LA NOVENA REVELACIÓN (THE CELESTINE PROPHECY) - James Redfield
PRIMERA
EDICIÓN 1993
Para
Sarah
Virginia Redfield
Los
hombres prudentes resplandecerán
como el
resplandor del firmamento,
y los
que hayan enseñado a muchos
la
justicia
brillarán
como las estrellas,
por los
siglos de los siglos.
En
cuanto a ti, Daniel, oculta estas palabras,
y sella
el Libro hasta el tiempo
del
fin. Muchos buscarán aquí y allí,
y
aumentará el conocimiento.
DANIEL
12: 3-4
AGRADECIMIENTOS
I
NOTA
DEL AUTOR
DESDE
HACE YA MEDIO SIGLO, UNA NUEVA CONCIENCIA SE INTRODUJO EN EL
MUNDO HUMANO, UNA NUEVA CONCIENCIA QUE SÓLO PUEDE DENOMINARSE
TRASCENDENTE Y ESPIRITUAL. SI USTED ESTÁ LEYENDO ESTE LIBRO, ES
POSIBLE QUE YA SIENTA QUÉ ESTÁ OCURRIENDO, QUE YA LO SIENTA EN SU
INTERIOR.
EMPIEZA
CON UNA MAYOR PERCEPCIÓN EN CUANTO A LA FORMA EN QUE AVANZA NUESTRA
VIDA. NOTAMOS LOS HECHOS FORTUITOS QUE OCURREN EN EL MOMENTO JUSTO Y
QUE HACEN APARECER PRECISAMENTE A LOS INDIVIDUOS INDICADOS PARA
DAR A NUESTRA VIDA UN RUMBO NUEVO E INSPIRADOR. Quizá más que
cualesquiera otras personas en cualquier otra época, intuimos un
significado más elevado en estos hechos misteriosos.
Sabemos
que la vida tiene que ver realmente con un desarrollo espiritual
personal, fascinante y mágico; un desarrollo que ninguna filosofía
o religión ha logrado hasta ahora explicar por entero. Y sabemos
también otra cosa: que una vez que entendamos lo que está
ocurriendo, cómo acceder a este proceso y cómo maximizar su
aparición en nuestra vida, la sociedad humana dará un salto
cuántico a una forma de vida totalmente nueva —que concrete lo
mejor de nuestra tradición— y creará una cultura que ha sido el
objetivo de toda la historia hasta el momento.
EL
SIGUIENTE RELATO SE PRESENTA BAJO ESTA NUEVA PERSPECTIVA. SI LO
CONMUEVE, SI CRISTALIZA ALGO QUE USTED PERCIBE EN LA VIDA,
TRANSMÍTASELO A OTRO... PUES ESTOY CONVENCIDO DE QUE NUESTRA
NUEVA CONCIENCIA DE LO ESPIRITUAL SE EXPANDE PRECISAMENTE DE ESA
FORMA, NO YA A TRAVÉS DE LA PUBLICIDAD O POR MODA, SINO EN FORMA
PERSONAL, A TRAVÉS DE UNA SUERTE DE CONTAGIO PSICOLÓGICO POSITIVO
ENTRE LAS PERSONAS.
Lo
único que debemos hacer es interrumpir nuestras dudas y
distracciones el tiempo suficiente... y, como por milagro, esa
realidad puede ser la nuestra.
UNA MASA CRÍTICA
Llegué
hasta el restaurante y estacioné; luego me recliné en el asiento
para pensar un momento. Sabía que Charlene ya estaría adentro,
esperando para hablar conmigo. Pero, ¿por qué? Hacía seis años
que no tenía noticias de ella. ¿Por qué volvía a aparecer ahora,
justo cuando yo me había recluido en el bosque por una semana?
Bajé
de la camioneta y caminé hasta el restaurante. A mi espalda, el
último resplandor de una puesta de sol se hundía al oeste y
derramaba rayos de ámbar dorado sobre el estacionamiento
húmedo. Una hora antes, un breve chaparrón había mojado todo y
ahora la noche de verano era fresca y renovada y, por el efecto de la
luz evanescente, parecía casi surrealista. Una media luna colgaba en
el cielo.
Mientras
caminaba, viejas imágenes de Charlene se agolpaban en mi mente.
¿Seguiría siendo bella, intensa? ¿Cómo la habría cambiado el
tiempo? ¿Y qué debía yo pensar de ese manuscrito que me había
mencionado, ese antiguo objeto encontrado en Sudamérica sobre el
cual estaba ansiosa por hablarme?
—Tengo
una espera de dos horas en el aeropuerto —había dicho por
teléfono—. ¿Podemos cenar juntos? Te encantará lo que dice este
manuscrito, es justo tu tipo de misterio.
¿Mi
tipo de misterio? ¿Qué había querido decir con eso?
Adentro,
el restaurante se hallaba lleno. Había varias parejas esperando
mesa. Cuando encontré a la mesera, me dijo que Charlene ya estaba
ubicada y me condujo al entrepiso, sobre el comedor principal.
Subí
la escalera y vi a un grupo de personas alrededor de una de las
mesas. El grupo incluía a dos policías. De repente, los policías
se dieron vuelta y bajaron corriendo la escalera. Como el resto del
grupo se dispersó, pude entrever a la persona que parecía haber
sido el centro de atención: una mujer, todavía sentada a la mesa...
¡Charlene!
Caminé
rápidamente hasta ella.
—Charlene,
¿qué ocurre? ¿Pasa algo malo? Echó la cabeza hacia atrás en
señal de exasperación y se puso de pie con su inconfundible
sonrisa. Noté que tenía el pelo, quizás, un poco diferente, pero
la cara era exactamente como la recordaba: rasgos delicados, boca
ancha, grandes ojos azules.
—No
vas a creerlo —dijo, dándome un cariñoso abrazo—. Fui al
baño hace unos instantes y, mientras no estaba, alguien me robó el
portafolios.
—¿Qué
llevabas?
—Nada
importante, sólo algunos libros y revistas para el viaje. Es
increíble. Las personas sentadas a las otras mesas me dijeron que
alguien pasó, lo tomó y se fue. Les dieron una descripción a los
policías, y éstos dijeron que registrarían la zona.
—¿Tal
vez yo podría ayudarlos a buscar?
—No,
no. Olvidémoslo. No tengo mucho tiempo y quiero hablar contigo.
Asentí
y Charlene propuso que nos sentáramos. Se acercó un mozo, miramos
el menú y pedimos. Después pasamos unos diez o quince minutos
hablando de generalidades. Traté de minimizar mi aislamiento
autoimpuesto, pero Charlene captó mi vaguedad. Se inclinó hacia
adelante y me dedicó otra sonrisa.
—Entonces,
¿qué te está pasando realmente? —preguntó.
La
miré a los ojos, sentí la intensidad con que me miraba.
—Quieres
que te cuente toda la historia ya mismo, ¿no?
—Como
siempre —respondió.
—Bueno,
la verdad es que decidí tomarme un tiempo para mí y quedarme en el
lago. Estuve trabajando mucho y desearía cambiar el rumbo de mi
vida.
—Recuerdo
que me habías hablado del lago. Creí que tu hermana y tú tenían
que vender la casa.
—Todavía
no, pero el problema son los impuestos. El terreno está tan cerca de
la ciudad, que aumentan constantemente.
Hizo
un gesto afirmativo con la cabeza y preguntó:
—¿Y
qué piensan hacer ahora?
—Todavía
no lo sé. Algo distinto. Me miró de una manera misteriosa.
—Parecería
que estás tan inquieto como todo el mundo.
—Supongo
que sí —respondí—. ¿Por qué me lo preguntas?
—Está
en el Manuscrito.
Le
devolví la mirada en silencio.
—Háblame
de ese Manuscrito —dije. Se echó hacia atrás en la silla como
para ordenar sus ideas y luego volvió a mirarme a los ojos.
—Creo
que por teléfono te conté que dejé el diario hace varios años y
empecé a trabajar en una empresa de investigación que estudia
los cambios culturales y demográficos para las Naciones Unidas. Mi
último destino fue en Perú. Mientras me hallaba allí, haciendo
unos estudios en la Universidad de Lima, oía muchos rumores sobre un
viejo manuscrito que habían descubierto. Pero nadie era capaz de
darme detalles al respecto, ni siquiera en los departamentos de
arqueología o antropología. Y cuando me puse en contacto con
el gobierno, negaron tener conocimiento alguno sobre el tema. Una
persona me dijo que en realidad el gobierno trataba de eliminar el
documento por algún motivo. De todos modos, no era una información
directa. Tú me conoces —continuó—. Soy curiosa. Cuando terminé
mi trabajo, decidí quedarme unos días más para ver qué conseguía
averiguar. Al principio, cada pista que seguía resultaba otro
callejón sin salida, pero una vez que estaba almorzando en un bar en
las afueras de Lima, noté que un sacerdote me miraba. Después de un
momento, se acercó y admitió que, ese mismo día, me había oído
hacer preguntas sobre el Manuscrito. No me reveló su nombre, pero
aceptó responder a todas mis preguntas.
Vaciló
un instante sin dejar de mirarme intensamente.
—Dijo
que EL MANUSCRITO SE REMONTABA APROXIMADAMENTE AL AÑO 600 ANTES DE
CRISTO. PREDICE UNA TRANSFORMACIÓN TOTAL DE LA SOCIEDAD HUMANA.
—¿A
partir de cuándo? —pregunté.
—Las
últimas décadas del siglo XX.
—¿¡Ahora!?
—Sí,
ahora.
—¿Qué
clase de transformación se supone que es? —pregunté.
Me
miró por un instante, confundida, y luego dijo. con fuerza:
—El
sacerdote me dijo que ES UNA ESPECIE DE RENACIMIENTO DE LA
CONCIENCIA, QUE SE PRODUCE MUY LENTAMENTE. NO ES DE NATURALEZA
RELIGIOSA, PERO SÍ ESPIRITUAL. ESTAMOS DESCUBRIENDO ALGO NUEVO SOBRE
LA VIDA HUMANA EN EL PLANETA, SOBRE QUÉ SIGNIFICA NUESTRA EXISTENCIA
Y, según el sacerdote, ESE CONOCIMIENTO PROVOCARÁ UNA
ALTERACIÓN ESPECTACULAR DE LA CULTURA.
Hizo
otra pausa y agregó:
—El
sacerdote me dijo que el MANUSCRITO ESTÁ DIVIDIDO EN SEGMENTOS, O
CAPÍTULOS, CADA UNO DEDICADO A UNA PERCEPCIÓN PARTICULAR DE LA
VIDA. El Manuscrito PREDICE QUE EN ESTA ÉPOCA LOS SERES HUMANOS
COMENZAREMOS A CAPTAR DICHAS REVELACIONES (INSIGHTS) EN FORMA
SECUENCIAL, UNA REVELACIÓN TRAS OTRA, A MEDIDA QUE VAYAMOS
PASANDO DE DONDE NOS HALLAMOS AHORA A UNA CULTURA TOTALMENTE
ESPIRITUAL SOBRE LA TIERRA.
Meneé
la cabeza y alcé una ceja con aire cínico.
—¿De
veras crees todo eso?
—Bueno—dijo—.
Creo...
—Mira
a tu alrededor —la interrumpí, señalando a la gente sentada en el
salón de abajo—. Éste es el mundo real. ¿Ves que algo esté
cambiando?
Justo
cuando decía esto, se oyó una observación airada en una mesa
ubicada junto a la pared opuesta; era una observación que no logré
entender, pero que fue lo bastante fuerte como para acallar todo el
local. Al principio pensé que el alboroto se debía a otro robo,
pero enseguida me di cuenta de que no era más que una discusión.
Una mujer de unos treinta y tantos años estaba de pie mirando con
indignación a un hombre sentado frente a ella.
—No
—gritó—, ¡el problema es que esta relación no es como yo
quería! ¿Entiendes? ¡No lo es! —Se serenó, dejó su servilleta
sobre la mesa y se fue.
Charlene
y yo nos miramos, impresionados porque el exabrupto se había
producido en el preciso instante que hablábamos de la gente de
abajo. Al final, Charlene señaló con un gesto la mesa en la que el
hombre se había quedado solo y comentó:
—LO
QUE ESTÁ CAMBIANDO ES EL MUNDO REAL.
—¿Cómo?
—pregunté, todavía un poco perplejo.
—LA
TRANSFORMACIÓN COMIENZA CON LA PRIMERA REVELACIÓN Y, según el
sacerdote, ESTA REVELACIÓN SIEMPRE APARECE EN FORMA INCONSCIENTE AL
PRINCIPIO, COMO UNA PROFUNDA SENSACIÓN DE INQUIETUD.
—¿Inquietud?
—Sí.
—¿Qué
estamos buscando?
—¡De
eso se trata justamente! Al principio no lo sabemos con certeza.
SEGÚN EL MANUSCRITO, EMPEZAMOS A VISLUMBRAR UN TIPO DE EXPERIENCIA
ALTERNATIVA... MOMENTOS DE NUESTRA VIDA QUE SON DE ALGÚN MODO
DIFERENTES, MÁS INTENSOS E INSPIRADORES. PERO NO SABEMOS QUÉ ES ESA
EXPERIENCIA NI CÓMO HACERLA DURAR, Y CUANDO TERMINA QUEDAMOS
INSATISFECHOS E INQUIETOS, CON UNA VIDA QUE VUELVE A PARECEMOS COMÚN.
—¿Crees
que detrás de la ira de esa mujer estaba esta inquietud?
Sí.
Ella es como todo el mundo. Buscamos una mayor plenitud en nuestra
vida, y no toleramos nada que nos tire abajo. Esa búsqueda constante
es la que está detrás de la actitud de "primero yo" que
caracterizó las últimas décadas y que nos afecta a todos, desde
Wall Street hasta las patotas callejeras. Me miró directamente.
—Y
en cuanto a las relaciones, nos mostramos tan exigentes que las
estamos volviendo casi imposibles.
La
observación me trajo a la mente mis dos últimas relaciones.
Ambas habían empezado con gran intensidad y ambas, al cabo de un
año, fracasaron. Cuando volví a concentrarme en Charlene, ella
esperaba con actitud paciente.
—¿Qué
es exactamente lo que hacemos con nuestras relaciones
románticas? —pregunté.
—Hablé
largo tiempo con el sacerdote sobre el tema —respondió—. Dijo
que CUANDO, EN UNA RELACIÓN, LAS DOS PARTES SON DEMASIADO EXIGENTES,
CUANDO CADA UNO ESPERA QUE EL OTRO SE ADAPTE A SU PROPIO MUNDO Y
COMPARTA SIEMPRE LAS ACTIVIDADES QUE ELIJA, SE PRODUCE
INEVITABLEMENTE UNA BATALLA DE EGOS.
Lo que
dijo dio en la tecla. Mis dos últimas relaciones habían degenerado,
de hecho, en luchas de poder. En ambas situaciones, habíamos
desembocado en un conflicto de actividades. El ritmo era
demasiado acelerado. Teníamos muy poco tiempo para coordinar
nuestras ideas diferentes en cuanto a qué hacer, adonde ir, qué
intereses compartir. Al final, el tema de quién mandaría y
establecería las actividades del día se convirtió en una
dificultad insoluble.
—DEBIDO
A ESA BATALLA POR EL DOMINIO —continuó Charlene—, EL MANUSCRITO
DICE QUE NOS RESULTARÁ MUY DIFÍCIL PERMANECER CON LA MISMA PERSONA
DURANTE EL TIEMPO QUE SEA.
—No
parece algo muy espiritual —comenté.
—Eso
es exactamente lo que le dije al sacerdote —respondió—. Y
él me contestó que, por lo que él sabía, SI BIEN LA MAYORÍA DE
LOS MALES RECIENTES DE LA SOCIEDAD DERIVAN DE ESA INQUIETUD Y ESA
BÚSQUEDA, EL PROBLEMA ES TEMPORARIO, Y VA A TERMINAR. POR FIN, VAMOS
TOMANDO CONCIENCIA DE LO QUE BUSCAMOS EN REALIDAD, DE CÓMO ES
ESA OTRA EXPERIENCIA MÁS PLENA. CUANDO LA CAPTEMOS EN SU TOTALIDAD,
HABREMOS ALCANZADO LA PRIMERA REVELACIÓN.
Llegó
nuestra cena, de modo que hicimos una pausa de varios minutos
mientras el mozo nos servía más vino y cada uno probaba la comida
del otro. Al estirar el brazo para tomar un trozo de salmón de mi
plato, Charlene frunció la nariz y se echó a reír. Me di cuenta de
lo fácil que era estar con ella.
—Muy
bien—dije—. ¿Cuál es esa experiencia que estamos buscando? ¿Qué
es la Primera Revelación?
Vaciló;
al parecer, no sabía muy bien cómo empezar.
—Es
difícil de explicar —repuso—. Pero el sacerdote lo expresó de
la siguiente manera. Dijo que LA PRIMERA REVELACIÓN SE PRODUCE
CUANDO TOMAMOS CONCIENCIA DE LAS COINCIDENCIAS QUE HAY EN NUESTRA
VIDA. Se inclinó hacia mí.
—¿ALGUNA
VEZ TUVISTE UN PRESENTIMIENTO O CIERTA INTUICIÓN EN CUANTO A ALGO
QUE QUERÍAS HACER, O A UNA MEDIDA QUE QUISIERAS TOMAR EN TU VIDA? ¿Y
TE PREGUNTASTE CÓMO PODÍA OCURRIR? ¿Y DESPUÉS DE HABERLO CASI
OLVIDADO PARA CONCENTRARTE EN OTRAS COSAS, DE REPENTE TE ENCONTRASTE
CON ALGUIEN O LEÍSTE ALGO O FUISTE A ALGUNA PARTE QUE LLEVABA
PRECISAMENTE A LA OPORTUNIDAD QUE BUSCABAS? Bueno —continuó—,
según el sacerdote, ESAS COINCIDENCIAS SE PRODUCEN CADA VEZ CON
MAYOR FRECUENCIA Y, CUANDO ESO OCURRE, NOS DA LA IMPRESIÓN DE QUE ES
ALGO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE LO QUE PODRÍA ESPERARSE POR PURA
CASUALIDAD. ES UNA EXPERIENCIA QUE PROVOCA UNA SENSACIÓN DE MISTERIO
Y EXCITACIÓN Y, POR CONSIGUIENTE, NOS SENTIMOS MÁS VIVOS. El
sacerdote me dijo que ÉSA ES LA EXPERIENCIA QUE HEMOS VISLUMBRADO Y
QUE AHORA TRATAMOS DE MANIFESTAR TODO EL TIEMPO. CADA DÍA SON
MÁS LAS PERSONAS CONVENCIDAS DE QUE ESTE MOVIMIENTO MISTERIOSO ES
REAL Y QUE SIGNIFICA ALGO; DE QUE, POR DEBAJO DE LA VIDA COTIDIANA,
ESTÁ SUCEDIENDO OTRA COSA. ESTA CONCIENCIA ES LA PRIMERA REVELACIÓN.
Me
miró expectante, pero no dije nada.
—¿No
te das cuenta? —preguntó—. LA PRIMERA REVELACIÓN ES UNA
RECONSIDERACIÓN DEL MISTERIO INHERENTE QUE RODEA NUESTRA VIDA
INDIVIDUAL EN EL PLANETA. EXPERIMENTAMOS ESAS MISTERIOSAS
COINCIDENCIAS, Y AUNQUE TODAVÍA NO LAS ENTENDAMOS, SABEMOS QUE
SON REALES. ESTAMOS VOLVIENDO A SENTIR, COMO EN LA INFANCIA, QUE HAY
OTRO LADO DE LA VIDA QUE TODAVÍA TENEMOS QUE DESCUBRIR, ALGÚN OTRO
PROCESO QUE OPERA ENTRE BAMBALINAS.
Charlene
estaba más inclinada hacia mí y, mientras hablaba, hacía
gestos con las manos.
—Estás
metida en esto, ¿no? —pregunté.
Recuerdo
una época —contestó con severidad—en que hablabas de esta clase
de experiencias.
El
comentario me sacudió. Tenía razón. Durante un período de mi
vida yo había experimentado esas coincidencias e intentado incluso
entenderlas psicológicamente. En algún momento, mi visión había
cambiado. Empecé a considerar que esas percepciones, por algún
motivo, eran inmaduras y poco realistas, y hasta dejé de notarlas.
Miré
fijo a Charlene y dije, a la defensiva:
—Es
probable que en esa época estuviera leyendo sobre filosofía
oriental o misticismo cristiano. Eso es lo que recuerdas. De
todos modos, sobre eso que tú llamas Primera Revelación se ha
escrito muchas veces, Charlene. ¿Qué diferencia hay ahora? ¿De qué
manera una percepción de circunstancias misteriosas va a traer
aparejada una transformación cultural?
Charlene
miró la mesa por un instante y luego a mí.
—No
me malinterpretes —dijo—. Es indudable que esa conciencia ya fue
experimentada y descripta antes. De hecho, el sacerdote insistió en
que LA PRIMERA REVELACIÓN NO ES ALGO NUEVO. Dijo que LOS INDIVIDUOS
HAN SIDO CONSCIENTES DE ESAS COINCIDENCIAS INJUSTIFICADAS A LO LARGO
DE LA HISTORIA, Y QUE ÉSA HA SIDO LA PERCEPCIÓN SUBYACENTE EN
MUCHOS GRANDES INTENTOS DE LA FILOSOFÍA Y LA RELIGIÓN. LA
DIFERENCIA, AHORA, RADICA EN LOS NÚMEROS. Según el sacerdote, LA
TRANSFORMACIÓN SE PRODUCE AHORA DEBIDO A LA CANTIDAD DE INDIVIDUOS
QUE EXPERIMENTAN ESA CONCIENCIA AL MISMO TIEMPO.
—¿Qué
quiso decir exactamente? —pregunté.
—Según
él, EL MANUSCRITO AFIRMA QUE LA CANTIDAD DE PERSONAS
CONSCIENTES DE ESAS COINCIDENCIAS EMPEZARÍA A AUMENTAR
CONSIDERABLEMENTE EN LA SEXTA DÉCADA DEL SIGLO XX. Y QUE ESE AUMENTO
CONTINUARÍA HASTA ALGÚN MOMENTO CERCANO AL COMIENZO DEL SIGLO
SIGUIENTE, CUANDO ALCANZARÍAMOS UN NIVEL ESPECÍFICO DE DICHOS
INDIVIDUOS. UN NIVEL QUE CONSIDERO COMO UNA MASA CRÍTICA.
"El
Manuscrito predice —continuó— que UNA VEZ QUE ALCANCEMOS ESA
MASA CRÍTICA, TODA LA CULTURA EMPEZARÁ A TOMAR EN SERIO ESAS
EXPERIENCIAS COINCIDENTES. NOS PREGUNTAREMOS, EN MASA, QUÉ PROCESO
MISTERIOSO SE HALLA IMPLÍCITO EN LA VIDA HUMANA SOBRE EL PLANETA. Y
ESTA PREGUNTA, FORMULADA AL MISMO TIEMPO POR SUFICIENTE CANTIDAD DE
PERSONAS, PERMITIRÁ QUE OTRAS REVELACIONES LLEGUEN TAMBIÉN A LA
CONCIENCIA. PORQUE, DE ACUERDO CON EL MANUSCRITO, CUANDO UN NÚMERO
SUFICIENTE DE INDIVIDUOS PREGUNTE SERIAMENTE QUÉ PASA EN LA VIDA,
EMPEZAREMOS A AVERIGUARLO. LAS DEMÁS REVELACIONES IRÁN
MANIFESTÁNDOSE... UNA TRAS OTRA.
Hizo
una pausa para comer un bocado.
—¿Y
CUANDO CAPTEMOS LAS OTRAS REVELACIONES LA CULTURA CAMBIARÁ?
—pregunté.
—Eso
es lo que el sacerdote me dijo —respondió. La miré un instante,
analizando la idea de la masa crítica, y luego dije:
—¿Sabes?
Esto suena muy complejo para un Manuscrito redactado en 600 antes de
Cristo.
—Ya
lo sé —replicó—. Yo misma planteé el tema. Pero el sacerdote
me aseguró que los estudiosos que tradujeron por primera vez el
Manuscrito estaban totalmente convencidos de su autenticidad. Sobre
todo porque fue redactado en arameo, el mismo idioma en que está
escrito gran parte del Antiguo Testamento.
—¿Arameo
en Sudamérica? ¿Cómo llegó allí en esa época?
—El
sacerdote no sabía.
—¿Su
iglesia apoya el Manuscrito? —inquirí.
—No
—respondió—. Me dijo que la mayor parte del clero estaba
haciendo todo lo posible por eliminarlo. Por eso no podía revelarme
su nombre. Al parecer, el solo hecho de hablar del Manuscrito era
peligrosísimo para él.
—¿Aclaró
por qué la mayor parte de la jerarquía eclesiástica estaba en
contra?
—Sí.
Porque cuestiona la integridad de su religión.
—¿Cómo?
—No
lo sé con exactitud. No habló mucho al respecto, pero, al parecer,
las otras revelaciones amplían las ideas tradicionales de la
Iglesia de tal manera que alarma a los ancianos de la iglesia, para
los cuales las cosas están bien como están.
—Entiendo.
—El
sacerdote dijo —prosiguió Charlene— que, para él, EL MANUSCRITO
NO MENOSCABA NINGUNO DE LOS PRINCIPIOS DE LA IGLESIA. LLEGADO EL
CASO, ACLARA EXACTAMENTE QUÉ SIGNIFICAN ESAS VERDADES ESPIRITUALES.
Está convencido de que LOS DIRIGENTES DE LA IGLESIA COMPROBARÍAN
ESTE HECHO SI TRATARAN DE VOLVER A VER LA VIDA COMO UN MISTERIO Y
AVANZARAN LUEGO A TRAVÉS DE LAS DEMÁS REVELACIONES.
—¿Te
dijo cuántas revelaciones hay?
—No,
pero sí mencionó LA SEGUNDA REVELACIÓN. Me dijo que ES UNA
INTERPRETACIÓN MÁS CORRECTA DE LA HISTORIA RECIENTE, QUE EXPLICA
CON MAYOR PROFUNDIDAD LA TRANSFORMACIÓN.
—¿Se
explayó sobre el tema?
—No,
no tenía tiempo. Debía irse para encargarse de un asunto. Acordamos
volver a vernos esa misma tarde en su casa, pero cuando llegué no
estaba. Lo esperé durante tres horas y no apareció. Al final, tuve
que irme para no perder mi vuelo de regreso.
—¿Quieres
decir que no pudiste volver a hablar con él?
—Eso
es. No lo vi más.
—¿Y
no recibiste ninguna confirmación sobre el Manuscrito por parte
del gobierno?
—Ninguna.
—¿Y
cuánto hace que ocurrió eso?
—Alrededor
de un mes y medio. Durante varios minutos comimos en silencio. Al fin
Charlene levantó la vista y me preguntó:
—¿Y?
¿Qué piensas?
—No
sé —respondí. Una parte mía seguía siendo escéptica en cuanto
a la idea de que los seres humanos pueden cambiar, pero otra parte
estaba fascinada ante la posibilidad de que existiera realmente un
Manuscrito que hablara en esos términos.
—¿Te
mostró una copia o algo por el estilo? —pregunté.
—No.
Lo único que tengo son mis apuntes. Otro silencio.
—¿Sabes?
—dijo—. Pensé que estas ideas te entusiasmarían.
La
miré.
—Supongo
que necesito alguna prueba de que lo que dice ese Manuscrito es
cierto. Volvió a sonreír.
—¿Qué
pasa? —pregunté.
—Fue
exactamente lo que yo dije, también.
—¿A
quién, al sacerdote?
—Sí.
—¿Qué
te contestó?
—Dijo
que la EXPERIENCIA ES EVIDENCIA.
—¿Qué
quiso decir con eso?
—Quiso
decir que NUESTRA EXPERIENCIA CONVALIDA LO QUE AFIRMA EL MANUSCRITO.
CUANDO REFLEXIONAMOS DE VERDAD SOBRE LA MANERA EN QUE NOS SENTIMOS EN
NUESTRO INTERIOR, SOBRE CÓMO EVOLUCIONA NUESTRA VIDA A ESTA ALTURA
DE LA HISTORIA, VEMOS QUE LAS IDEAS DEL MANUSCRITO SON LÓGICAS, QUE
SUENAN A VERDAD. —Vaciló. —¿A ti te suenan lógicas?
Pensé
un momento. ¿Suena lógico? ¿Todos están tan inquietos como
yo? Y, en ese caso, ¿nuestra inquietud deriva de la simple
percepción —la simple conciencia formada durante treinta años—
de que en verdad la vida es algo más de lo que conocemos, más de lo
que podemos experimentar?
—No
estoy seguro —respondí al fin—. Supongo que necesito tiempo
para pensarlo.
Salí
al jardín aledaño al restaurante y me quedé parado detrás de un
banco de cedro, frente a la fuente. A mi derecha veía las luces
titilantes del aeropuerto y oía los motores rugientes de los aviones
listos para despegar.
—¡Qué
hermosas flores! —oí decir a Charlene detrás de mí. Me volví y
la vi acercarse por el camino, admirando a cada paso las hileras de
petunias y begonias que bordeaban la zona para sentarse. Se detuvo a
mi lado y la abracé. Los recuerdos invadieron mi mente. Años atrás,
cuando los dos vivíamos en Charlottesville, Virginia, habíamos
pasado muchas noches juntos, hablando. La mayoría de nuestras
conversaciones giraban en torno de teorías académicas y crecimiento
psicológico. Ambos estábamos fascinados con nuestras charlas y
nos admirábamos mutuamente. Sin embargo, siempre me sorprendió
lo platónica que había sido nuestra relación.
—No
puedo explicarte lo bueno que es volver a verte— me dijo.
—Lo
sé —respondí—. Este reencuentro me trajo a la mente un montón
de recuerdos.
—¿Por
qué perdimos el contacto? —preguntó. Sus palabras me trajeron de
nuevo a la realidad. Recordé la última vez que había visto a
Charlene. Se despedía de mí junto a mi auto. En ese entonces me
sentía lleno de ideas nuevas y dejaba mi ciudad natal para trabajar
con chicos muy maltratados. Creía saber la forma en que esos
chicos podrían trascender las intensas reacciones y el juego
obsesivo que les impedía salir adelante en la vida. No obstante, con
el tiempo, mi enfoque falló. Tuve que admitir mi ignorancia. La
forma en que los seres humanos podrían liberarse de su pasado seguía
siendo un enigma para mí.
Al
analizar los seis años anteriores, ahora tenía la certeza de que la
experiencia había sido valiosa. Sin embargo, también sentía la
necesidad de avanzar. ¿Pero hacia dónde? ¿Para hacer qué? Desde
la época en que me había ayudado a cristalizar mis ideas sobre los
traumas infantiles, sólo había pensado unas pocas veces en
Charlene, y ahora aquí estaba otra vez en mi vida... y nuestra
conversación seguía siendo tan apasionante como antes.
—Supongo
que el trabajo me absorbió por completo—dije.
—A
mí también —respondió—. En el diario debía hacer una nota
tras otra. No tenía tiempo para ver otra cosa. Me olvidé de todo.
Le
sacudí el hombro.
—¿Sabes,
Charlene? Había olvidado lo bien que podemos hablar; nuestra
conversación resulta tan fácil y espontánea. Confirmó mi
percepción con los ojos y la sonrisa.
—Ya
sé. Charlar contigo me da mucha energía. Estaba por hacer otro
comentario cuando Charlene miró por encima de mi hombro hacia la
entrada del restaurante. Se angustió y se puso pálida.
—¿Qué
pasa? —pregunté, y me di vuelta para mirar en esa dirección.
Varias personas se dirigían al estacionamiento, charlando
tranquilamente, pero no parecía haber nada fuera de lo común. Volví
a mirar a Charlene. Su expresión seguía siendo de alarma y
confusión.
—¿Qué
pasa? —repetí.
—Allá,
junto a la primera fila de autos, ¿viste al hombre de camisa gris?
Miré
otra vez hacia el estacionamiento. Otro grupo salía por la puerta.
—¿Qué
hombre?
—Supongo
que ya no está —se resignó, al tiempo que se esforzaba por ver.
Me miró a los ojos.
—Cuando
las personas de las otras mesas describieron al hombre que robó mi
portafolio, dijeron que era casi calvo, que tenía barba y llevaba
puesta una camisa gris. Creo que lo vi allí entre los autos...
mirándonos.
Se me
hizo un nudo de ansiedad en el estómago. Le dije a Charlene que
regresaría en un minuto y fui al estacionamiento a echar un vistazo,
cuidando de no alejarme demasiado. No vi a nadie que respondiera a la
descripción.
Cuando
volví al banco, Charlene dio un paso hacia mí y me dijo con
suavidad:
—¿Supones
que esa persona cree que tengo una copia del Manuscrito y que por eso
se llevó mi portafolio? ¿Estará tratando de devolvérmelo?
—No
lo sé. Pero llamaremos de nuevo a la policía y les diremos lo que
viste. Creo que también deberían investigar a los pasajeros de tu
vuelo.
Entramos
y llamamos a la policía; cuando llegaron, los pusimos al tanto de lo
ocurrido. Pasaron veinte minutos registrando cada auto, luego de lo
cual aclararon que no podían invertir más tiempo en eso. Sí
aceptaron revisar a todos los pasajeros del avión que abordaría
Charlene.
Una
vez que la policía se hubo ido, Charlene y yo quedamos otra vez
juntos frente a la fuente.
—¿De
qué hablábamos antes de que yo viera a ese hombre? —preguntó.
—De
nosotros —respondí—. Charlene, ¿por qué se te ocurrió ponerte
en contacto conmigo por todo esto? Me miró perpleja.
—Cuando
estaba en Perú y el sacerdote me hablaba del Manuscrito, me acordaba
de ti todo el tiempo.
—Ah,
¿de veras?
—En
aquel momento no le di ninguna importancia —continuó—, pero más
tarde, después de regresar a Virginia, cada vez que pensaba en el
Manuscrito, me acordaba de ti. Empecé a llamar varias veces y
siempre había algo que me distraía. Después me dieron este trabajo
en Miami, adonde me dirijo ahora, y descubrí, apenas subí al avión,
que hacía una escala acá. Cuando aterrizamos, busqué tu número.
Tu contestador automático decía que llamaran al lago sólo en
caso de urgencia, pero decidí que debía intentarlo.
La
miré un instante, sin saber qué pensar.
—Por
supuesto —repuse—, me alegra que lo hayas hecho. Charlene miró
el reloj.
—Se
está haciendo tarde. Mejor que vuelva al aeropuerto.
—Te
llevaré.
Nos
dirigimos a la terminal principal y caminamos hasta la zona de
embarque. Yo iba atento a cualquier cosa desacostumbrada. Cuando
llegamos, la gente ya estaba subiendo al avión y uno de los policías
que habíamos visto verificaba a cada pasajero. Al acercarnos, nos
dijo que había observado a todas las personas que debían embarcar y
ninguna respondía a la descripción del ladrón.
Le
dimos las gracias y, cuando se fue, Charlene se volvió y me sonrió.
—Es
mejor que me marche ya —dijo, y estiró la mano para tomarme del
cuello—. Aquí tienes mis números de teléfono. Esta vez
mantengámonos en contacto.
—Escucha.
Quiero que tengas mucho cuidado. Si ves algo extraño, ¡llama a la
policía!
—No
te preocupes por mí —me tranquilizó—. Estaré bien. Nos miramos
intensamente durante un momento.
—¿Qué
piensas hacer con lo del Manuscrito? —pregunté.
—No
lo sé. Escuchar los informativos de noticias, supongo.
—¿Y
si lo censuran?
Me
dedicó otra de sus amplias sonrisas.
—Lo
sabía —dijo—. Quedaste enganchado. Te dije que te encantaría.
¿Qué piensas hacer tú? Me encogí de hombros.
—Probablemente,
ver si puedo averiguar algo más.
—Perfecto.
Si es así, házmelo saber.
Nos
despedimos otra vez y ella se alejó. La vi darse vuelta una vez y
saludar, y luego desapareció por el corredor de embarque. Caminé
hasta mi camioneta y emprendí el viaje hasta el lago; me detuve sólo
para cargar nafta.
Al
llegar, salí a la galería cubierta y me senté en una de las
mecedoras. Era una noche ruidosa, llena de grillos y ranas de los
árboles y, a lo lejos, podía oír incluso un chotacabras. Al otro
lado del lago, la luna había bajado hacia el oeste y sobre la
superficie del agua llegaba hasta mí el reflejo de una línea
ondulada.
La
noche había sido interesante, pero yo seguía sintiéndome
escéptico en cuanto a la idea de una transformación cultural.
Como muchos, había quedado atrapado en el idealismo social de las
décadas de los 60 y 70, e incluso en los intereses espirituales de
los 80. Sin embargo, era muy difícil juzgar lo que estaba pasando
realmente. ¿Qué clase de nueva información podía cambiar la
totalidad del mundo humano? Sonaba demasiado idealista y tirado
de los pelos. Después de todo, los seres humanos han vivido en el
planeta durante mucho tiempo. ¿Por qué habríamos de experimentar
esa revelación de la existencia ahora, tan tarde? Observé el agua
unos minutos más; luego apagué las luces y me fui al cuarto a leer.
A la
mañana siguiente, me desperté de golpe, con un sueño todavía
fresco en la mente. Durante uno o dos minutos miré el techo de la
habitación y recordé con claridad las imágenes. Atravesaba una
selva en busca de algo. La selva era grande y excepcionalmente
hermosa.
En mi
búsqueda me veía envuelto en una serie de situaciones en las
que me sentía totalmente perdido y aturdido, incapaz de decidir qué
hacer. Lo increíble era que, en cada una de esas oportunidades,
aparecía una persona, de alguna parte, como si estuviera destinada a
explicarme adónde tenía que ir. No llegué a saber cuál era el
objeto de mi búsqueda, pero el sueño me dejó increíblemente lleno
de optimismo y confianza.
Me
senté y noté que un rayo de sol entraba por la ventana y cruzaba el
cuarto. Resplandecía con partículas de polvo suspendidas. Me
levanté y abrí las cortinas. El día era radiante: cielo azul, sol
brillante. Una brisa suave mecía los árboles. A esa hora del día,
el lago debía de estar ondulado y emitir destellos de luz, y el
viento sería un contacto frío contra la piel de un nadador.
Salí
y me zambullí. Subí a la superficie y nadé hasta el centro del
lago, donde me di vuelta para mirar las montañas. El lago estaba
ubicado en un valle profundo sobre el cual convergían tres
cadenas montañosas: un paisaje lacustre perfecto, descubierto por mi
abuelo en su juventud.
Hacía
cien años que mi abuelo había caminado por primera vez por esas
montañas siendo un niño explorador, un prodigio que crecía en un
mundo todavía salvaje con pumas y jabalíes e indios Creek que
vivían en chozas primitivas sobre la cadena del norte. En ese
entonces, él había jurado que algún día viviría en ese valle
perfecto con sus árboles viejos y macizos y siete manantiales, y al
fin lo había hecho; más adelante armó un lago y una casa e hizo
interminables caminatas con su nieto. Nunca entendí demasiado la
fascinación de mi abuelo por ese lago, pero siempre traté de
conservar la tierra, aun cuando se estableció la civilización
y más tarde lo circundó.
Desde
el centro del lago veía una roca en particular que sobresalía cerca
de la cresta de la cadena norte. El día anterior, siguiendo la
tradición de mi abuelo, había subido hasta esa saliente, con la
idea de encontrar paz en el paisaje y los olores y en la forma en que
el viento hacía remolinos sobre las tres cimas. Y mientras me
hallaba allí sentado, contemplando el lago y el denso follaje del
valle que se extendía más abajo, empecé a sentirme mejor, como si
la energía y la perspectiva disolvieran algún bloqueo en mi mente.
Pocas horas más tarde, había estado hablando con Charlene y ella me
había contado lo del Manuscrito.
Nadé
hasta el borde y me trepé al muelle de madera construido frente a la
casa. Sabía que aquello era demasiado para ser creíble. Es decir,
ahí estaba yo, escondido en esas montañas, con una sensación de
total desencanto de mi vida, cuando, de buenas a primeras, aparece
Charlene y me explica la causa de mi desasosiego, al tiempo que
menciona un viejo Manuscrito que promete el secreto de la existencia
humana.
Sin
embargo, también sabía que la llegada de Charlene era exactamente
el tipo de coincidencia de las que hablaba el Manuscrito, esas que
resultan demasiado improbables para ser simples casualidades. ¿Podía
estar en lo cierto ese antiguo documento? ¿Habremos estado armando,
pese a nuestra negativa y nuestro cinismo, una masa crítica de
personas conscientes de dichas coincidencias? ¿Los seres
humanos nos hallaremos actualmente en posición de entender ese
fenómeno y, así, de entender el propósito mismo de la vida?
¿Cuál
será esa nueva comprensión?, me pregunté. ¿Nos lo dirán las
restantes revelaciones del Manuscrito, como dijo el sacerdote?
Estaba
frente a una decisión. Debido al Manuscrito, sentía que se abría
una nueva perspectiva en mi vida, un nuevo punto de interés. La
cuestión era qué hacer. Podía quedarme allí o encontrar la manera
de explorar más. Me vino a la mente la idea del peligro. ¿Quién
había robado el portafolio de Charlene? ¿Sería alguien empeñado
en eliminar el Manuscrito? ¿Cómo podía averiguarlo?
Durante
un rato largo pensé en los riesgos posibles, pero al final
prevaleció mi ánimo optimista. Decidí no preocuparme. Tendría
cuidado y haría las cosas despacio. Entré y llamé a la agencia de
viajes que publicaba el aviso más grande en las páginas amarillas.
El agente con el cual hablé me dijo que podía conseguirme sin
problemas un pasaje a Perú. Justamente, por casualidad, se había
producido una cancelación: un pasaje aéreo con reservaciones ya
confirmadas en un hotel de Lima. Podía venderme todo el paquete con
un descuento... si yo me hallaba en condiciones de partir en tres
horas.
¿Tres
horas?
UN
AHORA MÁS PERMANENTE
Después
del ajetreo para hacer el equipaje y de una carrera alocada por la
autopista, llegué al aeropuerto con el tiempo apenas suficiente para
recoger mi pasaje y abordar el vuelo a Perú. Cuando entré en la
parte trasera del avión y me senté junto a la ventanilla, me
invadió una ola de cansancio.
Pensé
en dormir, me estiré y cerré los ojos. En vano. No lograba
relajarme. De pronto me sentía nervioso y ambivalente en cuanto al
viaje. ¿Era descabellado partir sin ninguna preparación?
¿Adonde iría en Perú? ¿Con quién hablaría?
La
confianza que había experimentado en el lago se tomaba
rápidamente en escepticismo. La Primera Revelación y la idea de una
transformación cultural volvían a parecerme fantasiosas e irreales.
Y, ahora que lo pensaba, el concepto de una Segunda Revelación me
resultaba igualmente improbable. ¿Cómo podía ser que una nueva
perspectiva histórica abriera nuestra percepción a esas
coincidencias y las mantuviera conscientes en la mente pública?
Me
estiré más y respiré hondo. Pensé que tal vez fuera un viaje
inútil, apenas un viaje rápido a Perú y enseguida el regreso. Una
pérdida de dinero, quizá, pero, en definitiva, nada grave.
El
avión dio un sacudón hacia adelante y se dirigió a la pista. Cerré
los ojos y sentí un ligero mareo cuando el enorme aparato alcanzó
la velocidad crítica y se elevó a través de una densa nube. Al
alcanzar la altura de crucero, por fin pude relajarme y me dormí. A
los treinta o cuarenta minutos, una turbulencia me despertó y decidí
ir al baño.
Mientras
cruzaba la zona de descanso, vi a un hombre alto con anteojos
redondos parado junto a la ventana, que conversaba con un
auxiliar de a bordo. Me miró un instante y siguió hablando. Tenía
pelo castaño oscuro y aparentaba unos cuarenta y cinco años.
Por un momento me pareció reconocerlo, pero después de mirarle
atentamente los rasgos llegué a la conclusión de que no lo
conocía. Al pasar alcancé a oír parte de la conversación.
—Gracias,
de todos modos —decía el hombre—. Simplemente pensé que,
como usted viaja tan a menudo a Perú, tal vez había oído hablar
del Manuscrito. —Se dio vuelta y se dirigió a la parte delantera
del avión.
Me
quedé helado. ¿Hablaba del mismo Manuscrito? Fui hasta el baño y
traté de decidir qué hacer. Una parte mía quería olvidar. Tal vez
el hombre hablaba de otra cosa, de algún otro libro.
Volví
a mi asiento y cerré los ojos, satisfecho de borrar el incidente,
contento de no haberle preguntado a ese individuo a qué se refería.
Pero, sentado allí, pensé en la excitación que había sentido en
el lago. ¿Y si ese hombre tenía alguna información sobre el
Manuscrito? ¿Qué pasaría entonces? Si no averiguaba, nunca lo
sabría.
Seguí
dándole vueltas al tema durante un rato hasta que al final me
levanté y fui a la parte delantera del avión. Lo encontré a mitad
de camino por el pasillo. Justo detrás de él había un asiento
vacío. Regresé y le dije a un auxiliar que deseaba cambiar de
lugar; reuní mis cosas y me instalé en el asiento. Al cabo de unos
minutos, le palmeé el hombro.
—Disculpe
—dije—. Lo oí mencionar un Manuscrito. ¿Se refería al que
encontraron en Perú?
Me
miró, primero sorprendido, después cauteloso.
—Si
—respondió tentativamente. Me presenté y le expliqué que una
amiga había estado hacía poco en Perú y me había informado acerca
de la existencia del Manuscrito. Se relajó en forma evidente y se
presentó como Wayne Dobson, profesor adjunto de historia en la
Universidad de Nueva York.
Mientras
hablábamos, noté la mirada de irritación que nos dirigía el
caballero sentado a mi lado. Se había reclinado en su asiento y
trataba de dormir.
