de existir. Sin dinero, y agotada mi provisión de droga, que es lo único que me hace tolerable la vida, no puedo seguir soportando más esta tortura; me arrojaré desde esta ventana de la buhardilla a la sórdida calle de abajo. Pese a mi esclavitud a la morfina, no me considero un débil ni un degenerado. Cuando hayan leído estas páginas atropelladamente garabateadas, quizá se hagan idea -aunque no del todo- de por qué tengo que buscar el olvido o la muerte.</p><p></p><p>Fue en una de las zonas más abiertas y menos frecuentadas del anchuroso Pacífico donde el paquebote en el que iba yo de sobrecargo cayó apresado por un corsario alemán. La gran guerra estaba entonces en sus comienzos, y las fuerzas oceánicas de los hunos aún no se habían hundido en su degradación posterior; así que nuestro buque fue capturado legalmente, y nuestra tripulación tratada con toda la deferencia y consideración debidas a unos prisioneros navales. En efecto, tan liberal era la disciplina de nuestros opresores, que cinco días más tarde conseguí escaparme en un pequeño bote, con agua y provisiones para bastante tiempo.</p><p>Cuando al fin me encontré libre y a la deriva, tenía muy poca idea de cuál era mi situación. Navegante poco experto, sólo sabía calcular de manera muy vaga, por el sol y las estrellas, que estaba algo al sur del ecuador. No sabía en absoluto en qué longitud, y no se divisaba isla ni costa algunas. El tiempo se mantenía bueno, y durante incontables días navegué sin rumbo bajo un sol abrasador, con la esperanza de que pasara algún barco, o de que me arrojaran las olas a alguna región habitable. Pero no aparecían ni barcos ni tierra, y empecé a desesperar en mi soledad, en medio de aquella ondulante e ininterrumpida inmensidad azul.</p><p>El cambio ocurrió mientras dormía. Nunca llegaré a conocer los pormenores; porque mi sueño, aunque poblado de pesadillas, fue ininterrumpido. Cuando desperté finalmente, descubrí que me encontraba medio succionado en una especie de lodazal viscoso y negruzco que se extendía a mi alrededor, con monótonas ondulaciones hasta donde alcanzaba la vista, en el cual se había adentrado mi bote cierto trecho.</p><p>Aunque cabe suponer que mi primera reacción fuera de perplejidad ante una transformación del paisaje tan prodigiosa e inesperada, en realidad sentí más horror que asombro; pues había en la atmósfera y en la superficie putrefacta una calidad siniestra que me heló el corazón. La zona estaba corrompida de peces descompuestos y otros animales menos identificables que se veían emerger en el cieno de la interminable llanura. Quizá no deba esperar transmitir con meras palabras la indecible repugnancia que puede reinar en el absoluto silencio y la estéril inmensidad. Nada alcanzaba a oírse; nada había a la vista, salvo una vasta extensión de légamo negruzco; si bien la absoluta quietud y la uniformidad del paisaje me producían un terror nauseabundo.</p><p>El sol ardía en un cielo que me parecía casi negro por la cruel ausencia de nubes; era como si reflejase la ciénaga tenebrosa que tenía bajo mis pies. Al meterme en el bote encallado, me di cuenta de que sólo una posibilidad podía explicar mi situación. Merced a una conmoción volcánica el fondo oceánico había emergido a la superficie, sacando a la luz regiones que durante millones de años habían estado ocultas bajo insondables profundidades de agua. Tan grande era la extensión de esta nueva tierra emergida debajo de mí, que no lograba percibir el más leve rumor de oleaje, por mucho que aguzaba el oído. Tampoco había aves marinas que se alimentaran de aquellos peces muertos.</p><p>Durante varias horas estuve pensando y meditando sentado en el bote, que se apoyaba sobre un costado y proporcionaba un poco de sombra al desplazarse el sol en el cielo. A medida que el día avanzaba, el suelo iba perdiendo pegajosidad, por lo que en poco tiempo estaría bastante seco para poderlo recorrer fácilmente. Dormí poco esa noche, y al día siguiente me preparé una provisión de agua y comida, a fin de emprender la marcha en busca del desaparecido mar, y de un posible rescate.</p><p>A la mañana del tercer día comprobé que el suelo estaba bastante seco para andar por él con comodidad. El hedor a pescado era insoportable; pero me tenían preocupado cosas más graves para que me molestase este desagradable inconveniente, y me puse en marcha hacia una meta desconocida. Durante todo el día caminé constantemente en dirección oeste guiado por una lejana colina que descollaba por encima de las demás elevaciones del ondulado desierto. Acampé esa noche, y al día siguiente proseguí la marcha hacia la colina, aunque parecía escasamente más cerca que la primera vez que la descubrí. Al atardecer del cuarto día llegué al pie de dicha elevación, que resultó ser mucho más alta de lo que me había parecido de lejos; tenía un valle delante que hacía más pronunciado el relieve respecto del resto de la superficie. Demasiado cansado para emprender el ascenso, dormí a la sombra de la colina.</p><p>No sé por qué, mis sueños fueron extravagantes esa noche; pero antes que la luna menguante, fantásticamente gibosa, hubiese subido muy alto por el este de la llanura, me desperté cubierto de un sudor frío, decidido a no dormir más. Las visiones que había tenido eran excesivas para soportarlas otra vez. A la luz de la luna comprendí lo imprudente que había sido al viajar de día. Sin el sol abrasador, la marcha me habría resultado menos fatigosa; de hecho, me sentí de nuevo lo bastante fuerte como para acometer el ascenso que por la tarde no había sido capaz de emprender. Recogí mis cosas e inicié la subida a la cresta de la elevación.</p><p>Ya he dicho que la ininterrumpida monotonía de la ondulada llanura era fuente de un vago horror para mí; pero creo que mi horror aumentó cuando llegué a lo alto del monte y vi, al otro lado, una inmensa sima o cañón, cuya oscura concavidad aún no iluminaba la luna. Me pareció que me encontraba en el borde del mundo, escrutando desde el mismo canto hacia un caos insondable de noche eterna. En mi terror se mezclaban extraños recuerdos del Paraíso perdido, y la espantosa ascensión de Satanás a través de remotas regiones de tinieblas.</p><p>Al elevarse más la luna en el cielo, empecé a observar que las laderas del valle no eran tan completamente perpendiculares como había imaginado. La roca formaba cornisas y salientes que proporcionaban apoyos relativamente cómodos para el descenso; y a partir de unos centenares de pies, el declive se hacía más gradual. Movido por un impulso que no me es posible analizar con precisión, bajé trabajosamente por las rocas, hasta el declive más suave, sin dejar de mirar hacia las profundidades estigias donde aún no había penetrado la luz.</p><p>De repente, me llamó la atención un objeto singular que había en la ladera opuesta, el cual se erguía enhiesto como a un centenar de yardas de donde estaba yo; objeto que brilló con un resplandor blanquecino al recibir de pronto los primeros rayos de la luna ascendente. No tardé en comprobar que era tan sólo una piedra gigantesca; pero tuve la clara impresión de que su posición y su contorno no eran enteramente obra de la Naturaleza. Un examen más detenido me llenó de sensaciones imposibles de expresar; pues pese a su enorme magnitud, y su situación en un abismo abierto en el fondo del mar cuando el mundo era joven, me di cuenta, sin posibilidad de duda, de que el extraño objeto era un monolito perfectamente tallado, cuya imponente masa había conocido el arte y quizá el culto de criaturas vivas y pensantes.</p><p>Confuso y asustado, aunque no sin cierta emoción de científico o de arqueólogo, examiné mis alrededores con atención. La luna, ahora casi en su cenit, asomaba espectral y vívida por encima de los gigantescos peldaños que rodeaban el abismo, y reveló un ancho curso de agua que discurría por el fondo formando meandros, perdiéndose en ambas direcciones, y casi lamiéndome los pies donde me había detenido. Al otro lado del abismo, las pequeñas olas bañaban la base del ciclópeo monolito, en cuya superficie podía distinguir ahora inscripciones y toscos relieves. La escritura pertenecía a un sistema de jeroglíficos desconocido para mí, distinto de cuantos yo había visto en los libros, y consistente en su mayor parte en símbolos acuáticos esquematizados tales como peces, anguilas, pulpos, crustáceos, moluscos, ballenas y demás. Algunos de los caracteres representaban evidentemente seres marinos desconocidos para el mundo moderno, pero cuyos cuerpos en descomposición había visto yo en la llanura surgida del océano.</p><p>Sin embargo, fueron los relieves los que más me fascinaron. Claramente visibles al otro lado del curso de agua, a causa de sus enormes proporciones, había una serie de bajorrelieves cuyos temas habrían despertado la envidia de un Doré. Creo que estos seres pretendían representar hombres… al menos, cierta clase de hombres; aunque aparecían retozando como peces en las aguas de alguna gruta marina, o rindiendo homenaje a algún monumento monolítico, bajo el agua también. No me atrevo a descubrir con detalle sus rostros y sus cuerpos, ya que el mero recuerdo me produce vahídos. Más grotescos de lo que podría concebir la imaginación de un Poe o de un Bulwer, eran detestablemente humanos en general, a pesar de sus manos y pies palmeados, sus labios espantosamente anchos y fláccidos, sus ojos abultados y vidriosos, y demás rasgos de recuerdo menos agradable. Curiosamente, parecían cincelados sin la debida proporción con los escenarios que servían de fondo, ya que uno de los seres estaba en actitud de matar una ballena de tamaño ligeramente mayor que él. Observé, como digo, sus formas grotescas y sus extrañas dimensiones; pero un momento después decidí que se trataba de dioses imaginarios de alguna tribu pescadora o marinera; de una tribu cuyos últimos descendientes debieron de perecer antes que naciera el primer antepasado del hombre de Piltdown o de Neanderthal. Aterrado ante esta visión inesperada y fugaz de un pasado que rebasaba la concepción del más atrevido antropólogo, me quedé pensativo, mientras la luna bañaba con misterioso resplandor el silencioso canal que tenía ante mí.</p><p>Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados. Creo que enloquecí entonces.</p><p>No recuerdo muy bien los detalles de mi frenética subida por la ladera y el acantilado, ni de mi delirante regreso al bote varado… Creo que canté mucho, y que reí insensatamente cuando no podía cantar. Tengo el vago recuerdo de una tormenta, poco después de llegar al bote; en todo caso, sé que oí el estampido de los truenos y demás ruidos que la Naturaleza profiere en sus momentos de mayor irritación.</p><p>Cuando salí de las sombras, estaba en un hospital de San Francisco; me había llevado allí el capitán del barco norteamericano que había recogido mi bote en medio del océano. Hablé de muchas cosas en mis delirios, pero averigüé que nadie había hecho caso de las palabras. Los que me habían rescatado no sabían nada sobre la aparición de una zona de fondo oceánico en medio del Pacífico, y no juzgué necesario insistir en algo que sabía que no iban a creer. Un día fui a ver a un famoso etnólogo, y lo divertí haciéndole extrañas preguntas sobre la antigua leyenda filistea en torno a Dagón, el Dios-Pez; pero en seguida me di cuenta de que era un hombre irremediablemente convencional, y dejé de preguntar.</p><p>Es de noche, especialmente cuando la luna se vuelve gibosa y menguante, cuando veo a ese ser. He intentado olvidarlo con la morfina, pero la droga sólo me proporciona una cesación transitoria, y me ha atrapado en sus garras, convirtiéndome irremisiblemente en su esclavo. Así que voy a poner fin a todo esto, ahora que he contado lo ocurrido para información o diversión desdeñosa de mis semejantes. Muchas veces me pregunto si no será una fantasmagoría, un producto de la fiebre que sufrí en el bote a causa de la insolación, cuando escapé del barco de guerra alemán. Me lo pregunto muchas veces; pero siempre se me aparece, en respuesta, una visión monstruosamente vívida. No puedo pensar en las profundidades del mar sin estremecerme ante las espantosas entidades que quizá en este instante se arrastran y se agitan en su lecho fangoso, adorando a sus antiguos ídolos de piedra y esculpiendo sus propias imágenes detestables en obeliscos submarinos de mojado granito. Pienso en el día que emerjan de las olas, y se lleven entre sus garras de vapor humeantes a los endebles restos de una humanidad exhausta por la guerra… en el día en que se hunda la tierra, y emerja el fondo del océano en medio del universal pandemonio.</p><p>Se acerca el fin. Oigo ruido en la puerta, como si forcejeara en ella un cuerpo inmenso y resbaladizo. No me encontrará. ¡Dios mío, esa mano! ¡La ventana! ¡La ventana!</p>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-15799229023374022362020-01-17T09:36:00.000-03:002020-01-17T09:36:35.520-03:00UN DRAMA VERDADERO - Guy de Maupassant<div align="right" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; line-height: 1; margin-bottom: 11px;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i style="box-sizing: border-box;"><span style="box-sizing: border-box;">«Lo verdadero puede a veces no ser verosímil»</span><br style="box-sizing: border-box;" /><span style="box-sizing: border-box;"></span></i><span style="box-sizing: border-box;">Boileau</span><i style="box-sizing: border-box;"><span style="box-sizing: border-box;">, Art poétique</span></i><span style="box-sizing: border-box;">,</span><i style="box-sizing: border-box;"><span style="box-sizing: border-box;"> </span></i><span style="box-sizing: border-box;">III, 48</span></span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkia_GLcuPXbtuw4Fl-_0ymvaBedLvFd6svucvmuvbdJtl8fz_r6BDFkWEmq729kekkE1JHz3RjhWSZy-UAFEEh7zSa6H1_gf3u3Vrx0usgSvACjp_ZmTxiA5TJR3jfeSEoF5tZLtdV2io/s1600/Captura.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="305" data-original-width="368" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkia_GLcuPXbtuw4Fl-_0ymvaBedLvFd6svucvmuvbdJtl8fz_r6BDFkWEmq729kekkE1JHz3RjhWSZy-UAFEEh7zSa6H1_gf3u3Vrx0usgSvACjp_ZmTxiA5TJR3jfeSEoF5tZLtdV2io/s320/Captura.JPG" width="320" /></a></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Decía yo el otro día, en este lugar, que la escuela literaria de ayer se servía, para sus novelas, de las aventuras o de las verdades excepcionales encontradas en la existencia; mientras que la escuela actual, al no preocuparse sino por la verosimilitud, establece una especie de media de los acontecimientos ordinarios.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y hete aquí que me comunican toda una historia, ocurrida, al parecer, y que se diría inventada por algún novelista popular o algún dramaturgo delirante.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Es, en cualquier caso, pasmosa, bien urdida y muy interesante en su extrañeza.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En una propiedad rural, mitad granja y mitad quinta, vivía una familia que tenía una hija a la que cortejaban dos jóvenes, hermanos.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Éstos pertenecían a una antigua y excelente casa, y vivían juntos en una propiedad vecina.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El preferido fue el mayor. Y el pequeño, a quien un amor tumultuoso le trastornaba el corazón, se tornó sombrío, soñador, errabundo. Salía durante días enteros o bien se encerraba en su habitación, y leía o meditaba.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuanto más se acercaba la hora de la boda, más receloso se volvía.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Aproximadamente una semana antes de la fecha fijada, el novio, que regresaba una noche de su cotidiana visita a la joven, recibió un disparo a quemarropa, en un rincón del bosque. Unos campesinos, que lo encontraron al nacer el día, llevaron el cuerpo a su hogar. Su hermano se sumió en una fogosa desesperación que duró dos años. Se creyó incluso que se metería a cura o que se mataría.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Al cabo de esos dos años de desesperación, se casó con la novia de su hermano.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Entretanto no se había podido encontrar al homicida. No existía el menor rastro seguro; y el único objeto revelador era un trozo de papel casi quemado, negro de pólvora, que había servido de taco al fusil del asesino. En aquel jirón de papel estaban impresos unos versos, el final de una canción, sin duda, pero no se pudo descubrir el libro del que había sido arrancada aquella página.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se sospechó que el asesino era un cazador furtivo de mala nota. Fue perseguido, encarcelado, interrogado, hostigado; pero no confesó, y fue absuelto, por falta de pruebas.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Tal es la exposición de este drama. Uno creería estar leyendo una horrible novela de aventuras. No falta nada: el amor de los dos hermanos, los celos de uno, la muerte del preferido, el crimen en un rincón del bosque, la justicia despistada, el acusado absuelto, y un leve hilo en manos de los jueces, el trozo de papel negro de pólvora.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y, ahora, transcurren veinte años. El hermano menor, casado, es feliz, rico y considerado: tiene tres hijas. Una de ellas va a casarse a su vez. Se desposa con el hijo de un viejo magistrado, uno de los que formaron el tribunal antaño, cuando el asesinato del hermano mayor.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y he aquí que se celebra la boda, una gran boda rural, una juerga. Los dos padres se estrechan las manos, los jóvenes son felices. Cenan en la larga sala de la quinta; beben, bromean, ríen, y, llegados a los postres, alguien propone cantar canciones, como se hacía en los viejos tiempos. La idea agrada, y cada cual canta. Al llegarle su turno, el padre de la desposada busca en su memoria antiguas coplas que tarareaba en tiempos, y poco a poco las encuentra.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Hacen reír, se aplauden; él prosigue, entona la última; después, cuando ha acabado, su vecino el magistrado le pregunta: «¿De dónde diablos ha sacado usted esa canción? Conozco los últimos versos. E incluso me parece que están relacionados con alguna grave circunstancia de mi vida, pero no lo sé exactamente; estoy perdiendo la memoria.»</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y al día siguiente, los recién casados salen de viaje de bodas.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin embargo, la obsesión de los recuerdos imprecisos, ese prurito constante de recordar una cosa que se le escapa sin cesar, acosaba al padre del joven. Tarareaba sin descanso el estribillo que había cantado su amigo, y seguía sin recordar de dónde le venían aquellos versos que, sin embargo, tenía grabados desde hacía mucho tiempo en la cabeza, como si hubiera sentido un serio interés por no olvidarlos.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Transcurren dos años más. Y he aquí que un día, hojeando unos viejos papeles, encuentra, copiadas por él, aquellas rimas que tanto ha buscado.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Eran los versos que habían quedado legibles en el taco del fusil de que se habían servido antaño para el asesinato.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces vuelve a iniciar él solo la investigación. Interroga con astucia, registra los muebles de su amigo, tanto y tan bien que encuentra el libro cuya página había sido arrancada.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El drama se desarrolla ahora en ese corazón de padre. Su hijo es el yerno de aquel de quien sospecha tan violentamente; pero, si el sospechoso es culpable, ¡ha matado a su hermano para robarle la novia! ¿Hay crimen más monstruoso?</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El magistrado triunfa sobre el padre. El proceso vuelve a abrirse. El verdadero asesino es, en efecto, el hermano. Lo condenan.</span></div>
<div align="center" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px;">
<br /></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">He aquí los hechos que me señalan. Afirman que son ciertos. ¿Podríamos utilizarlos en un libro sin dar la impresión de imitar servilmente a De Montépin y Du Boisgobey?</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Así pues, tanto en la literatura como en la vida, el axioma: «No todas las verdades se pueden decir» me parece perfectamente aplicable.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; margin-bottom: 11px; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Insisto sobre este ejemplo, que me parece impresionante. Una novela compuesta con un dato semejante despertaría la incredulidad de todos los lectores, y escandalizaría a todos los verdaderos artistas.</span></div>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-66425738965856802672020-01-08T01:13:00.004-03:002020-10-28T03:30:18.244-03:00EL ARDID - Mauro Cartasso<div style="text-align: left;">
<div style="text-align: left;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOAFeXK4pFYCMemc0PdZb4mJ2pagU6ZwSWPHUoIsJBtLXJmlOFDmkruKcnaznVCYbpSpb3QeBcpX-RaSMBB8TRIrjNClei5jNUTrCnRq5H-Obiz-Q8cNf6ql8WQQkCH93micK6ygEm4zT7/s1600/107573747.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="523" data-original-width="720" height="232" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOAFeXK4pFYCMemc0PdZb4mJ2pagU6ZwSWPHUoIsJBtLXJmlOFDmkruKcnaznVCYbpSpb3QeBcpX-RaSMBB8TRIrjNClei5jNUTrCnRq5H-Obiz-Q8cNf6ql8WQQkCH93micK6ygEm4zT7/s320/107573747.jpg" width="320"></a></div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">Con un ardid amoroso el zorro atrapó la oveja, quien maniatada junto al caldero parecía estar resignada a convertirse en la última cena de su captor. En ese momento trágico para uno y gustoso para el otro, se suscitó un pequeño diálogo entre los presentes. </span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">- Siempre he sido muy ingenioso para la caza, difícilmente se me ha escapado alguna presa. Lo raro, es la facilidad con la que tú has caído en mi engaño. Comentó el zorro al tiempo que zazonaba un caldo que olía exquisito.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">La oveja, con ojos de carnero degollado, sabiendo que no tendrían que ser sus últimas palabras, hábilmente contestó.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">- Cuantas veces te has enamorado zorro?...</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">- Enamorado?, contestó él, sin percatarse que la oveja tramaba algo. Un maestro del engaño como yo, libre y experto cazador que razón tendría...</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">La oveja, confiando que sus palabras la ayudaran a no ser cena de nadie, se animó a más.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">- Es que yo te he observado dijo, mostrando una seguridad que resultaba imposible pasar por alto. Más de una vez, mientras sigiloso te llevabas alguna de mis hermanas pude ver tus ojos, tus patas y la forma en que las seducías. </span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">El zorro interrumpió.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">- Un momento, quiere decir que tú me habías descubierto y no les avisaste a las demás?. Pe... pero como... Si jamás me he descuidado.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">La seguridad de zorro se había esfumado como el suave vapor que manaba de la gran olla de caldo. No discernía entre lo peligroso y lo importante, el por qué la oveja había traicionado a los suyos... de qué era capaz?.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">Fué así que dejó que se acomodase mejor y sin dejar de revolver el caldo, mientras cortaba y agregaba unas verduras la alentó a que siguiera con su relato.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">- Parece que he llamado tu atención sr. cocinero, te aviso que no soy una traidora y tampoco he perdido la razón. Digamos que el amor, a veces, se nos presenta de formas extrañas.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div dir="ltr">
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">El zorro ya totalmente perdido, comenzó a pensar en los interrogantes que rondaban su cabeza, había estado enamorado?, cuántas veces?, qué es el amor?...</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">Revolvió el exquisito caldo, dejó el cucharón en la mesa y mirando a la oveja con cara de sorpresa arremetió. Y tú... qué es lo que sabes, de dónde sacas tú, tanta seguridad. Sin ir tan lejos fíjate la posición en la que te encuentras, creo que distas bastante de ser la querida invitada y realmente, que tanto te importaría mi vida a minutos de convertirte en cena. La vehemencia en sus palabras denotaban cierta certidumbre pretendiendo infructuosamente tomar el control de la conversación. </span></div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">La oveja, sin mediar respiro, mirándolo fijamente, y ya sin ojos de carnero degollado le contestó. Tú eres ese a quien con pasión me he entregado y ya que nunca lograré ser tu querida, seré tu cena y así siempre viviré en ti... "mi amor".</span></div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">Totalmente desconcertado el zorro mientras le retumbaban esas dos palabras, dejó los utensilios de cocina sobre la mesa de madera, miró el caldero humeante, volvió a mirar la oveja, se tomó la cabeza con ambas patas como diciendo "qué estoy haciendo?", los ojos se le llenaron de lágrimas y elevando un aullido al cielo, cogió el cuchillo y de un solo movimiento cortó las cuerdas y las patas maniatadas ya no lo estaban.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">La oveja se paró de un salto y baló de alivio, con los ojos llenos de lagrimas se arrimó vergonzosa, cosa que hasta el momento no había demostrado y acercando su hocico al zorro lo besó. Éste, quien por primera vez experimentaba sentimientos, dejó el cuchillo nuevamente en la mesa y tomó entre las patas a su dulce y tierna enamorada para continuar el idilio mientras se preguntaba... por qué ha de doler tanto el corazón, será esto el amor?.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">No lo era, la oveja había tomado el cuchillo y con un movimiento casi quirúrgico, sin mancharse la lana, lo hundió en el pecho del zorro. Así lentamente éste cerró sus ojos y creyéndose muerto de amor se dejó fallecer.</span></div>
</div>
</div>
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;"><br></span></div>
</div>
<div style="text-align: left;">
<div dir="ltr">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana, sans-serif;">La oveja tras romperle el corazón, libre y sin apuro, se sirvió en un cacharro un poco del caldo y saboreándolo se fue alejando del caldero; v</span><span style="font-family: verdana, sans-serif;">erdaderamente estaba exquisito.</span></div>
</div>
</div>
</div>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-64719681747866457352020-01-05T13:03:00.001-03:002020-01-05T13:03:50.226-03:00EL VIEJO SABIO - Mauro Cartasso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirTxyxKJ6IhHOqavZn5q1Kp6vyIBw-p1rINMmIBQ6VTc9d4r6phgI4xD0VEKr77bRKhdWj4iUC8anyRY64m3169bgHOw07MBYaGGEX96l2zYFBVti_5vP2EXMlrOkfC8jg9fF_ukJk67al/s1600/53309100_2270823929622394_4945229897279733760_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="600" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirTxyxKJ6IhHOqavZn5q1Kp6vyIBw-p1rINMmIBQ6VTc9d4r6phgI4xD0VEKr77bRKhdWj4iUC8anyRY64m3169bgHOw07MBYaGGEX96l2zYFBVti_5vP2EXMlrOkfC8jg9fF_ukJk67al/s320/53309100_2270823929622394_4945229897279733760_n.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="background-color: white; color: #1c1e21;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Me sometí al designio de los tiempos, año tras año, aprendiendo, esforzándome, adquiriendo vivencias. Transitando la vejez ya no tenía a quién preguntarle cuánta experiencia es la necesaria?. Pensé, imposible saberlo sin conocer la infinitud de respuestas que el universo en la eternidad me oculta. En ese instante descubrí la sabiduría.</span></span>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-49782645874388474312019-07-02T09:58:00.002-03:002019-07-02T09:59:55.647-03:00CINCUENTA Y DOS - Isabel Santos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjM7wsq8CVC5zvcIvSmfSzpNvHigDxbjIIL37yZM2hP5srjWjzUhT0QBoZeH7u9MuNTjrPs1Hz1WsNzsp6uwyYPgPsjnHFPN6HbJ4QL_4LJQKsVHF6Jax1oj_RkG6hVVjLV4F3h4mKirHBZ/s1600/52.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="537" data-original-width="1024" height="167" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjM7wsq8CVC5zvcIvSmfSzpNvHigDxbjIIL37yZM2hP5srjWjzUhT0QBoZeH7u9MuNTjrPs1Hz1WsNzsp6uwyYPgPsjnHFPN6HbJ4QL_4LJQKsVHF6Jax1oj_RkG6hVVjLV4F3h4mKirHBZ/s320/52.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">1</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo tenía título de madre 1 y carga horaria al 70%. Las expertas que entraban a la sala de hijos, evaluaban a cada empleada. A ella le criticaban siempre lo mismo: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No puede alzarla para dormir, los límites no están claros, los llantos son capricho. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La acusaban de no saber comunicarse con su propia hija. Ella insistía en conseguir más porcentaje. Soñaba con la utopía de poder ser madre al 100%. Pero así y todo estaba conforme, había podido acceder al límite tolerado como saludable: 50%; y lo había superado. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Todos los días recorría la ciudad de Buenos Aires, para ir a trabajar al centro de cuidado. Vivía bastante lejos del lugar que le habían asignado para cumplir su tarea. Aprovechaba el largo viaje para pensar estrategias, porque sabía que sería evaluada en sus capacidades, y que sería acorralada con amenazas. Amparo escuchaba permanentemente la frase, “cantidad no es calidad”. Ganaba bien, pero dependía de otros para poder seguir siendo la madre de suhija.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Mamá 2 —preguntó Sara—, ¿por qué no habla el mono que me regalaste? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Es un juguete, los juguetes no hablan. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Y entonces, ¿para qué lo quiero? —Sara lo hizo a un lado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Para que sepas como son los monos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Quiero hablar con los monos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Los monos no hablan —la sustituta de Amparo se lo volvió a poner en las manos—. Pero…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Sara miró al muñeco de atrás y de adelante, intentó abrirle la boca.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La sustituta de Amparo quiso guardar al mono, y Sara lo retuvo contra el pecho—. Los monos no hablan, ¿entendés? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Porqué no hablan?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Ya lo vas a saber cuándo seas grande… —suspiró la mujer, tratando de evitar más preguntas. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando Amparo llegó a reemplazar a su sustituta, ella ya había hecho el informe. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo quiso verlo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No puedo dejarlo pasar. Si no lo informo, me perjudico. No estás capacitada para evitar las preguntas, y mi porcentaje no alcanza para intentarlo. Las preguntas son un síntoma claro de que Sara fue afectada, y vos no pudiste corregirla. Es más, creo que es una consecuencia negativa e inevitable. Tu porcentaje es muy alto. Sabés que eso no es bueno para esta profesión. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Puedo leer el informe? —insistió Amparo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No. Ya está hecho y no lo voy a modificar. Ya saqué turno con el pediatra para que te recete los cursos adecuados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo sólo tuvo consuelo cuando pudo abrazar a Sara sin testigos. Aprovechando la trama de un cuento, lloró mientras se lo leía. Disimulando para que la nena no delatara su angustia con la otra madre. Todas las madres son celosas. Cada una busca siempre desprestigiar a su reemplazo. Luchan entre ellas sin darse cuenta de que el enemigo es otro. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">*****</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Usted cree que puede haber sido afectada? —dijo Amparo al pediatra.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, sé que es difícil de entender, pero estaba en el rango de posibilidades. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Pero, doctor… Yo no la expuse a los rayos. ¿Es posible que tenga la fiebre 52?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sabe qué pasa señora, ya no es tan fácil manejar la emisión de los rayos. Antes sólo lo hacíamos los pediatras en el consultorio. Ahora, muchas madres se compran la máquina y emiten los campos psíquicos. Como no están capacitadas para medir la potencia, los rayos pueden ser captados por otros embriones. Quizás tuvo la influencia de alguna otra emisión cercana. Alguna otra madre podría ser la dueña de los contenidos mentales de su hija. —El pediatra suspiró—. Tranquila, no podemos saberlo todavía. Igualmente le aviso que es indispensable que haga otro curso. Se nota que no tienen la empatía necesaria para evitar los cuestionamientos. Ella hace demasiadas preguntas sobre las cosas. Eso hay que corregirlo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Otro curso más?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Es obligatorio. No lo olvide.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, sí, lo sé. ¿Cuál me recomienda, doctor? —Amparo ya estaba resignada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—El mejor es el programa de Juan Solar. Tiene ejercicios psíquicos que dan buenos resultados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Gracias, ya me ocupo. —Amparo bajó la mirada—. No alerte a la empresa, por favor. Voy a cumplir con la educación de mi hija, como sea. Sé que puedo seguir el protocolo de la corporación. Puedo hacer valer cada centavo que me pagan. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Le doy una semana para que empiece el curso. Si no lo hace, tengo que enviarle una sustituta, y usted pierde su trabajo. Amparo, sabe que lo hago. Su historial no me permite concesiones. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo salió del consultorio, tristepero en paz. Y caminó a su casa. Solo le preocupaban las vacantes. Desde el momento en que el pediatra descubría “la fiebre 52”, era necesario un curso especial.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ella tenía buena formación, había cumplido con los requisitos obligatorios de las madres al 70%, pero las horas hijo eran insuficientes para el nuevo desafío. Ella jamás imaginó que Sara podía haber sido captada por un campo psíquico no identificado. Sin embargo, las preguntas demostraban la existencia de demasiadas ideas sin acoplar. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Las madres tenían opciones, pero la mayoría sólo se dedicaba al día 52. Hacían el pedido, recibían instrucciones y el curso adecuado para evitar la fiebre. Ellas sólo presenciaban el proceso de absorción. La máquina iba registrando la oleada de ideas que se iban encadenando solas, después de recibir los estímulos adecuados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Casi no había madres aleatorias como Amparo, que no había querido intervenir. Sin embargo, alguien parecía haber actuado por ella. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Llegando a su casa, se puso a mirar de reojo a todas las mujeres que conocía. Ahora desconfiaba de cada una. Temía que vinieran a pedir la custodia de Sara, por poder demostrar que tenían más empatía con ella. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">****</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al día siguiente, después de pasar las horas con Sara, salió apurada para el curso: su reemplazo llegó muy tarde. Tuvo que correr. Solo podía dedicar dos horas al curso. Más de cuatro por día era el límite para su carga horaria. Diseñaba cada día cuidadosamente. No quería tener otro trabajo. Debía encontrar la forma de conservar su 70%. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Llegó al edificio de Juan Solar, y ya le dio pánico. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le vino una idea: los que enseñan sobre las cosas son los que las hacen. No fue difícil imaginarse una conspiración entre el médico de Sara y Juan Solar. Después de todo, el pediatra era el único que sabía que ella no había querido manipular el día 52 de su embarazo. ¿Y si este experto había usado un campo para experimentar con Sara? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al entrar, vio que las otras madres ya se habían ubicado. Se sentó bien al fondo. Quería tener todo el panorama. Escuchaba los comentarios de las madres, demasiado entusiasmadas. Ninguna parecía ser aleatoria. Eso la intrigaba. ¿Para qué perdían el tiempo en el curso? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Apareció Juan vistiendo una bata, algo parecida a un pijama. Ella se quería ir a casa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Haciéndose el enigmático, les hizo una pregunta.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cómo son los bebés?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo se acordó de Sara, que siempre preguntaba ¿cómo son los monos? Estaba obsesionada con los animales. Su sustituta le contaba las mismas anécdotas sobre esas preguntas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Sintió súbitamente la necesidad de contestar, y le dijo muy segura:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> —No lo sabemos porque no hablan y supongo que es porque todavía no piensan.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Si un bebé hace preguntas, entonces piensa —dijo Juan Solar, como dándole a entender que sabía todo de ella y de su hija—; y si piensa, es porque alguien la expuso a un campo psíquico. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Las otras madres movían la cabeza asintiendo, como asegurándole que ellas también sabían todo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ella sintió que estaba en medio de una conspiración generalizada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le dio escalofríos sentirse tan expuesta por Juan, que sumó unos puntos con las otras madres al darse a conocer como adivino. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo disimuló la incomodidad que le produjo su soberbia, y desestimó a todas y a cada una de las que suspiraban por él, admirándolo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">No consideraba que Sara fuera un bebé. Por haber estado con ella, se fue dando cuenta de que una persona puede empezar a hablar al año y plantearse preguntas a los tres. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Si no fuera porque el médico la extorsionaba con la obligación de cumplir el curso, lo hubiera abandonado en ese mismo instante. Pero salió del punto de mira justificando su error:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Perdón —les dijo—, pensé que hablábamos de bebés recién nacidos. Me disculpo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No te culpes por equivocarte —dijo Juan Solar—. No es bueno para sus hijos tener madres culposas. —Aclaró para todas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo se paralizó para no hacer una cara que le diera otra oportunidad para humillarla. Casi baja la cabeza para asentir. Se dio cuenta en el momento exacto. Por suerte, otra mujer empezó a hablar por ella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Es inevitable que nos sintamos inseguras —dijo otra mujer—. ¿Quién sabe qué ideas raras les pusieron a nuestros hijos? En mi caso puede ser irreversible. El mío tiene 14 años. Me lo captaron con las primeras emisiones experimentales. Y aunque lo recuperé, desconfío. ¿Y si alguien boicoteó el sistema? ¿Y si en realidad no eran las ondas apropiadas? O algo peor, ¿y si las ideas elegidas generan contra ideas? Se dice que eso es lo que está pasando ahora. Entiéndame, Juan. Yo no sé qué tiene mi hijo en la cabeza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo respiró tranquila, había peores casos que el suyo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando imaginó una conspiración, tuvo miedo de que el poder de ese mundo aplastara a su hija y a ella. Ahora de repente le brotó una seguridad que no creía tener, y decidió cumplir con el curso como una formalidad, disimulando su bronca por tener que mendigar el permiso para criar a su hija.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Mientras volvía del curso, pensaba la pregunta de Juan. ¿Cómo son los bebés?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le vino a la mente aquella época de su vida, el momento maravilloso de tenerla con ella por primera vez. Aunque los cursos le habían aconsejado dejarla llorar en la cuna y cumplir estrictamente los horarios de comida y sueño, ella la abrazaba y la acariciaba todo el tiempo. La hacía dormir en brazos, le hablaba y le cantaba. Le decía una y otra vez cuanto la quería. Todos sus llantos eran palabras. Intentaba comprender de qué le hablaba. Dejarla llorar en la cuna era como no contestarle. Como dejarla hablando sola. Ella razonaba que cuando uno aparece en el mundo necesita que lo reciban, que lo acepten, que lo escuchen, que lo acaricien y lo mimen. Que lo alimenten como corresponde. ¡Para eso están las madres!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando amamantaba a su hija presenciaba un milagro. Guardaba ese tesoro con la mayor dedicación. Calmó la ansiedad que le transmitía el médico insistiendo en que su leche no servía. Casi como obligándola compulsivamente a darle algo elaborado por otro, pero que tenía en la caja el nombre: “leche maternizada”. ¡Vaya a saber uno con qué!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La hacían sentir una estúpida por querer insistir en amamantar a su hija, cuando ella sabíaque no había algo más saludable para un hijo que la leche de su madre. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">A las madres nos hacen creer que tenemos que hacer otras cosas más importantes que cuidar a nuestros bebés, se dijo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando Amparo se dio cuenta de que había caminado varias cuadras, se descubrió pensativa mirando fijo una vidriera que exhibía ropa. Activó el paso para llegar rápido al subte. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Hola —le dijo un hombre—, sentándose a su lado con disimulo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Te conozco? —preguntó ella sorprendida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Te propongo encontrarnos en el subte cada vez que vuelvas del curso —le dijo—. Yo soy parte de un grupo que está en contra de los ejercicios que enseña Juan Solar. Hacemos un trabajo comunitario de medio día informando a las madres sobre los peligros de la manipulación de los ejercicios psíquicos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Y lo hacen con todas las madres? Porque hay algunas muy conformes.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Con todas, no. Precisamente tenemos un historial de tus antecedentes, y queremos ayudarte y que nos ayudes a desacreditar a Juan Solar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Perdoname, pero no quiero exponer a mi hija a ser usada por causas de otros. Bastante tengo con intentar conservar la asistencia al curso. Si encima me descubren ayudando a gente que intenta cerrarlo, estoy en serios problemas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No es causa de otros —dijo el hombre, y enseguida bajó el tono—. Ya estásen serios problemas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No me pongas miedo en la cabeza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sara está en la mira, Amparo —susurró el hombre—. Los hijos con la fiebre 52 están siendo estudiados. Si querías libertad, tendrías que haberte dedicado a otra cosa. El trabajo de madre no es una profesión liberal.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Vos pensás que sos libre porque boicoteás un curso? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Dejame que te explique: nosotros somos parte de un grupo que lucha para que ser madre no sea una profesión. ¿Vos serías madre si no cobraras un sueldo por serlo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Me bajo acá —le dijo con sarcasmo—. Gracias por la interesante charla. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Pensá lo que te dije. —Amparo oyó que le gritaba el hombre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le había clavado la idea en la cabeza. ¿Podría ser madre gratis? Obviamente, en ese contexto y en ese mundo, no.