LA MIRÓ CON DESDÉN - Ariel Ferrer

Todo comenzó en una calurosa y húmeda tarde de abril, Marcus estaba en su casa por una licencia médica y nada le hacía suponer que ese martes catorce sería el principio del fin de su relación de trece años con Catherine.
Para ser honesto todo había comenzado seis meses antes, en un cóctel brindado por la empresa donde trabajaba Marcus con motivo de los cincuenta años de su fundación, pero esa… esa es otra historia.
Como todos los martes Catherine iba a media tarde a lo de su amiga Sandra a charlar sobre los eternos problemas maritales que le aquejaban y este martes, no era la excepción, lo único diferente fue el olvido del celular en la vieja mesita esquinero que servía para apoyar las llaves y otras cosas pequeñas, de uso cotidiano que descansaba bajo un hermoso espejo que Catherine usaba para darse un último vistazo antes de salir a la calle.
Mientras ella se terminaba de duchar y sin advertir el olvido, su celular empezó a vibrar, sin sonido… sobre la mesa… Marcus, a escasos dos metros, reposaba en su sillón intentando calmar la dolencia que sufría y escuchó como el celular vibraba nervioso sobre la mesita que hacía de resonador y ampliaba el ruido de tal acción.
Levantó el celular y de manera casi automática, sin quererlo en absoluto, miró y vió que el mensaje provenía del segundo teléfono de Sandra, así lo remarcaba el display mostrando el contacto “SANDRA 2” en la pantalla, lo abrió y leyó: “¿VENIS NO? TE ESPERO, BESO”…
Fue hasta la puerta del baño y le transmitió el mensaje a Catherine que respondió presurosa y algo ofuscada -“PODES DEVOLVERME MI CELULAR¡¡¡¡ YA SALGO¡¡¡¡”….- Marcus notó algo raro pero no supo interpretar que era, abrió la puerta, dejo el celular sobre el lavamanos, cerró y volvió a su sillón, Catherine se cambió y salió dándole un beso en la frente y de manera bastante parca llegó solo a decirle -“CHAU¡¡¡”- mientras cruzaba el pórtico hacia la calle; Marcus tenía por delante dos horas para descansar pues ese era el tiempo que últimamente Catherine le dedicaba a Sandra.
La televisión apagada por el dolor de cabeza que sufría y la casa silenciosa en ausencia de mas compañía le permitieron reposar y solo pensar… y es en este punto que la vida de Marcus empieza a derrumbarse como un castillo de naipes frente a él, sin que pudiera ponerle freno a sus propios pensamientos y conclusiones… Sandra era hija de militares y había sido educada de manera muy estricta por ambos padres, dentro de un marco cultural ultra ortodoxo y por momentos hasta retrógrado en algunos conceptos…. ¿que era entonces lo que no le cerraba? Notó que de manera curiosa Sandra había terminado su mensaje con la palabra “beso” pero eso era algo realmente raro, porque Sandra sentía un rechazo natural tan fuerte hacia la homosexualidad que había declarado en reiteradas oportunidades que incluso le chocaba darse un beso entre amigas, prefería un frío abrazo y hasta darse la mano, tema en el cual no coincidían para nada con Catherine pero cada una respetaba a la otra.
Alborotadamente empezaron a caer recuerdos y pensamientos como caen las fichas de un dominó ordenadas para tal efecto… exactamente tres días atrás Marcus la había encontrado a Sandra en la calle más comercial de su barrio y ésta le había solicitado el celular prestado para mensajearse con su madre, indicándole que el de ella se había quedado sin batería y que su esposo le reclamaba el hecho de que no lo cambiara o tuviera otro a lo que Sandra siempre respondía que ella estaba acostumbrada a su equipo y rechazaba la idea de cambiarlo…. ¿sería que en estos tres días había comprado otro equipo y por eso el contacto era SANDRA 2? ¿Por qué le mando un beso si no era común en ella? ¿Por qué Catherine había pasado en los últimos meses de ir “de entrecasa” a lo de Sandra (dado que eran amigas íntimas y no se sentía en la obligación de estar impecable) a producirse hasta el mínimo detalle? Empezó a dudar hasta de sus propios recuerdos, ya no estaba seguro si había notado con curiosidad que el mismo remís, un focus de última generación, la había traído en reiteradas oportunidades de diferentes lugares…. ¿era ese un recuerdo válido? ¿O la propia dolencia y medicación le estaban jugando una mala pasada?.