—¿Usted
vio el Manuscrito? —le pregunté al profesor.
—Partes—dijo—.
¿Y usted?
—No,
pero mi amiga me habló de la Primera Revelación.
—El
hombre que se hallaba a mi lado cambió de posición. Dobson lo miró.
—Disculpe,
señor. Sé que estamos fastidiándolo. ¿Le molestaría mucho
que cambiáramos de asiento? —
—No
—repuso el hombre—. Sería preferible. Salimos todos al pasillo y
luego yo me ubiqué en el asiento de la ventanilla y Dobson se sentó
a mi lado.
—Dígame
qué le contaron sobre la Primera Revelación
—dijo
Dobson.
Hice
una pausa para resumir mentalmente lo que había entendido.
—Me
da la impresión de que LA PRIMERA REVELACIÓN ES UNA CONCIENCIA DE
LAS CIRCUNSTANCIAS MISTERIOSAS QUE CAMBIAN NUESTRA VIDA, LA
SENSACIÓN DE QUE INTERVIENE ALGÚN OTRO PROCESO.
Me
sentía ridículo diciendo eso.
Dobson
captó mi incomodidad.
—¿Qué
le parece esa revelación? —me preguntó.
—No
sé —respondí.
—No
encaja por completo con el sentido común de nuestra época moderna,
¿eh? ¿No se sentiría mejor si rechazara la idea y volviera a
pensar en cuestiones prácticas?
Me reí
y asentí con la cabeza.
—Bueno,
es la tendencia de todos. SI BIEN CADA TANTO TENEMOS LA PERCEPCIÓN
NÍTIDA DE QUE HAY ALGO MÁS EN LA VIDA, NUESTRA FORMA HABITUAL DE
PENSAR CONSISTE EN CONSIDERAR QUE ESAS IDEAS NO SON COGNOSCIBLES, Y
ENSEGUIDA DESDEÑAMOS ESA CONCIENCIA. POR ESO ES NECESARIA LA SEGUNDA
REVELACIÓN. UNA VEZ QUE VEMOS EL ANTECEDENTE HISTÓRICO DE NUESTRA
CONCIENCIA, PARECE MÁS VÁLIDA.
Asentí.
—O
sea que, como historiador, ¿usted piensa que la predicción del
Manuscrito de una transformación general es exacta?
—Sí.
—¿Como
historiador?
—¡Sí!
Pero hay que mirar la historia como corresponde. —Respiró hondo.
—Créame, se lo digo como alguien que ha pasado años estudiando y
29 enseñando historia de una manera equivocada. Yo me
concentraba exclusivamente en los logros tecnológicos de la
civilización y los grandes hombres que los realizaban.
—¿Qué
tiene de malo ese enfoque?
—Nada,
en cuanto tal. Pero lo importante es la visión del mundo de cada
período histórico, qué pensaba y sentía la gente. Me llevó mucho
tiempo entenderlo. LA HISTORIA BRINDA, SUPUESTAMENTE, UN CONOCIMIENTO
DEL CONTEXTO MÁS AMPLIO EN EL CUAL SE UBICA NUESTRA VIDA. NO ES
SIMPLEMENTE LA EVOLUCIÓN DE LA TECNOLOGÍA; ES LA EVOLUCIÓN DEL
PENSAMIENTO. AL ENTENDER LA REALIDAD DE LA GENTE QUE VIVIÓ ANTES QUE
NOSOTROS, CONSTATAMOS POR QUÉ VEMOS EL MUNDO COMO LO VEMOS Y CUÁL
ES NUESTRA CONTRIBUCIÓN A UN MAYOR PROGRESO. PODEMOS DEFINIR DÓNDE
ENTRAMOS, POR ASÍ DECIRLO, EN EL DESARROLLO MÁS AMPLIO DE LA
CIVILIZACIÓN, Y ESO NOS DA UNA SENSACIÓN DE ADÓNDE VAMOS.
Hizo
una pausa y luego agregó:
—EL
EFECTO DE LA SEGUNDA REVELACIÓN CONSISTE EN PROPORCIONAR
JUSTAMENTE ESTE TIPO DE PERSPECTIVA HISTÓRICA, POR LO MENOS DESDE EL
PUNTO DE VISTA DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL. UBICA LAS PREDICCIONES DEL
MANUSCRITO EN UN CONTEXTO MÁS AMPLIO QUE LAS HACE PARECER NO SÓLO
MÁS PLAUSIBLES, SINO INEVITABLES.
Le
pregunté a Dobson cuántas revelaciones había visto, y me respondió
que solamente las dos primeras. Las había hallado luego de que un
rumor sobre el Manuscrito lo impulsara a hacer un breve viaje a
Perú tres semanas antes.
—En
cuanto llegué a Perú —continuó—, conocí a una pareja que me
confirmó la existencia del Manuscrito, aunque ambos parecían tener
un miedo mortal de hablar sobre él. Decían que el gobierno se había
vuelto un poco loco y que estaba lanzando amenazas físicas contra
quienes poseyeran copias o difundieran información. Su cara se
ensombreció.
—Me
puse nervioso, pero más tarde un mozo del hotel me habló de un
sacerdote al que conocía, que se refería a menudo al Manuscrito. El
mozo dijo que el sacerdote trataba de combatir los esfuerzos del
gobierno por eliminar el documento. No pude resistir la tentación de
ir a una vivienda privada donde este sacerdote pasaba la mayor parte
del tiempo.
Debo
de haber mostrado sorpresa, porque Dobson me preguntó:
—¿Qué
pasa?
—Mi
amiga —respondí—, la que me habló del Manuscrito, sabía lo que
me contó por medio de un sacerdote. No le dio su nombre, pero le
habló sobre la Primera Revelación. Tenía previsto volver a
encontrarse con él pero nunca se presentó.
—Tal
vez haya sido el mismo hombre —dedujo Dobson—. Porque yo
tampoco volví a encontrarlo. La casa estaba cerrada y parecía
desierta.
—¿Usted
nunca lo vio?
—No,
pero decidí investigar. Atrás había un viejo depósito que se
hallaba abierto y, decidí explorar adentro. Detrás de un montón de
basura, debajo de un tablón flojo de la pared, encontré
traducciones de la Primera y la Segunda Revelaciones.
Me
miró con aire cómplice.
—¿Simplemente
los encontró? —pregunté.
—Sí.
—¿Trajo
las revelaciones en este viaje? Meneó la cabeza.
—No.
Decidí estudiarlas en profundidad y luego pasárselas a algunos
de mis colegas.
—¿Podría
hacerme un resumen de la Segunda Revelación? —le pedí.
Tras
una larga pausa, Dobson sonrió y asintió:
—Supongo
que ésa es la razón por la que estamos aquí. LA SEGUNDA REVELACIÓN
—explicó— COLOCA NUESTRA CONCIENCIA ACTUAL EN UNA
PERSPECTIVA HISTÓRICA MÁS AMPLIA. Después de todo, cuando termine
la década de los 90, concluirá no sólo el siglo XX sino también
un período de mil años de historia. Completaremos todo el
segundo milenio. Hasta que en Occidente comprendamos dónde nos
hallamos, y qué va a ocurrir después, debemos entender lo que de
veras sucedió durante ese lapso de mil años.
—¿Qué
dice el Manuscrito? —pregunté.
—Dice
que AL TÉRMINO DEL SEGUNDO MILENIO, O SEA AHORA, ESTAREMOS EN
CONDICIONES DE VER ESE PERÍODO ENTERO DE LA HISTORIA COMO UN TODO, E
IDENTIFICAREMOS LA PREOCUPACIÓN PARTICULAR QUE SE DESARROLLÓ
DURANTE LA ÚLTIMA MITAD DE ESTE MILENIO, LO QUE HA DADO EN LLAMARSE
LA ERA MODERNA. NUESTRA CONCIENCIA ACTUAL DE LAS COINCIDENCIAS
REPRESENTA UNA SUERTE DE DESPERTAR DE ESA PREOCUPACIÓN.
—¿Cuál
es esa preocupación? —inquirí. Me dirigió una media sonrisa
maliciosa.
—¿Está
dispuesto a revivir el milenio?
—Por
supuesto. Cuénteme.
—No
basta con que yo le cuente. Recuerde lo que le dije antes: PARA
COMPRENDER LA HISTORIA, DEBE CAPTAR CÓMO SE DESARROLLÓ SU
VISIÓN COTIDIANA DEL MUNDO, CÓMO FUE CREADA POR LA REALIDAD DE LOS
QUE VIVIERON ANTES QUE USTED. LLEVÓ MIL AÑOS DESARROLLAR LA FORMA
MODERNA DE VER LAS COSAS, Y PARA ENTENDER REALMENTE DÓNDE ESTÁ
USTED EN ESTE MOMENTO, DEBE REMONTARSE HASTA EL AÑO 1000 Y DESPUÉS
AVANZAR A LO LARGO DE TODO EL MILENIO DE UN MODO VIVENCIAL, COMO SI
EN REALIDAD VIVIERA A LO LARGO DE TODO ESE PERÍODO EN UNA SOLA VIDA.
—¿Y
cómo hago?
—Yo
lo guiaré.
Vacilé
un instante; miró por la ventanilla las formaciones de tierra que se
divisaban a lo lejos. El tiempo ya parecía distinto.
—Trataré
—prometí al fin.
De
acuerdo —me respondió—. IMAGÍNESE QUE ESTÁ VIVO EN EL AÑO
MIL, EN LA ÉPOCA QUE DENOMINAMOS LA EDAD MEDIA. LO PRIMERO QUE DEBE
ENTENDER ES QUE LA REALIDAD DE ESE TIEMPO ES DEFINIDA POR LOS
PODEROSOS MIEMBROS DE LA IGLESIA CRISTIANA. DADA SU POSICIÓN, ESTOS
HOMBRES EJERCEN UNA GRAN INFLUENCIA EN LA MENTE DE LA PLEBE. Y EL
MUNDO QUE ESTOS HOMBRES DESCRIBEN COMO REAL ES, SOBRE TODO,
ESPIRITUAL. CREAN UNA REALIDAD QUE UBICA SU IDEA DEL PLAN DE DIOS
PARA LA HUMANIDAD EN EL CENTRO MISMO DE LA VIDA. Visualice
esto—continuó—. Usted pertenece a la clase de su padre,
esencialmente campesino o aristócrata, y sabe que siempre estará
confinado a esa clase. Pero independientemente de la clase en
que se halle, o el trabajo particular que haga, pronto se da cuenta
de que la posición social es secundaria respecto de la realidad
espiritual de la vida tal como la definen esos miembros de la
iglesia. Y entonces usted descubre que la vida es como pasar una
prueba espiritual. LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA EXPLICAN QUE DIOS PUSO
A LA HUMANIDAD EN EL CENTRO DE SU UNIVERSO, RODEADA DE TODO EL
COSMOS, CON UN ÚNICO PROPÓSITO: GANAR O PERDER LA SALVACIÓN. Y EN
ESTE JUICIO, USTED DEBE ELEGIR CORRECTAMENTE ENTRE DOS FUERZAS
OPUESTAS: LA FUERZA DE DIOS Y LAS VAGAS TENTACIONES DEL DIABLO. Tenga
presente, sin embargo, que usted no enfrenta esta prueba solo
—continuó—. En realidad, COMO SIMPLE INDIVIDUO NO ESTÁ
CALIFICADO PARA DETERMINAR SU STATUS EN ESTE SENTIDO. ESO ES
TERRITORIO DE LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA; ELLOS ESTÁN PARA
INTERPRETAR LAS ESCRITURAS E INDICARLE A CADA PASO DEL CAMINO SI
SE ENCUENTRA EN ARMONÍA CON DIOS O SI ESTÁ SIENDO ENGAÑADO POR
SATANÁS. SI USTED SIGUE SUS INSTRUCCIONES, TIENE LA GARANTÍA DE UNA
RECOMPENSA EN EL MÁS ALLÁ. PERO SI NO LOGRA MANTENER EL RUMBO QUE
ELLOS PRESCRIBEN, ENTONCES, BUENO... LE LLEGA LA EXCOMUNIÓN Y
CIERTA CONDENACIÓN.
Dobson
me dirigió una mirada intensa.
—EL
MANUSCRITO DICE QUE LO IMPORTANTE AQUÍ ES COMPRENDER QUE TODOS
LOS ASPECTOS DEL MUNDO MEDIEVAL ESTÁN DEFINIDOS EN TÉRMINOS
ULTRAMUNDANOS. TODOS LOS FENÓMENOS DE LA VIDA, DESDE LA TORMENTA
ELÉCTRICA O EL TERREMOTO CASUALES HASTA EL ÉXITO DE LAS COSECHAS O
LA MUERTE DE UN SER QUERIDO, SE DEFINEN COMO LA VOLUNTAD DE DIOS O
COMO MALICIA DEL DIABLO. NO EXISTE EL CONCEPTO DE FUERZAS CLIMÁTICAS
O GEOLÓGICAS U HORTICULTURA O ENFERMEDAD. TODO ESO LLEGARÁ DESPUÉS.
POR EL MOMENTO, USTED CREE POR ENTERO EN LOS HOMBRES DE LA IGLESIA;
EL MUNDO QUE DA POR SENTADO OPERA EXCLUSIVAMENTE POR MEDIOS
ESPIRITUALES.
Dejó
de hablar y me miró.
—¿Ya
está allí?
—Sí,
puedo ver esa realidad.
—Bueno,
piense ahora que esa realidad comienza a quebrarse.
—¿A
qué se refiere?
—LA
VISIÓN MEDIEVAL DEL MUNDO, SU VISIÓN DEL MUNDO, EMPIEZA A ROMPERSE
EN LOS SIGLOS XIV Y XV. PRIMERO OBSERVA CIERTAS INCONGRUENCIAS POR
PARTE DE LOS PROPIOS HOMBRES DE LA IGLESIA: violan en secreto sus
votos de castidad, por ejemplo, o aceptan indulgencias por hacer la
vista gorda cuando los funcionarios gubernamentales violan las leyes
de las Escrituras. ESTAS INCONGRUENCIAS LO ALARMAN, PORQUE ESOS
HOMBRES DE LA IGLESIA PRETENDEN SER LA ÚNICA CONEXIÓN ENTRE USTED Y
DIOS. Recuerde que son los únicos intérpretes de las Escrituras,
los árbitros exclusivos de su salvación. DE REPENTE USTED SE HALLA
EN MEDIO DE UNA COMPLETA REbelión. Un grupo liderado por Martín
Lutero clama por una separación total del cristianismo papal. Los
miembros de la iglesia son corruptos, afirma ese grupo, que exige el
fin del dominio de dichos jerarcas sobre la mente de los individuos.
SE FORMAN NUEVAS IGLESIAS FUNDADAS EN LA IDEA DE QUE CADA PERSONA
DEBE TENER DERECHO A ACCEDER A LAS ESCRITURAS EN FORMA PERSONAL Y A
INTERPRETARLAS COMO QUIERA, SIN INTERMEDIARIOS. Y ASÍ USTED ASISTE,
INCRÉDULO, AL ÉXITO DE LA REBELIÓN. LOS HOMBRES DE LA IGLESIA
EMPIEZAN A PERDER. DURANTE SIGLOS ELLOS DEFINIERON LA REALIDAD,
Y AHORA, ANTE SUS OJOS, PIERDEN CREDIBILIDAD. COMO CONSECUENCIA, TODO
EL MUNDO SE VE CUESTIONADO. Lo que se derrumba es el consenso claro
en cuanto a la naturaleza del universo y el propósito de la
humanidad en la Tierra, basado en la descripción del clero, con lo
cual usted y todos los demás seres humanos de la cultura occidental
quedan en una posición muy precaria. Después de todo, están
acostumbrados a contar con una autoridad en la vida para definir
la realidad, y sin esa dirección externa se sienten confundidos y
perdidos. Si la descripción de la realidad que dan los hombres de la
iglesia y la justificación de la existencia humana son erróneas, se
pregunta usted, entonces, ¿cuáles son las correctas?
Hizo
una pausa.
—¿Se
da cuenta del impacto de este colapso en la gente de
la
época?
—Supongo
que fue bastante desestabilizador —comenté.
—Por
no decir algo peor —acotó—. Hubo una conmoción enorme. La vieja
concepción del mundo se vio cuestionada en todas partes. De hecho,
alrededor de 1600, los astrónomos habían probado fuera de toda duda
que el sol y las estrellas no giraban alrededor de la Tierra, como
sostenía la Iglesia. Indiscutiblemente, la Tierra era sólo un
pequeño planeta en la órbita de un sol menor de una galaxia que
contenía miles de millones de estrellas semejantes.
Se
inclinó hacia mí.
—Esto
es importante. LA HUMANIDAD PERDIÓ SU LUGAR EN EL CENTRO DEL
UNIVERSO DE DIOS. ¿Se da cuenta del efecto que tuvo? AHORA BIEN,
CUANDO USTED OBSERVA EL CLIMA, O CÓMO CRECEN LAS PLANTAS, O CÓMO
MUERE ALGUIEN DE REPENTE, LO QUE SIENTE ES UN DESCONCIERTO CARGADO DE
ANGUSTIA. ANTES PODÍA DECIR QUE EL RESPONSABLE ERA DIOS, O EL
DIABLO. PERO AL QUEBRARSE LA VISIÓN MEDIEVAL DEL MUNDO, ESA CERTEZA
TAMBIÉN DESAPARECE. TODAS LAS COSAS QUE DABA POR SENTADAS NECESITAN
AHORA UNA NUEVA DEFINICIÓN, EN ESPECIAL LA NATURALEZA DE DIOS Y LA
RELACIÓN DE USTED CON ÉL. CON ESA CONCIENCIA COMIENZA LA EDAD
MODERNA —prosiguió—. Hay un mayor espíritu democrático y una
desconfianza masiva respecto de la autoridad papal o real. Ya no se
aceptan automáticamente las definiciones del universo basadas en la
especulación o la fe bíblica. Pese a la pérdida de certeza, no
queríamos correr el riesgo de que un nuevo grupo controlara nuestra
realidad como lo habían hecho los hombres de la iglesia. Si hubiera
estado allí, usted habría participado en la creación de un nuevo
mandato para la ciencia.
—¿Un
qué? Se rió.
—Habría
mirado ese vasto universo indefinido y habría pensado, como los
pensadores de la época, que hacía falta un método formador de
consenso, una forma de explorar sistemáticamente este mundo nuestro.
Y A ESTA NUEVA FORMA DE DESCUBRIR LA REALIDAD LO HABRÍA LLAMADO
"MÉTODO CIENTÍFICO", QUE NO ES NI MÁS NI MENOS QUE PONER
A PRUEBA UNA IDEA SOBRE LA MANERA EN QUE FUNCIONA EL UNIVERSO, LLEGAR
POSTERIORMENTE A ALGUNA CONCLUSIÓN Y LUEGO PROPONER ESA CONCLUSIÓN
A LOS DEMÁS PARA VER SI ESTÁN DE ACUERDO. LUEGO —CONTINUÓ—,
HABRÍA PREPARADO A LOS EXPLORADORES PARA QUE SALIERAN A ESTE NUEVO
UNIVERSO, CADA UNO MUNIDO DEL MÉTODO CIENTÍFICO, Y LES HABRÍA
IMPARTIDO SU MISIÓN HISTÓRICA: EXPLORAR ESTE LUGAR Y DESCUBRIR CÓMO
FUNCIONA Y QUÉ SIGNIFICA QUE ESTEMOS VIVOS AQUÍ. Usted sabía que
había perdido su certeza en cuanto a un universo gobernado por Dios
y, por lo mismo, su certeza en cuanto a la naturaleza misma de Dios.
Pero pensaba que poseía un método, un proceso formador de
consenso, a través del cual podía descubrir la naturaleza de todo
lo que lo rodeaba, incluido Dios, e incluido el verdadero propósito
de la existencia de la humanidad en el planeta. De modo que envió a
estos exploradores a buscar la verdadera naturaleza de su
situación y luego presentarse con una respuesta. Hizo una pausa y me
miró.
—El
Manuscrito —prosiguió— dice que EN ESE MOMENTO EMPEZAMOS LA
ETAPA DE PREOCUPACIÓN DE LA QUE ESTAMOS DESPERTANDO AHORA.
ENVIAMOS A ESOS EXPLORADORES PARA QUE NOS TRAJERAN UNA EXPLICACIÓN
COMPLETA DE NUESTRA EXISTENCIA, PERO, DADA LA COMPLEJIDAD DEL
UNIVERSO, NO PUDIERON REGRESAR ENSEGUIDA.
—¿Cuál
era la preocupación?
—Ubíquese
otra vez en la época. CUANDO EL MÉTODO CIENTÍFICO NO PUDO
PRESENTAR UNA NUEVA IMAGEN DE DIOS Y DEL PROPÓSITO DE LA
HUMANIDAD EN EL PLANETA, LA FALTA DE CERTEZA Y DE SENTIDO AFECTÓ
PROFUNDAMENTE LA CULTURA OCCIDENTAL. Nos hacía falta alguna otra
cosa hasta hallar una respuesta a nuestras preguntas. Por último,
llegamos a algo que parecía una solución lógica. Nos miramos
unos a otros y dijimos: "Bueno, ya que hasta ahora nuestros
exploradores no han vuelto con nuestra verdadera situación
espiritual, ¿por qué, mientras esperamos, no nos instalamos en este
nuevo mundo? Es indudable que estamos aprendiendo lo suficiente
como para manipularlo en nuestro beneficio; así que, ¿por qué
no trabajar entretando para elevar nuestro nivel de vida, nuestra
sensación de seguridad en el mundo?".
Me
miró y rió entre dientes.
—Y
eso fue lo que hicimos. ¡Hace cuatro siglos! NOS QUITAMOS DE ENCIMA
LA SENSACIÓN DE ESTAR PERDIDOS, TOMAMOS LAS COSAS EN NUESTRAS MANOS
Y NOS CONCENTRAMOS EN CONQUISTAR LA TIERRA Y USAR SUS RECURSOS PARA
MEJORAR NUESTRA SITUACIÓN, Y RECIÉN AHORA, CUANDO NOS ACERCAMOS AL
FIN DEL MILENIO, PODEMOS VER QUÉ PASÓ. NUESTRO OBJETIVO SE
CONVIRTIÓ POCO A POCO EN UNA PREOCUPACIÓN. NOS PERDIMOS POR
COMPLETO A NOSOTROS MISMOS AL CREAR UNA SEGURIDAD SECULAR, UNA
SEGURIDAD ECONÓMICA, PARA REEMPLAZAR LA SEGURIDAD ESPIRITUAL
QUE HABÍAMOS PERDIDO. LENTAMENTE DEJAMOS DE LADO, Y EN DEFINITIVA
SUPRIMIMOS, EL INTERROGANTE REFERIDO A POR QUÉ ESTAMOS VIVOS,
QUÉ SUCEDE AQUÍ REALMENTE DESDE EL PUNTO DE VISTA ESPIRITUAL.
Me
miró fijo y agregó:
—TRABAJAR
PARA ESTABLECER UN ESTILO DE SUPERVIVENCIA MÁS CÓMODO PASÓ A SER
EN SÍ MISMO UNA RAZÓN PARA VIVIR, Y GRADUAL Y METÓDICAMENTE
OLVIDAMOS NUESTRA PREGUNTA ORIGINAL... OLVIDAMOS QUE TODAVÍA NO
SABEMOS PARA QUÉ SOBREVIVIMOS.
Por la
ventanilla, muy lejos, veía una gran ciudad. Por nuestro itinerario
de vuelo, sospechaba que era Orlando, en Florida. Me impactó el
trazado geométrico de las calles y las avenidas, la configuración
planeada y ordenada que los seres humanos habían armado. Aparté la
vista y miré a Dobson. Tenía los ojos cerrados y parecía dormido.
Durante una hora me había hablado más de la Segunda Revelación;
después nos habían traído la comida y yo le hablé de Charlene y
de mi decisión de viajar a Perú. Luego, sólo deseé mirar las
formas de las nubes por la ventanilla y analizar lo que él me había
dicho.
—¿Qué
piensa, entonces, de todo esto? —me preguntó de repente, mirándome
con ojos soñolientos—. ¿Captó la Segunda Revelación?
—No
estoy seguro. Movió la cabeza y miró a los demás pasajeros.
—¿Siente
que tiene una visión más clara del mundo humano? ¿Ve lo
preocupados que hemos estado? Esta perspectiva explica muchísimas
cosas. ¿Cuántas personas conoce que viven obsesionadas con su
trabajo, que sufren dolencias cardíacas o enfermedades
relacionadas con el estrés, y no pueden bajar el ritmo? No logran
parar porque usan la rutina para distraerse, para reducir la vida
únicamente a sus consideraciones prácticas. Y lo hacen para
evitar recordar qué inseguros se sienten respecto de por qué viven.
LA SEGUNDA REVELACIÓN EXTIENDE NUESTRA CONCIENCIA DEL TIEMPO
HISTÓRICO —agregó—. NOS MUESTRA CÓMO OBSERVAR LA CULTURA NO YA
DESDE LA PERSPECTIVA DE LA DURACIÓN DE NUESTRA VIDA SINO DE
TODO UN MILENIO. NOS REVELA NUESTRA PREOCUPACIÓN Y NOS ELEVA POR
ENCIMA DE ELLA. Usted acaba de experimentar esa historia más larga.
Ahora vive en un ahora más duradero. Al observar el mundo humano
ahora, debería ser capaz de ver con claridad esta obsesividad, la
fuerte preocupación por el progreso económico.
—¿Qué
tiene de malo eso? —protesté—. Es lo que hizo grande a la
civilización occidental. Lanzó una fuerte carcajada.
—Por
supuesto, tiene razón. Nadie dice que está mal. De hecho, EL
MANUSCRITO AFIRMA QUE LA PREOCUPACIÓN ERA UN HECHO NECESARIO, UNA
ETAPA EN LA EVOLUCIÓN HUMANA. SIN EMBARGO, YA HEMOS PASADO EL TIEMPO
SUFICIENTE ESTABLECIÉNDONOS EN EL MUNDO. ES HORA DE DESPERTAR DE LA
PREOCUPACIÓN Y RECONSIDERAR NUESTRA PREGUNTA ORIGINAL. ¿QUÉ HAY
DETRÁS DE LA VIDA EN EL PLANETA? ¿POR QUÉ ESTAMOS AQUÍ?
Lo
miré un momento y pregunté:
—¿Cree
que las otras revelaciones explican ese propósito? Dobson enderezó
la cabeza.
—Creo
que vale la pena echarles un vistazo. Espero que nadie destruya el
resto del Manuscrito antes de poder averiguarlo.
—¿Cómo
puede ocurrírsele al gobierno peruano que podría destruir un
documento importante y salir impune? —pregunté.
—Lo
harían en forma encubierta —respondió—. La postura oficial
es que el Manuscrito directamente no existe.
—Supongo
que la comunidad científica se alzaría en armas.
Me
miró con una expresión de resolución.
—Así
es. Por eso regreso a Perú. Represento a diez científicos
prominentes, todos los cuales exigen que se haga público el
Manuscrito original. Envié una carta a los responsables pertinentes
dentro del gobierno peruano, en la que les adelanté que venía y que
esperaba cooperación.
—Ya
veo. Me pregunto cómo van a responder.
—Probablemente
con negativas. Pero por lo menos será un comienzo oficial.
Se dio
vuelta, ensimismado en sus pensamientos, y volví a mirar por la
ventanilla. Mientras lo hacía, empecé a darme cuenta de que el
avión en que viajábamos contenía en su tecnología cuatro siglos
de progreso. Habíamos aprendido mucho en cuanto a manipular los
recursos que encontramos en la Tierra. ¿Cuántas personas —pensé—
cuántas generaciones hicieron falta para crear los productos y la
comprensión que permitieron la existencia de este avión? ¿Y
cuántas pasaron toda la vida concentradas en este pequeño aspecto,
un pasito, sin apartar siquiera la mente de esa preocupación?
De
pronto, en ese instante, el espectro de la historia del cual habíamos
estado hablando Dobson y yo pareció integrarse por completo en mi
conciencia. Veía claramente el milenio, como si fuera parte de mi
propia historia de vida. HACE MIL AÑOS HABÍAMOS VIVIDO EN UN MUNDO
EN EL QUE DIOS Y LA ESPIRITUALIDAD HUMANA ESTABAN CLARAMENTE
DEFINIDOS. Y LUEGO LO PERDIMOS, O MEJOR EXPRESADO, DECIDIMOS QUE
HABÍA ALGO MÁS. COMO CONSECUENCIA DE ELLO, ENVIAMOS
EXPLORADORES PARA QUE DESCUBRIERAN LA AUTÉNTICA VERDAD Y NOS LA
TRANSMITIERAN, Y AL VER QUE TARDABAN DEMASIADO EMPEZAMOS A
PREOCUPARNOS POR UN NUEVO PROPÓSITO SECULAR, EL DE
ESTABLECERNOS EN EL MUNDO, PONERNOS MÁS CÓMODOS.
Y nos
establecimos. Descubrimos que los minerales metálicos podían
mezclarse y moldearse en todo tipo de aparatos. Inventamos fuentes de
energía, primero el vapor y después el gas, la electricidad y la
fisión. Sistematizamos la agricultura y la producción en masa y
ahora dirigíamos inmensas tiendas de bienes materiales y vastas
redes de distribución.
TODO
FUE PROPULSADO POR LA LLAMADA DEL PROGRESO, EL DESEO DEL INDIVIDUO DE
PROVEER A SU SEGURIDAD, A SU PROPÓSITO, MIENTRAS ESPERABA LA VERDAD.
DECIDIMOS CREAR UNA VIDA MÁS CÓMODA Y PLACENTERA PARA NOSOTROS Y
NUESTROS HIJOS, Y EN APENAS CUATROCIENTOS AÑOS NUESTRA PREOCUPACIÓN
CREÓ UN MUNDO HUMANO DONDE AHORA PUEDEN PRODUCIRSE TODAS LA
COMODIDADES DE LA VIDA. EL PROBLEMA FUE QUE NUESTRO IMPULSO
OBSESIVAMENTE CONCENTRADO EN CONQUISTAR LA NATURALEZA Y VIVIR MÁS
CÓMODOS CONTAMINÓ LOS SISTEMAS NATURALES DEL PLANETA Y LOS DEJÓ AL
BORDE DEL COLAPSO. NO PODÍAMOS SEGUIR ASÍ.
Dobson
tenía razón. La Segunda Revelación realmente hacía parecer
inevitable nuestra nueva conciencia. Estábamos llegando a un clímax
en nuestro propósito cultural. Estábamos cumpliendo lo que habíamos
decidido hacer de manera colectiva, y mientras esto ocurría
nuestra preocupación se desvanecía y despertábamos a otra
cosa. Casi podía ver cómo disminuía el ímpetu de la Edad
Moderna a medida que nos acercábamos al fin del milenio. Había
terminado una obsesión de cuatrocientos años. Habíamos creado los
medios de seguridad material, y ahora parecíamos estar listos
—serenos, en realidad— para averiguar por qué lo habíamos
hecho.
En las
caras de los pasajeros que me rodeaban veía indicios de la
preocupación, pero también creí detectar breves chispazos de
conciencia. ¿Cuántos habían detectado ya las coincidencias?,
me pregunté.
El
avión se inclinó hacia adelante y empezó su descenso en tanto que
una auxiliar anunciaba que pronto aterrizaríamos en Lima.
Le di
a Dobson el nombre de mi hotel y le pregunté dónde se alojaría. Me
lo dijo y agregó que quedaba a apenas unos tres kilómetros del mío.
—¿Qué
planes tiene? —le pregunté.
—Estuve
pensando al respecto —respondió—. Lo primero, supongo, será ir
a la embajada estadounidense para explicar por qué estoy aquí, sólo
a título informativo.
—Buena
idea.
—Después
iré a hablar con el mayor número posible de científicos peruanos.
Los científicos de la Universidad de Lima ya me dijeron que no
tenían ningún conocimiento del Manuscrito, pero hay otros
estudiosos que están trabajando en diversas ruinas que tal vez
estén dispuestos a hablar. ¿Y usted? ¿Qué planes tiene?
—Ninguno
—respondí—. ¿Tendría inconveniente en que lo acompañara?
—En
absoluto. Justamente se lo iba a proponer.
Una
vez que aterrizamos, recogimos nuestro equipaje y acordamos reunirnos
más tarde en el hotel de Dobson. Salí y llamé un taxi cuando ya
anochecía. El aire estaba seco y el viento era muy intenso.
Cuando
mi taxi arrancó, noté que, detrás de nosotros, otro taxi se ponía
en marcha y se internaba con nosotros en el tránsito. Nos siguió
durante bastante tiempo y pude distinguir una figura alargada en la
parte trasera. Una ola de nerviosismo invadió mi estómago. Le pedí
al taxista —que hablaba inglés— que no fuera directamente al
hotel, sino que diera algunas vueltas. Pretexté que quería ver la
ciudad. Asintió sin hacer comentario alguno. El taxi nos siguió.
¿Qué significaba?
Cuando
llegamos a mi hotel, le dije al conductor que permaneciera en el
auto, abrí mi puerta y simulé pagar el viaje. El taxi de atrás se
adelantó hasta la esquina y el hombre bajó y caminó lentamente
hacia la entrada del hotel.
Volví
a subir al vehículo, cerré la puerta y ordené al taxista que
arrancara. Al hacerlo, el hombre salió de nuevo a la calle y nos
miró hasta perdernos de vista. Yo veía la cara de mi conductor en
el espejo retrovisor. Me miraba atentamente, con expresión tensa.
—Lamento
lo ocurrido —dije—. Decidí cambiar de alojamiento.
Me
esforcé en sonreír y luego le di el nombre del hotel de Dobson,
pese a que una parte mía quería ir directamente al aeropuerto y
tomar el primer avión de regreso a los Estados Unidos.
Media
cuadra antes de llegar a nuestro destino, le pedí al taxista que
parara.
—Espere
aquí —le ordené—. Ya vuelvo.
Las
calles se hallaban repletas de gente, en su mayoría peruanos
nativos. Cada tanto pasaban, no obstante, algunos norteamericanos y
europeos. El hecho de ver a los turistas me hizo sentir más seguro.
Cuando estaba a menos de cincuenta metros del hotel ,me detuve. Algo
pasaba. De pronto, mientras trataba de ver, sonaron disparos y
empezaron a oírse gritos. Los que se encontraban frente a mí se
arrojaron al piso permitiéndome ver qué ocurría en la vereda.
Dobson corría hacia mí, con los ojos desorbitados, presa de pánico.
Unas figuras lo perseguían. Una disparó al aire y ordenó a Dobson
que se detuviera.
Al
acercarse en su carrera, Dobson me divisó y me reconoció.
—¡Corra!
—me gritó—. ¡Por favor, corra!
Me
volví y corrí por un callejón, aterrado. Más adelante había una
empalizada de un metro ochenta de alto que me bloqueaba el camino.
Cuando llegué, trepé hasta donde pude y logré aferrarme al borde
de las tablas con las manos y pasar la pierna derecha al otro lado.
Mientras levantaba la izquierda y antes de caer del otro lado miré
hacia el callejón. Dobson corría desesperadamente. Se oyeron más
disparos. Se tambaleó y cayó.
Seguí
corriendo a ciegas, saltando montones de basura y pilas de cajas de
cartón. Por un momento creí oír pasos a mis espaldas, pero no me
animaba a mirar hacia atrás. Adelante, el callejón terminaba en una
calle que también estaba repleta de gente, aparentemente tranquila.
Al llegar a la calle, me atreví a mirar para atrás; el corazón me
latía con violencia. No había nadie. Caminé a toda prisa por la
vereda hacia la derecha tratando de perderme en la multitud. ¿Por
qué corría Dobson?, me preguntaba. ¿Lo habían matado?
—Espere
un momento —dijo alguien en un murmullo fuerte por sobre mi hombro
izquierdo. Eché a correr pero me alcanzó y me tomó del brazo. —Por
favor, espere un momento —volvió a decir—. Vi lo que pasó. Mi
intención es ayudarlo.
—¿Quién
es usted? —le pregunté, temblando.
—Soy
Wilson James —respondió—. Luego le explicaré. Ahora tenemos que
salir de estas calles.
Algo
en su voz y su actitud calmó mi pánico, de modo que decidí
seguirlo. Remontamos la calle y entramos en un negocio de artículos
de cuero. Le hizo una seña a un hombre que estaba detrás del
mostrador y me condujo a un cuarto separado, al fondo, con olor a
humedad. Cerró la puerta y corrió las cortinas.
Era un
hombre de unos sesenta años, aunque se lo veía mucho más joven: un
destello especial en los ojos, o algo semejante. Tenía la piel
oscura y el pelo negro. Parecía de ascendencia peruana, pero el
inglés que hablaba sonaba casi estadounidense. Llevaba una remera
azul chillón y vaqueros.
—Aquí
estará salvo por un rato —dijo—. ¿Por qué lo persiguen?
No
respondí.
—Está
aquí por el Manuscrito, ¿no? —preguntó.
—¿Cómo
lo supo?
—Supongo
que el hombre que estaba con usted vino aquí por esa razón, ¿no?
—Sí.
Se llamaba Dobson. ¿Cómo supo que éramos dos?
—Tengo
un cuarto sobre el callejón; estaba mirando por la ventana cuando
los perseguían.
—¿Mataron
a Dobson? —pregunté, aterrado por lo que podía oír como
respuesta.
—No
sé—repuso—. No sabría decirlo. Pero cuando vi que usted había
escapado, bajé corriendo por la escalera trasera para sacarle
ventaja. Pensé que tal vez podía ayudarlo.
—¿Por
qué?
Por un
momento me miró como si no supiera qué contestarme. Luego su
expresión se volvió más cálida.
—No
lo entenderá, pero me hallaba de pie junto a la ventana y me
vinieron a la mente recuerdos de un viejo amigo. Está muerto. Murió
porque creía que la gente tenía que conocer la existencia del
Manuscrito. Cuando vi lo que ocurría en el callejón, sentí que
debía ayudarlo.
Tenía
razón. No entendí. Sin embargo, experimenté la sensación de que
era absolutamente sincero conmigo. Estaba por hacerle otra pregunta,
cuando volvió a hablar.
—Después
conversaremos de esto —dijo—. Ahora lo mejor es ir a un
lugar más seguro.
—Espere
un momento, Wilson. Lo único que quiero es volver a los Estados
Unidos. ¿Cómo puedo hacerlo?
—Llámame
Wil —respondió—. Creo que no deberías intentarlo por el
aeropuerto; todavía no. Si todavía te buscan, lo registrarán.
Tengo unos amigos que viven en las afueras de la ciudad. Te
esconderán. Tienes varias formas de salir del país.
Una
vez que estés listo, ellos te dirán adónde ir.
Abrió
la puerta del cuarto y miró dentro del negocio; después salió y se
fijó qué pasaba en la calle. Cuando regresó, me hizo señas de que
lo siguiera. Caminamos por la calle en dirección a un jeep azul que
Wil señaló. Al subirnos, noté que en el asiento trasero había
alimentos envasados, carpas y mochilas, como para un largo viaje.
Anduvimos
en silencio. Me recliné en el asiento del acompañante y traté
de pensar. Tenía un nudo de miedo en el estómago. Nunca me había
imaginado algo así. ¿Y si me arrestaban y me encerraban en una
cárcel peruana, o directamente me mataban? Debía evaluar la
situación. No tenía ropa, pero sí dinero y una tarjeta de crédito,
y, por alguna razón, confiaba en Wil.
—¿Qué
hicieron tú y Dobson para que los persiguieran? —me preguntó de
repente Wil.
—Que
yo sepa, nada —respondí—. Conocí a Dobson en el avión. Es
historiador y venía a investigar el Manuscrito en forma oficial.
Representa a un grupo de científicos.
Wil se
mostró sorprendido.
—¿El
gobierno sabía que venía?
—Sí,
había escrito a algunos funcionarios gubernamentales
diciéndoles que esperaba cooperación. No puedo creer que hayan
tratado de arrestarlo; ni siquiera traía las copias consigo.
—¿Tiene
copias del Manuscrito?
—Sólo
las dos primeras revelaciones.
—No
tenía idea de que hubiera copias en los Estados Unidos. ¿Dónde las
consiguió?
—En
un viaje anterior le dijeron que había un sacerdote que conocía el
Manuscrito. No pudo encontrarlo pero halló las copias escondidas
detrás de su casa.
Wil se
entristeció.
—José.
—¿Quién?
—pregunté.
—Era
el amigo del que te hablé, el que mataron. Estaba empeñado en que
el Manuscrito fuera conocido por la mayor cantidad posible de gente.
—¿Qué
le pasó?
—Lo
asesinaron. No sabemos quién. Hallaron el cuerpo en el monte a
kilómetros de su casa. Yo sostengo que fueron sus enemigos.
—¿El
gobierno?
—Cierta
gente del gobierno o la Iglesia.
—¿Su
Iglesia podría llegar tan lejos?
—Quizá.
La Iglesia está secretamente en contra del Manuscrito. Hay unos
pocos sacerdotes que entienden el documento y lo defienden bajo
cuerda, pero deben ser muy cuidadosos. José habló abiertamente del
tema a todo el que quisiera oírlo. Le advertí durante meses, antes
de su muerte, que fuera más sutil, que dejara de dar copias al
primero que aparecía. Me dijo que hacía lo que debía hacer.
—¿Cuándo
fue descubierto el Manuscrito? —pregunté.
—Fue
traducido por primera vez hace tres años. Pero nadie sabe cuándo lo
descubrieron. Creemos que el original circuló entre los indios
durante años, hasta que fue hallado por José. Sólo él pudo
hacerlo traducir. Desde luego, una vez que la Iglesia averiguó qué
decía el Manuscrito, trataron de eliminarlo del todo. Ahora, lo
único que tenemos son copias. Creemos que destruyeron el original.
Wil
había conducido hacia el este de la ciudad y ahora íbamos por una
ruta angosta de doble carril en una zona muy irrigada. Pasamos varias
viviendas pequeñas de chapa y luego una amplia propiedad con un
cerco costoso.
—¿Te
habló Dobson de las dos primeras revelaciones? —me preguntó Wil.
—Me
habló de la Segunda Revelación —respondí—. Una amiga me
mencionó la primera. Habló con un sacerdote en otro momento; con
José, supongo.
—¿Entiendes
esas dos revelaciones?
—Creo
que sí.
—¿ENTIENDES
QUE LOS ENCUENTROS CASUALES A MENUDO TIENEN UN SIGNIFICADO MÁS
PROFUNDO?
—Parecería
que todo este viaje ha sido una sucesión de coincidencias —repuse.
—ESO
EMPIEZA A OCURRIR UNA VEZ QUE COMENZAMOS A ESTAR ATENTOS Y CONECTADOS
CON LA ENERGÍA.
—¿Conectados?
Wil sonrió.
—Es
algo que se menciona más adelante en el Manuscrito.
—Me
gustaría saber más al respecto.
—Ya
hablaremos de eso más tarde —dijo, y me indicó con un gesto que
iba a doblar para tomar un camino de tierra. Unos treinta metros más
adelante había una modesta granja de madera. Wil avanzó hasta un
árbol grande que había a la derecha de la casa y estacionó.
—Mi
amigo trabaja para el propietario de una gran hacienda y dueño
de gran parte de la tierra en esta zona —explicó—, y le da
esta casa. El hombre es muy poderoso y respalda en secreto el
Manuscrito. Aquí estarás a salvo.
En la
galería brillaba una luz; un hombre petizo y achaparrado, que
parecía un peruano nativo, salió precipitadamente. Con una enorme
sonrisa dijo, lleno de entusiasmo, algo en español. Cuando llegó al
jeep, palmeó a Wil en la espalda a través de la ventanilla abierta
y me miró complacido. Wil lo instó a hablar en inglés y luego nos
presentó.
—Necesita
ayuda —le aclaró al hombre—. Quiere regresar a los Estados
Unidos pero debe tener mucho cuidado. Creo que lo dejaré en tus
manos.
El
hombre miraba a Wil con atención.
—Vas
a buscar otra vez la Novena Revelación, ¿no es cierto? —preguntó.
—Sí
—respondió Wil, y se bajó del jeep.
Abrí
mi puerta y di la vuelta alrededor del vehículo. Wil y su amigo
caminaban hacia la casa manteniendo una conversación que yo no
alcanzaba a oír.
De
pronto, el hombre dijo:
—Empezaré
los preparativos —y se fue. Wil volvió adonde yo me hallaba.
—¿Qué
quiso decir cuando te preguntó sobre la Novena Revelación?
—pregunté.
—Una
parte del Manuscrito nunca fue encontrada. Con el texto original
había ocho revelaciones, pero en él se menciona una más, la
Novena. Muchas personas la han buscado.
—¿Sabes
dónde está?
—No,
en realidad no.
—¿Y
entonces cómo vas a encontrarla? Wil sonrió.
—De
la misma manera en que José encontró las ocho originales. De la
misma manera en que tú encontraste las dos primeras y después te
topaste conmigo. SI UNO PUEDE CONECTARSE Y GENERAR SUFICIENTE
ENERGÍA, EMPIEZAN A OCURRIR HECHOS COINCIDENTES CON REGULARIDAD.
—Dime
cómo hacerlo —dije—. ¿Qué revelación es? Wil me miró como si
evaluara mi nivel de comprensión.
—EL
CONECTARSE NO ES SOLAMENTE UNA REVELACIÓN; SON TODAS. ¿RECUERDAS
QUE, EN LA SEGUNDA REVELACIÓN, SE DESCRIBE QUE SE ENVIARÍAN
EXPLORADORES AL MUNDO PARA QUE, UTILIZANDO EL MÉTODO
CIENTÍFICO, DESCUBRIERAN EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA EN ESTE
PLANETA, PERO QUE NO REGRESARÍAN ENSEGUIDA?
—Sí.