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se consoló imaginando que ese hombre sólo quería divertirse un rato a costa de ella. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">¿Y si la estaban probando? Quizás ese hombre era amigo de alguna de sus sustitutas, esas mujeres competitivas que intentaban robarle porcentajes. No se tiene paz en este trabajo, pensó Amparo. Se siente la envidia en todos los frentes. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">2</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El hombre del subte siguió hasta la siguiente estación y bajó con disimulo. Intentó camuflarse rápido. Caminó dos cuadras hasta una panadería. Cuando el negocio se quedó sin clientes, pasó detrás del mostrador. Saludó a la cajera y se puso el uniforme para atender.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Perdón llegué tarde porque finalmente hablamos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Tranquilo, Bruno —dijo Carmen—. Arriba está Leonardo. Subí a verlo, yo me quedo en el negocio. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Estás segura? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, me arreglo sola. Vos no te preocupes.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Bruno le hizo caso a Carmen. Entró en el salón donde se guardaban las bolsas de harina y abrió una puerta que parecía un baño. Le llamó la atención que la puerta tuviera inscripciones dibujadas: flores, animales, letras sueltas y algo raro: “NoC”. Parecía una señal de “golpee”. Aunque eso sería “TOC- TOC” Quizás, “NoC” fuera “No sé”. Pero en ese caso, era más un “váyase”. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El caso es que Bruno entró sin golpear. Lo esperaba Leonardo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Funcionó? —dijo Leonardo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No sé. Es muy desconfiada. No creo que acepte participar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Cuando le expliques mejor, aceptará enseguida. Confiá en mí. Yo la elegí bien. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cómo sigo, Leonardo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Con paciencia, charlen, conózcanse. Y cuando veas que tiene tu confianza, le contás quiénes somos. Le decís que podemos pagarle sin que tenga la obligación de asistir a los cursos o competir con sustitutas. Decile que sólo tiene que educar y cuidar a su hija, y le aseguramos la tenencia definitiva de por vida. Sabemos que ellas van a poder cambiar la historia. Las corporaciones no pueden contratar a las madres, exigirles una formación determinada y educar a los hijos con ideas que ellas mismas venden al instalar los campos psíquicos. Las madres y los padres tienen que recuperar esos derechos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Bueno, Leonardo te dejo —Bruno quería salir de ahí—. Carmen está sola en el negocio.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Yo ya me voy, Bruno. La próxima vez vení a verme a la sede del “NoC”. Y no tengas miedo. Estamos perfectamente camuflados. Es más, podés venir hasta con Amparo. ¡Buena suerte, Bruno! Confiá en mí. Nos tenés que ayudar, si querés ser padre. Sabés que sólo nosotros podemos ofrecerte esa posibilidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Gracias. —Fue todo lo que Bruno pudo decir.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Leonardo se fue, y Bruno aprovechó para hablar con Carmen. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No sé, Carmen, no me siento tan seguro.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Me parece que te dio miedo ver a Leonardo. ¿Te lo imaginabas así?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No. Pensé que era alguien más seguro, con un plan. Lo veo jugando al detective. Siempre haciendo dibujitos en las paredes…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Pensás que está loco?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Parece medio raro. Yo lo único que quiero es tener un hijo. No me interesan las causas “NoC”. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, pero necesitás apoyo. Nadie te daría trabajo de padre. Sólo ellos pueden.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Por qué es tan difícil ser padre?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Naciste en el momento equivocado. Ahora es una profesión innecesaria. ¿Por qué no hacés alguna tecnicatura? Anotate en la de recreación o juegos didácticos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Tenés razón, tendría que buscar algo de eso. Igual, no creo que Leonardo pueda hacer frente a las corporaciones de empleo. —Bruno se quedó mirando la nada. Y después dijo—: ¡Nunca voy a poder trabajar de padre! ¡Lo deseo tanto! Podría encontrar una madre que me adopte como padre de su hijo, y podríamos cuidarlo ella y yo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí. ¡Sería maravilloso! Soñar no cuesta nada. Suspiró Carmen, dándole su apoyo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">3 </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo no podía olvidarse del incidente del subte. Por algún motivo Bruno le inspiraba confianza. Había algo en él que le resultaba familiar. Ella estaba más segura de querer escuchar su propuesta que de seguir el curso de Juan Solar. Intuía que él intentaba advertirla, y que era importante. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Bruno se dio cuenta de que Leonardo nunca le daría la posibilidad de ser padre. Y no quería abandonar a Amparo: sentía que si él no la contactaba, Leonardo mandaría otra persona que quizás le ocasionaría más problemas. La seguiría viendo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo entró en el subte.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Hola —dijo, encarando a Bruno—. ¿Cómo te llamás?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Bruno —contestó él sorprendido, pensando que debería haber sido más difícil volver a hablar con ella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Necesito que me cuentes más —insistió Amparo—. Estoy muy preocupada. ¿Qué sabés de los cursos de Juan Solar? Yo sospecho que él está en complot con mi pediatra. Creo que juntos captaron a Sara. Los dos sabían cuál era mi día 52 de gestación, y seguro que emitieron campos para experimentar con ella. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Puede ser. Es fácil para las corporaciones contratar pediatras y psicólogos que ayuden a educar como ellas quieren. Las corporaciones educan más fácil vendiendo los campos. Implantan las ideas que responden a sus intereses. Dividen la tenencia en muchas madres. Y después incentivan la competencia. El lema es “cantidad no es calidad”. Por eso es tan difícil para vos sumar porcentajes.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Contame, ¿cómo es el grupo ese que decís que busca desacreditar a Juan Solar? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No sé si es bueno que te involucres con ese grupo. —Bruno le susurró al oído, y miró a los demás pasajeros: nadie les prestaba atención—. Creo que el grupo no tiene el poder para hacer frente a las corporaciones. Podrían descubrirlos, y vos estarías en la mira igual que ellos. Justamente te estaba buscando para advertirte. No quiero que pierdas tu porcentaje. Si continuás el curso y Sara se adapta, vos podés seguir estando con ella. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Me pregunto para qué —dijo Amparo resignada, sintiendo que el poder de las corporaciones era demasiado peso.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Te invito a tomar un café —suspiró Bruno decepcionado—. ¡No te bajes del subte! ¡Vení conmigo! Creo que los dos queremos lo mismo y tendríamos que pensar una manera de conseguirlo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Amparo y Bruno siguieron juntos hasta la siguiente estación. Se bajaron, caminaron unas cuadras hasta la panadería donde él trabajaba. Y, al doblar en la esquina, casi llegando, se cruzaron con Leonardo que se alejaba apurado. Les hizo un gesto con la mirada para que siguieran de largo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Bruno miró para adentro del negocio: Carmen conversaba con unos hombres uniformados, de la corporación de empleos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Entonces él apuró el paso, y Amparo lo siguió. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Caminaron desesperados por la idea de haber sido descubiertos. Bruno no estaba muy informado sobre el trabajo de Leonardo. Lo había conocido hacía poco tiempo y de casualidad. No tenía noción de cuál era la gravedad del asunto, pero una visita de la corporación era una importante señal de alarma.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Decidieron volver a tomar el subte. Y mientras Bruno le explicaba a Amparo todo lo que sabía sobre Leonardo y las reuniones en la panadería, ella se dio cuenta de que podría perder su empleo. Se sintió una estúpida por haber confiado en sus instintos que la acercaron a Bruno. Lo único que quería era ver a Sara. Sólo pensaba en llegar a la casa de hijos para verla. Temía encontrarse con el telegrama de despido. Tanto esfuerzo por conservarla, y se exponía a lo peor. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Bruno tampoco estaba dispuesto a abandonar la pelea. Sentía la necesidad de ayudar a Amparo, de rescatarla de las fauces de un animal feroz que parecía estar al acecho para comérsela. Y así, de la nada, se le ocurrió huir con ella y su hijita. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Mientras la acompañaba a la casa de hijos, intentó convencerla.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Amparo, quiero ayudarte. Yo te expuse. Nunca medí las consecuencias. Te propongo que huyamos juntos. Saquemos a Sara de la casa de hijos y salgamos con ella de la ciudad. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Si me echan, te mato —fue lo único que atinó a decir Amparo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Juntos bajaron del subte. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ella salió corriendo sin mirar atrás. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Él decidió volver a su casa. Organizó una valija en cinco minutos, juntó toda la plata que tenía y buscó su auto para ir a la casa de hijos a rescatar a Amparo. Tuvo la intuición de que Amparo sería despedida, y sabía que no aceptaría el despido sin pelear. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Lamentablemente estaba en lo cierto. La corporación tuvo la causa de despido servida en bandeja. Se librarían de Amparo y podrían reemplazarla por tres sustitutas dispuestas a seguir los lineamientos de la compañía. Ni siquiera le dieron tiempo de despedirse. La sustituta 3 la recibió con el telegrama en la mano. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¡Buscate otro trabajo, Amparo! —le dijo sin dejarla pasar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¡Dejame ver a Sara! Por favor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No puedo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Claro que podés. Si no me abrís la puerta, te mato.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Estás loca? —gritó la sustituta 3, mientras Amparo la empujaba y entraba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Levantó a Sara y encaró para la puerta. Supuso que la sustituta había ido a buscar ayuda, y aprovechó para salir corriendo por las escaleras. Vio la puerta de atrás, salió, y rogó que no la estuvieran esperando. Sara la miraba con una mezcla de alegría y susto, y ella intentaba no pensar en lo mal que podía terminar todo eso. Pero no podía hacer otra cosa. Había intentado todo lo posible y ahora se enfrentaba a lo imposible. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Miró para todos lados buscando una vía de escape. Se aflojó por el peso de Sara y porque la adrenalina ya la estaba abandonando. Tenía miedo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En ese momento escuchó que Bruno la llamaba desde adentro de un auto. Entró por instinto, y él la sacó de ese infierno. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Nos vamos de la ciudad. Escondansé.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cómo vamos a sobrevivir? —preguntó Amparo. Se sentía culpable por haber raptado a su propia hija.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Ya veremos. Estoy seguro de que no somos los únicos. Tiene que haber muchas familias clandestinas. Amparo: vos, Sara y yo podemos formar una familia. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: x-small;"><a href="https://www.facebook.com/IsabelSantosCuentos/" target="_blank">Isabel Santos</a><br /><br /><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 14px; text-align: start;">«52» fue publicado en <a href="https://teoriaomicron.com/2019/04/27/cronistas-omicron-cincuenta-y-dos/?fbclid=IwAR3T688CtcXOU6vaUunTJJwxPQ7B-CnCvKp_fjXUo4RTf4j0jVhvXjV71rQ" target="_blank">TeoríaÓmicrom</a></span></span></div>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-15737792601425334822019-05-31T15:46:00.003-03:002019-05-31T15:46:54.208-03:00LA AUTOPSIA - Michael Shea<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhihmu_exHG_8kecGbwzIpeLZM8Y4l7_M8sNN8hKEbhQpuY_Hc5MiBRGLVF5BhjQTjehnPsXuqhtFobBCMXyk9gDYpa3nB-gVhSaL4LUKNw1aA3qZGjR549HJlvxenoOdSz5rXvgnei5ZCu/s1600/Captura.PNG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="352" data-original-width="624" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhihmu_exHG_8kecGbwzIpeLZM8Y4l7_M8sNN8hKEbhQpuY_Hc5MiBRGLVF5BhjQTjehnPsXuqhtFobBCMXyk9gDYpa3nB-gVhSaL4LUKNw1aA3qZGjR549HJlvxenoOdSz5rXvgnei5ZCu/s320/Captura.PNG" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor Winters salió de la minúscula estación de autobuses de la Greyhound a medianoche y se encontró en una calle que olía a pinos y al río, aunque la calle estaba situada en el corazón del pueblo. Pero, claro, el pueblo sólo contaba con cinco calles de importancia, y éstas se extendían apenas unos dos kilómetros a lo largo de la cañada. Por lo más hondo de esa cañada corría el río, y su rugir apagado fluía, perfectamente nítido, por entre las orillas formadas por los oscuros escaparates. En la ventana de la estación se veía brillar la única luz, con excepción de un reloj luminoso que se encontraba varias puertas más allá, y un pequeño neón que anunciaba una cerveza a dos manzanas de distancia. Cuando hubo recorrido unos pocos metros, el doctor Winters dejó su maleta en el suelo, se metió las manos en los bolsillos y contempló las estrellas, parecidas a un montón de guijarros, en el negro golfo del cielo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Una aldea de montaña…, un pueblo minero —dijo—. Estrellas. No hay luna. Estamos en Bailey.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Hablaba con su cáncer. El cáncer se hallaba situado en su estómago. Desde que conoció su existencia, había llegado a desarrollar esta irónica costumbre de comunicar con él. Pretendía mostrarse cortés hacia su huésped no invitado, la Muerte. No le encontraría grosero ni hosco, pues ello haría que su victoria fuera absoluta. Claro que, por supuesto, su victoria sería absoluta, con o sin sus ironías.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cogió su maleta y siguió andando. El resplandor de las estrellas convertía en débiles espejos la negrura de los escaparates, y le mostraba al hombre que iba pasando ante ellos: delgado como una lagartija, el pelo blanco (a los cincuenta y siete), un hombre que viajaba para encargarse de los asuntos de la muerte, llevando dentro de él su propia muerte e, incluso, transportando en su maleta el vestuario de la muerte, pues la maleta —dejando aparte su equipo médico y unos parcos artículos necesarios para él— estaba llena de bolsas para cadáveres. El sheriff le había contado por teléfono los arreglos improvisados que se habían hecho con los cadáveres, y el forense había cogido esas bolsas, colocándolas en su maleta con una amarga diversión, comprobando la anchura de la última ante el espejo, encima de su propio pecho, igual que una mujer juzgaría un vestido antes de ponérselo, y diciéndole a su cáncer: «¡Oh, sí, hay espacio más que suficiente para los dos!».</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La maleta pesaba, y el forense se detenía a menudo para descansar y mirar al cielo. ¡Qué trabajo para hacerlo de noche, hurgando por entre despojos carentes de alma, los ojos clavados en la tierra bajo ese techo de estrellas! Habían hecho falta cinco días para sacarlos. El equinoccio de otoño ya había pasado, pero el tiempo había seguido siendo cálido. Y, sin duda, a tales profundidades todavía lo sería más.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Entró en el edificio de los juzgados por una puerta lateral. Sus tacones resonaron en el linóleo del pasillo. Una puerta situada al final, sobre la que estaba escrito NATE CRAVEN, SHERIFF DEL CONDADO, se abrió bastante antes de que llegara a ella, y su amigo salió de la habitación para recibirle.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Maldita sea, Carl, sigues estando tan delgado que te podrían usar como látigo. Dame eso. Se te ve demasiado sano. No te hace falta tanto ejercicio.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La maleta colgaba de su mano como si no pesara nada, sin hacer que sus hombros de toro se inclinaran en lo más mínimo. Pese al reproche que había implícito en sus palabras, no tenía demasiada barriga para un hombre de su edad y talla. Su rostro estaba tallado en toscas líneas, y la masa formada por la frente, la nariz y la mandíbula hacía que sus ojos verdes parecieran pequeños, hasta que uno se fijaba en ellos y sentía la tensa penetración de su inteligencia. Llenó hasta la mitad dos tazas con una jarra de café que había sobre la mesa, y luego completó la ración con bourbon de una botella que sacó de su escritorio. Cuando terminaron de beber, también habían acabado de intercambiar noticias sobre sus amigos mutuos. El sheriff sirvió otra ronda, y fue tomando sorbos de su taza en un silencio que, evidentemente, era el preludio a una conversación sobre el trabajo que les esperaba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dicen que la justicia es dura —suspiró—. Ahora lo he visto. Uno de esos…, esos pacientes tuyos sobre los cuales tendrás que trabajar… Era un asesino. A decir verdad, la palabra «asesino» no explica ni la mitad de lo que hizo. Podrías afirmar que él tuvo lo que se merecía al ser ejecutado en esa explosión. Sí, maldita sea, fue un acto de justicia. Pero en cuanto a los otros nueve, la cosa fue bastante dura. Y el asunto no termina con su muerte, no… ¡Ese jefe tuyo, ese maldito besaculos! Se romperá la espalda intentando tocarse los pies con cada reverencia que hace a la Mutua Fordham. ¿Qué parte te ha contado?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Supongo que te refieres al muy estimable forense Waddleton del condado de Fordham. —El doctor Winters hizo una pausa para beber de su taza y, con una delicada dilatación de sus fosas nasales, comunicó todo el disgusto, desprecio y diversión que había sentido en sus cuatro años como patólogo en el departamento de Waddleton. El sheriff se rió—. De las palabras del forense rara vez se puede sacar una imagen clara —siguió diciendo el doctor—. Tomó tu nombre en vano. De forma tan enérgica como repetida. Tales expresiones fueron las primeras frases con que abordó el asunto. Luego, se dedicó a desarrollar el tema de la estricta responsabilidad que nuestro departamento le debe a la letra de la ley y, en particular, a la ley de compensaciones a los trabajadores. Los beneficios por razón de muerte deben ir sólo a quienes dependieran de los difuntos, cuya muerte tenga lugar por causa directa de su trabajo, no meramente en el curso de éste. Las víctimas de un ataque cometido por un maníaco, aunque mueran en su trabajo, no tienen por qué dar derecho a compensaciones legales. Luego estuvimos meditando sobre la trágica injusticia sufrida por una compañía de seguros (cualquier compañía de seguros), que debe pagar a personas que carecen de todo derecho a ello, únicamente por la incompetencia y laxitud de los funcionarios que han realizado la investigación. Tu nombre apareció de nuevo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Craven dejó escapar un ladrido, mezcla de furia y risa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡El imparcial servidor del bien público! ¡Ja! Un marrullero estúpido e imparcial, eso es lo que él es. Te apuesto diez contra uno a que la Mutua Fordham logrará zafarse de todo esto sin su ayuda, y que esas viudas no verán ni un solo centavo. —Las palabras no bastaban para dar rienda suelta a su ira; el sheriff se dio la vuelta y escupió en su papelera. Acabó el contenido de su taza y suspiró—. Te pido perdón, Carl. Llevamos cinco días cavando para sacar a esos hombres, y durante los dos últimos hemos estado hurgando en esa montaña buscando rastros de explosivos, con esos investigadores de la compañía de seguros resoplando en nuestros cuellos, y cuanto han podido decir es que existían «sólidos indicios que hacían presumir» la existencia de una bomba. Bueno, no pienso romperme los cuernos con eso porque no me hace falta. Waddleton puede meterse sus «circunstancias extraordinarias» donde le quepan. Si no encuentras nada en esos cuerpos, el trámite de la autopsia habrá terminado, y se les podrá enterrar aquí mismo, donde sus familias quieren que estén.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor estaba mirando a su amigo y sonreía. Acabó su taza y habló con la irónica falta de emoción que había empleado antes, como si el sheriff no le hubiera interrumpido.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Luego, el honorable forense habló con más que notable entusiasmo sobre el tema de los impresos de autorización para la autopsia, y la maliciosa subversión de la voluntad de los ciudadanos particulares llevada a cabo por ciertos agentes de la ley. Dio la casualidad de que sobre su escritorio tenía un fajo de tales impresos, todos firmados, con una cláusula particular escrita a máquina sobre las firmas. Un párrafo muy interesante. Entre otras cualidades, tenía la propiedad de hacer que el rostro del forense se volviera púrpura cuando la leía en voz alta. Me la leyó en voz alta tres veces. Al parecer, el consentimiento de los familiares dependía de dos condiciones: que la autopsia fuera ejecutada in locem mortis, lo cual quiere decir en Bailey, y que sólo si el patólogo de la oficina forense encontraba pruebas concretas de homicidio, se podría llevar los cadáveres fuera de Bailey, o ejecutar más necropsias sobre ellos. La cláusula estaba muy bien redactada. Recuerdo que me pregunté quién la habría escrito.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff movió la cabeza en un gesto pensativo. Cogió la taza vacía del doctor Winters, la puso junto a la suya, y las llenó hasta las dos terceras partes de su capacidad con bourbon, añadiendo luego un poquito de café en la del forense. Los dos amigos se miraron fijamente, sin parpadear, como dos jugadores de póquer que se encuentran en la mano decisiva de la partida. El sheriff bajó la vista hacia su taza y tomó un sorbo de ella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—In locem mortis. ¿Qué quiere decir exactamente todo eso?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—En el lugar de la muerte.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Oh. ¿Quieres un poco más?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Gracias, acabo de empezar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los dos hombres se rieron, callaron, y luego volvieron a reírse de una forma que quizá algunas personas hubieran considerado excesiva.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Habló de todo salvo de que debía encontrar algo que hiciera obligatoria una segunda autopsia —acabó diciendo el doctor—. Habría vendido su alma (o la habría hipotecado por segunda vez), a cambio de un equipo móvil de rayos equis. Tiene razón, claro. Si esos cuerpos han recibido algún fragmento de bomba, ése sería el modo más seguro y rápido de encontrarlo. Sigue asombrándome que vuestro doctor Parsons haya podido tener averiada durante tanto tiempo su unidad de rayos equis.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Arregla huesos, cose heridas, hace recetas, y todo lo que suponga problemas lo manda a otro sitio. Eso es lo único que sabe hacer. Los borrachos no son muy útiles.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Tan mal está?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Aguanta a duras penas y nada más. Waddleton estuvo aquí, y no le consideró digno de ser nombrado patólogo. Dudo de que pudiera encontrar una bala de cañón en una rata muerta. No es algo que piense decir si es que puede llegar a sus oídos, al menos mientras siga arreglándoselas como hasta ahora, pero todos los de aquí lo saben. Lo cierto es que durante la mitad del tiempo son sus pacientes quienes cuidan de él. Pero Waddleton te habría mandado sin importar quién estuviera aquí. La Mutua Fordham sólo contribuye a sus fiestas con lo mejor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor se miró las manos y se encogió de hombros.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—De acuerdo. Un asesino metido en el asunto. ¿Había una bomba?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Moviéndose muy despacio, el sheriff puso los codos sobre la mesa y se apretó las sienes con las manos, como si la pregunta hubiera levantado toda una tempestad de recuerdos. Por primera vez, el forense —que no prestaba demasiada atención al mundo exterior, concentrado siempre en el continuo y callado removerse de la muerte que llevaba dentro— vio lo cansado que estaba su amigo: el temblor de su mano, los círculos oscuros que había bajo sus ojos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Te daré todo lo que tengo, Carl. Ya te he dicho que, según creo, no encontrarás nada de nada en esos cadáveres. Probablemente, acabarás pensando lo mismo que yo, pero en este asunto nunca se podrá llegar más allá de las suposiciones. Realmente, es una de esas pesadillas especiales con que el buen Dios tortura a los abogados, para luego ocultar eternamente la respuesta.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Bien… Hace dos meses un hombre desapareció: Ronald Hanley. Un minero, sólido como una roca, un hombre amante de su familia. Una noche no volvió a su casa, y jamás hallamos rastro de él. Vale, eso ocurre a veces. Aproximadamente una semana después, la señora que se encarga de nuestra lavandería automática, Sharon Starker…, desapareció, sin dejar huellas. Entonces nos pusimos nerviosos. Hablé por la emisora local diciendo que quizá anduviera suelto un chalado, y fui muy claro sobre las precauciones especiales que todo el mundo debía adoptar. Empezamos a patrullar de noche con nuestros dos vehículos, y de día nos dedicamos a llamar a todas las puertas del pueblo recogiendo coartadas para las dos desapariciones.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Fue inútil. Quizá te engañe este uniforme y creas que soy un agente de la ley, un protector de la gente y todo eso… Un error muy natural. Mucha gente se dejó engañar por eso. En menos de siete semanas desaparecieron seis personas, así de sencillo. Para lo que conseguimos hacer, yo y mis hombres podríamos habernos quedado en cama todo el día.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff vació su taza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Bueno, al final tuvimos un poco de suerte. No me interpretes mal, cuidado… No es que lográramos evitar un crimen ni nada parecido, no… Pero encontramos un cuerpo…, salvo que no era el de ninguna de las siete personas que habían desaparecido. Empezamos a peinar los bosques más cercanos al pueblo, nombrando como agentes temporales a unos cuantos mineros para que nos ayudaran. Bueno, uno de esos chicos estaba allí con nosotros la semana pasada. Hacía calor, como lo lleva haciendo ya desde las últimas semanas, y el lugar estaba realmente tranquilo y callado. Oí un zumbido, y miré a mi alrededor buscando su fuente, y él vio unas cuantas abejas en el hueco de un árbol. Pero era lo bastante listo para saber que eso no es normal por aquí…, no tenemos demasiadas colmenas. Así que no eran abejas. Eran moscardones, una maldita nube de ellos, cubriendo un bulto que estaba envuelto en una lona.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff se miró los nudillos. En su más bien movida existencia había encontrado de vez en cuando hombres lo bastante instruidos como para entender lo que significaba su apellido,[8] y lo bastante temerarios como para divertirse a costa de ello, y los nudillos —maltrechos y cubiertos de cicatrices— demostraban elocuentemente su reacción ante eso. Alzó la vista, y miró nuevamente a su viejo amigo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Bien, lo sacamos del árbol y lo desenvolvimos. Billy Lee Davis, uno de mis agentes, estuvo en Vietnam y se encontró cerca de algunas cosas bastante, bastante malas y lo aguantó. Billy Lee soltó todo lo que había comido cuando desenvolvimos esa cosa de la lona. Era un hombre. Parte de él. Sabemos que medía metro ochenta y cinco porque todos los huesos estaban allí, y que debía de pesar probablemente entre noventa y noventa y cinco kilos, pero estaba doblado sobre sí mismo igual que si fuera una bolsa de ropa sucia para lavar. Seguía conservando la cara, los dos hombros y el brazo izquierdo, pero el resto se encontraba limpio. No era obra de un animal. Había sido hecho con un cuchillo, y los cortes eran tan limpios como si los hubiera realizado un carnicero. Salvo que la carne sigue sangrando durante un buen rato después de que la cortes, por mucho cuidado que pongas, y en la lona y en la carne de ese hombre no había ni una maldita gota de sangre. Estaba tan pálido como un pescado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y en lo más hondo de su cuerpo, el cáncer del doctor le tocó. No fue un ataque feroz; se limitó a hundir un colmillo de dolor, como interrogativamente, en un poco de carne que aún no había probado, tanteando el campo que ésta ofrecía a su apetito. Winters disfrazó su temblor con un gesto de la cabeza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Entonces, era un escondite.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff asintió.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Igual que tú guardarías un plato de estofado en la nevera para comértelo poco a poco. Tomé algunas fotos de su cara; luego, lo dejamos donde estaba y borramos nuestras huellas. Dos de los mineros a los que había nombrado como agentes cazaban mucho y sabían moverse por los bosques, así que les dejé para hacer la primera guardia. Anotamos bien las posiciones, ellos buscaron un sitio donde esconderse y nos fuimos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Después, nos dedicamos a buscar al muerto, y enviamos descripciones suyas a todos los pueblos en un radio de ciento cincuenta kilómetros. Era alguien que nadie había visto jamás en Bailey, y tampoco en ningún otro sitio, según nos pareció después de haber pasado todo el día recorriendo el pueblo con las fotos. Y entonces, de pronto, Billy Lee Davis se dio una palmada en la frente y dijo: “¡Sheriff, yo he visto a este hombre en alguna parte del pueblo, y no hace mucho!”.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Desde que vomitó, llevaba todo el día bastante nervioso y, de repente, saltó. Estaba totalmente seguro de ello, pero no podía recordar el dónde o el cuándo. Le dimos vueltas al asunto una y otra vez, y él lo intentó con todas sus fuerzas. Llegó un momento en el que deseé cogerle por los tobillos y colgarle cabeza abajo para sacudirle hasta que el dato cayera de él. Pero era inútil, claro. Después de oscurecer, volvimos a ese árbol; habíamos encontrado un lugar donde esconder los coches y un camino para llegar a través del bosque. Cuando estábamos cerca, llamamos por radio a los hombres que habíamos dejado allá, diciéndoles que todo estaba despejado y que podían salir. No hubo respuesta. Y cuando llegamos, cuanto quedaba de nuestra trampa era el árbol. No había cuerpo, no había luna y no había agentes especiales. Nada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Esta vez, el doctor Winters se encargó de servir el café y el bourbon.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Demasiado café —murmuró el sheriff, pero se lo bebió pese a todo—. Una parte de mí deseaba comerse las uñas y romper algunos cuellos. Y otra parte estaba cagada de miedo. Cuando volvimos, fui otra vez a la emisora e hice una llamada de emergencia, y luego hice que el hombre de la emisora la pusiera en antena cada hora. Dije a todo el mundo que no hicieran nada salvo en grupos de tres personas, que cuando fuera de noche tenían que reunirse como mínimo tres personas, que salieran tan poco como fuera posible, que estuvieran armados, y que se vigilaran continuamente los unos a los otros. Sonaba condenadamente ridículo, pero formar parejas no serviría de protección si la mitad de una pareja era el asesino. Nombré a más hombres, y los puse en las calles para reforzar a la patrulla nocturna.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»La cosa estalló a la mañana siguiente. Llamó el sheriff de Rakehell, en el condado vecino. Dijo que nuestro cadáver se parecía mucho al de un hombre llamado Abel Dougherty, un obrero de la serrería que trabajaba en Maderas Con. Dejé a Billy Lee al mando de todo, y salí inmediatamente en coche para allá.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Dougherty tenía una hermana mayor lisiada, a la que siempre llamaba por teléfono para ver cómo estaba cuando tenía que ausentarse un tiempo del pueblo, una costumbre de la que nadie sabía nada porque probablemente le avergonzaba un poco. El sheriff Peck sólo se enteró de eso cuando la mujer le llamó, diciendo que su hermano llevaba cuatro días fuera, y que no la había telefoneado ni una sola vez. De no ser por eso, quizá Peck no hubiera pensado en Dougherty con sólo nuestra descripción, aunque reconoció la foto que le mostré, y muy pronto le habría llegado una por correo. Bueno, apenas había colgado el teléfono cuando llegó una llamada para mí. Era Billy Lee. Se había acordado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Vio a Dougherty la noche del domingo, tres días antes de que le encontráramos. Le había visto en la Taberna del Camionero, situada al norte del pueblo. Dougherty había creado cierto jaleo porque estaba francamente borracho, y se metió con un minero que estaba bebiendo allí, un hombre llamado Joe Allen que había empezado a trabajar hacía unos dos meses en la mina. Dougherty le decía una y otra vez que no era Joe Allen, sino un viejo amigo de Dougherty llamado Sykes, que había trabajado con él en Maderas Con durante más años de los que podía recordar, y a ver qué clase de broma era ésta, venga, viejo, tómate una cerveza, y dime por qué te fuiste tan de repente, y qué diablos has estado haciendo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Allen se lo tomó a risa. Dougherty le daba una palmada en el hombro, y Allen se la devolvía y hacía toda clase de bromas al respecto, como decir: “Dale otra cerveza a este hombre, estoy sustituyendo a un viejo amigo suyo al que no ve desde hace mucho”. Dougherty era muy corpulento, cada vez gritaba más, y se mostraba tan tozudo que Billy Lee temió fuera a empezar una pelea; y no era él solo quien se preocupaba por ello. Pero Joe Allen era un buen tipo, y supo manejar perfectamente la situación. Habíamos comprobado su coartada semanas atrás, junto con las de todo el mundo, y era realmente popular entre los demás mineros. Finalmente, Dougherty juró que se lo llevaría a otro bar para celebrar las vacaciones que había empezado a tomarse ese mismo día. Joe Allen se puso en pie, sonriendo, y dijo que, maldita sea, no podía complacer a Dougherty en lo de ser ese tal Sykes, pero que, desde luego, podía tomarse una copa con cualquiera que estuviera dispuesto a beber seriamente y a invitarle. Salió con él y dirigió un guiño a los que estaban en el bar, para satisfacción general de éstos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Craven se calló. El doctor Winters le miró a los ojos, y leyó dos imágenes en sus pensamientos: el alegre guiño que hizo reír a todos los del bar, y la cosa que se encontraba envuelta en la lona cubierta de moscardones de un brillante color azul.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Todo me pareció bastante claro —dijo el sheriff—. Ordené a Billy Lee que registrara la habitación de Allen en la pensión Skettles, y que luego fuera directamente a la mina y lo trajera. Cuando le tuviéramos en nuestro poder, ya acabaríamos de pulir el asunto. Dado que me encontraba en Rakehell, me ocupé de algunos cabos sueltos antes de volver. Fui con el sheriff Peck a Maderas Con, y encontramos una foto de Eddie Sykes en sus archivos de personal. Había visto bastante a menudo a Joe Allen, y la foto que había en ese archivo era la suya.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Descubrimos que Sykes vivía solo y que trabajaba a temporadas; era muy reservado en todo lo que hacía, y llevaba un tiempo ausente. Pero uno de los aserradores estaba bastante seguro de la fecha en que se había marchado de Rakehell, porque había ido a la cabaña de Sykes la mañana siguiente a una gran lluvia de meteoros, que se había producido unas nueve semanas atrás, pues algunos pensaban que parte de la lluvia podía haber caído en el suelo, no muy lejos de la parte de montaña donde vivía Sykes. Esa mañana no estaba allí, y el aserrador no le había vuelto a ver desde entonces.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Todo parecía encajar. Encajaba. Después de tantas semanas, me encontraba a menos de un kilómetro y medio de Bailey, y tenía el pie encima del acelerador. Lleno de rabia y deseos de venganza, me sentía… igual que una bala, como si fuera un gran proyectil del calibre treinta que iba a incrustarse justo en ese caníbal que bebía sangre, atravesándolo y arrancándole toda la verdad del corazón, lo suficiente como para ahorcarle un centenar de veces. Hasta allí llegué, muy cerca. Tan cerca que cuando todo se fue a la mierda, lo oí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Debe parecerte que soy un cobarde. Ya lo sé. Quizá todo esto me ha dado algo de lo que nunca podré desprenderme. Teníamos que averiguar lo ocurrido. Billy Lee no estaba acompañado por mi otro agente. Travis andaba con algunos hombres en las montañas, buscando pistas alrededor de ese árbol. Por suerte, se encontraba en el coche cuando Billy Lee intentó localizarle. Dijo que había revisado el cuarto de Allen, y había encontrado algo que quizá nos sirviera. Era una esfera que tendría la mitad del tamaño de una pelota de baloncesto, pesada, hecha de algo que no era ni metal ni vidrio, pero que se parecía a las dos cosas. Era posible ver un poco a través de ella, y parecía estar llena de alguna especie de circuitos y componentes electrónicos. Si alguien tenía dudas sobre la culpabilidad de Allen, podíamos acusarle de haber robado eso, o decir que sospechábamos que ese artefacto era una bomba. ¡Jesús! De todos modos nos comunicó que era lo único raro que había encontrado en su habitación, aunque, claro, era algo bastante extraño. Le dijo a Travis que fuera a la mina para apoyarle. Llegaría antes que él, y para cuando Travis llegara a la mina, suponía que ya tendría cogido a nuestro hombre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Tierney, el jefe de turnos en la mina, tenía un ayudante que nos contó el resto. Billy Lee aparcó detrás de las oficinas para que los hombres del patio no pudieran ver su coche. Subió la escalera para arreglar los detalles del arresto con Tierney. Reunieron media docena de hombres. Cuando salían del edificio, vieron que Allen se apartaba corriendo del coche patrulla con la esfera bajo el brazo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Todo el recinto está vallado, y Tierney ya había telefoneado para avisar que cerraran las puertas. Allen estuvo corriendo en zigzag, y pronto se dio cuenta de que estaba metido en una trampa. La esfera le obligaba a ir más despacio, pero seguía llevándoles una buena ventaja. Vaciló durante unos instantes, y luego corrió en línea recta hacia el pozo principal de la mina. Un ascensor estaba a punto de bajar con una cuadrilla, y Allen arriesgó todos los huesos de su cuerpo saltando sobre él, pero logró aterrizar en el techo sin hacerse daño. Cuando les fue posible llegar a los controles, el ascensor ya estaba en el segundo nivel, y tanto Allen como la cuadrilla ya habían bajado de él. Tierney hizo subir el ascensor. Billy Lee ordenó a los demás que cogieran armas y les siguieran, y él y Tierney se fueron en el ascensor hacia abajo. Y unos dos minutos después, la mitad de la maldita mina saltó en pedazos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff dejó de hablar tan bruscamente como si le hubieran interrumpido, sus labios todavía abiertos para decir algo más, y sus ojos demostrando, y quizá fuera la vez número cien, su asombro al darse cuenta de que no había más, que las semanas de muerte y perplejidad terminaban allí con esa recapitulación de los hechos, que sólo ocupaba una fracción de segundo: más muerte, más oscuridad sin respuestas, sellándolo todo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Nate…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Olvídate de todo y vete a dormir. No necesito tu ayuda. No te sostienes en pie.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ahora no estoy en pie. Y voy a ir contigo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Explícame cuál era la posición de las víctimas respecto al punto de explosión. Me iré a trabajar, y tú te irás a la cama.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff meneó la cabeza distraídamente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Las operaciones de minería se realizan en estratos que van disminuyendo gradualmente. Los niveles se abren lateralmente partiendo del pozo vertical, y a partir de un nivel van cavando hacia arriba hasta encontrarse con el superior. Cavan grandes recámaras en la roca, y dejan que la mayor parte de los fragmentos sigan en su sitio, así pueden subirse a las pilas y hacer más altos los techos. Dejan secciones de muro para que sirvan de apoyo entre ellas, y esos hombres quedaron enterrados a varias secciones del pozo. El derrumbamiento les mató. La montaña se plegó sobre ellos, eso fue todo. No les llegó ningún tipo de fragmento, estoy totalmente seguro. Los únicos que encontraron eran de algunas cargas normales, que fueron detonados por el estallido principal, y ésos ni siquiera llegaron cerca de ellos. La gran explosión tuvo lugar allí donde el nivel se une al pozo, allí mismo, y justo cuando Billy Lee y Tierney salieron del ascensor. Y allí no queda nada. Carl. No hay esfera, no hay ascensor, no hay Tierney ni Billy Lee Davis. Sólo roca convertida en un polvo tan fino como la harina.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor Winters asintió, y se puso en pie pasado un instante.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Vamos, Nate, tengo que empezar. Tendré suerte si consigo hacer unos cuantos antes de mañana. Déjame allí y vete a dormir, por lo menos hasta mañana. Tendrás tiempo para presenciar la mayor parte del trabajo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff se puso en pie, cogió la maleta del forense y le precedió hasta el exterior de la oficina sin decir ni una palabra, como concesión a lo pedido por Winters.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El coche patrulla se encontraba detrás del edificio. El doctor vio en las estrellas una hermosura más cruel que una hora antes. Entraron en el coche, y Craven enfiló por la calle vacía. El doctor abrió la ventanilla y aguzó el oído, pero el estruendo del motor ahogaba el sonido del río. Agredidos por los haces de sus faros, hileras de viejos parquímetros harían brotar largas sombras sobre las aceras, sombras que se encogían y eran segadas por el movimiento de las luces.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Todos esos muertos de más… —dijo el sheriff—. ¡Para nada! Ni siquiera para… ¡alimentarle! Si era una bomba, y si la había fabricado él mismo, debía saber cuál era su potencia. No creo que intentara ninguna estúpida forma de huir con ella. ¿Y cómo sabía que el artefacto estaba allí? Lo arreglamos todo de tal forma que Allen estaba terminando un turno de trabajo, pero ni siquiera había salido de la mina cuando Billy Lee aparcó donde nadie podía verle.