Después de pensar un largo rato decidió esperar a Catherine y encararla para despejar toda duda, casi seguro de dos cosas, una era que ella seguramente no era culpable basándose más en menospreciar la capacidad de Catherine de hacerlo que en su honestidad y la otra, su gran as en la manga, era su auto concepto de que tenía a su esposa en la palma de la mano porque le brindaba todas las comodidades que cualquier mujer puede desear sin que Catherine tuviera que cumplir con prácticamente nada… casa de dos plantas en el mejor barrio de San Isidro, casa de veraneo en Punta, toda la ropa y joyas que ella pudiera desear, vacaciones alrededor del mundo, y por supuesto (a ojos de él mismo) todo el sexo que Catherine pudiera necesitar y más….
Cuando escuchó los tacos en el pórtico él se apresuró a abrir la puerta pero ella ya estaba entrando, no pudo ver que auto la había traído, más si pudo ver que otro focus negro estaba estacionado a unos sesenta metros sobre la misma calle en dirección al río, ella entró y se encontró de frente con Marcus, el cual se notaba, estaba más que nervioso, ella solo dijo -“HOLA”- y él le dijo -“TENEMOS QUE HABLAR”….- en ese momento ella lo miro fijo… muy fijo a los ojos y él vio sus labios moverse pero todo se detuvo, todo empezó a transcurrir en cámara lenta como si la atmósfera fuera diez veces más pesada de lo normal… la voz de Catherine sonaba como en un tubo de desagüe, o era su enfermedad volviendo a hacer de las suyas…. de cualquier manera escuchó claramente -“SI… ME ESTOY VIENDO CON ALGUIEN…”-
Este era el momento que menos esperaba Marcus pero que había previsto como opción y repetido en su mente cientos de veces y vuelto a repetir, planeando su reacción frente a la posible confesión.
Enojado pero sin perder la calma (o por lo menos eso intentaba demostrar) le hizo a Catherine un repaso de todos los beneficios de la relación que él le brindaba, no se detuvo en pedir explicaciones de como surgió ni de que paso, ni a reclamar la falta de honestidad de ella, solo se limitó a mostrarle el desastre que sería su futuro lejos de él, y como tiro de remate, dio dos pasos, abrió la puerta y la amenazo con marcharse… cruzó el pórtico, dándole la espalda, se detuvo a un metro y miró por sobre su hombro… la miró con desdén…. con aires de autoridad diría yo… hizo todo eso solo para sorprenderse cuando descubrió que ella no estaba parada en la puerta… mucho menos deteniéndolo desesperada… un sudor helado corrió por su espalda en esa noche que todavía conservaba el calor y la humedad de la tarde.
Entre sorprendido, enojado y temeroso exclamo -¡¡¡¡CATHERINE!!!!!!...- y escucho la voz de ella que bajaba las escaleras que conducían a los dormitorios de la planta alta… -”ESPERÁ…AHÍ VOY”…-
Él quedo inmóvil… no sabía si quería y no podía moverse o si podía pero no quería hacerlo… ella apareció otra vez con dos valijas en sus manos, él con la voz quebrada le preguntó cómo había hecho ella para armar las valijas de él en tan poco tiempo y le pregunto cómo quien espera la respuesta correcta, si ella lo estaba echando de su propia casa… ella lo miro… hizo un silencio de meses y le dijo… -”NO SON TUYAS… SON MIAS… NO QUIERO SACARTE NADA… SOLO LO QUE NO TE PERTENECE”….- pasó a centímetros de su esposo, aquel hombre que había amado durante tantos años y se encaminó hacia el focus negro.
Yo la esperaba con el motor en marcha… al llegar al auto, abrí mi puerta… bajé y le abrí el baúl para cargar sus maletas… nos dimos un beso y subimos a mi focus para no volver nunca más a San Isidro.
La lluvia empezaba a caer anunciando el cambio del clima y Marcus entró en su casa para derrumbarse en su sillón… tenía todo… menos a la mujer que amaba y comprendió rápidamente que le había dado todo… menos lo que ella quería, él tenía todo… pero solo quería una cosa de esa casa vacía, otrora hogar con sueños de una pareja enamorada y hoy devenida en lujoso ataúd para el alma sin esperanza de Marcus… solo una cosa que también reposaba en la mesita esquinero, bajo el espejo que no reflejaría nunca más la imagen radiante de Catherine… en el tosco cajoncito que se situaba bajo la mesa, dormía el arma de Marcus, esa que compró para defender lo suyo de cualquier intromisión externa… un trueno oportuno acalló el estruendo de su .357… Marcus fue encontrado unos días después por un amigo que vino a ver como seguía de su enfermedad.
Marcus lo tenía todo… todo menos a Catherine.