—Bueno,
LAS REVELACIONES RESTANTES REPRESENTAN LAS RESPUESTAS QUE LLEGAN
AL FIN. SIN EMBARGO, NO PROVIENEN SOLAMENTE DE LA CIENCIA
INSTITUCIONAL. LAS RESPUESTAS A LAS QUE ME REFIERO VIENEN DE MUCHAS
ÁREAS DISTINTAS DE INVESTIGACIÓN. LOS HALLAZGOS DE LA FÍSICA,
LA PSICOLOGÍA, EL MISTICISMO Y LA RELIGIÓN LLEGAN JUNTOS A UNA
NUEVA SÍNTESIS BASADA EN UNA PERCEPCIÓN DE LAS COINCIDENCIAS.
ESTAMOS APRENDIENDO LOS DETALLES DE LO QUE SIGNIFICAN LAS
COINCIDENCIAS, CÓMO FUNCIONAN Y, AL HACERLO, CONSTRUIMOS UNA VISIÓN
DE LA VIDA TOTALMENTE NUEVA, UN REVELACIÓN TRAS OTRA.
—Entonces
quiero saber en qué consiste cada revelación —dije—. ¿Puedes
explicármelas antes de irte?
—He
visto que de esa manera no da resultado. DEBES DESCUBRIR CADA UNA DE
UNA MANERA DISTINTA.
—¿Cómo?
—Sencillamente,
sucede. EL QUE YO TE LO DIJERA NO SERVIRÍA PARA NADA. PODRÍAS
DISPONER DE INFORMACIÓN SOBRE CADA UNA, PERO NO TENDRÍAS LAS
REVELACIONES. DEBES DESCUBRIRLAS A LO LARGO DE TU PROPIA VIDA.
Nos
miramos en silencio. Wil sonrió. Hablar con él me hacía sentir
increíblemente vivo.
—¿Por
qué vas a buscar la Novena Revelación ahora? —le pregunté.
—Es
el momento indicado. He sido guía aquí, conozco el terreno y
entiendo las ocho revelaciones. Cuando estaba asomado a mi
ventana en el callejón, pensando en José, ya había decidido ir al
norte una vez más. La Novena Revelación está allí. Lo sé. Y el
tiempo pasa. Además, me he visto encontrándola y logrando
comprender lo que dice. Sé que ES LA MÁS IMPORTANTE DE LAS
REVELACIONES. PONE A TODAS LAS DEMÁS EN PERSPECTIVA Y NOS DA EL
VERDADERO PROPÓSITO DE LA VIDA.
De
repente hizo una pausa y se puso serio.
—Habría
salido treinta minutos antes, pero tenía esa sensación tenaz
de que me había olvidado de algo. —Hizo otra pausa. —¡Y justo
apareciste tú!
Nos
miramos un momento.
—¿Crees
que debería ir contigo? —pregunté.
—¿Qué
te parece a ti?
—No
sé —dije, inseguro de mí mismo. Me sentía confundido. La
historia de mi viaje peruano desfilaba en mi mente:
Charlene,
Dobson, ahora Wil. Había venido a Perú empujado por una ligera
curiosidad y ahora me había convertido en un fugitivo involuntario
que ni siquiera sabía quiénes eran sus perseguidores. Y lo más
extraño de todo era que, en ese momento, en vez de estar aterrado y
presa del pánico, me sentía en un estado de excitación. Debía
echar mano de todos mis instintos y mi ingenio para encontrar el modo
de volver a casa, pero lo que en realidad quería era ir con Wil,
adonde sin duda habría más peligro.
Mientras
consideraba mis opciones, me di cuenta de que no tenía alternativa.
La Segunda Revelación había puesto fin a cualquier posibilidad de
regresar a mis viejas preocupaciones. Si quería mantener la
conciencia, debía seguir adelante.
—Tengo
pensado pasar la noche aquí —dijo Wil—. De modo que tienes hasta
mañana a la mañana para decidir.
—Ya
lo decidí —le dije—. Quiero ir.
UNA
CUESTIÓN DE ENERGÍA
Nos
levantamos a la madrugada y viajamos toda la mañana, siempre
hacia el este, en silencio. Más temprano, Wil había dicho que
cruzaríamos los Andes para llegar a lo que llamó la Selva Alta, una
zona de sierras y mesetas cubiertas de monte, pero no agregó nada
más.
Yo le
había hecho varias preguntas sobre su historia y sobre nuestro
destino, pero, con cortesía, me hizo callar, indicándome que
quería concentrarse en el camino. Al final callé por completo y me
dediqué a contemplar el paisaje. Las vistas desde los picos de las
montañas eran impresionantes.
Alrededor
de mediodía, cuando habíamos llegado a la última de las altas
cumbres, paramos en un promontorio para almorzar unos sandwiches en
el jeep y mirar el amplio valle estéril. Al otro lado había
montañas más bajas, cubiertas de vegetación. Mientras comíamos,
Wil dijo que pasaríamos la noche en la Posada Vicente, una
vieja propiedad del siglo XIX que había pertenecido anteriormente a
la Iglesia Católica española. Me explicó que, en la
actualidad, Vicente era propiedad de un amigo suyo y funcionaba como
lugar destinado a reuniones de negocios y congresos científicos.
Con
esa breve explicación, partimos y viajamos en silencio. Una hora más
tarde llegamos a Vicente, ingresamos en la propiedad a través de un
inmenso portón de hierro y piedra, y avanzamos hacia el nordeste por
un estrecho camino de ripio. Una vez más, hice algunas preguntas
sobre Vicente y sobre la razón de nuestra presencia allí, pero, tal
como había hecho antes, Wil no prestó atención a mis indagaciones,
sólo que esta vez me indicó sin rodeos que me concentrara en el
paisaje.
De
inmediato, la belleza de Vicente me conmovió. Nos rodeaban pasturas
y huertos llenos de color, y el césped parecía excepcionalmente
verde y sano. Se volvía más tupido incluso bajo los grandes robles
que se alzaban más o menos cada tres metros en los campos. En esos
inmensos árboles había algo que resultaba por demás atractivo,
pero no lograba distinguir exactamente qué.
Al
cabo de más o menos un kilómetro y medio, el camino doblaba hacia
el este y subía por una ligera pendiente. En la cima de la loma
estaba la posada, un gran edificio estilo español construido en
madera de distintos colores y piedra gris. La estructura parecía
albergar por lo menos cincuenta habitaciones, y una enorme
galería cubierta ocupaba toda la pared sur. El patio que rodeaba la
posada exhibía más robles gigantes y tenía canteros de plantas
exóticas y senderos bordeados de flores y helechos deslumbrantes. En
la galería y entre los árboles había grupos de personas hablando.
Cuando
bajamos del vehículo, Wil se demoró un momento para admirar la
vista. Detrás de la posada, hacia el este, la tierra bajaba
gradualmente y después se achataba en valles y bosques. A lo
lejos se divisaba otra cadena de colinas de tono púrpura azulado.
—Iré
a ver si tienen habitaciones para nosotros —dijo Wil—. ¿Por qué
no te quedas aquí mirando un poco? Te encantará el lugar.
—¡No
me digas! —exclamé.
Mientras
se alejaba, se volvió y me miró.
—Asegúrate
de ver los jardines de investigación. Te veré a la hora de la
comida.
Era
obvio que Wil me dejaba solo por alguna razón, pero no me importaba
por qué. Me sentía de lo mejor y para nada aprensivo. Wil ya me
había dicho que, como Vicente traía al país considerables divisas,
el gobierno siempre había mantenido una política de no intervención
en cuanto al lugar, pese a que muchas veces se desarrollaban debates
sobre el Manuscrito.
Me
atrajeron unos árboles grandes y un camino serpenteante que iba
hacia el sur, de modo que fui hacia allí. Al llegar a los árboles,
vi que el camino cruzaba una pequeña puerta de hierro y luego había
una escalera de piedras que llevaba a un prado lleno de flores
silvestres. A lo lejos se veía una especie de huerto y un arroyito y
más monte. En el portón me detuve y respiré hondo varias veces,
maravillado ante la belleza que se desplegaba más abajo.
—Es
realmente fantástico, ¿no? —preguntó una voz desde atrás.
Me
volví. Era una mujer de unos cuarenta años que cargaba una especie
de mochila.
—Sí,
de veras —confirmé—. Nunca había visto algo semejante.
Durante
un momento los dos nos quedamos mirando las praderas y las plantas
tropicales que caían en cascada por las terrazas de canteros a ambos
lados.
—¿Por
casualidad sabes dónde están los jardines de investigación?
—Claro
—respondió—. Justamente voy para allá. Te mostraré.
Después
de presentarnos, bajamos los escalones y tomamos por un camino
visiblemente muy transitado, hacia el sur. Su nombre era Sarah
Lorner; tenía el pelo color ceniza y ojos azules, y podía decirse
que su aspecto era de chiquilina excepto por su actitud seria.
Caminamos varios minutos en silencio.
—¿Es
la primera vez que vienes aquí? —preguntó.
—Sí
—respondí—. No sé mucho sobre este lugar.
—Bueno,
llevo un año yendo y viniendo, de modo que puedo ponerte un poco al
tanto. Hace más o menos unos veinte años, este sitio se hizo muy
popular como una especie de centro científico internacional.
Distintas organizaciones científicas realizaban sus reuniones aquí,
sobre todo de biólogos y físicos. Y hace algunos años...
Vaciló
un instante y me miró.
—¿Oíste
hablar del Manuscrito que se descubrió aquí, en Perú?
—Sí
—dije—. Oí hablar de las dos primeras revelaciones. —Quería
contarle que estaba fascinado con el documento, pero me contuve pues
no sabía si debía confiar del todo en ella.
—Eso
pensé —comentó—. Parecía que estabas recogiendo la energía de
este sitio.
Íbamos
cruzando un puente de madera que atravesaba el arroyo.
—¿Qué
energía? —inquirí.
Se
detuvo y se apoyó en la baranda del puente.
—¿Sabes
algo sobre LA TERCERA REVELACIÓN?
—Nada.
—DESCRIBE
UNA NUEVA COMPRENSIÓN DEL MUNDO FÍSICO. DICE QUE NOSOTROS, LOS
SERES HUMANOS, APRENDEREMOS A PERCIBIR LO QUE ANTES ERA UN TIPO DE
ENERGÍA INVISIBLE. La posada se ha convertido en un lugar de reunión
para los científicos interesados en estudiar y hablar de este
fenómeno.
—¿O
sea que los científicos consideran que esa energía es real?
—pregunté.
En ese
instante se daba vuelta para cruzar el puente.
—Sólo
unos pocos —respondió—, y sufrimos ciertas presiones por
ello.
—¿Eres
científica, entonces?
—Enseño
física en una pequeña universidad de Maine.
—¿Y
por qué algunos científicos están en desacuerdo con ustedes?
Permaneció
un instante en silencio, pensativa.
—Tienes
que entender la historia de la ciencia —dijo, y me miró como
preguntándome si quería ahondar en el tema. Hice un gesto
afirmativo con la cabeza para que continuara.
—Piensa
por un momento en la Segunda Revelación. Una vez que cayó la visión
medieval del mundo, de pronto los occidentales tomamos conciencia de
que vivíamos en un universo totalmente desconocido. En el
intento por entender la naturaleza de este universo, nos dimos cuenta
de que debíamos separar de alguna manera los hechos y la
superstición. En este sentido, los científicos adoptamos una
actitud particular conocida como escepticismo científico, el
cual, en efecto, exige pruebas sólidas para cada nueva afirmación
referida a la forma en que funciona el mundo. Antes de creer en algo,
queríamos pruebas que pudieran verse y tocarse. Toda idea que no
podía ser probada de alguna forma física era rechazada en forma
sistemática. Sin lugar a dudas —continuó—, esa actitud nos
sirvió para los fenómenos más obvios de la naturaleza, para los
objetos como rocas, cuerpos y árboles, objetos que todos podemos
percibir independientemente de lo escépticos que podamos ser.
Enseguida le dimos un nombre a cada parte del mundo físico e
intentamos descubrir por qué el universo funcionaba como lo
hacía. Al final, llegamos a la conclusión de que todo lo que ocurre
en la naturaleza responde a alguna ley natural, que cada hecho tiene
una causa física directa y comprensible.
Me
sonrió con complicidad.
—¿Sabes?
En muchos sentidos, los científicos no se han diferenciado demasiado
de otros individuos de nuestra época. Decidimos, junto con todos los
demás, dominar este lugar en que nos encontrábamos. La idea era
crear una comprensión del universo que diera la sensación de que el
mundo era seguro y manejable, y la actitud escéptica nos mantuvo
concentrados en problemas concretos que daban una apariencia más
tranquila a nuestra existencia.
Habíamos
avanzado por el sendero sinuoso desde el puente y, tras pasar
una pequeña pradera, llegamos a un lugar más densamente cubierto de
árboles.
—Con
esa actitud —prosiguió—, la ciencia apartó sistemáticamente
del mundo lo incierto y lo esotérico. Siguiendo el pensamiento de
Isaac Newton, llegamos a la conclusión de que el universo siempre
opera de una manera predecible, como una enorme maquinaria, porque
durante mucho tiempo eso fue lo único que pudo probarse. Se decía
que los hechos que ocurrían en forma simultánea con otros hechos,
aunque sin una relación causal con ellos, eran meramente casuales.
Entonces tuvieron lugar dos investigaciones que volvieron a abrirnos
los ojos al misterio del universo. Mucho se ha escrito en las últimas
décadas sobre la revolución en la física, pero los cambios en
realidad derivan de dos conclusiones fundamentales, las de la
mecánica cuántica y las de Albert Einstein. El trabajo de toda la
vida de Einstein habría de mostrar que lo que percibimos como
materia dura es en su mayor parte espacio vacío con una estructura
de energía que lo atraviesa. Esto nos incluye a nosotros. Y lo que
mostró la física cuántica es que, cuando miramos esas estructuras
de energía en niveles cada vez más pequeños, pueden verse
resultados asombrosos. Los experimentos han revelado que cuando
rompemos pequeños aspectos de esa energía, lo que llamamos
partículas elementales, y tratamos de observar cómo funcionan, el
acto mismo de observación altera los resultados... como si esas
partículas elementales se vieran afectadas por lo que el
experimentador espera. Esto ocurre aun si las partículas aparecen en
lugares a los que es absolutamente imposible que lleguen, dadas las
leyes del universo tal como las conocemos: dos lugares al mismo
tiempo, adelante y atrás en el tiempo, ese tipo de cosas. Se detuvo
y volvió a ponerse frente a mí.
—En
otras palabras, LA MATERIA BÁSICA DEL UNIVERSO, EN SU NÚCLEO, VA
PARECIÉNDOSE A UNA ESPECIE DE ENERGÍA PURA, MALEABLE A LA INTENCIÓN
Y LA EXPECTATIVA HUMANAS HASTA UN PUNTO QUE PONE EN DUDA NUESTRO
VIEJO MODELO MECANICISTA DEL UNIVERSO... COMO SI NUESTRA EXPECTATIVA
MISMA HICIERA FLUIR NUESTRA ENERGÍA EN EL MUNDO Y AFECTARA OTROS
SISTEMAS DE ENERGÍA. LO CUAL, POR SUPUESTO, ES EXACTAMENTE LO QUE
NOS LLEVARÍA A CREER LA TERCERA REVELACIÓN.
Sacudió
la cabeza.
—Por
desgracia, la mayoría de los científicos no toman en serio esta
idea. Prefieren seguir siendo escépticos y esperar a ver si podemos
probarlo.
—¡Eh,
Sarah, estamos aquí! —gritó desde lejos una voz apagada. A la
derecha, a unos cincuenta metros entre los árboles, se veía a
alguien haciendo señas.
Sarah
me miró.
—Tengo
que ir a hablar unos minutos con esos muchachos. Llevo conmigo una
traducción de la Tercera Revelación, si quieres buscar un lugar y
leer algo mientras no estoy.
—Sí,
por supuesto —acepté.
Sacó
una carpeta del bolso, me la dio y se alejó.
Tomé
la carpeta y miré en derredor buscando un lugar para sentarme. El
suelo estaba cubierto de pequeños arbustos y se hallaba ligeramente
húmedo, pero hacia el este el terreno se elevaba hasta algo que
parecía otro montículo. Decidí caminar en esa dirección en busca
de un lugar seco.
Ya en
la cima de la elevación, me quedé estupefacto. Era otro lugar de
increíble belleza. Los robles nudosos se alzaban a unos cinco metros
de distancia unos de otros y sus anchas copas se unían en lo alto,
creando una suerte de bóveda. En la base crecían plantas tropicales
de un metro veinte o un metro cincuenta de alto, con hojas de hasta
veinticinco centímetros de ancho. Entre ellas aparecían grandes
helechos y exuberantes arbustos con flores blancas. Escogí un lugar
seco y me senté. Percibía el olor húmedo de las hojas y la
fragancia de los pimpollos.
Abrí
la carpeta y busqué el comienzo de la traducción. Una breve
introducción explicaba que la Tercera Revelación aporta una
comprensión transformada del universo físico. Sus palabras
eran un eco del resumen de Sarah. Predecía que en algún momento,
hacia el final del segundo milenio, los seres humanos
descubrirían una nueva energía que originaba todas las cosas
—incluidos nosotros— y emanaba de ellas.
Analicé
esa idea por un instante y después leí algo que me fascinó: EL
MANUSCRITO AFIRMABA QUE LA PERCEPCIÓN HUMANA DE ESA ENERGÍA EMPIEZA
PRIMERO CON UNA SENSIBILIDAD ACENTUADA RESPECTO DE LA BELLEZA.
Mientras reflexionaba sobre esto, atrajo mi atención alguien que
pasaba por el camino que corría más abajo. Vi a Sarah en el preciso
momento en que ella miraba hacia el montículo y me divisaba a mí.
—Este
lugar es fantástico —observó cuando llegó adonde yo estaba—.
¿Ya leíste la parte que habla de la percepción de la belleza?
—Sí.
Pero no sé bien qué significa.
—Más
adelante —me aclaró— el Manuscrito lo explica con más detalle,
pero trataré de resumírtelo. LA PERCEPCIÓN DE LA BELLEZA ES UNA
ESPECIE DE BARÓMETRO QUE NOS INDICA CUÁN CERCA NOS HALLAMOS DE
PERCIBIR REALMENTE LA ENERGÍA. ES ALGO EVIDENTE PORQUE, UNA VEZ QUE
OBSERVAMOS ESA ENERGÍA, NOS DAMOS CUENTA DE QUE ESTÁ EN EL MISMO
CONTINUUM QUE LA BELLEZA.
—Da
la impresión de que la ves —comenté. Me miró sin la más mínima
inhibición.
—Sí,
pero lo primero que desarrollé fue una apreciación más profunda de
la belleza.
—Pero,
¿cómo puede ser? ¿Acaso la belleza no es relativa? Sacudió la
cabeza.
—TAL
VEZ LAS COSAS QUE PERCIBIMOS COMO BELLAS SEAN DIFERENTES, PERO
LAS CARACTERÍSTICAS REALES QUE ADJUDICAMOS A LOS OBJETOS BELLOS SON
SIMILARES. PIÉNSALO. CUANDO ALGO TE PARECE HERMOSO, EXHIBE UNA MAYOR
PRESENCIA Y PRECISIÓN DE FORMA E INTENSIDAD DE COLOR, ¿NO ES
CIERTO? SE DESTACA. BRILLA. PARECE CASI IRIDISCENTE COMPARADO CON LA
OPACIDAD DE OTROS OBJETOS MENOS ATRACTIVOS.
Asentí.
—Mira
este sitio —continuó—. Sé que estás deslumbrado con él,
porque todos lo estamos. Este lugar se nos viene encima. Los colores
y las formas parecen aumentados. Y bien, el siguiente nivel de
percepción consiste en ver un campo de energía alrededor de todo.
Debo
de haber puesto cara de asombro, porque se rió y luego dijo, seria:
—Tal
vez deberíamos ir a los jardines. Quedan a menos de un kilómetro
hacia el sur. Estoy segura de que te parecerán interesantes.
Le di
las gracias por tomarse la molestia de explicarme el Manuscrito,
siendo yo un absoluto desconocido, y por mostrarme Vicente. Se
encogió de hombros.
—Das
la impresión de simpatizar con lo que tratamos de hacer —explicó—.
Y aquí todos sabemos que debemos ocuparnos de las relaciones
públicas. Para que esta investigación continúe, debemos difundirla
en los Estados Unidos y en todas partes. Las autoridades locales no
nos quieren demasiado.
De
repente oímos una voz que habló a nuestras espaldas.
—¡Disculpen,
por favor!
Nos
dimos vuelta y vimos a tres hombres que subían rápidamente por el
camino en dirección a nosotros. Rondaban los cincuenta años e iban
vestidos con elegancia.
—¿Alguno
de ustedes podría decirme dónde están los jardines de
investigación? —preguntó el más alto de los tres.
—¿Podrían
decirme qué los trae por aquí? —preguntó a su vez Sarah.
—Mis
colegas y yo tenemos permiso del dueño de esta propiedad para
examinar los jardines y hablar con alguien sobre la presunta
investigación que se lleva a cabo aquí. Somos de la Universidad de
Perú.
—Al
parecer, no están de acuerdo con nuestros hallazgos —comentó
Sarah, sonriendo, en un esfuerzo evidente por suavizar la situación.
—Por
supuesto que no —replicó otro de los hombres—. CREEMOS QUE ES
ABSURDO AFIRMAR QUE AHORA SE PUEDE VER CIERTA ENERGÍA MISTERIOSA
CUANDO NUNCA ANTES FUE OBSERVADA.
—¿Ha
tratado de verla? —inquirió Sarah. El hombre la ignoró y volvió
a preguntar:
—¿Puede
dirigirnos a los jardines?
—Por
supuesto —respondió Sarah—. Unos cien metros más adelante verán
un camino que dobla hacia el este. Tómenlo y más o menos a unos
cuatrocientos metros los verán.
—Gracias
—dijo el hombre alto al tiempo que los tres emprendían la marcha a
toda velocidad.
—Los
mandaste para otro lado —observé.
—En
realidad no —respondió Sarah—. De ese lado hay otros jardines. Y
las personas que hay allí están más preparadas para hablar con
esta clase de escépticos. De vez en cuando llega gente así, y no
sólo científicos sino también buscadores de curiosidades, gente
que no logra captar lo que hacemos... lo cual da la pauta del
problema que existe en la comprensión científica.
—¿A
qué te refieres? —pregunté.
—Como
te dije antes, LA VIEJA ACTITUD ESCÉPTICA RESULTABA MUY ÚTIL CUANDO
SE TRATABA DE EXPLORAR LOS FENÓMENOS MÁS VISIBLES Y OBVIOS DEL
UNIVERSO, COMO LOS ÁRBOLES O EL SOL O LAS TORMENTAS ELÉCTRICAS.
PERO HAY OTRO GRUPO DE FENÓMENOS OBSERVABLES, MÁS SUTILES, QUE
NO SE PUEDEN ESTUDIAR, QUE NI SIQUIERA PUEDE AFIRMARSE QUE EXISTAN, A
MENOS QUE DEJEMOS DE LADO O PONGAMOS ENTRE PARÉNTESIS NUESTRO
ESCEPTICISMO Y TRATEMOS A TODA COSTA DE PERCIBIRLOS. UNA VEZ QUE LO
LOGRAMOS, VOLVEMOS AL ESTUDIO RIGUROSO.
—Interesante
—comenté.
Más
adelante, terminaba el bosque y se veían docenas de parcelas
cultivadas, en cada una de las cuales crecía un tipo distinto de
planta. En su mayoría parecían comestibles: de . todo, desde
bananas hasta espinacas. En el borde este de cada lote había un
ancho camino de ripio que corría hacia el norte y terminaba, al
parecer, en una ruta pública. Junto al camino se alzaban tres
construcciones de metal. Cerca de cada una había cuatro o cinco
personas trabajando.
—Veo
a algunos amigos míos —dijo Sarah, y señaló el edificio más
cercano—. Vamos. Me gustaría que los conocieras.
Sarah
me presentó a tres hombres y una mujer relacionados con la
investigación. Los hombres hablaron brevemente conmigo y luego
se disculparon para continuar su trabajo, pero la mujer, una bióloga
llamada Marjorie, tenía más tiempo para conversar.
—¿Qué
es lo que investigan aquí, exactamente? —quise saber, atrayendo la
atención de Marjorie.
La
tomé desprevenida, pero sonrió y respondió:
—Es
difícil saber por dónde empezar. ¿Has oído hablar del Manuscrito?
—De
las primeras secciones —comenté—. Acabo de empezar la
Tercera Revelación.
—Bueno,
por eso estamos todos aquí. Ven, te mostraré. Me hizo señas de que
la siguiera y rodeamos el edificio de metal hasta llegar a una
parcela de habas. Noté que estaban excepcionalmente sanas, sin hojas
secas ni daños visibles producidos por insectos. Las plantas
crecían en un suelo rico en humus y casi esponjoso, y cada planta se
hallaba bien separada de las otras; los tallos y las hojas estaban
cerca pero nunca tocaban los de la planta vecina. Señaló la planta
más próxima.
—Hemos
tratado de ver estas plantas como sistemas totales de energía y
pensar en todo lo que necesitan para florecer: suelo, nutrientes,
humedad, luz. Lo que descubrimos es que el ecosistema total alrededor
de cada planta es en realidad un sistema viviente, un organismo. Y la
salud de cada una de las partes repercute en la salud del todo.
Vaciló
y luego dijo:
—Lo
esencial es que, UNA VEZ QUE EMPEZAMOS A PENSAR EN LAS RELACIONES DE
ENERGÍA ALREDEDOR DE LA PLANTA, COMENZAMOS A VER RESULTADOS
ASOMBROSOS. EN NUESTROS ESTUDIOS, LAS PLANTAS NO ERAN PARTICULARMENTE
MÁS GRANDES, PERO, SEGÚN LOS CRITERIOS NUTRIMENTALES, ERAN MÁS
POTENTES.
—¿Cómo
lo medían?
—Contenían
más proteínas, hidratos de carbono, vitaminas y minerales. —
Me miró con cierta ansiedad. —¡Pero eso no era lo más asombroso!
DESCUBRIMOS QUE LAS PLANTAS QUE RECIBÍAN ATENCIÓN HUMANA MÁS
DIRECTA ERAN AÚN MÁS POTENTES.
—¿Qué
clase de atención? —pregunté.
—Bueno
—explicó—, remover la tierra, revisarlas todos los días, esa
clase de cosas. Iniciamos un experimento con un grupo de control:
algunas recibían atención especial y otras no, y la conclusión se
confirmó. Es más, ampliamos el concepto e hicimos que un
investigador no sólo les dedicara más atención sino que les
pidiera mentalmente que crecieran más fuertes. La persona se sentaba
con ellas y concentraba toda su atención y preocupación en su
crecimiento.
—¿Y
crecieron más fuertes?
—En
proporciones significativas, y también más rápido.
—Es
increíble.
—Sí,
realmente... —Su voz se apagó cuando vio que se nos acercaba un
hombre mayor, de unos sesenta años.
—El
señor que se acerca es micronutricionista —comentó con
discreción—. Vino por primera vez hace un año, y de inmediato
tomó licencia en la universidad de Washington. Es el profesor Hains.
Ha hecho varios estudios estupendos.
Cuando
llegó, nos presentaron. Era un hombre robusto, de pelo negro con las
sienes canosas. Aguijoneado por Marjorie, el profesor resumió su
investigación. Me contó que su mayor interés era el funcionamiento
de los órganos del cuerpo, evaluado mediante análisis de
sangre de alta sensibilidad, y en especial en la medida en que ese
funcionamiento se relacionaba con la calidad de la comida ingerida.
Me
dijo que le interesaban mucho los resultados de un estudio en
particular que mostraba que, aunque ciertas plantas muy nutritivas
del tipo de las cultivadas en Vicente aumentaban en forma
considerable la eficiencia del cuerpo, ese incremento estaba muy
por encima de lo que razonablemente podía esperarse de los
nutrientes en sí, tal como entendemos que funcionan en la fisiología
humana. Algo inherente a la estructura de esas plantas producía
un efecto aún no explicado. Miré a Marjorie y pregunté:
—Entonces,
¿el concentrar la atención en esas plantas les transmitió algo
que, al ser comidas, aumenta la fuerza humana? ¿Ésa es la
energía que se menciona en el Manuscrito?
Marjorie
miró al profesor. Éste me dirigió una sonrisa a medias.
—Todavía
no lo sé —repuso.
Lo
interrogué acerca de su futura investigación y me explicó que
quería hacer un duplicado del jardín en el estado de Washington y
emprender algunos estudios a largo plazo, para ver si las personas
que comen esas plantan tienen más energía o son más sanas durante
un período más prolongado. Mientras él hablaba, yo no podía
evitar mirar cada tanto a Marjorie. De pronto me pareció
increíblemente hermosa. Su cuerpo se veía largo y esbelto aun
debajo de los pantalones anchos y la remera. Tenía los ojos castaño
oscuro, y el pelo, del mismo color, le caía en rulos pequeños
alrededor de la cara.
Sentí
una fuerte atracción física. En el preciso instante en que tomé
conciencia de esta atracción, se volvió, me miró a los ojos y se
apartó de mí un paso.
—Tengo
que ver a alguien —dijo—. Tal vez te vea luego. —Se despidió
de Hains, me sonrió con timidez y, después de pasar ante el
edificio metálico, se alejó por el camino.
Al
cabo de unos minutos de conversación con el profesor, lo saludé y
volví adonde estaba Sarah. Seguía hablando animadamente con
uno de los otros investigadores pero, cuando pasé, me siguió con la
mirada.
Al
acercarme, el hombre que estaba con ella sonrió y entró en el
edificio.
—¿Averiguaste
algo? —me preguntó Sarah.
—Sí
—respondí distraído—. Parecería que esta gente está haciendo
cosas interesantes.
Yo
miraba hacia abajo cuando ella preguntó:
—¿Adónde
fue Marjorie?
Al
levantar los ojos, vi que me miraba con aire divertido.
—Dijo
que debía ver a alguien.
—¿La
hiciste enojar? —me preguntó, ahora sonriendo. Reí.
—Supongo
que sí. Pero no dije nada.
—No
hacía falta —replicó—. Marjorie detectó un cambio en tu campo.
Era evidente. Yo lo vi perfectamente.
—¿Un
cambio en mi qué?
—EN
EL CAMPO ENERGÉTICO ALREDEDOR DE TU CUERPO. LA MAYORÍA DE NOSOTROS
HEMOS APRENDIDO A VERLOS, AL MENOS CON CIERTA LUZ. CUANDO UNA PERSONA
TIENE PENSAMIENTOS SEXUALES, LA ENERGÍA DE LA PERSONA SE ARREMOLINA
DE ALGUNA MANERA Y SE PROYECTA REALMENTE HACIA LA PERSONA QUE ES
OBJETO DE LA ATRACCIÓN.
Todo
me parecía absolutamente irreal, pero antes de que pudiera
comentarlo nos distrajo un grupo que salía del edificio de metal.
—Es
la hora de las proyecciones de energía —dijo Sarah—. Te
gustará ver esto.
Seguimos
a cuatro muchachos, al parecer estudiantes, hasta una parcela de
trigo. Cuando nos acercamos, me di cuenta de que la parcela estaba
subdividida en dos parcelas más, cada una de un poco más de tres
metros cuadrados. En una de ellas el trigo tenía unos sesenta
centímetros de alto. En la otra, las plantas tenían menos de
veinticinco centímetros. Los hombres caminaron alrededor de la
parcela donde crecía el trigo más alto y se sentaron, uno en cada
punta, mirando hacia adentro. Como siguiendo alguna señal, todos
parecían concentrar los ojos en las plantas. El sol del
atardecer brillaba a mis espaldas y bañaba la parcela con una luz
ámbar claro, en tanto que el bosque se veía oscuro a lo lejos. La
parcela de trigo y los estudiantes se dibujaban contra ese fondo casi
negro.
Sarah
se hallaba parada detrás de mí.
—Esto
es perfecto—dijo—. ¡Mira! ¿Ves?
—¿Qué
cosa?
—Están
proyectando su energía sobre las plantas.
Miré
atentamente la escena pero no logré detectar nada.
—No
veo nada —dije.
—Entonces
agáchate —me indicó Sarah—y concéntrate en el espacio entre
las personas y las plantas.
Por un
momento me pareció ver un rayo de luz, pero llegué a la conclusión
de que era simplemente un reflejo o una mala jugada de mis ojos. Hice
varios intentos más por ver algo y al final me di por vencido.
—No
puedo —protesté, y me incorporé. Sarah me palmeó el hombro.
—No
te preocupes. La primera vez es la más difícil. Por lo general, hay
que experimentar un poco para aprender a enfocar la vista.
Uno de
los meditadores nos miró y se llevó el índice a los labios, de
modo que caminamos hacia el edificio.
—¿Te
quedarás mucho tiempo aquí en Vicente? —me preguntó Sarah.
—Es
probable que no —respondí—. La persona con la que vine está
buscando la última parte del Manuscrito. Me miró sorprendida.
—Pensé
que ya lo habían localizado todo. Aunque en realidad no sé. He
estado tan concentrada en la parte que corresponde a mi trabajo, que
no he leído demasiado del resto.
Instintivamente
busqué el bolsillo de mi pantalón, pues no estaba seguro de seguir
teniendo la traducción de Sarah. Estaba enrollada en el bolsillo
trasero.
—¿Sabes?
—dijo Sarah—. Hemos descubierto que hay dos momentos del día más
propicios para ver los campos energéticos. Uno es el atardecer.
El otro, el amanecer. Si quieres, podemos vernos mañana al alba y
volver a probar.
Estiró
la mano para tomar las hojas.
—Así
puedo hacerte una copia de esta traducción para que te la lleves
—continuó.
Analicé
la sugerencia durante unos segundos y decidí que no habría ningún
problema.
—¿Por
qué no? —dije—. De todos modos, hablaré con mi amigo para
asegurarme de tener suficiente tiempo. —Le sonreí-— ¿Qué te
hace pensar que puedo aprender a ver eso?
—Digamos
que es un presentimiento.
Acordamos
encontrarnos en la colina a las seis de la mañana, y emprendí
solo el regreso a la posada. El sol había desaparecido por completo
pero su luz todavía bañaba las nubes grises que cubrían el
horizonte con matices anaranjados. El aire estaba fresco pero no
había viento.
En la
posada encontré una cola formada frente al mostrador del bar
del inmenso comedor. Como tenía hambre, fui hasta el extremo de la
cola para ver qué comida servían. Wil y el profesor Hains se
hallaban entre los primeros de la fila, conversando.
—Bueno
—dijo Wil—, ¿qué tal pasaste la tarde?
—Estupendamente
—respondí.
—Te
presento a William Hains —agregó Wil.
—Sí
—dije—, ya nos conocimos.
El
profesor asintió.
Mencioné
la cita que había concretado para la mañana siguiente. Wil dijo que
no había problema, pues quería ver a un par de personas con las que
todavía no había podido hablar y no pensaba salir antes de las
nueve.
La
fila avanzó y las personas que estaban más atrás me permitieron
sumarme a mis amigos. Me ubiqué al lado del profesor.
—¿Qué
piensa, entonces, de lo que estamos haciendo aquí? —me preguntó
Hains.
—No
sé—repuse—. Trato de absorberlo de a poco. La idea de los campos
de energía es nueva para mí.
—La
prueba de su existencia es nueva para todos —contestó—,
pero lo interesante es que esta energía es lo que siempre buscó la
ciencia: algo que estuviera implícito en toda materia. A partir de
Einstein, en particular, la física ha buscado una teoría unificada.
No sé si ésta lo es o no, pero, en todo caso, este Manuscrito
estimuló investigaciones interesantes.
—¿Qué
necesitaría la ciencia para aceptar esta idea? —pregunté.
—Una
forma de medirla —respondió—. La existencia de esa energía no
es tan extraña, en realidad. Los maestros de karate hablan de una
energía Chi subyacente, responsable de sus hazañas aparentemente
imposibles de romper ladrillos con las manos y ser capaces de
permanecer sentados en un lugar, inmóviles, mientras cuatro hombres
tratan de empujarlos. Y todos hemos visto a atletas que hacen
movimientos espectaculares, que se contorsionan, se tuercen y
cuelgan en el aire desafiando la ley de gravedad. Todo esto es
consecuencia de esa energía oculta a la que tenemos acceso.
Obviamente —concluyó—, no será aceptado hasta que más
gente lo vea por sí misma.
—¿Alguna
vez la observó? —pregunté.
—He
observado algo —repuso—. EN REALIDAD, DEPENDE DE LO QUE HAYAMOS
COMIDO.
—¿Cómo?
—Bueno,
LAS PERSONAS DE AQUÍ QUE VEN CON FACILIDAD ESOS CAMPOS ENERGÉTICOS
COMEN SOBRE TODO VEGETALES. Y EN GENERAL, SÓLO ESTAS PLANTAS MUY
POTENTES QUE ELLOS MISMOS CULTIVARON.
Señaló
la mesa de comidas.
—Éstas
son algunas de ellas, aunque, gracias a Dios, también sirven
algo de pescado y hacen trampa para algunos viejos como yo, adictos a
la carne. Pero si me obligo a comer de otra manera, sí, puedo ver
algo.
Le
pregunté por qué no cambiaba su dieta durante lapsos más
prolongados.
—No
lo sé —dijo—. Los viejos hábitos son difíciles de dejar.
La
cola avanzó y pedí sólo verduras. Los tres nos acercamos a
una mesa grande donde había otra gente, y charlamos durante una
hora. Luego, Wil y yo fuimos hasta el jeep a buscar nuestras cosas.
—¿Viste
alguna vez esos campos de energía? —pregunté. Sonrió y asintió.
—Mi
cuarto está en el primer piso —contestó—. El tuyo, en el
tercero. Habitación 306. Pide tu llave en la recepción.
El
cuarto no tenía teléfono, pero un empleado de la posada que vi en
el pasillo me aseguró que alguien llamaría a mi puerta a las cinco
en punto. Me acosté y me quedé pensando unos minutos. La tarde
había sido larga y plena y comprendí el silencio de Wil. Quería
que viviera la Tercera Revelación a mi manera.
Lo
primero que sentí después de eso fue que alguien golpeaba a la
puerta. Miré el reloj: las cinco. Cuando el empleado volvió a
golpear, dije "gracias", en un tono lo bastante alto
como para que lo oyera, y después me levanté y miré por la
ventana. La única señal del día era un resplandor pálido hacia el
este.
Salí
al vestíbulo, fui hasta el baño y me duché; después me vestí y
bajé. El comedor estaba abierto y había una cantidad sorprendente
de personas. Comí sólo fruta y salí al exterior.
Hilos
de niebla descendían por los campos y colgaban sobre las praderas
lejanas. Los pájaros se llamaban de un árbol a otro. Al alejarme de
la posada, el sol empezaba a despuntar en el horizonte hacia el este.
El colorido era espectacular. El cielo, de un azul profundo sobre el
horizonte color durazno brillante.
Llegué
a la loma quince minutos antes, de modo que me senté apoyado contra
el tronco de un inmenso árbol, fascinado por la trama de ramas
nudosas que crecían sobre mi cabeza. A los pocos minutos, oí que
alguien se acercaba por el camino y miré hacia ese lado, esperando
ver a Sarah. Vi, en cambio, a alguien a quien no conocía, un hombre
de unos cuarenta y cinco años. Se apartó del camino y caminó hacia
mí sin verme. Cuando se hallaba a menos de tres metros, me vio y se
asustó, lo cual me hizo sobresaltar a mí también.
—Ah,
hola —dijo, con un fuerte acento de Brooklyn. Llevaba puestos
unos vaqueros y botas de montar, y lucía un cuerpo muy atlético y
trabajado. Tenía el pelo ondulado y se veía que empezaba a
perderlo.
Hice
un gesto de saludo con la cabeza.
—Perdón
por llegar tan intempestivamente —se disculpó.
—No
hay problema.
Me
dijo que se llamaba Phil Stone, y yo le dije quién era y que estaba
esperando a una amiga.
—Sin
duda estás haciendo alguna investigación aquí —agregué.
—En
realidad no —respondió—. Trabajo para la Universidad de
California del Sur. Estamos haciendo estudios en otra provincia sobre
la reducción de selvas tropicales, pero cada vez que puedo vengo
aquí y me tomo un descanso. Me gusta vagar por donde las selvas son
tan distintas.
Miró
en derredor.
—¿Te
das cuenta de que estos árboles tienen casi quinientos años?
Ésta es realmente una selva virgen, algo muy raro. Todo está en
perfecto equilibrio: los árboles más altos filtran la luz del sol,
permitiendo que una gran variedad de plantas tropicales se
desarrollen abajo. La vida de las plantas en una selva tropical
también se remonta muy lejos, pero se desarrolla de otra manera. En
esencia es jungla. Esto se parece más a una selva vieja de una zona
templada, como en los Estados Unidos.
—Nunca
vi algo como esto —comenté.
—Lo
sé —me confirmó—. Quedan pocas. La mayoría de las que conozco
fueron vendidas por el Estado a empresas madereras, como si todo lo
que pudiera verse en una selva así fueran tablones de madera.
Maldito sea el que se mete con un lugar así. Mira qué energía.
—¿Puedes
ver la energía aquí? —pregunté. Me miró fijo, como pensando si
debía explayarse en el tema o no.
—Sí,
puedo —dijo al fin.
—Pues
yo no he podido —repuse—. Ayer lo intenté mientras meditaban con
las plantas en el jardín.
—Oh,
al principio yo tampoco veía campos tan grandes
—explicó—.
Tuve que empezar mirándome los dedos.
—¿A
qué te refieres?
—Vayamos
allá —propuso, señalando una zona en que los árboles se hallaban
un poco separados y se veía algo de cielo abierto—. Te mostraré.
—Cuando llegamos, me indicó:
—RECUÉSTATE
Y UNE LAS PUNTAS DE TUS DEDOS ÍNDICES. QUE TE QUEDE EL CIELO COMO
FONDO. AHORA, SEPARA LAS PUNTAS UNOS DOS CENTÍMETROS Y MIRA ESE
ESPACIO. ¿QUÉ VES?
—Polvo
en la lente de mi ojo.
—No
le hagas caso. SACA TUS OJOS UN POQUITO DE FOCO Y ACERCA LAS PUNTAS Y
DESPUÉS VUELVE A SEPARARLAS.
Mientras
él hablaba yo movía los dedos, no muy seguro de lo que quería
decirme con eso de que sacara los ojos de foco. AL FINAL, UBIQUÉ MI
MIRADA VAGAMENTE EN LA ZONA QUE QUEDABA ENTRE MIS DEDOS. LAS DOS
PUNTAS SE VOLVIERON LEVEMENTE BORROSAS Y, MIENTRAS OCURRÍA
ESTO, VI ALGO PARECIDO A HILOS DE HUMO QUE SE ESTIRABAN ENTRE LAS
PUNTAS.
—¡Qué
increíble! —exclamé, y le expliqué lo que veía.
—¡Eso
es! ¡Eso es!—se entusiasmó—. Ahora juega un rato. Entonces
junté cuatro dedos, después las palmas y los antebrazos. En cada
caso, seguía viendo rayas de energía entre las partes del cuerpo.
Dejé caer los brazos y miré a Phil.
—¿Quieres
ver la mía? —preguntó. Se puso de pie y se alejó un poco; colocó
la cabeza y el torso de manera que el cielo quedara justo detrás de
él. Por unos minutos lo intenté, pero un ruido a nuestras espaldas
interrumpió mi concentración. Me di vuelta y vi a Sarah.
Phil
se adelantó sonriendo.
—¿Es
ésta la persona que estabas esperando? Cuando Sarah se acercó,
también sonreía.
—Eh,
yo te conozco —dijo, señalando a Phil. Se abrazaron con afecto,
luego de lo cual Sarah me miró y dijo:
—Lamento
llegar tarde. Por alguna razón, mi despertador mental no sonó. Pero
ya creo saber por qué. Les di la oportunidad de hablar. ¿Qué
han estado haciendo?
—Aprendió
a ver los campos entre sus dedos —respondió Phil.
Sarah
me miró.
—El
año pasado, Phil y yo estuvimos aquí en este mismo lugar,
aprendiendo lo mismo. —Miró a Phil. —Juntemos nuestras
espaldas. Tal vez pueda ver la energía entre nosotros.
Se
pusieron espalda contra espalda frente a mí. Les sugerí que se
acercaran y caminaron hacia mí hasta quedar a aproximadamente
un metro treinta. Sus siluetas se recortaban contra el cielo, que
para ese lado seguía siendo azul oscuro. Para mi gran sorpresa, el
espacio entre ellos parecía más iluminado. Era amarillo o rosa
amarillento.
—La
ve —dijo Phil, leyendo mi expresión.
Sarah
se dio vuelta, tomó el brazo de Phil y lentamente se alejaron los
dos a unos tres metros de mí. Alrededor de la parte superior de sus
troncos había un campo de energía rosa blancuzco.
—Muy
bien —dijo Sarah con seriedad. Se había acercado y se puso de
cuclillas a mi lado. —Ahora mira este paisaje, la belleza.
Enseguida
me quedé maravillado por las formas y los perfiles que me rodeaban.
Me sentía capaz de concentrarme en cada uno de los inmensos robles
en su totalidad, no simplemente en una parte, sino en la
totalidad de su forma al mismo tiempo. Me impactó de inmediato la
forma singular y la configuración distinta de las ramas que
cada uno mostraba. Miré de uno a otro, dando toda la vuelta. Hacer
esto, de alguna manera, aumentó la sensación de presencia que cada
roble me transmitía, como si estuviera viéndolos por primera
vez, o por lo menos apreciándolos plenamente por primera vez.
De
pronto atrajo mi atención el follaje tropical bajo los grandes
árboles; de nuevo miré la forma única que tenía cada planta.
También percibí la forma en que cada tipo de planta crecía junto
con las otras de su propia especie en lo que me parecieron pequeñas
comunidades. Por ejemplo, las plantas altas estilo bananos estaban
rodeadas a menudo por pequeños filodendros que a su vez se mantenían
suspendidos entre plantas aun más pequeñas, como helechos. Al mirar
esos minimedioambientes, me impactó otra vez la singularidad de
figura y presencia.