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Déjalo, Nate. Quiero tener más detalles del asunto, pero después de que hayas dormido. Te conozco. Todas las fotos estarán allí, así como el informe completo, y tendrás todas las pruebas ordenadamente metidas en cajas y cuidadosamente explicadas. Cuando lo haya examinado, sabré exactamente cómo debo actuar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Bailey no tenía ni hospital ni morgue, y los cadáveres se encontraban en una vieja fábrica de hielo situada en las afueras de la ciudad. Se había traído un generador de la mina, se había improvisado un sistema de iluminación, y habían vuelto a poner en marcha el sistema de refrigeración. El despacho del doctor Parsons y la pequeña sala de pruebas, que desempeñaba funciones de morgue en la comisaría del sheriff, habían proporcionado todo el equipo que el doctor Winters necesitaría, excepto lo que había traído con él. Cuando se encontraban a medio kilómetro del pueblo, distinguieron la fábrica. Era un conjunto de dos edificios rodeado de árboles y sin ninguna otra construcción vecina: el más pequeño de los dos edificios —la oficina— estaba iluminado. Los cuerpos se hallaban en el edificio mayor, carente de ventanas, donde estaba instalado el equipo de refrigeración. Craven frenó junto a otro coche patrulla que estaba aparcado cerca de la puerta de las oficinas. Un hombre bajito y muy delgado, que llevaba un gran sombrero Stetson blanco, salió del coche y vino hacia ellos. Craven bajó su ventanilla.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Trav, éste es el doctor Winters.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Hola, Nate. Doctor Winters… Todo está preparado allá dentro. Pero me encontraba más a gusto aquí fuera. El último de los sabuesos de la prensa se fue hace unas dos horas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Son tozudos, desde luego… Puedes irte, Trav. Duerme un poco y vuelve por la mañana. ¿Qué temperatura tenemos?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La pálida silueta del Stetson, mucho más clara a la luz de las estrellas que el rostro ensombrecido que había bajo ella, se movió en un gesto dubitativo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Un poco menos de dos grados. No se puede bajar más… hay alguna especie de fuga.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Eso debería ser suficiente —dijo el doctor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Travis se marchó en el coche patrulla, y el sheriff abrió el candado que cerraba la puerta de las oficinas. Mientras esperaba detrás de él, Winters oyó nuevamente el río —un frío bálsamo, un susurro de libertad— y, por encima de él, los tartamudeos y el suave gruñir del generador situado detrás del edificio, un sonido implacable que parecía roer el silencio y, sin que supiera cómo, alimentar la oscura angustia que el otro rumor calmaba. Entraron en la oficina.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los preparativos habían sido hechos a conciencia, y no faltaba nada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Puedes sacarlos de la nevera con esto, y hacer los exámenes aquí —dijo el sheriff, indicando una mesa y una camilla con ruedas—. Encontrarás todo el equipo que necesitas en esa gran mesa de allí, y puedes escribir tus informes en esa otra. El teléfono no tiene línea; hay un teléfono público en esa gasolinera por la que pasamos, si es que te hace falta llamarme.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor asintió mientras comprobaba el material situado encima de la gran mesa: escalpelos, cuchillos para las incisiones post mortem y para cortar los cartílagos, tijeras para los intestinos, cizallas para la caja torácica, fórceps, pinzas, martillo y cinceles, una sierra manual y una sierra eléctrica para huesos, medidores, recipientes para las muestras, agujas y sutura, esterilizador, guantes… Junto a todo eso había unas cuantas cajas y sobres con hojas de explicación unidas, conteniendo las fotos y todos los objetos que habían sido encontrados junto a los cadáveres, que podían servir como pruebas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Excelente —murmuró Winters.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—La luz del techo es fluorescente, de espectro completo o como lo llamen. Es mejor para distinguir los colores. En el primer cajón del escritorio hay una pinta de bourbon bastante bueno. ¿Listo para echarles una mirada?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Sí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sheriff quitó la barra que aseguraba la gran puerta metálica de la cámara refrigerada y la abrió. Una marea de aire gélido y cargado de un olor metálico brotó por el umbral. La luz del interior era más tenue que la de la oficina; bajo su claridad amarilla yacían diez bultos alargados sostenidos por tablas y caballetes.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los dos hombres se quedaron en silencio durante unos instantes, inmóviles en una especie de improvisado homenaje al eterno misterio ante cuyo umbral se encontraban. Como si, de hecho, la fría habitación fuera un auténtico mausoleo, el forense descubrió que la hilera de siluetas veladas por las sábanas le producía una impresión particular cercana al temor y el respeto. La horrible combinación de su muerte y la tumba titánica que les había sido preparada, les daba una inflexible y austera autoridad, como si fueran los elegidos de la muerte. Le dolía el estómago, y se encontró con que su mano apretaba fuertemente el abdomen. Miró a Craven, y sintió alivio al ver que su amigo no había notado el gesto; seguía contemplando los cadáveres con una expresión de cansancio.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Nate, ayúdame a destaparlos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Empezando cada uno por un extremo de la hilera, fueron quitando las sábanas y las dejaron en un rincón de la cámara. Ahora los dos se movían con gestos rápidos y bruscos, sin detenerse ante la revelación de los rostros hinchados y medio convertidos en pulpa (casi todos ellos provistos de tres labios, debido a la saturación gaseosa de sus lenguas), y las gruesas y lívidas manos que brotaban de las sucias mangas. Pero Craven acabó deteniéndose ante uno de los cuerpos. El doctor se dio cuenta de cómo lo miraba y torcía el gesto. Luego, arrojó la sábana al montón y avanzó hacia el siguiente par de caballetes.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando salieron de la cámara, el doctor Winters sacó la botella y los vasos que Craven había dejado en el escritorio, y los dos tomaron un trago. El sheriff abrió la boca como si se dispusiera a decir algo, pero meneó la cabeza y suspiró.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dormiré un poco, Carl. Todo este asunto me está empezando a inspirar unas ideas bastante extrañas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor sintió deseos de preguntarle cuáles eran esas ideas, pero, en vez de ello, puso la mano sobre el hombro de su amigo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Vete a casa, sheriff Craven. Quítate la insignia y acuéstate. Los muertos no van a fugarse. Por la mañana, todos seguiremos aquí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando el sonido del coche patrulla se hubo desvanecido, el doctor se quedó inmóvil, escuchando el gruñido del generador y el silencio de los muertos, que ahora volvía a ser casi palpable. Tanto el gruñido como el silencio parecían burlarse de él. El eco final de sus últimas palabras le ponía nervioso.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué te parece, querido colega? —le dijo a su cáncer—. ¿Seguiremos aquí por la mañana? ¿Todos?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sonrió, pero sentía una extraña incomodidad, como si hubiera hecho una broma en medio de un grupo de gente y hubiera logrado concitar un silencio hostil. Fue hacia la puerta de la cámara, la abrió y contempló la ordenada hilera de los cuerpos, con su extraño aspecto de tribunal.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y bien, señores? —murmuró—. ¿Me juzgáis? Si puedo preguntarlo, ¿quién va a examinar a quién esta noche?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Volvió a la oficina; una vez allí, su primera acción fue examinar las fotos tomadas por el sheriff, para ver cuál era el aspecto de los muertos cuando habían sido desenterrados. La tierra se había apoderado de ellos con una terrible brusquedad. Algunos estaban agazapados, otros tenían el cuerpo medio erguido, otros yacían en extrañas posturas, como liberados de la gravedad. Cada sucesión fotográfica revelaba un poco más de la confusión, a medida que las palas proseguían su trabajo entre instantánea e instantánea. El doctor las examinó atentamente, fijándose en las identificaciones escritas con tinta sobre los cuerpos, al ir quedando éstos al descubierto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un hombre, Roger Willet, había muerto a unos metros del grupo principal. Daba la impresión de que hubiera entrado por casualidad en el nivel justo cuando se producía la explosión, y por ello había recibido de forma más directa que ninguno de los otros la onda expansiva de la detonación. Si había fragmentos de bomba que encontrar en alguno de los cadáveres, el del señor Willet parecía su recipiente más probable. El doctor Winters se puso un par de guantes quirúrgicos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cadáver se encontraba a un extremo de la hilera. Llevaba una camiseta térmica especial, y un mono sorprendentemente nuevo bajo el polvo y la suciedad que lo habían enterrado. La gruesa tela formaba un extraño contraste con su carne: azul, hinchada, algo que daba la impresión de ser muy frágil o estar a punto de estallar, igual que una fruta madura. En vida, Willet se había peinado usando brillantina. Ahora, su cabello formaba una escultura de polvo, mechones puntiagudos y remolinos causados por los últimos movimientos de la cabeza frotando contra la montaña que la había aferrado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El rigor mortis había llegado y se había marchado; el cuerpo de Willet se movía fláccidamente sobre la camilla. Al pasar con él junto a los demás, Winters fue agudamente consciente de sí mismo y de lo que estaba haciendo. La sensación de que aquella asamblea de muertos le estaba juzgando de alguna forma se pegaba a sus pensamientos con una extraña tenacidad, a diferencia de lo que ocurría con casi todo ese tipo de adornos emocionales de su experiencia profesional. Esa tozuda incomodidad empezaba a conseguir que se irritara consigo mismo, y Winters se movió con un poco más de rapidez.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Puso a Willet sobre la mesa de examen; le quitó las ropas usando las tijeras, guardando los pedazos en una caja para pruebas. El mono estaba manchado con los excrementos liberados durante la agonía. Con involuntaria piedad, el doctor contempló durante un segundo a su desnudo espécimen.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No tendrás que ir a Fordham —le dijo al cadáver—. No a menos que encuentre algo condenadamente evidente…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se ciñó un poco más los guantes, y puso en orden su equipo. Waddleton le había dicho unas cuantas cosas que no le había contado al sheriff. El doctor debía encontrar «indicios» consistentes, que hicieran absolutamente necesario el traslado de los difuntos a Fordham para un examen con rayos equis y una segunda y exhaustiva autopsia, y debía consignar por escrito lo que había encontrado. La continuidad de su trabajo en el departamento del forense dependía totalmente de que cumpliera con tal petición. Winters había acogido esas palabras con un silencio que Waddleton no había creído necesario romper. La decisión que había tomado, por supuesto, no era fruto de ningún impulso momentáneo. Aceptaría lo evidente como tal. Si los demás mostraban tan claramente como Willet las señales externas de la muerte por asfixia, no padecerían más que un concienzudo examen externo. A Willet también le examinaría por dentro, meramente para dejar bien claro en este cadáver lo que parecía obvio en todos los demás. De lo contrario, y sólo cuando el examen externo revelara algo claramente anómalo —y ese algo debía estar bien claro y saltar a la vista—, miraría con más atención.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Usó una palangana para lavarle el cabello, guardó los sedimentos en un frasquito, y le pegó una etiqueta. Luego, con el escalpelo, empezó a examinar minuciosamente el cuerpo, registrando sus observaciones a medida que avanzaba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Las señales características de la muerte por asfixia eran evidentes, pese a las complicaciones producidas como efecto de la autolisis y la putrefacción. La hinchazón de los globos oculares y la forma en que asomaba la lengua se debían, en parte, tanto a la presión de los gases como a la forma de la muerte, pero este último órgano había sido atrapado entre los dientes, dejando muy pocas dudas en cuanto a la forma de morir. La coloración del cambio degenerativo —un tono verde amarillento, un oscurecimiento de las venas superficiales que las hacía destacar como en un mapa— estaba muy clara, pero no era suficiente para ocultar el azul cianótico del rostro y el cuello, así como tampoco las hemorragias en forma de cabeza de alfiler que formaban una capa parecida a pecas en el cuello, el pecho y los hombros. El doctor tomó muestras de la boca y la nariz, confiando en que la sustancia recogida fuera la mucosidad teñida de sangre que, normalmente, se proyectaba al exterior por falta de aire durante la agonía.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Empezó a parecerle que en su trabajo había algo de cómico. ¡En qué bufón sabía convertir la muerte a un hombre! Una cosa azulada, de ojos saltones y provista de tres labios. Y aquí se encontraba él, en una curiosa y solícita intimidad con este despojo que parecía un payaso. Discúlpeme, señor Willet, mientras hurgo en esta laceración. ¿Qué nota cuando le hago esto? ¿Nada? ¿Nada en absoluto? Estupendo, y ahora, ¿qué hay de esas uñas? Se las rompió arañando la tierra, ¿verdad? Sí. Ya veo, una soberbia ampolla de sangre bajo la uña de este pulgar…, se la hizo en el trabajo unos cuantos días antes de su accidente, ¿cierto? Qué callosidades tan notables tiene aquí, siguen estando muy duras…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Durante un segundo robado al análisis, el doctor miró esas manos…, unas zarpas hinchadas y oscuras, inmóviles e inexpresivas, que habían renunciado para siempre al tacto y la presa. Tuvo la sensación de que toda la inútil muerte de aquel hombre se concentraba en las manos. La dolorosa futilidad de la soberbia articulación corporal cuando es contemplada en la muerte; sí, hacía mucho que había aprendido a no reconocer esa conmovedora emoción cuando trabajaba. Pero ahora permitió que le afectara un poco. Este Roger Willet había sido borrado repentinamente del mapa cuando iba a su trabajo una tarde, aplastado hasta verse convertido en un montón inservible de materiales perecederos. Sencillamente, dio la casualidad de que su vida se había acercado demasiado al curso de otra vida más poderosa, una de esas vidas hambrientas e inexorables que dejan tras de sí un cortejo de ruinas humanas, conocidas e ignoradas para siempre. Mala suerte, señor Willet. Naturalmente que lamentamos mucho todo esto. Pero ese tal Joe Allen, su compañero de trabajo… Al parecer era alguna especie de… caníbal. Es complicado. No comprendemos nada del asunto. Pero el hecho es que nos vemos obligados a deshacer su cuerpo hasta cierto punto. Realmente, me temo que no hay esperanza alguna de utilizar otra vez los componentes de su cuerpo, señor Willet. ¿Está preparado?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor procedió al examen interno, algo nervioso ante la fragmentación de Willet, deseando desarticular esa tristeza en su forma natural. Cogió a Willet por la mandíbula y tomó el cuchillo de autopsias. Hundió su punta detrás de la mandíbula, y empezó con la prolongada incisión que abriría a Willet desde la garganta hasta las ingles, aserrando suavemente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor Winters se aplicó placenteramente en la lenta y complicada separación de su lámina corporal. Y, aun así, de forma marginal pero insistente, sentía fluir en su interior un torrente de imágenes que no tenían relación con su labor actual. Imágenes del edificio que le contenía, y de la noche que contenía al edificio. Vio la fábrica como si estuviera fuera de ella —maderas descoloridas, el tejado de hierro—, y los árboles que se agolpaban a su alrededor, todo bajo la luz de las estrellas, como el cuadro de un pueblo fantasma. Y vio la bóveda del refrigerador, situado más allá de la pared, como si estuviera dentro, sintiendo la calma y el silencio de aquellos hombres asesinados, que yacían bajo una fría luz amarilla. Y, al fin, acabó formándose una pregunta, asomando fugazmente por entre la telaraña de su concentración al igual que lo hacían las imágenes: ¿por qué sentía que todos sus actos estaban rodeados por un aura de callada vigilancia, como si hubiera alguna corriente de aire, algo que acariciaba furtivamente sus nervios con una pregunta mientras trabajaba? Se encogió de hombros, ahora claramente irritado. ¿De quién se estaba ocupando sino de la Muerte? ¿No era acaso el subordinado de la Muerte, y no era éste el lugar de la Muerte? Bueno, entonces dejemos que la dueña eche un vistazo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras hacía a un lado la piel de Willet, moteada por las hemorragias, el doctor Winters leyó en el cuerpo con una creciente falta de emoción, igual que si fuera un texto sobre autopsias. Limitó su inspección a los pulmones y el mediastino, y encontró allí un inequívoco testimonio de que Willet había muerto por asfixia. La pleura pulmonar mostraba las equimosis, unos puntos hinchados y violáceos que destacaban en la vítrea membrana envolvente. Por debajo de ésta, los lóbulos superficiales poliédricos de los pulmones estaban cubiertos de burbujas, algunas de las cuales habían reventado; el previsible enfisema intersticial. Los pulmones, al ser examinados en corte, se encontraban afectados por una intensa congestión sanguínea. Descubrió que la mitad izquierda del corazón estaba vacía y contraída, mientras que la derecha estaba demasiado hinchada y llena de sangre oscura, al igual que las venas principales del mediastino superior. Era el clásico cuadro de la muerte por asfixia, y el forense, usando aguja e hilo de sutura, acabó cerrando nuevamente el texto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Devolvió el cadáver a la camilla, y lo envolvió a guisa de sudario en una de sus bolsas. Cuando tuviera ayuda por la mañana, pesaría los cuerpos en una balanza de plataforma situada en la oficina, y luego cerraría adecuadamente las bolsas. Fue hacia la puerta de la cámara y se detuvo, vacilante, mirándola, sin moverse, sin entender por qué.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Corre. Vete de aquí, ahora».</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La idea era suya, pero le llegó de forma tan apremiante que se dio la vuelta como si alguien hubiera hablado detrás de él. Al otro extremo de la habitación, un hombre delgado con una bata blanca y guantes, sus ojos una masa de sombras, contempló al forense desde la negrura de las ventanas. Detrás del hombre había una camilla con un bulto tapado y, detrás de eso, una gran puerta metálica.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Por qué he de irme? —preguntó el doctor en voz baja y algo sorprendida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre sin ojos del cristal seguía con el cuerpo medio encogido, en una postura de temor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Apenas un instante después, el hombre se irguió, echó la cabeza hacia atrás y se rió. El doctor fue hacia el escritorio y tomó asiento junto a él, hombro con hombro. Sacó la botella y tomaron un trago, mirándose el uno al otro con la misma sonrisa divertida y algo perpleja.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Deja que te sirva otro —dijo después el forense—. Lo necesitas, viejo amigo. Hace que un hombre vuelva a ser él mismo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin embargo, le costó entrar de nuevo en la bóveda, y cada paso pareció requerir un nuevo esfuerzo de voluntad. Todos los movimientos eran un desafío bajo esa gélida penumbra amarilla. Su cuerpo no estaba dispuesto a cumplir con sus deseos de ir más rápido, de terminar con las molestias que le causaba al grupo de muertos. Colocó nuevamente a Willet en su sitio y cogió a su vecino. El nombre escrito en la etiqueta unida a su bota era Ed Moses. El doctor Winters le llevó a la oficina, y cerró la gran puerta detrás de él.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Con Moses, su trabajo cobró un poco más de impulso. No tenía la intención de realizar más necropsias internas. Pensó en su jefe, alegrándose ahora de su aparente sumisión al ultimátum de Waddleton. El impacto posterior sería aún más tremendo. Se imaginó al forense, aturdido, los informes del patólogo en una mano, y sonrió.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Probablemente, Waddleton podría montar un caso más o menos plausible alegando que el examen había sido incompleto. Con todo, los poderes discrecionales de un patólogo eran algo no muy bien definido. Muchos patólogos de buena reputación aprobarían los métodos del doctor, teniendo en cuenta las condiciones del trabajo. El inevitable litigio contra una coalición de familiares que pedirían las compensaciones del seguro resultaría largo y difícil. Ganara o perdiera, la venal devoción de Waddleton a los intereses de la compañía de seguros quedaría claramente demostrada. Además, en cuanto le despidieran, el forense revelaría a la prensa la causa oculta de tal despido. A ello seguiría un pleito por calumnias, algo a lo que Winters debía temer tan poco como a su despido. Tanto sus ahorros como los pleitos durarían mucho más que su vida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Externamente, Ed Moses presentaba un estado tan típico de la asfixia como lo había sido el de Willet, sin la más leve señal de que algún fragmento hubiera entrado en su cuerpo. El forense terminó su informe, y llevó nuevamente a Moses a la bóveda, moviéndose de forma rápida y precisa. Ahora ya casi no se sentía incómodo. Ese extraño e indefinible agitarse del aire…, ¿lo había notado realmente? Quizá había sido alguna nueva reverberación de la muerte que se afanaba en su interior, un temblor psíquico de respuesta, emitido ante los cautelosos tanteos del cáncer que examinaba su vida. Sacó de la bóveda el cuerpo que estaba junto al de Moses.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Walter Lou Jackson era alto, más de un metro ochenta y cinco de la coronilla a los pies, y seguramente debía superar los noventa y cinco kilos de peso. Había luchado valerosamente contra su ataúd de un millón de toneladas, usando la fuerza de la agonía para hacerse pedazos el rostro y las manos. La muerte había tenido que vencerlo como si fuera un león herido. El doctor empezó a trabajar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Ahora sus manos le pertenecían por completo: veloces, exactas, moviéndose en una intrincada serie de gestos que tanteaban el carácter del cadáver, igual que los dedos de otra persona podrían explorar un teclado en busca de melodías latentes. Y el doctor las observaba con un viejo placer, uno de los pocos que nunca le habían fallado, su mente alejada en una fracción de grado de su afanosa inteligencia. ¡Todas las muertes! Un mundo entero de muertes, por los siglos de los siglos. Vidas arrancadas pataleando de sus cómodos marcos de carne. Walter Lou Jackson había tenido una muerte muy dura. «Fue Joe Allen quien le hizo esto, señor Jackson. Creemos que fue parte de su intento de escapar a la ley».</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero ¡qué huida tan estrepitosamente fracasada! Su enorme futilidad y falta de razón resultaban algo más que sorprendentes, eran casi fantásticas. Resultaba imposible dudar de que Allen era astuto. Un ogro con la delicadeza social de un psicópata, un tipo muy divertido que podía hacer reír a una taberna llena de hombres, dejándoles encantados, mientras se llevaba a su víctima, haciéndoles aplaudir su salida con la presa, que entraba jovialmente en la oscuridad con su asesino caminando a su lado, y dándole palmaditas en el hombro. Inteligente, desde luego, y también poseedor de una extraña sofisticación técnica, sugerida por la esfera. Y entonces, ¿cómo explicar la locura aún más insistentemente sugerida por ese objeto? En la esfera se concentraba todo el misterio letal de la prolongada pesadilla de Bailey.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">¿Por qué la explosión? El punto donde se había producido implicaba una emboscada tendida a los perseguidores de Allen, una detonación planeada conscientemente. ¿Pretendió conseguir un derrumbe limitado, a partir del cual pensaba huir de alguna forma inconcebible? Como locura ya bastaba con eso…, y todavía más si, como parecía seguro, Allen había fabricado la bomba, pues entonces debía saber hasta qué punto su poder resultaba groseramente inadecuado para lo que necesitaba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero si no era una bomba, si tenía una función distinta y su potencial explosivo era algo meramente accesorio, quizá Allen hubiera subestimado la fuerza de la detonación. Daba la impresión de que poseía alguna forma para controlar a distancia el objeto, pues la sucesión de los acontecimientos demostraba que había ido directamente a cogerlo apenas salió del pozo, sin dirigirse al autobús que aguardaba para llevar a su turno de regreso al pueblo, y alejándose para evitar así a un coche patrulla que no podía ver por ocultárselo el edificio de las oficinas. Esto sugería algo más complicado que un mero artefacto explosivo, algo, quizá, cuya destrucción entraba más en los planes de Allen que la explosión producida a consecuencia de ese objetivo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hecho de que se hubiera arriesgado a recuperar la esfera apuntaba hacia esta interpretación, pues cuando se dio cuenta de la presencia policial en la mina, debió adivinar que la investigación de los crímenes había conducido a su descubrimiento, y a que se la llevaran de su habitación. Pero entonces, sabiendo que podía hacerse acreedor a la máxima pena, ¿por qué Allen debía correr tantos riesgos para apoderarse nuevamente de una prueba que sólo le hacía culpable de un delito menor, la posesión de un artefacto explosivo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Bien, admitamos entonces que la esfera era algo más, un instrumento para sus crímenes capaz de probar algo que de lo contrario no le afectaría. Aun así, su gambito carecía de sentido. Ya que la esfera —y, en consecuencia, los agentes de la ley que se suponía se habían apoderado de ella— se encontraba en la oficina de la mina, podía suponer que en cualquier momento se cerrara el recinto. Mientras, la puerta estaba abierta, y la huida a las montañas era una posibilidad bastante atractiva para un hombre capaz de sorprender y eliminar a dos montañeses experimentados y bien armados, que le habían tendido una emboscada. ¿Por qué no había asegurado su huida para debilitar las pruebas del caso montado contra él, caso que su huida habría vuelto por completo irrelevante? El doctor Winters vio cómo sus dedos, igual que una jauría alrededor del cubil de su presa, convergían sobre una pequeña herida situada bajo el proceso xifoide de Walter Lou Jackson, entre el octavo par de costillas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Su mano izquierda tanteó los confines de la herida con rápida delicadeza. La mano derecha introdujo una sonda, y las dos la hicieron penetrar en la herida, adentrándose en el cuerpo sin hallar obstrucción alguna, subiendo por la curvatura del diafragma hacia el corazón. El doctor sintió que los latidos de su corazón se aceleraban. Vio moverse sus manos para anotar lo encontrado, las vio detenerse y vio cómo regresaban a su exploración del cadáver, dejando la página y la pluma sin tocar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La inspección no reveló más anomalías. El doctor anotó fielmente el resto de sus hallazgos, y mientras lo hacía se interrogó sobre las causas del malestar que sentía. Cuando hubo terminado, lo comprendió. La causa no era el descubrimiento de una herida de entrada que podía reforzar las alegaciones de Waddleton; habían bastado unos momentos desde que hizo tal hallazgo para que éste le revelara que si encontraba algo que pareciera ser un indicio de la penetración de un fragmento, haría caso omiso de él. Los daños producidos por Joe Allen iban a terminar aquí, con esta última gran matanza, y no se extenderían hasta producir la ruina de quienes habían sobrevivido a sus víctimas. No más exámenes internos. A partir de ahora, los externos, revelaran lo que revelasen, sólo servirían como explícita contraindicación de la necesidad de practicar más exploraciones.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El problema era que no creía que la herida situada en el tórax de Jackson fuera la señal de entrada producida por algún fragmento. ¿Por qué? Y, al no encontrar respuesta a tal pregunta, ¿por qué volvía a tener miedo? Firmó lentamente el informe de Jackson, lo dejó a un lado y cogió el cuchillo para las incisiones post mortem.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Primero, el largo movimiento de aserrar, desabrochando el abrigo de la mortalidad. Luego, tras haber apartado dos grandes pedazos cuadrados de carne, enrollándolos de forma lateral hasta la altura de las axilas, dejar al descubierto el pecho; una mano sujetaba el borde de la carne, la otra introducía el cuchillo por debajo, hendiendo el tejido de aspecto vítreo que lo unía a la pared del pecho, soltando los músculos de sus conexiones con el hueso y el cartílago que había más allá. Luego, desmantelar la caja fuerte del cuerpo. Cortar las costillas, con una herramienta tan sencilla y directa como las tijeras de podar de un jardinero. El acero iba mordiendo cada una de las costillas, cortándolas por su punto de unión central al esternón. Cuando llegó al final, sacó los extremos de las clavículas con el cuchillo, dejándolos libres. Cuando hubo arrancado las bisagras del cofre, el cuchillo se deslizó bajo la tapa y la abrió.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Unos minutos después, el doctor se irguió y se apartó del cuerpo que había examinado. Se movía casi igual que un borracho, y ahora los años parecían todavía más marcados en su rostro. Se quitó los guantes a toda velocidad, con un gesto de repugnancia. Fue al escritorio, tomó asiento ante él y se sirvió otro vaso. Si en su rostro había algo parecido al horror, también se le había endurecido la línea de los labios, y los músculos de la mandíbula estaban tensos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Así sea, su excelencia —dijo al vaso—. Algo nuevo para tu humilde sirviente. ¿Poniendo a prueba mis nervios?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El pericardio de Jackson, la cápsula que contenía su corazón, tendría que estar prácticamente oculto entre las dos grandes masas de sus pulmones, hinchados por la sangre. El doctor lo había encontrado totalmente al descubierto, y los pulmones que lo flanqueaban eran masas arrugadas que tenían menos de una tercera parte de su tamaño normal. No sólo estos órganos, sino también la parte izquierda del corazón y las venas medias de la parte superior, todas las regiones que deberían estar saturadas de sangre…, no había ni una gota de ella, nada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor tragó el resto de su bebida y fue nuevamente hacia las fotos. Descubrió que Jackson había muerto de bruces sobre el cuerpo de otro minero, con el torso de una tercera víctima atrapado entre los dos. Ni los cuerpos de abajo ni la tierra que les rodeaba mostraban señal alguna de pérdida de sangre, que debía de haber llegado casi a los dos litros.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Era posible que algún truco de la luz hubiera provocado que las fotos no lograran recoger esa pérdida. Se volvió para buscar el informe de la investigación, donde Craven tenía que haber mencionado cualquier cantidad significativa de tierra ensangrentada que se hubiera descubierto durante el rescate de los cuerpos. El sheriff no había anotado nada al respecto. El doctor Winters volvió a las fotos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Ronald Pollock, el compañero más íntimo que Jackson había tenido en su tumba, murió tendido de espaldas, debajo de Jackson y un tanto desviado de él, haciendo que la mayor parte de sus respectivos torsos estuviera en contacto, salvo allí donde se interponían la cabeza y el hombro del tercer cuerpo. Parecía inconcebible que en las ropas de Pollock no quedara rastro alguno de la enorme hemorragia sufrida por el compañero al que había abrazado en su muerte.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El forense se puso en pie bruscamente, se colocó mi nuevo par de guantes y regresó a la mesa donde estaba Jackson. Ahora, sus manos exhibían una velocidad más brutal, cerrando temporalmente la gran incisión con unas cuantas suturas separadas por grandes espacios. Guardó el cadáver nuevamente en la bóveda y sacó a Pollock, la respiración entrecortada al mirar las muertas siluetas agrupadas en la hilera, moviéndose a grandes zancadas, confiando siempre —o eso le parecía— en mantenerse un paso por delante de las apremiantes ideas que no deseaba tener, las deformidades que murmuraban a su espalda, emitiendo débiles y heladas ráfagas de pútrido aliento. Meneó la cabeza —negando, posponiendo lo inevitable—, y colocó el nuevo cadáver sobre la mesa de examen. Las tijeras desnudaron a Pollock con una codiciosa serie de mordiscos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero al final, cuando hubo examinado cada tira de tejido y no encontró nada parecido a la mancha de sangre que buscaba, el doctor Winters se quedó una vez más inmóvil; se olvidó de esa decisión tan sencilla y deseada que había intentado tomar en su apresuramiento. Se quedó inmóvil ante la mesa del instrumental, sin verla, sometiéndose al lento avance de las cosas a medio formar que rondaban por la periferia de su mente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La revelación que supuso los encogidos pulmones de Jackson había sido algo más que una mera sorpresa. También había sentido una aguda cuchillada de pánico y, de hecho, el mismo y curioso terror hacia este lugar, perfectamente claro, que antes le había impulsado a salir corriendo de él. Ahora se daba cuenta de que el germen de ese terror, rápidamente suprimido de su mente, había sido una premonición del fracaso al no encontrar algún rastro de la sangre que faltaba. ¿De dónde venía la premonición? Tenía que ver con un problema que se había negado tozudamente a considerar: el aspecto mecánico de cómo había podido vaciarse de forma tan completa la densa retícula de la estructura vascular de los pulmones. ¿Era posible que la simple presión de la tierra actuara de forma tan concienzuda, dejando sólo un orificio de salida que, al mismo tiempo, no era muy ancho y poseía una extraña curvatura? Y luego estaba la foto que había examinado. Ahora le daba miedo recordar la imagen; algo se agitaba dentro de él, algo que intentaba hacerse nítido y luchaba por ser visto y comprendido. El doctor Winters cogió la sonda de la mesa y se volvió nuevamente hacia el cadáver. Se inclinó sobre él y tocó la herida, con tanta exactitud y seguridad como si ya hubiera localizado su presencia: un orificio pequeño y limpio, justo bajo el proceso xifoide. Introdujo la sonda. La herida la acogió hasta lo más hondo del cuerpo, siguiendo una dirección familiar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El forense fue hacia el escritorio y cogió nuevamente la foto. Las heridas de Pollock y Jackson no se tocaban. La cabeza del tercer hombre estaba atrapada entre sus dos cuerpos justo en ese punto. Buscó otra foto, en la que este tercer hombre ocupaba una posición más central, y descubrió su nombre escrito con tinta bajo la imagen: Joe Allen.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Como si andara en sueños, el doctor Winters fue hacia la gran puerta metálica, la abrió y entró en la bóveda. No le hizo falta buscar. Se dirigió en línea recta al par de caballetes ante los que se había parado su amigo hacía unas horas, y encontró el mismo nombre en la etiqueta.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cuerpo era delgado y poseía una buena musculatura, disimulada ahora por la espúrea obesidad de la muerte. El rostro era más bien cuadrado, la frente ancha, la nariz vulpina desviada por una vieja fractura. La lengua, hinchada, estaba colocada detrás de los dientes, y la descomposición no lograba ocultar cuál había sido el efecto inicial que ese hombre debió producir en vida: apuesto y de maneras francas, sus ojos negros, ahora algo céreos, astutos y dispuestos a bromear. Eh, amigo, ¿tienes un momento? Te he visto llegar cada día en el otro turno, ¿verdad? Ajá, Joe Allen. Mira, ya sé que es tarde, quieres volver a casa, decirle a tu mujer que no has estado bebiendo aquí desde la hora de salir, ¿eh? Oh, claro, ya he oído todo eso. Pero este maldito asunto de las desapariciones me ha puesto los nervios de punta, y juro por Dios que, justo cuando venía aquí, vi que alguien rondaba por la parte trasera de esa casa que hay al final de la calle. ¿Ves por dónde asoma la luna, allí donde los árboles se aclaran un poco, detrás del patio? Eso es. Bueno, pues allí le he visto. Oh, claro, perfecto, le cogeremos entre los dos. Sabía que aquí podría encontrar a un hombre al que no le asustara un poco de jaleo…, no he visto ningún coche patrulla en toda la calle. Sí, aquí mismo, en esos pinos. Ten cuidado, casi no se puede ver. Eso es…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El rostro del forense estaba cubierto de sudor. Se volvió y salió de la bóveda, cerrando la puerta a su espalda con un fuerte golpe. En la atmósfera más cálida de la oficina, notó que la transpiración empapaba su camisa por debajo de la bata blanca. El estómago le latía con un continuo y doloroso vaivén, pero apenas hizo caso de ello. Fue hacia Pollock, y cogió el cuchillo para las incisiones.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El trabajo se hizo con una velocidad irreal, con toda la capa de carne y hueso deslizándose suavemente bajo sus manos desesperadas pero infalibles, hasta que la cavidad torácica quedó al descubierto; en su interior vio los pulmones que habían sucumbido al vampiro, dos masas arrugadas de tejido gris.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No buscó más, sabiendo el aspecto que tendrían el corazón y las venas. Volvió a sentarse ante el escritorio, débil y encorvado, olvidando que aún sostenía el cuchillo en su mano izquierda. Miró hacia la ventana, y le pareció que sus pensamientos se originaban en ese borroso y tenue doctor Winters suspendido en el exterior igual que un fantasma.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">¿En qué mundo vivía? Cierto, no había llegado a saberlo en toda su existencia. ¡Alimentarse de tal forma! Únicamente en eso ya había horror más que suficiente. Pero alimentarse así en su propia tumba. Excluyendo la manera como había logrado no asfixiarse durante el tiempo suficiente para hacer algo, ¿cómo lo había conseguido…? ¿Cómo se podía entender una avidez tan ardiente, que era capaz de atiborrarse incluso hallándose en el mismísimo umbral de su destrucción? El último banquete debía seguir aún en su estómago.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor Winters miró la foto, la cabeza de Allen atrapada entre los cuerpos de los otros dos, igual que un cerdito hambriento buscando el pezón de su madre. Luego miró el cuchillo que tenía en la mano. Su mano parecía haber perdido toda la técnica aprendida. Su único impulso era cortar y hendir, eliminar los restos de esa glotona criatura llamada Joe Allen. Debía hacerlo, o de lo contrario tenía que huir ahora mismo. No había ningún camino intermedio. Siguió inmóvil.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Yo lo examinaré —dijo el fantasma del cristal, y no se movió.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el interior de la bóveda refrigerada se oyó un leve ruido.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No. Había sido alguna variación en el murmullo del generador. Nada podía moverse allí dentro. Y entonces hubo otro ruido, una corta fricción contra la pared interior de la bóveda. Los dos viejos se miraron, meneando la cabeza. El chasquido de un pestillo y la puerta se abrió. Tras la imagen congelada de su propio asombro, el doctor vio una maltrecha silueta que se recortaba en el umbral y alzaba hacia él sus brazos en un gesto de súplica. El doctor se dio la vuelta, aún sentado. Y de la silueta le llegó un gemido sibilante, el fragmento corrompido de una voz humana.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Joe Allen movió su mandíbula, y extendió sus manos purpúreas como si estuviera pidiéndole algo. Como si el habla fuera un gusano que luchara por brotar de su boca; el rostro azul y tumefacto se contorsionó en una mueca, su enorme lengua agitándose inútilmente entre sus labios viscosos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El forense alargó la mano hacia el teléfono, levantó el auricular, y el que a su oído sólo llegara el muerto silencio de la línea no significó nada; le habría sido imposible hablar. La criatura que tenía delante destrozaba con cada uno de sus movimientos el mismísimo marco de la cordura, en cuyo interior hubiera sido posible que las palabras tuvieran un significado, reduciendo el mundo a una extensión desolada de oscuridad y silencio, una ruina iluminada por las estrellas, donde ya, por todas partes, lo extraño y lo inimaginable despertaba para ocupar su nuevo dominio. El cadáver se irguió y alargó una mano como para indicarle que no se moviera; luego se dio la vuelta y fue hacia la mesa del instrumental. Sus piernas parecían pesar como si fueran de plomo, movía los hombros como si estuviera nadando, luchando por abrirse paso a través del espeso medio formado por la gravedad. Llegó a la mesa y se agarró a ella como si se hubiera quedado exhausto. El doctor descubrió que se había puesto en pie, y que su cuerpo estaba levemente agazapado, quieto, como sin peso. El cuchillo sujeto en la mano era la única parte de sí mismo que podía sentir con nitidez, y era como una lengua de fuego, una llama crematoria. El cadáver de Joe Allen metió una mano por entre los instrumentos. Los gruesos dedos, con una extraña y simiesca ineptitud, cogieron un escalpelo. Las dos manos sujetaron el pequeño mango y hundieron la hoja entre sus labios, como un niño sediento haría con una botella de refresco, y la apartaron luego con una sacudida, cortando la lengua. Un fluido turbio se derramó sobre el suelo. La mandíbula se movió rígidamente, y la boca logró emitir palabras en un siseo húmedo y entrecortado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Por favor. Ayúdame. Atrapado en esto. —Una mano muerta golpeó el pecho del cadáver—. Hambre, muriendo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué eres?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Viajero. No de aquí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Un devorador de carne humana. Alguien que bebe sangre humana.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No. No. Sólo escondiéndome. Soy pequeño. Forma horrible para vosotros. Temía muerte.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Trajiste la muerte.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El forense hablaba con la calma del perfecto incrédulo, y su propia persona le resultaba tan increíble como la cosa con la que conversaba. La criatura meneó la cabeza, sus ojos, apagados y saltones, ardiendo ahora con una agonía de expresiones retorcidas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Matado ninguno. Escondido en éste. Escondido en éste no ser matado. Ahora cinco días. Ahogándome en podredumbre. Libérame. Por favor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No. Has venido para alimentarte de nosotros, no te estás ocultando porque tengas miedo. Somos tu alimento, tu carne y tu bebida. Te alimentaste de esos dos hombres dentro de la tumba. Su tumba. Para ti no fue más que un retraso. De hecho, fue algo divertido que te ha permitido poner punto final a la caza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡No! ¡No! Usado hombres ya muertos. Para mí, cinco días, morir de hambre. Incluso menos. Alimentado sólo por necesidad. ¡Horrible necesidad!