A
menos de tres metros, atrajo mi atención una planta de follaje
especial. Muchas veces la había tenido como planta casera, una
variedad exuberante de filodendro. Su follaje verde oscuro extendía
sus ramas hasta un diámetro de casi un metro veinte. La forma de la
planta parecía perfectamente sana y vibrante.
—Sí,
concéntrate en ésa, pero relajado —me indicó Sarah. Al hacerlo,
JUGUÉ CON EL FOCO DE MIS OJOS. EN UN MOMENTO TRATÉ DE ENFOCAR EL
ESPACIO DE UNOS QUINCE CENTÍMETROS HACIA UN LADO DE CADA PARTE
FÍSICA DE LA PLANTA. POCO A POCO, EMPECÉ A CAPTAR DESTELLOS DE LUZ;
LUEGO, CON UN SOLO AJUSTE DE MI FOCO, PUDE VER UNA BURBUJA DE LUZ
BLANCA RODEANDO LA PLANTA.
—Ahora
veo algo —dije.
—Mira
alrededor —sugirió Sarah.
Me
eché hacia atrás, conmocionado. ALREDEDOR DE CADA PLANTA, EN MI
VISIÓN, HABÍA UN CAMPO DE LUZ BLANCUZCA, VISIBLE, AUNQUE POR ENTERO
TRANSPARENTE, DE TAL MANERA QUE NI EL COLOR NI LA FORMA DE LAS
PLANTAS TENÍAN SOMBRAS. ME DI CUENTA DE QUE LO QUE VEÍA ERA UNA
EXTENSIÓN DE LA BELLEZA ÚNICA DE CADA PLANTA. ERA COMO SI LAS VIERA
POR PRIMERA VEZ. DESPUÉS PERCIBÍ SU SINGULARIDAD Y SU PRESENCIA Y
DESPUÉS ALGO SE SUMÓ A LA BELLEZA PURA DE SU EXPRESIÓN FÍSICA; EN
ESE MOMENTO VI LOS CAMPOS DE ENERGÍA.
—Prueba
a ver si ves esto —dijo Sarah. Se sentó frente a mí y de cara al
filodendro. Una pluma de la luz blanquecina que rodeaba su cuerpo
saltó hacia afuera y envolvió el filodendro. A su vez, el diámetro
del campo de energía de la planta se agrandó más de un metro.
—¡Diablos!
—exclamé, lo cual provocó risas entre los dos amigos. Pronto me
encontré riendo yo también, consciente de la peculiaridad de lo que
ocurría, pero sin ningún tipo de incomodidad al ver, casi con
facilidad, fenómenos de los cuales había dudado minutos antes. Me
di cuenta de que la percepción de los campos, más que evocar una
sensación surrealista, en realidad hacía que las cosas que me
rodeaban parecieran más sólidas y reales que antes.
Sin
embargo, al mismo tiempo, a mi alrededor todo parecía distinto. La
única referencia que tenía para la experiencia era quizás una
película que realzaba el color de un bosque para hacerlo parecer
místico y encantado. Las plantas, las hojas, el cielo, todo
sobresalía ahora con una presencia y un leve resplandor que
indicaba vida, y tal vez conciencia, más allá de nuestra
presunción. Después de ver eso, ya no habría manera de suponer
cómo era una selva de antemano.
Miré
a Phil.
—Siéntate
y pon tu energía en el filodendro —dije—. Me gustaría comparar.
Phil
se quedó perplejo.
—No
puedo hacerlo —respondió—, no sé cómo.
Miré
a Sarah.
—ALGUNOS
PUEDEN Y OTROS NO —aclaró—. No logramos explicarlo. Marjorie
tiene que evaluar a sus estudiantes graduados para ver quién
puede hacerlo. Hay un par de psicólogos que tratan de conectar esa
capacidad con las características de la personalidad, pero hasta
ahora nadie sabe nada.
—Déjame
probar —dije.
—Muy
bien, adelante —me alentó Sarah. Volví a sentarme mirando la
planta. Sarah y Phil estaban parados en ángulo recto conmigo.
—Bueno,
¿cómo empiezo?
—SIMPLEMENTE,
CONCENTRA TU ATENCIÓN EN LA PLANTA, CORNO PARA LLENARLA DE TU
ENERGÍA —dijo Sarah.
Miré
la planta e imaginé que la energía se inflaba en su interior y al
cabo de unos minutos los miré a ellos.
—Lo
lamento —dijo Sarah con ironía—. No eres de los escogidos.
Miré
a Phil y fruncí las cejas con gesto burlón. Voces airadas que
llegaban desde el camino interrumpieron nuestra conversación.
Por entre los árboles, vimos a un grupo de hombres que pasaban
hablándose con dureza.
—¿Quiénes
son? —preguntó Phil mirando a Sarah.
—No
lo sé —respondió ella—. Más gente descontenta con lo que
hacemos, supongo.
Volví
a mirar la selva. Todo parecía común otra vez.
—Eh,
¡ya no puedo ver los campos de energía!
—Algunas
cosas te vuelven a la realidad, ¿no? —observó Sarah.
Phil
sonrió y me palmeó el hombro.
—DE
AQUÍ EN ADELANTE PODRÁS HACERLO CUANDO QUIERAS. ES COMO ANDAR EN
BICICLETA. LO ÚNICO QUE TIENES QUE HACER ES VER LA BELLEZA Y DESPUÉS
DAR EL MÁXIMO A PARTIR DE ALLÍ.
De
pronto me acordé de mirar la hora. El sol estaba mucho más alto en
el cielo y una ligera brisa de media mañana hamacaba los árboles.
Mi reloj marcaba las siete y cincuenta.
—Es
mejor que vuelva —dije.
Sarah
y Phil me siguieron. Cuando íbamos caminando, me di vuelta para ver
la cima boscosa.
—Ese
lugar sí que es bellísimo —comenté—. Qué mala suerte que no
haya más lugares así en los Estados Unidos.
—Una
vez que veas los campos de energía en otras zonas —dijo Phil—,
te darás cuenta de cuan dinámica es esta selva. Mira esos robles.
Son muy raros en Perú, pero crecen perfectamente aquí en
Vicente. Una selva talada, en especial si le quitaron los árboles de
maderas duras para cultivar pinos y obtener beneficios, tiene un
campo de energía muy escaso. Y una ciudad, salvo por la gente, tiene
también una clase de energía distinta.
Traté
de concentrarme en las plantas del camino, pero el acto de caminar
interrumpía mi concentración.
—¿Seguro
que volveré a ver estos campos? —pregunté.
—Por
supuesto —respondió Sarah—. Nunca oí de nadie que no pudiera
repetir la experiencia después de haberlos visto inicialmente. Una
vez, un oftalmólogo investigador vino y se quedó fascinado cuando
aprendió a ver los campos. Resultó que había estado trabajando con
ciertas anormalidades de la vista, entre ellas algunas formas de
ceguera al color, y llegó a la conclusión de que algunas personas
tienen lo que él llamaba "receptores perezosos" en los
ojos. A muchos les había enseñado a ver colores que nunca
antes habían experimentado. Según él, ver los campos de energía
era lo mismo: despertar a otros receptores dormidos, algo que, en
teoría, todos podemos hacer.
—Me
encantaría vivir en un lugar como éste —dije.
—A
quién no —respondió Phil, y nos miró primero a mí y después a
Sarah—. ¿El doctor Hains sigue aquí?
—Sí
—dijo Sarah—. No puede irse. Phil me miró.
—Ahí
tienes a un tipo que está realizando estudios interesantes
sobre lo que esta energía puede hacer por nosotros.
—Sí
—repuse—. Ayer hablé con él.
—La
última vez que estuve aquí —continuó Phil—, me habló del
estudio que le gustaría realizar observando los efectos físicos
de estar simplemente cerca de ciertos medios de alta energía, como
esa selva. Para ver dichos efectos, utilizaría las mediciones de
eficiencia y rendimiento de los órganos.
—Bueno,
yo ya conozco el efecto —dijo Sarah—. Cada vez que vengo a este
lugar, empiezo a sentirme mejor. Todo se amplifica. Me parece estar
más fuerte, pienso con más claridad y rapidez. Y la idea que tengo
de todo esto y cómo se relaciona con mi trabajo en física es
sorprendente.
—¿En
qué estás trabajando? —pregunté.
—¿Recuerdas
que te hablé de esos experimentos increíbles en el área de la
física de las partículas, en los cuales estos pedacitos de átomos
aparecían dondequiera que los científicos esperaban encontrarlos?
—Sí.
—Bueno,
traté de ampliar un poco la idea con algunos experimentos míos. No
resolver los problemas sobre los que trabajaban ellos en las
partículas subatómicas, sino explorar cuestiones de las que te
hablé antes: ¿hasta qué punto el universo en su conjunto, desde el
momento que está formado por la misma energía básica, responde a
nuestras expectativas? ¿Hasta qué punto nuestras expectativas crean
todas las cosas que nos pasan?
—¿Las
coincidencias, quieres decir?
—SÍ,
PIENSA EN LOS HECHOS DE TU VIDA. LA VIEJA IDEA NEWTONIANA ES QUE TODO
OCURRE POR CASUALIDAD, QUE UNO PUEDE TOMAR LAS DECISIONES ACERTADAS Y
ESTAR PREPARADO, PERO QUE CADA HECHO TIENE SU PROPIA LÍNEA DE
CAUSALIDAD INDEPENDIENTE DE NUESTRA ACTITUD.
"DESPUÉS
DE LOS RECIENTES DESCUBRIMIENTOS DE LA FÍSICA MODERNA, PODEMOS
PREGUNTARNOS CON TODA LEGITIMIDAD SI EL UNIVERSO ES MÁS DINÁMICO
QUE ESO. TAL VEZ EL UNIVERSO DIRIGE TODO DE UNA MANERA MECANICISTA
COMO OPERACIÓN BÁSICA, PERO AL MISMO TIEMPO RESPONDE SUTILMENTE A
LA ENERGÍA MENTAL QUE PROYECTAMOS HACIA ÉL. QUIERO DECIR, ¿POR QUÉ
NO? SI PODEMOS HACER CRECER LAS PLANTAS MÁS RÁPIDO, TAL VEZ
LOGREMOS QUE ALGUNOS HECHOS SE PRODUZCAN MÁS RÁPIDO, O CON MÁS
LENTITUD, SEGÚN LA FORMA EN QUE PENSEMOS.
—¿El
Manuscrito habla de eso? Sarah me sonrió.
—Por
supuesto; de ahí extrajimos estas ideas. —Empezó a hurgar en su
bolso mientras caminábamos, hasta que sacó unas hojas. —Aquí
tienes tu copia —dijo.
Les
eché una breve ojeada y me las puse en el bolsillo. Íbamos cruzando
el puente y por un instante me detuve a observar los colores y las
formas de las plantas que me rodeaban. Cambié mi foco y de
inmediato vi los campos de energía alrededor de todo lo que se
desplegaba ante mi vista. Tanto Sarah como Phil tenían campos anchos
que parecían teñidos de verde amarillento, aunque el de Sarah cada
tanto resplandecía con un color rosado.
De
pronto, ambos se detuvieron y se quedaron mirando hacia adelante. Un
hombre que se hallaba a unos veinte metros se acercaba corriendo
hacia nosotros. Una sensación de ansiedad me invadió el
estómago, pero estaba decidido a mantener mi visión de la energía.
Al acercarse, lo reconocí; era el más alto de los científicos de
la Universidad de Perú que nos habían preguntado el camino el día
anterior. A su alrededor, detecté una capa color rojo.
Cuando
llegó hasta nosotros, le preguntó a Sarah con tono condescendiente:
—Usted
es científica, ¿no?
—Sí
—respondió Sarah.
—Entonces,
¿cómo puede soportar esta clase de ciencia? Vi esos jardines y no
puedo creer semejante sensiblería. Ustedes no han controlado nada.
Podría haber muchas explicaciones para el hecho de que ciertas
plantas crezcan más.
—Controlarlo
todo es imposible, señor. Lo que buscamos son tendencias generales.
Noté
que la voz de Sarah se tornaba más aguda.
—Pero
postular la existencia de una energía ahora visible en la química
de las cosas vivientes es absurdo. No tienen pruebas.
—Pruebas
son lo que buscamos.
—¡Pero
cómo pueden postular la existencia de algo antes de obtener alguna
prueba!
Las
voces de ambos individuos sonaban más agudas, pero yo apenas si las
oía. Lo que atraía mi atención era la dinámica de sus campos de
energía. Cuando empezó la discusión, Phil y yo retrocedimos unos
pasos, y Sarah y el hombre alto se acercaron hasta quedar frente a
frente, a un metro veinte de distancia. DE INMEDIATO, SUS CAMPOS DE
ENERGÍA PARECIERON VOLVERSE MÁS DENSOS Y DE ALGUNA MANERA AGITADOS,
COMO POR UNA VIBRACIÓN INTERIOR. A MEDIDA QUE LA CONVERSACIÓN
AVANZABA, SUS CAMPOS EMPEZARON A MEZCLARSE. CUANDO UNO DE LOS
DOS SEÑALABA ALGO, SU CAMPO CREABA UN MOVIMIENTO QUE PARECÍA
ABSORBER EL DEL OTRO COMO EN UNA ESPECIE DE MANIOBRA DE VACIADO. PERO
CUANDO LA OTRA PERSONA HACÍA SU REFUTACIÓN, LA ENERGÍA REGRESABA A
ELLA. EN TÉRMINOS DE LA DINÁMICA DE LOS CAMPOS DE ENERGÍA, IMPONER
UN ARGUMENTO PARECÍA SIGNIFICAR CAPTURAR PARTE DEL CAMPO DEL
OPONENTE Y ATRAERLO HACIA SÍ.
—Por
otra parte —le explicaba Sarah al hombre—, hemos observado los
fenómenos que tratamos de comprender. El hombre miró a Sarah con
desdén.
—O
sea que, además de locos, son incompetentes —replicó, y se
alejó.
—Y
usted es un dinosaurio —gritó Sarah, cosa que nos hizo reír a
Phil y a mí. Sin embargo, seguía tensa. —Esta gente me pone
furiosa —comentó cuando nos pusimos nuevamente en marcha.
—Olvídalo
—dijo Phil—. Esta clase de individuos aparece por acá de vez en
cuando.
—¿Pero
por qué tantos? —preguntó Sarah—. ¿Y por qué justo ahora?
Cuando
nos acercábamos a la posada, vi a Wil en el jeep. Las puertas del
vehículo estaban abiertas y había un montón de cosas sobre la
capota. Me vio enseguida e hizo ademán de venir hacia nosotros.
—Bueno,
al parecer, me voy —dije.
Mi
comentario rompió un silencio de diez minutos que había empezado
cuando traté de explicar que había visto qué le pasaba a la
energía de Sarah durante la discusión. Evidentemente, no lo
había hecho muy bien, porque mis comentarios provocaron sólo
miradas vacías y nos hundieron en un largo momento de abstracción.
—Ha
sido un placer conocerte —dijo Sarah, y extendió la mano.
Phil
miraba el jeep.
—¿Ese
es Wil James? —preguntó—. ¿Es el tipo con el que viajas?
—Sí—dije—.
¿Porqué?
—Preguntaba,
no más. Lo he visto por acá. Conoce al dueño de este lugar y
pertenecía al primer grupo que fomentó la investigación de los
campos de energía aquí.
—Ven
a verlo —dije.
—No,
tengo que irme —replicó—. Te veré otra vez por aquí. Estoy
seguro de que vas a volver.
—Sin
duda.
Sarah
agregó que también tenía que irse y que podía ponerme en contacto
con ella por intermedio de la posada. Los demoré unos minutos más
agradeciéndoles sus enseñanzas.
Sarah
se puso seria.
—VER
LA ENERGÍA, CAPTAR ESTA NUEVA FORMA DE PERCIBIR EL MUNDO FÍSICO, ES
ALGO QUE FUNCIONA COMO UNA ESPECIE DE CONTAGIO. NO LO
ENTENDEMOS, PERO CUANDO UNA PERSONA FRECUENTA A OTRAS QUE VEN ESA
ENERGÍA, POR LO GENERAL EMPIEZA A VERLA ELLA TAMBIÉN. ASÍ QUE
MUÉSTRASELA A OTROS.
Asentí
y fui hasta el jeep. Wil me saludó con una sonrisa.
—¿Estás
listo? —pregunté.
—Casi
—me respondió—. ¿Qué tal lo de esta mañana?
—Interesante
—dije—. Tengo mucho de que hablarte.
—Mejor
lo dejamos para después. Tenemos que salir de aquí. Hay algunos
problemitas. Me acerqué.
—¿Qué
ocurre? —pregunté.
—Nada
grave —repuso—. Después te cuento. Busca tus cosas.
Entré
en la posada y recogí las pocas cosas que había dejado en mi
cuarto. Wil me había dicho antes que no tendría que pagar (cortesía
del dueño), de modo que pasé por la recepción, le entregué la
llave al conserje y volví hasta donde se encontraba el jeep.
Wil
estaba inclinado debajo del capó, verificando algo, y cuando me vio
aparecer lo cerró.
—Muy
bien —dijo—. Vamos.
Salimos
del estacionamiento y tomamos el camino que se dirigía a la ruta. En
ese momento salían varios autos.
—Bueno,
¿qué pasa? —le pregunté a Wil.
—Unos
funcionarios locales, junto con algunos científicos, hicieron una
denuncia contra la gente asociada a este centro de conferencias. No
dicen que haya nada ilegal; sólo que algunos de los que están acá
podrían no ser científicos auténticos. Esas autoridades podrían
causar un montón de problemas, y eso sí impediría que la posada
siguiera funcionando.
Lo
miré sin articular palabra y continuó:
—¿Sabes?
Normalmente, la posada alberga a varios grupos al mismo tiempo.
Sólo unos pocos efectúan investigaciones relacionadas con el
Manuscrito. Los demás son grupos concentrados en sus propias
disciplinas, que vienen por la belleza del lugar. Si los funcionarios
se vuelven muy hostiles y crean un clima negativo, los grupos dejarán
de reunirse acá.
—Creí
oírte decir que los funcionarios locales no iban a meterse con el
dinero del turismo que llegaba a Vicente.
—Pensé
que no lo harían. Alguien los tiene mal con lo del Manuscrito. ¿En
los jardines alguien se dio cuenta de lo que pasaba?
—No,
en realidad no —dije—. Sólo se preguntaban por qué de repente
había tanta gente hostil dando vueltas.
Wil
permaneció en silencio. Salimos por el portón y doblamos al
sudeste. Después de hacer un kilómetro y medio tomamos otra ruta
que se dirigía al este, hacia la cadena montañosa que se recortaba
a lo lejos.
—Pasaremos
justo por los jardines —comentó Wil al cabo de un momento.
Adelante,
vi las parcelas y el primer edificio metálico. Al llegar se abrió
la puerta y mis ojos se cruzaron con los de la persona que salía.
Era Marjorie. Sonrió al vernos pasar y nuestras miradas
permanecieron unidas por un largo instante.
—¿Quién
era? —inquirió Wil.
—Una
mujer que conocí ayer —respondí. Hizo un gesto afirmativo y
cambió de tema.
—¿Viste
algo sobre la Tercera Revelación?
—Me
dieron una copia.
Wil no
respondió; parecía absorto en sus pensamientos, de modo que saqué
la traducción y busqué el punto al que había llegado. A PARTIR DE
AHÍ, LA TERCERA REVELACIÓN SE REFERÍA A LA NATURALEZA DE LA
BELLEZA Y DESCRIBÍA QUE A TRAVÉS DE ELLA LOS SERES HUMANOS
APRENDERÍAN A OBSERVAR LOS CAMPOS DE ENERGÍA. UNA VEZ QUE ESTO
OCURRIERA, DECÍA, NUESTRA COMPRENSIÓN DEL UNIVERSO FÍSICO SE
TRANSFORMARÍA CON RAPIDEZ.
POR
EJEMPLO, EMPEZARÍAMOS A COMER MÁS ALIMENTOS TODAVÍA LLENOS DE
ESA ENERGÍA, Y TOMARÍAMOS CONCIENCIA DE QUE CIERTAS LOCALIDADES
IRRADIAN MÁS ENERGÍA QUE OTRAS, SIENDO LOS MEDIOS NATURALES MÁS
VIEJOS, EN ESPECIAL LAS SELVAS, LOS DE MAYOR IRRADIACIÓN. Estaba por
leer las últimas páginas cuando de repente habló Wil.
—Cuéntame
cómo fue tu experiencia en los jardines —dijo. Le relaté en
detalle, lo mejor que pude, los acontecimientos de los dos días y le
hablé de la gente a la que había conocido. Cuando le conté el
encuentro con Marjorie, me miró y sonrió.
—¿Qué
les dijiste de las demás revelaciones y cómo se relacionan con lo
que ellos están haciendo en los jardines? —preguntó.
—No
les dije nada —respondí—. Al principio no confiaba en ellos, y
después pensé que debían de saber más que yo.
—CREO
QUE PODRÍAS HABERLES DADO ALGUNA INFORMACIÓN IMPORTANTE SI HUBIERAS
SIDO TOTALMENTE SINCERO CON ELLOS.
—¿Qué
clase de información? Me miró con calidez.
—SÓLO
TÚ LO SABES.
No
encontré nada para decir, de modo que me puse a mirar el paisaje. El
terreno se volvía cada vez más montañoso y rocoso. Grandes
afloramientos de granito se proyectaban sobre el camino.
—¿Qué
te sugiere el haber visto otra vez a Marjorie al pasar por los
jardines? —preguntó Wil.
Empecé
a decir "sólo una casualidad", pero en cambio respondí:
—No
lo sé. ¿Tú que crees?
—Yo
creo que nada ocurre por casualidad. Para mí significa que los
dos tienen cosas sin terminar, algo que debían decirse y no se
dijeron.
La
idea me intrigó, pero también me alteró. Toda mi vida me habían
acusado de ser demasiado distante, de hacer preguntas pero no dar
opiniones ni comprometerme con una posición. ¿Por qué, me
preguntaba, volvía a pasarme ahora?
También
noté que empezaba a sentir de otra manera. En Vicente, me había
sentido temerario y capaz, y lo que experimentaba ahora era algo
que sólo podía calificarse de creciente depresión, mezclada con
ansiedad.
—Ahora
me hiciste deprimir —dije.
Se rió
con todas sus ganas y luego respondió:
—No
fui yo. Fue el dejar Vicente. La energía de ese lugar te eleva como
un barrilete. ¿Por qué crees que todos esos científicos empezaron
a venir hace años? No saben por qué les gusta tanto. —Se dio
vuelta para mirarme directamente a los ojos. —Pero nosotros, sí,
¿verdad?
Miró
el camino; después volvió a mirarme, con una expresión llena
de consideración.
—AL
DEJAR UN LUGAR COMO ÉSTE HAY QUE DARLE CUERDA A LA ENERGÍA PROPIA.
Lo
miré confundido y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.
Después nos quedamos ambos en silencio durante tal vez dos
kilómetros, hasta que dijo:
—Cuéntame
algo más de lo que pasó en los jardines. Seguí la historia. Cuando
describí cómo había visto realmente los campos de energía,
me miró con asombro, pero no
dijo
nada.
—¿Tú
puedes ver esos campos? —pregunté.
—Sí
—respondió—. Continúa.
Relaté
lo sucedido sin interrupción hasta que llegué a la discusión de
Sarah con el científico peruano y la dinámica de sus campos de
energía durante el enfrentamiento.
—¿Qué
dijeron Sarah y Phil al respecto? —preguntó.
—Nada.
No tenían un marco de referencia.
—No
lo creo —comentó Wil—. Están tan fascinados con la Tercera
Revelación, que todavía no han llegado más lejos. LA FORMA EN QUE
LOS HOMBRES COMPITEN POR LA ENERGÍA ES LA CUARTA REVELACIÓN.
—¿Competir
por la energía? —pregunté. Se limitó a sonreír y señaló la
traducción que yo tenía en las manos.
Reanudé
la lectura donde había quedado. El texto explicaba con claridad
la Cuarta Revelación. Decía que FINALMENTE LOS HOMBRES VERÍAN EL
UNIVERSO CONTENIDO EN UNA ENERGÍA DINÁMICA ÚNICA, UNA ENERGÍA QUE
PUEDE SOSTENERNOS Y RESPONDER A NUESTRAS EXPECTATIVAS. SIN
EMBARGO, TAMBIÉN VERÍAMOS QUE HEMOS SIDO DESCONECTADOS DE LA FUENTE
DE ENERGÍA MÁS AMPLIA, QUE NOS HEMOS DESENCHUFADO Y QUE POR ESO NOS
SENTIMOS DÉBILES, INSEGUROS Y CARENTES.
FRENTE
A ESTA DEFICIENCIA, LOS SERES HUMANOS SIEMPRE HEMOS TRATADO DE
AUMENTAR NUESTRA ENERGÍA PERSONAL DE LA ÚNICA MANERA QUE CONOCEMOS:
INTENTANDO ROBARLA PSICOLÓGICAMENTE A LOS OTROS; UNA COMPETENCIA
INCONSCIENTE QUE SE HALLA IMPLÍCITA EN CUALQUIER CONFLICTO HUMANO EN
EL MUNDO.
LA
LUCHA POR EL PODER
Un
pozo en la ruta de ripio hizo saltar el jeep y me despertó. Miré el
reloj: las tres de la tarde. Al desperezarme para despertarme del
todo, sentí una puntada en la espalda.
El
viaje había sido agotador. Después de abandonar Vicente,
anduvimos todo el día, cambiando varias veces de rumbo como si Wil
buscara algo que no lograba encontrar. Habíamos pasado la noche
anterior en un pequeño motel donde las camas eran duras e incómodas
y dormí muy poco. Ahora, tras viajar un segundo día sin parar, ya
sentía ganas de quejarme.
Miré
a Wil. Iba concentrado en la ruta, tan absorto y alerta que decidí
no interrumpirlo. Parecía hallarse del mismo ánimo preocupado que
había mostrado varias horas antes cuando, después de detener el
jeep, me había dicho que teníamos que hablar.
—¿Recuerdas
que te dije que las revelaciones debían descubrirse de a una?
—me preguntó.
—Sí.
—¿Crees
que de veras cada una va a presentarse?
—Bueno,
hasta ahora fue así —repuse, casi divertido. Wil me miró con
expresión seria.
—Encontrar
la Tercera Revelación fue fácil. Lo único que tuvimos que hacer
fue visitar Vicente. Pero de aquí en adelante, descubrir las otras
revelaciones puede resultar mucho más difícil.
Hizo
una pausa y dijo:
—Creo
que deberíamos ir al sur hasta un pueblito cerca de Quilabamba, un
lugar llamado Cula. Allí hay otra selva virgen que deberías ver.
Pero ES IMPORTANTÍSIMO QUE TE MANTENGAS ALERTA. SE DARÁN
COINCIDENCIAS TODO EL TIEMPO; LA CUESTIÓN ES QUE LAS NOTES.
¿Comprendes?
Le
dije que creía que sí y que no olvidaría lo que me había dicho.
Luego de lo cual, la conversación se interrumpió y yo me dormí,
cosa que lamenté, por lo que le causó a mi espalda. Volví a
estirarme y Wil me miró.
—¿Dónde
estamos? —pregunté.
—Otra
vez en los Andes —respondió.
Las
colinas se habían transformado en cerros altos y valles distantes.
La vegetación era más regular; los árboles, más pequeños y
agitados por el viento. Al inhalar, noté que el aire era más
liviano y fresco.
—Es
mejor que te pongas la chaqueta —me aconsejó Wil, y sacó de un
bolso un rompevientos marrón de algodón—. Aquí refresca por la
tarde.
Más
adelante, donde el camino rodeaba una loma, se veía una angosta
encrucijada. Hacia un lado, cerca de una tienda de estructura blanca
y una estación de servicio, se hallaba estacionado un auto con
el capó abierto. Sobre un género que cubría el guardabarros había
varias herramientas. Cuando pasamos, un hombre rubio salió del
negocio y nos miró un instante. Tenía la cara redonda y llevaba
anteojos oscuros.
Miré
al hombre con atención y mi mente retrocedió cinco años.
—Sé
que no es él —le comenté a Wil—, pero ese tipo es igual a un
amigo con el cual trabajaba. Hacía años que no pensaba en él.
Noté
que Wil me escudriñaba.
—Te
dije que observaras los hechos atentamente —dijo—. Volvamos
y veamos si ese hombre necesita ayuda. No parecía de la zona.
Encontramos
un lugar en que el borde de la ruta era lo bastante ancho, y volvimos
atrás. Al llegar al negocio, el hombre estaba trabajando en el
motor. Wil clavó los frenos y se asomó por la ventanilla.
—Al
parecer tiene problemas —dijo. El hombre se ajustó los anteojos en
la nariz, una costumbre que también mi amigo tenía.
—Sí
—respondió—, perdí la bomba de agua. —El hombre parecía
tener alrededor de cuarenta años y era de contextura más bien
liviana. Su inglés era formal y con acento francés.
Wil se
bajó del auto y nos presentó. El hombre alargó la mano con una
sonrisa que también me resultó familiar. Su nombre era Chris
Reneau.
—Pareces
francés —dije.
—Lo
soy —confirmó—. Pero enseño psicología en Brasil. Estoy aquí,
en Perú, buscando información sobre un documento arqueológico,
un manuscrito.
No
sabiendo si debía confiar en él, por un momento, vacilé. Él me
miró con profundo interés.
—¿Qué
puedes decirme al respecto? —preguntó—. ¿Has visto copias?
Antes
de que pudiera responder, Wil salió del edificio y la puerta se
golpeó a su espalda.
—Qué
suerte —me dijo—. El dueño tiene un lugar en el que podemos
acampar, y hay comida caliente. Podríamos muy bien pasar la noche.
—Se volvió y miró con ansiedad a Reneau:
—Si
no te importa compartir tus reservaciones.
—No,
no —dijo—. Me alegra tener compañía. No pueden entregarme una
bomba nueva hasta mañana a la mañana.
Mientras
él y Wil iniciaban una conversación sobre la mecánica y la
confiabilidad de la camioneta de Reneau, me apoyé contra el jeep
para sentir el calor del sol y me sumergí en un agradable ensueño
evocando al viejo amigo al que Reneau me había hecho recordar. Mi
amigo tenía ojos grandes y era curioso, como parecía serlo Reneau,
y era un lector constante de libros. Yo casi podía recordar las
teorías que le gustaban, pero el tiempo había ensombrecido mi
memoria.
—Llevemos
las cosas al lugar para acampar —dijo Wil y me palmeó la espalda.
—Muy
bien —asentí, ausente.
Abrió
la puerta de atrás, sacó la carpa y las bolsas de dormir y las
cargó en mis brazos; después, tomó una bolsa llena de ropa. Reneau
cerró su vehículo. Los tres pasarnos al lado del negocio y bajamos
una escalera. El cerro bajaba abruptamente detrás del edificio, y
nos dirigimos hacia la izquierda por un camino angosto. Después de
caminar unos veinte o treinta metros, oímos correr agua y más
adelante vimos un torrente que caía en cascadas por las rocas. El
aire estaba más fresco y sentí un fuerte aroma a menta.
Justo
frente a nosotros, el terreno se nivelaba y un torrente formaba una
laguna de unos siete metros de diámetro. Alguien había despejado el
lugar y construido un refugio de piedras para el fuego. Junto a un
árbol vecino había leña apilada.
—Qué
bueno —dijo Wil, y empezó a deshacer su carpa para cuatro
personas. Reneau desplegó su carpa más chica a la derecha de Wil.
—¿Wil
y tú son investigadores? —me preguntó Reneau en un momento. Wil
había terminado con la carpa y había ido a preguntar por la cena.
—Wilson
es guía —respondí—. Yo no estoy haciendo nada especial en este
momento.
Reneau
me miró confundido. Sonrió y me preguntó:
—¿Has
podido ver alguna parte del Manuscrito? Yo vi la Primera y la Segunda
Revelaciones —continuó, y se acercó—. Y te diré algo. Creo que
todo sucede como dice el Manuscrito. Estamos cambiando nuestra visión
del mundo. Lo veo en psicología.
—¿Qué
quieres decir? Respiró hondo.
—Mi
área es el conflicto, ver por qué los seres humanos se tratan con
tanta violencia. Es bien sabido DESDE SIEMPRE QUE ESA VIOLENCIA
PROVIENE DEL IMPULSO QUE SIENTEN LOS SERES HUMANOS POR
CONTROLARSE Y DOMINARSE UNOS A OTROS, pero hace muy poco que
estudiamos ese fenómeno desde adentro, desde el punto de vista de la
conciencia del individuo. Nos preguntamos qué pasa dentro de un ser
humano, qué es lo que lo lleva a querer controlar a otro.
Descubrimos que CUANDO UN INDIVIDUO SE ACERCA A OTRA PERSONA Y
ENTABLA CONVERSACIÓN, COSA QUE OCURRE MILES DE MILLONES DE VECES AL
DÍA EN EL MUNDO, PUEDEN SUCEDER DOS COSAS. QUE EL INDIVIDUO SALGA
SINTIÉNDOSE FUERTE O SINTIÉNDOSE DÉBIL, SEGÚN LO QUE OCURRA EN LA
INTERACCIÓN.
Lo
miré perplejo y él pareció sentirse un poco mal por haberse
embarcado en una larga conferencia sobre el tema. Le pedí que
continuara.
—Por
esa razón —agregó—, SIEMPRE PARECE QUE LOS HUMANOS
ASUMIMOS UNA POSTURA MANIPULADORA. INDEPENDIENTEMENTE DE LAS
SINGULARIDADES DE LA SITUACIÓN O DEL ASUNTO, NOS PREPARAMOS PARA
DECIR LO QUE HAGA FALTA CON TAL DE IMPONERNOS EN LA CONVERSACIÓN.
CADA UNO DE NOSOTROS TRATA DE ENCONTRAR ALGUNA FORMA DE CONTROL PARA
MANTENER ASÍ LA SUPERIORIDAD EN EL ENCUENTRO. SI LO LOGRAMOS, SI SE
IMPONE NUESTRO PUNTO DE VISTA, EN LUGAR DE SENTIRNOS DÉBILES,
RECIBIMOS UN ESTÍMULO PSICOLÓGICO.
"EN
OTRAS PALABRAS, LOS SERES HUMANOS TRATAMOS DE SUPERARNOS Y
CONTROLARNOS UNOS A OTROS NO SIMPLEMENTE POR ALGÚN OBJETIVO TANGIBLE
DEL MUNDO EXTERIOR QUE TRATAMOS DE LOGRAR, SINO POR EL EMPUJE QUE
OBTENEMOS PSICOLÓGICAMENTE. ÉSE ES EL MOTIVO POR EL CUAL VEMOS
TANTOS CONFLICTOS IRRACIONALES EN EL MUNDO, TANTO EN EL NIVEL
INDIVIDUAL COMO EN EL NIVEL DE LOS PAÍSES.
"En
mi área de trabajo, coincidimos en que toda esta cuestión va
adquiriendo conciencia pública. ESTAMOS DÁNDONOS CUENTA DE LO
MUCHO QUE NOS MANIPULAMOS ENTRE NOSOTROS, LO CUAL NOS LLEVA A
REVALUAR NUESTRAS MOTIVACIONES. BUSCAMOS OTRA FORMA DE INTERACTUAR.
CREO QUE ESTA REVALUACIÓN FORMARÁ PARTE DE LA NUEVA VISIÓN DEL
MUNDO DE LA QUE HABLA EL MANUSCRITO.
La
conversación fue interrumpida por la llegada de Wil.
—Ya
están listos para servirnos —anunció. Subimos rápido por el
camino y pasamos ante la planta baja del edificio, la vivienda de la
familia. Atravesamos la sala y llegamos al comedor. Sobre la mesa
había una fuente caliente con un guiso, verduras y ensalada.
—Siéntense,
siéntense —decía el dueño en inglés, al tiempo que movía las
sillas y se afanaba por atendemos. Detrás de él había una mujer
mayor, en apariencia la esposa, y una adolescente de unos quince
años.
Al
sentarse, Wil empujó sin querer su tenedor con el brazo y el
cubierto cayó con estruendo al piso. El hombre miró a la mujer, que
a su vez le habló ásperamente a la chica, que todavía no se había
movido para traer otro. Salió corriendo hasta la otra habitación y
regresó con un tenedor que entregó a Wil. Tenía la espalda
encorvada y le temblaba un poco la mano. Mis ojos cruzaron los de
Reneau al otro lado de la mesa.
—Buen
provecho —dijo el hombre al entregarme uno de los platos. Durante
la mayor parte de la comida, Reneau y Wil hablaron informalmente
sobre la vida académica, los problemas relacionados con la
docencia y la publicación de trabajos. El dueño se había ido pero
la mujer se había quedado parada en la puerta.
Cuando
la mujer y la hija empezaron a servir platos individuales de
postre, la muchacha tocó mi vaso de agua con el codo y el agua se
derramó frente a mí. La mujer mayor se abalanzó enfurecida sobre
la chiquilla, gritándole en español y sacándola de en medio.
—Lo
siento mucho —se disculpó la mujer mientras secaba el agua—. Es
una chica muy torpe.
La
muchachita explotó, arrojó lo que sobraba del postre contra la
mujer y falló, con lo cual postre y bandeja se desparramaron en
medio de la mesa... justo en el momento en que volvía el dueño.
El
anciano gritó y la chica salió del comedor.
—Lo
siento —dijo el dueño acercándose rápidamente a la mesa.
—No
hay problema —respondí—. No sea tan duro con ella.
Wil ya
estaba de pie, ocupándose de la cuenta, y salimos enseguida. Reneau
no había dicho nada, pero cuando cruzamos la puerta y bajamos
la escalera, habló.
—¿Vieron
a esa chica? —preguntó, mirándome—. Es un ejemplo clásico de
violencia psicológica. A eso conduce la necesidad humana de
controlar a otros cuando es llevada al extremo. El viejo y la mujer
dominan a esa chica por completo. ¿Vieron lo nerviosa y encorvada
que estaba?
—Sí
—dije—. Pero parecería que está harta.
—¡Exactamente!
Los padres no la sueltan. Y DESDE EL PUNTO DE VISTA DE ELLA, NO TIENE
MÁS REMEDIO QUE LIBERARSE CON VIOLENCIA. ES LA ÚNICA FORMA EN
QUE PUEDE ADQUIRIR ALGO DE CONTROL PARA SÍ MISMA. DESGRACIADAMENTE,
CUANDO CREZCA, DEBIDO A ESTE TRAUMA TEMPRANO, PENSARÁ QUE TIENE QUE
CONTROLAR Y DOMINAR A LOS DEMÁS CON LA MISMA INTENSIDAD. ESTA
CARACTERÍSTICA ESTARÁ MUY ARRAIGADA Y LA HARÁ TAN DOMINANTE COMO
SON SUS PADRES AHORA, EN ESPECIAL CUANDO SE ENCUENTRE CON PERSONAS
VULNERABLES, COMO LOS NIÑOS.
EN
REALIDAD, ES INDUDABLE QUE LOS PADRES SUFRIERON ESE MISMO TRAUMA.
AHORA, TIENEN QUE DOMINAR, DEBIDO A LA FORMA EN QUE LOS PADRES LOS
DOMINARON A ELLOS. ES ASÍ COMO LA VIOLENCIA PSICOLÓGICA PASA DE UNA
GENERACIÓN A OTRA.
De
pronto, Reneau se detuvo.
—Tengo
que sacar mi bolsa de dormir de la camioneta —dijo—. Vuelvo
enseguida.
Wil y
yo seguimos hasta el lugar para acampar.
—Reneau
y tú han hablado mucho —observó Wil.
—Sí
—asentí. Sonrió.
—En
realidad, el que más habló fue Reneau. Tú escuchas y respondes
preguntas directas, pero no es mucho lo que aportas.
—Me
interesa lo que tiene para decir —repliqué, a la defensiva.
Wil
ignoró mi tono.
—¿Viste
la energía que se movía entre los miembros de esa familia? EL
HOMBRE Y LA MUJER HAN CHUPADO LA ENERGÍA DE LA HIJA HASTA DEJARLA
CASI MUERTA.
—Me
olvidé de mirar el movimiento de la energía —dije.
—Bueno,
¿no crees que a Reneau le gustaría verla? ¿Qué te sugiere el
hecho de haberlo encontrado, en primer lugar?
—No
lo sé.
—¿No
crees que tiene algún significado? Íbamos por el camino y de pronto
ves a alguien que te recuerda a un viejo amigo, y cuando nos
acercamos resulta que también anda buscando el Manuscrito. ¿NO TE
PARECE QUE VA MÁS ALLÁ DE UNA PURA COINCIDENCIA?
—Sí.
—Tal
vez se encontraron para que recibieras alguna información que
prolongue tu estadía aquí. ¿Y NO SERÁ QUE QUIZÁ TÚ TAMBIÉN
TIENES ALGUNA INFORMACIÓN PARA ÉL?
—Sí,
supongo. ¿Qué crees que debería decirle? Nuevamente, Wil me miró
con su calidez característica:
—La
verdad —respondió.
Antes
de que pudiera seguir hablando, Reneau apareció corriendo por el
camino.
—Traje
una linterna por si nos hace falta más tarde —dijo. Por primera
vez tomé conciencia del atardecer, y miré al oeste. El sol ya se
había puesto pero el cielo todavía seguía color anaranjado
brillante. Las pocas nubes que había de ese lado tenían tonos
rojizos más oscuros. Por un momento me pareció ver un campo de luz
blanquecina alrededor de las plantas en primer plano, pero la imagen
se desvaneció.
—Bellísimo
atardecer —comenté, y entonces noté que Wil había desaparecido
en su carpa y Reneau sacaba la bolsa de dormir de su bolso.
—Sí,
de veras —dijo Reneau distraído, sin prestar atención. Caminé
hasta donde él se hallaba. Levantó la vista y dijo:
—No
te pregunté: ¿qué revelaciones conoces?
—Las
dos primeras simplemente me las describieron —respondí—. Claro
que sólo pasamos los dos últimos días en la Posada Vicente, cerca
de Satipo. Mientras estuvimos allí, una de las personas que hacen
estudios me dio una copia de la Tercera Revelación. Es asombrosa.
Se le
encendió la mirada.
—¿La
tienes aquí?
—Sí,
¿quieres echarle un vistazo?
Aprovechó
la oportunidad y se la llevó a su carpa para leerla. Encontré
varios fósforos y un diario viejo y encendí una fogata. Cuando
empezó a arder con mucha fuerza, Wil salió de la carpa.
—¿Dónde
está Reneau? —preguntó.
—Está
leyendo la traducción que me dio Sarah —respondí. Wil caminó
hasta un tronco que alguien había puesto cerca del lugar del fuego y
se sentó. Al final, la oscuridad se había instalado y no se veía
nada excepto el perfil desnudo de los árboles hacia la izquierda,
las luces macilentas de la estación de servicio por detrás y un
resplandor apagado en la carpa de Reneau. Los bosques estaban llenos
de vida con sus ruidos nocturnos, algunos de los cuales me resultaban
desconocidos.
Al
cabo de unos treinta minutos, Reneau salió de su carpa con la
linterna en la mano. Se acercó y se sentó a mi izquierda. Wil
bostezaba.
—Esta
revelación es increíble —dijo—. ¿Alguien podía realmente ver
esos campos de energía en ese lugar?
Le
relaté mis experiencias, desde nuestra llegada hasta el momento en
que vi los campos.
Se
quedó callado un minuto y luego preguntó:
—¿De
verdad hacen experimentos en los que proyectan su propia energía a
las plantas y eso afecta su crecimiento?
—También
afecta su potencia nutritiva —dije.
—Pero
la revelación principal es más amplia —comentó, casi para sí
mismo—. LA TERCERA REVELACIÓN INDICA QUE EL UNIVERSO EN SU
CONJUNTO ESTÁ FORMADO POR ESA ENERGÍA Y QUE PODEMOS ACTUAR NO SÓLO
SOBRE LAS PLANTAS SINO TAMBIÉN SOBRE OTRAS COSAS, SIMPLEMENTE POR LO
QUE HACEMOS CON LA ENERGÍA QUE NOS PERTENECE, LA PARTE QUE PODEMOS
CONTROLAR. —Hizo una pausa durante un minuto entero. — Me
pregunto cómo obramos sobre los demás con nuestra energía.
Wil me
miró y sonrió.
—Te
diré lo que vi yo —dije—. Presencié una discusión entre dos
personas y sus energías hacían cosas muy extrañas. Reneau volvió
a ajustarse los anteojos.
—Cuéntame.
En ese
momento, Wil se levantó.
—Creo
que debo retirarme —dijo—. Ha sido un largo día. Dijimos "buenas
noches" los dos y Wil entró en su carpa. Luego describí lo
mejor que pude lo que se habían dicho Sarah y el otro científico,
haciendo hincapié en la acción de sus campos de energía.
—Espera
un momento —me interrumpió Reneau—. DURANTE LA DISCUSIÓN,
¿VISTE SUS ENERGÍAS TIRONEÁNDOSE ENTRE SÍ, TRATANDO DE ATRAPARSE
MUTUAMENTE, por así decirlo?
—Eso
es —asentí.
Se
quedó pensativo unos segundos.
—Tenemos
que analizar esto en profundidad. TENEMOS A DOS PERSONAS DISCUTIENDO
SOBRE QUIÉN POSEE LA VISIÓN CORRECTA DE UNA SITUACIÓN, SOBRE QUIÉN
TIENE RAZÓN; CADA UNA TRATA DE IMPONERSE A LA OTRA, INCLUSO AL PUNTO
DE INVALIDAR LA SEGURIDAD DE LA OTRA Y RECURRIR AL INSULTO LISO Y
LLANO. -—De pronto levantó los ojos. —Sí, ¡tiene sentido!
—¿Qué
quieres decir? —pregunté.
—EL
MOVIMIENTO DE ESA ENERGÍA, SI PODEMOS OBSERVARLO, CONSTITUYE UNA
FORMA DE COMPRENDER QUÉ RECIBIMOS LOS SERES HUMANOS CUANDO
COMPETIMOS, DISCUTIMOS Y NOS HACEMOS DAÑO. CUANDO CONTROLAMOS A OTRO
SER HUMANO RECIBIMOS SU ENERGÍA. NOS CARGAMOS A COSTA DE OTRO Y ESA
CARGA ES LO QUE NOS MOTIVA. Mira, tengo que aprender a ver esos
campos de energía. ¿Dónde queda la Posada Vicente? ¿Cómo
hago para llegar?
Le
indiqué la ubicación general pero agregué que, para obtener datos
más específicos, debía preguntarle a Wil.
—Sí,
lo haré mañana —dijo con convicción—. Por ahora dormiré un
poco. Quiero salir lo más temprano posible.
Saludó
y desapareció en su carpa, dejándome solo con el crepitar del fuego
y los ruidos de la noche.
Cuando
me desperté, Wil ya había salido de la carpa. Se sentía el aroma
del cereal caliente. Dejé mi bolsa de dormir y me asomé por un ala
de la carpa. Wil sostenía la sartén sobre el fuego. A Reneau no se
lo veía por ninguna parte y su carpa había desaparecido.
—¿Dónde
está Reneau? —pregunté y subí para acercarme al fuego.
—Ya
levantó campamento —respondió Wil—. Anda por ahí, trabajando
en su camioneta. Quiere tener todo listo para cuando llegue la pieza
que necesita.
Wil me
tendió un recipiente con avena y nos sentamos en un tronco a comer.
—¿Se
quedaron hablando hasta muy tarde? —me preguntó Wil.
—En
realidad no —dije—. Le conté todo lo que sabía. Justo entonces,
oímos ruidos en el camino. Reneau venía caminando a toda prisa.
—Ya
estoy preparado —dijo—. Tengo que despedirme. Después de varios
minutos de charla, Reneau volvió a subir los escalones y se fue. Wil
y yo nos bañamos y afeitamos en el baño del dueño de la estación
de servicio, empacamos nuestras cosas, cargamos nafta y partimos
rumbo al norte.
—¿A
qué distancia queda Cula? —pregunté.
—Deberíamos
llegar allí antes de que anochezca, si tenemos suerte.
—Enseguida me preguntó: —¿y, qué aprendiste de Reneau?
Lo
miré atentamente. Parecía esperar una respuesta específica.
—No
sé —dije.
—¿Qué
idea te dejó Reneau?
—Que
LOS SERES HUMANOS TENDEMOS, SI BIEN DE MANERA INCONSCIENTE, A
CONTROLAR Y DOMINAR A LOS DEMÁS. QUEREMOS GANAR LA ENERGÍA QUE
EXISTE ENTRE LAS PERSONAS. DE ALGÚN MODO ESO NOS ESTRUCTURA, NOS
HACE SENTIR MEJOR... ¿Por qué me lo preguntas? —inquirí—. ¿Es
ésa la Cuarta Revelación?
—No
exactamente. Has visto cómo se mueve la energía entre las personas,
pero estoy seguro de que no sabes qué se siente cuando te pasa a ti.
——¡Entonces
cuéntame qué pasa! —repliqué, casi exasperado—. ¡Me
acusas de no hablar! Sacarte información es como quitar una muela.
Llevo días tratando de saber algo más de tus experiencias
anteriores con el Manuscrito, y lo único que haces es ignorarme.
Se rió
y luego me dirigió una breve sonrisa.
—Hicimos
un trato, ¿recuerdas? Tengo mis motivos para mostrarme reservado.
UNA DE LAS REVELACIONES TIENE QUE VER CON LA INTERPRETACIÓN DE LOS
HECHOS DE LA VIDA PASADA. ES UN PROCESO QUE CONSISTE EN PONER EN
CLARO LO QUE UNO ES Y QUÉ VINO A HACER A ESTE PLANETA. Quiero
esperar a alcanzar esa revelación antes de hablar de mi pasado, ¿de
acuerdo?
Su
tono audaz me hizo sonreír.
—Sí,
creo que sí.
Durante
el resto de la mañana anduvimos en silencio. El día era soleado y
el cielo estaba azul. Cada tanto, a medida que íbamos subiendo por
las montañas, densas nubes flotaban en el camino y cubrían de
humedad el parabrisas. Cerca del mediodía, estacionamos en un
promontorio desde el cual teníamos una vista grandiosa de las
montañas y los valles hacia el este.
—¿Tienes
hambre? —me preguntó Wil.
Hice
un gesto afirmativo y Wil sacó con cuidado dos sandwiches, de una
bolsa ubicada en el asiento trasero. Después de darme uno,
preguntó:
—¿Qué
te parece esta vista?
—Es
hermosa.
Sonrió
ligeramente y me miró; tuve la impresión de que observaba mi campo
de energía.
—¿Qué
estás haciendo? —pregunté.
—Mirando
—repuso—. LOS PICOS DE LAS MONTAÑAS SON LUGARES ESPECIALES QUE
GENERAN ENERGÍA EN CUALQUIERA QUE SE INSTALE EN ELLOS. Parecería
que te gustan mucho los paisajes de montaña.
Le
hablé a Wil del valle de mi abuelo, de la cadena que bordeaba el
lago y de cómo me había hecho sentir alerta y energizado el mismo
día de la llegada de Charlene.
—Tal
vez el hecho de crecer allí te preparó para algo aquí, ahora
—observó.
Estaba
por preguntarle algo más sobre la energía que dan las montañas,
cuando agregó:
—CUANDO
UNA SELVA VIRGEN ESTÁ EN UNA MONTAÑA, LA ENERGÍA SE AMPLIFICA AÚN
MÁS.
—¿La
selva virgen a la cual nos dirigimos está en una montaña?
—pregunté.
—Mira
por ti mismo —contestó—. Ahí la tienes. Señaló hacia el este.
A buena distancia de allí, había dos cadenas de montañas que
corrían paralelas a lo largo de varios kilómetros y después
convergían, formando una V. En el espacio entre las dos cadenas se
levantaba una especie de pueblito, y en el punto en que se unían las
dos cadenas, la montaña se elevaba abruptamente y se topaba con una
cumbre rocosa. La cumbre parecía levemente más alta que la cadena
en la que nos hallábamos, y la zona alrededor de su base era mucho
más verde, como cubierta por un follaje exuberante.
—¿Esa
zona verde? —pregunté.
—Sí
—dijo Wil. Es como Vicente, aunque más poderosa y especial.
—¿Especial
en qué sentido?
—Facilita
una de las otras revelaciones.
—¿Cómo?
—pregunté.
Puso
en marcha el jeep y regresó al camino.
—Apuesto
a que lo descubrirás —respondió. Durante más o menos una hora,
ninguno de los dos habló mucho, y después yo me eché a dormir. Al
rato, Wil me sacudió el brazo.
—Despierta.
Estamos llegando a Cula.
Me
incorporé en el asiento. Adelante, en un valle donde se unían dos
caminos, había un pueblito. A ambos lados se alzaban los dos
cordones que habíamos visto. Los árboles sobre las montañas
parecían grandes como los de Vicente y espectacularmente verdes.
—Quiero
advertirte algo antes de que lleguemos—me dijo Wil—. Pese a la
energía de esta selva, este pueblo es mucho menos civilizado que
otras zonas de Perú. Se lo conoce como un lugar bueno para obtener
información sobre el Manuscrito, pero la última vez que estuve
aquí, abundaba en tipos codiciosos que no sentían la energía
y no tenían ningún interés en comprender las revelaciones. Sólo
querían el dinero o el reconocimiento que pudieran conseguir si
descubrían la Novena.
Miré
el pueblo. Consistía en cuatro o cinco calles y avenidas.
Sobre
las dos principales, que se cruzaban en el centro del pueblo, había
edificios más grandes, pero las demás eran apenas algo más que
senderos a cuyos lados se alineaban pequeñas casas. Estacionados
cerca del cruce de caminos había unos doce vehículos y camionetas.
—¿Qué
hace toda esa gente acá? —pregunté. Wil sonrió con audacia.
—Este
es uno de los últimos lugares en que se consigue nafta y provisiones
antes de internarse más en las montañas.
Hizo
arrancar el jeep y entró con lentitud en el pueblo; luego estacionó
frente a uno de los edificios más grandes. Yo no entendía los
carteles en español pero, por los productos de la vidriera, supuse
que era un almacén de ramos generales.
—Espera
aquí un momento —me indicó Wil—. Quiero comprar unas cuantas
cosas.
Asentí
y Wil desapareció. Estaba mirando un poco cuando llegó una
camioneta de la que se bajaron varias personas. Una era una mujer de
pelo oscuro con una chaqueta deportiva. Para mi gran sorpresa,
reconocí a Marjorie. Ella y un muchacho de poco más de veinte años
cruzaron la calle y pasaron justo delante del auto.
Abrí
la puerta y me bajé.
—¡Marjorie!
—grité.
Se
detuvo, miró alrededor y al verme sonrió.
—Hola
—saludó. Cuando empezó a acercarse a mí, el muchacho la tomó
del brazo.
—Robert
dijo que no habláramos con nadie —susurró, tratando de que yo no
lo oyera.
—Está
bien —dijo ella—. Lo conozco. Entra tú. El muchacho me miró con
escepticismo, retrocedió y entró en el negocio. Entonces intenté
explicar, casi tartamudeando, lo que había pasado entre nosotros en
los jardines. Marjorie se rió y me dijo que Sarah le había contado
todo. Estaba por agregar algo cuando Wil apareció con un puñado de
provisiones.
Los
presenté y los tres hablamos durante un momento mientras Wil
acomodaba las cosas en la parte trasera del jeep.
—Tengo
una idea —dijo Wil—. Comamos algo enfrente. Miré y vi un negocio
que parecía un cafecito.
—Buena
idea —repuse.
—No
sé —vaciló Marjorie—. Tengo que marcharme enseguida. Mi
viaje...
—¿Adonde
vas? —pregunté.
—Unos
kilómetros al oeste. Vine a ver a un grupo que estudia el
Manuscrito.
—Podemos
alcanzarte después de cenar —comentó Wil.
—Bueno,
supongo que no va a haber problema.
Wil me
miró:
—Debo
recoger otra cosa. Ustedes dos, vayan y pidan algo. Yo iré después.
Tardaré sólo unos minutos.
Wil se
fue por la calle en dirección al sur. De pronto, el muchacho con el
cual había llegado Marjorie salió del negocio
y
volvió a acercarse.
—¿Adónde
vas? —le preguntó, tomándola del brazo.
—Es
un amigo —respondió—. Vamos a comer y después
me
llevarán de vuelta.
—Mira,
aquí no puedes confiar en nadie. Sabes bien que Robert no lo
aprobaría.
—Está
bien —repitió Marjorie.
—¡Quiero
que vengas conmigo, ahora mismo! Le tomé el brazo y lo aparté de
Marjorie.
—Ya
oíste lo que te dijo —le advertí. Él dio un paso atrás y me
miró. De pronto me pareció muy tímido. Se dio vuelta y se encaminó
de nuevo hacia el negocio.
—Vamos
—le dije a Marjorie.
Cruzamos
la calle y entramos en el pequeño restaurante. El sector para comer
consistía en un saloncito y apenas ocho mesas, y estaba impregnado
de un olor a grasa y humo. Vi una mesa libre a la izquierda. Cuando
nos dirigíamos a ella, varias personas nos miraron un instante.
La
mesera hablaba solamente español; por suerte, Marjorie conocía bien
el idioma y pidió para los dos. Después me miró con calidez.
Le
sonreí.
—¿Quién
es el tipo que estaba contigo?
—Es
Kenny—respondió—. No sé qué le pasa. Gradas por ayudarme.
Me
miraba a los ojos y su comentario me hizo sentir fantástico.
—¿Cómo
te conectaste con ese grupo? — le pregunté.
—Robert
Jensen es un arqueólogo. Formó un grupo para estudiar el Manuscrito
y buscar la Novena Revelación. Pasó por Vicente hace ya unas
semanas, después otra vez hace un par de días... Yo...
—¿Qué?
—pregunté.
—Bueno,
en Vicente tenía una relación de la que quería alejarme. Entonces
conocí a Robert; se mostró tan encantador, y además lo que hacía
me parecía tan interesante... Me convenció de que nuestra
investigación en los jardines se vería favorecida por la
Novena Revelación, y afirmó que estaba en vías de encontrarla.
Dijo que buscar esa revelación sería lo más excitante que había
hecho en su vida, y cuando me ofreció un puesto en su grupo por unos
meses, decidí aceptar... —Hizo una pausa y miró la mesa. Parecía
incómoda, así que cambié de tema.
—¿Cuántas
de las revelaciones leíste?
—Solamente
la que vi en Vicente. Robert tiene algunas otras, pero cree que las
personas deben liberarse de sus creencias tradicionales antes de
poder entenderlas. Dice que prefiere que aprendan los conceptos
claves de él.
Debo
de haber fruncido el entrecejo, porque agregó:
—Eso
no te gusta mucho, ¿no?
—Suena
sospechoso —admití.
Me
miró otra vez muy intensamente.
—Yo
también me lo planteaba. Tal vez cuando me acompañes de
vuelta, podrías hablar con él y comentarme qué te parece.
Llegó
la mesera con nuestra comida y cuando se iba vi a Wil en la puerta.
Se acercó rápidamente a nuestra mesa.
—Tengo
que encontrarme con unas personas a un kilómetro y medio de
aquí —dijo—. Me iré unas dos horas. Toma el jeep y lleva a
Marjorie de regreso. Yo me voy con alguien. —Me dirigió una
sonrisa. —Podemos encontrarnos otra vez aquí.
Pensé
en hablarle de Robert Jensen, pero decidí no hacerlo.
—Está
bien —asentí. Miró a Marjorie.
—Encantado
de haberte conocido. Ojalá tuviera tiempo para quedarme a conversar.
Marjorie
lo miró con expresión tímida.
—Quizás
en otra oportunidad...
Él
asintió, me dio las llaves y se fue.
Marjorie
comió durante unos minutos y luego dijo:
—Ese
hombre parece ir tras un objetivo. ¿Cómo lo conociste?
Le
conté en detalle mis experiencias al llegar a Perú. Mientras
hablaba, ella me escuchaba con mucha atención. Con tanta atención,
en realidad, que terminé contándole la historia con gran soltura y
expresando los aspectos dramáticos con sagacidad y verdadera
intuición. Ella se mostraba hechizada, pendiente de cada
palabra.
—Diablos
—comentó en un momento—, ¿crees que te hallas en peligro?
—No,
no creo —respondí—. No tan lejos de Lima. Seguía mirándome
ansiosa, de modo que, mientras terminábamos de comer, le resumí
los hechos ocurridos en Vicente hasta el momento en que Sarah y yo
llegamos a los jardines.
—Fue
entonces cuando te conocí —dije— y te escapaste.
—Oh,
no fue eso —replicó—. Simplemente, no te conocía, y cuando vi
tus sentimientos, pensé que era mejor irme.
—Bueno,
te pido disculpas —dije, en broma—, por dejar que mi energía se
me fuera de las manos. Miró el reloj.
—Creo
que debo regresar. Se preguntarán dónde estoy. Dejé suficiente
dinero para pagar la cuenta y fuimos hasta
el
jeep de Wil. La noche estaba fresca. Al subir, Marjorie me
indicó:
—Sigue
al norte por este camino. Yo te diré dónde doblar. Asentí, hice un
rápido viraje en la calle y tomé ese rumbo.
—Cuéntame
algo más sobre la granja a la que vamos ahora —dije.
—Creo
que Robert la alquila. Al parecer, su grupo la utiliza desde hace
bastante tiempo, mientras él estudia las revelaciones. Desde
que llegué, todos reúnen provisiones, aprestan los vehículos y
cosas por el estilo. Algunos de los hombres parecen muy duros.
—¿Por
qué te invitó a ti? —pregunté.
—Dijo
que quería llevar a una persona que pudiera ayudarlo a
interpretar la última revelación cuando la encontrara. Al menos eso
es lo que me dijo en Vicente. Acá, de lo único que habla es de las
provisiones y de que lo ayude a prepararse para el viaje.
—¿Adonde
planea ir?
—No
lo sé —respondió—. Cuando se lo pregunto, nunca me responde.
Al
cabo de casi dos kilómetros, señaló una curva a la izquierda,
hacia un camino angosto y rocoso. Rodeaba un cordón de montañas y
bajaba a un valle chato. Adelante había una granja de troncos
rústicos. Atrás se veían varios establos y hangares. Tres llamas
nos espiaron por encima de un lote cercado.
Cuando
disminuí la velocidad, para frenar, varias personas se
acercaron, rodearon el jeep y nos miraron sin sonreír. Noté que
había un generador eléctrico, alimentado a nafta, que zumbaba al
costado de la casa. Se abrió entonces la puerta y apareció un
hombre alto, de pelo oscuro, rasgos fuertes y delgados.
—Ése
es Robert —dijo Marjorie.
—Ah
—murmuré, me sentía fuerte y confiado. Bajamos justo cuando
Jensen llegaba hasta nosotros. Miró a Marjorie.
—Estaba
preocupado por ti —dijo—. Supe que te encontraste con un
amigo.
Me
presenté y me estrechó la mano con firmeza.
—Soy
Robert Jensen —dijo—. Me alegra que estén los dos bien.
Entremos.
Adentro,
varias personas preparaban provisiones. Un hombre llevaba una carpa y
elementos de campamento a la parte trasera. Al otro lado del comedor,
vi a dos mujeres peruanas en la cocina, guardando alimentos. Jensen
se sentó en una de las sillas de la sala y nos señaló otras dos a
nosotros.
—¿Por
qué dijiste que te alegraba que nos halláramos los dos bien?
—pregunté.
Se
inclinó hacia mí y me preguntó, con tono sincero:
—¿Cuánto
hace que estás en la zona?
—Desde
esta tarde.
—Entonces
no sabes lo peligroso que es esto. La gente desaparece. ¿Has oído
hablar del Manuscrito, de la Novena Revelación que falta?
—Sí,
en realidad...
—Entonces
tienes que saber qué pasa —me interrumpió—. La búsqueda
de la última revelación está poniéndose difícil. Hay gente
peligrosa.
—¿Quiénes?
—pregunté.
—Gente
a la que no le interesa en absoluto el valor arqueológico de
este descubrimiento. Gente que quiere obtener la revelación sólo
para sus propios fines.
Un
hombre grandote con barba y vientre prominente interrumpió la
conversación y le mostró a Jensen una lista. Hablaron de algo,
en español.
Jensen
volvió a mirarme.
—¿Tú
también has venido para buscar la revelación que falta? —preguntó—.
¿Tienes idea de en qué te estás metiendo? Me sentí incómodo y me
resultaba difícil expresarme.
—Bueno...
Me interesa averiguar algo más sobre todo el Manuscrito. Todavía no
he visto demasiado. Se irguió en la silla y dijo:
—¿Te
das cuenta de que el Manuscrito es un documento estatal y que las
copias que hay fueron declaradas ilegales, excepto las autorizadas?
—Sí,
pero algunos científicos no están de acuerdo con eso. Piensan que
el gobierno está eliminando nuevas...
—¿No
crees que la nación peruana tiene derecho a controlar sus
tesoros arqueológicos? ¿El gobierno sabe que estás en este país?
No
sabía qué decir; volvía a tener una sensación de angustia en
el estómago.
—Bueno,
no me interpretes mal —dijo, sonriendo—. Estoy de tu lado. Si
cuentas con algún tipo de apoyo académico fuera del país, dímelo.
Pero me da la sensación de que simplemente estás dando vueltas.
—Algo
parecido —admití.
Noté
que la atención de Marjorie se había trasladado de mí a Jensen.
—¿Qué
crees que debería hacer? —preguntó. Jensen se puso de pie y
sonrió.
—Tal
vez podrías trabajar aquí con nosotros. Hace falta más gente. Creo
que el lugar al que vamos es relativamente seguro. Y podrías
encontrar alguna forma de regresar a tu país si las cosas no
funcionaran... Pero tienes que estar dispuesto a hacer exactamente lo
que yo digo, paso a paso.
Miré
a Marjorie. Ella seguía observando a Jensen. Pensé que debía,
quizá, considerar su propuesta. Si él se hallaba en buenos términos
con el gobierno, podía llegar a representar la única posibilidad de
un regreso legal a los Estados Unidos. Tal vez me había engañado a
mí mismo. Tal vez Jensen tenía razón y yo estaba haciendo algo por
encima de mis posibilidades.
—Creo
que deberías considerar lo que dice Robert —comentó Marjorie—.
Es muy peligroso andar solo por aquí.
Si
bien sabía que no estaba equivocada, yo seguía teniendo fe en Wil,
en lo que estábamos haciendo. Quise expresar este pensamiento, pero
cuando traté de hablar fui incapaz de articular palabra. No
lograba pensar con claridad.
De
pronto, el hombre grandote entró de nuevo en el cuarto y miró por
la ventana. Jensen se levantó rápido para hacer lo mismo, regresó
luego hasta Marjorie y en tono casual dijo:
—Llega
alguien. Ve a decirle a Kenny que venga, por favor. Marjorie asintió
y salió. Por la ventana, vi que se acercaban los faros de una
camioneta. El vehículo estacionó al lado del cerco, a unos quince
metros.
Jensen
abrió la puerta y, mientras lo hacía, oí que afuera mencionaban mi
nombre.
—¿Quién
es? —pregunté. Jensen me miró con severidad:
—No
hagas ningún ruido —me advirtió. Él y el hombre grandote
salieron y cerraron la puerta. Por la ventana, veía una figura
delgada recortada detrás de las luces de la camioneta. Mi primer
impulso fue quedarme adentro. La situación que me había pintado
Jensen me había dejado preocupado. Pero en la persona que se hallaba
junto a la camioneta había algo que me parecía familiar. Abrí la
puerta y salí. En cuanto me vio, Jensen se me acercó.
—¿Qué
haces? Vuelve adentro.
Por
encima del motor, oí otra vez mi nombre.
—¡Entra
ahora mismo! —gritó Jensen—. Puede ser una trampa. —Estaba
parado justo frente a mí y no me dejaba ver el vehículo. —¡Entra,
ya mismo!
Me
sentía confundido y lleno de pánico, incapaz de tomar una decisión.
En ese momento, la figura que estaba detrás de las luces se acercó
y pude distinguir su forma junto al cuerpo de Jensen. Oí con toda
claridad:
—...
Ven aquí, tengo que hablarte. Luego la figura se acercó, mi mente
se despejó y me di cuenta de que era Wil. Pasé corriendo al lado de
Jensen.
—¿Qué
te pasa? —me preguntó enseguida Wil—. Tenemos que salir de
acá.
—¿Y
Marjorie? —pregunté.
—Ahora
no podemos hacer nada por ella —me respondió Wil—. Es mejor que
nos vayamos.
Empezamos
a alejarnos cuando Jensen gritó:
—Les
conviene quedarse acá. Miré para atrás.
Wil se
detuvo y me miró como ofreciéndome la posibilidad de quedarme o
irme.
—Vamos
—dije.
Pasamos
ante la camioneta en la que había llegado Wil, y vi que había dos
hombres sentados esperando en el asiento delantero. Cuando
subimos al jeep de Wil, me pidió las llaves y partimos. La camioneta
con los amigos de Wil arrancó detrás de nosotros.
Wil se
volvió y me miró.
—Jensen
me dijo que habías decidido quedarte con su grupo. ¿Qué pasó?
—¿Cómo
sabes su nombre? —balbuceé.
—Ya
me hablaron de ese tipo —respondió Wil—. Trabaja para el
gobierno peruano. Es arqueólogo de verdad, pero está empeñado en
mantener todo en secreto a cambio de los derechos exclusivos
para estudiar el Manuscrito; lo que ocurre es que, en principio, no
iba a buscar la revelación que falta. Al parecer, decidió violar el
acuerdo. Corren rumores de que pronto saldrá a buscar la Novena.
Cuando supe que Marjorie estaba con él, consideré que era mejor
venir. ¿Qué te dijo?
—Me
dijo que estoy en peligro, que debería unirme a él y que me
ayudaría a abandonar el país si eso es lo que quiero. Wil meneó la
cabeza.
—TE
ENGANCHÓ, REALMENTE.
—¿Qué
quieres decir?
—TENDRÍAS
QUE HABER VISTO TU CAMPO DE ENERGÍA. ESTABA CASI TOTALMENTE
ABSORBIDO por el de Jensen.
—No
comprendo.
—Recuerda
la discusión de Sarah con el científico, en Vicente. SI HUBIERAS
PRESENCIADO CÓMO UNO DE ELLOS GANABA, CÓMO CONVENCÍA AL OTRO DE
QUE TENÍA RAZÓN, HABRÍAS VISTO CÓMO LA ENERGÍA DEL PERDEDOR
PASABA A LA DEL GANADOR DEJANDO AL PERDEDOR CON UNA SENSACIÓN DE
AGOTAMIENTO Y CONFUSIÓN... con el mismo aspecto que tenía la
familia peruana y el que tienes tú ahora.
—¿Tú
viste lo que me estaba pasando? —pregunté.
—Sí
—respondió—. Y realmente te costaba muchísimo frenar su control
y alejarte. Por un momento pensé que no lo lograrías.
—Diablos
—murmuré—. Ese tipo debe de ser realmente malvado.
—En
realidad no —replicó Wil—. ES PROBABLE QUE NO TENGA PLENA
CONCIENCIA DE LO QUE ESTÁ HACIENDO. CREE QUE ES CORRECTO CONTROLAR
LA SITUACIÓN, Y SIN DUDA HACE MUCHO TIEMPO APRENDIÓ QUE PODÍA
CONTROLAR CON ÉXITO SIGUIENDO DETERMINADA ESTRATEGIA. PRIMERO
PRETENDE SER TU AMIGO, DESPUÉS ENCUENTRA QUE HAY ALGO MALO EN LO QUE
HACES; EN TU CASO, QUE TE HALLABAS EN PELIGRO. EN EFECTO, SOCAVA
SUTILMENTE TU CONFIANZA EN EL CAMINO QUE ELEGISTE, Y EMPIEZAS A
IDENTIFICARTE CON ÉL. EN CUANTO ESTO OCURRE, TE TIENE.
Wil me
miró directamente.
—ES
SÓLO UNA DE MUCHAS ESTRATEGIAS QUE LA GENTE USA PARA SACARLES
ENERGÍA A LOS DEMÁS. MÁS ADELANTE APRENDERÁS LAS OTRAS FORMAS, EN
LA SEXTA REVELACIÓN.
No lo
escuchaba; mis pensamientos se concentraban en Marjorie. No me
gustaba la idea de dejarla allí.
—¿Crees
que debería tratar de rescatar a Marjorie? —pregunté.
—Ahora
no —respondió—. No creo que esté en peligro. Mañana, cuando
nos vayamos, podemos pasar y tratar de hablar con ella.
Nos
quedamos callados unos minutos. Luego, Wil preguntó:
—¿Entendiste
a qué me refiero cuando digo que Jensen no se da cuenta de lo que
hace? No se diferencia de la mayoría de las personas. Simplemente
HACE LO QUE LO HACE SENTIR EL MÁS FUERTE.
—No,
creo que no entiendo. Wil se quedó pensativo.
—Todo
esto es todavía inconsciente en la mayoría de las personas. LO
ÚNICO QUE SABEMOS ES QUE NOS SENTIMOS DÉBILES Y CUANDO DOMINAMOS A
OTROS NOS SENTIMOS MEJOR. NO NOS DAMOS CUENTA DE QUE ESA SENSACIÓN
DE ESTAR MEJOR LE CUESTA CARO A LA OTRA PERSONA. LE ROBAMOS SU
ENERGÍA. LA MAYORÍA DE LA GENTE VA POR LA VIDA BUSCANDO
CONSTANTEMENTE LA ENERGÍA DE OTRO.
Me
miró y me guiñó el ojo.
—Aunque
cada tanto funciona de otra manera. De vez en cuando encontramos a
alguien que, al menos durante un tiempo, nos envía voluntariamente
su energía.
—¿Adónde
quieres llegar?
—Recuerda
cuando estabas comiendo con Marjorie en el restaurante del pueblo y
entré yo.
—Sí.
—No
sé de qué hablaban, pero era evidente que su energía te invadía.
Al entrar, lo vi claramente. Dime, ¿cómo te sentías en ese
momento?
—Me
sentía bien —respondí—. De hecho, las ideas y experiencias que
le contaba me parecían claras como un cristal. Me expresaba
fácilmente. ¿Pero qué significa?
Sonrió.
—DE
VEZ EN CUANDO, OTRA PERSONA QUIERE QUE LE DEFINAMOS SU SITUACIÓN,
ENTREGÁNDONOS SU ENERGÍA, tal como lo hizo Marjorie contigo.
ESO NOS HACE SENTIR CON MÁS PODER, PERO VERÁS QUE ES UN REGALO QUE
EN GENERAL NO DURA. LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS, incluida Marjorie,
NO SON LO BASTANTE FUERTES COMO PARA DAR ENERGÍA SIEMPRE. POR ESO
GRAN PARTE DE LAS RELACIONES ACABAN CONVIRTIÉNDOSE EN LUCHAS DE
PODER. LOS SERES HUMANOS SE CONECTAN POR LA ENERGÍA Y DESPUÉS SE
PELEAN POR QUIÉN VA A CONTROLARLA. Y EL PERDEDOR ES EL QUE SIEMPRE
PAGA EL PATO.
Se
interrumpió y me miró.
—¿Captas
la Cuarta Revelación? Piensa en lo que te pasó. Observaste los
movimientos de energía entre dos personas y te preguntaste qué
significaban, y después conociste a Reneau quien te dijo que los
psicólogos ya estaban investigando por qué razón los seres humanos
trataban de controlarse unos a otros.
"Todo
eso quedó demostrado con la familia peruana. Viste con claridad que
DOMINAR A OTROS HACE QUE EL DOMINADOR SE SIENTA PODEROSO E
INTELIGENTE, PERO ABSORBE LA ENERGÍA VITAL DE QUIENES SON DOMINADOS.
NO IMPORTA QUE PENSEMOS QUE LO HACEMOS POR EL BIEN DE LA PERSONA, O
QUE SON NUESTROS HIJOS Y QUE POR LO TANTO DEBERÍAMOS CONTROLARLOS
TODO EL TIEMPO. EL DAÑO SE PRODUCE IGUAL. Después, diste con Jensen
y probaste cómo ocurre todo esto. Viste que CUANDO ALGUIEN TE DOMINA
FÍSICAMENTE, EN REALIDAD SE APODERA DE TU MENTE. No es que perdieras
en algún debate intelectual con Jensen; NO TENÍAS ENERGÍA NI
CLARIDAD MENTAL PARA DEBATIR CON ÉL. Todo tu poder mental pasaba a
Jensen. POR DESGRACIA, ESTA CLASE DE VIOLENCIA PSÍQUICA SE PRODUCE
CONSTANTEMENTE EN LA CULTURA HUMANA, A MENUDO EN PERSONAS QUE EN
OTRAS CIRCUNSTANCIAS SON PERSONAS DE Bien.
Hice
un gesto afirmativo con la cabeza. Wil había resumido con
exactitud mi experiencia.
—Trata
de integrar totalmente la Cuarta Revelación —continuó Wil—.
Observa cómo encaja con lo que ya sabes. LA TERCERA REVELACIÓN TE
MOSTRÓ QUE EL MUNDO FÍSICO ES EN REALIDAD UN VASTO SISTEMA DE
ENERGÍA. Y AHORA LA CUARTA SEÑALA QUE POR LARGO TIEMPO LOS SERES
HUMANOS HEMOS COMPETIDO DE MANERA INCONSCIENTE POR LA ÚNICA PARTE DE
ESA ENERGÍA A LA QUE HEMOS ESTADO ABIERTOS: LA PARTE QUE SE MUEVE
ENTRE LAS PERSONAS. ÉSE HA SIDO SIEMPRE EL CONFLICTO HUMANO, EN
TODOS LOS NIVELES: DESDE EL CONFLICTO POR PEQUEÑECES EN LA FAMILIA O
EL AMBIENTE DE TRABAJO, HASTA LAS GUERRAS ENTRE PAÍSES. ES
CONSECUENCIA DE SENTIRSE INSEGURO Y DÉBIL Y TENER QUE ROBARLE LA
ENERGÍA A OTRO PARA SENTIRSE BIEN.
—Espera
un momento —protesté—. Algunas guerras debían librarse. Eran
necesarias.
—Por
supuesto —contestó Wil—. Pero la única razón por la cual un
conflicto no puede resolverse de inmediato es que un lado se mantenga
en una postura irracional con fines relacionados con la energía.
Wil
pareció acordarse de algo. Buscó en una mochila y sacó un montón
de papeles unidas con un sujetador.
—¡Casi
me olvido! —exclamó—. Encontré una copia de la Cuarta
Revelación.
Me
entregó la copia y no dijo nada más. Miraba adelante sin apartar la
vista del camino.
Tomé
la linterna que Wil llevaba sobre el tablero y durante los veinte
minutos siguientes leí el documento, que era corto. COMPRENDER LA
CUARTA REVELACIÓN, LEÍ, SIGNIFICABA VER EL MUNDO HUMANO COMO
UNA VASTA COMPETENCIA POR LA ENERGÍA, Y DE ESE MODO, POR EL PODER.
SIN
EMBARGO, UNA VEZ QUE LOS HUMANOS COMPRENDEMOS LA LUCHA —continuaba
el texto—, DE INMEDIATO EMPEZAMOS A TRASCENDER ESE CONFLICTO.
EMPEZAMOS A LIBERARNOS DE LA COMPETENCIA POR LA SIMPLE ENERGÍA
HUMANA... PORQUE AL FIN SOMOS CAPACES DE RECIBIR ENERGÍA DE OTRA
FUENTE.
Miré
a Wil.
—¿Cuál
es la otra fuente? —pregunté. Sonrió, pero no dijo nada.
EL
MENSAJE DE LOS MÍSTICOS
A la
mañana siguiente, me desperté apenas oí a Wil dando vueltas.
Habíamos pasado la noche en la casa de uno de sus amigos, y él se
hallaba sentado sobre un catre en el medio del cuarto vistiéndose a
toda prisa. Afuera todavía estaba oscuro.
—Empaquemos
—susurró.
Juntamos
la ropa e hicimos varios viajes al jeep con más provisiones que Wil
había comprado. El centro del pueblo quedaba a unas cuadras, pero
casi no había luces que penetraran la oscuridad. El amanecer
era apenas una línea de cielo más claro hacia el este. Salvo unos
pájaros que anunciaban la proximidad de la mañana, no se oía
sonido alguno.
Cuando
terminamos, me quedé en el jeep mientras Wil hablaba brevemente con
su amigo, de pie, soñoliento en la galería, que nos veía
organizamos para salir. De pronto oímos ruidos en el cruce. Vimos
las luces de tres camionetas que se dirigieron al centro del pueblo y
pararon.
—Podría
ser Jensen —dijo Wil—. Vamos a ver qué hacen, pero con mucho
cuidado.
Atravesamos
varias calles y tomamos un callejón que desembocaba en la avenida
principal, a unos treinta metros de las camionetas. Dos de los
vehículos cargaban combustible, y el otro estaba estacionado frente
a la tienda. Había unas cuatro o cinco personas cerca. Vi que
Marjorie salía del negocio, dejaba algo en la camioneta, y después
caminaba en dirección a nosotros mirando los negocios.
—Baja
y ve si puedes lograr que venga con nosotros —susurró Wil—. Los
esperaré aquí.
Me
escabullí por la esquina y cuando iba caminando hacia ella me quedé
horrorizado. Detrás de Marjorie, frente al negocio, vi por primera
vez que varios de los hombres de Jensen cargaban armas automáticas.
A los pocos instantes, mi espanto se intensificó. En la calle
transversal, soldados armados se acercaban con sigilo al grupo de
Jensen.
En el
preciso instante en que Marjorie me vio, los hombres de Jensen vieron
a los otros y se dispersaron. Una ráfaga de metralla llenó el aire.
Marjorie me miró con terror en los ojos. Me abalancé sobre ella y
la tomé del brazo. Nos metimos en el callejón siguiente. Se oían
cada vez más disparos en medio de airados gritos en español.
Saltamos por encima de una pila de cajas vacías y caímos con las
caras casi juntas.
—¡Vamos!
—grité, y me puse de pie. Marjorie se incorporó y me tiró hacia
abajo otra vez, indicándome que mirara al final de la calle. Dos
hombres con armas se hallaban escondidos de espaldas a nosotros,
mirando hacia la otra calle. Nos quedamos helados. Después, los
hombres cruzaron la calle y siguieron camino hacia la zona boscosa
que había alrededor.
Sabía
que debíamos volver a la casa del amigo de Wil, al jeep. Estaba
seguro de que Wil iría allí. Avanzamos con cautela hasta la calle
siguiente. Por la derecha se oían disparos y gritos, pero no se veía
a nadie. Miré hacia la izquierda; nada por ahí tampoco; ningún
indicio de Wil. Supuse que había huido.
—Corramos
al bosque —le sugerí a Marjorie, que ahora estaba alerta y parecía
más resuelta—. Después seguiremos por la orilla del bosque y
tomaremos a la izquierda. El jeep está estacionado por allí.
—De
acuerdo.
Cruzamos
rápidamente la calle y nos alejamos más o menos unos treinta metros
de la casa. El jeep seguía allí pero no se veía movimiento por
ninguna parte. Cuando nos disponíamos a lanzarnos por la última
calle, un vehículo militar dio vuelta la esquina hacia la izquierda
y avanzó lentamente en dirección a la casa. Al mismo tiempo, Wil
saltó la cerca, arrancó el jeep y salió a toda velocidad en
dirección contraria. El vehículo lo siguió.
—¡Maldición!
—exclamé.
—¿Y
ahora qué hacemos? —preguntó Marjorie, nuevamente llena de
pánico.
Se
oían otros disparos en las calles de atrás, esta vez más cerca.
Adelante, la selva se hacía más espesa y trepaba por el cordón que
se destacaba sobre el pueblo y corría de norte a sur. Era el mismo
que había visto antes desde el promontorio.
—¡Vamos
a la cima! —grité—. ¡Apúrate!
Subimos
varios cientos de metros por la montaña. En una saliente, nos
detuvimos y nos volvimos para mirar el pueblo. Vehículos militares
parecían brotar de todas partes y numerosos soldados realizaban
un patrullaje casa por casa. Más abajo, en la base de la montaña,
oí voces apagadas.
Seguimos
escalando la montaña. Lo único que podíamos hacer era correr.
Seguimos
el cordón hacia el norte toda la mañana, deteniéndonos sólo
para agazaparnos cuando pasaba algún vehículo paralelo a la montaña
a nuestra izquierda. La mayor parte del tránsito eran jeeps
militares color gris acero como los que habíamos visto antes, pero
cada tanto pasaba algún vehículo civil. Irónicamente, el camino
era como un mojón y un punto seguro frente a la naturaleza salvaje
que nos rodeaba.
Más
adelante, los dos cordones se acercaban y sus pendientes se
volvían más abruptas. Salientes dentadas de rocas protegían
el valle que había entre ellas. De pronto, vimos que se acercaba un
jeep como el de Wil, que se desviaba rápidamente hacia un camino
lateral que bajaba al valle.
—Parece
Wil —dije, haciendo esfuerzos por ver.
—Bajemos
—propuso Marjorie.
—Espera
un momento. ¿Y si es una trampa? ¿Si lo capturaron y utilizan
el jeep como señuelo? Su expresión se entristeció.
—Espera
aquí—dije—. Bajaré yo. Tú obsérvame. Si todo está bien, te
haré señas para que me sigas.
Aceptó
a regañadientes. Empecé a bajar la montaña empinada hacia el
lugar en que había estacionado el jeep. Entre el follaje, vi
vagamente que alguien bajaba del vehículo, pero no podía distinguir
quién era. Aferrándome a arbustos y ramas, me abrí camino entre
las salientes. Cada tanto me resbalaba en el denso humus.
Por
fin el vehículo quedó justo frente a mí en la pendiente opuesta, a
unos cien metros. El conductor, recostado contra el guardabarro
trasero, seguía todavía en la sombra. Me moví hacia la derecha
para ver mejor. Era Wil. Corrí y me resbalé. A último momento,
manoteé un tronco de árbol y conseguí sostenerme. Mi estómago se
encogió de miedo, ya que si seguía me esperaba una caída de nueve
metros o más. No me había muerto por un pelo.
Sin
soltarme del árbol, me incorporé e intenté atraer la atención de
Wil. Él observaba la parte superior de la montaña sobre mi cabeza,
y en un momento sus ojos se posaron en mí. Se sobresaltó y caminó
hasta mí entre los arbustos. Le hice una seña para que viera la
hondonada.
Estudió
el suelo del valle y me gritó:
—No
veo la forma de cruzar. Tendrás que bajar al valle y cruzar ahí.
Asentí
con la cabeza y estaba a punto de hacerle señas a Marjorie cuando oí
acercarse un vehículo a lo lejos. Wil subió volando a su jeep y
volvió al camino principal. Yo escalé a toda prisa la colina. Veía
a Marjorie entre el follaje, avanzando hacia mí.
De
pronto, desde más atrás, llegaron gritos fuertes en español y
ruidos de gente que corría. Marjorie se escondió detrás de una
saliente rocosa. Yo cambié de rumbo y corrí lo más silenciosamente
que pude, hacia la izquierda. Mientras corría, trataba de divisar a
Marjorie entre los árboles. La vi justo en el momento en que gritaba
con fuerza mientras dos soldados la tomaban por los brazos y la
obligaban a ponerse de pie.
Seguí
corriendo pendiente arriba, siempre agachado, con su mirada aterrada
fija en mi mente. Una vez en lo alto del cordón, volví a dirigirme
hacia el norte; el corazón me latía de pánico.
Después
de correr casi dos kilómetros, me detuve y agucé el oído. No oía
ni movimientos ni voces. Acostado boca arriba, traté de relajarme y
pensar con claridad, pero el espectro horrible de la captura de
Marjorie era abrumador. ¿Por qué le había dicho que se quedara
sola en la montaña? ¿Qué debía hacer?
Me
senté, respiré hondo y miré el camino del otro cordón. Mientras
corría no había visto nada de tránsito. Volví a escuchar
atentamente: nada, excepto los ruidos habituales de la selva. Poco a
poco empecé a calmarme. Después de todo, Marjorie sólo había sido
capturada. No era culpable de nada, excepto de huir de un tiroteo.
Probablemente la retendrían hasta que establecieran su identidad de
auténtica científica.
Una
vez más seguí hacia el norte. La espalda me dolía un poco. Me
sentía sucio y cansado y de repente experimenté punzadas de hambre.
Durante dos horas, caminé sin pensar y sin ver a nadie.
En un
momento dado, oí que alguien corría en la pendiente que estaba a mi
derecha. Me quedé quieto, alerta, pero los ruidos no se repitieron.
En ese lugar los árboles eran más grandes e impedían que el sol
llegara al suelo, lo cual espesaba más el sotobosque. Alcanzaba a
ver a cuarenta o cincuenta metros. No se movía nada. Pasé al lado
de una piedra grande y después junto a varios árboles, tratando de
pisar lo más delicadamente posible. Otras tres salientes enormes de
piedras se cruzaban en mi camino; pasé al lado de las dos primeras.
Ningún movimiento. Llegué a la tercera. Detrás de mí oí crujidos
de ramas. Me di vuelta despacio.
Allí,
cerca de la roca, estaba el hombre barbudo al que había visto en la
casa de Jensen; tenía la mirada salvaje, los brazos le temblaban en
tanto me apuntaba al estómago con un arma automática. Parecía
esforzarse por recordarme.
—Espera
un momento —balbuceé—. Conozco a Jensen.
Me
miró con más atención y bajó el arma. Entonces, detrás de
nosotros, en el bosque, oímos ruidos de alguien que se movía. El
barbudo pasó al lado mío y tomó rumbo al norte con el rifle en una
mano. Instintivamente, lo seguí. Los dos corríamos lo más
rápido posible, esquivábamos ramas y rocas y de vez en cuando
mirábamos hacia atrás.
Después
de varios cientos de metros, él tropezó y yo le pasé por encima.
Me desplomé entre dos rocas para descansar un poco, mirar para atrás
y tratar de detectar algún movimiento. Vi a un soldado solo a unos
cincuenta metros. Levantó el rifle y apuntó al hombre grandote, que
luchaba por ponerse de pie. Antes de que pudiera advertírselo, el
soldado disparó. El pecho del hombre estalló cuando las balas lo
atravesaron desde atrás, salpicándome de sangre. Un eco del disparo
del rifle llenó el aire.
Por un
instante se quedó inmóvil, con los ojos fijos; luego su cuerpo se
arqueó hacia adelante y cayó. Reaccioné ciegamente. Volví a
correr hacia el norte para alejarme del soldado, manteniendo los
árboles entre la zona de la que habían venido las balas y yo. El
cordón se volvía más escarpado y rocoso y empezaba a empinarse
abruptamente.
El
cansancio y el terror me sacudían todo el cuerpo mientras
luchaba por abrirme paso entre las salientes. En un momento resbalé
y eché un vistazo hacia atrás. El soldado se aproximaba al cadáver.
Rodé por una roca justo cuando el soldado alzó la vista. Después
la pendiente del cordón se nivelaba y bloqueaba la visión del
soldado, de modo que me incorporé y corrí lo más rápido que pude
entre las rocas y los árboles. Tenía la mente nublada. Escapar: era
lo único en que podía pensar. Aunque no me atrevía a darme vuelta,
estaba seguro de oír al soldado corriendo más atrás.
El
cordón subía más todavía y, pese a mi decisión de seguir
adelante, mis fuerzas empezaban a flaquear. Al final de esa subida,
el suelo se nivelaba y se poblaba de árboles altos y malezas
exuberantes. Más atrás se alzaba la cara de una roca que tuve que
escalar con cuidado, buscando huecos para asirme con manos y pies.