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El destrozado instrumento vocal del cadáver convirtió la última palabra en un jadeo maltrecho —un sonido inhumano que parecía brotar de un pozo de serpientes; el doctor lo sintió como el frío y veloz movimiento de unas lenguas ofidias dentro de su oídos—, mientras que los muertos brazos se movían en una torpe aproximación al lenguaje corporal usado por quien está jurando decir la verdad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No —dijo el doctor—. Les mataste a todos. Incluyendo a tu… tu herramienta…, este hombre. ¿Qué eres? —En esa pregunta había surgido el pánico, que intentó ocultar respondiendo él mismo sin perder ni un instante—. Eres decidido, sí. Eso es seguro. Usaste la muerte como camino de huida. Quizá no necesites oxígeno.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Extraído más de lo que necesito en los gases de la corrupción. Un componente menor de nuestro metabolismo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La voz se estaba haciendo más clara, logrando improvisar sustitutivos para los distintos matices perdidos en la agónica ruptura de las válvulas y los frenos del lenguaje, arrancando con mayor efectividad vocal y consonante de la lengua y los labios podridos. Al mismo tiempo, la tosquedad de los movimientos del cuerpo no ocultaba del todo una sutil e incesante experimentación. Los dedos se flexionaban y se agitaban, probando la capacidad de los tendones, buscando en la palma de la mano los viejos puntos de agarre y contrapresión que había tenido Las rodillas, con cautelosas repeticiones, ponían a prueba los nuevos límites de la articulación.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué era la esfera?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Mi nave. Su destrucción nuestro primer deber si enfrentados a ser descubiertos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor sintió miedo, igual que una oruga que estuviera trepando por su cuello; cuando la criatura habló, había visto el agudo movimiento espástico de la lengua y una disminución de su masa, como si algún ajuste interno tirara de ella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No oportunidad volver. Dejar esto llevar demasiado tiempo. Ni siquiera tiempo para preparar destrucción…, tener que emitir un cilio, clave química para romper escudo casco. En pozo mi única oportunidad para detener anfitrión.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El brazo derecho experimentó la muñeca, y el escalpelo que la mano seguía sosteniendo hizo saltar chispas blancas del aire, mientras que la palabra «anfitrión» parecía un pequeño gesto de hurgar con el cuchillo, una juguetona forma de hacer a un lado toda ficción —aunque la máscara muerta no mostraba ironía alguna—, algo preliminar al ataque.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el doctor descubrió que el miedo le había abandonado. La imposibilidad con la que estaba conversando y con la que iba a luchar estaba consiguiendo que en él se operase una abrumadora amplificación de la prolongada e impotente rabia que durante toda su vida había sentido hacia la muerte. Descubrió que, ahora, su provinciana piedad hacia la Tierra se extendía hasta la magnitud interestelar sobre la que mandaba este viajero, a todo el basurero cósmico con sus múltiples cadáveres rudamente manejados; ruedas galácticas de carnicería interminable —estrellas, planetas con sus más majestuosas generaciones—, todo basura, huesos rotos y harapos sucios, que se asentaban y volvían a concatenarse en fútiles simetrías grávidas ya por las nuevas multitudes de basura, brevemente animadas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y esto, lo que ahora se encontraba ante él, era la muerte con la que se le había concedido tratar de forma particular; ahora había llegado el momento de entregar su óbolo al Tesoro universal de la muerte; el doctor Winters, un viejo dedicado a sanar, estaba poseído por el ardiente deseo de pagar. Su hoja, más letal que la otra, tiraba de su mano con un afilado apetito particular. Ahora sentía que todo su ser pertenecía nuevamente al Examinador, y conocía con precisión qué cortes haría, veloces y sin error alguno. «Muy pronto», pensó, mientras decidía con frialdad buscar algún dato más antes de la matanza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Por qué debía ser destruida tu nave, aun al precio de la vida de tu anfitrión?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No debemos ser comprendidos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El ganado no debe comprender qué les devora.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Sí, doctor. No todos al mismo tiempo. Pero uno a uno. Usted comprenderá lo que le está devorando. Eso es algo esencial para mi banquete.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor meneó la cabeza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Viajero, ya estás en tu sepultura. Ese cuerpo será tu ataúd. En él serás enterrado por segunda vez y para toda la eternidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La cosa dio un paso más hacia él y abrió la boca. La arrugada garganta se debatió como si se esforzara en hablar, pero lo que surgió de ella era un delgado filamento blanco, más veloz que un látigo. El forense Winters percibió sólo el primer y fugaz instante de su erupción, y luego su cerebro estalló igual que una nova, debilitándose más y más, a la velocidad de la luz, hasta llegar a un vacío blanco.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando el forense volvió en sí, de hecho sólo recobró una parte de su propio ser. Antes de abrir los ojos, ya había descubierto que su mente, nuevamente despierta, volvía a ser dueña tan sólo de una porción extrañamente truncada de su cuerpo. Su cabeza, su cuello, su hombro izquierdo, así como la mano y el brazo, declararon que le pertenecían: el resto era silencio.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando abrió los ojos, se encontró tendido en posición supina sobre la camilla, desnudo. Algo le sostenía la cabeza. Una tira de cuero sujetaba su codo izquierdo a la camilla, una tira que podía sentir. Su pecho también estaba sujeto por una tira, pero era incapaz de notarla. A decir verdad, salvo por la parte activa que aún le quedaba, todo su cuerpo podría estar aprisionado en un bloque de hielo; el entumecimiento y la impotencia le impedían hacer el más ligero movimiento con la más pequeña de sus partes.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La habitación estaba vacía, pero de la puerta abierta de la bóveda le llegaban leves ruidos: el crujir y las suaves fricciones de pesadas lonas cambiadas de sitio, para llevar a cabo cierta labor que exigía chasquidos y un sonido parecido al de los besos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Lágrimas de furia llenaron los ojos del forense. Apretando su único puño, y alzándolo hacia la estrellada máquina de la creación que ahora no podía ver, rechinó los dientes y, con un sollozo ahogado, murmuró:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Quítame esta sucia y pequeña hebra de vida! La aparto alegremente de mí, como el desperdicio que es.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el interior de la bóveda resonó el lento golpeteo de unas botas de suela gruesa, y el forense volvió la cabeza. El cadáver de Joe Allen cruzó el umbral de la bóveda y se le acercó.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se movía con una nueva energía, aunque su paso era grotesco, un avance furtivo y encorvado en el que se notaban los espasmos a que le obligaban los músculos corrompidos, mientras que por encima de ese cuerpo galvanizado, que se esforzaba por moverse, se cernía inanimado el rostro, hinchado y violáceo, la misma imagen de la imperturbabilidad y la distancia. Ese rostro revelaba con terrible nitidez lo que realmente era la cosa: el estropeado guante de una marioneta accionada vigorosa mente desde el interior. Y cuando ese rostro paralizado quedó suspendido sobre el forense, las manos apestosas reposaron leves y solícitas sobre su pecho desnudo, de la misma forma que los amigos se apoyan en la cabecera de los enfermos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La ausencia de toda sensación hizo que ese contacto fuera todavía más horrible de lo esperado. Le demostró que la pesadilla que seguía negando desesperadamente en su corazón se había anexionado a su cuerpo, mientras que él —manteniendo libres el brazo y la cabeza— ya estaba más que medio sumergido en su mortal parálisis. Allí yacía su parte de pesadilla, una masa de nada que podía ser libremente poseída por algo que resultaba imposible expresar en palabras.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Sangre podrida —dijo el cadáver—. Poco alimento. Sólo una hora antes de que vinieras. Alimentado de vecino a mi izquierda…, apenas si tuve fuerzas para extender el sifón. Alimentado del de la derecha mientras trabajabas. Difícil…, tú alerta. Esperaba al doctor Parsons. Energía necesaria para animar esto… —una mano soltó el muslo del doctor y golpeó levemente el mono cubierto de polvo—… y de transferencia al anfitrión, muy alta. Cuando haya conseguido establecer tus sinapsis, me encontraré nuevamente cerca de la muerte por inanición.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Una secuencia de imágenes insoportables se desplegó en la mente del forense, mientras el robot hecho de carroña se apartaba de la camilla e iba hacia la mesa del instrumental; la llegada del sheriff justo después del alba, solo, por supuesto, ya que Craven siempre pensaba en el descanso de sus agentes, y porque en este asunto desearía un poco de intimidad para meditar sobre cualquier indiscreción que el problema pudiera exigir en pro de los familiares supervivientes; cómo encontraría a su viejo amigo, tendido en la camilla y alarmantemente débil; cómo vendría corriendo hacia él y se inclinaría sobre su cuerpo. Luego, un poco después, un coche de la policía con un montón de huesos todavía húmedos se saldría de la carretera en algún punto de la garganta donde la altura fuese considerable.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cadáver tomó una de las cajas para pruebas que había sobre la mesa, y puso el escalpelo en su interior. Luego se dio la vuelta, cogió el cuchillo para las incisiones del suelo y también lo guardó; mientras lo hacía, sin volverse, dijo:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El sheriff vendrá por la mañana. Hablabais como si fuerais íntimos amigos. Probablemente vendrá solo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La coincidencia con sus pensamientos tenía que ser un accidente, pero la pretensión de aterrorizarle e impresionarle estaba muy clara. El tono y el ritmo de esa voz medio recompuesta eran inconfundiblemente deliberados: hábiles sondas que buscaban sólo su angustia, el centro personal de su mente. Vio cómo el cadáver —una vez más ante la mesa— movía en un gesto simiesco pero preciso la mano y cogía las cizallas, las tijeras y los separadores, añadiéndolo todo a la caja. Y siguió mirando, momentáneamente vacío de todo lo que no fuera la voluntad de llegar a conocer finalmente la extensión del horror que se había apropiado de su vida. El cuerpo de Joe Allen llevó la caja hasta la mesa de trabajo que había junto a la camilla, y los ojos carentes de expresión se encontraron con los del forense.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—He apostado. Una apuesta muy grave. Pero ahora he ganado. Ante el riesgo de ser descubiertos nos vemos obligados a desconectarnos, contraernos, ocultarnos tan bien como sea posible en el cuerpo del anfitrión. Suicidio, en efecto. Hice caso omiso de los imperativos de la situación, pese a que la muerte por hambre antes de ser desenterrado y de la autopsia posterior era prácticamente segura. Alcancé a la cuadrilla, hice caer a Pollock y Jackson microsegundos antes de la detonación. Computé cinco días de supervivencia en el escondite, podía desconectarme en el límite de mis fuerzas, pero de otro modo correría el riesgo de la autopsia, sabiendo que el doctor era un alcohólico incompetente. Y ahora veo lo que he ganado. Eres un excelente anfitrión, puedo alimentarme casi con impunidad incluso cuando matar sea demasiado peligroso. Comida segura se te entrega cuando aún está caliente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cadáver, tras muchos esfuerzos, había alineado la camilla junto a la mesa de trabajo, pero lo había hecho de tal modo que la mesa asomaba más allá del final de la camilla, ambas separadas por una distancia un tanto inferior a la que podía cubrir el brazo derecho de Joe Allen. Las muertas manos empezaron a distribuir el instrumental en la parte derecha de la mesa, apartando las tijeras y la caja. El cadáver llevó esos dos objetos al final de la mesa, dejó allí la caja y pasó las tijeras laboriosamente por entre una de las tiras que sostenían su mono. Empezó a hablar de nuevo y, mientras lo hacía, las tijeras se encargaron de ir cortando sus ropas lenta y metódicamente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—La incisión debe ser adecuada tanto en lo médico como en lo forense, aunque una pequeña más fácil. Debo tener cuidado con músculos pectorales, o brazos no me obedecerán. Ya no soy una larva…, más de kilo y medio.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Para aliviar un poco la asfixiante presión de la pesadilla, para oponer algún destello de su propia voluntad a la marea que la había engullido, el forense hizo una pregunta, su propia voz más ronca ahora que la del cadáver.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Por qué sigo teniendo libre el brazo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El último y delicado corte neural requiere un promedio sensorial-motriz, para que mi cerebro encaje perfectamente con el tuyo. Si no existe esa comprobación coordinada ojo-mano, mucho más tosco control motor del anfitrión. Hecho esto, elimino al paralítico, nos desato y somos libres juntos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los ropajes de la tumba habían caído ya en una confusa masa de harapos; ahora el cadáver estaba desnudo, su oscura silueta hinchada por los gases, parecido a alguna lustrosa criatura de los mares, que tuviera por timón el sexo cubierto de venas negras y distendido por los gases. Una vez más, la voz del cadáver había intentado provocarle el miedo, y había pronunciado la última palabra con lentitud, como si la saboreara; y en ese instante, la copa que contenía la angustia del forense se desbordó; el horror y la ofensa sufrida lucharon por su espíritu en una brutal alternancia, como si intentaran arrancarlo de la estructura que lo mantenía cautivo. El forense sacudió la cabeza mientras duraba el combate, su boca empezó a retorcerse con el lento nacimiento de un alarido que dejaría su mente vacía.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cadáver observó todo esto, moviendo una sola vez la cabeza en lo que podría ser un gesto de aprobación. Luego subió a la mesa de trabajo y, con la preocupada cautela de algún convaleciente veterano que se instala nuevamente en su cama, se tendió de espaldas. Los muertos ojos buscaron nuevamente los ojos que aún vivían, y se encontraron con la mirada del forense, que le sonreía con una mueca enloquecida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Astuto cadáver! —exclamó el forense—. ¡Astuto y carnívoro cadáver! ¡Alienígena lleno de recursos! Por favor, no pienses que te estoy criticando. ¿Quién soy yo para hacerte críticas? No soy más que un brazo y un hombro, una mano que habla, sólo el pequeño fragmento de un patólogo. Pero estoy confuso. —Hizo una pausa, paladeando el atento silencio del monstruo, y gozando de la histérica despreocupación que le había liberado de forma tan inesperada—. Vas a utilizar a tu marioneta para que te saque de ella misma y te meta dentro de mí. Pero en cuanto haya dejado libre el asiento desde el que la conduces, ¿no morirá, por así decirlo, y te dejará caer? Podrías recibir un golpe muy desagradable… ¿Por qué no colocar un tablón entre las mesas? El muñeco abre la puerta y entonces tú te escabulles, fluyes, rezumas, saltas o lo que deba ser a través del puente. No se perderá nada, no habrá ningún desperdicio. Y, en cualquier caso, ¿no te parece que éste es un modo bastante extraño y torpe de moverte por entre tu ganado? ¿No deberías llevar al menos tus propios escalpelos cuando viajas? Siempre existe el riesgo de que tropieces con ese anfitrión entre un millón que no lleva encima su escalpelo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sabía que todas sus pullas serían contestadas para aumentar su desesperación. Era presa de una alegría exultante, pero ésta tenía como única fuente la momentánea sorpresa del predador al haber conseguido, sólo por un segundo, ridiculizarle en su feroz seguridad, haciéndole callar, y estropeando la perfección de su banquete.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mano derecha del cadáver cogió el cuchillo que había junto a él, y la izquierda colocó un rollo de gasa bajo el cuello de Allen, levantando la garganta hasta situarla en un ángulo más prominente. La boca del cadáver habló, dirigiéndose al techo:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Mantenemos forma larval hasta entrada en el anfitrión. Como larvas, tenemos estructura para la locomoción y brotes sensoriales utilizables fuera de los amplificadores para los sentidos de nuestras naves. Esperé enroscado alrededor de la pata de la cama de Joe Allen hasta la llegada de la noche, entré en su boca mientras dormía. —La mano de Allen alzó el cuchillo, sosteniéndolo por encima de los ojos que carecían de brillo, haciéndolo girar bajo la luz—. Una vez alojados, tenemos tres estadios hasta la forma adulta —siguió diciendo distraídamente la voz, y el cuchillo podría haber sido un espejo en el que el cadáver descifraba sus rasgos—. Larvalmente sólo poseemos un esbozo de todo nuestro equipo neurológico. Nuestra metamorfosis es provocada y determinada por la estructura endosomática del anfitrión. Yo maduré en tres días. —La muñeca de Allen se flexionó, haciendo bajar la punta del cuchillo—. Las más supremas adaptaciones compradas al precio de las capacidades que no son esenciales. —El codo se apoyó en la mesa y se dobló lentamente, acercando el cuchillo al cuerpo—. Nuestros anfitriones son todos seres conscientes, que dominan sus ecologías, que ya llevan la carga de estructuras con las cuales manejar el ambiente planetario. Miembros, umbrales de los sentidos… —El puño clavó el colmillo de su herramienta bajo el mentón, lo inclinó, y lo hizo bajar en un gesto lleno de fluidez por la garganta, mientras la voz seguía brotando del surco labrado por el acero, aparentemente sin que ello le afectara en lo más mínimo—. Envolturas somáticas, instrumentos… —bajando por el esternón, el diafragma y el abdomen, la hoja de acero inoxidable iba pintando su tira de tejido viscoso, sacándola a la luz—, con el cerebro de un anfitrión heredamos todo eso, el dominio de cualquier planeta, trazado en su nexo cerebral más importante. Por eso nuestros códigos genéticos no son estorbados ahora por tal tipo de arreglos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Con la misma rapidez que el forense usó para dar un respingo, la mano de Joe Allen trazó cuatro cortes laterales a partir del gran eje creado por la herida. Lo que en principio parecía sólo una mera carnicería, dejó dos impecables pedazos de tejido torácico claramente delimitados. La mano izquierda levantó el borde del pedazo izquierdo, y la derecha introdujo el cuchillo en la abertura, ahondándola con pequeños cortes y tajos. La postura era la de un hombre que hurga en un bolsillo de su pecho, con los ojos del cadáver estudiando el lento retroceso de la carne. La voz, cuando siguió hablando, sonaba ahora con mayor premura e intensidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Galácticamente abunda el paradigma de los cordados con nervio/cerebro, y el laberinto neural es nuestro dominio. ¿Tenemos que hacer puentes con tablones para cruzarlos y llegar a nuestro alimento? ¿Son las cucarachas superiores a nosotros porque tienen patas para subir corriendo por los muros y antenas con las que tantear su camino? ¡Todas las extrañas y complejas muletas que se complace en usar la vida! ¡Los zancos, las aletas, los abanicos, las alas, los tallos, las plumas y las colas, todo eso termina a su vez en formas muy variadas: ventosas, ganchos, pinzas, tijeras, tenazas o pequeñas jaulas formadas por dedos! Y, además, todos los trucos que se inventa para abrirse paso luchando a través de sus mundos, todas esas sucesiones de plumas, pelos, penachos, púas, escamas, placas u orificios, cubiertas por equipo perceptivo con el cual arrancar el alimento del ruido o el color al ambiente que la rodea por completo…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dotadas de una calma y una seguridad invencibles, las manos cambiaron de herramienta y de labores. El pedazo derecho de tejido fue apartado, revelando unos cordones de músculo que habían sido ingeniosamente salvados del cuchillo, y que prometían tener un aspecto completamente normal una vez hubieran sido colocados de nuevo en su sitio con suturas. Indefenso, el forense sintió que el delirio de su desafío iba muriendo, y una morbosa fascinación le dejaba nuevamente paralizado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Somos los nódulos y los relés que comparten el conjunto de impulsos nerviosos aferentes del anfitrión justo en sus puntos integradores. Somos los cerebros que examinan estas integraciones de datos, y las suman a nuestros ya existentes bancos de datos sobre el anfitrión y, finalmente, dejamos que sus consecuencias fluyan por los senderos motrices…, ya sea para las consecuencias que ellos buscan espontáneamente, o para las que deseamos injertar en ellos. Además, poseemos un eficiente sistema circulatorio/alimenticio y un aparato reproductor. Y no necesitamos ser nada más que esto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cadáver había abierto ya su ensangrentada chaqueta, y las manos que parecían hechas de fécula tomaron ahora las cizallas. La siniestra tensión que teñía la voz se hizo todavía más acusada, y las frases se deslizaron de la lengua con el balanceo de la cobra que busca su presa, enredando sus líquidos ritmos alrededor del forense, hasta que una brecha en su resistencia les dejara entrar para acabar con el poco valor que aún le quedaba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Pues de esta forma hemos habitado la más densa telaraña cerebral de trescientas razas, y hemos yacido cómodamente en su interior igual que medra la yedra sobre las maderas del emparrado. Hemos atisbado desde la parte posterior de un excesivo número de máscaras, provistas de muchas ventanas, y por ello no podemos lamentar que nuestros sentidos propios sean meros vestigios. Ninguno sabía leer del todo sus mundos. Por eso es mucho mejor nuestro poder de nómadas, nuestra gama de elecciones, antes que el dominio inmutable de un pobre juego de estructuras corporales. Es mucho mejor caer cautelosamente sobre un ser viviente completo, y revestirnos inmediatamente con todos sus miembros y órganos, recuerdos y poderes…, hacerlo tan estrechamente congruente a nuestras voluntades como lo es el guante para la mano que lo colma.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Las cizallas se abrieron paso a través del hueso, mandíbulas estólidas y ensangrentadas que se alimentaban monótonamente, deteniéndose ante la unión del esternón y la clavícula, en el manubrio, allí donde los músculos pectorales tienen una importante sujeción.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ninguna de las conciencias del tipo cordada que hemos descubierto ha resultado impermeable a nuestra habilidad…, no hay modelo dendrítico tan elaborado como para que no podamos leer sus hebras y tejernos de tal forma que encajemos con ellas, trazando con precisión el mapa de cada costura sináptica hasta que seamos capaces de aflojarla, y dar nueva forma a ese ropaje para que nos resulte adecuado. Nos hemos movido ataviados con los cuerpos de autarcas planetarios, venerables maniquíes de la última moda moral, pero siempre cortados con la tela universal: la urdimbre de los veloces filamentos eléctricos de la experiencia, que nosotros podemos hacer pasar fácilmente de nuevo por el telar y la lanzadera de nuestros deseos. Y después de eso, nuevamente cortada, su tela viviente se pliega obediente a nuestros fines, invistiéndonos con un honor y una influencia ilimitados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La engañosa melodía verbal que se prolongaba a través del diestro e incansable autodesmembramiento que el cadáver se imponía a sí mismo —la pura orquestación neuromuscular de la actividad que le estaba siendo descrita—, hizo que el doctor Winters sintiera la absorta fascinación que los grandes artistas del teclado eran capaces de imponerle. Fue capaz de distinguir un atisbo del punto de vista alienígena: un Gulliver esperando en una tumba de Brobdignac, que luego dirigía a un gigante muerto en contra de otro vivo, igual que un enano en una gigantesca estructura mecánica, programando febrilmente el combate en toda una batería de palancas y pedales, y esperaba que los brazos del robot cumplieran sus órdenes con el remoto y titánico impacto sobre los enemigos… y se maravilló, sintiendo que su ser quedaba colmado por una medio horrorizada sorpresa ante la infinita estrategia y plasticidad de la vida. Las manos de Joe Allen se metieron en la cavidad abdominal, que había quedado medio abierta, hundiéndose por debajo del músculo anterior, sin cortar, y descubierto por la delgada incisión de la epidermis, hasta que mediante una presión externa las capas de tejido quedaron lo bastante sueltas como para llegar hasta sus muslos. La voz guardó silencio, mientras los antebrazos delataban una delicada actividad llevada a cabo por los dedos enterrados en el cuerpo. Los hombros se tensaron hacia atrás. A medida que el firme movimiento de éstos hacía emerger las muñecas, las muertas piernas se estremecieron y se agitaron con una imprecisa serie de espasmos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Doctor, dijo que su especie era nuestra comida y alimento. Si fueran solamente eso, una elemental usurpación de sus rasgos motrices nos satisfaría, dándonos un perfecto control sobre el ganado, pues, ¿cuál de las palabras más extrañas o las conductas más sutiles no es sino un agitarse de un conjunto muscular? Esa ridícula habilidad era nuestra hace mucho tiempo. No es simplemente la sangre la que alimenta esta lujuria que ahora yo deseo instalar en su cuerpo, este anhelo por una intimidad que los años no echarán a perder. Mi auténtico festín se encuentra en obligarle a que se alimente de esa forma, y en la completa deformación de su voluntad que ello supondrá. Si la grosera alimentación que supone hubiera sido mi necesidad primordial, entonces mis compañeros de tumba, Pollock y Jackson, podrían haberme dado dos semanas de vida o más. Pero me negué a tan cobarde parsimonia enfrentado a la muerte. Gasté más de la mitad de la energía que su sangre me dio fabricando sustancias químicas con las cuales mantener vivos sus cerebros, y les bañé en un fluido alimenticio oxigenado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Del abismo creado en el cuerpo, las manos manchadas sacaron dos largos haces de filamentos plateados, que se retorcían y brillaban con un millar de enroscamientos y contracciones simultáneas. Las piernas se movieron con débiles y caóticas pulsaciones, que se abrían paso a través de su musculatura, hasta que los brillantes haces vermiculados quedaron reunidos en dos masas esféricas que las manos depositaron cuidosamente dentro de la incisión. Luego, las piernas se quedaron inmóviles, igual que en la muerte.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Sólo podía prescindir de conexiones neurales accesorias, pero teñía acceso a gran cantidad de recuerdos y a todas sus respuestas cognoscitivas, y teniendo en mis bancos todas las conversiones electroquímicas correspondientes a las palabras de su idioma, almacenadas en el órgano de Coti, podía hablarles en un susurro directo a través del octavo nervio craneal. Ése es nuestro auténtico banquete, doctor, las tormentas eléctricas incorpóreas de la impotencia al saber y comprender, provocada cuando hice cosquillas a esos dos pequeños globos óseos. Ayer me vi obligado a dejarles secos, justo antes de que nos desenterraran. Vivieron hasta entonces, y lo entendieron todo…, todo lo que les hice.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando la voz calló, los ojos muertos y los ojos vivos se miraron fijamente. Así permanecieron durante un segundo, y luego el rostro muerto sonrió.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Este despertar de un alma capaz de expresarse en esos rasgos que pertenecían al túmulo funerario, recapituló todo el horror de la primera resurrección de Allen. Y lo que el forense vio despertar era el alma de un demonio: la sonrisa estaba erizada por agudos ganchos de crueldad en las comisuras de los labios, mientras que esos ojos como cuchillos relucían con una lánguida y cariñosa anticipación de su dolor. Desde muy lejos, el doctor Winters oyó el inexpresivo sonido de su voz, preguntando:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y Joe Allen?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Oh, sí, doctor. Ahora está con nosotros, lo ha estado siempre. ¡Lamento abandonar un anfitrión tan difícil de hallar! Es un auténtico ermitaño-filósofo, un hombre que ha leído mucho en cuatro idiomas distintos. Está traduciendo a Marco Aurelio…, quiero decir que estaba traduciendo, en su tiempo libre…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">A esas palabras sucedieron largos minutos de la voz acompañando la autopsia irreal que practicaba sobre su cuerpo, pero el forense guardó silencio, sin moverse, vacío de todo poder de reacción. Aun así, la plena comprensión de su destino reverberaba en su mente, una estancia vacía, en la que, sin embargo, la voz que no era exactamente oída pero que, sin que pudiera saber cómo, había logrado implantarse directamente como en la tortura subterránea que le había descrito hacía unos instantes, mandaba ola tras ola de pensamiento en el que se amplificaba lo indecible.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El parásito había localizado la compleja superficie de contacto existente entre la integración cortical de los datos y la consecuente salida neural que daba forma a la respuesta. Había colocado su cerebro justo en el centro, compartiendo la conciencia mientras mandaba solamente sobre los caminos de la reacción. El anfitrión, la personalidad encerrada en una botella, se encontraba mudo y carecía de miembros con los que expresar la más mínima fracción de su voluntad, mientras que poseía una infernal agilidad e inteligencia al servicio del parásito. Eran las manos del anfitrión las que ataban a su presa y le arrancaban la vida, su cuerpo el que experimentaba los repetidos orgasmos con los que se coronaba el despojo de los cuerpos. Y cuando éstas yacían ante él, atadas, gritando todavía, listas para la consumación, era su fuerza la que les sacaba las entrañas humeantes, y su propia lengua y su garganta las que se hundían en el horrible banquete palpitante.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y el doctor pudo ver algo de la historia que había tras esa actividad predadora, la de una raza que había llegado tan lejos en la esencia e inexorable abstracción de su propia textura mental, que mediante el auto-cultivo genético y la entrega a la ciencia habían logrado encarnar su propio modelo de la conciencia perfecta, diseñándolo y afinándolo para permitir que pudiera entrar en otros seres, y adquirir así directamente todos los mundos de su experiencia. Al principio, todo había sido un asunto de la más estricta erudición, hasta que en los estudiosos carentes de cuerpo maduró ese odio envidioso que había germinado durante largo tiempo y que ahora ardía con ferocidad, el odio hacia todas las mentes «menores» que tenían sus raíces en el suelo de mundos sólidos y específicos, bañándose con su sol. El parásito le habló de la «música cerebral» y las «sinfonías de la paradoja agónica», que eran el botín principal de sus invasiones. El forense percibió la verdad que había tras toda esa grandilocuencia; la cosecha real que sacaban de la violación sistemática de las personalidades era experimentar una estéril supremacía de medios sobre vidas quizá más primitivas, pero mucho más ricas en la intensa y apasionada preocupación con la que toda existencia estaba imbuida para ellos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Las manos de Joe Allen habían tomado ya las dos bolas de nervios alienígenas, con el arrugado nódulo cerebral situado entre ellas, y por algún tiempo había estado esperando a que se produjera la lenta retracción de una última e importante conexión que, al parecer, había estado alojada a lo largo del eje espinal. Por fin, cuando sólo quedaba implantada una delgada subfibra de ésta, el cadáver, sonriendo una vez más, alzó toda la masa para que el doctor contemplara a su futuro amo, otra vez reunido. El forense miró entonces a los ojos del cadáver y habló…, no a quien le controlaba, sino al cautivo que compartía esos ojos con él, y que ahora, bien lo sabía el doctor, se acercaba a su muerte final.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Adiós, Joe Allen. Eddie Sykes… No eres culpable de nada. Que la paz sea al fin contigo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La sonrisa del demonio siguió sin alterarse, y la mano derecha hizo pasar su viscosa carga a través del espacio que separaba la mesa de la camilla, colocándola sobre la ingle del doctor. Winters vio cómo la mano colocaba la reluciente cabeza de medusa, su nuevo yo, sobre la carne de su cuerpo; luego se volvió a la mesa, cogió el escalpelo y se estiró de nuevo para trazar en su ingle una incisión de unos diez centímetros, todo ello en medio de una fantasmagórica ausencia de estímulos táctiles. La fibra, que seguía metida en el cadáver, se liberó repentinamente de la hendidura mediastinal, encogiéndose para cruzar el espacio que la separaba de la camilla, y quedó convertida en un grueso tallo que coronaba el organismo situado sobre el doctor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El cuerpo de Joe Allen se derrumbó al quedar vacío. Ahora volvía a ser un cadáver y nada más, pero en su postura había algo anormal. Su brazo derecho no había quedado en la posición casi vertical que habría resultado natural. En el instante en que el alienígena se desconectó, el hombro se había movido con gran fuerza, impulsando hacia arriba el brazo. Ahora, éste se encontraba orientado igual que el de un hombre intentando llegar al siguiente peldaño de la escalera por la que está subiendo. El más ligero temblor haría que las articulaciones dejaran de sostenerse en ese equilibrio, y el brazo volvería a quedar sujeto a la fuerza gravitatoria; también serviría para hacer que el escalpelo cayera de la mano que ahora lo sostenía en su palma, como ofreciéndolo en esa precaria posición.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un microsegundo antes de su final, aquel hombre había vuelto a ser dueño de sí mismo. El corazón del forense se agitó dentro de su pecho, despertando con un cántico emocionado, pues vio que el escalpelo se encontraba en una posición a la que podían llegar sus dedos si estiraba el antebrazo al máximo a partir de la atadura del codo… El horror se agazapó sobre él, introduciendo lentamente su tallo en la incisión de la ingle; en el primer instante, eso hizo que la mano del doctor se detuviera ante la punzada de terror que sintió. Y luego se recordó a sí mismo que, hasta no ser implantado, el enemigo era una masa carente de sentidos, un cuerpo erizado de conexiones sensoriales con las que recibir datos, pero hasta que no se hubiera instalado en los amplificadores físicos de los ojos y los oídos era una mónada totalmente sorda y ciega que aguardaba en un perfecto solipsismo entre dos envolturas sensoriales cautivas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Vio cómo sus dedos se esforzaban por llegar a la brillante herramienta de la libertad, y con una sonrisa enloquecida pensó en Dios y Adán en el techo de la Capilla Sixtina, y luego, con el preciso control que le daba toda una existencia como cirujano, cogió el escalpelo. El brazo del cadáver cayó y quedó colgando fláccidamente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Duerme —dijo el forense—. Duerme vengado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero descubrió que su ataque se encontraba severamente limitado por los cuidadosos preparativos del alienígena. Su codo había sido atado dejándolo casi en ángulo recto con el eje más largo de su cuerpo; el antebrazo podía hacer que su mano fuera hacia él hasta quedar cerca de su cara, lo cual se adecuaba a las necesidades del parásito, que precisaba un control de coordinación ojo-mano, pero ni siquiera con la longitud suplementaria que le daba el escalpelo podía llevar su punta a menos de diez centímetros de su ingle. Y el parásito seguía introduciendo sin detenerse su conexión sensorial. Dentro de tres o cuatro minutos como máximo usurparía su control motriz, a juzgar por el tiempo que le había costado salir de Allen.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor retorció frenéticamente su muñeca hasta el límite, intentando cortar la tira allí donde ésta tocaba la parte interna de su codo. Resultaba imposible ejercer una presión suficiente, y la presa con que sostenía el escalpelo era tan incómoda que incluso sus más débiles intentonas amenazaban con hacerle perder el instrumento. La raíz del control del alienígena seguía entrando en él. Poseía un arma letal con la que enfrentarse a una indefensa cosa de gelatina y, pese a todo, seguía estando condenado, como un atisbo de la impotencia futura que le correspondería para siempre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero, por supuesto, había un medio. No para sobrevivir. Pero sí para escapar y para cobrarse la venganza. Miró por un momento a la criatura que le había capturado, endureciendo su resolución y su temple con las llamas del odio que encendía en él. Luego decidió rápidamente el orden de sus movimientos y empezó.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Llevó el escalpelo a su cuello y se abrió la vena tiroides superior, su tintero. Colocó el escalpelo junto a su oreja, mojó el dedo en su sangre, y empezó a escribir sobre el metal de la camilla, primero a la altura de su muslo, y después subiendo hacia su axila. Era extraño, pero aunque esos músculos se hallaban despiertos, la incisión de su cuello no le había dolido, lo que le dio esperanzas y le animó a reunir el coraje para lo que aún faltaba por hacer.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando hubo terminado, su mensaje decía esto:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">CUIDADO PARÁSITO</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">DE ALLEN EN MÍ</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">ABRIR TODO HASTA</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">ENCONTRAR</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">1.500 G MASA</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">FIBRA NERVIOSA</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Deseó escribir un adiós a su amigo, pero el alienígena había empezado a enviar filamentos auxiliares más pequeños junto al principal, y ahora todo dependía de la velocidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cogió el escalpelo, volvió la cabeza hacia la izquierda, y hundió profundamente la hoja en su oído.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">¡Milagro! ¡Un último y casual acto compasivo del destino! No había dolor. Algún anestésico altamente especializado estaba actuando durante la entrada del ser. Hundiendo cuidadosamente su hoja, destrozó el oído interno derecho, y luego provocó el silencio en el izquierdo, de forma igualmente concienzuda. Después, cortó las cuerdas vocales y los tendones situados en la parte trasera del cuello, los que le mantenían erguido. Deseó tener la posibilidad de cortar también los tendones de las rodillas y los codos, mas era imposible. Pero cegado, con los centros del equilibrio perdidos, con sólo un tosco control motriz…, todo eso tendría que hacer más difícil la huida del alienígena, si es que en primer lugar tenía que intentar reaccionar a un cadáver sin sangre, en el que todavía no había logrado llevar a cabo una conexión bien ajustada. Antes de apagar sus ojos se detuvo, el escalpelo suspendido encima de su cabeza, y pestañeó para que las lágrimas no enturbiaran su puntería. El derecho, luego el izquierdo, las dos retinas meticulosamente extirpadas, la yema de la visión absolutamente eliminada de los ojos. La última tarea del escalpelo, una vez hubo ladeado la cabeza para que el flujo de sangre cayera en una dirección que hiciera absolutamente imposible borrar el mensaje, fue cortar la arteria carótida externa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Una vez realizado el último gesto, el anciano lanzó un suspiro de alivió y soltó el escalpelo. En el mismo instante en que lo soltaba, notó en su interior el cosquilleo de una energía extraña…, algo que se encendía y crepitaba, que se encendía y que buscaba, pero no lograba encontrar del todo su asidero. Y, dentro de él, mientras el doctor se hundía hacia el sueño, cerebralmente, tal y como debe hablar un hombre sin voz, dirigió al parásito estas palabras, cuidadosamente escogidas:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Bienvenido a tu nueva casa. Me temo que se han producido ciertos actos de vandalismo…, las luces no funcionan, y en las cañerías hay una fuga bastante grave. También hay algunas otras cosas que no andan bien…, el vecindario es quizá demasiado tranquilo, y puede que te resulte un tanto difícil desplazarte. Pero ha sido un hermoso hogar para mí durante cincuenta y siete años y, aunque no sé muy bien por qué, creo que te quedarás en él…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El rostro, vuelto hacia el cuerpo de Joe Allen, parecía llorar lágrimas escarlata, pero su último gesto antes de la muerte fue una sonrisa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; font-size: x-small;"><a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Michael_Shea_(author)" target="_blank">Michael Shea</a></span></div>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-20192892234707711132019-05-02T14:15:00.001-03:002019-05-02T14:15:48.320-03:00QUEMAR GRANEROS - Haruki Murakami<div class="entry-content" style="background: 0px 0px rgb(255, 255, 255); border: 0px; box-sizing: border-box; color: #282828; margin: 0px; outline: 0px; padding: 30px 0px 0px; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La conocí en la boda de un amigo y nos hicimos íntimos. Fue hace tres años. </span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQv5EdzfBpULZJ4M07Otpn7lunlf3Y9L9-OUWwooxBsoSeGGGPdiMk8JbRg-Z2XXS2geXO1QEOJaRpgu3AoODTRvmFecPOwfwEZrQLQGoLnewiG4QH_cCSVQ3Gqe4WGPWNK6k7ZjH041gA/s1600/9aeae6b1e9ed9b411a2419b9b6f60dee--shirakawa-go-japanese-buildings.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="751" data-original-width="474" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQv5EdzfBpULZJ4M07Otpn7lunlf3Y9L9-OUWwooxBsoSeGGGPdiMk8JbRg-Z2XXS2geXO1QEOJaRpgu3AoODTRvmFecPOwfwEZrQLQGoLnewiG4QH_cCSVQ3Gqe4WGPWNK6k7ZjH041gA/s320/9aeae6b1e9ed9b411a2419b9b6f60dee--shirakawa-go-japanese-buildings.jpg" width="201" /></a></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Entre nosotros casi había una generación de diferencia; ella tenía veinte años, yo treinta y uno, aunque en verdad eso no representaba ningún impedimento. Tenía muchas otras preocupaciones en mente en aquel momento y, para ser sincero, no le dediqué un solo minuto de mi tiempo al asunto de la edad. Tampoco significó nada para ella desde el principio. Yo estaba casado y eso tampoco le importó. Cuestiones como la edad, la familia o el dinero que ganaba no parecían importarle lo más mínimo. Era algo innato en ella, como la talla de sus zapatos, el tono de su voz o la forma de sus uñas. Esa clase de cosas que no podían cambiarse por mucho que uno pensara en ellas. Visto así, no le faltaba razón.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se ganaba la vida como modelo publicitaria y así se pagaba las clases de pantomima que impartía no sé qué maestro. No le gustaba su trabajo y a menudo rechazaba lo que le ofrecía la agencia, de ahí que sus ingresos fueran exiguos. Sus carencias financieras las cubría, al parecer, gracias a la buena voluntad de unos cuantos novios. En ese momento no podía saberlo a ciencia cierta, solo eran piezas sueltas de un puzle que fui juntando a lo largo de muchas conversaciones.