Llegué a la punta y mi corazón dio un vuelco ante lo que vi. Una
barranca perpendicular de unos treinta metros o más bloqueaba el
camino; no podía seguir adelante.
Estaba
condenado, acabado. A mis espaldas oía deslizamientos de
piedras de las salientes, lo cual indicaba que el soldado se
acercaba. Caí de rodillas. Me sentía exhausto, agotado, y con
un suspiro final me di por vencido y acepté mi destino. Sabía que
pronto me alcanzarían las balas. Y, curiosamente, como final para
tanto terror, la muerte me parecía casi un alivio bienvenido.
Mientras esperaba, mi mente revivió los domingos de la infancia y la
inocente contemplación de Dios. ¿Cómo sería la muerte? Traté de
abrirme a la experiencia.
Después
de un largo período de espera durante el cual no tuve noción del
tiempo, de repente tomé conciencia de que no había pasado nada.
Miré alrededor y por primera vez vi que me encontraba en el pico más
alto de la montaña. Otros cordones y acantilados caían a lo lejos,
permitiéndome una vista panorámica en todas las direcciones.
Un
movimiento atrajo mi mirada. A lo lejos, muy abajo en la pendiente
que daba al sur, iba caminando el soldado con el arma perteneciente
al hombre de Jensen colgada de un brazo.
Sentí
calor en el cuerpo, invadido por una risa silenciosa. ¡Había
sobrevivido! Me di vuelta, me senté con las piernas cruzadas y
saboreé la euforia. Quería quedarme ahí para siempre. Era un día
espléndido de sol y cielo azul.
Mientras
estaba allí sentado, me sorprendió la proximidad de las lejanas
colinas púrpura, o más bien, la sensación de que estaban cerca. La
misma percepción tuve respecto de los pocos copos de nubes blancas
que se movían en el cielo. Sentí que podía estirarme y tocarlas
con la mano.
Al
estirarme hacia el cielo, NOTÉ QUE SENTÍA MI CUERPO DE OTRA MANERA.
Había alzado el brazo con increíble soltura y mantenía la espalda,
el cuello y la cabeza perfectamente derechos sin ningún
esfuerzo. Desde mi posición —sentado con las piernas cruzadas—
me incorporé usando los brazos y me estiré. La sensación era de
una levedad total.
Al
contemplar las montañas distantes, noté que había una luna diurna
a punto de ponerse. Parecía estar en cuarto creciente y colgaba
en el horizonte como una taza invertida. Instantáneamente
entendí por qué tenía esa forma. El sol, a millones de kilómetros
sobre mí, brillaba sólo sobre la punta de la luna que se hundía.
Pude percibir el límite exacto entre el sol y la superficie lunar, y
ese reconocimiento de alguna manera amplió mi conciencia
material aún más rápido.
Imaginé
la luna ya hundida en el horizonte y la forma exacta reflejada que
debía de presentar a los que habitaban más al oeste. Después,
imaginé qué aspecto tendría cuando pasara exactamente debajo de mí
al otro lado del planeta. Allí, la gente la vería llena porque el
sol, sobre mi cabeza, brillaría pasando la Tierra y daría de frente
sobre la luna.
Este
cuadro hizo subir una ráfaga de sensaciones por mi columna y mi
espalda pareció enderezarse aún más cuando pensé, no,
experimenté, que la misma cantidad de espacio que comúnmente sentía
sobre mi cabeza también existía debajo de mis pies, al otro lado
del globo. Por primera vez en mi vida, supe que la redondez de la
Tierra no era un concepto intelectual sino una sensación real.
En un
nivel, esa conciencia me excitaba, pero en otro resultaba
perfectamente común y natural. Todo lo que quería hacer era
sumergirme en la sensación de estar suspendido, flotando en un
espacio que existía en todas las direcciones. Más que tener que
impulsarme fuera de la Tierra con las piernas mientras estaba allí
parado, resistiendo a la gravedad de la Tierra, sentía que algo me
retenía por una fuerza ascencional interna, como si estuviera lleno,
como un globo, de helio suficiente para flotar sobre el suelo y
tocarlo apenas con los pies. Era como hallarme en un estado atlético
perfecto, después de un año de ejercicio intenso, sólo que mucho
más coordinado y liviano.
Me
senté de nuevo en la roca, y, otra vez, todo me pareció cercano: la
saliente escarpada en la que estaba sentado, los árboles altos más
abajo en la pendiente y las demás montañas en el horizonte. Y
mientras veía cómo se mecían suavemente las ramas de los árboles
con la brisa, experimenté no sólo una percepción visual del hecho
en sí, sino también una sensación física, como si las ramas que
se movían con el viento fueran cabellos de mi cuerpo.
Percibí
que todo era, de alguna manera, parte de mí. Estar sentado en el
pico de la montaña, mirando el paisaje que bajaba desde donde yo
estaba en todas direcciones, era exactamente como si lo que yo
siempre había conocido como mi cuerpo físico fuera apenas la cabeza
de un cuerpo mucho más grande formado por todo lo que podía
ver. Experimenté el universo entero mirándose a través de mis
ojos.
Esta
percepción trajo un recuerdo a mi memoria. Mi mente retrocedió en
el tiempo, más allá del inicio de mi viaje a Perú, más allá de
mi infancia y mi nacimiento. Tuve clara conciencia de que mi vida no
había empezado con mi concepción y mi nacimiento en este planeta,
sino mucho antes, con la formación del resto de mí, mi cuerpo real,
el universo mismo.
La
ciencia de la evolución siempre me aburrió, pero en ese momento, en
tanto mi mente continuaba retrocediendo en el tiempo, todas las cosas
que había leído sobre el tema empezaron a volver a mí,
incluso conversaciones con el amigo que se parecía a Reneau. Recordé
que ése era el campo que le interesaba: la evolución.
Todo
conocimiento se fusionaba con recuerdos reales. De alguna manera,
recordaba lo que había ocurrido, y el recuerdo me permitía ver la
evolución de una forma distinta.
Vi
cómo explotó la primera materia en el universo y me di cuenta de
que, tal como decía la Tercera Revelación, no era sólida. La
materia era sólo energía que vibraba en cierto nivel, y al comienzo
la materia existía sólo en su forma vibratoria más simple: el
elemento que llamamos hidrógeno. Era lo único que había en el
universo, sólo hidrógeno.
Observé
cómo los átomos de hidrógeno empezaban a gravitar juntos, como si
el principio rector, el impulso de esa energía, fuera empezar un
movimiento en un estado más complejo. Y cuando los focos de ese
hidrógeno alcanzaron una densidad suficiente, empezó a calentar y
arder hasta convertirse en lo que llamamos estrella; y al arder,
el hidrógeno se fusionó y saltó a la siguiente vibración más
alta, el elemento conocido como helio.
Mientras
miraba, esas primeras estrellas envejecieron y al final estallaron y
vomitaron el hidrógeno restante y el helio recién creado en el
universo. Y todo el proceso volvió a empezar. El hidrógeno y el
helio gravitaron juntos hasta que la temperatura fue lo bastante
alta como para que se formaran nuevas estrellas y a su vez fusionaron
el helio, creando el elemento litio, que vibraba en el nivel
inmediatamente superior.
Y así
sucesivamente... cada generación de estrellas creó materia que
antes no existía hasta que se formó el amplio espectro de materia
—los elementos químicos básicos— y se diseminó por todas
partes. La materia evolucionó a partir del elemento hidrógeno, la
vibración más simple de energía, hasta el carbono, que vibraba a
un ritmo sumamente alto. Quedó así preparado el escenario para la
siguiente etapa de la evolución.
Cuando
se formó nuestro sol, focos de materia entraron en su órbita y uno
de ellos, la Tierra, contenía todos los elementos recién creados,
incluido el carbono. Al enfriarse la Tierra, los gases capturados en
un momento en la masa fundida emigraron a la superficie y se
fusionaron para formar vapor de agua, y llegaron las grandes lluvias,
que formaron océanos sobre la costra entonces yerma. Luego el agua
cubrió gran parte de la superficie terrestre, los cielos se
aclararon y el sol, brillante y abrasador, bañó el nuevo mundo con
luz, calor y radiación.
Y en
los pozos y lagunas poco profundos, en medio de las grandes tormentas
eléctricas que periódicamente asolaban el planeta, la materia saltó
más allá del nivel vibratorio del carbono hasta un estado más
complejo aún: la vibración representada por los aminoácidos.
Sin embargo, por primera vez, ese nuevo nivel de vibración no era
estable en y por sí mismo. La materia debía absorber constantemente
otra materia para mantener su vibración. Tenía que comer.
Había surgido la vida, la nueva embestida de la evolución.
Restringida
todavía a vivir sólo en el agua, vi cómo esta vida se dividía en
dos formas distintas. Una forma —la que llamamos plantas— vivía
en la materia inorgánica y transformaba esos elementos en
alimentos utilizando el dióxido de carbono de la atmósfera
primitiva. Como subproducto, las plantas liberaban por primera vez
oxígeno al mundo. La vida de las plantas se difundió con rapidez en
los océanos y al fin también en la tierra.
La
otra forma —lo que llamamos animales— absorbió solamente vida
orgánica para sostener su vibración. Los animales llenaron los
océanos en la gran era de los peces y, una vez que las plantas
hubieron liberado suficiente oxígeno en la atmósfera, empezaron su
propio camino hacia la tierra.
Vi
cómo los anfibios —mitad peces, mitad algo nuevo— abandonaban el
agua por primera vez y desarrollaban pulmones para respirar el
nuevo aire. Luego la materia volvió a dar un salto a los reptiles y
éstos cubrieron la Tierra en el gran período de los dinosaurios.
Después aparecieron los mamíferos de sangre caliente y a su vez
cubrieron la Tierra, y me di cuenta de que cada especie que surgía
representaba vida —materia— que pasaba a la vibración
inmediatamente superior. Al final, la progresión terminó. En el
pináculo quedó la humanidad.
La
humanidad. La visión terminó. En un solo pantallazo había visto
toda la historia de la evolución, la historia de la aparición de la
materia y su posterior desarrollo, como si siguiera un plan trazado,
hacia vibraciones cada vez más elevadas, creando las condiciones
exactas para que, por último, surgieran los seres humanos... para
que surgiera cada uno de nosotros, en tanto individuos.
Sentado
allí en la montaña, casi podía captar que esa evolución se
extendía aún más en las vidas de los seres humanos. Una
evolución más profunda se relacionaba de alguna manera con la
experiencia de las coincidencias en la vida. En esos hechos había
algo que nos llevaba adelante en la vida y creaba una vibración más
alta que impulsaba a su vez la evolución hacia adelante. Sin
embargo, pese a mis esfuerzos, no lograba comprender.
DURANTE
UN RATO LARGO, PERMANECÍ SENTADO EN ESE PRECIPICIO ROCOSO, CONSUMIDO
POR LA PAZ Y LA PLENITUD. De repente tomé conciencia
de que el sol empezaba a ponerse al oeste. También vi que a un
kilómetro y medio de allí, hacia el nordeste, había una especie de
pueblo.
Podía
distinguir las formas de los techos. El camino del cordón occidental
parecía terminar directamente ahí.
Me
levanté y empecé a bajar entre las rocas. Reí con todas mis
fuerzas. Todavía seguía conectado con el paisaje, de modo que
sentía que caminaba junto a mi propio cuerpo y, más aún, que
exploraba zonas de mi propio cuerpo. La sensación era regocijante.
Bajé
entre farallones y árboles. El sol de la tarde dibujaba largas
sombras sobre el suelo de la selva. A mitad de camino, llegué a una
zona particularmente densa de árboles grandes, y al ingresar en ella
experimenté un cambio perceptible en mi cuerpo; me sentí más leve
y coordinado todavía. Me detuve y miré con atención los árboles y
los arbustos más bajos, concentrándome en su forma y su
belleza. Veía chispazos de luz blanca y algo que parecía un
resplandor rosado alrededor de cada planta.
Seguí
caminando hasta llegar a un torrente que irradiaba un color azul
claro, y me invadió una tranquilidad aún mayor e incluso
soñolencia. Por último, atravesé el valle y subí al cordón
montañoso siguiente hasta llegar al camino. Trepé hasta la
superficie de ripio y caminé distraído por el borde hacia el norte.
Adelante,
divisé a un hombre con sotana que circundaba la siguiente loma.
Verlo me causó un estremecimiento. Totalmente libre de temor,
caminé más rápido para alcanzarlo y hablar con él. Estaba seguro
de que sabría con exactitud qué decir y qué hacer. Tenía una
sensación de bienestar perfecto. Pero, para mi gran sorpresa, el
hombre había desaparecido. Hacia la derecha, otro camino desembocaba
en el valle, pero no veía a nadie por ese lado. Corrí un poco por
la ruta principal pero tampoco allí vi a nadie. Pensé en regresar y
tomar el camino por el cual venía, pero sabía que el pueblo estaba
más adelante, de manera que continué por ése. Aun así, volví a
pensar varias veces en el otro camino.
Unos
cien metros más adelante, cuando bordeaba otra curva, oí un ruido
de motores. Por entre los árboles, vi una hilera de camiones
militares que se acercaban a alta velocidad. Por un instante vacilé,
pensando que podía seguir donde me hallaba, pero enseguida recordé
el terror del tiroteo en la montaña.
Apenas
tuve tiempo de arrojarme fuera del camino hacia la derecha y quedarme
quieto. Pasaron diez jeeps. Yo había aterrizado en un lugar
completamente expuesto y lo único que podía esperar era que nadie
mirara hacia mi lado. Los vehículos pasaban a seis metros de
distancia uno de otro. Podía oler el humo de los escapes y ver la
expresión en cada cara.
Por
suerte, nadie me vio. Cuando ya estaban bien lejos, me deslicé
debajo de un árbol grande. Me temblaban las manos y mi sensación de
paz y conexión se había hecho pedazos. Una puntada de angustia ya
familiar se anudaba en mi estómago. Volví al camino. El ruido de
más vehículos me hizo volver a toda prisa a la pendiente; pasaron
dos jeeps más. Sentí náuseas.
Esta
vez me mantuve bien apartado del camino y retrocedí por donde había
venido, moviéndome con mucha cautela. Llegué al camino por el cual
había pasado antes. Después de cerciorarme de cualquier ruido o
movimiento, decidí atravesar el bosque de atrás que se abría al
valle. Mi cuerpo parecía pesado otra vez. ¿Qué había hecho?, me
preguntaba. ¿Por qué había avanzado por el camino? Tenía que
estar loco, alucinado por el shock del tiroteo, sumergido en algún
estado de euforia. Vuelve a la realidad, me dije. Debes tener
cuidado. ¡Aquí hay personas que quieren matarte si cometes el más
mínimo error!
Me
quedé helado. Enfrente, a unos treinta metros, estaba el sacerdote,
sentado bajo un árbol grande, rodeado de numerosas salientes
rocosas. Mientras lo observaba, abrió los ojos y me miró.
Retrocedí, pero él sonrió y me hizo señas de que me acercara.
Con
cautela, avancé hacia él. No se movió. Era un hombre alto y
delgado, de unos cincuenta años. Tenía el pelo corto, castaño
oscuro, del mismo color que los ojos.
—Por
su aspecto, parecería que necesita dormir —dijo en un inglés
perfecto.
—¿Quién
es usted? —pregunté.
—Soy
el padre Sánchez. ¿Y usted?
Le
expliqué quién era y de donde venía, al tiempo que caía, un poco
mareado, primero sobre una rodilla y después sobre mis nalgas.
—Estuvo
presente en lo que sucedió en Cula, ¿no? —preguntó.
—¿Qué
sabe sobre eso? —repliqué con desconfianza.
—Sé
que alguien de este gobierno está muy enojado
—dijo—.
No quieren que se publicite el Manuscrito.
—¿Por
qué? —inquirí. Se puso de pie y me miró.
—¿Por
qué no viene conmigo? Nuestra misión queda a unos tres kilómetros
de aquí. Se hallará a salvo con nosotros.
Me
puse de pie con mucha dificultad, consciente de que no tenía opción,
y asentí con un movimiento de cabeza. Me condujo lentamente
camino abajo, con modales respetuosos y estudiados. Al hablar
sopesaba cada palabra.
—¿Los
soldados lo buscan todavía? —preguntó en un momento.
—No
sé —respondí.
Por
unos minutos no dijo nada y luego me preguntó:
—¿Usted
busca el Manuscrito?
—Ya
no —dije—. En este momento, lo único que quiero es sobrevivir y
volver a casa.
Asintió
con un gesto tranquilizador y en ese momento empecé a confiar en él.
Algo en su mirada y su calidez me afectaron. Me recordaba a Wil. Para
entonces llegamos a la misión, formada por un puñado de casitas que
daban a un patio y una pequeña iglesia. Estaba ubicada en un lugar
bellísimo. Al entrar, el cura dijo algo en español a otros hombres
con hábito que estaban allí, y éstos se dispersaron. Traté de ver
adónde iban, pero el cansancio me consumía. El sacerdote me llevó
a una de las casas.
Adentro
había una salita y dos habitaciones. Un fuego ardía en la chimenea.
A poco de entrar, apareció otro sacerdote trayendo una bandeja con
pan y sopa. Comí mientras Sánchez permanecía sentado a mi lado.
Luego, ante su insistencia, me acosté en una de las camas y me dormí
profundamente.
Al
salir al patio, noté de inmediato que estaba inmaculado. Los
senderos de ripio bordeaban arbustos y setos dispuestos en forma
precisa. Cada uno parecía dispuesto de modo de acentuar su
forma natural plena. Ninguno estaba podado.
Me
desperecé y sentí la camisa almidonada que me había puesto. Era de
algodón y me raspaba un poco el cuello. Sin embargo, estaba limpia y
recién planchada. Un rato antes, me había despertado cuando dos
sacerdotes derramaban agua caliente en un fuentón y extendían ropa
limpia. Después de bañarme y vestirme fui a la otra habitación y
encontré bollos calientes y fruta desecada sobre la mesa. Comí con
voracidad mientras los sacerdotes me miraban. Para cuando terminé,
ya se habían ido y salí adónde me encontraba ahora.
Caminé
y me senté en uno de los bancos de piedra que miraban hacia el
patio. El sol apenas asomaba por encima de los árboles y me
calentaba la cara.
—¿Cómo
durmió? —me preguntó una voz desde atrás. Me di vuelta y vi al
padre Sánchez, parado muy derecho y sonriente.
—Muy
bien —respondí.
—¿Puedo
quedarme?
—Por
supuesto.
Ninguno
de los dos habló durante varios minutos, tantos que, en realidad,
empecé a sentirme un poco incómodo. Lo miré, dispuesto a decir
algo, pero él miraba en dirección al sol, con la cara ligeramente
echada hacia atrás y los ojos parpadeantes.
Al
final habló:
—Qué
buen lugar encontró. —Al parecer se refería al banco a esa hora
de la mañana.
—Mire,
necesito pedirle un consejo —dije—. ¿Cuál es la forma más
segura de volver a los Estados Unidos? Me miró serio.
—No
lo sé. Depende de cuán peligroso crea el gobierno que es usted.
Cuénteme cómo fue a parar a Cula.
Le
conté todo desde el momento en que oí hablar del Manuscrito. Mi
sensación de euforia en la montaña ahora parecía extravagante y
pretenciosa, así que apenas la mencioné. Sin embargo, Sánchez me
interrogó enseguida sobre el tema.
—¿Qué
hizo cuando el soldado no lo vio y se fue? —preguntó.
—Me
senté durante unas horas —respondí—, con una sensación de
alivio, supongo.
—¿Qué
más sintió?
No
sabía dónde meterme; de todos modos, intenté una descripción.
—Es
difícil de describir —dije—. SENTÍ UNA CONEXIÓN EUFÓRICA CON
TODO, Y UNA ESPECIE DE SEGURIDAD Y DE CONFIANZA TOTAL. Se me fue el
cansancio por completo.
Sonrió.
—TUVO
UNA EXPERIENCIA MÍSTICA. MUCHAS PERSONAS DICEN TENERLAS EN ESA SELVA
CERCANA AL PICO. Asentí. Se volvió en el banco para mirarme de
manera más directa.
—ES
LA EXPERIENCIA QUE SIEMPRE HAN DESCRIPTO LOS MÍSTICOS DE TODAS LAS
RELIGIONES. ¿Leyó algo acerca de ellas?
—Un
poco, hace años —repuse.
—¿Pero
hasta ayer era sólo un concepto intelectual?
—Supongo
que sí.
Se
acercó un sacerdote joven, que me saludó con un gesto y después le
susurró algo a Sánchez. Este asintió y el otro se alejó. El
sacerdote más viejo observó todo lo que hacía el joven. Cruzó el
patio y entró en un área parecida a un parque, a unos treinta
metros de allí. Noté por primera vez que ese sector también estaba
sumamente prolijo y lleno de plantas muy variadas. El cura joven se
dirigió a varios lugares, vacilando frente a cada uno como si
buscara algo hasta que en un sitio específico se sentó. Parecía
estar haciendo algún ejercicio.
Sánchez
sonrió, aparentemente satisfecho, y luego volvió a concentrar su
atención en mí.
—Creo
que podría ser riesgoso que intentara regresar enseguida —dijo—.
Pero trataré de averiguar cuál es la situación y si hay
alguna novedad sobre sus amigos. —Se puso de pie y me miró. —Debo
cumplir algunos deberes. Por favor, tenga la seguridad de que lo
ayudaremos todo lo posible. Por ahora, espero que se sienta cómodo
aquí. Descanse y recupere fuerzas.
Asentí.
Revisó
en su bolsillo y sacó unos papeles, que me entregó.
—Ésta
es LA QUINTA REVELACIÓN. HABLA DEL TIPO DE EXPERIENCIA
QUE TUVO USTED. Me parece que puede resultarle interesante. La tomé
con reticencia mientras él seguía hablando.
—¿Qué
idea le quedó de la última revelación que leyó? —preguntó.
Vacilé.
No quería pensar en manuscritos ni revelaciones. Al final dije:
—Que
LOS SERES HUMANOS ESTAMOS BLOQUEADOS EN UNA ESPECIE DE COMPETENCIA
POR LA ENERGÍA DEL OTRO. CUANDO CONSEGUIMOS QUE OTROS ACEPTEN
NUESTRA OPINIÓN Y SE IDENTIFIQUEN CON NOSOTROS, LES QUITAMOS SU
ENERGÍA Y ESO NOS HACE SENTIR MÁS FUERTES. Sonrió.
—¿O
sea que el problema estaría en que TODOS TRATAMOS DE CONTROLARNOS Y
MANIPULARNOS POR LA ENERGÍA, PORQUE SENTIMOS QUE NOS FALTA?
—Eso
es.
—¿Pero
hay otra solución, otra fuente de energía?
—Eso
es lo que da a entender la última revelación. Asintió y se dirigió
con decisión a la iglesia. Durante unos momentos, me incliné con
los codos apoyados en las rodillas sin mirar la traducción.
Seguía sintiéndome reticente. Los hechos de los dos últimos días
habían opacado mi entusiasmo y prefería pensar cómo volvería a
los Estados Unidos. De pronto, en el sector boscoso al otro lado del
sendero, vi que el sacerdote joven se levantaba y caminaba lentamente
hacia otro lugar a unos seis metros de donde estaba. Se volvió de
nuevo hacia mí y se sentó.
Me
intrigaba saber qué hacía. Se me ocurrió que tal vez estuviera
practicando algo que se mencionaba en el Manuscrito. Miré la
primera página y empecé a leer.
DESCRIBÍA
UNA NUEVA COMPRENSIÓN DE LO QUE DURANTE MUCHO TIEMPO HA SIDO
DENOMINADO "CONCIENCIA MÍSTICA". DECÍA QUE EN LAS ÚLTIMAS
DÉCADAS DEL SIGLO XX ESTA CONCIENCIA SE DIFUNDIRÍA COMO UNA FORMA
DE SER REALMENTE ASEQUIBLE, UNA FORMA QUE HA SIDO DEMOSTRADA POR
PRACTICANTES MÁS ESOTÉRICOS DE MUCHAS RELIGIONES. PARA LA MAYORÍA
DE ELLOS, ESTA CONCIENCIA SEGUIRÍA SIENDO UN CONCEPTO INTELECTUAL,
SUSCEPTIBLE ÚNICAMENTE DE SER TRATADO Y DEBATIDO. PERO PARA UN
NÚMERO CADA VEZ MAYOR DE SERES HUMANOS, ESTA CONCIENCIA PASARÍA A
SER EXPERIMENTALMENTE REAL, EN RAZÓN DE QUE ESTOS INDIVIDUOS
EXPERIMENTARÍAN CHISPAZOS O DESTELLOS DE ESE ESTADO MENTAL EN
EL TRANSCURSO DE SUS VIDAS. EL MANUSCRITO DECÍA QUE ESTA
EXPERIENCIA ERA ESENCIAL PARA PONER FIN AL CONFLICTO HUMANO EN
EL MUNDO, YA QUE MIENTRAS LA EXPERIMENTAMOS RECIBIMOS ENERGÍA DE
OTRA FUENTE: UNA FUENTE QUE A LA LARGA APRENDEREMOS A APROVECHAR A
VOLUNTAD.
Dejé
de leer y miré otra vez al sacerdote joven. Tenía los ojos abiertos
y parecía mirarme directamente. Hice un movimiento con la
cabeza, pese a que no podía distinguir los detalles de su cara. Para
mi gran sorpresa, él también hizo un gesto con la cabeza y me
sonrió. Luego se puso de pie y caminó hacia mi izquierda para ir a
la casa situada sobre ese lado. Cuando lo observé atravesar el patio
y entrar en la vivienda, eludió mi mirada.
Oí
pasos a mis espaldas y me volví; vi a Sánchez saliendo de la
iglesia. Me sonrió y se acercó.
—No
le llevó demasiado tiempo —dijo—. ¿Quiere recorrer un poco el
lugar?
—Sí,
me gustaría —respondí—. Hábleme de ese jardín que tienen ahí
—y señalé hacia el sector en que antes se hallaba el sacerdote
joven.
—Caminemos
un poco —propuso.
Cuando
íbamos atravesando el patio, Sánchez me dijo que la misión tenía
más de cuatrocientos años y que la había fundado un misionero
español muy singular, convencido de que la única manera de
convertir a los indígenas locales era a través del corazón, no de
la espada. El enfoque había dado resultado y, en parte debido a ese
éxito y en parte debido a lo remoto del lugar, el sacerdote había
quedado solo para continuar su obra.
—Seguimos
adelante con su tradición de mirar hacia adentro para buscar la
verdad —concluyó Sánchez.
El
jardín estaba inmaculado. Habían despejado aproximadamente
medio acre de selva densa, y los arbustos y plantas que crecían
abajo estaban surcados por caminos hechos con piedras de río lisas.
Al igual que las del patio, la distribución de los espacios entre
las plantas era perfecta, lo que acentuaba su forma singular.
—¿Dónde
le gustaría sentarse? —preguntó Sánchez. Analicé las opciones.
Frente a nosotros había varios sectores arreglados, rincones
que parecían completos en sí mismos. Todos contenían espacios
abiertos rodeados de bellas plantas y rocas y árboles más grandes
de diversas formas. Uno, a nuestra izquierda, donde había estado
sentado el sacerdote joven, tenía más salientes de piedra.
—¿Qué
tal ahí? —pregunté.
Asintió
y fuimos a sentarnos. Sánchez respiró hondo durante varios minutos
y luego me miró.
—Cuénteme
algo más sobre su experiencia en la montaña—me pidió.
Me
resistía un poco.
—No
sé qué más puedo decir. No duró. El sacerdote me miró con
severidad.
—El
hecho de que terminara cuando usted se asustó no niega su
importancia, ¿no? Tal vez sea algo digno de recuperar.
—Tal
vez —admití—. Pero me cuesta concentrarme en lo cósmico cuando
alguien trata de matarme. Se rió.
—¿Usted
está estudiando el Manuscrito aquí, en la misión?
—pregunté.
—Sí
—respondió—. Enseñamos a otros cómo continuar el tipo de
experiencia que tuvo usted en la montaña. No le molestaría revivir
esa sensación, ¿no es cierto?
Se oyó
una voz proveniente del patio: un sacerdote llamaba a Sánchez.
El anciano se disculpó, fue hasta el patio y habló con el cura que
lo había llamado. Volví a sentarme y me puse a mirar las plantas y
las rocas cercanas, sacando mis ojos ligeramente de foco. Alrededor
del arbusto más cercano distinguí apenas una zona de luz, pero
cuando traté de verla en las rocas, no capté nada.
Entonces
vi que regresaba Sánchez.
—Tengo
que salir un momento —dijo al llegar—. Iré al pueblo para
asistir a una reunión. Tal vez obtenga alguna información sobre sus
amigos, o al menos averigüe si es seguro que viaje.
—Muy
bien —repuse—. ¿Regresará hoy mismo?
—No
creo —respondió—. Más vale mañana a la mañana. Debo de
haberme mostrado inquieto, porque se acercó y me puso la mano en el
hombro.
—No
se preocupe. Aquí está seguro. Por favor, póngase cómodo. Dé una
vuelta. PUEDE HABLAR CON CUALQUIERA de los sacerdotes, PERO PIENSE
QUE ALGUNOS SON MÁS RECEPTIVOS QUE OTROS, SEGÚN SU DESARROLLO.
Asentí.
Sonrió,
desapareció detrás de la iglesia y subió a un viejo camión que
hasta el momento yo no había visto. Al cabo de varios intentos,
arrancó, pasó por detrás de la iglesia y tomó el camino que
llevaba al cordón de montañas.
Me
quedé varias horas en el jardín, ordenando mis pensamientos y
preguntándome si Marjorie estaría bien y si Wil habría escapado.
Varias veces me vino a la mente la imagen del hombre de Jensen en el
momento en que lo habían matado, pero traté de apartar ese recuerdo
y permanecer tranquilo.
Aproximadamente
a mediodía, vi que varios sacerdotes preparaban una mesa larga en el
centro del patio con fuentes de comida. Al terminar, se acercaron
unos doce o más sacerdotes y empezaron a servirse en sus platos y a
comer en los bancos de manera informal. Casi todos sonreían, pero no
se los oía conversar demasiado. Uno de ellos me vio y señaló la
comida.
Asentí,
fui al patio y me serví un plato de cereales y porotos. Todos
los sacerdotes parecían conscientes de mi presencia pero ninguno me
hablaba. Hice varios comentarios sobre la comida. Mis palabras fueron
recibidas sólo con sonrisas y gestos corteses. Si intentaba
mirarlos directamente, bajaban los ojos.
Me
senté a comer solo en uno de los bancos. Las verduras y los porotos
no tenían sal sino que estaban condimentados con especias y hierbas.
Una vez terminado el almuerzo, mientras los sacerdotes apilaban los
platos en la mesa, otro religioso salió de la iglesia y se sirvió
rápidamente un plato. Se volvió para buscar un lugar y nuestras
miradas se cruzaron. Sonrió y reconocí que era el sacerdote que me
había mirado antes desde el jardín. Le devolví la sonrisa, me
acerqué y él me habló estilo Tarzán.
—¿Puedo
sentarme en banco con usted? —preguntó.
—Sí,
por favor —respondí.
Se
sentó y empezó a comer con lentitud. Masticaba mucho la comida y,
cada tanto, me sonreía. Era petizo y pequeño, de aspecto nervioso y
pelo color carbón. Tenía ojos castaño claro.
—¿Gusta
la comida? —me preguntó.
Yo
tenía mi plato en la falda. Había quedado algo de cereal.
—Oh,
sí —dije, y comí un bocado. Volví a notar con qué lentitud y
decisión masticaba y traté de hacer lo mismo; entonces me di
cuenta de que todos los sacerdotes habían comido así.
—¿Las
verduras son de la misión? —pregunté. Antes de responder, tragó
lentamente.
—Sí,
la comida es muy importante.
—¿Medita
con las plantas? —pregunté. Me miró con obvia sorpresa.
—¿Leyó
Manuscrito? —preguntó.
—Sí,
las primeras cuatro revelaciones.
—¿Cultivó
alimentos? —preguntó.
—No.
Apenas estoy aprendiendo algo de esto.
—¿Ve
campos de energía?
—Sí,
a veces.
Nos
quedamos en silencio unos minutos mientras él comía con cuidado
varios bocados más.
—LA
COMIDA ES LA PRIMERA FORMA DE GANAR ENERGÍA —dijo. Asentí.
—PERO
PARA ABSORBER TOTALMENTE LA ENERGÍA DE LOS ALIMENTOS, LA COMIDA
DEBE APRECIARSE, eh...
Parecía
tener dificultad en encontrar la palabra correcta en inglés.
—SABOREARSE
—dijo al final—. EL GUSTO ES LA PUERTA DE ENTRADA. HAY QUE
VALORAR EL GUSTO. POR ESA RAZÓN SE REZA ANTES DE COMER. NO SOLAMENTE
PARA AGRADECER, SINO PARA QUE COMER SEA UNA EXPERIENCIA SANTA Y ASÍ
EL ALIMENTO PUEDA ENTRAR EN EL CUERPO.
Me
miró atentamente, como para ver si comprendía.
Asentí
sin hacer ningún comentario.
Lo que
me decía, pensé, era que esa apreciación deliberada de la comida
era el propósito real de la costumbre religiosa normal de dar las
gracias, con el consiguiente resultado de una mayor absorción de
energía de los alimentos.
—Pero
ingerir alimentos es solamente el primer paso —continuó—. UNA
VEZ QUE LA ENERGÍA PERSONAL AUMENTA DE ESTA FORMA, NOS VOLVEMOS MÁS
SENSIBLES A LA ENERGÍA DE TODAS LAS COSAS Y DESPUÉS APRENDEMOS A
INCORPORAR ESA ENERGÍA SIN COMER.
Asentí.
—TODO
LO QUE NOS RODEA TIENE ENERGÍA —prosiguió—. SIN EMBARGO, CADA
COSA TIENE SU TIPO ESPECIAL. POR ESO HAY LUGARES QUE AUMENTAN LA
ENERGÍA MÁS QUE OTROS. DEPENDE DE CÓMO ENCAJA NUESTRA FORMA CON LA
ENERGÍA DE CADA UNO.
—¿ESO
ES LO QUE ESTABA HACIENDO ANTES ALLÁ? —PREGUNTÉ—.
¿AUMENTAR SU ENERGÍA?
—SÍ.
—¿Cómo
lo hace? —pregunté.
—HAY
QUE ABRIRSE, CONECTARSE, USAR EL SENTIDO DE LA APRECIACIÓN,
COMO PARA VER LOS CAMPOS. PERO SE LO LLEVA UN POCO MÁS LEJOS, PARA
TENER LA SENSACIÓN DE SER COLMADO.
—No
estoy seguro de poder seguirlo. Mi estupidez lo hizo fruncir el
entrecejo.
—¿Le
gustaría regresar al jardín? Puedo mostrárselo.
—Está
bien —acepté—. ¿Por qué no? Lo seguí. Cruzamos el patio para
volver al jardín. Al llegar, se detuvo y miró en derredor, como
buscando algo.
—Allí
—dijo, y señaló un sitio que limitaba con la selva densa.
Seguimos
el camino serpenteante entre árboles y arbustos. Escogió un lugar
frente a un gran árbol que brotaba de un terraplén con piedras de
manera tal que su inmenso tronco parecía trepar por las rocas. Las
raíces envolvían y recorrían las piedras hasta que al fin
alcanzaban el suelo. Pequeños arbustos con flores crecían en
semicírculos frente al árbol, y detecté una extraña fragancia
dulce de unos pimpollos amarillos. Atrás, la densa selva formaba una
sólida cortina verde.
El
sacerdote me hizo sentar en un punto despejado entre los arbustos, de
frente al árbol nudoso. Él se sentó al lado.
—¿Le
parece que este árbol es bello? —preguntó.
—Sí.
—Entonces...
siéntalo... eh...
Otra
vez, parecía luchar por encontrar la palabra. Pensó un instante y
me preguntó:
—El
padre Sánchez me contó que tuvo una experiencia en la montaña.
¿Recuerda cómo se SENTÍA?
—ME
sentía liviano, seguro y conectado.
—¿Conectado,
cómo?
—Es
difícil de describir —repuse—. COMO SI TODO EL PAISAJE FUERA
PARTE DE MÍ.
—Pero,
¿cómo era la sensación?
Pensé
un minuto. ¿Cuál era la sensación? Y entonces se me ocurrió.
—AMOR
—respondí—. CREO QUE SENTÍ AMOR POR TODO.
—Sí
—dijo—. Eso es. Sienta lo mismo por el árbol.
—Espere
un momento —protesté—. El amor es algo que simplemente ocurre.
No puedo obligarme a amar algo.
—USTED
NO SE OBLIGA A AMAR —replicó—. DEJA QUE EL AMOR ENTRE EN USTED.
PERO PARA HACERLO DEBE DISPONER SU MENTE RECORDANDO QUÉ SENTÍA Y
TRATAR DE SENTIRLO DE NUEVO.
Miré
el árbol y traté de recordar la emoción que experimenté en
la montaña. POCO A POCO, EMPECÉ A ADMIRAR SU FORMA Y SU PRESENCIA.
MI APRECIACIÓN AUMENTÓ HASTA QUE EN VERDAD SENTÍ UNA EMOCIÓN DE
AMOR. La sensación era exactamente la que recuerdo haber sentido, de
chico, por mi madre, y de joven, por una chiquilla especial que era
objeto de mi "primer amor". No obstante, pese a que había
estado mirando el árbol, ese amor en particular existía como una
sensación general de fondo. Estaba enamorado de todo.
El
sacerdote se alejó más de un metro y me miró con intensidad.
—Bien
—dijo—. Está aceptando la energía. Noté que tenía los ojos
ligeramente fuera de foco.
—¿Cómo
lo sabe? —pregunté.
—Porque
veo que su campo de energía aumenta. Cerré los ojos y traté de
alcanzar las intensas sensaciones que había adquirido en la cima del
cordón, pero no conseguía repetir la experiencia. Lo que sentía
estaba en el mismo continuum pero en un grado inferior al de antes.
El fracaso me frustró.
—¿Qué
pasó? —preguntó—. Su energía cayó.
—No
sé —respondí—. No podía hacerlo con la fuerza de antes.
Se
limitó a mirarme, primero divertido y luego con impaciencia.
—Lo
que experimentó en la montaña fue un regalo, un avance, la visión
de un camino nuevo. Ahora debe aprender a obtener esa experiencia
solo, poquito a poco.
Se
deslizó unos treinta centímetros más lejos y otra vez me miró.
—Vuelva
a intentarlo.
Cerré
los ojos y traté de sentir profundamente. Hasta que, me invadió de
nuevo la emoción. La retuve, tratando de aumentar la sensación en
pequeñas medidas. Concentré mi mirada en el árbol.
—Así
está muy bien —aprobó el sacerdote de repente—. Está
recibiendo energía y dándosela al árbol. Lo miré a los ojos.
—¿Se
la estoy devolviendo al árbol?
—CUANDO
APRECIAMOS LA BELLEZA Y LA SINGULARIDAD DE LAS COSAS RECIBIMOS
ENERGÍA —explicó—. CUANDO ALCANZAMOS UN NIVEL EN EL QUE
SENTIMOS AMOR, PODEMOS ENVIAR LA ENERGÍA DE VUELTA CON SÓLO
DESEARLO.
Durante
un rato largo, me quedé sentado allí con el árbol. CUANTO MÁS ME
CONCENTRABA EN ÉL Y ADMIRABA SU FORMA Y COLOR, MÁS AMOR ADQUIRÍA
EN FORMA GENERAL; ERA UNA EXPERIENCIA INUSUAL. IMAGINÉ QUE MI
ENERGÍA FLUÍA Y LLENABA EL ÁRBOL, pero no la veía. Sin cambiar mi
enfoque, noté que el padre se levantaba y se alejaba.
—¿Qué
se ve cuando le doy energía al árbol? —pregunté. Describió la
percepción en detalle y reconocí el mismo fenómeno que había
presenciado cuando Sarah proyectaba energía en el filodendro, en
Vicente. Si bien Sarah lo había logrado, al parecer no era
consciente de que hacía falta un estado de amor para que se
produjera la proyección. Sin duda habría adquirido un estado de
amor naturalmente, sin darse cuenta.
El
sacerdote caminó en dirección al patio y desapareció de mi campo
visual. Yo me quedé en el jardín hasta el crepúsculo.
Cuando
entré en la casa, los dos sacerdotes me saludaron cortésmente con
un gesto. Un fuego aplacaba el frío de la noche y varias lámparas
de aceite iluminaban la sala. El aire olía a legumbres, o quizás a
papas o sopa. Sobre la mesa había un recipiente de cerámica, varias
cucharas y una bandeja con cuatro rebanadas de pan.
Uno de
los sacerdotes se dio vuelta y se fue sin mirarme; el otro, con los
ojos bajos, indicó con la cabeza una gran cacerola de hierro apoyada
en la chimenea junto al fuego. Por debajo de la tapa, salía una
manija. En cuanto vi la cacerola, el segundo sacerdote preguntó:
—¿Precisa
algo más?
—Creo
que no —dije—. Gracias.
Asintió
y también salió, dejándome solo. Levanté la tapa de la cacerola:
sopa de papas. Tenía un aroma delicioso. Vertí varios
cucharones en un plato y me senté a la mesa; luego saqué de mi
bolsillo la parte del Manuscrito que me había dado Sánchez y lo
puse junto a mi plato con la intención de leer. Pero la sopa estaba
tan buena que me concentré por entero en comer. Después de
terminar, coloqué los platos en una sartén grande y miré el fuego,
hipnotizado, hasta que las llamas se consumieron. Luego, apagué
las lámparas y me fui a dormir.
A la
mañana siguiente, me desperté a la madrugada sintiéndome
totalmente renovado. Afuera, una niebla matinal cubría el patio.
Alimenté el fuego con varios pedazos de troncos sobre los carbones y
lo aticé hasta que prendió. Estaba por ir a la cocina a buscar
comida cuando oí que se acercaba el camión de Sánchez.
Salí
cuando él aparecía por detrás de la iglesia, con una mochila en
una mano y varios paquetes en la otra.
—Tengo
noticias —dijo, y me hizo señas de que entrara con él en la casa.
Vinieron
entonces varios otros sacerdotes con tortas y bollos de maíz y más
fruta desecada. Sánchez saludó a todos, se sentó conmigo a la mesa
y los demás se fueron a toda prisa.
—Asistí
a una reunión de varios de los sacerdotes del Concilio del Sur —me
contó—. Fuimos a hablar del Manuscrito. El tema eran las
acciones agresivas del gobierno. Es la primera vez que un grupo de
sacerdotes se reúne públicamente en apoyo a este documento, y
acabábamos de empezar nuestra discusión cuando un representante del
gobierno golpeó a la puerta y solicitó que lo dejáramos entrar.
Hizo
una pausa para servirse, y comió varios bocados que masticó a
fondo.
—El
representante —continuó— nos aseguró que el único propósito
del gobierno era proteger el Manuscrito de una explotación externa.
Nos informó que todas las copias que se hallan en manos de
ciudadanos peruanos deben ser autorizadas. Dijo que comprendía
nuestra preocupación pero nos pidió que respetáramos la ley y
devolviéramos las copias. Prometió que el gobierno emitirá
duplicados y nos los devolverá.
—¿Se
las dieron? —pregunté.
—Por
supuesto que no.
Seguimos
comiendo durante unos momentos. Yo trataba de masticar bien para
apreciar el gusto.
—Lo
interrogamos sobre la violencia en Cula —prosiguió—; nos
dijo que fue una reacción necesaria contra un hombre llamado Jensen,
y que varios de sus hombres eran agentes armados de otro país. Dijo
que pensaban encontrar y robar la parte no descubierta del Manuscrito
y sacarla de Perú, o sea que el gobierno no había tenido más
remedio que arrestarlos. No se habló de usted ni de sus amigos.
—¿Le
creyeron al hombre del gobierno?
—No.
Cuando se fue, continuamos la reunión. Acordamos llevar adelante una
política de resistencia pacífica. Seguiremos haciendo copias y
distribuyéndolas con cautela.
—¿Los
responsables de su iglesia les permitirán hacer eso? —pregunté.
—No
sabemos —respuso Sánchez—. Los mayores de la iglesia desaprueban
el Manuscrito, pero hasta ahora no han investigado seriamente quiénes
tienen que ver con él. Nuestra principal preocupación es un
cardenal que reside más al norte, el cardenal Sebastián. Es el que
más se hace oír en contra del Manuscrito, y es muy influyente. Si
convence a la jerarquía de emitir declaraciones fuertes, entonces
tendremos que tomar una decisión muy interesante.
—¿Por
qué se opone tanto al Manuscrito?
—Tiene
miedo.
—¿Por
qué?
—Hace
mucho que no hablo con él, y siempre evitamos el tema del
Manuscrito. Pero supongo que CREE QUE EL PAPEL DEL HOMBRE ES
PARTICIPAR EN EL COSMOS IGNORANDO EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL,
SOLAMENTE CON LA FE. PIENSA QUE EL MANUSCRITO SOCAVARÁ EL STATU
QUO, LAS DIRECTIVAS DE AUTORIDAD EN EL MUNDO.
—¿Cómo
podría hacerlo?
Sonrió
y echó la cabeza levemente hacia atrás.
—LA
VERDAD TE LIBERARÁ.
Yo lo
miraba tratando de entender qué quería decir, mientras
terminaba lo que quedaba de pan y fruta en mi plato. Él comió
varios bocaditos más y empujó la silla para atrás.
—Se
lo ve mucho más fuerte —me dijo—. ¿Habló con alguien de aquí?
—Sí
—respondí—. De uno de los sacerdotes aprendí un método para
conectarme con la energía. No... sé cómo se llama. Estaba en el
jardín mientras nosotros conversábamos en el patio ayer a la
mañana, ¿recuerda? Cuando hablé con él más tarde, me mostró
cómo absorber energía y proyectarla de vuelta.