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">De ningún modo insinúo que se acostase con hombres por dinero. Puede que la realidad no fuera muy distinta, pero eso tampoco representaba un problema para mí. Su encanto residía en algo mucho más simple: tenía un carácter abierto y sencillo que atraía a la gente. Al toparse con esa sencillez, los hombres se sentían arrastrados por ella y trataban de aplicarla a sus complejos sentimientos. No sé cómo explicarlo mejor, pero sucedía algo así. Digamos que vivía sostenida por su sencillez.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Obviamente, algo así no podía durar para siempre. En caso de hacerlo, hasta el propio universo se habría vuelto del revés. Esa virtud solo podía existir en un momento y en un lugar concreto. Era como pelar mandarinas.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Hablaré sobre pelar mandarinas.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La primera vez que la vi me contó que estudiaba pantomima. «¡Vaya!», dije yo a pesar de que en realidad no me sorprendía mucho. Las chicas jóvenes y modernas siempre están enfrascadas en algo y ella no parecía de esas que se concentran en una actividad seria con el objetivo de desarrollar su talento.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ella pelaba mandarinas. Literalmente. Pelaba mandarinas. A su izquierda había un cuenco de cristal lleno de mandarinas y a la derecha otro para dejar las mondas. En realidad, no hacía otra cosa con su vida. Tomaba una mandarina imaginaria con la mano izquierda, la pelaba despacio, se metía los gajos lentamente en la boca y tiraba la piel con la derecha. Repetía sin cesar el mismo movimiento. Al explicarlo así no parece gran cosa, pero al verla haciéndolo, durante veinte o treinta minutos, con mis propios ojos (charlábamos mientras tomábamos algo en la barra de un bar y ella pelaba mandarinas de manera casi inconsciente), sentí como si perdiera la noción de la realidad. En la época del juicio a Eichmann en Israel, se habló de que un castigo proporcional a sus crímenes sería encerrarle en un cuarto y extraer poco a poco el aire del interior. No sé qué sucedió con él al final, pero algo así era lo que me venía a la cabeza cuando estaba con ella.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Tienes mucho talento —le dije.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No se trata de talento ni nada de eso —repuso ella—. No se trata de pensar que allí hay una mandarina, sino de olvidar que no la hay. Eso es todo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Parece uno de esos sofisticados acertijos zen.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Fue entonces cuando me di cuenta de que me gustaba.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">No nos veíamos muy a menudo. Una o dos veces al mes como mucho. La llamaba para invitarla a salir. Comíamos algo y después bebíamos en algún bar. Hablábamos todo el tiempo. Yo la escuchaba a ella y ella me escuchaba a mí. Entre nosotros no había muchas cosas en común, pero no nos importaba. Nos hicimos amigos. Por supuesto, siempre pagaba yo. Alguna vez llamaba ella. Cuando lo hacía solía ser porque tenía hambre y ni un céntimo. En ocasiones así devoraba cantidades increíbles de comida.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando estábamos juntos me relajaba de verdad. Me olvidaba del trabajo, de las cosas que no quería hacer, de problemas insignificantes que era incapaz de resolver o de pensamientos humanos incomprensibles. Era una habilidad suya. No decía nada que tuviera un sentido especial y, en ocasiones, aunque asentía con la cabeza, en realidad apenas la escuchaba. De todos modos, hacerlo me producía una sensación agradable, me distraía, como si observara las nubes en el horizonte.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le conté muchas cosas. Desde asuntos personales a temas generales, le hablé de mis sentimientos y lo hice con toda honestidad. Quizás ella tampoco me prestaba demasiada atención y se limitaba a asentir. Aun en ese caso, no me importaba. Yo buscaba una determinada atmósfera con ella, no esperaba compasión ni entendimiento.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En la primavera de hace dos años, su padre murió de una enfermedad coronaria y heredó una considerable cantidad de dinero. Al menos eso me dijo entonces. Con el dinero quería viajar por el norte de África. ¿Por qué el norte de África? No lo sé, pero por casualidad yo tenía una conocida que trabajaba en la embajada de Argelia y se la presenté. Se decidió por Argelia y, gracias a diversas circunstancias, fui a despedirla al aeropuerto. No llevaba más que un miserable bolso de viaje con algo de ropa de recambio. Cualquiera hubiera dicho que volvía del norte de África en lugar de ir allí.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Regresarás a Japón sana y salva, ¿verdad? —le pregunté medio en broma.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Por supuesto.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Volvió tres meses después. Había perdido tres kilos, estaba muy morena y venía acompañada de un nuevo novio al que había conocido en un restaurante de Argel. No había muchos japoneses en aquel país, por lo que no tardaron en intimar y en hacerse novios. De todos los que le había conocido, era el primer novio oficial.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Tendría alrededor de veinticinco años, era alto, con un aspecto impecable y hablaba con mucha corrección. Quizás un poco inexpresivo, pero se le podía considerar guapo y agradable. Me llamaron la atención sus manos grandes, sus largos dedos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me acuerdo bien de él porque fui a buscarlos al aeropuerto. Me había llegado por sorpresa un telegrama de Beirut con una fecha y un número de vuelo. Comprendí el mensaje. Cuando aterrizó el avión —se retrasó cuatro horas a causa del mal tiempo y me las pasé enteras en una cafetería leyendo revistas—, salieron por la puerta agarrados del brazo. Parecían una simpática pareja de recién casados. Me lo presentó. Nos dimos la mano como movidos por un acto reflejo. Un fuerte apretón de manos habitual en la gente que vive mucho tiempo en el extranjero. Fuimos a comer algo. Ella se moría por comer arroz con tempura y nosotros dos pedimos cerveza.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me explicó que se dedicaba al comercio, pero no concretó nada. No entendí si es que no quería hablar de ello o no quería aburrirme. Lo cierto es que no tenía ningunas ganas de hablar de intercambios comerciales, así que tampoco le molesté con preguntas. Como no teníamos nada de qué hablar, conversamos sobre la seguridad en Beirut y el agua potable en Túnez. Parecía estar bien informado sobre la situación de todo el norte de África e incluso Oriente Próximo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando terminó de comer, ella bostezó y dijo que tenía sueño. Parecía como si se fuera a dormir allí mismo. He olvidado mencionarlo, pero tenía la costumbre de quedarse dormida en cualquier parte. Él se ofreció a llevarnos a todos en taxi, pero preferí ir en tren porque era más rápido. No entendí para qué había ido al aeropuerto.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Me alegro de haberle conocido —dijo él como si se disculpara.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Lo mismo digo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<br /></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Volvimos a encontrarnos en algunas ocasiones más. Si me cruzaba con ella en alguna parte por casualidad, él nunca andaba lejos. Si quedábamos, la llevaba en coche hasta el lugar de la cita. Tenía un deportivo alemán inmaculado, de color gris plateado. Yo apenas entiendo de coches, pero me recordaba a uno de esos que aparecen en las películas en blanco y negro de Fellini. Desde luego, no era el automóvil de un oficinista medio.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Debe de tener un montón de dinero —le comenté a ella en una ocasión.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí —se limitó a contestar con un desinterés total—. Supongo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Tanto se gana con los intercambios comerciales?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Intercambios comerciales?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Me dijo que se dedicaba a eso.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Quizá. No tengo ni idea. Tampoco trabaja tanto. Ve a mucha gente y habla todo el tiempo por teléfono, eso sí.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me lo imaginé como una suerte de Gran Gatsby. Nadie sabe a qué se dedica, pero tiene mucho dinero. Un joven enigmático.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<br /></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Un domingo por la tarde del mes de octubre me llamó. Mi mujer había ido a visitar a un pariente y me encontraba solo desde por la mañana. Era un día agradable y soleado. Me estaba comiendo una manzana mientras contemplaba el alcanforero del jardín. Era la séptima del día. A veces me pasaba eso. Me dominaba una terrible ansiedad por las manzanas. Quizá fuese el presentimiento de algo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Estoy cerca de tu casa. ¿Podemos ir? —me preguntó.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Podemos?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Él y yo —dijo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Desde luego. No hay problema.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—De acuerdo. Llegaremos en media hora.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La llamada se cortó sin más.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Estaba sentado en el sofá. Me levanté para darme una ducha y afeitarme. Me limpié bien los oídos. No sabía si recoger el cuarto de estar o no, pero al final desistí. Mejor no disimular si no tenía tiempo de recoger la casa entera. Había un considerable desorden de libros, revistas, cartas, discos, lápices e incluso un jersey tirado por el medio. A pesar de todo, no daba la impresión de estar sucia. Acababa de terminar un trabajo y no tenía ganas de hacer nada. Me había sentado en el sofá y mientras contemplaba distraído el alcanforero del jardín me comía la séptima manzana de día.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Llegaron pasadas las dos. Oí el ruido de un coche deportivo acercándose a la casa. Salí a la entrada y aquel vehículo plateado que ya conocía se encontraba allí delante. Ella sacó la cabeza por la ventanilla y agitó la mano. Los seguí con la mirada hasta que aparcaron en la parte de atrás del jardín.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Ya estamos aquí —dijo sonriente.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Llevaba una camisa tan fina que casi se le transparentaban los pezones, y una falda corta de color verde oliva. Él vestía una chaqueta <em style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; margin: 0px; outline: 0px; padding: 0px; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">sport</em> azul marino. Daba una impresión muy distinta respecto a la última vez que le había visto debido a una barba descuidada de no menos de dos días. No obstante, su aspecto general era correcto. Tan solo se apreciaba en él una sombra algo más densa de lo normal. Nada más salir del coche se quitó las gafas de sol y se las guardó en el bolsillo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Siento aparecer así de improviso en su día de descanso —se excusó.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No pasa nada. Para mí, casi todos los días son de descanso. Además me aburría de estar solo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Hemos traído algo de comer.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Sacó una bolsa grande de papel blanco del asiento trasero.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Comida?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Poca cosa —aclaro él—, pero es domingo y me pareció adecuado.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Se lo agradezco. No he comido más que manzanas en todo el día.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Entramos en casa y dejamos la comida en la mesa. Había un surtido considerable: sándwiches de rosbif, ensalada, salmón ahumado y helado de arándanos. No estaba mal, la verdad. Ella lo sirvió todo en platos y yo saqué una botella de vino blanco de la nevera. Parecía una fiesta.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Vamos a comer. Me muero de hambre.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Estaba muerta de hambre, como de costumbre.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Comimos los sándwiches, la ensalada y picamos salmón ahumado. Cuando se terminó el vino, saqué unas cervezas. En la nevera siempre había cerveza. Un amigo tiene una empresa pequeña y me proporciona vales de descuento.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Por mucho que bebiera, la expresión de la cara de él no cambiaba. Yo también aguanto bien la cerveza. Ella bebió a su vez y, en menos de una hora, había una considerable cantidad de latas vacías encima de la mesa. Era una visión sorprendente. Se levantó de la mesa, eligió unos cuantos discos de la estantería y puso uno en el reproductor. <em style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; margin: 0px; outline: 0px; padding: 0px; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">Airegin</em>, de Miles Davis, fue su primera elección.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Un Garrard de cambio automático —dijo él—. Qué cosa tan poco habitual en estos tiempos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le expliqué que era un maniático de los reproductores automáticos y que encontrar un Garrard en buen estado había significado todo un triunfo. Escuchaba mis explicaciones sin dejar de asentir con la cabeza.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando se acabó el tema de la filia por los reproductores musicales, se calló unos instantes.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Tengo hierba —dijo—. ¿Quiere fumar?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Vacilé. La única razón era que había dejado el tabaco tan solo un mes antes y aún me encontraba en un momento delicado. No sabía qué efecto podía tener en mí la marihuana. Al final me decidí. De una bolsa de papel sacó una hierba negra envuelta a su vez en papel de aluminio. Fue colocándola sobre el papel de fumar, lo enrolló y chupó uno de los bordes para sellarlo. Lo encendió con un mechero, inhaló varias veces, confirmó que tiraba y me lo pasó. Era maría de primera. Durante un rato no dijimos nada. Nos limitábamos a pasarnos el canuto después de unas cuantas caladas. Miles Davis dio paso a una recopilación de valses de Johann Strauss. Una combinación extraña, pero no estaba mal.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">A ella el porro le dio sueño. Había dormido poco, se había bebido tres cervezas y encima había fumado marihuana. La acompañé arriba y la ayudé a meterse en la cama. Me pidió una camiseta. Se desvistió y se quedó en ropa interior. Se puso la camiseta y se tumbó. Cuando quise preguntarle si tenía frío, su respiración ya era lenta y pesada. Sacudí la cabeza y bajé.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Su novio estaba en el salón liando el segundo porro. Iba fuerte, pensé. Yo hubiera preferido acostarme con ella y quedarme dormido a su lado, pero no podía hacerlo. Fumamos. Los valses no terminaban. No sé por qué, pero me acordé de una función de teatro en la que participé en el colegio. Mi papel era el del dueño de una tienda de guantes que atendía a un zorrito que quería comprarse unos, pero el dinero no le alcanzaba.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">«Con eso no te llega», le decía yo en mi papel de malo. «Pero mi mamá tiene mucho frío», protestaba él, «y se le agrietan las manos.» «No puede ser», insistía yo. «Ahorra y vuelve cuando lo tengas.» Entonces…</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—A veces quemo graneros —dijo él.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cómo? —le pregunté, debía de haber oído mal.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—A veces quemo graneros —repitió.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le miré.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Acariciaba el dibujo del mechero con la yema del dedo. Dio una profunda calada que debió de inundar el fondo de sus pulmones, contuvo la respiración diez segundos y expulsó el humo poco a poco, como si fuera un ectoplasma.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El humo no dejó de salir de su boca hasta que inundó la atmósfera de la habitación.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Buena calidad, ¿verdad?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Asentí.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—La he traído de India. Elegí esta en concreto por su calidad. Cuando fumo, por alguna razón me acuerdo de muchas cosas, de luces, de olores, cosas así. Es como si la calidad de la memoria… —se calló de repente, como si se esforzase por encontrar la palabra adecuada mientras chascaba los dedos— cambiase por completo. ¿No le parece?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Eso creo —dije.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Eso era. Me acordaba del rumor que escuchaba desde el escenario del teatro del colegio, del olor de las acuarelas de los decorados.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Qué es eso de los graneros?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me miró a los ojos. Como siempre, su gesto era inexpresivo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Puedo contárselo?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Por supuesto.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Es sencillo. Los rocío con gasolina y les pego fuego con una cerilla. Se oye una explosión y así se acaba todo. No tardan ni quince minutos en derrumbarse por completo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Y…? —Me quedé mudo al no encontrar tampoco las palabras adecuadas—. ¿Por qué graneros?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Tan raro le parece?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No sé. Tú quemas graneros y yo no. Hay una evidente diferencia entre nosotros. En lugar de averiguar si es raro o no, me interesa más esa distinción. Además, tú has sacado el tema.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Tiene razón —admitió—. Es verdad. Por cierto, ¿no tendrá algún disco de Ravi Shankar?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se quedó un rato distraído. Su conciencia parecía retorcerse como el caucho, aunque tal vez la que se retorcía era la mía.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Quemo un granero más o menos cada dos meses —dijo antes de chascar los dedos de nuevo—. Me parece el ritmo más adecuado. Para mí, claro está.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Asentí vagamente. ¿Ritmo?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Solo por saberlo, ¿son tuyos los graneros que quemas? —le pregunté.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El tipo me miró con gesto de no entender.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Por qué iba a pegarle fuego a mi propio granero? ¿Qué le hace pensar que tengo tantos graneros?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Eso quiere decir que quemas los de otra gente.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Eso es. Son los graneros de otras personas. Es un delito. Un delito como el que cometemos usted y yo en este momento al fumar marihuana.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me apoyé en el reposabrazos de la silla y me quedé callado.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Es decir, le pego fuego a un granero propiedad de otra persona. Naturalmente, elijo solo los que están en lugares apartados donde no pueden provocar grandes incendios. No es eso lo que quiero. Solo quiero quemar graneros. Nada más.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Asentí y apagué la colilla.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Si te detienen, te enfrentarás a un verdadero problema. Son incendios intencionados. Un solo error e irás a la cárcel.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No van a meter a nadie en la cárcel —dijo él como si nada—. Rocío gasolina, tiro una cerilla y huyo a toda prisa. Después lo observo a cierta distancia con unos prismáticos. No me van a detener porque se trata del incendio de un granero de mala muerte. La policía ni se molesta.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Quizá tenía razón. Además, un joven bien vestido con un coche de importación no podía levantar demasiadas sospechas. A nadie se le podía ocurrir que se dedicase a quemar graneros.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Lo sabe ella? —dije señalando hacia las escaleras.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No sabe nada. Jamás se lo he dicho a nadie excepto a usted. Esa es la verdad. No es algo de lo que pueda hablar con cualquiera.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Y por qué a mí?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Estiró los dedos de la mano izquierda y se rascó la mejilla. La barba hizo un ruido seco, como el de un bicho al desplazarse por un papel fino.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Usted se dedica a escribir novelas. Pensé que quizá le interesaría un comportamiento como el mío. Un escritor disfruta de una historia antes de juzgarla. Si disfrutar no le parece la palabra adecuada, diré mejor que la recibe tal cual. Por eso se lo he contado. Tenía ganas de hacerlo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Asentí, aunque no sabía realmente qué significaba recibir una historia tal cual.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Puede que no sea la mejor forma de expresarlo —dijo mientras abría la mano y volvía a cerrarla sin dejar de contemplarla—, pero el mundo está lleno de graneros y siento que es como si esperasen a que los queme. Graneros solitarios cerca de la costa, en pleno campo… Los hay de todo tipo. Se queman en un cuarto de hora y desaparecen como si nunca hubieran existido. Nadie lo lamenta. Simplemente desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Entonces, tú sí decides si son necesarios o no, ¿no es así?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Yo no decido nada. Están esperando a que los queme. Yo solo cumplo con mi obligación, la acepto. ¿Lo entiende? Acepto lo que hay, como la lluvia. Llueve, se desbordan los ríos, el agua arrastra las cosas. ¿Le parece que la lluvia decide algo? Me explico: ¿me convierte eso en un inmoral? Yo creo en mi propia moral. Es una fuerza esencial para la existencia humana. No existiríamos sin moral. No dudaría de ella si no estuviera equilibrada por la simultaneidad.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Simultaneidad?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Eso es. Estoy aquí y estoy allí. Estoy en Tokio y al mismo tiempo estoy en Túnez. Soy quien acusa y también quien perdona. Algo así. Me refiero a ese tipo de equilibrio. Sin él no podríamos vivir. Es el eje de todas las cosas. Si lo perdemos nos despedazamos, literalmente, pero gracias a él puedo existir simultáneamente.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Lo que quieres decir, si lo entiendo bien, es que quemas graneros para afirmar esa moral tuya, ¿no?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No exactamente. Es un acto para mantenerla, pero lo mejor es que nos olvidemos de eso. No se trata de algo esencial. Lo que quiero decir es que el mundo está plagado de ese tipo de construcciones. Yo tengo el mío y usted tiene el suyo. Es verdad. He viajado casi por todo el mundo, he vivido casi de todo, he estado a punto de morir muchas veces. No se lo digo porque esté orgulloso de ello, pero, en fin, dejémoslo. En general soy un tipo callado, pero la marihuana me desata la lengua.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Nos quedamos callados un buen rato, sin movernos, como si quisiéramos enfriar algún tipo de acaloramiento. No sabía qué decir. Me sentía el viajero de un tren que observa aparecer y desaparecer un extraño paisaje al otro lado de la ventanilla. Estaba tan relajado que no comprendía cómo conectaban entre sí las distintas partes que formaban mi cuerpo, a pesar de que mi conciencia se mantenía bien despierta. El tiempo marcaba minutos polirrítmicos imposibles.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Quieres tomar una cerveza? —le pregunté al cabo de un rato.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, muchas gracias.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Fui a la cocina y volví con cuatro latas de cerveza y un poco de Camembert.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cuándo quemaste un granero por última vez?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Pues… —se quedó pensativo con la lata de cerveza vacía en la mano—. En verano, a finales de agosto.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Y cuándo quemarás el próximo?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No lo sé. No lo planifico ni lo señalo en el calendario. Lo hago cuando me parece bien.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Pero cuando te dan ganas, no sueles tener por casualidad un granero cerca que te resulte conveniente, ¿verdad?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Por supuesto que no. Por eso lo elijo con antelación.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—O sea, que es como si los tuvieras en depósito.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Eso es.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Puedo hacerte otra pregunta?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Claro.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Ya tienes decidido cuál será el próximo?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Frunció el ceño e inhaló aire con un ruido.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, ya está decidido.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Di un sorbo a la cerveza.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Es un granero estupendo, como no encontraba otro desde hace mucho tiempo. A decir verdad, hoy he venido hasta aquí para investigar.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Quieres decir que está cerca de aquí?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Muy cerca.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Llegados a ese punto, dejamos el tema de los graneros.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ella se despertó. Eran las cinco. Volvió a disculparse por lo inesperado de la visita. A pesar de la cantidad de cerveza que había ingerido, él estaba sobrio. Sacó el coche del jardín trasero.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Estaré atento a los graneros —le dije antes de despedirnos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—De acuerdo. Recuerde que está muy cerca.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Qué es eso de los graneros? —preguntó ella.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Cosas de hombres —dijo él.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¡Uf!</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Desaparecieron los dos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Volví al salón y me tumbé en el sofá. La mesa estaba en completo desorden. Alcancé la trenca colgada en el perchero, me la eché por encima hasta taparme la cabeza y me quedé profundamente dormido.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando me desperté, la habitación estaba a oscuras. Habían dado las siete. Era una oscuridad azulada impregnada de olor a tabaco y marihuana, una oscuridad desigual, extraña. Sin levantarme del sofá, traté de recordar cómo continuaba la función del colegio que me había venido a la memoria, pero había perdido el hilo. ¿Había conseguido el zorrillo finalmente los guantes?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me levanté. Abrí la ventana para ventilar la habitación y me preparé un café.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<br /></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al día siguiente fui a una librería y compré un mapa de la zona. Era un mapa a escala 1:20.000 en el que aparecían hasta las calles más pequeñas. Anduve con el mapa en la mano y marqué con una X todos los lugares donde había graneros. Los tres días siguientes caminé en todas direcciones en un radio de cuatro kilómetros. Mi casa estaba en las afueras y en la zona aún quedaban muchas casas de campo viejas. Había un considerable número de graneros. Dieciséis en total.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Su siguiente objetivo debía de ser uno de ellos y, por lo que me había dicho, suponía que no estaría muy lejos de mi casa.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Examiné con atención uno a uno el estado de todos ellos. Excluí los que se encontraban demasiado cerca de viviendas, los invernaderos, los que guardaban maquinaria agrícola o los que tenían algún cartel de advertencia de productos químicos como pesticidas. No imaginaba que quisiera destruir maquinaria agrícola o provocar una catástrofe química.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al final quedaron cinco. Cinco graneros candidatos a desaparecer devorados por las llamas o, visto de otro modo, cinco graneros que podían arder sin mayores consecuencias. Construcciones que arderían en apenas quince minutos y cuya desaparición nadie lamentaría. No podía decidir, en cambio, cuál de todos ellos elegiría. Ahí jugaba un elemento de subjetividad. Me moría de ganas por descubrir cuál sería.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Extendí el mapa, borré las X descartadas y dejé solo las cinco candidatas más sólidas. Cogí un cartabón, un transportador de ángulos y un compás. Salí de casa para trazar desde allí la ruta más rápida que pasaba por todos ellos. La operación resultó difícil. Todos las alternativas eran sinuosas, había colinas, arroyos. La distancia más corta resultó de 7,2 kilómetros. La calculé varias veces para reducir al máximo el margen de error.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">A las seis de la mañana del día siguiente, me puse la ropa de deporte y las zapatillas para hacer la ruta corriendo. Tenía la costumbre de correr todos los días seis kilómetros, por lo que aumentar uno no me suponía demasiado esfuerzo. El paisaje era interesante, y aunque había dos pasos a nivel, la frecuencia de trenes era más bien escasa.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Salí de casa y di varias vueltas en el campo de deportes de una universidad cercana. Después atravesé una calle sin asfaltar de unos tres kilómetros de longitud. A mitad de camino estaba el primero de los graneros, seguido de una arboleda en ligera pendiente. Más allá, otro granero y una cuadra. Si los caballos llegaban a ver el fuego, se alborotarían mucho, pero poco más. No había verdadero peligro. El tercer y cuarto granero se parecían como dos hermanos gemelos, viejos, feos y sucios. Apenas había doscientos metros de distancia entre ambos. Si se había decidido por uno de esos, casi me parecía mejor quemar los dos juntos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El último se encontraba junto a uno de los pasos a nivel, en el punto kilométrico seis de mi ruta. Estaba completamente abandonado. En la fachada que daba a la vía había un cartel de Pepsi-Cola. Esa construcción, ni siquiera sé si debería llamarla así, amenazaba ruina. Era cierto que parecía esperar a que alguien le pegara fuego, como decía él.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me detuve delante. Respiré hondo un par de veces, crucé el paso a nivel y volví a casa. El recorrido me llevaba 31 minutos y 30 segundos. Me duché y desayuné. Me tumbé en el sofá y, después de escuchar un disco, me puse a trabajar.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Durante un mes seguido hice la misma ruta todas las mañanas, pero no ardía ningún granero. Llegué incluso a pensar que lo que quería en realidad era que lo quemase yo. Quizá me había metido esa idea en la cabeza para que se hinchara poco a poco como la rueda de una bicicleta. En lugar de esperar, a lo mejor sería más rápido encender una cerilla y pegarle fuego yo mismo. No eran más que viejos graneros.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Pero al pensarlo dos veces, me di cuenta de que hubiera sido llevar las cosas demasiado lejos. No me dedicaba a quemar graneros. Por mucho que esa idea se hubiese apoderado de mí, no era un pirómano. Lo era él, no yo. Tal vez había cambiado de idea o tal vez estaba ocupado y no encontraba el momento de hacerlo. Fuera como fuera, tampoco tenía noticias de ella.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Llegó diciembre. El otoño tocó a su fin y el aire de la mañana empezó a calar en la piel. Los graneros seguían en pie. La escarcha cubría los tejados y los pájaros de invierno aleteaban en el interior de la arboleda congelada. El mundo seguía su curso sin apenas cambios.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<br /></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La siguiente vez que le vi fue a mediados de diciembre del año pasado, poco antes de Navidad, cuando, fuera uno a donde fuera, no se oían más que las canciones típicas de la época. Había ido al centro para comprar unos regalos y mientras caminaba por Nogizaka vi su coche. Un deportivo gris plateado. No había duda. Matrícula de Shinagawa y junto al faro izquierdo un pequeño arañazo. Estaba en el aparcamiento de una cafetería, pero, a decir verdad, ya no refulgía como la última vez. Se veía mate. Quizá fuera solo una impresión mía, porque tengo tendencia a modificar los recuerdos a conveniencia. Entré en la cafetería sin pensármelo dos veces.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Estaba a oscuras y en ella reinaba un fuerte olor a café. No se oían voces, solo una música barroca no demasiado alta. Lo reconocí de inmediato. Se hallaba sentado junto a la ventana frente a una taza de café con leche. Hacía tanto calor allí dentro que se me empañaron las gafas. Sin embargo, él no se había quitado su abrigo negro de cachemir. Ni siquiera la bufanda.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Vacilé antes de hablarle. No mencioné que había visto su coche aparcado fuera. Fingí que había entrado por pura casualidad.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Puedo sentarme? —le pregunté.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Por supuesto, se lo ruego —respondió él con su habitual cortesía.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Hablamos de generalidades sin que la charla llegara a fluir del todo. En realidad no teníamos nada en común y él parecía distraído, con la cabeza en otra parte. En cualquier caso, no parecía molestarle mi presencia. Me contó algo sobre un puerto de Túnez, sobre los langostinos que se conseguían allí. No hablaba por obligación. Los langostinos parecían interesarle de verdad, pero la conversación se quedó a medias, como si a una fina corriente de agua se la hubiera tragado la arena del desierto.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Levantó la mano para llamar al camarero y pidió otro café con leche.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Por cierto, ¿qué paso con el granero? —me atreví a preguntarle.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Sonrió apenas con un gesto de la comisura de los labios.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¡Vaya, aún se acuerda de eso!</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Sacó un pañuelo del bolsillo, se limpió la boca y lo guardó de nuevo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Lo quemé como le dije.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cerca de mi casa?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, muy cerca.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Cuándo?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Unos diez días después de nuestra visita.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Le hablé de mi mapa, de mi recorrido diario por los graneros.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Me extraña que se me pasara por alto.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Un plan minucioso —dijo él con aire divertido—. Minucioso y muy teórico, pero debió de pasársele algo por alto. Son cosas que ocurren. A veces algo se escapa cuando está demasiado cerca.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No lo entiendo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se ajustó el nudo de la corbata y miró la hora.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Demasiado cerca —repitió—. Lo siento, debo marcharme. ¿Por qué no hablamos de eso la próxima vez? Tengo una cita y no me gusta llegar tarde.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">No había razón para retenerle. Se levantó y se guardó el tabaco y el mechero en el bolsillo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Por cierto, ¿ha vuelto a verla desde entonces? —me preguntó.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No, ¿y tú?</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No. No hay forma de contactar con ella. No la encuentro en su casa, no responde al teléfono y hace tiempo que no va a clase.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Se habrá marchado a alguna parte. Una de sus ocurrencias, ya sabes. Ya lo ha hecho varias veces.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">De pie, con ambas manos metidas en los bolsillos, miró fijamente la mesa.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿Se va por ahí durante un mes y medio sin un céntimo? Tampoco es tan espabilada a la hora de ganarse la vida.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Chascó los dedos un par de veces dentro del bolsillo.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—La conozco bien. No tiene dinero ni amigos a los que se les pueda llamar verdaderamente así. Su agenda está repleta de nombres, pero todo es pura apariencia. No puede contar con nadie. Solo confiaba en usted y no lo digo por cortesía. Creo de verdad que siempre ha sido alguien especial para ella. Incluso yo estaba celoso, y se lo dice alguien que nunca había tenido celos.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Suspiró ligeramente y volvió a mirar la hora.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Tengo que irme. Nos veremos en otra ocasión —se despidió.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Asentí con la cabeza sin saber qué decir. Siempre me ocurría delante de él. Las palabras se resistían a salir.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Después de nuestro encuentro la llamé varias veces, pero le habían cortado el teléfono por falta de pago. Me preocupé. Fui a su apartamento. La puerta estaba cerrada a cal y canto y el buzón desbordante de publicidad. No encontré al conserje y no tuve forma de confirmar si aún vivía allí. Arranqué una hoja de mi agenda para dejarle una nota en la que le pedía por favor que me llamara. La firmé y la metí en el buzón. No me llamó.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La siguiente vez que fui allí, en su puerta estaba escrito el nombre de otra persona. Llamé, pero nadie respondió. Como en la ocasión anterior, tampoco encontré al conserje.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Me resigné. De eso hace ya casi un año.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Desapareció.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<br /></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Aún corro todas las mañanas por el camino de los cinco graneros y ninguno ha sido pasto de las llamas. Tampoco tengo noticia del incendio de ninguno en otro lugar. Llegó otra vez el mes de diciembre y los pájaros de invierno sobrevolaron mi cabeza. Así fui cumpliendo años.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; outline: 0px; padding: 0px 0px 1em; text-align: justify; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En la oscuridad de la noche, a veces pienso en graneros que se derrumban al incendiarse.</span></div>
<div style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; font-family: Arimo, Helvetica, Arial, Lucida, sans-serif; font-size: 16px; outline: 0px; padding: 0px; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">
© <a href="https://lecturia.org/tag/haruki-murakami/" style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; color: #a9a389; margin: 0px; outline: 0px; padding: 0px; text-decoration-line: none; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">Haruki Murakami</a>: Naya wo yaku (Quemar graneros), 1983. Publicado en <em style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; margin: 0px; outline: 0px; padding: 0px; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">Hotaru, naya o yaku, sonota no tanpen</em><em style="background: 0px 0px; border: 0px; box-sizing: border-box; margin: 0px; outline: 0px; padding: 0px; text-size-adjust: 100%; vertical-align: baseline;">,</em> 1984. Traducción de Fernando Cordobés González – Yoko Ogihara.</div>
</div>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-41413130448512805362019-04-09T14:29:00.000-03:002019-04-09T14:29:03.516-03:00LUZ ESTELAR. LUZ ESTELAR - Isaac Asimov<br />
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaxyZIZRHZBfb0MoaWK6WFU43Ff6PcpggPTvQj1uW7BRHuuDBNDl-rPELi5Z4eB_ekTqFqvyAlJXkIcVPLOuHfiGQDakyy49l4fcwSBUPytIhxu8mcxcu71Pn2nVpt2ZaKJDRHqyIoOY-E/s1600/Captura.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="630" data-original-width="1200" height="168" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaxyZIZRHZBfb0MoaWK6WFU43Ff6PcpggPTvQj1uW7BRHuuDBNDl-rPELi5Z4eB_ekTqFqvyAlJXkIcVPLOuHfiGQDakyy49l4fcwSBUPytIhxu8mcxcu71Pn2nVpt2ZaKJDRHqyIoOY-E/s320/Captura.JPG" width="320" /></a></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Arthur Trent oyó claramente las palabras que escupía el receptor.</span><br />
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Trent! No puedes escapar.
Interceptaremos tu órbita en un par de horas. Si intentas resistir,
te haremos pedazos.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Trent sonrió y guardó silencio. No
tenía armas ni necesidad de luchar. En menos de un par de horas la
nave daría el salto al hiperespacio y jamás lo hallarían. Se
llevaría un kilogramo de krilio, suficiente para construir sendas
cerebrales de miles de robots, por un valor de diez millones de
créditos en cualquier mundo de la galaxia, y sin preguntas.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El viejo Brennmeyer lo había
planeado todo. Lo había estado planeando durante más de treinta
años. Era el trabajo de toda su vida.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es la huida, jovencito —le había
dicho—. Por eso te necesito. Tú puedes pilotar una nave y llevarla
al espacio. Yo no.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Llevarla al espacio no servirá de
nada, señor Brennmeyer. Nos capturarán en medio día.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No nos capturarán si damos el
salto. No nos capturarán si cruzamos el hiperespacio y aparecemos a
varios años luz de distancia.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Nos llevaría medio día planear
el salto, y aunque lo hiciéramos a tiempo la policía alertaría a
todos los sistemas estelares.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No, Trent, no. —El viejo le
cogió la mano con trémula excitación—. No a todos los sistemas
estelares, sólo a los que están en las inmediaciones. La galaxia es
vasta y los colonos de los últimos cincuenta mil años han perdido
contacto entre si.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Describió la situación en un tono
de voz ansioso. La galaxia era ya como la superficie del planeta
original —la Tierra, lo llamaban en los tiempos prehistóricos—.
El ser humano se había esparcido por todos los continentes, pero
cada uno de los grupos sólo conocía la zona vecina.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Si efectuamos el salto al azar —le
explicó Brennmeyer— estaremos en cualquier parte, incluso a
cincuenta mil años luz, y encontrarnos les será tan fácil como
hallar un guijarro en una aglomeración de meteoritos.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Trent sacudió la cabeza.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Pero no sabremos dónde estamos.
No tendremos modo de llegar a un planeta habitado.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Brennmeyer miró receloso a su
alrededor. No tenía nadie cerca, pero bajó la voz:</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Me he pasado treinta años
recopilando datos sobre todos los planetas habitables de la galaxia.
He investigado todos los documentos antiguos. He viajado miles de
años luz, más lejos que cualquier piloto espacial. Y el paradero de
cada planeta habitable está ahora en la memoria del mejor ordenador
del mundo.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Trent enarcó las cejas. El viejo
prosiguió—: Diseño ordenadores y tengo los mejores. También he
localizado el paradero de todas las estrellas luminosas de la
galaxia, todas las estrellas de clase espectral F, B, A y O, y los he
almacenado en la memoria. Después del salto, el ordenador escudriña
los cielos espectroscópicamente y compara los resultados con su mapa
de la galaxia. Cuando encuentra la concordancia apropiada, y tarde o
temprano ha de encontrarla, la nave queda localizada en el espacio y,
luego, es guiada automáticamente, mediante un segundo salto, a las
cercanías del planeta habitado más próximo.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Parece complicado.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No puede fallar. He trabajado en
ello muchos años y no puede fallar. Me quedarán diez años para ser
millonario. Pero tú eres joven. Tú serás millonario durante mucho
más tiempo.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Cuando se salta al azar, se puede
terminar dentro de una estrella.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ni una probabilidad en cien
billones, Trent. También podríamos aparecer tan lejos de cualquier
estrella luminosa que el ordenador no encuentre nada que concuerde
con su programa. Podríamos saltar a sólo un año luz y descubrir
que la policía aún nos sigue el rastro. Las probabilidades son aún
menores. Si quieres preocuparte, preocúpate por la posibilidad de
morir de un ataque cardiaco en el momento del despegue. Las
probabilidades son mucho más altas.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Podría sufrir un ataque cardiaco.
Es más viejo.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El anciano se encogió de hombros.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Yo no cuento. El ordenador lo hará
todo automáticamente.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Trent asintió con la cabeza y
recordó ese detalle. Una medianoche, cuando la nave estaba preparada
y Brennmeyer llegó con el krilio en un maletín —no tuvo
dificultades en conseguirlo, pues era hombre de confianza—, Trent
tomó el maletín con una mano al tiempo que movía la otra con
rapidez y certeza.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un cuchillo seguía siendo lo mejor,
tan rápido como un despolarizador molecular, igual de mortífero y
mucho más silencioso. Dejó el cuchillo clavado en el cuerpo, con
sus huellas dactilares. ¿Qué importaba? No iban a aprehenderlo.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Una vez en las honduras del espacio,
perseguido por las naves patrulla, sintió la tensión que siempre
precedía a un salto. Ningún fisiólogo podía explicarla, pero todo
piloto veterano conocía esa sensación.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Por un instante de no espacio y no
tiempo se producía un desgarrón, mientras la nave y el piloto se
convertían en no materia y no energía y, luego, se ensamblaban
inmediatamente en otra parte de la galaxia.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Trent sonrió. Seguía con vida. No
había ninguna estrella demasiado cerca y había millares a
suficiente distancia. El cielo parecía un hervidero de estrellas y
su configuración era tan distinta que supo que el salto lo había
llevado lejos. Algúnas de esas estrellas tenían que ser de clase
espectral F o mejores aún. El ordenador contaría con muchas
probabilidades para utilizar su memoria. No tardaría mucho.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se reclinó confortablemente y
observó el movimiento de la rutilante luz estelar mientras la nave
giraba despacio. Divisó una estrella muy brillante. No parecía
estar a más de dos años luz, y su experiencia como piloto le decía
que era una estrella caliente y propicia. El ordenador la usaría
como base para estudiar la configuración del entorno. No tardará
mucho, pensó Trent una vez más.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero tardaba. Transcurrieron minutos,
una hora. Y el ordenador continuaba con sus chasquidos y sus
parpadeos. Trent frunció el ceño. ¿Por qué no hallaba la
configuración? Tenía que estar allí. Brennmeyer le había mostrado
sus largos años de trabajo. No podía haber excluido una estrella ni
haberla registrado en un lugar erróneo.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Por supuesto que las estrellas
nacían, morían y se desplazaban en el curso de su existencia, pero
esos cambios eran lentos, muy lentos. Las configuraciones que
Brennmeyer había registrado no podían cambiar en un millón de
años.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Trent sintió un pánico repentino.
¡No! No era posible. Las probabilidades era aun más bajas que las
de saltar al interior de una estrella.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Aguardó a que la estrella brillante
apareciera de nuevo y, con manos temblorosas, la enfocó con el
telescopio. Puso todo el aumento posible y, alrededor de la brillante
mota de luz, apareció la bruma delatora de gases turbulentos en
fuga.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">¡Era una nova!</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La estrella había pasado de una
turbia oscuridad a una luminosidad fulgurante, quizá sólo un mes
atrás. Antes pertenecía a una clase espectral tan baja que el
ordenador la había ignorado, aunque seguramente merecía tenérsela
en cuenta. Pero la nova que existía en el espacio no existía en la
memoria del ordenador porque Brennmeyer no la había registrado. No
existía cuando Brennmeyer reunía sus datos. Al menos, no existía
como estrella brillante y luminosa.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡No la tengas en cuenta! —gritó
Trent—. ¡Ignórala!</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero le gritaba a una máquina
automática que compararía el patrón centrado en la nova con el
patrón galáctico sin encontrarla, y quizá continuaría comparando
mientras durase la energía. El aire se agotaría mucho antes. La
vida de Trent se agotaría mucho antes.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Trent se hundió en el asiento,
contempló aquella burlona luz estelar e inició la larga y agónica
espera de la muerte.</span></div>
<div class="western" lang="es-ES" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Si al menos se hubiera guardado el
cuchillo...</span></div>
<br />Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-47215177688850570652019-04-05T09:50:00.000-03:002019-04-05T18:54:08.231-03:00LA SOSPECHA - Mario Alberto Gonzalez Resquin<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgngFMIJuzr72He_98LjhQMPIRQ3kKUdmaLZUNDolsHjWacaFThGZa9mnzhnXXlUOUgtVF1ndGZkDciZc7lc5JU7dT4cJWP5tJ0wCgqE37RX-_OZ9vL1eoLatM_N7AN3tbNG3-_Sbjoz96w/s1600/hojas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="239" data-original-width="578" height="129" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgngFMIJuzr72He_98LjhQMPIRQ3kKUdmaLZUNDolsHjWacaFThGZa9mnzhnXXlUOUgtVF1ndGZkDciZc7lc5JU7dT4cJWP5tJ0wCgqE37RX-_OZ9vL1eoLatM_N7AN3tbNG3-_Sbjoz96w/s320/hojas.jpg" width="320" /></a><span style="background-color: white;"><span style="color: #1d2129; font-family: "verdana" , sans-serif;">Él salía a caminar todas las mañanas. Bueno, no todas, pero casi. No tenía ningún afán en particular. Solo era una rutina. Bueno, un acto rutinario tiene un objetivo, la repetición conspicua de un acto. Además, parecía hacerle bien. La distracción al caminar, el no saber hasta donde se puede llegar caminando, el observar los rostros émulos de la desidia como de la desesperación, la angustia, cada tanto uno inocente, feliz. Las hojas que simulaban la pelotita de plástico, esa que se hacia con el jugo de naranjas que venia en una bochita de plástico con un pico, que, valga decirlo, era intomable. Desde ya, el objetivo de los fabricantes era proveer a los chicos de un símil pelota de fútbol, en un tamaño reducido, ya que el juego hasta se podía compartir, incluso desecharlo, para llenarlo de hojas de cuaderno, o de carpeta, y ahí si, convertirse en la estrella de futbol del momento, en cada recreo del colegio. Eso imaginaba, cuando el pateaba las hojas al caminar. Incluso le pegaba a alguna de que justo iba cayéndose recién de algún árbol insolente, que en ese preciso momento le arrojaba la hoja como buscando molestar su interacción, su paso. Pero también estaba su mirada. Observar era parte de lo lúdico de caminar. A veces eran caras, no siempre abyectas. A veces la gente reía, a veces también discutía, lloraba. También, claro, había odio, frustración, resentimiento. La angustia quizá era un descripción solemne para las diferentes expresiones con las que podía encontrase en la caminata. Solía, según la época del año, cruzarse con personas en bicicleta, otros caminando, corriendo también. Personas paseando perros, con collar, sin collar. Y muchos comercios, bueno no tantos últimamente, y según la dirección del camino. Las calles céntricas eran mucho más pobladas, de todo, personas, perros, comercios, y también los que jugaban al fútbol, pero con su mentón, o con sus genitales. Los hay quienes con pasión menos futbolera, se patean hasta un incisivo, imagínense los genitales. La situación era endeble, patearse los genitales el mentón (como por un chicle en los zapatos o un desodorante desagradable) era quizá el deporte de moda, aunque no siempre se veía en concreto a las personas hacerlo, pero uno podía imaginar que en algún momento lo irían hacer. La postura cabizbaja del “pateador” hacia preveer que era inevitable.</span></span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "verdana" , sans-serif;"> </span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white;"><span style="color: #1d2129;">Había músicas variadas. La música de los calzados, deportivos, de trabajo, en oficina, en una obra en construcción. La de los vehículos, con sampleado machacante de una percusión interminable, con un acento caribeño que poco tenia que ver con todo ese paisaje. Pero era algo del momento. Los transportes, el tren a lo lejos, o no tanto, que el viento parecía a veces acercar más, a veces menos. Los “bondis” lleno de gente, que murmuraban mas que el motor de ese desvencijado vehículo. La música de lo insultos, tanto para los que usan vehículos, como para los párvulos caminantes. Aunque tuvieras la mejor de las intenciones posibles, o vengas de un by pass cardíaco, el “apúrate pelotudo, la concha de tu madre” era casi el estribillo predilecto, en una esquina, a mitad de cuadra, o a 80 Km. por hora sobre la sombra de su cuerpo. Todo ese ambiente, atravesaba el camino. Y todo se repetía casi siempre, como en Moebius.</span></span></span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white;"><span style="color: #1d2129;"><br /></span></span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129;"></span></span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">Pero no siempre parecía ser algo tan asequible, ni saludable. A veces era algo insólito, mal visto, pretencioso, irresponsable. No se podía caminar. Para que? Ninguna condición iba a mejorar caminando, no era necesario. Todo seguiría como siempre, incluso él. Estaba impedido de hacer algo que le diera algún tipo de satisfacción. Su placer, el que él sentía al reconocer esos diverso paisajes, sonoros, naturales, menos naturales, mas urbanos, no solía ser bien visto. Comenzó a tener la sospecha que su ambición, la de un mero observador de otros paisajes, además de aferrarse a una condición física, y mental, un tanto mejor de lo que justamente observaba, era contradictoria con estar bien realmente. Siempre tuvo esa inquietud, de que era realmente lo que era “realmente”. Como todo juego que involucra dos términos, realmente, parecía ser la conjunción de dos que podían ser contradictorios, pero también no serlo. Real y mente. Que es real? Que era la mente? Lo real produce la mente? La mente produce lo real?</span></span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;"><br /></span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"></span></span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">Lo concreto era, que comenzó a tener la sospecha que todo esto, parecía afectarle a alguien, que poco conocía estos placeres, sonoros, visuales, o tan solo, el del ejercicio de poner cada día un pie delante de otro, tal vez sin un marcado sentido, de lo realmente concebido como sentido.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"></span></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">La sospecha comenzó a carcomerlo. Se sentía inquieto, se pasaba horas pensando sobre ello. Incluso de que cosa era realmente que podía irrumpir tanto en la vida de alguien, en la cual, todo esto fuera un inconveniente, un mal que no podía llevarse a cabo.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"><div style="text-align: justify;">
Desde ya que la sospecha, no lo condujo a ningún lugar en particular. Mucho menos a reconocer en alguien, el basamento de esa sospecha. Sin embargo, no dejaba de abrumarlo. No dejó de sospechar que alguien se regodeaba con su hábito convirtiéndolo en un acto réprobo, innoble, soterrado de irresponsabilidad, de descuido, de olvido, de……. tantas cosas. No entendía como él, lentamente se convertía en la sospecha misma. Cada célula de su cuerpo iba siendo sospecha de algo. Su vida fue siendo tan trémula, que lentamente la sospecha que turbaba su andar, su viaje, su paseo, se convirtió en algo difícil de realizar.<br />
<br /></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"><div style="text-align: justify;">
Hoy lo vi. corriendo para alcanzar la otra vereda, como si fuera a estar entrenando para salto en largo para los próximos JJ.OO. Parecía abrumado. Creo ya sabía a donde lo había llevado la sospecha. Después alcancé a ver que caminó mas tranquilo, en su andar al menos, no se si él se sentía así. Lo dudo. Mientras, se perdía dando vuelta la esquina. Yo tenía que salir apurado para el camino opuesto, pateándome el mentón, los genitales, masticando el chicle del piso.</div>
</span></span>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-37666775954300301102019-04-01T16:03:00.000-03:002019-04-01T16:27:56.164-03:00¿SUEÑAN LAS HEROINAS CON MUJERES QUE ARRASTRAN CAJAS? Begoña Pérez Ruiz<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTX2JYdXljmCldzB66_2Of9XIuM-FjPXIPsYVOdQNbbMYNM0Vb5Xm2m7hlJdlgc4nsbm4lYwiPBB_6kmTZqO-pkGnKmxqRsokNSJkew_AUi2FMELTlFgjLXl92N3EDlwrm98wxQWxve-rX/s1600/girl-1208307_960_720.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="960" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTX2JYdXljmCldzB66_2Of9XIuM-FjPXIPsYVOdQNbbMYNM0Vb5Xm2m7hlJdlgc4nsbm4lYwiPBB_6kmTZqO-pkGnKmxqRsokNSJkew_AUi2FMELTlFgjLXl92N3EDlwrm98wxQWxve-rX/s320/girl-1208307_960_720.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Reguló el sensor de su muñequera sobre la marcha, sin dejar de correr ansiosa tras su objetivo. Acababa de abatir a cuatro miembros del F.A.L.O, aunque no se atrevía a asegurar si aquellas bajas habían sido más producto de la suerte que de su pericia sobrada como tiradora. Al fin y al cabo los había encontrado reunidos comiendo en mitad de aquel campamento secreto en medio del bosque, todos ellos relajados y sin poder pensar que estaban a punto de ser cazados. La sorpresa había jugado a su favor, aunque era innegable que su subfusil láser había ejecutado a aquellos tipos con una precisión y rapidez absoluta.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> Pero uno de los componentes de aquella célula terrorista había salido de entre unos arbustos en plena refriega y se había vuelto a escabullir, sin que ella pudiera abatirle en ese momento. Así que, tras reponerse de aquel segundo de conmoción, ella le siguió a la carrera a través de aquel bosque que se le presentaba como un escenario desconocido y, presumiblemente, repleto de trampas. No se sentía cómoda, pero la adrenalina de su cuerpo le servía para dejar que esa sensación quedara en una parte muy escondida de su cerebro y no le hiciera perder el ritmo.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> Por ello se le hacía tan necesario regular el flujo de información del sensor de su muñequera. Bajó el visor de su casco y se dispuso a recibir todos los datos. Se encontraba en una situación peligrosa, aunque eso no suponía algo que no hubiera afrontado ya, lo que se esperaba de ella. Le hubiera sido fácil pedir apoyo aéreo y dejar que los deslizadores robóticos terminaran la misión sin más. Pero entonces ella no sería nombrada como la <em style="box-sizing: border-box; line-height: inherit; margin: 0px; padding: 0px;">Heroína del Invierno</em>. Un apodo que se había ganado cuando, tiempo atrás, se había hecho pasar por insurgente y se había introducido así en un importante grupo de rebeldes. Y todo para rescatar a cinco jóvenes y traerlas de regreso a Ciudad Señorial.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Todo eso había ocurrido hacía apenas dos años, en un invierno que atacó con frío extremo y de manera virulenta a la parte sur de la capital. Nadie se atrevió a culpar a la Gobernadora por la falta de suministro eléctrico en aquella zona. Nadie levantó una voz indicando que en los centros gubernamentales y en las residencias de las Principales existieran sistemas de calor que evitaban aquella penurias. Ni siquiera cuando una facción del F.A.L.O aprovechó los cortes de energía y raptó subrepticiamente a las cinco muchachas de las clases más altas.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Como solía ocurrir con sus técnicas de guerrillas, su rastro se perdió en los pasadizos subterráneos exteriores, aquellos que aún existían como recuerdo de las últimas Guerras de la Desolación. Nadie podía saber en qué parte del bosque se encontraban, y a nadie, ni siquiera a las fuerzas especiales, le apetecía o le parecía buena idea tratar de encontrarlos en pleno frío invernal. Pero Miranda Lima aceptó el reto de internarse en el bosque haciéndose pasar por renegada para encontrar al grupo de raptores insurrectos.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Entonces apenas era una cadete policial recién licenciada de la academia O.M.S, pero tenía suficiente valor para desafiar las bajas temperaturas de aquel momento e internarse en lo más profundo de las zonas boscosas, alejadas de cualquier reducto de la civilización y plagadas de grupúsculos diversos y opuestos de rebeldes, todos enemigos del gobierno de la Gobernadora. Por no mencionar a los mutantes que se alzaban más como monstruos espantosos que como enemigos del sistema.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Miranda Lima soportó todas las inclemencias y dificultades de adentrarse sola en la zona boscosa más inexplorada, sin apoyo logístico alguno, sin armas y sin uniforme blindado de ningún tipo. Tenía que parecer una paria, una desertora de Ciudad Señorial.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando regresó con las cinco jóvenes recién rescatadas, fue recibida como si fuera la protagonista de una gesta temeraria. Así se encargaron de ensalzarla las altas autoridades, aunque poco se filtró de la historia real de dicha aventura.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Aún no había comenzado la primavera a su vuelta a la civilización, así que Miranda Lima recibió el calificativo de la <em style="box-sizing: border-box; line-height: inherit; margin: 0px; padding: 0px;">Heroína del Invierno</em>, junto con un montón de condecoraciones diversas y uno de los lujos más preciados, un aire acondicionado con bomba de calor. Algo que, dadas las situaciones climáticas cada vez más extremas había pasado de ser una comodidad a un verdadero reconocimiento.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ahora su pecho le pesaba, pero no por la carga de medalla alguna, sino por la agobiante trabazón de la nueva armadura blindada que soportaba aquel día. Odiaba estrenar nuevo equipo policial, más cuando le tocaba afrontar una misión como esa, en la que al final tenía que andar corriendo en pleno entorno hostil. Pero no podía negar que aquel traje avanzado tenía sus ventajas ofensivas y menos cuando la pulsera le notificó que su objetivo enemigo estaba encima de ella.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El aviso le llegó apenas unos segundos antes de una ráfaga de disparos que esquivó en el último momento, aunque su nueva armadura podía protegerla de ese tipo de munición anticuada. Tras sortear el ataque, llegó la respuesta de Miranda. Ella no erró en el disparo y su objetivo cayó contra el suelo, desde la copa del árbol donde se ocultaba, como si se tratara de un simple fardo y no de un ser humano.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando acudió para verificar que aquel estaba muerto, comprobó que su última captura era una mujer joven. Aquello no le resultaba inesperado, pero sí infrecuente de encontrar entre los grupos del F.A.L.O. Y aunque no suponía su primera experiencia de ese tipo, no dejaba de desconcertarla y cargarla con un sentimiento extraño de culpa, como si de alguna manera hubiera estado en su mano evitar la muerte de esas mujeres que se obstinaban en abandonar la protección de la Ciudad y convertirse en rebeldes a la causa de la Gobernadora. Intentar entenderlas se le antojaba siempre como algo peligroso y su mente prefería sufrir como si no entendiera un complicado rompecabezas del que ella misma formaba parte.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Miranda Lima fue recogida por una unidad aérea en cuanto comprobó que la zona estaba limpia. Ella misma se encargó de llamar al transporte aéreo. Estaba agotada, algo habitual últimamente, un estado que parecía no querer abandonarla, le gustaba engañarse pensando que solo suponía una condición física pasajera, pero era consciente, en su fuero interno, que aquello no tenía nada de transitorio. Hubiera deseado pedir ser llevada directamente a su apartamento para descansar sin más, pero tenía que obedecer las ordenanzas e ir a reportar a su superiora.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Otra gran misión de la <em style="box-sizing: border-box; line-height: inherit; margin: 0px; padding: 0px;">Heroína del Invierno—</em> comentó su superiora, Ditrina Mila en cuanto Miranda le relató cómo había ido todo con su última batida contra el F.A.L.O.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Miranda sonrió tratando de que su poca convicción no se notara y suplicando en su cerebro porque aquello no se alargara.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sin duda la Gobernadora volverá a tenerte en cuenta para la entrega de medallas especiales de este trimestre.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No creo que merezca una nueva condecoración, la misión de hoy era bastante rutinaria…</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ditrina le dedicó una mirada mezcla de reprobación y recelo que alertó a Miranda. No debía nunca cuestionar las posibles distinciones de las que era protagonista, porque así se lo había dejado claro hacía tiempo la Gobernadora. Ella siempre sería una heroína para la Ciudad, no podía dejar de serlo, y su deber sería honrar ese papel. Que Miranda se sintiera extenuada con su papel no era algo admisible, ni debía preocupar a nadie. Miranda había perdido su derecho a ser una persona libre e individual, porque se manifestaba como demasiado importante para el gobierno de la Ciudad, no podía disfrutar de una existencia más vulgar e ignorada. Cada ciudadana debía cumplir con su deber, más o menos sencillo, de otra forma la Ciudad se desmoronaría.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—En realidad quería decir que quizá otra compañera merezca esa condecoración más que yo misma.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La corrección de Miranda evaporó al momento la sombra de fastidio de los ojos de su superiora. Todo se calmó para alivio de Miranda, que solicitó al instante poder retirarse a descansar.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Sí, será mejor que des tu turno por finalizado hoy. Vete a tu casa, mañana puedes reportar el informe final en la computadora matriz.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Miranda llegó a su pequeño apartamento totalmente extenuada, ni se preocupó en prepararse algo para comer, no sentía apetito. Se duchó para quitarse el sudor del uniforme de batalla y se marchó a dormir con la esperanza de soñar con ella, con aquella mujer que tanto le atraía y con la vida ordinaria y tranquila que tenía.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<br /></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Esa mujer soñada, Lola Muse, no era nadie especial en su mundo, ella misma se lo decía cada mañana ante el espejo. Ni su ocupación, ni sus aficiones, nada se salía de lo normal, de lo más ordinario. Ni siquiera su físico la convertía en singular, sino que la marcaba como una mujer más, con escaso atractivo. De haber estado al lado de Miranda Lima incluso hubiera sido calificada de fea, comparativamente. Y desde luego su cuerpo rollizo estaba muy alejado del fibroso y atlético de Miranda. Pero ella y Miranda vivían en dos realidades diferentes y distantes, dos mundos alejados en el espectro del espacio y del tiempo. Así que se hacía imposible que ambas fueran comparadas a la vez, la una en frente de la otra. Solo compartían sus sueños.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Miranda soñaba con Lola Muse y esta última lo hacía con la <em style="box-sizing: border-box; line-height: inherit; margin: 0px; padding: 0px;">Heroína del Invierno</em>. Separadas por sus existencias, no compartían ni físico, ni profesión similar.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Lola trabajaba como una sencilla dependienta en un establecimiento de comida rápida.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">A sabiendas de lo poco llamativa que era, había trabajado su saludo habitual, aquel con el que atendía a los clientes que se agolpaban a diario en el mostrador para pedir hamburguesas. Lola les sonreía con una opulencia que estaba fuera de lugar en un sitio tan anodino como aquel, donde ni siquiera primaba la calidad de la comida, sino la rapidez del servicio. Pero Lola se empeñaba en que la consideraran una persona y no una simple apuntadora de comandas. Aunque su esmero en saludar y en dar un trato simpático nunca era apreciado por nadie. Y menos aún por su propia jefa.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Lola, deja que Claudio se ocupe de atender a los clientes y ve al almacén a colocar las cajas que hemos recibido esta mañana.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Lola nunca se quejaba a la hora de mover y colocar cajas, aunque solía ser su trabajo habitual y terminaba siempre con la espalda cargada y las piernas agarrotadas. Puro cansancio físico. Se había acostumbrado a ello, como se había habituado a sufrir calambres cada noche por aquellas sobrecargas musculares. Incluso cuando llegaba el verano y no podía disfrutar del frescor que emitía el aire acondicionado en el interior del local, alejado del almacén y de sus cajas.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Su amiga Susan siempre le recomendaba que tomara al menos un plátano al día para evitar los calambres en las piernas. Claro que su amiga Susan era la misma que le aconsejaba que mandara a su despótica jefa a la mierda y se marchara de aquel apestoso trabajo. Aunque Susan se lo podía recomendar dada la tranquilidad de su propia existencia. Ella era una joven extremadamente atractiva, algo que le había ayudado en su curriculum a la hora de conseguir un buen trabajo como administrativa. Mientras, Lola tenía que conformarse con un trabajo horrible y confiar en que la crisis económica terminara y sus conocimientos académicos de filóloga fueran apreciados por alguien.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Lola odiaba su trabajo, en realidad eso suponía lo único que la unía con la lejana Miranda Lima. Ambas detestaban sus ocupaciones, ambas ansiaban, sin saberlo, la vida de la otra, intercambiar sus papeles. Dos almas conectadas y desdichadas en su desemejanza.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando Lola terminaba de trabajar, no solía tener compromisos sociales que atender, sin casi amigos que esperaran su presencia y sin muchas ganas de tratar de sentirse esperada por su parte. La soledad de su vida más allá del trabajo no la asfixiaba, no si podía escaparse en sus sueños y viajar a mundos distantes.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Lo habitual era que se refugiara en su piso, aquel que compartía con su madre y una gata, ambas viejas, obesas y apáticas. Allí, en su habitación, acostumbraba a encerrarse a leer y a disfrutar evadiéndose, transportándose a lugares lejanos e inexistentes a través de las páginas de sus libros. Solía leer de todo tipo de literatura, aunque su favorita era la de Ciencia Ficción.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Y luego, cuando finalmente se iba a dormir, lo que más ansiaba era poder soñar con Miranda Lima, su adoraba e intrépida heroína. Esa que no temía a nada, ni a nadie. La Miranda Lima que, aunque Lola no lo supiera, se temía y odiaba a sí misma y ansiaba ser una simple vendedora de hamburguesas y cargadora de cajas. Una Lola Muse.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<br /></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Acabo de revisar los sistemas de aerotermia por si sufren algún fallo, pero todo está correcto. Todos los aparatos de ventilación y soporte vital marchan a la perfección y era lo último que teníamos por comprobar. No hay fallo alguno en las temperaturas de las vainas. Estaba seguro de ello, pero los humanos no son como nosotros, ellos no pueden mantenerse bien aquí sin el sistema de aerotermia, y si la temperatura que este regula falla sus organismos sufren o incluso pueden estropearse. Debía de comprobar esa última opción para explicar qué está pasando, pero, como te digo, no hay problema alguno en nuestros aparatos de atmósfera estimulada. Así que no puedo entenderlo, ni siquiera procesarlo por más datos que me des de ambas individuas. Las cápsulas de sueño inducido permanente están en perfecto estado operativo.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Kar7 ajustó su visión biónica al máximo fijándose en cada detalle de los mostrados por el computador. Su compañera de turno, una ginoide recién llegada que respondía al nombre de Avar14, le miró como si su naturaleza fuera capaz de sentir una sincera curiosidad. Ella tampoco acababa de comprender la extraña relación entre las vainas de sueño X458 y la B207, las humanas que las ocupaban nada tenían en común. Pero en ese momento su fría lógica tampoco le permitía comprender que su androide compañero, Kar7, se esforzara en regular sus ojos robóticos como si fuera posible que el error estuviera en ellos y no en las mujeres durmientes.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Los datos son los que son, carece de sentido que puedas pensar que la computadora muestra mal o desvirtúa los sueños de ambas individuas. Y tiene menor sentido aún que puedas pensar que algo incorrecto en nosotros hace que interpretemos mal lo que se ve a simple vista.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Kart7 dibujó en su frío rostro un gesto de molestia al procesar las palabras de su compañera.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No dudo de nuestro perfecto funcionamiento, ni del de el ordenador central. Pero esta atípica conexión de sueños me es incomprensible. Y desde luego no quiero que nuestros amos yamiths crean que no estamos haciendo bien aquello para lo que se nos programó. Los durmientes eternos de las cápsulas criogénicas no deberían compartir así sus sueños, estos son sólo compartidos y recogidos por el ordenador central, no es admisible ni verosímil un contacto entre individuos desparejos sin previa programación establecida.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Recogemos los sueños de todos los sujetos de esta célula de durmientes como ellos quieren. No hemos dejado de hacerlo en ningún momento. Cumplimos con nuestra misión. Dos sujetas humanas durmientes andan soñando la una con la otra. Pero yo no entiendo porqué eso debería ser un error en nuestra labor.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Esta debe ser la primera célula de durmientes a la que te asignan, sin duda. De lo contrario notarías en tus procesadores la misma presión que yo tengo. Me reitero al decirte que nunca había visto una conexión de sueños entre dos ocupantes de vainas desvinculadas, sin relación alguna familiar, de amistad, ni siquiera geográfica o temporal. Esas dos mujeres humanas me desconciertan, tan distintas y tan unidas entre sí.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—¿No son los humanos esa raza animal que presume de poseer alma? Quizá su extraño nexo proceda de ese órgano—. Kart7 la dedicó una mueca burlona, tanto como le era posible a su semblante metálico.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—No seas ilógica. El alma no existe. Es pura mitología, incluso los humanos actuales han desechado un concepto tan pueril y disparatado.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Y aún así, los humanos siguen siendo una de las razas más extrañas de este universo— replicó Avar14 con un tono duro, tratando de fingirse molesta, pese a su naturaleza robótica y artificial—. Muchos de sus comportamientos son chocantes si aplicamos la lógica. Quizá estas durmientes solo sean un caso más de singularidad humana.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Las pupilas anaranjadas de Kar7 se iluminaron al momento tras escuchar las últimas palabras de su compañera.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Quizá la singularidad de esas dos durmientes y sus sueños compartidos sea lo que los yamiths anden buscando con esta célula de criaturas tan diversas adormecidas y congeladas.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Puede ser. Al fin y al cabo desconocemos el propósito del experimento de los durmientes, el porqué del registro de sus sueños y el mantenerlos eternamente inconscientes—. Kart7 la miró como si acabara de decir algo irracional, impropio de su naturaleza robótica.</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">—Los yamiths son los amos y señores no sólo nuestros, sino de todo el espacio-tiempo, ¿crees racional que compartan sus propósitos y pensamientos con siervos como nosotros?</span></div>
<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; direction: ltr; line-height: 1.6; margin-bottom: 2em; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 70px;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Avar14 no contestó nada, el sentido de la prudencia que tenía programado así se lo dictó. Pero algo en su interior, que no obedecía a programación alguna, le hizo pensar en Miranda Lima, la vaina X458 y Lola Muse, la B207, en cómo ambas estaban unidas en sus sueños, desesperación y anhelos más íntimos. Y meditó también en cómo le gustaba el sonido de la palabra <em style="box-sizing: border-box; line-height: inherit; margin: 0px; padding: 0px;">alma</em> y todo el peculiar concepto que esta englobaba. Y, sólo por un microsegundo, su cerebro artificial ambicionó poder soñar.</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: x-small;">fuente: <a href="http://www.ficcioncientifica.com/relatos/view/suenan-las-heroinas-con-mujeres-que-arrastran-cajas" target="_blank">Ficción Científica</a> </span><br />
<br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: x-small;">Begoña Pérez Ruiz: <a href="https://l.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Felpoderdeunnombre.blogspot.com.es%2F" target="_blank">blog</a> <a href="https://www.facebook.com/pg/Azul-el-poder-de-un-nombre-1556846101236842/about/?ref=page_internal" target="_blank">facebook</a> </span></div>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-33044955449856343242019-03-28T10:58:00.001-03:002019-03-28T10:58:29.962-03:00EL ZOPILOTE - Franz Kafka<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuKjGjc4r6eouqpvO_jJyhlGKIdZISEiLi05H81apgCIR5GV6dy7BndAPcDoTD3MhZh5AtrZHIINiGCpNYXIr9qQWA9Twv7sMiDWEWdZqHuZreAuFtW4taDzH5QVr-3dzA4F5loRjVFLXZ/s1600/55501504_2135779809842026_7109015342759804928_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; outline-width: 0px !important; user-select: auto !important;"><img border="0" data-original-height="359" data-original-width="565" height="203" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuKjGjc4r6eouqpvO_jJyhlGKIdZISEiLi05H81apgCIR5GV6dy7BndAPcDoTD3MhZh5AtrZHIINiGCpNYXIr9qQWA9Twv7sMiDWEWdZqHuZreAuFtW4taDzH5QVr-3dzA4F5loRjVFLXZ/s320/55501504_2135779809842026_7109015342759804928_n.jpg" width="320" /></a><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un zopilote estaba mordisqueándome los pies. Ya había despedazado mis botas y calcetas, y ahora ya estaba mordiendo mis propios pies. Una y otra vez les daba un mordisco, luego me rondaba varias veces, sin cesar, para después volver a continuar con su trabajo. Un caballero, de repente, pasó, echó un vistazo, y luego me preguntó por qué sufría al zopilote.</span></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><div style="text-align: justify;">
"Estoy perdido", le dije. Cuando vino y comenzó a atacarme, yo por supuesto traté de hacer que se fuera, hasta traté de estrangularlo, pero estos animales son muy fuertes... estuvo a punto de echarse a mi cara, mas preferí sacrificar mis pies. Ahora están casi deshechos". "¡Véte tú a saber, dejándote torturar de esta manera!", me dijo el caballero. "Un tiro, y te echas al zopilote." "¿En serio?", dije. "¿Y usted me haría el favor?" "Con gusto," dijo el caballero, " sólo tengo que ir a casa e ir por mi pistola. ¿Se podría usted esperar otra media hora?" "Quién sabe", le dije, y me estuve por un momento, tieso de dolor. Entonces le dije: "Sin embargo, vaya a ver si puede... por favor". "Muy bien", dijo el caballero, "trataré de hacerlo lo más pronto que pueda". Durante la conversación, el zopilote había estado tranquilamente escuchando, girando su ojo lentamente entre mí y el caballero. Ahora me había dado cuenta que había estado entendiéndolo todo; alzó ala, se hizo hacia atrás, para agarrar vuelo, y luego, como un jabalinista, lanzó su pico por mi boca, muy dentro de mí. Cayendo hacia atrás, me alivió el sentirle ahogarse irretrocediblemente en mi sangre, la cual estaba llenando cada uno de mis huecos, inundando cada una de mis costas.</div>
</span>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-39943068299285313562019-02-07T13:26:00.001-03:002019-02-07T13:46:29.408-03:00CORRE, CORRE, CORRE - Silvia Alejandra Fernandez<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihZKa-rjcvBx6eb3XiAWfTDGsO76wldCEYjhVny2D3-pUKsU6AobMKtfcsNVAcEeDx71gEnt4rvNxYFD59efb2ZSAtMe68y3FfYt6iD_gRdaYnIuWRYhFv7RUEkJWjezvbzrTPKWn_mbgU/s1600/Captura.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="472" data-original-width="649" height="232" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihZKa-rjcvBx6eb3XiAWfTDGsO76wldCEYjhVny2D3-pUKsU6AobMKtfcsNVAcEeDx71gEnt4rvNxYFD59efb2ZSAtMe68y3FfYt6iD_gRdaYnIuWRYhFv7RUEkJWjezvbzrTPKWn_mbgU/s320/Captura.JPG" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "verdana" , sans-serif;">El bosque no había sido la mejor elección para esconderse; las quemadas ramas caídas, le lastimaban la piel con cada paso.</span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">Se sentía sitiado, perseguido. Ni siquiera en las noches podía descansar; en la oscuridad era cuando más lo buscaban.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129;"></span></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">Más lo peor de todo era el día; él ya odiaba profundamente al sol. Podía sentir cómo se calcinaba de a poco toda su carne y sus ojos eran ya dos ranuras purulentas.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: white; color: #1d2129;">
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"><div style="text-align: justify;">
Estaba agotado de huir, hacía ya demasiado tiempo que escapaba. Se sentó, agazapado, detrás de las raíces de un gran eucalipto caído. Pensó con tristeza que jamás debieron acercarse tanto al territorio de ellos. Debieron seguir escondidos, evitándolos.</div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"><div style="text-align: justify;">
Ellos habían asesinado a todo su grupo, él era el último. Pasó muchos meses buscando a alguien más; sólo encontró a una joven que murió por las extensas quemaduras. Vio cómo su piel se iba ampollando y no logró sobrevivir.</div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129;"><div style="text-align: justify;">
Se sintió adormilado por el agotamiento y cerró un momento sus ojos, debió quedarse dormido.</div>
</span></span><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21; font-family: "verdana" , sans-serif;">Oyó pasos muy cerca de él y, arrastrándose, intentó ponerse de pie; solo logró caer al piso y lastimarse aún más. Sus músculos adoloridos se negaban a obedecerle. Podía sentir los crujidos de sus articulaciones al moverse. Su largo cabello se le había </span><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21; font-family: "verdana" , sans-serif;">adherido a la carne lastimada de su cara y cuello, haciéndolo gemir de dolor con cada movimiento.</span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;">Los pasos estaban cada vez más cerca, percibía cómo las ramas caídas se rompían al ser destrozadas por unas pisadas brutales y torpes. Los oía gruñir en el esfuerzo que hacían por alcanzarlo.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">
<span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;"></span></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;">La destrucción total de la capa de ozono y una interminable tormenta solar hizo que la radiación bombardease el planeta, durante años.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;">
<div style="text-align: justify;">
Los lobos mutaron y se irguieron sobre sus patas. Su gruesa y nueva piel les protegió de los mortales rayos. Desarrollaron actitudes más evolucionadas y un lenguaje verbal que les facilitó la comunicación. Se convirtieron así en la especie dominante.</div>
</span></span><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21; font-family: "verdana" , sans-serif;">Comenzó un exterminio sistemático de los pocos seres humanos que habían sobrevivido.</span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;">—¡Corre, corre, corre! —le gritaba su mente.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">