—Se
llama John —dijo Sánchez, y me hizo un gesto para que continuara.
—Fue
una experiencia increíble —proseguí—. Recordando el amor
que había sentido, logré abrirme. Me quedé sentado allí todo el
día, lleno de excitación. No llegué al estado que había
experimentado en la montaña, pero estuve cerca.
Sánchez
se puso serio.
—EL
PAPEL DEL AMOR FUE MAL INTERPRETADO DURANTE MUCHO TIEMPO. AMAR NO ES
ALGO QUE DEBEMOS HACER PARA SER BUENOS O MEJORAR EL MUNDO A PARTIR DE
UNA RESPONSABILIDAD MORAL ABSTRACTA, O PORQUE DEBEMOS DEJAR DE LADO
NUESTRO HEDONISMO. CONECTARSE CON LA ENERGÍA ES SENTIR EXCITACIÓN,
DESPUÉS EUFORIA Y DESPUÉS AMOR. ENCONTRAR SUFICIENTE ENERGÍA PARA
MANTENER ESE ESTADO DE AMOR SIN DUDA AYUDA AL MUNDO, PERO NOS AYUDA
MÁS DIRECTAMENTE A NOSOTROS. ES LA COSA MÁS HEDONISTA QUE PODEMOS
HACER.
Asentí
y entonces noté que había movido la silla más atrás y me miraba
intensamente con la vista desenfocada.
—¿Y
cómo es mi campo? —pregunté.
—Es
mucho más grande —respondió—. Creo que se siente muy bien.
—Sí.
—Bien.
Eso es lo que hacemos acá.
—Hábleme
un poco de eso —le pedí.
—Entrenamos
sacerdotes para internarse más en las montañas y trabajar con
los indios. Es un trabajo solitario y los sacerdotes deben tener
mucha fuerza. Todos los hombres que están aquí han sido pasados por
el tamiz y todos tienen algo en común: cada uno tuvo una experiencia
que considera mística.
"Estudio
esta clase de experiencias desde hace años —continuó—, incluso
antes de que encontraran el Manuscrito, y creo que CUANDO ALGUIEN YA
VIVIÓ UNA EXPERIENCIA MÍSTICA, REGRESAR A ESE ESTADO Y ELEVAR EL
NIVEL PERSONAL DE ENERGÍA RESULTA MUCHO MÁS FÁCIL. OTROS TAMBIÉN
PUEDEN CONECTARSE PERO LES LLEVA MUCHO MÁS TIEMPO. UN FUERTE
RECUERDO DE LA EXPERIENCIA, COMO SUPONGO QUE HABRÁ APRENDIDO,
FACILITA SU RECREACIÓN. DESPUÉS DE ESO, LENTAMENTE UNO RECONSTRUYE.
—¿Qué
aspecto tiene el campo de energía de una persona cuando eso está
ocurriendo?
—Crece
hacia afuera y cambia ligeramente de color.
—¿Qué
color?
—Por
lo general, DE UN BLANCO PÁLIDO A VERDE Y AZUL. PERO LO MÁS
IMPORTANTE ES QUE SE EXPANDE. POR EJEMPLO, DURANTE SU ENCUENTRO
MÍSTICO EN LA CIMA DE LA MONTAÑA, SU ENERGÍA SE PRECIPITÓ HACIA
EL UNIVERSO EN SU TOTALIDAD. EN ESENCIA, USTED SE CONECTÓ Y EXTRAJO
ENERGÍA DE TODO EL COSMOS, Y, A SU VEZ, SU ENERGÍA SE DESARROLLÓ
PARA ABARCAR TODO EN TODAS PARTES. ¿Recuerda qué sintió?
—Sí
—respuse—. Sentí que todo el universo era mi cuerpo y yo
solamente era la cabeza, o quizá, más precisamente, los ojos.
—Sí,
y en ese momento su campo de energía y el del universo eran uno. El
universo era su cuerpo.
—En
ese momento tuve un extraño recuerdo —continué—. Me
pareció recordar cómo había evolucionado ese cuerpo más amplio,
ese universo mío. Vi formarse las primeras estrellas a partir del
simple hidrógeno y después vi cómo la materia más compleja
evolucionaba en sucesivas generaciones de estos soles. Pero no veía
materia. Veía la materia como simples vibraciones de energía que
evolucionaban sistemáticamente hacia estados cada vez más
altos y complejos. Y entonces... empezó la vida y evolucionó
hasta un momento en que aparecieron los seres humanos...
De
repente callé y él notó mi cambio de humor.
—¿Qué
sucede? —dijo.
—Ahí
terminó el recuerdo de la evolución —le expliqué—. Con
los seres humanos. Sentí que la historia continuaba, pero no pude
captarla.
—La
historia realmente continúa —afirmó—. LOS SERES HUMANOS ESTÁN
LLEVANDO ADELANTE LA EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO HACIA UNA COMPLEJIDAD
VIBRACIONAL CADA VEZ MÁS ALTA.
—¿Cómo?
—pregunté. Sonrió pero no me contestó.
—Hablemos
de eso más tarde. Ahora, debo verificar algunas cosas. Lo veré
en más o menos una hora.
Asentí.
Tomó una manzana y se fue. Yo salí detrás de él sin rumbo fijo y
entonces recordé la copia de la Quinta Revelación que tenía en el
cuarto y fui a buscarla. Más temprano, había estado pensando en la
selva donde Sánchez se hallaba sentado cuando lo vi por primera vez.
Pese a mi cansancio y mi pánico, había notado que el lugar era
excepcionalmente bello, de modo que tomé el camino hacia el oeste
hasta llegar al lugar exacto y me senté.
Recostado
contra un árbol, despejé mi mente y pasé varios minutos mirando
alrededor. La mañana era diáfana, corría una ligera brisa y me
puse a observar cómo el viento sacudía las ramas sobre mi cabeza.
Respiré hondo varias veces y el aire me pareció refrescante. En un
momento en que el viento amainó, saqué el Manuscrito y busqué la
página en que había dejado de leer. Sin embargo, antes de
encontrarla oí el ruido de un motor de camión.
Me
eché boca abajo junto al árbol y traté de determinar su dirección.
El ruido venía de la misión. Cuando fue acercándose, vi que
era el viejo camión de Sánchez, y que él lo conducía.
—Imaginé
que estaría aquí —dijo, al tiempo que frenaba justo donde yo
estaba—. Suba, tenemos que irnos.
—¿Qué
sucede? —pregunté al tiempo que subía al asiento del acompañante.
Se
dirigió hacia el camino principal.
—Uno
de mis sacerdotes me contó una conversación que oyó en el pueblo.
Hay funcionarios del gobierno en la ciudad, y están haciendo
preguntas sobre la misión y sobre mí.
—¿Qué
cree que puedan querer?
Me
dirigió una mirada tranquilizadora.
—No
lo sé. Digamos que no estoy tan seguro como antes de que vayan a
dejarnos en paz. Creo que, como precaución, deberíamos ir a las
montañas. Uno de mis sacerdotes vive cerca de Machu Picchu. Se llama
padre Carl. Estaremos seguros en su casa, hasta poder entender mejor
la situación. —Sonrió. —De todos modos, quiero que vea Machu
Picchu.
De
pronto tuve el presentimiento de que había hecho un trato y me
llevaba a alguna parte para atraparme. Decidí proceder con cautela y
mantenerme alerta hasta aclarar las cosas.
—¿Terminó
la traducción? —preguntó.
—Casi
toda —respondí.
—Usted
quería saber sobre la evolución humana. ¿Encontró esa parte?
—No.
Apartó
la vista del camino y me miró intensamente. Fingí no darme cuenta.
—¿Pasa
algo? —preguntó.
—Nada
—repuse—. ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar a Machu Picchu?
—Unas
cuatro horas.
Quería
permanecer en silencio y dejar que Sánchez hablara, con la
esperanza de que se delatara, pero no conseguí controlar mi
curiosidad sobre la evolución.
—Entonces,
¿cómo evolucionan más los humanos? —pregunté.
Me
miró.
—¿Usted
qué piensa?
—No
sé —dije—. Pero cuando estaba en la montaña pensé que tal vez
tenía algo que ver con las coincidencias significativas de las
que habla la Primera Revelación.
—Exacto.
Encajaría con las otras revelaciones, ¿no? Estaba confundido. En la
práctica lo entendía, pero no lograba captarlo. No dije nada.
—Piense
en la secuencia de las revelaciones —dijo—. LA PRIMERA
REVELACIÓN SE PRODUCE CUANDO TOMAMOS EN SERIO LAS COINCIDENCIAS.
ESTAS COINCIDENCIAS NOS HACEN SENTIR QUE HAY ALGO MÁS, ALGO
ESPIRITUAL, QUE OPERA DEBAJO DE TODO LO QUE HACEMOS.
"LA
SEGUNDA REVELACIÓN ESTABLECE NUESTRA CONCIENCIA COMO ALGO
REAL. VEMOS QUE NOS PREOCUPÓ LA SUPERVIVENCIA MATERIAL Y NOS
CONCENTRAMOS EN CONTROLAR NUESTRA SITUACIÓN EN EL UNIVERSO BUSCANDO
SEGURIDAD, Y SABEMOS QUE AHORA NUESTRA APERTURA REPRESENTA UNA
ESPECIE DE DESPERTAR A LO QUE EN VERDAD OCURRE.
"LA
TERCERA REVELACIÓN COMIENZA UNA NUEVA VISIÓN DE LA VIDA.
DEFINE EL UNIVERSO FÍSICO COMO ENERGÍA PURA, UNA ENERGÍA QUE
RESPONDE DE ALGUNA MANERA A LA FORMA EN QUE PENSAMOS.
"Y
LA CUARTA EXPONE LA TENDENCIA HUMANA A ROBAR ENERGÍA A OTROS
SERES HUMANOS CONTROLÁNDOLOS, APODERÁNDONOS DE SUS MENTES, UN
DELITO QUE COMETEMOS PORQUE A MENUDO NOS SENTIMOS AISLADOS Y
VACÍOS DE ENERGÍA. ESA FALTA DE ENERGÍA PUEDE REMEDIARSE, POR
SUPUESTO, CUANDO NOS CONECTAMOS CON LA FUENTE MÁS ALTA. EL
UNIVERSO PUEDE SUMINISTRAR TODO LO QUE NECESITAMOS, SI LOGRAMOS
ABRIRNOS A ÉL. ESA ES LA QUINTA REVELACIÓN.
"En
su caso —continuó—, usted tuvo una experiencia mística que le
permitió ver brevemente la magnitud de energía que uno puede
adquirir. Con todo, ese estado es como adelantarse a todos y
vislumbrar el futuro. No podemos mantenerlo mucho tiempo. Cuando
tratamos de hablar con alguien que opera en conciencia normal, o de
vivir en un mundo donde todavía hay conflicto, esas cosas nos hacen
salir del estado avanzado y caer nuevamente en el nivel de nuestro
viejo yo.
"Y
entonces —prosiguió—, la cuestión es recuperar lentamente
lo que vislumbramos, cada vez un poquito más, y empezar una
progresión hacia esa conciencia última. Pero, para hacerlo, debemos
aprender a llenarnos conscientemente de energía, porque es ella la
que produce las coincidencias, y las coincidencias nos ayudan a
realizar el nivel nuevo en forma permanente.
Mi
perplejidad debía de ser evidente, porque dijo:
—Piénselo:
CUANDO ALGO SUCEDE MÁS ALLÁ DE LA CASUALIDAD PARA HACERNOS AVANZAR
EN NUESTRA VIDA, NOS CONVERTIMOS EN PERSONAS REALIZADAS. SENTIMOS QUE
ESTAMOS ALCANZANDO LO QUE EL DESTINO NOS LLEVA A SER. CUANDO ESTO
SUCEDE, EL NIVEL DE ENERGÍA QUE PRODUJO LAS COINCIDENCIAS ESTÁ
ESTABLECIDO EN NOSOTROS. PODEMOS VERNOS DESPOJADOS DE ÉL Y
PERDER ENERGÍA CUANDO TENEMOS MIEDO, PERO ESE NIVEL SIRVE COMO
NUEVO LÍMITE EXTERIOR QUE PUEDE RECUPERARSE MUY FÁCILMENTE. SOMOS
UNA PERSONA NUEVA. EXISTIMOS EN UN NIVEL DE ENERGÍA MÁS ALTA, EN UN
NIVEL DE VIBRACIÓN MÁS ALTA. Recuérdelo.
"¿VE
EL PROCESO, AHORA? NOS LLENAMOS, CRECEMOS, NOS LLENAMOS Y
VOLVEMOS A CRECER. DE ESA FORMA, COMO SERES HUMANOS, CONTINUAMOS LA
EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO HACIA UNA VIBRACIÓN CADA VEZ MÁS ALTA.
Hizo
una pausa como para pensar en algo que quería agregar.
—ESTA
EVOLUCIÓN SE HA IDO PRODUCIENDO EN FORMA INCONSCIENTE A LO
LARGO DE LA HISTORIA HUMANA. ESO EXPLICA POR QUÉ PROGRESÓ LA
CIVILIZACIÓN Y POR QUÉ LOS SERES HUMANOS AUMENTARON SU TAMAÑO,
VIVEN MÁS, ETCÉTERA. SIN EMBARGO, AHORA ESTAMOS
CONSCIENTIZANDO TODO EL PROCESO. ES LO QUE NOS DICE EL MANUSCRITO. EN
ESO CONSISTE ESTE MOVIMIENTO HACIA UNA CONCIENCIA ESPIRITUAL
MUNDIAL.
Yo lo
escuchaba con muchísima atención, fascinado por lo que me decía.
—Entonces,
¿todo lo que debemos hacer es llenarnos de energía, como aprendí
con John, y las coincidencias empiezan a producirse con más
coherencia?
—Bueno,
sí, PERO NO ES TAN SIMPLE como usted cree. HASTA PODER CONECTAMOS
CON LA ENERGÍA EN FORMA PERMANENTE HAY UN OBSTÁCULO MÁS QUE
DEBEMOS SUPERAR. La siguiente revelación, la Sexta, trata ese tema.
—¿Cuál?
Me
miró a los ojos.
—DEBEMOS
ENFRENTAR NUESTRA FORMA PARTICULAR DE CONTROLAR A LOS DEMÁS.
RECUERDE, LA CUARTA REVELACIÓN AFIRMA QUE LOS SERES HUMANOS SIEMPRE
SE SINTIERON FALTOS DE ENERGÍA E INTENTARON CONTROLARSE ENTRE
SÍ PARA ADQUIRIR LA ENERGÍA QUE FLUYE ENTRE LAS PERSONAS. LA QUINTA
NOS MUESTRA ENTONCES QUE EXISTE UNA FUENTE ALTERNATIVA, PERO NO
PODEMOS MANTENERNOS REALMENTE CONECTADOS CON ELLA HASTA NO
CONFRONTARNOS CON EL MÉTODO PARTICULAR QUE COMO INDIVIDUOS USAMOS EN
NUESTRA ACTITUD DE CONTROLAR, Y DEJAR DE HACERLO... PORQUE CADA VEZ
QUE VOLVEMOS A CAER EN ESE HÁBITO, NOS DESCONECTAMOS DE LA FUENTE.
"LIBERARSE
DE ESE HÁBITO NO RESULTA FÁCIL, PUES AL PRINCIPIO SIEMPRE ES
INCONSCIENTE. LA CLAVE PARA ABANDONARLO RESIDE EN TRAERLO TOTALMENTE
A LA CONCIENCIA; ESO LO LOGRAMOS COMPRENDIENDO QUE NUESTRO
ESTILO PARTICULAR DE CONTROLAR A LOS DEMÁS ES EL QUE APRENDIMOS EN
LA INFANCIA PARA ATRAER LA ATENCIÓN, PARA LOGRAR QUE LA ENERGÍA SE
MOVIERA A NUESTRO MODO, Y NOS QUEDAMOS ATADOS A ESO. ESTE ESTILO ES
ALGO QUE REPETIMOS UNA Y OTRA VEZ. YO LO LLAMO NUESTRA DRAMATIZACIÓN
INCONSCIENTE DEL CONTROL'.
"Lo
llamo 'dramatización' porque es una escena familiar, como una escena
de una película, para la cual, de jóvenes, escribimos un guión.
Luego, la repetimos una y otra vez en nuestra vida cotidiana sin
darnos cuenta. Lo único que sabemos es que nos suceden
reiteradamente las mismas cosas. EL PROBLEMA ES QUE SI REPETIMOS UNA
ESCENA EN ESPECIAL UNA Y OTRA VEZ, LAS OTRAS ESCENAS DE LA PELÍCULA
DE NUESTRA VIDA REAL, LA SUPREMA AVENTURA MARCADA POR LAS
COINCIDENCIAS, NO PUEDE AVANZAR. DETENEMOS LA PELÍCULA CUANDO
REPETIMOS ESA DRAMATIZACIÓN ÚNICA PARA MANIPULAR EN BUSCA DE
ENERGÍA.
Sánchez
bajó la velocidad y avanzó con cuidado para esquivar una serie de
baches del camino. Me di cuenta de que me sentía frustrado. No
entendía bien cómo funcionaba la dramatización del control. Estuve
a punto de decirle a Sánchez lo que pensaba, pero no pude. Noté que
seguía sintiéndome distante de él y no tenía interés en ponerme
en evidencia.
—¿Entendió?
—me preguntó.
—No
sé —contesté secamente—. No sé si tengo una dramatización
del control.
Me
miró con afectuoso interés y largó una carcajada.
—¿En
serio? —replicó—. ¿Y entonces por qué siempre se muestra tan
distante?
PONER
EN CLARO EL PASADO
Más
adelante, el camino se angostaba y se inclinaba abruptamente sobre la
cara de la montaña. El camión dio varios saltos sobre piedras
grandes y tomó la curva con lentitud. Abajo, los Andes se alzaban en
macizos cordones grises sobre bancos de nubes blancas como la nieve.
Miré
a Sánchez. Iba inclinado sobre el volante, tenso. La mayor parte del
día había estado trepando pendientes escarpadas y metiéndose
en pasos obstaculizados por las rocas caídas. Yo quería abordar
otra vez el tema de los dramas de control, pero el momento resultaba
poco apropiado. Sánchez parecía necesitar cada gramo de energía
para conducir, y además yo no tenía muy claro qué quería
preguntarle. Había leído el resto de la Quinta Revelación y era un
eco exacto de los puntos que Sánchez me había relatado. La idea de
liberarme de mi estilo para controlar era tentadora, en especial si
podía servir para acelerar mi evolución, pero todavía no lograba
entender cómo funcionaba el drama del control.
—¿En
qué está pensando? —me preguntó Sánchez.
—Terminé
de leer la Quinta Revelación —dije—. Y pensaba en esos
dramas. Teniendo en cuenta lo que usted dijo sobre mí, supongo que
piensa que mi drama tiene que ver con el hecho de ser distante.
No
respondió. Miraba el camino. A unos treinta metros, un vehículo
grande de cuatro ruedas bloqueaba el paso. Un hombre y una mujer
estaban parados sobre un precipicio rocoso a unos quince metros del
vehículo. Nos miraron.
Sánchez
detuvo el camión, los contempló un momento y sonrió.
—Conozco
a la mujer —dijo—. Es Julia. Podemos hablar con ellos.
Tanto
el hombre como la mujer eran de piel oscura y parecían peruanos.
Ella era mayor, de unos cincuenta años, mientras que el hombre
parecía de unos treinta. Cuando bajamos del camión la mujer se
acercó.
—¡Padre
Sánchez! —exclamó.
—¿Cómo
está, Julia? —respondió Sánchez. Se abrazaron y después el cura
me la presentó, y la mujer, a su vez presentó a su compañero.
Rolando.
Sin
decir nada más, Julia y Sánchez nos dieron la espalda y caminaron
hacia la saliente en la que antes se hallaban Julia y Rolando.
Rolando me miró fijo y yo instintivamente me di vuelta y caminé en
dirección a los otros dos. Rolando me siguió, mirándome siempre
como si quisiera algo. Si bien su cabello y sus rasgos eran jóvenes,
tenía la piel rubicunda. Por algún motivo me sentí angustiado.
Mientras
caminábamos hasta el borde de la montaña, varias veces me dio la
impresión de que iba a hablar, pero en cada oportunidad él desviaba
la mirada y yo aceleraba el paso. Guardaba silencio. Cuando llegamos
al precipicio, me senté en una saliente para evitar que se ubicara
junto a mí. Julia y Sánchez estaban unos seis metros más arriba,
en una piedra grande.
Rolando
se sentó lo más cerca posible de mí. Si bien su mirada constante
me molestaba, a la vez sentía cierta curiosidad.
Me
sorprendió mirándolo y me preguntó:
—¿Estás
aquí por el Manuscrito? Tardé mucho en responderle.
—He
oído hablar de él. Me miró perplejo.
—¿Lo
viste?
—Una
parte —repuse—. ¿Tienes algo que ver con el tema?
—Me
interesa —contestó—, pero hasta ahora no vi ninguna copia.
Se
hizo un silencio.
—¿Eres
de los Estados Unidos? —me preguntó. La pregunta me molestó, así
que decidí no responderle. En cambio, le pregunté:
—¿El
Manuscrito tiene algo que ver con las ruinas de Machu Picchu?
—No
creo —respondió—. Salvo que fue escrito más o menos en la misma
época en que se construyeron las ruinas.
Guardé
silencio, mirando el increíble paisaje de los Andes. Si yo
permanecía callado, tarde o temprano él divulgaría qué hacía
allí con Julia y en qué se relacionaba con el Manuscrito. Seguimos
sentados durante veinte minutos sin conversar. Al final. Rolando se
puso de pie y fue hacia donde dialogaban Julia y Sánchez.
Realmente
no sabía qué hacer. Había evitado sentarme con ellos porque tenía
la clara impresión de que deseaban hablar a solas. Durante quizás
otros treinta minutos, me quedé allí, contemplando los picos
rocosos y esforzándome por oír la conversación de los otros.
Ninguno me prestaba la más mínima atención. Por último, decidí
reunirme con ellos, pero antes de que pudiera moverme los tres se
levantaron y se dirigieron al vehículo de Julia. Corté camino por
las rocas para alcanzarlos.
—Deben
marcharse —me comentó Sánchez cuando me acerqué.
—Lamento
que no hayamos tenido tiempo de hablar—dijo Julia—. Espero verte
otra vez. —Me miraba con la misma calidez que a menudo mostraba
Sánchez. Cuando asentí, sacudió ligeramente la cabeza y
agregó: —En realidad, tengo la sensación de que nos veremos
pronto.
Mientras
caminábamos por el camino rocoso, sentí la necesidad de
responder algo, pero no podía pensar. Al llegar a su vehículo,
Julia dijo un rápido adiós. Rolando y ella subieron y el vehículo
arrancó hacia el norte, por donde habíamos llegado Sánchez y yo.
Me sentía confundido.
En
cuanto subimos a nuestro camión, Sánchez me preguntó:
—¿Rolando
le habló de Wil?
—¡No!
—exclamé—, ¿Lo vieron? Sánchez se mostró sorprendido.
—Sí,
lo vieron en un pueblo a unos cincuenta kilómetros de aquí.
—¿Wil
les dijo algo sobre mí?
—Según
me contó Julia, Wil mencionó que se había separado de usted.
Pero habló sobre todo con Rolando. ¿Usted le dijo a Rolando quién
era?
—No,
no sabía si podía confiar en él.
La
expresión de Sánchez era de total incredulidad.
—Le
dije que con ellos se podía hablar. Hace años que conozco a Julia.
Es dueña de un negocio en Lima, pero desde el descubrimiento del
Manuscrito está buscando la Novena Revelación. Julia no viajaría
con alguien que no fuera digno de confianza. No había peligro. Ahora
perdió una información importante.
Sánchez
me miró serio.
—ESTE
ES UN PERFECTO EJEMPLO DE CÓMO INTERFIERE UN DRAMA DE Control
—explicó—. USTED SE MOSTRÓ TAN DISTANTE QUE NO PERMITIÓ QUE
SE PRODUJERA UNA COINCIDENCIA DE IMPORTANCIA.
Sin
duda me vio a la defensiva.
—Está
bien —dijo—, todos hacemos dramatizaciones de uno u otro tipo.
Por lo menos, ahora entiende cómo funciona la suya.
—¡No
entiendo! —exclamé—. ¿Qué estoy haciendo, exactamente?
—SU
FORMA DE CONTROLAR SITUACIONES Y PERSONAS —explicó—, PARA
HACER QUE LA ENERGÍA VAYA PARA SU LADO, CONSISTE EN CREAR ESTE DRAMA
EN SU MENTE DURANTE EL CUAL SE RETIRA Y SE MUESTRA MISTERIOSO Y
RESERVADO. USTED SE DICE QUE ES CAUTO, PERO LO QUE EN REALIDAD HACE
ES ESPERAR QUE ALGUIEN SE INCORPORE AL DRAMA Y TRATE DE IMAGINAR QUÉ
LE PASA. CUANDO ESO OCURRE, USTED SE MUESTRA VAGO Y FUERZA AL OTRO A
ESFORZARSE, HURGAR Y TRATAR DE DISCERNIR SUS VERDADEROS SENTIMIENTOS.
"AL
HACERLO, LE PRESTA SU TOTAL ATENCIÓN Y LE ENVÍA SU ENERGÍA. CUANTO
MÁS TIEMPO USTED LO MANTENGA INTERESADO E INTRIGADO, MÁS ENERGÍA
RECIBE. POR DESGRACIA, MIENTRAS JUEGA A SER DISTANTE, SU VIDA TIENDE
A EVOLUCIONAR MUY LENTAMENTE, PORQUE REPITE LA MISMA ESCENA UNA Y
OTRA VEZ. SI SE HUBIERA ABIERTO a Rolando, LA PELÍCULA DE SU VIDA
HABRÍA DESPEGADO EN UNA DIRECCIÓN NUEVA Y SIGNIFICATIVA.
Sentí
que me deprimía. Aquello no era más que otro ejemplo de lo que Wil
había señalado cuando vio que yo me resistía a darle información
a Reneau. Era cierto. YO TENDÍA A OCULTAR LO QUE EN REALIDAD
PENSABA.
Miré
por la ventanilla el camino que iba subiendo más arriba entre los
picos. Sánchez volvió a concentrarse en evitar pozos fatales.
Cuando la huella se tornó más angosta, me miró y dijo:
—EL
PRIMER PASO EN EL PROCESO DE PONER LAS COSAS EN CLARO CONSISTE PARA
TODOS EN TRAER A LA CONCIENCIA NUESTRO DRAMA PARTICULAR DE CONTROL.
NO PODREMOS AVANZAR HASTA NO HABERNOS MIRADO BIEN Y DESCUBIERTO QUÉ
HACEMOS PARA MANIPULAR Y ASÍ CONSEGUIR ENERGÍA. Es justo lo que le
pasó a usted.
—¿Cuál
es el próximo paso? —pregunté.
—CADA
UNO DEBE REMONTARSE A SU PASADO, A LA VIDA FAMILIAR INICIAL, Y VER
CÓMO SE FORMÓ ESE HÁBITO. VER SU APARICIÓN MANTIENE NUESTRA FORMA
DE CONTROLAR EN EL NIVEL CONSCIENTE. RECUERDE: LA MAYORÍA DE LOS
MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA REPRESENTABAN A SU VEZ UN DRAMA PARA
TRATAR DE ABSORBER ENERGÍA DE NOSOTROS CUANDO ÉRAMOS CHICOS. ES POR
ESO QUE TUVIMOS QUE FORMAR UN DRAMA DE CONTROL. NOS HACÍA FALTA UNA
ESTRATEGIA PARA RECUPERAR LA ENERGÍA. SIEMPRE DESARROLLAMOS NUESTROS
DRAMAS PARTICULARES EN RELACIÓN CON LOS MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA.
NO OBSTANTE, UNA VEZ QUE RECONOCEMOS LA DINÁMICA DE LA ENERGÍA EN
NUESTRA FAMILIA, PODEMOS IR MÁS ALLÁ DE ESTAS ESTRATEGIAS DE
CONTROL Y VER QUÉ OCURRE EN REALIDAD.
—¿A
qué se refiere con "lo que ocurre en realidad"?
—CADA
PERSONA DEBE REINTERPRETAR SU EXPERIENCIA DE FAMILIA DESDE UN
PUNTO DE VISTA EVOLUCIONISTA, DESDE UN PUNTO DE VISTA ESPIRITUAL, Y
DESCUBRIR QUIÉN ES EN VERDAD. UNA VEZ QUE LO HACEMOS, NUESTRO DRAMA
SE DESVANECE Y NUESTRA VIDA REAL DESPEGA.
—Entonces,
¿por dónde empiezo?
—Primero,
entendiendo CÓMO SE FORMÓ SU DRAMATIZACIÓN.
Hábleme
de su padre.
—Es
un buen hombre, divertido y capaz, pero... —Vacilé. No quería dar
la impresión de ser desagradecido con mi padre.
—¿Pero
qué? —preguntó Sánchez.
—Bueno,
SIEMPRE FUE MUY CRÍTICO. YO NUNCA HACÍA NADA BIEN.
—¿Cómo
lo criticaba? —preguntó Sánchez.
Apareció
en mi mente una imagen de mi padre, joven y fuerte.
—ME
HACÍA PREGUNTAS Y SIEMPRE ENCONTRABA ALGO EQUIVOCADO EN LAS
RESPUESTAS.
—¿Y
qué le pasaba a su energía?
—Supongo
que me sentía despojado, así que trataba de evitar decirle cosas.
—Es
decir, que SE VOLVÍA VAGO Y DISTANTE Y TRATABA DE HABLAR COMO PARA
ATRAER LA ATENCIÓN DE ÉL PERO SIN REVELAR DEMASIADO Y ASÍ NO DARLE
MOTIVO PARA CRITICAR. ¿ÉL ERA EL INTERROGADOR
Y USTED LO ELUDÍA CON SU ACTITUD DISTANTE?
—Sí,
creo que sí. Pero, ¿qué es un interrogador?
—ES
OTRA CLASE DE DRAMA. LAS PERSONAS QUE USAN ESA FORMA DE OBTENER
ENERGÍA MONTAN EL DRAMA DE HACER PREGUNTAS Y SONDEAR EL MUNDO DEL
OTRO CON EL PROPÓSITO ESPECÍFICO DE ENCONTRAR ALGO EQUIVOCADO.
APENAS LO HACEN, CRITICAN ESE ASPECTO DE LA VIDA DEL OTRO. SI
ESTA ESTRATEGIA TIENE ÉXITO, LA PERSONA CRITICADA ES INCORPORADA AL
DRAMA. DE REPENTE EMPIEZA A SENTIRSE TÍMIDA RESPECTO DEL
INTERROGADOR Y PRESTA ATENCIÓN A LO QUE ÉSTE HACE Y PIENSA, PARA NO
COMETER ALGÚN ERROR SUSCEPTIBLE DE SER NOTADO POR EL INTERROGADOR.
ESTA DEFERENCIA PSÍQUICA LE DA AL INTERROGADOR LA ENERGÍA QUE
QUIERE.
PIENSE
LAS VECES QUE ESTUVO CON ALGUIEN ASÍ. CUANDO QUEDA ATRAPADO EN ESE
DRAMA, ¿NO TIENDE A ACTUAR DE MANERA TAL QUE ESA PERSONA NO LO
CRITIQUE? EL INTERROGADOR LO SACA DE SU CAMINO Y LO DESPOJA DE SU
ENERGÍA PORQUE USTED SE JUZGA A SÍ MISMO POR LO QUE ÉL PUEDA
PENSAR.
Recordé
con exactitud esa sensación, y la persona que me vino a la mente fue
Jensen.
—¿Entonces
mi padre era un interrogador? —pregunté. —Por lo que me contó,
sí.
Durante
un momento me quedé pensando en el drama de mi madre. Si mi padre
era un interrogador, ¿qué era ella? Sánchez me preguntó en qué
pensaba.
—Me
preguntaba cuál es el drama de control de mi madre
—respondí—.
¿Cuántos tipos hay?
—Déjeme
explicarle las clasificaciones mencionadas en el Manuscrito —dijo
Sánchez—. CADA PERSONA MANIPULA PARA CONSEGUIR ENERGÍA EN FORMA
AGRESIVA, FORZANDO DIRECTAMENTE A LA GENTE A QUE LE PRESTE ATENCIÓN,
O PASIVA, JUGANDO CON LA SIMPATÍA O LA CURIOSIDAD DE LA GENTE PARA
ATRAER LA ATENCIÓN. POR EJEMPLO, SI ALGUIEN LO AMENAZA, VERBAL O
FÍSICAMENTE, USTED SE VE FORZADO, POR TEMOR A QUE LE PASE ALGO MALO,
A PRESTARLE ATENCIÓN Y ASÍ A DARLE ENERGÍA. LA PERSONA QUE LO
AMENAZA LO ARRASTRARÍA AL TIPO DE DRAMA MÁS AGRESIVO, LO QUE LA
SEXTA REVELACIÓN LLAMA EL "INTIMIDADOR".
"SI,
POR OTRA PARTE, ALGUIEN LE DICE TODAS LAS COSAS HORRIBLES QUE LE
ESTÁN SUCEDIENDO, DANDO A ENTENDER, QUIZÁ, QUE USTED ES EL
RESPONSABLE Y QUE SI USTED SE NIEGA A AYUDARLO ESAS COSAS
CONTINUARÁN, ESA PERSONA TRATA DE CONTROLAR EN EL NIVEL MÁS PASIVO,
CON LO QUE EL MANUSCRITO LLAMA EL DRAMA DEL “POBRE
DE MÍ". Piénselo un momento. ¿NUNCA ESTUVO AL
LADO DE ALGUIEN QUE LO HACE SENTIR CULPABLE CUANDO SE HALLA EN SU
PRESENCIA, AUNQUE USTED SEPA QUE NO HAY NINGUNA RAZÓN PARA ESO?
—Sí.
—Bueno,
ES PORQUE ENTRÓ EN EL MUNDO DRAMÁTICO DEL "POBRE DE MÍ".
TODO LO QUE DICE Y HACE LO COLOCA A USTED EN UNA POSICIÓN EN LA QUE
TIENE QUE DEFENDERSE DE LA IDEA DE QUE NO ESTÁ HACIENDO LO
SUFICIENTE POR ESA PERSONA. POR ESO UNO SE SIENTE CULPABLE POR EL
SOLO HECHO DE ESTAR CON ELLA.
Asentí.
—PUEDE
ANALIZARSE EL DRAMA DE CADA UNO DE NOSOTROS —continuó—, SEGÚN
DÓNDE SE UBIQUE EN ESTE ESPECTRO QUE VA DE AGRESIVO A PASIVO. SI UNA
PERSONA ES SUTIL EN SU AGRESIÓN, SI ENCUENTRA FALLAS Y LENTAMENTE
SOCAVA SU MUNDO PARA OBTENER SU ENERGÍA, como vimos en el caso de su
padre, ESA PERSONA SERÍA UNA INTERROGADORA. MENOS PASIVO QUE EL
"POBRE DE MÍ" SERÍA SU DRAMA DE LA ACTITUD DISTANTE. DE
MODO QUE EL ORDEN DE LOS DRAMAS ES: INTIMIDADOR, INTERROGADOR,
DISTANTE Y POBRE DE MÍ. ¿Le parece lógico?
—Supongo
que sí.
—Correcto.
ALGUNAS PERSONAS USAN MÁS DE UN DRAMA EN DISTINTAS CIRCUNSTANCIAS,
PERO LA MAYORÍA TENEMOS UN DRAMA DE CONTROL DOMINANTE QUE TENDEMOS A
REPETIR, SEGÚN CUÁL FUNCIONÓ BIEN CON LOS MIEMBROS DE NUESTRA
FAMILIA PRIMARIA.
De
pronto vi todo muy claro. Mi madre me hacía exactamente lo
mismo que mi padre. Miré a Sánchez.
—Mi
madre. Ya sé lo que era. También era una interrogadora.
—O
sea que recibió una dosis doble —comentó Sánchez—. Con
razón es tan distante. PERO POR LO MENOS NO LO INTIMIDABAN. POR LO
MENOS NUNCA TEMIÓ POR SU SEGURIDAD.
—¿Qué
habría ocurrido en ese caso?
—HABRÍA
QUEDADO CLAVADO EN UN DRAMA DE POBRE DE MÍ. ¿Ve cómo funciona? SI
USTED ES UN NIÑO Y ALGUIEN LE QUITA SU ENERGÍA AMENAZÁNDOLO CON UN
DAÑO FÍSICO, SER DISTANTE NO DA RESULTADO. NO PUEDE LOGRAR QUE LE
DEN ENERGÍA HACIÉNDOSE EL TÍMIDO. A LOS DEMÁS LES IMPORTA UN
RÁBANO QUÉ PASA EN SU INTERIOR. SON MUY FUERTES. ENTONCES, USTED SE
VE OBLIGADO A VOLVERSE MÁS PASIVO E INTENTAR EL ENFOQUE DEL POBRE DE
MÍ, APELANDO A LA MISERICORDIA DEL OTRO, HACIÉNDOLO SENTIR CULPABLE
POR EL DAÑO QUE ESTÁ HACIENDO.
SI ESO
NO FUNCIONA, DE CHICOS, AGUANTAMOS HASTA SER LO BASTANTE GRANDES PARA
EXPLOTAR CONTRA LA VIOLENCIA Y COMBATIR LA AGRESIÓN CON AGRESIÓN.
—Hizo una pausa. —Como la chica de la cual me habló, en la
familia peruana que le servía la cena.
UNA
PERSONA LLEGA A CUALQUIER EXTREMO NECESARIO PARA ATRAER LA ENERGÍA
DE LA ATENCIÓN EN SU FAMILIA. Y, POSTERIORMENTE, ESA ESTRATEGIA PASA
A SER SU FORMA DOMINANTE DE CONTROLAR PARA OBTENER ENERGÍA DE TODOS,
EL DRAMA QUE REPITE EN FORMA CONSTANTE.
—Entiendo
al intimidador —dije—, pero ¿cómo se desarrolla el
interrogador?
—¿QUÉ
HARÍA SI FUERA UN NIÑO Y LOS MIEMBROS DE SU FAMILIA NO ESTUVIERAN O
LO IGNORARAN PORQUE VIVEN PREOCUPADOS POR SUS CARRERAS O ALGO ASÍ?
—No
sé.
—SER
DISTANTE NO ATRAERÍA SU ATENCIÓN; NO LO NOTARÍAN. ¿NO RECURRIRÍA
A SONDEAR, ESPIAR Y POR ÚLTIMO ENCONTRAR ALGO MALO EN ESAS PERSONAS
DISTANTES, PARA CONSEGUIR ATENCIÓN Y ENERGÍA? ESO ES LO QUE HACE UN
INTERROGADOR.
Empecé
a captar la revelación.
—¡LAS
PERSONAS DISTANTES CREAN INTERROGADORES!
—Eso
es.
—¡Y
LOS INTERROGADORES HACEN QUE LA GENTE SEA DISTANTE! ¡Y LOS
INTIMIDADORES CREAN LA ACTITUD POBRE DE MÍ, O, SI ESO NO RESULTA,
OTRO INTIMIDADOR!
—Exacto.
ES ASÍ COMO SE PERPETÚAN LOS DRAMAS DE CONTROL. PERO RECUERDE: HAY
UNA TENDENCIA A VER ESTOS DRAMAS EN LOS DEMÁS Y PENSAR QUE NOSOTROS
ESTAMOS EXENTOS DE ESOS MECANISMOS. CADA UNO DE NOSOTROS DEBE
TRASCENDER ESTA ILUSIÓN PARA PODER SEGUIR ADELANTE. CASI TODOS
TENDEMOS A QUEDARNOS AFERRADOS A UN DRAMA, AL MENOS POR UN TIEMPO, Y
DEBEMOS RETROCEDER Y OBSERVARNOS HASTA DESCUBRIR CUÁL ES.
Me
quedé un rato en silencio. Al fin, miré a Sánchez y le pregunté:
—UNA
VEZ QUE UNO COMPRENDE SU DRAMA, ¿qué pasa? Sánchez redujo la
velocidad para poder mirarme a los ojos. —QUEDAMOS REALMENTE LIBRES
PARA SER MÁS QUE ESA ACTUACIÓN INCONSCIENTE QUE REPRESENTAMOS.
Como le dije antes, PODEMOS ENCONTRAR UN SENTIDO MÁS ELEVADO
PARA NUESTRA VIDA, UNA RAZÓN ESPIRITUAL PARA HABER NACIDO EN
NUESTRAS FAMILIAS PARTICULARES. PODEMOS EMPEZAR A PONER EN CLARO
QUIÉNES SOMOS EN VERDAD.
—Ya
casi llegamos —dijo Sánchez. El camino subía entre dos picos.
Cuando pasamos la enorme formación de la derecha, vi más adelante
una casita, apoyada en otro majestuoso pináculo de piedra.
—El
camión no está —observó el cura.
Estacionamos
y caminamos hasta la casa. Sánchez abrió la puerta y entró
mientras yo me quedaba esperando. Respiré hondo varias veces. El
aire era fresco y liviano. El cielo estaba gris oscuro y cubierto de
nubes. Parecía que iba a llover.
Sánchez
volvió a la puerta:
—No
hay nadie adentro. Debe de estar en las ruinas.
—¿Cómo
hacemos para ir?
De
pronto me pareció que se sentía cansado.
—Están
más arriba, a unos ochocientos metros —dijo, y me entregó las
llaves del camión—. Siga el camino hasta pasar el próximo cordón,
y las verá abajo. Lleve el camión. Quiero quedarme aquí y meditar.
—Está
bien —asentí y subí al vehículo.
Atravesé
un vallecito y después subí el cordón siguiente, con la
expectativa de ver el paisaje. El panorama no me decepcionó. Al
subir la montaña vi todo el esplendor de las ruinas de Machu Picchu:
un templo complejo y macizo, rocas de varias toneladas cuidadosamente
apoyadas unas sobre otras en la montaña. Pese a la luz mortecina y
nebulosa, la belleza del lugar era abrumadora.
Detuve
el camión y absorbí la energía durante diez o quince minutos.
Varios grupos de personas caminaban por las ruinas. Vi que un hombre
con cuello de sacerdote salía de los restos de una construcción y
caminaba hacia un vehículo estacionado en las cercanías. Debido a
la distancia, y debido a que el hombre llevaba una campera de cuero y
no sotana, no podía estar seguro de que fuera el padre Carl.
Puse
en marcha el camión y me aproximé. En cuanto oyó el ruido, levantó
la vista y sonrió, como si reconociera que era el vehículo de
Sánchez. Cuando me vio adentro, al parecer sintió interés y se
acercó. Era petizo y achaparrado, de pelo castaño oscuro, rasgos
rellenos, ojos azul oscuro. Tendría unos treinta años.
—Estoy
con el padre Sánchez —dije, a guisa de presentación,
mientras me bajaba del camión—. Se quedó arriba en la casa.
Me
tendió la mano.
—Soy
el padre Carl.
Miré
las ruinas que se elevaban por detrás de él. La piedra cortada era
más impresionante aún en la proximidad.
—¿Es
la primera vez que viene? —me preguntó.
—Sí
—respondí—. Durante años oí hablar de este lugar pero nunca
pensé en algo así.
—Es
uno de los centros de energía más elevada del mundo —dijo.
Lo
miré. Obviamente, hablaba de la energía en el mismo sentido con que
se la usaba en el Manuscrito. Asentí y dije:
—Llegué
al punto en que estoy tratando conscientemente de generar energía y
manejar mi drama de control. —Me sentí un poco pretencioso al
hablar así, pero bastante cómodo como para ser franco.
—No
parece demasiado distante —observó. Me sorprendí.
—¿Cómo
sabía que ése es mi drama? —pregunté.
—He
desarrollado un instinto al respecto. Por eso estoy aquí.
—¿Ayuda
a las personas a comprender la forma en que controlan?
—Sí,
y su verdadero yo.
Los
ojos le brillaban con sinceridad. Era absolutamente directo, sin una
pizca de incomodidad por revelarse a un extranjero.
Permanecí
en silencio y él preguntó:
—¿Comprende
las cinco primeras revelaciones?
—Leí
la mayoría —respondí—, y he hablado con varias personas.
En
cuanto terminé de decir esto, me di cuenta de que había sido
demasiado impreciso.
—Creo
que entiendo las cinco primeras —agregué—. La sexta no la tengo
muy clara. Asintió y dijo:
—La
mayoría de las personas con las que hablo no han oído hablar del
Manuscrito. Vienen aquí y quedan encantados con la energía.
Solamente eso ya hace que se replanteen sus vidas.
—¿Cómo
conoce a esa gente? Me miró con expresión astuta.
—Al
parecer, me encuentran.
—Usted
dijo que ayuda a las personas a encontrar su verdadero yo. ¿Cómo?
Respiró
hondo y dijo:
—Hay
una sola manera. TODOS DEBEMOS REMONTAMOS A NUESTRA EXPERIENCIA
FAMILIAR, AL TIEMPO Y LUGAR DE LA INFANCIA, Y REVISAR LO QUE PASÓ.
UNA VEZ QUE TOMAMOS CONCIENCIA DE NUESTRO DRAMA DE CONTROL, PODEMOS
CONCENTRARNOS EN UNA VERDAD SUPERIOR EN CUANTO A NUESTRA FAMILIA, EL
HILO DE PLATA, POR ASÍ DECIRLO, QUE YACE MÁS ALLÁ DEL CONFLICTO
ENERGÉTICO. UNA VEZ QUE LA DESCUBRIMOS, ESTA VERDAD PUEDE ENERGIZAR
NUESTRA VIDA, YA QUE NOS DICE QUIÉNES SOMOS, EL CAMINO QUE VAMOS
RECORRIENDO Y QUÉ ESTAMOS HACIENDO.
—Eso
fue lo que me dijo Sánchez —señalé—. Quiero saber más sobre
la manera de hallar esa verdad.