<span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;"></span></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;">Vio, a pocas cuadras, el océano Atlántico contenido por altos acantilados. Buscó refugio en una cueva y se tiró sobre la arena húmeda; la frescura del piso mojado pareció calmar un poco el ardor de su piel.</span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;">
</span><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21;"><div style="text-align: justify;">
Sintió que sus últimas fuerzas lo abandonaban. Se arrastró fuera de la gruta, prefiriendo ser quemado por el sol que destrozado por aquellas bestias. Trepó dificultosamente hasta la parte más alta del risco.</div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Yo aún decido cómo vivir y cómo morir! —gritó al aire, arrojándose al mar.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAHZ1KKIRg78vJ3MohtuL4-Kly6VxjXdPQ_n7gRd1hdPaxtSvRLJMTL_ySaCQUrJkzWVBNC5kYyXMS3Ht1N5tzhjK8g9JqhBXBZwPpwTiKtD9oBW66__N4lyFNOjZXO4uzAEUGmqVn467N/s1600/Captura.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="215" data-original-width="644" height="132" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAHZ1KKIRg78vJ3MohtuL4-Kly6VxjXdPQ_n7gRd1hdPaxtSvRLJMTL_ySaCQUrJkzWVBNC5kYyXMS3Ht1N5tzhjK8g9JqhBXBZwPpwTiKtD9oBW66__N4lyFNOjZXO4uzAEUGmqVn467N/s400/Captura.JPG" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">Relato corto incluído en <a href="https://lektu.com/l/historias-pulp/antologia-de-microrrelatos-no-1-un-mundo-bestial/8569" target="_blank">"Antología de Relatos Un Mundo Bestial"</a> de Historias Pulp Ediciones</span></div>
</span></span><br />
<span style="font-size: x-small;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif;"><span style="font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span></span>
<span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif;"><span style="font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit;">Dónde conseguirlo?</span></span></span></span><br />
<span style="font-size: x-small;"><span style="background-color: #f2f3f5; color: #1c1e21; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif;"><span style="font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span></span>
<span style="color: #1c1e21; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif;"><span style="background-color: #f2f3f5;"><a href="https://www.amazon.es/Antolog%C3%ADa-Microrrelatos-n%C2%BA-Mundo-Bestial-ebook/dp/B079SMKZNW" target="_blank">Amazon</a> </span></span></span><br />
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "helvetica" , "arial" , sans-serif; font-size: 14px;"><br /></span>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-15693272849608545432018-11-29T13:31:00.000-03:002018-11-29T13:31:58.967-03:00LA CONTINUIDAD DE LOS PARQUES - Julio Cortázar<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXY4LSn65JklW39QzIl9TNu6IZOI1iuMif9a-fCBvIldyuE1ZokpuT5qhzzHGFdOuws8gqlucfbsbHJyMCemm_ZK6HuMOaO-jH-i-JCWEGIzSqPvR17gEbl56RP0NhEHHhEoq7e_4sXV94/s1600/d.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="601" data-original-width="900" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXY4LSn65JklW39QzIl9TNu6IZOI1iuMif9a-fCBvIldyuE1ZokpuT5qhzzHGFdOuws8gqlucfbsbHJyMCemm_ZK6HuMOaO-jH-i-JCWEGIzSqPvR17gEbl56RP0NhEHHhEoq7e_4sXV94/s320/d.png" width="320" /></a></div>
<div align="justify" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; margin: 0px 0px 11px; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-size: 16px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; margin: 0px 0px 11px; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.</span></div>
<b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><br />Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-67258300891490311732018-10-31T16:36:00.001-03:002020-12-06T14:18:41.847-03:00LA SALIDA - Mauro Cartasso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRuP5SM4q3DjmefT2wthr88Y_ko2_L0c01lDcaMJ4M8ebLm91SyIS0ley9OORkZwq7ybWsaNw_zB99ez5IKEZ3O7mBAdG49hEaqE27LcVdJQKhVyxRZJynjRrKJ42zvDK9JNQh64mvqG9-/s1600/images.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="183" data-original-width="275" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRuP5SM4q3DjmefT2wthr88Y_ko2_L0c01lDcaMJ4M8ebLm91SyIS0ley9OORkZwq7ybWsaNw_zB99ez5IKEZ3O7mBAdG49hEaqE27LcVdJQKhVyxRZJynjRrKJ42zvDK9JNQh64mvqG9-/s1600/images.jpg" /></a></div>
<div data-p-id="313bdfaa6e22da538f462aa52fe9cd07" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: white; box-sizing: border-box; color: #555555; font-family: "Source Sans Pro", "Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 18px; font-style: normal; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; line-height: 24px; margin: 0px 0px 24px; orphans: 2; padding: 0px; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;"><div style="text-align: justify;"><span face=""verdana" , sans-serif"><p dir="ltr">Infinitas horas, tal vez días... encerrado en esta prisión, no entiendo como sigo aún en pie, la luz, las ausencias, mi cuerpo mutilado. Esas cuatro paredes que no me permiten siquiera fallecer. El blanco de mis recuerdos...</p><p dir="ltr">En cierto momento noté algo, fue como un parpadeo, una falla en la prisión que me encierra desde quien sabe cuando, esto me dió nuevas esperanzas. Comencé a vigilar, de a poco fui notando, una casi imperceptible secuencia. Primero una pared, luego otra y así sucesivamente. Pero qué era el fenómeno que observaba? a qué obedecía?.</p><p dir="ltr">Fui haciendo dentro de mis posibilidades el seguimiento, una línea, una luz, tal vez una sucesión de píxeles de la pantalla de un ordenador diminutos, reales, o simplemente eso quería pensar. Mis manos se apresuraban al detectarlos tan solo quería tocarlos, atraparlos, sentirlos, los seguí por todas las paredes, una y otra vez. No logré nada, otro sin sentido, como todo lo que vivo desde que estoy aquí encerrado.</p><p dir="ltr">Mi insistencia en seguir el reflejo llevó a darme cuenta que siempre en el mismo vértice del cubo se apagaba, el brillo se ocultaba entre la unión de las paredes y perdido por perdido allí puse atención. El brillo se acercaba apenas visible para el ojo humano pero a esta altura hasta dudaba si yo lo era... Justo en el momento de atravesar el punto de unión atiné tocar apenas la luz y con sorpresa sentí que mis dedos atravesaron la dura pared. Inmediatamente volví hacia atrás mi mano, por temor, pero temor de qué?... necesito salir de este lugar. De a poco fui tomando coraje, calculé cada centímetro del recorrido de esa luz misteriosa, verifiqué que el fenómeno de desaparecer solo sucedía en uno de los vértices, me preparé y esperé paciente. La primera vez que lo intenté no resultó, el golpe, rebotar y caer me dejaron marcas en el hombro, el brazo y una pierna dolorida, sin embargo no me detendría. Ya lo había probado todo, otras opciones no había, y me abalancé con todas mis fuerzas en el momento justo para abandonar de una vez mi claustro.</p><div data-p-id="754daa0464d07d334d67671fe8569d4d" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: white; box-sizing: border-box; color: #555555; font-family: "Source Sans Pro", "Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 18px; font-style: normal; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; line-height: 24px; margin: 0px 0px 24px; orphans: 2; padding: 0px; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGkWigJCLHcGPM9Riecr-TXrySNXx7r3fiyviliccQ5jc8OqCCLa0KUkmAQKQ6F9jGWiyLQX9pKr-eTNx3N_KTbz9w1EgmuTTcZLPZVZuQeMSD1b6F0hCmZG8LFWQOURbraRKaPwtThq-L/s1600/0C65A422A.jpg" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: transparent; clear: right; color: #0066cc; float: right; font-size: 18px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; orphans: 2; text-align: center; text-decoration: underline; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; word-spacing: 0px;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="500" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGkWigJCLHcGPM9Riecr-TXrySNXx7r3fiyviliccQ5jc8OqCCLa0KUkmAQKQ6F9jGWiyLQX9pKr-eTNx3N_KTbz9w1EgmuTTcZLPZVZuQeMSD1b6F0hCmZG8LFWQOURbraRKaPwtThq-L/s200/0C65A422A.jpg" width="142" /></a></div><p></p><div align="left"><p dir="ltr">Era de noche, poca luz iluminaba el lugar, miré a ambos lados... nada. Respiraba libertad, estaba con el corazón a mil, casi saliendo de mi pecho, cerré los ojos me tomé la cabeza y lloré, podía hacerlo, el cabello se sentía grasiento y la ropa eran unos harapos malolientes, pero era yo, estaba vivo. De repente una ambulancia que se acercaba a cierta velocidad con su sirena y todas las luces encendidas, tanto que iluminaron lo suficiente como para ver una línea de luz que se perdía en el vértice de la pared con el dibujo de un sifón, venían otra vez por mi.</p></div></span></div><div style="text-align: justify;"><br style="color: black; font-family: Verdana; font-size: medium;" /></div></div>
<br class="Apple-interchange-newline" />
<b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-44618976597961878452018-10-19T10:09:00.000-03:002018-10-19T10:09:04.589-03:00EL OTRO DUELO - Jorge Luis Borges<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA9c4P-NKf5ABwNLr3Lmcb-b0TPd_eUxhx_hSIuQVmJaEZAm3BnaQFQy8mSOzrDO3wbLUk0iHvKv2-CSKaQ8YUvsftmElUGcSaK2Qk5wKFCe6gNGsgDeUutXiPZpbcf6IH1A5Esm9Cvx6m/s1600/1200px-Los_gauchos+%25281%2529.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="873" data-original-width="1200" height="232" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA9c4P-NKf5ABwNLr3Lmcb-b0TPd_eUxhx_hSIuQVmJaEZAm3BnaQFQy8mSOzrDO3wbLUk0iHvKv2-CSKaQ8YUvsftmElUGcSaK2Qk5wKFCe6gNGsgDeUutXiPZpbcf6IH1A5Esm9Cvx6m/s320/1200px-Los_gauchos+%25281%2529.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Hace ya tantos años que Carlos Reyles, hijo del novelista, me refirió la historia en Adrogué, en un atardecer de verano. En mi recuerdo se confunden ahora la larga crónica de un odio y su trágico fin con el olor medicinal de los eucaliptos y la voz de los pájaros.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Hablamos, como siempre, de la entreverada historia de las dos patrias. Me dijo que sin duda yo tenía mentas de Juan Patricio Nolan, que había ganado fama de valiente, de bromista y de pícaro. Le contesté, mintiendo, que sí. Nolan había muerto hacia el noventa, pero la gente seguía pensando en él como en un amigo. Tuvo también sus detractores, que nunca faltan. Me contó una de sus muchas diabluras. El hecho había ocurrido poco antes de la batalla de Manantiales; los protagonistas eran dos gauchos de Cerro Largo, Manuel Cardoso y Carmen Silveira.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">¿Cómo y por qué se gestó su odio? ¿Cómo recuperar, al cabo de un siglo, la oscura historia de dos hombres, sin otra fama que la que les dio su duelo final? Un capataz del padre de Reyles, que se llamaba Laderecha y "que tenía un bigote de tigre", había recibido por tradición oral ciertos pormenores que ahora traslado sin mayor fe, ya que el olvido y la memoria son inventivos.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Manuel Cardoso y Carmen Silveira tenían sus campitos linderos. Como el de otras pasiones, el origen de un odio siempre es oscuro, pero se habla de una porfía por animales sin marcar o de una carrera a costilla, en la que Silveira, que era más fuerte, había echado a pechazos de la cancha al parejero de Cardoso. Meses después ocurría, en el comercio del lugar, una larga trucada mano a mano, de quince y quince; Silveira felicitaba a su contrario casi por cada baza, pero lo dejó al fin sin un cobre. Cuando guardó la plata en el tirador, agradeció a Cardoso la lección que le había dado. Fue entonces, creo, que estuvieron a punto de irse a las manos. La partida había sido muy reñida; los concurrentes, que eran muchos, los desapartaron. En esas asperezas y en aquel tiempo, el hombre se encontraba con el hombre y el acero con el acero; un rasgo singular de la historia es que Manuel Cardoso y Carmen Silveira se habrán cruzado en las cuchillas más de una vez, en el atardecer y en el alba, y que no se batieron hasta el fin. Quizá sus pobres vidas rudimentarias no poseían otro bien que su odio y por eso lo fueron acumulando. Sin sospecharlo, cada uno de los dos se convirtió en esclavo del otro.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Ya no sé si los hechos que narraré son efectos o causas. Cardoso, menos por amor que por hacer algo, se prendó de una muchacha vecina, la Serviliana; bastó que se enterara Silveira para que la festejara a su modo y se la llevara a su rancho. Al cabo de unos meses la echó porque ya lo estorbaba. La mujer, despechada, quiso buscar amparo en lo de Cardoso; éste pasó una noche con ella y la despidió al mediodía. No quería las sobras del otro.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Fue por aquellos años que sucedió, antes o después de la Serviliana, el incidente del ovejero. Silveira le tenía mucho apego y le había puesto Treinta y Tres como nombre. Lo hallaron muerto en una zanja; Silveira no dejó de maliciar quién se lo había envenenado.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Hacia el invierno del 70, la revolución de Aparicio los encontró en la misma pulpería de la trucada. A la cabeza de un piquete de montoneros, un brasilero amulatado arengó a los presentes, les dijo que la patria los precisaba, que la opresión gubernista era intolerable, les repartió divisas blancas y, al cabo de ese exordio que no entendieron, arreó con todos. No les fue permitido despedirse de sus familias. Manuel Cardoso y Carmen Silveira aceptaron su suerte; la vida del soldado no era más dura que la vida del gaucho. Dormir a la intemperie, sobre el recado, era algo a lo que ya estaban hechos; matar hombres no le costaba mucho a la mano que tenía el hábito de matar animales. La falta de imaginación los libró del miedo y de la lástima, aunque el primero los tocó alguna vez, al iniciar las cargas. El temblor de los estribos y de las armas es una de las cosas que siempre se oyen al entrar en acción la caballería. El hombre que no ha sido herido al principio ya se cree invulnerable. No extrañaron sus pagos. El concepto de patria les era ajeno; a pesar de las divisas de los chambergos, un partido les daba lo mismo que otro. Aprendieron lo que se puede hacer con la lanza. En el curso de marchas y contramarchas, acabaron por sentir que ser compañeros les permitía seguir siendo rivales. Pelearon hombro a hombro y no cambiaron, que sepamos, una sola palabra.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">En el otoño del 71, que fue pesado, les llegaría el fin.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">El combate, que no duraría una hora, ocurrió en un lugar cuyo nombre nunca supieron. Los nombres los ponen después los historiadores. La víspera, Cardoso se metió gateando en la carpa del jefe y le pidió en voz baja que si al día siguiente ganaban, le reservara algun colorado, porque él no había degollado a nadie hasta entonces y quería saber cómo era. El superior le prometió que si se conducía como un hombre, le haría ese favor.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Los blancos eran más, pero los otros disponían de mejor armamento y los diezmaron desde lo alto de un cerro. Al cabo de dos cargas inutiles que no llegaron a la cumbre, el jefe, herido de gravedad, se rindió. Ahí mismo, a su pedido, lo despenaron.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Los hombres depusieron las armas. El capitán Juan Patricio Nolan, que comandaba a los colorados, ordenó con suma prolijidad la consabida ejecución de los prisioneros. Era de Cerro Largo y no desconocía el rencor antiguo de Silveira y Cardoso. Los mandó buscar y les dijo:</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">— Ya sé que ustedes dos no se pueden ver y que se andan buscando desde hace rato. Les tengo una buena noticia; antes que se entre el sol van a poder mostrar cuál es el más toro. Los voy a hacer degollar de parado y después correrán una carrera. Ya sabe Dios quién ganará.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">El soldado que los había traído se los llevó.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">La noticia no tardó en cundir por todo el campamento. Nolan había resuelto que la carrera coronaría la función de esa tarde, pero los prisioneros le mandaron un delegado para decirle que ellos también querían ser testigos y apostar a uno de los dos. Nolan, que era hombre razonable, se dejó convencer; se cruzaron apuestas de dinero, de prendas de montar, de armas blancas y de caballos, que serían entregados a su tiempo a las viudas y deudos. El calor era inusitado; para que nadie se quedara sin siesta, demoraron las cosas hasta las cuatro. (Les dio trabajo recordar a Silveira.) Nolan, a la manera criolla, los tuvo esperando una hora. Estaría comentando la victoria con otros oficiales; el asistente iba y venía con la caldera.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">A cada lado del camino de tierra, contra las carpas, aguardaban las filas de prisioneros, sentados en el suelo, con las manos atadas a la espalda, para no dar trabajo. Uno que otro se desahogaba en malas palabras, uno dijo el principio del Padrenuestro, casi todos estaban como aturdidos. Naturalmente, no podían fumar. Ya no les importaba la carrera, pero todos miraban.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">— A mí también me van a agarrar de las mechas — dijo uno, envidioso.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">— Sí, pero en el montón — reparó un vecino.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">— Como a vos — el otro le retrucó.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Con el sable, un sargento marcó una raya a lo ancho del camino. A Silveira y a Cardoso les habían desatado las muñecas, para que no corrieran trabados. Un espacio de más de cinco varas quedaba entre los dos. Pusieron los pies en la raya; algunos jefes les pidieron que no les fueran a fallar, porque les tenían fe y las sumas que habían apostado eran de mucho monto.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">A Silveira le tocó en suerte el Pardo Nolan, cuyos abuelos habían sido sin duda esclavos de la familia del capitán y llevaban su nombre; a Cardoso, el degollador regular, un correntino entrado en años, que para serenar a los condenados solía decirles, con una palmadita en el hombro: "Ánimo, amigo; más sufren las mujeres cuando paren".</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Tendido el torso hacia adelante, los dos hombres ansiosos no se miraron.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Nolan dio la señal.</span></div>
<div class="text-main" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 20px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Al Pardo, envanecido por su actuación, se le fue la mano y abrió una sajadura vistosa que iba de oreja a oreja; al correntino le bastó con un tajo angosto. De las gargantas brotó el chorro de sangre; los hombres dieron unos pasos y cayeron de bruces. Cardoso, en la caída, estiró los brazos. Había ganado y tal vez no lo supo nunca.</span></div>
<b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="color: black;"></span><br />Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-2184215952615379022018-10-09T12:19:00.002-03:002018-10-09T12:23:36.091-03:00CARTELES - Sergio Gaut vel Hartman<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgb44f2Vikucr1fuRUb_uyluTs7MDPEPbBLaQgV9vrVk7r-RxSUZiK-X_fYGj4PaGPfLESkaQabcv6PDNttiDnMwSmK3Rwu_Nte2Oh7VzkZYXQwngU-TeVsRWla3o7VfOV1wNmmxGatJ58h/s1600/IMG_1634.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1600" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgb44f2Vikucr1fuRUb_uyluTs7MDPEPbBLaQgV9vrVk7r-RxSUZiK-X_fYGj4PaGPfLESkaQabcv6PDNttiDnMwSmK3Rwu_Nte2Oh7VzkZYXQwngU-TeVsRWla3o7VfOV1wNmmxGatJ58h/s320/IMG_1634.jpg" width="320" /></a></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; color: black;">Tanto fastidiamos con la manía de verbalizar, colocando etiquetas, reduciéndolo todo a signos que algo, en algún sitio, se dio por enterado y contestó.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Despertamos porque los relojes sonaron a la hora de costumbre, pero el cielo seguía tan negro como cuando nos habíamos acostado. Los que salieron de la intimidad del dormitorio y miraron por la ventana descubrieron un cartel escrito con grandes letras amarillas. El cartel asomaba por el este y decía: <span style="font-variant: small-caps;">amanecer</span>.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Encendí la radio. Había música en todas las emisoras, seguramente emitida por equipos automáticos. Era estúpido suponer que los locutores y operadores estarían en mejores condiciones que el ciudadano común para superar el espanto producido por un comienzo de día tan anómalo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Yo no encendía la radio en el momento de levantarme para hacerme cargo de los muertos de un accidente aéreo ocurrido en Tanzania o de un terremoto en Japón. Lo único que me importaba era la temperatura, la humedad, el viento, el pronóstico. Me disgusta salir a la calle sin saber qué ropa debo usar.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Así que decidí nadar a contracorriente y aprovechar las luces de nuevos carteles que se filtraban a través del aire puro de la madrugada.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Me asomé y leí: <span style="font-variant: small-caps;">nublado—frío—probabilidad de lluvias</span>.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Me puse un par de botas y un impermeable amarillo, tomé un paraguas y salí a la calle.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Comprobé que los carteles se desplegaban por toda la bóveda celeste: brillaban con una intensidad desusada, y uno de ellos anunciaba <span style="font-variant: small-caps;">lluvia inminente</span>, un asunto que el servicio meteorológico suele manejar con escasa precisión.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Caminé un par de cuadras sin apartar los ojos de los carteles. No era el único que caminaba mirando hacia arriba. Los transeúntes tropezaban en la penumbra, una peregrinación de desgraciados que morirían sin alcanzar <st1:personname productid="la Meca" w:st="on">la Meca</st1:personname>, pensé.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Según mi reloj ya eran las siete y los carteles volvieron a cambiar: <span style="font-variant: small-caps;">llueve</span>, decían las letras amarillas. Abrí el paraguas instintivamente, y sonreí al notar el error. No cayó una sola gota. Sin embargo el cartel insistía con obstinación: <span style="font-variant: small-caps;">llueve</span>. No cerré el paraguas. Tampoco hacía frío (o no se sentía), a pesar de que uno de los carteles marcaba <span style="font-variant: small-caps;">6 grados 2 décimas</span>. No me pareció sensato desafiar a los elementos ahora que se expresaban con tanta claridad y sin intermediarios por primera vez. Me levanté las solapas del impermeable y eché a andar hacia la estación.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Había muy poca gente esperando, y yo no tenía razones para pensar que el tren fuera ajeno al caos y pudiese entrar a la hora debida. Un cartel insólito colgaba del cielo sobre la estación. El cartel decía: <span style="font-variant: small-caps;">ahora viene lo mejor</span>.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Lo que fuera que se estaba a cargo de todo el asunto parecía estar acopiando fuerzas para un lance decisivo. Miré a las personas que compartían mi suerte: me devolvieron expresiones de impotencia. Entonces estallaron las luces.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Fue como un escenario que pasa a recibir toda la intensidad de todos los reflectores del teatro después de haber estado en la penumbra, apenas iluminado por un foco testigo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Todo se esfumó, y en el lugar de cada objeto desaparecido se materializó un cartel: <span style="font-variant: small-caps;">cielo, nubes, suelo, estación, vías</span>, y aún carteles más chicos y específicos (pero en letras rojas). Porque había un cartel para las vías que bajaban y otro para las que subían y hasta uno para el <span style="font-variant: small-caps;">riel norte</span> y otro para el <span style="font-variant: small-caps;">riel sur</span>. También había carteles para <span style="font-variant: small-caps;">cigarrillos, boletos, salivazos, celofán.</span> Había carteles microscópicos (que uno no podía leer) y carteles dentro de carteles.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">—Ahora ¿qué va a pasar? —dijo una mujer mirándome a los ojos. Quizás eligió mis ojos porque no estaban invadidos por el terror, y daban una cierta impresión de inmunidad.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">—¿No se imagina?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">La mujer retrocedió un paso y se tapó la boca abierta con el dorso de la mano. No creo que imaginara lo que vendría a continuación pero adivinó que no se trataba de algo bueno.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="color: black;"><span style="background-color: white;">Empezó con una oscuridad total. Ahora que ya no había cielo, suelo, boletos y salivazos, la ausencia de carteles daba a la escena un hálito letal. Ningún cartel podía sustituir el aire que respirábamos sin matarnos. Así que sólo quedaban unos pocos pasos. Se encendió el cartel que decía <span style="font-variant: small-caps;">fin de <st1:personname productid="LA VIEJA REALIDAD" w:st="on">la vieja realidad</st1:personname></span> y otro: <span style="font-variant: small-caps;">aquí empieza el nuliverso.</span></span></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">No tardé en ser un cartel hecho y derecho. Sentí que <st1:personname productid="la LLUVIA" w:st="on">la <span style="font-variant: small-caps;">lluvia</span></st1:personname> golpeaba con intensidad mi <span style="font-variant: small-caps;">impermeable amarillo</span> y <st1:personname productid="la BRISA FRÍA" w:st="on">la <span style="font-variant: small-caps;">brisa fría</span></st1:personname> hacía temblar las letras azules de la palabra que desde ahora sería todo mi cuerpo: <span style="font-variant: small-caps;">hombre</span>.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; font-family: Arial; font-style: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span lang="ES"><span style="background-color: white; color: black;">Acomodé el <span style="font-variant: small-caps;">paraguas</span> de tal modo que <st1:personname productid="la LLUVIA" w:st="on">la <span style="font-variant: small-caps;">lluvia</span></st1:personname> no mojara mis bordes y busqué el <span style="font-variant: small-caps;">tren</span> con los ojos.</span></span></div>
</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: x-small;"><span style="color: black;"></span><span style="background-color: white;"></span><span style="font-size: small;"></span><br /><br /><div>
<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sergio_Gaut_vel_Hartman" target="_blank"><span id="goog_1234423047"></span>Sergio Gaut vel Hartman<span id="goog_1234423048"></span></a></div>
<div>
<a href="http://cuentosgvh.blogspot.com/" target="_blank"></a><br /></div>
<div>
<a href="http://cuentosgvh.blogspot.com/" target="_blank">Blog Cuentos GVH</a></div>
<br />
fuente: <a href="https://brevesnotanbreves.blogspot.com/2011/07/carteles-sergio-gaut-vel-hartman.html" target="_blank">Breves no tan breves</a></span><u><span style="color: #000120;"></span></u>Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-44890778219778047212018-10-09T11:54:00.000-03:002018-10-09T11:54:59.623-03:00QUIRAMIR - Eduardo Abel Giménez (Revista Axxon)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiV48QYlmoW1Vgrb6-fdIoJVvyqqGxdCtApaRoz4sHfEX3FGnzW6tTY-rUBj5qMAkIqu-6MojjUidQ0GiJ-UggJAGrUqN1wMNYeW0shc9l4847jbIh8tSA8B3fwrNP0aXY-pgjtGZY4Ft4C/s1600/c-160cuento16ilus1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="800" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiV48QYlmoW1Vgrb6-fdIoJVvyqqGxdCtApaRoz4sHfEX3FGnzW6tTY-rUBj5qMAkIqu-6MojjUidQ0GiJ-UggJAGrUqN1wMNYeW0shc9l4847jbIh8tSA8B3fwrNP0aXY-pgjtGZY4Ft4C/s320/c-160cuento16ilus1.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="dedicatoria" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 15.2px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: right; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">"Vivimos en los bordes,<br />buscando el centro.<br />Vivimos en el aire,<br />al que llamamos tierra.<br />Vivimos al revés,<br />en la ciudad del sueño."<br />Un poema de Quiramir.</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="background-color: white;"></span><br style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: medium; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;" />
<div class="pri" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La ciudad es un témpano del que nueve décimas partes están escondidas. Y la parte visible es diferente para cada viajero: el que llega a Quiramir ve primero lo que la ciudad quiere mostrarle, según espere gustarle o no, según espere retenerlo en su interior o echarlo enseguida; y después lo que él mismo quiere ver, ya sea para quedarse o salir en el próximo vehículo que cruce el borde. Algunos no llegan a ver ni siquiera ese décimo, otros no oyeron hablar jamás de la ciudad, y unos pocos conocemos tanto de ella que sus secretos apenas suman algo más que lo que sabemos. Con esto quiero decir que yo también puedo guiarte por Quiramir para que encuentres lo que esperabas y lo que no esperabas, pero por encima de todo para mostrarte lo que yo quiero que veas.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Por ejemplo, podemos encontrarnos junto a la Puerta Norte. El viajero viene lleno de polvo, a menos que sea muy rico y pueda pagarse un transporte cubierto. Si el viajero no es tan rico, aparece montado en su caballo, y si es poco más que pobre, a pie. Los pobres del todo no suelen venir a Quiramir por la Puerta Norte: cuando llegan, no los dejan pasar.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando el viajero anda a pie, sé que ese día no haré un negocio brillante, pero no puedo esperar a otro: a veces pasa mucho tiempo entre la llegada de un viajero y el siguiente, y hay muchos cambios de guardia antes de que se vea bajar por los caminos de las montañas una comitiva, un jinete o un vagabundo.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El viajero, entonces, llega a pie, y en cuanto consigue pasar los controles de la puerta me ve a mí. Estoy echado junto a la fuente que surge en la plaza de entrada, sin tocarla porque la ley no me lo permite. El piso está duro, pero yo también y quedamos a mano. El viajero no puede dejar de verme: llevo años estudiando el lugar más apropiado para ponerme a su vista. En cuanto cruza la puerta, el viajero mira a lo lejos, por encima de las primeras casas, tratando de orientarse. En la curva que describe su mirada se interpone la torre de la catedral, que está lejos pero asoma entre los techos y llama la atención por su brillo, y enseguida el viajero se da cuenta de que justo por debajo de la torre hay un chorro de agua: la fuente. Cuando se fija en la fuente, se fija en mí, una mancha oscura contra el fondo de mármol blanco. Entonces, aunque no le guste mi apariencia, se acerca a preguntar:</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Dónde puedo pasar la noche?</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Apenas me mira, porque tengo la cara llena de granos y estoy vestido con trapos sucios. Pero no hay nadie más cerca, salvo alguna mujer que se asoma a un balcón, y los guardias. Ni los guardias ni las mujeres contestan preguntas a los viajeros.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">—Depende —digo, y el viajero hace un gesto; quiere terminar pronto con los preliminares de su llegada a la ciudad, y no está dispuesto a escuchar los delirios de un mendigo. Me apuro a seguir, procurando mostrarle la pureza de mi acento y mi buena dicción. —Si el señor desea una habitación magnífica por menos dinero del que pensaba gastar, tal vez yo lo guíe al lugar correcto.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El viajero no está muy interesado en aceptar mi propuesta, pero tengo argumentos para insistir:</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">—También es posible que sepa dónde está lo que obligó al señor a venir.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Ahora el viajero me mira directamente, pero esto sólo dura dos segundos. No cree que yo sepa tanto: ¿cómo un mendigo va a conocer su secreto?</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">—El comercio de Hafah se encuentra a poca distancia del lugar que le estoy ofreciendo —sigo—. ¿Quiere venir conmigo?</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El viajero no puede contener su sorpresa, pero consigue esconderla para cualquiera que no sea yo. Yo conozco a muchos viajeros: los que vienen por la Puerta Norte, a pie, y llevan botas de cuero y una gran bolsa a la espalda buscan el comercio de Hafah. Apenas uno de cada cinco niega conocer a Hafah; de éstos, casi todos mienten. Cuando ocurre algo así, no tengo otro remedio que reconocer mi error y dejar escapar el negocio. Pero esta vez no ocurre; el viajero mira alrededor para asegurarse de que nadie escucha y simula aceptar mi oferta con desagrado.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">De modo que me pongo de pie, con dificultad, y empiezo a arrastrar mis trapos hacia el interior de la ciudad. No intento que el viajero me siga: si no se preocupa por hacerlo, más tarde conseguiré poco de él. Entonces, lo que hago es apurar el paso todo lo que puedo entre callejones y senderos empedrados; sigo un camino sinuoso, me escondo entre las paredes y dejo que él se cuide de no perderme en medio del tumulto de gente que de golpe aparece y llena las calles cuando nos acercamos al mercado.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Nadie lleva los trapos que yo llevo, ni tiene la cara llena de granos. Todos me conocen, aunque si me saludan es cuando nadie más puede ver: en cierto modo, les avergüenza conocerme; lo que ocurre es que también sacan ventajas.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces llegamos, el viajero y yo, a la casa de mi amigo Ju, y entro sin golpear a la puerta. El viajero vuelve a dudar, de modo que no puedo hacer lo que hacía un tiempo atrás: ordenarle que espere afuera. Al contrario, lo empujo con cuidado al interior de la casa de Ju, y cuando encontramos al mismo Ju en la sala, el viajero está pensando en escapar. No se atreve, sin embargo, a usar la fuerza, y yo estoy de pie a sus espaldas mientras Ju se incorpora frente a él. Tal vez no tenga miedo de mí, el viajero, pero sí de Ju: es alto y muy fuerte. Durante un tiempo fue guardia en la Puerta Norte, hasta que nos hicimos amigos. Con paciencia y sin apuro llegué a contarle una parte de mis asuntos, cuidando que lo que él supiera no fuese suficiente para encarcelarme, hasta que estuve seguro de su fidelidad.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Ahora Ju cumple con su papel: convencer al viajero de las bondades del alojamiento, y explicar lo bajo del precio. El viajero da la impresión de estar aceptando, pero yo sé que jamás aceptaría si no fuera por la continuación de nuestra puesta en escena.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Ju señala una puerta abierta al fondo de la sala, y los tres caminamos hacia ella. Pasamos a un corredor amplio lleno de ventanales, donde la cara del viajero cambia de color según el color de cada vidrio, y de allí a una habitación lujosa, la que el viajero habría querido encontrar de no estar tan nervioso. Ahora más que nunca se arrepiente de haber aceptado mi compañía: éste es el momento más difícil del trato. Tengo que actuar con el máximo de precaución.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Le hago una seña a Ju, que se corre a un costado de la puerta, y consigo que el viajero entre a la habitación. Yo apenas necesito entrar lo suficiente para que el viajero se dé cuenta de que Ju no puede vernos: es importante que no nos crea cómplices. Entonces levanto uno de los trapos que me cubren y dejo que el viajero vea un seno redondo, blanco y firme. La sorpresa del viajero, en este momento, no le permite decir una palabra. Mira mi pecho, mira mi cara, y yo sé que se está preguntando qué significa todo esto. Con la uña del dedo meñique corro una parte del maquillaje, de manera que el viajero empiece a comprender que los granos son falsos, y durante medio segundo me paro bien derecho y aprieto los trapos contra mis costados, para que el viajero tenga una visión mejor de mi segundo disfraz, el de mujer, y entienda el mensaje que le quiero transmitir: no soy lo que parezco. Una expresión muy estudiada de mi cara significa: le estoy pidiendo ayuda. Luego Ju entra de golpe, y me apuro a volver a mi posición anterior.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El viajero acaba de comprender que ya no está solo, que ha establecido una especie de compromiso. La ciudad empieza a atraparlo, pero él no se da cuenta. El viajero está decidido a cerrar trato por el alquiler de la habitación, aunque sea para enterarse de lo que se esconde tras mi pedido de auxilio, y cuando Ju se va me quedo con él, haciéndole señas para que no hable. El comercio de Hafah ocupa una pequeña parte de su mente, mucho menor que la que ocupaba antes.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Cerramos la puerta, me quito el maquillaje y me pongo a llorar. El viajero trata de consolarme, sin saber hasta qué punto le pertenezco, sin imaginarse quién pertenece a quién, y no pierde una sola palabra cuando empiezo a contarle mi historia.</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="background-color: white;"></span><br style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: medium; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;" />
<div class="pri" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero ese es un caso especial. No todos los viajeros llegan por la Puerta Norte, ni me encuentran a mí, ni ven en mí el mendigo que se transforma en dama. Algunos viajeros llegan con el ruido de los jets, aterrizan en el aeropuerto y se mueven a través de mostradores y salones con tanta rapidez que apenas tengo tiempo de verlos. Sin embargo, conozco sus portafolios y sus valijas hasta poder decir cuándo tengo ante mí un hombre de negocios, un turista, un ladrón, un traficante de drogas, cuándo es alguien que escapa y cuándo es alguien que persigue. Entonces deduzco si tomará un taxi, si encontrará un amigo, si mirará a su alrededor con la mezcla de alegría y desorientación de quien ve una ciudad por primera vez, si llamará por teléfono o empezará a hacer preguntas.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Para ellos, la ciudad es un laberinto de calles y edificios superpoblados donde hay lugar para perderse y para asombrarse; donde se puede contratar un tour diseñado especialmente para los turistas tontos; donde existe un solo lugar seguro, el sótano de cierta casa en cierto barrio apartado; donde todos son buenos o malos como en las películas; donde cada vista panorámica, cada rincón pintoresco, cada lugar histórico tiene dos dimensiones y cabe en una fotografía; donde los habitantes son extras que cumplen su papel por la comida.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Casi nunca tengo una relación directa con ellos, porque casi nunca tienen relación directa con nada. Pasan por encima de todo, como si estuvieran interesados sólo en las nubes, y así se los ve caminar por las calles: nubes con valijas y bolsos. Pero mi influencia aparece cuando menos lo esperan; uno compra una lata de comida en mal estado que yo deslicé a través del control de calidad de cierta fábrica: se intoxica, va a un hospital donde ya se puede considerar fuera de la ciudad, y en cuanto consigue moverse sale de Quiramir para no volver nunca más; otro encuentra a la amiga de una de las amigas de algún pariente mío, se enamora de ella y decide quedarse a vivir en Quiramir para siempre, o se va y un tiempo después ella le escribe para decirle que está embarazada; otro se pierde en los ascensores del hotel, y cuando supone que encontró la salida cae por la escalera de emergencia; otro entrega su mercadería y descubre que el comprador es policía; otro supone que Quiramir es la ciudad de sus sueños, hasta que entra a un bar donde espera alguien que yo conozco.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Esto demuestra que hay diferencias entre los que llegan a Quiramir en jet y los que entran por la Puerta Norte. Estos vienen a la ciudad por sus propios medios, siguiendo sus propios fines; los del jet vienen por promesas, encuentran más promesas y se van o se quedan entre promesas. A los de la Puerta Norte hay que hacerles olvidar el objetivo de su viaje para conseguir algo de ellos; los del jet están siempre dispuestos a dejarse vencer. Los de la Puerta Norte traen consigo algo de su propia ciudad y, tarde o temprano, modifican la nuestra; los del jet son intercambiables, piezas de un juego que alguien como yo puede jugar a sus espaldas sin que se den cuenta. Con los de la Puerta Norte debo actuar siempre en persona, corriendo riesgos; los del jet no ven que ando detrás.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando me encuentro con ellos personalmente, casi siempre por casualidad, tengo que portarme de otro modo. No puedo encariñarme con ellos: por impersonales, por ruidosos o demasiado silenciosos, por haber llegado en un avión que agujereó el aire de Quiramir y despertó a los animales, por lo que sea. A veces, los motivos para odiarlos son contradictorios, pero nadie es perfecto: cuando amo a alguien también me contradigo.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Al principio, entonces, les sonrío, mientras muevo los hilos a su alrededor de manera que nadie me los pueda quitar. Me presento como un músico ambulante que toca el violín junto a su mesa en un restaurante típico, y lo que toco es esa canción que ellos justo habrían querido escuchar. Un poco más tarde soy el vendedor de entradas del teatro que encuentra dos plateas reservadas que nadie vendrá a ocupar, y se las ofrece sin gastos adicionales. Después soy el comerciante que les avisa que este whisky tan caro no es digno de crédito, que prefiere perder una venta antes que engañar a la gente que le cae bien. Al día siguiente, soy el taxista que se ofrece a guiarlos por las ruinas sin cargo, y aquí viene la mejor parte.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando llegamos a las ruinas, espero que el viajero saque sus fotografías del Arco de Karavarán, del Obelisco Egipcio (que tiene de obelisco todo lo que le falta de egipcio), del Palacio de las Armas. En ese momento el viajero está entusiasmado, piensa que Quiramir es una de las ciudades más hermosas que ha visto en su vida, y que su gente es admirable. A mí me gusta que piense así de mi ciudad y me alegra saber que fui yo mismo quien consiguió esa opinión tan favorable. Cuando enfoca la cámara sobre el Monolito de Hilsa saco el cuchillo.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">A veces les robo lo que tienen, dejo que escapen y luego cambio de disfraz. A veces los lastimo, o los obligo a hacer algo que no les guste. A veces llego un poco lejos, y no vuelven a viajar nunca más.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Haga lo que haga, me entristece, porque el contacto que tiene lugar a través del cuchillo es menos reconfortante que, por ejemplo, el que establezco con los viajeros de la Puerta Norte. Pero no puedo elegir.</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="background-color: white;"></span><br style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: medium; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;" />
<div class="pri" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando una persona importante y extranjera viene a verme a mi oficina de Intendente de Quiramir, generalmente ordeno que pongan sobre mi escritorio alguna pieza artesanal del país de origen de mi visitante. Es un modo de ganarle antes de empezar, aunque tengo otras ventajas: Quiramir es mi ciudad, y sé de ella más que cualquiera que venga a mi oficina. Esto tal vez no parezca una ventaja cuando se trata de hablar de asuntos ajenos a Quiramir, pero lo es; cualquiera sea el tema de conversación, puedo hacer entrar en ella algunas referencias a lugares de Quiramir, a personas de Quiramir, a sentimientos de Quiramir.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Además, sé que el viajero no verá jamás otra cosa que la que yo quiero que vea, y eso me da una superioridad decisiva. Pero estos viajeros son los menos interesantes, porque apenas ofrecen resistencia.</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="background-color: white;"></span><br style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: medium; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;" />
<div class="pri" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Los que llegan del espacio ven Quiramir recién cuando bajan de la nave: la ciudad está construída en una serie de túneles subterráneos, un recuerdo de las guerras que borraron la superficie. Ahora, el techo de Quiramir es un bosque con arroyos y lomas, donde corren los ciervos y apenas pueden entrar algunos privilegiados. Todo es artificial: la naturaleza habría tardado algunos miles de años más que nosotros en restablecer el equilibrio.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces Quiramir es una red de líneas, para el que llega a ella en una nave espacial. Los corredores, las aceras móviles, los rieles, las paredes y los techos iluminados jamás llegan a unirse en una totalidad. Él va conociendo caminos, va descubriendo que por aquí se llega al consulado y que por allá se sube al mirador, y es capaz de recorrer diez kilómetros más de los necesarios para ir del hotel al teatro. Cuando se apoya en una pared, siente que el mundo termina allí: no sabe ni puede imaginarse qué hay del otro lado, a veinte centímetros de distancia. Si un viajero se atreviese a abrir agujeros en las paredes se llevaría grandes sorpresas: Quiramir fue construida en tiempos de guerra, y la disposición de las instalaciones no responde a las necesidades de la paz. Junto a la mejor habitación de un hotel está el caño maestro de las cloacas; detrás de la avenida que lleva a los ascensores del mirador hay cárceles y manicomios; entre tu baño y tu dormitorio alguien tuvo la idea de poner un dispositivo antimisiles.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Todas las paredes de la ciudad son aislantes; no podrías oír una explosión a través de ninguna de ellas.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La ciudad misma está construida de modo que cada uno de los doscientos sectores diferentes pueda autoabastecerse, y por eso hay tanta mezcla. Durante la guerra fueron destruidas grandes partes de la ciudad: las cicatrices todavía se ven en algunos lugares; ningún viajero del espacio comprende cuánto agradecemos la división de la ciudad y su distribución caótica.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La situación es diferente para los viajeros que llegan en el tren subterráneo: ellos vienen de ciudades como Quiramir (aunque ninguna ciudad es exactamente como Quiramir), y están habituados a los túneles y las paredes. Se orientan tan bien en un espacio cerrado y aislado como el viajero estelar en sus ciudades abiertas y amplias.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Esto no necesariamente es una ventaja. Hace falta orientarse en Quiramir cuando uno vive aquí, pero la falta de orientación le da un encanto especial que yo perdí de vista hace mucho tiempo y sólo conozco gracias a mis contactos con los viajeros.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">En cuanto aterrizan y van al hotel, los viajeros del espacio quieren visitar el mirador. Muchos habitantes de Quiramir no comprenden esta necesidad de ver el único lugar de la ciudad que puede recordar sus planetas natales: si se toman el trabajo de viajar tantos años luz, piensan, por lo menos deberían conocer los lugares más típicamente quiramirenses de Quiramir; las minas, los depósitos de misiles, el equipo de reciclaje, el sistema de ventilación. Estas, dicen, son las auténticas maravillas de Quiramir.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; font-size: 17.6px; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Los comprendo, pero también comprendo a los viajeros. Desde el momento en que ellos habitan paisajes abiertos y verdes, lo que más desean conocer es otro paisaje abierto y verde; y, en segundo lugar, cómo es esa extraña ciudad donde la gente vive enterrada y encerrada, </span><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; font-size: small;">pero no sus instalaciones; si el equipo de reciclaje de Quiramir es una maravilla, ¿qué se puede decir del equipo que transformó los planetas de los viajeros en lugares agradables?</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Por supuesto, el mirador no sería suficiente para atraer turistas a Quiramir. Sin el resto, el mirador es un lugar triste. Deja de serlo por contraste, según el modo de ver de los viajeros. Hasta cierto punto, van al mirador para juntar un poco de aire puro antes de meterse en las catacumbas de la ciudad. Nadie les dice, y yo tampoco, que el aire de la superficie es el mismo de las profundidades.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Hay que admitir que el parque es impresionante, y el mirador fue construido para verlo desde el mejor ángulo posible. En cuanto se detiene el ascensor, empiezan los suspiros y las exclamaciones. Al frente está la cima nevada de la Montaña 1, con sus laderas verticales. Luego, los viajeros encuentran el bosque a sus pies, y descubren que lo están viendo desde una altura de trescientos metros. A muy pocos asombra que los habitantes de Quiramir sólo vivamos en las profundidades o en las alturas; ni les preocupa que a ellos mismos los llevemos directamente de los —100 a los +300. ¿Qué queda en medio?, podrían preguntar, ¿por qué no se puede pisar la superficie?</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Lo que no saben, aunque tampoco sea un secreto, es que los árboles son de plástico; la Montaña 1 es una pila de desperdicios, convenientemente adornada para que a lo lejos parezca una verdadera montaña (ya casi tenemos el material suficiente para la Montaña 2); los arroyos son desagües cloacales que van al mar, que no es visible desde el mirador. Los ciervos de que hablaba antes son traídos en ciertas ocasiones de reservas distantes, para que los privilegiados puedan cazar, y los viajeros ni siquiera los ven desde tan arriba.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El parque es una hazaña de la ingeniería, pero estoy seguro de que los viajeros no lo entenderían así. Los viajeros preguntarían por qué no dejamos que los arroyos se llenen de agua pura (yo contestaría que no vale la pena desperdiciar agua pura en arroyos, y que por algún lado deben pasar los desagües); por qué no traemos árboles de verdad (¿y tierra de verdad, para que crezcan?, contestaría yo); por qué no eliminamos los desperdicios de la Montaña 1, y dejamos que el terreno sea llano (para tener que ver lo que hay al otro lado, diría yo). Por suerte, los guías nos encontramos pocas veces con gente realmente curiosa. Los turistas se creen curiosos, pero no lo son: se conforman con ver la pantalla que nosotros ponemos para ellos, y ni siquiera piensan en mirar qué hay detrás.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Los viajeros que llegan de otras ciudades subterráneas, en cambio, ni se preocupan por ir al mirador. En general, vienen al balneario. Me aburro con ellos, porque hay que tener mucha menos imaginación para mostrar el balneario que para mostrar el mirador, aunque los guías tenemos ciertas ventajas en el balneario que en el mirador faltan. Por ejemplo, en el mirador está el asunto de la cúpula: cuando algún turista se entera de que la cúpula existe, todo el grupo se desmoraliza, a pesar de que es totalmente invisible desde nuestra posición. Para ellos, el saber que siguen encerrados, tanto como si estuvieran en las profundidades, significa que no hay dónde respirar aire verdadero. A veces quisiera proponerles que vayan a respirar fuera de la cúpula, para ver cómo es su bendito aire verdadero.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La gente que va al balneario, en cambio, está acostumbrada a vivir en túneles, y le alcanza con las piscinas cubiertas y la lámpara, que son únicas en toda la Tierra. Los viajeros del espacio no visitan el balneario, porque vienen de playas auténticas y de soles auténticos. Muchos de ellos están bronceados, y hasta a mí me cuesta creer que jamás se hayan echado bajo una lámpara.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero lo mejor de todo no está en el mirador ni en el balneario. Lo mejor es llegar a la Sala de Anticipos. Elegí el trabajo de guía por la posibilidad de ver la Sala con ojos de extranjero. Todavía ahora, después de tantos años, consigo asombrarme frente a cada Idea Nueva, aunque se trate de las mismas Ideas Nuevas de mi infancia.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La Sala de Anticipos es un fraude para todo habitante de Quiramir: sabemos que su contenido no tiene nada de anticipo, porque lo que muestra no llegará jamás. Pero el viajero espacial es capaz de tomarla en serio, y se pone tan feliz al ver las Ideas Nuevas relucientes y fantásticas que me contagia el entusiasmo, y empezamos a charlar sobre las virtudes de una Idea o de otra como viejos amigos.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El desgaste que sufro es enorme, porque fuera de la Sala de Anticipos me espera la realidad de siempre. Sin embargo, prefiero morir joven y seguir soñando.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Además, hay otro tipo de compensación. Al salir de la Sala de Anticipos, el viajero cree que me debe algo por haberle mostrado tantas cosas importantes; yo insisto en que no me debe nada, y no acepto dádivas, pero el viajero siente que queda en deuda conmigo y, de un modo sutil, confirmo esa sensación. Mucho después, cuando el viajero ha vuelto a su casa, empiezo a recibir los regalos: bienes inapreciables, porque vienen de mundos que no han sido contaminados. Dedico por lo menos veinte minutos a contemplar cada uno de los regalos, agradezco de corazón la suerte que me ha permitido estar en contacto con ellos, tocarlos, comprobar que me pertenecen. Después los pongo en algún lugar de mi habitación donde pueda verlos bien, y los miro un rato todos los días, durante una semana, hasta tenerlos grabados en la memoria. Finalmente, los vendo en el mercado negro. <span style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: white; color: black; display: inline !important; float: none; font-family: Verdana, sans-serif; font-size: 16px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: justify; text-decoration: none; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; word-spacing: 0px;">El que llega en ómnibus ve primero una sucesión de ciudades satélite más pequeñas y pobres, donde la ruta se hace angosta y da vueltas. Luego aparece el cartel que dice "Quiramir: 80 km". El viajero todavía no comprende que ésa es la distancia al centro de la ciudad, y que en realidad ya está en ella. Los árboles dejan ver algunas casas, y después aparecen las primeras calles pavimentadas que cruzan la ruta. Quiramir no tiene una frontera clara, un punto donde se pueda decir "aquí empieza" o "aquí termina". Las casas se transforman en manzanas edificadas, todavía queda algún campo pero es pequeño, parece que a lo lejos se está nublando pero es el smog, y finalmente surgen los miles de autos y motocicletas y personas que se mueven por Quiramir como si ésta no tuviera ninguna de las maravillas que el viajero le encuentra. "Quiramir: 20 km", y cuando el viajero cree que jamás llegará, la ciudad lo ha capturado.</span></span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El viajero vive en una ciudad idéntica a Quiramir, pero él nota diferencias. Aquí la gente habla de otro modo; hay más palomas, o menos; las plazas son más oscuras; no se puede entrar al puerto. Casi todas las diferencias pertenecen menos a la ciudad que a sus habitantes, pero el viajero confunde una cosa con otra. Para él Quiramir es la suma de todas sus partes; no comprende que la suma de las partes, bien hecha, da una cantidad mayor que Quiramir misma. Quiramir es algo pequeño, miserable, inventado por quienes necesitamos sentirnos dueños del lugar que habitamos, que con esa necesidad conseguimos que siga viviendo. Si nosotros, los dueños de Quiramir, perdiéramos esa costumbre, la ciudad desaparecería.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Es que todo lo hacemos nosotros, y con esto quiero decir que no soy el único responsable. Si cada punto de Quiramir fuera mío, no sé si sería mejor o peor, pero seguramente sería diferente. A veces, cuando no puedo dormir, hago proyectos en el aire: construir un puerto nuevo, presentar la ciudad a orillas de un río muy ancho lleno de puentes, hacer una aldea de casas de barro, importar árboles gigantes de Hubla y levantar hoteles en su interior, instalar una red de subterráneos, levantar un templo a Júpiter y otro a Afrodita, reformar la ciudad de tal modo que ella misma guíe al viajero por su interior, meter la ciudad en un solo edificio que se apoye en un punto y se abra en lo alto como un abanico, hacer una ciudad rodante que se mueva por el mundo siguiendo el sol, levantar una muralla que nos proteja de los bárbaros.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Si todos nos pusiéramos de acuerdo, estoy seguro de que habría lugar para cada proyecto, no sólo para los míos sino para los que elaboran los demás. Pero perdemos las energías en luchar: luchamos por levantar o demoler un edificio, por poner nubes o quitarlas, por crear un río o secar el que ya existe. Así pretendemos aumentar nuestras esferas de influencia, pero el espacio y el tiempo a repartir son siempre los mismos, y el único modo de conseguir más es que uno de nosotros muera. Cuando esto ocurre, una parte de Quiramir se pierde para siempre, aunque el vencedor descuide sus otras posesiones para ocuparla.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Las luchas son lamentables, pero no podemos vivir sin ellas. Si nadie me persiguiera, si nadie me pisara los talones tratando de robar mi parte de la creación, me echaría a dormir, y los viajeros encontrarían un desierto donde yo pongo torres y pájaros. Es cierto que una vez estuve a punto de perder la ciudad subterránea y parte de los caminos de acceso para ómnibus, pero también he ganado la Puerta Norte, y tengo el placer de haberla perfeccionado: mi predecesor la llamaba puerta a secas, y no había pensado en la fuente ni en la vista de la catedral.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">¿Por qué hacemos todo esto?, preguntarás. Cualquiera de nosotros te daría la misma respuesta: porque queremos que lo vean los viajeros. Entonces, dirás, ¿por qué los atacamos, a los viajeros? No es que los ataquemos, si bien hay algunos que sí lo hacen. Yo, por lo menos, los absorbo; mi objetivo es adquirir sus conocimientos, sus ideas y su fuerza para mejorar los míos. Cada vez que un viajero muere a mis pies siento que su poder entra en mí; pero no es necesario que muera: tengo otros métodos, algunos de los cuales he contado aquí.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Te estarás preguntando por qué nos tomamos el trabajo de construir Quiramir para los viajeros, si después los absorbemos. Es un círculo: cuanto mayor sea la capacidad y la imaginación de un viajero, mayor es su poder, y mayor el beneficio que obtenemos al absorberlo; por lo tanto, mayor será nuestra creatividad en el momento de seguir perfeccionando la ciudad. Por otra parte, cuanto más perfecta sea Quiramir, mejores serán los viajeros que la conozcan, porque no es lo mismo el viajero que ve cualquier pueblo de provincia que el que llega a Quiramir, y ya expliqué por qué necesitamos buenos viajeros, de primera clase.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Seguramente pensarás que me contradigo al describir la ciudad, que no hablo de una sola ciudad, sino de muchas, pero no es así. Podría darte varias explicaciones, aunque no aceptarías ninguna. Podría decirte, por ejemplo, que esa impresión tuya demuestra que sólo te es posible ver un décimo de la ciudad; si vieras toda la ciudad, comprenderías que no hay contradicciones. Pero creerías que pretendo convencerte de que la ciudad consiste en varios universos diferentes, superpuestos de alguna manera en el tiempo o en el espacio, y que yo puedo atravesar la barrera que separa un universo del otro. Y eso es mentira.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">También podría decirte que Quiramir no es nada de lo que te estoy describiendo, sino un lugar vacío, un papel en blanco, donde se puede escribir lo que uno quiera con la seguridad de que, dentro de ese marco, todo será cierto, aunque no más concreto que los proyectos de un insomne. Pero pensarías que te hago perder el tiempo, y no es esa mi intención.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">En caso de necesidad, admitiría que el equivocado soy yo. Pero al admitirlo Quiramir quedaría incluida en mi equivocación, y no sólo descubrirías que te faltan datos veraces sobre ella sino que ni siquiera existe. Puede ser tu propia ciudad la que pretendo mostrarte, cuando te encuentro en medio del Puente de los Artesanos y te saludo levantando la visera de mi casco, mientras los caballos se impacientan.</span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<a href="http://axxon.com.ar/rev/160/c-160cuento16.htm" target="_blank"></a><br /></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /><a href="http://axxon.com.ar/rev/160/c-160cuento16.htm" target="_blank">Revista Axxon</a></span><span style="font-size: x-small;"><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Abel_Giménez" target="_blank">Eduardo Abel Giménez</a></span></span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="font-size: x-small;"><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: transparent; color: black; display: inline; float: none; font-family: Verdana,sans-serif; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: center; text-decoration: none; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; word-spacing: 0px;"><br /></span></span></span></div>
<div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="font-size: x-small;"><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background-color: transparent; color: black; display: inline; float: none; font-family: Verdana,sans-serif; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; letter-spacing: normal; orphans: 2; text-align: center; text-decoration: none; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; word-spacing: 0px;"><br />Ilustración: Wkowalsky</span></span></span></div>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><div style="-webkit-text-stroke-width: 0px; color: black; letter-spacing: normal; margin: 0px; orphans: 2; padding: 2px; text-align: justify; text-indent: 3em; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike><span style="font-size: x-small;"></span><br /></div>
</span><b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike><b></b><i></i><i></i><i></i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><span style="background-color: white;"></span><b></b><b></b><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><b></b><i></i><u></u><sub></sub><sup></sup><strike></strike><br />Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8627360988691639032.post-46438304781183563242018-10-09T11:06:00.001-03:002018-10-09T11:20:40.099-03:00EN LAS ROCAS - Elvio E. Gandolfo<table cellpadding="2" cellspacing="0" style="width: 643px;"><colgroup><col width="639"></col></colgroup><tbody>
<tr><td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlIfsqx1INSwkfL77j4DraaqULOdP2a9DsUHGy6r1OznrDxdAAsRrJV0BDNSmRLmQLE0EEtO8J5uU9hmWuYm3dbPlmcMlUjYHprQ32vJz51_O8T64pcysApqKKwoZALrGQTAred93Sa3Bx/s1600/mar-y-rocas-91aea313-56ae-4688-a7ed-174ac655f83f.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="750" data-original-width="1000" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlIfsqx1INSwkfL77j4DraaqULOdP2a9DsUHGy6r1OznrDxdAAsRrJV0BDNSmRLmQLE0EEtO8J5uU9hmWuYm3dbPlmcMlUjYHprQ32vJz51_O8T64pcysApqKKwoZALrGQTAred93Sa3Bx/s320/mar-y-rocas-91aea313-56ae-4688-a7ed-174ac655f83f.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: monospace; text-align: start; white-space: pre-wrap;">a Osvaldo Soriano</span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />Era muy gordo: debía pesar cerca de doscientos kilos. Después
de tanto tiempo al Sol y al viento la piel se le había puesto
como cuero, casi como coraza, y era difícil imaginar que abajo
hubiera carne, órganos digestivos. Hacía tanto que estaba junto
al mar, sentado, que pocos recordaban la primera vez que lo habían
visto a las afueras del balneario, donde terminaba la playa y
comenzaban las rocas. Nunca se movía: cuando llovía bajaba un
poco la cabeza y las cejas espesas desviaban el agua y la hacían
caer en un fino chorrito al costado del ojo izquierdo o del
derecho, según de qué lado inclinara la cabeza. Se alimentaba
con los cangrejos que traía el mar hasta las rocas. En la marea
alta el agua le llegaba a unos cinco centímetros de la cintura.
Entonces elegía tranquilamente los ejemplares más gordos y
jugosos, y a veces sumergía de pronto la mano, con una velocidad
imprevisible en semejante cuerpo, y la sacaba con un pez plateado
agitándose ya en la agonía.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En el
balneario era una costumbre, como el faro, el Cerro o la capilla.
Una especie de monumento. Hasta los turistas se sentían aliviados
cuando volvían a verlo cada verano, como un fiel punto de
referencia. Al atardecer un grupo de niños venía a burlarse de
él. Le tiraban piedras, le cantaban estribillos monótonos,
insultantes. Así como él era una costumbre para el pueblo, la
bandada de niños era una costumbre para él. Para entretenerlos
un poco, gritaba, como queriendo asustarlos. Sólo los que venían
por primera vez salían disparados por las rocas. Los veteranos,
que llegaban para burlarse desde hacía años, los frenaban y les
explicaban que era inofensivo, que no podía moverse.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Hablar
hablaba: pero sólo si empezaba otro. Así podía estar horas
explicando en qué momento del día se sacaban los mejores
cangrejos, o la época del año en que eran más sabrosos o más
gordos. Lo hacía con una voz un poco confusa, gruesa, que le
salía a duras penas de la garganta. Los ojos eran grises y opacos
y no permanecían inmóviles un instante: saltaban del que
escuchaba a las rocas, de allí al horizonte tenso y azul, volvían
al visitante, trepaban la barranca de roca roja y se quedaban
fijos un segundo en la Virgen blanca que la coronaba para luego
seguir su recorrido. Muchos se aburrían enseguida de oírlo.
Otros eran más curiosos y querían enterarse de cómo había
llegado, si tenía problemas con las autoridades y cómo era
posible vivir a la intemperie. Sobre lo primero era evasivo: vagas
referencias acerca de que hacía mucho que estaba allí (todos lo
sabían) o decía que "una vez me caí sentado y ya no pude
levantarme". Con las autoridades no tenía problemas. Lo
único que les preocupaba era que no diera un espectáculo
indecente: venían una vez al mes y le cambiaban dificultosamente
un pantalón de lona azul y fuerte, que resistía la corrosión
del agua. Le habían ofrecido también una campera, construirle
una carpa alrededor, pero rechazó la idea: se le había "curtido
el cuero" y era insensible a las temperaturas o los cambios
de tiempo. Uno de los curiosos le preguntó con tacto si la
humedad no le pudría "la parte de abajo, la que no daba al
Sol". Le explicó que no, que en la bajamar la roca se
calentaba tanto que era como tener otro Sol bajo el cuerpo, y que
la piel de esa zona estaba tan dura y caliente como el resto.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Viniendo por
la rambla, se lo veía como una pirámide de rocas redondeada por
las aguas. Acercándose más se iba definiendo, el tronco, los
brazos gruesos (pero no exagerados la pesca y la recolección de
cangrejos los mantengan elásticos) y las piernas, encogidas o
estiradas, formando siempre un basamento grande, sólido. Se había
puesto de acuerdo con algunos pescadores para juntarles cangrejos.
Lo único que aceptaba como pago eran atados de cigarrillos, y, la
primera vez, una caja de lata con tapa, para impedir que la
lluvia, o la marea los mojaran.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Con el tiempo
el grupo de niños cambiaba de integrantes. Pero siempre llegaban
á la misma hora, como una aguja de reloj: gritaban, se asustaban,
a veces hasta intercambiaban algunas palabras tranquilas con el
gordo, y se iban. A menudo lo saludaban levantando un brazo.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando
fumaba, un penacho de humo surgía de la punta de la pirámide,
largo y fino. Si el día era muy calmo, el humo flotaba un poco
alrededor de la cabeza, sobre el pelo color acero, que era
recortado periódicamente por una cuadrilla municipal.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">También
habían colocado una caja de madera, chata y amplia, con fondo de
alambre tejido, donde el mar desmenuzaba y tragaba los restos de
cangrejos y los esqueletos de pescado.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Una vez había
creído ver una mancha sobre el mar y avisó al primer turista que
apareció. La mancha resultó ser un porteño que se había
construido un barco y había naufragado a un par de kilómetros de
la costa. Cuando se repuso vino a visitarlo. Le agradecía
infinitamente, alababa su capacidad visual y al fin le preguntaba
qué quería, porque estaba dispuesto a darle cualquier cosa,
incluso reintegrarlo a la civilización, emplearlo, "ubicarlo
nuevamente". "Qué tipo lamentable", pensó el
gordo, y le pidió varias cajas de cigarrillos importados, una
marca demasiado costosa para los pescadores. Le dijo que se las
dejara a ellos, que le irían entregando los paquetes
regularmente.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Algunos de
los niños desaparecían con el paso del tiempo. Otros, muy pocos,
seguían visitándolo, generalmente con la excusa de pescar en las
rocas. Les ofrecía desinteresados consejos sobre los mejores
lugares, pero no resultaban provechosos. Y no sabían si era
simple idiotez del gordo o si se vengaba de las antiguas burlas.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cada tanto
las revistas de información le dedicaban una nota. Lo que decían
era tonto y sin sentido. Pero le gustaban las fotos, verse de
distintos ángulos y alturas y, a veces, en colores, proyectando
su silueta sobre un horizonte rojo o anaranjado. Arrancaba las
hojas ilustradas y regalaba o tiraba al mar el resto de la
revista.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se rascaba el
pelo continuamente, echándole agua de mar. Se le había puesto
duro, firme, bien aferrado al cráneo. Si le picaba mucho lo
rascaba con una concha vacía.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En el
balneario había personas que no lo soportaban. Decían que era un
objeto sucio, dañino, rodeado de desperdicios y vicioso
incurable. Se trataba casi siempre de mujeres ancianas y pulcras,
que no odiaban solo al gordo sino a los cangrejos en general, y
sobre todo al mar que traía una especie de baba hasta la orilla y
en los días de tormenta ensuciaba el aire de paja, arena y
cascarones molidos.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Imaginaban
tan inmóvil al gordo que cuando luego de una tormenta fuerte lo
encontraron a unos cien metros del lugar habitual, tranquilo y
fumando, no podían creerlo. Tampoco advirtieron el momento de la
noche en que volvió a arrastrarse hasta el sitio de costumbre.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Una mañana
lo sorprendió la escasa cantidad de turistas. Eran mediados de
enero, la época crucial de la temporada, y sin embargo sólo
había visto una pareja de ingleses pelirrojos, con la piel como
hervida, que intentaron infructuosamente comunicarse con él en
una incomprensible mezcla de idiomas. La llegada de los niños al
atardecer lo tranquilizó un poco.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Pero al día
siguiente no solo no vino nadie del pueblo, sino que los
pescadores, cuando llegaron a cambiar las cestas llenas por las
vacías, casi no le dirigieron la palabra, y hasta le explicaron
brevemente que se habían olvidado de traerle el paquete de
importados, algo que nunca había ocurrido.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al atardecer,
los niños no aparecieron.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se sentía
mal. Se dejó adormecer por el ruido de las olas mucho antes que
de costumbre.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al otro día
lo único que se movió a su alrededor fueron las gaviotas y un
coche deportivo negro y enorme, sin capota, que surgió a una
velocidad increíble, tomando las curvas en dos ruedas, en
dirección al pueblo. Dejó de verlo cuando giró alrededor de la
barranca roja. Luego oyó un estrépito formidable, sin poder
distinguir si era una frenada violenta o un choque.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando llegó
la marea alta, notó que la cantidad de cangrejos era notablemente
inferior a la de los días anteriores, y que el agua estaba
caliente como un caldo. Al atardecer tampoco vinieron los niños.
Esa noche no durmió en absoluto y al amanecer pudo ver que el Sol
nacía entre un cúmulo de nubes verdosas.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">No llegó
nadie en todo el día. No tuvo ganas de pescar y comió de las
cestas llenas, seguro ya de que los pescadores no irían a
retirarlas. La marea duró más que de costumbre y el culo no se
le secó del todo. A la noche estaba incómodo; por primera vez
sintió trastornos digestivos. También por primera vez trató de
recordar cómo era su vida antes de sentarse, sin conseguirlo.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se alzó el
Sol y nuevamente nadie vino ni pasó nada. Ahora la certeza era
aún más negra: los días se sucederían uno tras otro con él
sentado allí, comiendo cangrejos con desgano, haciendo saltar la
mirada del mar a las rocas, a la barranca, a la Virgen blanca que
la coronaba, y otra vez al mar, al horizonte tenso. Podría
subsistir indefinidamente, hasta que un día no se despertaría y
quedaría allí como dormido, con la cabeza inclinada sobre el
pecho. Llovería y el agua correría por las cejas y saldría
despedida como por una canaleta; habría Sol y su sombra se
proyectaría girando lentamente con el paso de las olas. Y se iría
corrompiendo porque, a pesar del grosor y la dureza de la piel,
era perecedero. Y no habría vuelto a fumar un cigarrillo
importado, ni a embromar con los niños, ni a conversar con los
pescadores, ni a ver su imagen repetida en una revista.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ya se había
resignado a ese futuro de piedra, de vegetal, de alga, y a la
noche durmió bien.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">A la mañana
siguiente, cuando el Sol estaba alto, el mar estrelló un gran
lobo marino contra las rocas, en el lugar donde la costa se hundía
a pico hasta unos veinte metros de profundidad. Era enorme y
brillante, con un bigote espeso. Trató de recordar a qué se
parecía. Al fin lo asoció con uno de los pescadores, que venía
muy rara vez pero que se destacaba justamente por parecerse a un
lobo marino.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Un par de
horas después del mediodía ocurrió algo que lo sacudió. Estaba
haciendo girar la mirada una y otra vez, con una regularidad que
llegó a marearlo, cuando la Virgen, en una fracción de segundo y
en el preciso instante en que fijaba los ojos en ella, se
desmenuzó en innumerables fragmentos. Estaba allí, como siempre,
con el manto blanco rodeándola de pliegues rectos y fríos,
enmarcándole el rostro sonriente, una mano caída a un costado y
la otra levantada tenuemente hacia el mar, como invitando a
acercarse a la costa, cuando se partió de arriba abajo y hacia
los costados, convertida en un ridículo montón de trozos
blancos. Algunos, entre ellos una mano, rodaron por la barranca
roja hasta detenerse en una saliente o un manojo de hierba. Fue
tan repentino que sintió como si la mano blanca le retorciera con
fuerza el corazón.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Y así
pasaron los días. Era como ser un objeto extraño al mar y a las
rocas que lo rodeaban. Porque ya no estaba la Virgen, y el
continuo embate de las olas había destrozado gran parte del
camino, y estaba seguro de que también el pequeño puerto de
pescadores (lo único anterior a sentarse que recordaba) estaría
deshecho tras la barranca, desmenuzado, comido por la sal y el
agua.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Dormía,
comía, volvía a dormir. De vez en cuando pescaba, o se rascaba
el pelo cada vez más largo, o arrancaba los jirones del pantalón
que más le molestaban.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Una madrugada
creyó oír el ruido de un carro que se aproximaba por la ruta, y
sacudió la cabeza, porque sólo podía ser una alucinación. Pero
después de mediodía volvió a oírlo y esta vez apareció: era
uno de los viejos carros de pescadores, con altas ruedas de madera
y un despintado cartel de "pescado fresco" en el
costado. Lo conducía una mujer muy vieja, pura arruga, vestida
con un chal de colores restallantes, envuelto cuidadosamente
alrededor del cuerpo pequeño.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando avistó
al gordo mirándola, comenzó a reírse a carcajadas. El gordo
también rió, muy suavemente, temiendo asustarla. La vieja había
detenido el caballo. a unos doscientos metros y no parecía
dispuesta a moverse.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Diez minutos
después pensó que quizás estaba loca, porque seguía riéndose
con la misma intensidad, lo señalaba con el dedo, y solo se
interrumpía para gritar, con el mismo tono, que le habían
contado que había un gordo sentado junto al mar, más allá del
puerto, pero que nunca había creído que alguien podía ser tan
idiota, imbécil, e ignorante como para pasarse la vida comiendo
cangrejos y con el culo mojado. Pero ahora lo tenía enfrente
-seguía después de reírse un rato-, y veía que sí, que era
posible, pero que tampoco nunca había imaginado que sería un
tipo -qué un tipo: un animal- tan repugnante, obsceno y repelente
como lo que estaba mirando.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Y así
continuó durante una hora, hilvanando series de insultos que
apenas se diferenciaban entre sí, unidos por risas histéricas,
sin bajar del carro ni moverlo un centímetro. Al fin el gordo se
sintió tan agotado que añoró la soledad anterior, terrible y
sin sentido, pero menos enloquecedora que el grito chirriante y
estriado de la vieja llenándole la cabeza. Se dio vuelta y abrió
un cangrejo con las uñas. Esto provocó un aumento considerable
de la voz y los insultos de la vieja. Lo tiró antes de que
llegara a la boca, y esperó. Cerca de media tarde la vieja hizo
dar una vuelta completa al caballo y se alejó, sin cesar de
reírse e insultar, parándose o sentándose con bruscos impulsos,
hasta que el sonido se perdió, mucho después que la imagen,
detrás de la piedra roja.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al mediodía
siguiente el carro reapareció con la vieja gritando aún antes de
girar por la barranca. El gordo adivinó que iba a ser un hecho
tan cotidiano y regular como el grupo de niños, y se dispuso a
soportarlo, con la esperanza de que a través de los días la
visita sufriera cambios suficientes como para convertirse en un
hecho vivo dentro de la sucesión idéntica y giratoria de las
mareas, los cangrejos y las gaviotas. En efecto: esta vez la vieja
intercaló en la serie de insultos una amenaza: iba a comer
delante de él manjares exquisitos, para que sufriera
horriblemente, ya que sabía que nadie en su sano juicio podía
conformarse con cangrejos y pescados.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cruzó detrás
suyo con una bolsa y se sentó en el esqueleto pelado del lobo
marino. Sacó un pollo asado y ensalada rusa. Levantó los dos
platos en el aire y largó una carcajada. El gordo se sentía
desorientado. Aquello le parecía absurdo. Estuvo a punto de
añorar otra vez la soledad, pero se dijo que aguantaría un poco
más. Dejó que la vieja comiera ostentosamente sus comidas, sin
inmutarse y aguantando las ganas de abrir un cangrejo para no
espantarla. Cuando terminó de comer, el rostro arrugado, pequeño,
donde apenas si se veían los ojos como un par de luces movedizas,
permaneció en silencio por primera vez, mirando fijamente al
gordo. Este ya iba a empezar a hablar, a preguntarle, cuando la
vieja estalló en una hilera tan alta e insoportable de insultos
que sintió dolor en las raíces de las muelas, en el fondo del
tímpano, directamente en el cerebro golpeado. &#191;Así que
simulaba no importarle lo que ella comiera? &#191;Así que
prefería aquellos repugnantes cangrejos? Bueno, maldito fuera y
por la puta que lo parió, ya vería lo que vendría a comer
mañana. Subió al carro, siguió gritando, se perdió gritando
tras la barranca, animada por movimientos espasmódicos, como si
la tabla de pronto se pusiera caliente, y tuviera que pararse, y
volver a sentarse hasta que el calor de la tabla la obligaba a
pararse otra vez, y así sucesivamente.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">El gordo
quedó tan exhausto que se durmió a pleno rayo de Sol. Cuando
despertó pensó que lo aguantaría mejor si pudiera fumar, pero
desde hacía quince días le quedaba un solo cigarrillo importado,
que utilizaría cuando llegara a sentirse cerca de la muerte, si
alcanzaba a darse cuenta de su cercanía. También pensó que no
conocía a la vieja, no podía decidir si era una loca que siempre
había estado encerrada en el pueblo y ahora andaba libre y sola,
o si se trataba de una anciana común trastornada por la soledad.
De todos modos la hubiera preferido muda. A la noche durmió
también profundamente.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al día
siguiente todo se repitió con exactitud, esta vez con carne asada
y tomates. Cuando la vieja ya estaba terminando le preguntó de
dónde sacaba la comida. Las arrugas se estiraron hacia atrás y
empezó a reírse a carcajadas. Nunca le diría, jamás. &#191;Así
que al maldito le gustaría saber de dónde sacaba la comida?
&#191;Así que estaba harto de sus cangrejos y pescado? Bueno,
no sería ella la que le diría de qué heladera de qué bar
frente al mar retiraba la comida todos los días. Y continuó,
monótona, insistente, hasta recoger los restos, tirarlos al mar,
subirse al carro e irse gritando.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Y así
durante dieciséis días, uno tras otro. Hubo un momento crítico
en que el gordo tomó una roca grande y afilada y calculó la
distancia, el viento, la forma de darle en un punto vital y
acallar para siempre aquel agujero chillón y devorante. Pero se
imaginó otra vez solo, sin posibilidades de que alguien viniese y
fijó una fecha límite, a dos o tres meses de distancia, sabiendo
de antemano que no la cumpliría.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En el día
número diecisiete hubo algo extraño. Oyó sólo los ejes
desengrasados del carro, aproximándose despacio. La tensión de
oír el comienzo de los gritos y las carcajadas casi lo volvió
loco. Pero el carro giró alrededor de la barranca y se aproximó,
con la vieja encorvada y silenciosa sobre la tabla. Dejó el carro
más cerca que otras veces, bajó y se sentó en una roca, mirando
fijamente al mar.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Se animó a
hablar.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">-Se acabó la
comida -le dijo a la vieja.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La mujer
asintió moviendo la cabeza. Estuvo un rato sentada y el gordo
volvió a hablar.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">-Se murieron
todos -dijo.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La vieja
volvió a asentir. Después se paró y fue hasta el carro. Demoró
mucho en subir y alejarse, sin dar el menor salto, sentada rígida
sobre la tabla.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Temió que no
volviese, pero a la hora de siempre el chirrido de los ejes se
aproximó. La vieja se sentó en la misma roca y el gordo empezó
a hablarle obsesivamente de los cangrejos, las mareas, la forma en
que se había roto la Virgen, como si la hubiera matado con la
mirada, todo lo que pudo recordar, sin importarle, sin detenerse,
sin fijarse si la vieja lo atendía o no. Y al fin, cuando ya los
cangrejos y todo lo demás se habían convertido en una especie de
estribillo sin sentido, y la vieja se balanceaba al compás de la
voz hipnótica del gordo, éste hundió la mano en el agua
salobre, sacó un cangrejo gordo, lo abrió con las uñas y se lo
tendió delicadamente, rogándole que comiera porque si no se iba
a morir de hambre y él quería preguntarle muchas cosas.</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
</span></div>
</td>
</tr>
<tr>
<td style="border: none; padding: 0cm;" width="639"><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">La vieja
sorbió la carne fresca y jugosa y empezó a contarle.<br /><br /><br /><span style="font-size: x-small;"><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Elvio_Gandolfo" target="_blank">Elvio E. Gandolfo</a></span></span></div>
</td>
</tr>
</tbody></table>
Maurohttp://www.blogger.com/profile/17870749884392320368noreply@blogger.com