Ya
empezaba el frío del atardecer. Se subió el cierre de la campera y
me dijo:
—Espero
que podamos volver a hablar de esto después. Ahora me gustaría
saludar al padre Sánchez. Miré las ruinas y él agregó:
—Siéntase
libre para mirar todo el tiempo que quiera. Lo veré más tarde en mi
casa.
Durante
la hora y media siguiente, caminé por ese sitio antiguo. En algunos
puntos me demoraba, pues la emoción que me hacían sentir era más
profunda que en otros. Me preguntaba, fascinado, cómo sería la
civilización que había construido esos templos. ¿Cómo
transportaron esas piedras hasta ahí arriba y las pusieron unas
sobre otras? Parecía imposible.
Cuando
mi intenso interés por las ruinas empezó a menguar, mis
pensamientos se volvieron hacia mi situación personal. Si bien
mis circunstancias no habían cambiado, ahora estaba menos asustado.
La confianza de Sánchez me había tranquilizado. Había sido una
estupidez dudar de él. Y ya me agradaba el padre Carl.
Como
ya estaba oscuro, caminé hasta el camión y regresé a la casa del
padre Carl. Cuando iba acercándome vi a los dos hombres parados uno
cerca del otro. Al entrar, oí risas. Los dos se hallaban atareados
en la cocina, preparando la comida. El padre Carl me saludó y me
escoltó hasta una silla. Me senté perezosamente frente a un gran
fuego que ardía en la chimenea y miré alrededor.
La
habitación era grande y estaba revestida con tablones anchos
ligeramente manchados. Vi dos cuartos más, en apariencia
dormitorios, unidos por un pasillo angosto. La casa estaba iluminada
con lamparitas de bajo voltaje y creí detectar el débil ruido de un
generador.
Terminados
los preparativos, me invitaron a sentarme a una mesa rústica.
Sánchez dijo una breve oración y cuando empezamos a comer los dos
hombres siguieron hablando. Después nos sentamos juntos frente al
fuego.
—El
padre Carl habló con Wil —dijo Sánchez.
—¿Cuándo?
—pregunté, lleno de excitación.
—Wil
vino hace varios días —respondió el padre Carl—. Yo lo conocí
el año pasado y vino a traerme una información. Dijo que tenía
idea de quién andaba detrás de la acción gubernamental contra
el Manuscrito.
—¿Quién?
—pregunté.
—El
cardenal Sebastián —intervino Sánchez.
—¿Qué
está haciendo?
—Al
parecer —repuso Sánchez—, utiliza su influencia con el gobierno
para aumentar la presión militar contra el Manuscrito. Siempre
prefirió trabajar en silencio a través del gobierno antes que
generar una división dentro de la Iglesia. Ahora está
intensificando sus esfuerzos. Por desgracia, podría darle
resultado.
—¿A
qué se refiere? —pregunté.
—Exceptuando
a los pocos sacerdotes del Concilio del Norte y otras personas más,
como Julia y Wil, ya casi nadie tiene copias.
—¿Y
los científicos de Vicente? —pregunté.
Ambos
hombres permanecieron callados un momento, hasta que el padre Carl
respondió:
—Wil
me dijo que el gobierno lo clausuró. Arrestaron a todos los
científicos y confiscaron los datos de sus investigaciones.
—¿La
comunidad científica va a permitirlo? —pregunté.
—¿Qué
alternativa tienen? —replicó Sánchez—. Además, la mayoría de
los científicos no aceptaba esa investigación. El gobierno trata de
difundir la idea de que esa gente estaba infringiendo la ley.
—No
puedo creer que el gobierno salga bien parado con eso.
—Al
parecer, sí —dijo el padre Carl—. Hice algunas llamadas para
cerciorarme, y me contaron la misma historia. Si bien lo mantienen
muy callado, el gobierno intensifica las medidas enérgicas.
—¿Qué
creen que va a pasar? —les pregunté a los dos. El padre Carl se
encogió de hombros; el padre Sánchez dijo:
—No
sé. Tal vez dependa de lo que encuentre Wil.
—¿Por
qué? —inquirí.
—Según
parece, está a punto de descubrir la parte que falta del Manuscrito,
la Novena Revelación. Tal vez, si lo logra, despierte suficiente
interés como para suscitar una intervención en un nivel
mundial.
—¿Adónde
dijo que iba? —le pregunté al padre Carl.
—No
lo sabía con exactitud, pero dijo que la intuición lo llevaba más
al norte, cerca de Guatemala.
—¿La
intuición lo guiaba?
—Sí.
LO ENTENDERÁ CUANDO COMPRENDA QUIÉN ES y pase a la Séptima
Revelación.
Los
miré, sorprendido por la increíble serenidad de ambos.
—¿Cómo
pueden quedarse tan tranquilos? —pregunté—. ¿Y si irrumpen aquí
y nos arrestan a todos?
Me
miraron con paciencia. El que habló fue el padre Sánchez.
—NO
CONFUNDA TRANQUILIDAD CON INDIFERENCIA. NUESTRA ACTITUD PACÍFICA
TESTIMONIA LO BIEN QUE NOS CONECTAMOS CON LA ENERGÍA. PERMANECEMOS
CONECTADOS PORQUE ES LO MEJOR QUE PODEMOS HACER, INDEPENDIENTEMENTE
DE LAS CIRCUNSTANCIAS. Entiende, ¿no?
—Sí,
por supuesto. Supongo que soy yo el que tiene problemas para
mantenerse conectado. Los dos sonrieron.
—MANTENERSE
CONECTADO —dijo el padre Carl— LE RESULTARÁ MÁS FÁCIL UNA VEZ
QUE ACLARE QUIÉN ES.
El
padre Sánchez se levantó y se fue, anunciando que lavaría los
platos.
Miré
al padre Carl.
—Está
bien —dije—. ¿Cómo empiezo a verme con claridad?
—El
padre Sánchez me comentó que USTED YA ENTIENDE LOS DRAMAS DE
CONTROL DE SUS PADRES —respondió.
—Así
es. Los dos eran interrogadores y eso me volvió distante.
—Muy
bien. AHORA DEBE MIRAR MÁS ALLÁ DE LA COMPETENCIA POR LA ENERGÍA
QUE EXISTÍA EN SU FAMILIA Y BUSCAR LA VERDADERA RAZÓN POR LA QUE
USTED ESTABA ALLÍ.
Lo
miré desconcertado.
—EL
PROCESO DE DESCUBRIR NUESTRA VERDADERA IDENTIDAD ESPIRITUAL IMPLICA
CONTEMPLAR TODA NUESTRA VIDA COMO UNA LARGA HISTORIA, TRATANDO DE
ENCONTRAR UN SIGNIFICADO MÁS ELEVADO. EMPIECE HACIÉNDOSE ESTA
PREGUNTA: ¿POR QUÉ NACÍ EN ESA FAMILIA EN PARTICULAR? ¿CUÁL
PUEDE HABER SIDO EL PROPÓSITO?
—No
sé —dije.
—Su
padre era un interrogador ¿Qué más era?
—¿Se
refiere a qué postura tiene en la vida?
—Sí.
Pensé
un momento y dije:
—Mi
padre cree auténticamente en disfrutar de la vida y vivir con
integridad, pero tomando el máximo de lo que la vida puede ofrecer.
Ya sabe, vivir la vida plenamente.
—¿Ha
podido hacerlo?
—Hasta
cierto punto, sí, pero de alguna manera siempre parece tener una
racha de mala suerte justo cuando cree que está por disfrutar de la
vida al máximo.
El
padre Carl fijó la mirada en un punto, como en contemplación.
—¿Cree
que la vida es para divertirse y disfrutar, pero no ha logrado
aprovecharla?
—Sí.
—¿Pensó
alguna vez por qué?
—En
realidad, no. Siempre pensé que era desafortunado.
—¿Es
posible que no haya encontrado la forma hasta ahora?
—Tal
vez.
—¿Y
su madre?
—Ya
no vive.
—¿Puede
ver qué representaba su vida?
—Sí,
su vida era la iglesia. Defendía los principios cristianos.
—¿De
qué manera?
—Creía
en el servicio a la comunidad y en obedecer las leyes de Dios.
—¿Ella
obedecía las leyes de Dios?
—Al
pie de la letra; al menos, lo que su iglesia enseñaba.
—¿Pudo
convencer a su padre de hacer lo mismo? Me reí.
—Para
nada. Mi madre quería que fuera a la iglesia todas las semanas y que
participara en las actividades comunitarias. Pero, como le dije, él
era más bien un librepensador.
—¿Y
eso dónde lo coloca a usted? Lo miré.
—Nunca
lo había pensado.
—¿Los
dos querían que les obedeciera? ¿No era por eso que lo
interrogaban? ¿Para asegurarse de que usted no adhería a los
valores del otro? ¿No pretendían ambos que pensara que la posición
de cada uno era la mejor?
—Sí,
tiene razón.
—¿Cómo
respondía usted?
—Simplemente
trataba de evitar tomar posición, creo.
—Los
dos lo controlaban para ver si respondía a sus opiniones
particulares, y como era incapaz de complacer a ambos, usted se
volvió distante.
—Algo
así —dije.
—¿Qué
le pasó a su madre? —preguntó.
—Tuvo
mal de Parkinson y murió después de estar mucho tiempo enferma.
—¿Se
mantuvo fiel a su fe?
—Totalmente
—dije—. Todo el tiempo.
—¿Y
qué sentido le dejó?
—¿Cómo?
—USTED
ESTÁ BUSCANDO EL SENTIDO QUE TIENE SU VIDA PARA USTED, LA RAZÓN POR
LA QUE NACIÓ DE ELLA, Y QUÉ DEBÍA APRENDER ALLÍ. CADA SER HUMANO,
SEA CONSCIENTE O NO, ILUSTRA CON SU VIDA CÓMO SUPONE QUE DEBE VIVIR
UNA PERSONA. USTED DEBE TRATAR DE DESCUBRIR QUÉ LE ENSEÑÓ Y AL
MISMO TIEMPO QUÉ COSA RESPECTO DE LA VIDA DE ELLA PODRÍA HABER SIDO
MEJOR. EL QUÉ HABRÍA CAMBIADO USTED EN SU MADRE ES PARTE TAMBIÉN
DE AQUELLO EN LO QUE USTED ESTÁ TRABAJANDO.
—¿Por
qué sólo parte?
—Porque
LA OTRA PARTE ES CÓMO MEJORARÍA A PARTIR DE LA VIDA DE SU PADRE.
Seguía
confundido. Me apoyó la mano en el hombro.
—NO
SOMOS SIMPLEMENTE LA CREACIÓN FÍSICA DE NUESTROS PADRES; TAMBIÉN
SOMOS LA CREACIÓN ESPIRITUAL. USTED NACIÓ DE ESAS DOS PERSONAS, Y
SUS VIDAS EJERCIERON UN EFECTO IRREVOCABLE EN QUIÉN ES USTED. PARA
DESCUBRIR SU VERDADERO YO, DEBE ADMITIR QUE SU REALIDAD EMPEZÓ EN
UNA POSICIÓN ENTRE LAS VERDADES DE ELLOS. POR ESO USTED NACIÓ
AHÍ: PARA ADQUIRIR UNA PERSPECTIVA SUPERIOR RESPECTO DE LO QUE
REPRESENTABAN. SU CAMINO CONSISTE EN DESCUBRIR UNA VERDAD QUE SEA UNA
SÍNTESIS SUPERIOR DE LO QUE ESAS DOS PERSONAS CREÍAN. Asentí.
—Entonces,
¿CÓMO EXPRESARÍA LO QUE SUS PADRES LE ENSEÑARON?
—No
estoy seguro —respondí.
—¿Qué
le parece?
—Mi
padre pensaba que la vida consistía en maximizar el hecho de estar
vivo, su alegría por ser quién era, y trató de perseguir ese
objetivo. Mi madre creía más en el sacrificio y en pasar el tiempo
sirviendo a los demás, negándose a sí misma. Pensaba que ése era
el mandato de las Escrituras.
—¿Y
usted qué piensa al respecto?
—Realmente
no sé.
—¿Qué
punto de vista elegiría para usted? ¿El de su madre o el de su
padre?
—Ninguno
de los dos. Quiero decir, la vida no es tan simple.
Se
rió.
—Su
respuesta es vaga.
—Supongo
que no sé.
—¿Pero
si tuviera que elegir uno u otro?
Vacilé,
tratando de pensar con honestidad, y me vino a la mente la respuesta.
—Ambos
son correctos —dije— e incorrectos.
Alzó
los ojos.
—¿Cómo?
—No
estoy muy seguro. Pero pienso que una vida correcta debe incluir las
dos visiones.
—La
cuestión para usted es cómo —dijo el padre Carl. ¿CÓMO VIVE UNO
UNA VIDA QUE SEA LAS DOS COSAS? De su madre recibió el conocimiento
de que la vida tiene que ver con la espiritualidad. De su padre
aprendió que la vida es crecimiento personal, diversión, aventura.
—Entonces
—lo interrumpí—, ¿mi vida consiste de alguna manera en combinar
los dos enfoques?
—Sí,
para usted, la cuestión es la espiritualidad. Toda su vida tendrá
que ver con descubrir una espiritualidad que le permita crecer. ÉSE
ES EL PROBLEMA QUE SUS PADRES NO FUERON CAPACES DE CONCILIAR Y QUE LE
DEJARON A USTED. ÉSE ES SU TEMA EVOLUCIONISTA, SU BÚSQUEDA EN ESTA
VIDA.
La
idea me sumergió en una profunda reflexión. El padre Carl dijo algo
más, pero yo ya no podía concentrarme. El fuego, ya menos intenso,
tenía un efecto sedante. Me di cuenta de que estaba cansado.
El
padre Carl se incorporó en la silla y dijo:
—Creo
que se ha quedado sin energía por esta noche, pero permítame
dejarlo con un último pensamiento. PUEDE IR A DORMIR Y NO PENSAR
NUNCA EN LO QUE HABLAMOS. PUEDE VOLVER A SU VIEJO DRAMA O DESPERTARSE
MAÑANA Y ADHERIR A ESTA NUEVA IDEA DE QUIÉN ES USTED. SI ES ASÍ,
ENTONCES PUEDE INICIAR LA SIGUIENTE ETAPA DEL PROCESO, QUE CONSISTE
EN MIRAR ATENTAMENTE TODAS LAS COSAS QUE LE PASARON DESDE QUE NACIÓ.
SI VE SU VIDA COMO UNA HISTORIA, DESDE SU NACIMIENTO HASTA AHORA,
DESCUBRIRÁ CÓMO HA ESTADO TRABAJANDO TODO EL TIEMPO EN ESA
CUESTIÓN. PODRÁ VER CÓMO FUE QUE LLEGÓ AQUÍ, A PERÚ, Y QUÉ
DEBERÍA HACER AHORA.
Asentí
y lo miré atentamente. Tenía una mirada cálida y afectuosa y la
misma expresión que a menudo había visto en las caras de Wil y
Sánchez.
—Buenas
noches —dijo el padre Carl, fue hasta su dormitorio y cerró
la puerta. Extendí mi bolsa de dormir en el piso y enseguida me
quedé dormido.
* * *
Me
desperté pensando en Wil. Quería preguntarle al padre Carl qué
más sabía de sus planes. Mientras me hallaba acostado, pensando,
envuelto todavía en la bolsa de dormir, el padre Carl entró en el
cuarto sin hacer ruido y empezó a avivar el fuego.
Abrí
la bolsa y él me miró, alertado por el ruido.
—Buen
día —me saludó—. ¿Cómo durmió?
—Muy
bien —respondí mientras me levantaba.
Puso
unas ramitas sobre el carbón y después pedazos más grandes de
troncos.
—¿Qué
dijo Wil que iba a hacer? —pregunté.
El
padre Carl se puso de pie y se volvió para hablarme.
—Dijo
que iba a la casa de un amigo para esperar cierta información que
estaba aguardando; supongo que es información sobre la Novena
Revelación.
—¿Qué
más dijo? —pregunté.
—Wil
piensa que el padre Sebastián se propone encontrar personalmente la
última revelación y que anda bastante cerca. Cree que la persona
que controle la última revelación determinará si el
Manuscrito llegará alguna vez a ser distribuido y comprendido en
forma generalizada.
—¿Por
qué?
—En
realidad no lo sé con certeza. Wil fue uno de los primeros en reunir
y leer las revelaciones. Puede entenderlas mejor que nadie. Para mí,
él piensa que la última revelación hará que todas las demás
resulten más claras y sean aceptadas.
—¿Cree
que tiene razón? —pregunté.
—No
sé —respondió—. No entiendo tanto como él. Lo único que
entiendo es lo que debo hacer.
—¿Qué
es?
Hizo
una pausa momentánea y después contestó:
—Como
le dije antes, mi verdad es ayudar a las personas a descubrir quiénes
son en realidad. Cuando leí el Manuscrito, esta misión se volvió
muy clara para mí. La Sexta Revelación es mi revelación especial.
Mi verdad consiste en ayudar a otros a captarla. Y soy eficaz porque
yo mismo viví ese proceso.
—¿Cuál
era su drama de control? —le pregunté.
Me
miró divertido.
—Era
un interrogador.
—¿CONTROLABA
A LAS PERSONAS ENCONTRANDO ALGO MALO EN LA FORMA COMO VIVÍAN?
—Eso
es. MI PADRE ERA UN "POBRE DE MÍ" Y MI MADRE, DISTANTE. ME
IGNORABAN POR COMPLETO. LA ÚNICA FORMA EN QUE PODÍA ATRAER ENERGÍA
DE ATENCIÓN ERA ESPIAR LO QUE HACÍAN Y SEÑALAR ALGÚN ERROR.
—¿Y
cuándo superó ese drama?
—Hace
unos dieciocho meses, cuando conocí al padre Sánchez y empecé a
estudiar el Manuscrito. Después de analizar bien a mis padres,
descubrí para qué me había preparado mi experiencia con ellos.
¿Sabe? Para mi padre lo importante era la realización. Se manejaba
con objetivos. Planificaba su tiempo minuto a minuto y se juzgaba a
sí mismo de acuerdo con lo que lograba hacer. Mi madre era muy
intuitiva y mística. Creía que cada uno de nosotros recibía guía
espiritual y que la vida consistía en seguir ese rumbo.
—¿Qué
pensaba su padre sobre eso?
—Pensaba
que era una locura. Sonreí pero no dije nada.
—¿Ve
a qué me llevó eso? —preguntó el padre Carl. Meneé la cabeza.
No lograba captarlo.
—Gracias
a mi padre —explicó—, estaba sensibilizado a la idea de que la
vida tenía que ver con la realización: tener algo importante para
hacer, y hacerlo. Pero al mismo tiempo, allí estaba mi madre para
decirme que la vida tenía que ver con una dirección interna, algo
así como una guía intuitiva. ME DI CUENTA DE QUE MI VIDA ERA UNA
SÍNTESIS DE LOS DOS PUNTOS DE VISTA. Trataba de descubrir cómo
somos guiados internamente hacia la misión que sólo nosotros
podemos cumplir, sabiendo que es de máxima importancia llevar a cabo
esa misión si queremos sentirnos felices y plenos.
Asentí.
—Y
—continuó— ya ve por qué me entusiasmó tanto la Sexta
Revelación. En cuanto la leí, supe que mi trabajo era ayudar a las
personas a ver claro para poder desarrollar ese sentido de propósito.
—¿Sabe
cómo llegó Wil al punto donde se halla?
—Sí,
me lo contó. El drama de Wil era ser distante, igual que usted. E
igual que en su caso, ambos padres eran interrogadores y cada uno
tenía una fuerte filosofía que quería que Wil adoptara. El padre
de Wil era un novelista alemán para el cual el destino último de la
raza humana era perfeccionarse. Su padre no defendió nunca otra cosa
que los más puros principios humanitarios, pero los nazis
usaron su idea básica de perfeccionarse para legitimar su
liquidación criminal de las razas inferiores.
La
corrupción de su tema guía destruyó al viejo y lo llevó a
trasladarse a América del Sur con su mujer y Wil. La esposa era una
peruana que se crió y estudió en los Estados Unidos. Era escritora
también, pero básicamente oriental en sus creencias
filosóficas. Sostenía que la vida consistía en alcanzar una
iluminación interior, una conciencia superior marcada por la paz
mental y el desapego de las cosas del mundo. Según ella, la vida no
tenía que ver con la perfección, sino con librarse de la necesidad
de perfeccionar lo que fuere, de ir a alguna parte... ¿Ve dónde
dejó esto a Wil? Meneé la cabeza.
—Quedó
en una posición difícil —continuó el padre Carl—. El padre era
un paladín de la idea occidental de trabajar para el progreso y la
perfección, y la madre sostenía que la vida consistía en alcanzar
la paz interior y nada más.
Esas
dos personas prepararon a Wil para trabajar en la integración de las
principales diferencias filosóficas entre las culturas oriental y
occidental, aunque en un primer momento no lo hizo. Se recibió de
ingeniero y se dedicó a progresar y luego se convirtió en un simple
guía que buscó la paz trayendo a la gente a los bellísimos y
conmovedores lugares de este país.
No
obstante, lo que despertó todo eso en él fue el estudio del
Manuscrito. LAS REVELACIONES SE REFIEREN DIRECTAMENTE A SU CUESTIÓN
PRINCIPAL. REVELAN QUE EL PENSAMIENTO ORIENTAL Y EL OCCIDENTAL PUEDEN
REALMENTE INTEGRARSE EN UNA VERDAD SUPERIOR. NOS MUESTRAN QUE
OCCIDENTE TIENE RAZÓN CUANDO AFIRMA QUE LA VIDA ES PROGRESO, QUE ES
EVOLUCIÓN HACIA ALGO SUPERIOR. SIN EMBARGO. ORIENTE TAMBIÉN TIENE
RAZÓN CUANDO ENFATIZA QUE DEBEMOS ABANDONAR EL CONTROL DEL YO. NO
PODEMOS PROGRESAR USANDO SOLAMENTE LA LÓGICA. DEBEMOS ALCANZAR UNA
CONCIENCIA MÁS PLENA, UNA CONEXIÓN INTERIOR CON DIOS, PORQUE SÓLO
AS NUESTRA EVOLUCIÓN HACIA ALGO MEJOR PUEDE SER GUIADA POR UN PARTE
MÁS ELEVADA DE NOSOTROS MISMOS.
"Cuando
Wil empezó a descubrir las revelaciones, toda su vida empezó a
fluir. Conoció a José, el sacerdote que halló el Manuscrito y lo
hizo traducir. Al poco tiempo conoció al propietario de Vicente, y
eso contribuyó a iniciar las investigaciones allí. Y más o menos
por la misma época, conoció a Julia, que era empresaria pero que
también trabajaba como guía llevando gente a las selvas vírgenes.
Justamente
con Julia era con quien más afinidad tenía. Congeniaron enseguida
debido a la semejanza de las cuestiones que perseguían. Julia se
crió con un padre que hablaba de ideas espirituales pero de una
forma caprichosa e inconsistente. La madre, por su parte, era
profesora de oratoria en la universidad, un as en el arte de la
discusión, que exigía pensar con claridad. Naturalmente, Julia
terminó buscando información sobre la espiritualidad, aunque
siempre con la condición de que fuera inteligible y precisa.
"Wil
quería alcanzar una síntesis entre Oriente y Occidente que
explicara la espiritualidad humana, y Julia quería que esa
explicación fuera absolutamente clara. Algo que el Manuscrito les
dio a los dos.
—El
desayuno está listo —gritó Sánchez desde la cocina. Me di
vuelta, sorprendido. No sabía que Sánchez estaba levantado.
Cortamos la conversación y nos reunimos con él para tomar un
desayuno de frutas y cereales. Después, el padre Carl me invitó a
ir caminando a las ruinas. Acepté, ya que tenía muchas ganas de
volver a verlas. Le sugerimos la idea al padre Sánchez, pero
cortésmente dijo que no, explicando que debía bajar la montaña
para hacer algunas llamadas.
Afuera,
el cielo estaba transparente y el sol brillaba radiante sobre los
picos. Caminamos a paso ligero.
—¿Cree
que hay alguna forma de ponerme en contacto con Wil? —pregunté.
—No
—respondió—. No me dijo quiénes eran sus amigos. La única
forma sería ir en auto hasta Iquitos, una ciudad cercana a la
frontera norte, y considero que en este momento resultaría
peligroso.
—¿Por
qué allí? —pregunté.
—Pensaba
que su búsqueda lo llevaría a esa ciudad. Hay muchas ruinas cerca.
Además, el cardenal Sebastián tiene una misión por ahí.
—¿Le
parece que Wil va a encontrar la última revelación?
—No
sé.
Caminamos
en silencio durante varios minutos. En un momento, el padre Carl me
preguntó:
—¿Ya
decidió algo respecto de lo que hará personalmente?
—¿A
qué se refiere?
—El
padre Sánchez dijo que al principio usted habló de regresar
enseguida a los Estados Unidos pero que últimamente parece
interesarle más explorar las revelaciones. ¿Cómo se siente ahora?
—Precario
—respondí—. Sin embargo, por alguna razón también quiero
seguir adelante.
—Tengo
entendido que mataron a un hombre frente a usted.
—Así
es.
—¿Y
no obstante quiere quedarse?
—No
—dije—. Quiero irme, salvar mi vida... y pese a eso, aquí estoy.
—¿Por
qué cree que es así? —preguntó. Escudriñé su expresión.
—No
sé. ¿Y usted?
—¿Recuerda
dónde dejamos la conversación anoche? Lo recordaba con exactitud.
—HABÍAMOS
DESCUBIERTO LA CUESTIÓN QUE ME DEJARON MIS PADRES: ENCONTRAR UNA
ESPIRITUALIDAD QUE ME PERMITA CRECER, QUE ME DÉ UN SENTIDO DE LA
AVENTURA Y PLENITUD. Y DIJO QUE SI ANALIZABA CÓMO HABÍA
EVOLUCIONADO MI VIDA, ESTA CUESTIÓN LE DARÍA A MI EXISTENCIA SU
EXACTA PROPORCIÓN Y ME ACLARARÍA LO QUE ESTÁ PASÁNDOME AHORA.
Sonrió
con aire misterioso.
—Sí,
según, el Manuscrito, así ocurre.
—¿Cómo
ocurre?
—TODOS
DEBEMOS VER LOS CAMBIOS SIGNIFICATIVOS EN NUESTRA VIDA Y
REINTERPRETARLOS A LA LUZ DE NUESTRA CUESTIÓN EVOLUCIONISTA.
Sacudí
la cabeza, sin comprender.
—TRATE
DE PERCIBIR LA SECUENCIA DE INTERESES, AMIGOS IMPORTANTES Y
COINCIDENCIAS QUE SE PRODUJERON EN SU VIDA. ¿NO LO LLEVABAN A ALGUNA
PARTE?
Pensé
en mi vida desde la infancia pero no encontré ningún esquema.
—¿Cómo
ocupaba su tiempo mientras crecía? —preguntó.
—No
sé. Fui un chico típico, supongo. Leía mucho.
—¿Qué
leía?
—Sobre
todo novelas de misterio, ciencia ficción, historias de fantasmas,
ese tipo de cosas.
Pensé
en la presencia de mi abuelo y le conté al padre Carl lo del lago y
las montañas.
Movió
la cabeza en señal de comprensión.
—¿Y
ya de grande, qué pasó?
—Fui
a la universidad. Mi abuelo murió cuando yo estaba ausente.
—¿Qué
estudió?
—Sociología.
—¿Por
qué?
—Tuve
un profesor que me encantó. Su conocimiento sobre la naturaleza
humana me interesó y decidí estudiar con él.
—¿Qué
ocurrió entonces?
—Me
recibí y empecé a trabajar.
—¿Le
gustaba?
—Durante
mucho tiempo, sí.
—¿Y
después las cosas cambiaron?
—Empecé
a sentir que lo que hacía no era completo. Trabajaba con
adolescentes con trastornos emocionales y creía saber cómo podían
trascender su pasado y dejar el acting out que era tan
autodestructivo. Pensaba que podía ayudarlos a seguir adelante en la
vida. Por último, me di cuenta de que en mi enfoque faltaba algo.
—¿Y
luego?
—Dejé.
—¿Y?
—Y
en ese momento una vieja amiga vino a verme y me habló del
Manuscrito.
—¿Fue
entonces cuando decidió venir a Perú?
—Sí.
—¿Qué
piensa de su experiencia aquí?
—Pienso
que estoy loco —repuse—. Pienso que van a matarme.
—¿Pero
qué piensa de la forma en que ha avanzado su experiencia?
—No
entiendo.
—Cuando
el padre Sánchez me contó lo que le había pasado desde su
llegada a Perú —dijo—, me asombró la serie de coincidencias que
lo pusieron cara a cara con las distintas revelaciones del Manuscrito
justo cuando las necesitaba.
—¿Qué
significa eso para usted? —pregunté. Dejó de caminar y me miró.
—SIGNIFICA
QUE ESTABA LISTO. ESTÁ COMO TODOS LOS QUE NOS HALLAMOS AQUÍ. LLEGÓ
A UN PUNTO EN EL QUE NECESITABA EL MANUSCRITO PARA CONTINUAR SU
EVOLUCIÓN VITAL.
PIENSE
CÓMO ENCAJAN ENTRE SÍ LOS HECHOS DE SU VIDA. DESDE EL COMIENZO, LE
INTERESARON LOS TEMAS MISTERIOSOS Y ESE INTERÉS AL FINAL LO LLEVÓ A
ESTUDIAR LA NATURALEZA HUMANA. ¿Por qué cree que conoció a ese
profesor en particular? El cristalizaba sus intereses y lo llevó a
prestar atención al mayor misterio: la situación de la humanidad en
el planeta, la cuestión de qué es la vida. Entonces, en algún
nivel, usted sabía que el sentido de la vida estaba conectado con el
problema de trascender el condicionamiento de nuestro pasado y llevar
nuestra vida adelante. Por eso trabajaba con esos chicos.
Pero,
como bien lo entiende ahora, fueron necesarias las revelaciones para
aclarar qué faltaba en su técnica con esos jóvenes. Para que los
chicos con trastornos emocionales evolucionaran tenían que
hacer lo que debemos hacer todos: conectarse con suficiente
energía como para superar su intenso drama de control, lo que usted
llama acting out, y seguir adelante en lo que resulta ser un proceso
espiritual, un proceso que usted ha tratado de entender todo el
tiempo.
OBSERVE
LA PERSPECTIVA MÁS ELEVADA DE ESOS HECHOS. TODOS LOS INTERESES
QUE LO LLEVARON ADELANTE EN SU PASADO, TODAS ESAS ETAPAS DE
CRECIMIENTO, SIMPLEMENTE LO PREPARABAN PARA ESTAR AQUÍ, AHORA,
EXPLORANDO LAS REVELACIONES. Trabajó en su búsqueda evolucionista
de una espiritualidad enriquecedora durante toda su vida, y la
energía que adquirió de ese lugar natural en el que creció, una
energía que su abuelo trataba de mostrarle, al final le dio el
coraje necesario para venir a Perú. USTED ESTÁ AQUÍ PORQUE ES
DONDE NECESITA ESTAR PARA CONTINUAR LA EVOLUCIÓN. TODA SU VIDA HA
SIDO UN LARGO CAMINO QUE LO CONDUJO DIRECTAMENTE A ESTE MOMENTO.
Sonrió.
CUANDO
INTEGRE POR ENTERO ESTA VISIÓN DE SU VIDA, HABRÁ LOGRADO LO QUE EL
MANUSCRITO LLAMA UNA CONCIENCIA CLARA DE SU CAMINO ESPIRITUAL. SEGÚN
EL MANUSCRITO, TODOS DEBEMOS PASAR TODO EL TIEMPO QUE SEA NECESARIO
ATRAVESANDO ESTE PROCESO DE ACLARAR EL PASADO. LA MAYORÍA DE
NOSOTROS TENEMOS UN DRAMA DE CONTROL QUE DEBEMOS TRASCENDER, PERO EN
CUANTO LO HACEMOS PODEMOS COMPRENDER EL SENTIDO MÁS ELEVADO DE POR
QUÉ NACIMOS DE NUESTROS PADRES Y PARA QUÉ NOS PREPARABAN TODOS
LOS VIRAJES Y LAS VUELTAS DE NUESTRA VIDA. TODOS TENEMOS UN
PROPÓSITO ESPIRITUAL, UNA MISIÓN, QUE HEMOS PERSEGUIDO SIN SER
DEL TODO CONSCIENTES DE ELLO, Y UNA VEZ QUE LO TRAEMOS TOTALMENTE A
LA CONCIENCIA, NUESTRAS VIDAS PUEDEN DESPEGAR.
"EN
SU CASO, USTED DESCUBRIÓ ESE PROPÓSITO. AHORA DEBE SEGUIR ADELANTE,
PERMITIR QUE LAS COINCIDENCIAS LO GUÍEN HACIA UNA IDEA CADA VEZ MÁS
CLARA DE CÓMO PROSEGUIR SU MISIÓN A PARTIR DE ESTE PUNTO, Y DE QUÉ
MÁS DEBE HACER AQUÍ. Desde que está en Perú, se dejó llevar por
la energía de Wil y del padre Sánchez. Ya es hora de que aprenda a
evolucionar solo... conscientemente.
Estaba
a punto de decirme algo más, pero los dos nos distrajimos al ver el
camión de Sánchez que venía detrás de nosotros. Nos alcanzó y
bajó la ventanilla.
—¿Qué
pasa? —preguntó el padre Carl.
—Debo
volver a la misión en cuanto empaque mis cosas —dijo Sánchez—.
Están las tropas del gobierno... y el cardenal Sebastián.
Subimos
los dos al camión y Sánchez arrancó rumbo a la casa del padre
Carl. En el camino nos contó que las tropas habían ido a la misión
para confiscar todas las copias del Manuscrito y tal vez para
cerrarlo.
Llegamos
a la casa y entramos enseguida. El padre Sánchez empezó a guardar
sus pertenencias. Yo me quedé de pie, pensando qué hacer. Mientras
observaba, el padre Carl se acercó al otro sacerdote y le dijo:
—Creo
que debería ir con usted. Sánchez se volvió.
—¿Está
seguro?
—Sí,
creo que debo hacerlo.
—¿Para
qué?
—Todavía
no lo sé.
Sánchez
lo miró un instante y continuó empacando.
—Si
cree que es lo mejor...
Yo
estaba apoyado en el marco de la puerta.
—¿Qué
debo hacer? —pregunté. Ambos me miraron.
—Es
cosa suya —repuso el padre Carl. Seguí mirando.
—Tendrá
que tomar una decisión —intervino Sánchez. No podía creer que
fueran tan indiferentes respecto de mi decisión. Ir con ellos
implicaba ser capturado por las tropas peruanas. ¿Pero cómo podía
quedarme ahí, solo?
—Miren
—dije—, no sé qué hacer. Tienen que ayudarme. ¿Hay alguna otra
persona que pueda esconderme? Ambos hombres se miraron.
—Creo
que no —respondió el padre Carl.
Los
miré; sentía un nudo de angustia cada vez más grande en el
estómago.
El
padre Carl me sonrió.
—MANTÉNGASE
CENTRADO. RECUERDE QUIÉN ES —me aconsejó.
Sánchez
fue hasta donde había un bolso y sacó unas hojas.
—Ésta
es una copia de la Sexta Revelación—dijo—. Tal vez lo ayude a
decidir qué hacer.
Cuando
tomé la copia, Sánchez miró al padre Carl y preguntó:
—¿Cuánto
tiempo necesita para partir?
—Tengo
que ponerme en contacto con algunas personas —respondió el padre
Carl—. Más o menos una hora. Sánchez me miró.
—Lea
y piense por un rato. Después hablamos. Los dos hombres volvieron a
sus preparativos. Salí, me senté afuera, en una roca grande, y abrí
el Manuscrito. Era un eco perfecto de las palabras del padre Sánchez
y el padre Carl. ACLARAR EL PASADO ERA UN PROCESO PRECISO PARA TOMAR
CONCIENCIA DE NUESTRAS FORMAS INDIVIDUALES DE CONTROL APRENDIDAS EN
LA INFANCIA. Y DECÍA QUE UNA VEZ QUE PUDIÉRAMOS TRASCENDER ESE
HÁBITO ENCONTRARÍAMOS NUESTRO YO SUPERIOR, NUESTRA IDENTIDAD
EVOLUCIONISTA.
Leí
todo el texto en menos de treinta minutos y cuando terminé al final
comprendí la revelación básica: PARA PODER ENTRAR PLENAMENTE EN
ESE ESTADO DE LA MENTE QUE TANTAS PERSONAS VISLUMBRABAN —LA
EXPERIENCIA DE NOSOTROS MISMOS AVANZANDO POR LA VIDA GUIADOS POR
MISTERIOSAS COINCIDENCIAS—, TENÍAMOS QUE DESPERTAR A QUIÉNES
ÉRAMOS REALMENTE.
En ese
momento el padre Carl salió de la casa, me divisó y se acercó
adonde yo estaba sentado.
—¿Terminó?
—me preguntó. Su modo era cálido y amistoso como siempre.
—Sí.
—¿Le
molesta que me siente aquí un momento?
—Es
un placer.
Se
instaló a mi derecha y después de un momento de silencio me
preguntó:
—¿COMPRENDE
QUE AQUÍ ESTÁ EN SU CAMINO DE DESCUBRIMIENTO?
—Sí,
eso supongo, ¿pero qué hago ahora?
—AHORA
DEBE CREERLO REALMENTE.
—¿Cómo,
con el miedo que tengo?
—Debe
entender qué está en juego. La verdad que busca es tan importante
como la evolución del universo mismo, pues permite que la evolución
continúe.
¿No
se da cuenta? El padre Sánchez me habló de su visión de la
evolución en la cima de la montaña. Usted vio cómo evolucionó la
materia a partir de la simple vibración del hidrógeno hasta llegar
a la humanidad. Se preguntó cómo los hombres llevaron adelante
esa evolución. Ahora descubrió la respuesta: LOS HUMANOS NACEN
EN DETERMINADAS SITUACIONES HISTÓRICAS Y ENCUENTRAN ALGO QUE
DEFENDER. FORMAN UNA UNIÓN CON OTROS SERES HUMANOS QUE TAMBIÉN
ENCONTRARON ALGÚN PROPÓSITO.
LOS
HIJOS NACIDOS DE ESA UNIÓN RECONCILIAN ENTONCES ESAS DOS POSICIONES
BUSCANDO UNA SÍNTESIS MÁS ELEVADA, GUIADOS POR LAS COINCIDENCIAS.
Como sin duda ya aprendió en la Quinta Revelación, CADA VEZ QUE NOS
LLENAMOS DE ENERGÍA Y OCURRE UNA COINCIDENCIA QUE NOS LLEVA ADELANTE
EN LA VIDA, ESTABLECEMOS ESE NIVEL DE ENERGÍA EN NOSOTROS MISMOS, Y
ASÍ PODEMOS EXISTIR EN UNA VIBRACIÓN SUPERIOR. NUESTROS HIJOS TOMAN
NUESTRO NIVEL DE VIBRACIÓN Y LO ELEVAN MÁS TODAVÍA. DE ESA FORMA
CONTINUAMOS LA EVOLUCIÓN COMO SERES HUMANOS.
"LA
DIFERENCIA AHORA, CON ESTA GENERACIÓN, ES QUE YA ESTAMOS LISTOS
PARA HACERLO EN FORMA CONSCIENTE Y ACELERAR EL PROCESO.
INDEPENDIENTEMENTE DEL MIEDO QUE LE DÉ, YA NO TIENE ALTERNATIVA. UNA
VEZ QUE UNO APRENDE QUÉ ES LA VIDA, NO HAY FORMA DE BORRAR EL
CONOCIMIENTO. SI TRATA DE HACER OTRA COSA, SIEMPRE TENDRÁ LA
SENSACIÓN DE QUE LE FALTA ALGO.
—Pero,
¿qué hago ahora?
—No
sé. Sólo usted lo sabe. Pero le sugiero que primero trate de
obtener algo de energía.
El
padre Sánchez salió de la casa y se nos acercó, evitando mirarnos
o hacer ruido, como si no quisiera interrumpirnos. Traté de
concentrarme y miré los picos de roca que rodeaban la casa. Respiré
hondo y me di cuenta de que desde que había salido mi actitud había
sido totalmente egocéntrica, como con el campo visual restringido.
Me había aislado de la belleza y la majestuosidad de las montañas.
Mientras
observaba los alrededores, tratando conscientemente de apreciar
lo que veía, empecé a experimentar esa sensación de proximidad,
ahora ya familiar. De repente, todo parecía tener una presencia
mayor y un leve resplandor. Empecé a sentirme más liviano con
el cuerpo más elástico.
Miré
primero al padre Sánchez y luego al padre Carl. Ambos me observaban
atentamente y me di cuenta de que veían mi campo de energía.
-¿Qué
aspecto tengo? –pregunté. Quédese. Parecería que se siente mejor
-dijo Sánchez- Quédese aquí y aumente todo lo posible su energía.
Tardaremos unos veinte minutos más con el equipaje.
Sonrió
con ironía
-
Después de esto -continuó-, estará listo para empezar.
FLUIR
Los
dos sacerdotes regresaron a la casa y yo me quedé varios minutos más
observando la belleza de las montañas, tratando de obtener más
energía. De pronto me desconcentré y empecé a pensar
distraídamente en Wil. ¿Dónde se hallaría? ¿Estaría por
encontrar la Novena Revelación?
Me lo
imaginé corriendo por la jungla, con la Novena Revelación en la
mano, perseguido por montones de soldados. Pensé en Sebastián
orquestando la persecución. Sin embargo, en mi ensueño era evidente
que, pese a toda su autoridad, Sebastián estaba equivocado, había
malinterpretado algo en cuanto al impacto que tendrían las
revelaciones en la gente. Sentí que alguien podría persuadirlo de
adoptar otra postura.
Bastaba
con que descubriéramos qué parte del Manuscrito lo amenazaba tanto.
Estaba
elaborando esta idea cuando evoqué a Marjorie. ¿Dónde estaría?
Imaginé volver a verla. ¿Cómo podía ocurrir?
El
ruido de la puerta de entrada que se cerraba me trajo otra vez a la
realidad. Volví a sentirme débil y nervioso. Sánchez se me acercó.
Su paso era rápido, resuelto.
Se
sentó a mi lado y me preguntó:
—¿Decidió
qué va a hacer? Negué con la cabeza.
—No
se lo ve muy fuerte —observó.
—No
me siento muy fuerte.
—TAL
VEZ NO ESTÉ DESARROLLANDO SU ENERGÍA EN FORMA SISTemática.
—¿A
qué se refiere?
—PERMÍTAME
QUE LE PROPONGA EL MODO EN QUE YO OBTENGO ENERGÍA. Tal vez mi método
lo ayude cuando cree su propio procedimiento.
Le
hice una seña para que continuara.
—LO
PRIMERO QUE HAGO —explicó— ES CONCENTRARME EN EL MEDIO QUE ME
RODEA, COMO SUPONGO TAMBIÉN HACE USTED. LUEGO TRATO DE RECORDAR CÓMO
ES TODO CUANDO ME LLENO DE ENERGÍA. LO HAGO RECORDANDO LA PRESENCIA
QUE EXHIBE CADA COSA, LA BELLEZA SINGULAR Y LA FORMA DE TODO, EN
ESPECIAL LAS PLANTAS Y LA FORMA EN QUE LOS COLORES PARECEN BRILLAR Y
LUCEN MÁS RESPLANDECIENTES. ¿Me sigue?
—Sí,
yo trato de hacer lo mismo.
—DESPUÉS
—continuó— TRATO DE EXPERIMENTAR ESA SENSACIÓN DE
PROXIMIDAD, LA SENSACIÓN DE QUE, POR MÁS LEJOS QUE ALGO ESTÉ, YO
PUEDO TOCARLO, CONECTARME. Y ENTONCES LO ASPIRO.
—¿Lo
aspira?
—¿El
padre John no se lo explicó?
—No.
Sánchez
se mostró confundido.
—Tal
vez pensara volver sobre eso y explicárselo más adelante. A menudo
es muy tajante. Se va y deja a su alumno reflexionando sobre lo que
enseñó y más tarde aparece en el momento justo para agregar algo
más a la enseñanza. Supongo que se proponía hablar con usted otra
vez, pero nos fuimos a toda prisa.
—Me
gustaría saber de qué se trata —dije.
—¿Recuerda
la sensación de plenitud que experimentó en la cima de la montaña?
—preguntó.
—Sí.
—PARA
RECUPERAR ESA PLENITUD, TRATO DE ASPIRAR LA ENERGÍA CON LA CUAL
ACABO DE CONECTARME.
Había
seguido a Sánchez mientras hablaba. El sólo escuchar el
procedimiento ya aumentaba mi conexión. A mi alrededor todo
había aumentado en presencia y belleza. Hasta las rocas parecían
tener un resplandor blanquecino, y el campo de energía de Sánchez
era amplio y azul. En ese momento hacía inhalaciones profundas,
conscientes, reteniendo el aire unos cinco segundos antes de exhalar.
Seguí su ejemplo.
—CUANDO
VISUALIZAMOS QUE CADA INHALACIÓN INCORPORA ENERGÍA EN NOSOTROS Y
NOS LLENA COMO UN GLOBO —continuó—, REALMENTE NOS VOLVEMOS MÁS
PLENOS DE ENERGÍA Y NOS SENTIMOS MÁS LIVIANOS Y REGOCIJADOS.
Después
de hacer varias inhalaciones, empecé a sentirme de esa manera.
—UNA
VEZ QUE ASPIRO LA ENERGÍA —continuó Sánchez—, CONTROLO PARA
VER SI EXPERIMENTO LA EMOCIÓN CORRECTA. COMO YA LE DIJE ANTES,
CONSIDERO QUE ESO ES LA VERDADERA PAUTA DE QUE ME ENCUENTRO REALMENTE
CONECTADO.
—¿Se
refiere al amor?
—Exacto.
Como habíamos dicho en la misión, EL AMOR NO ES UN CONCEPTO
INTELECTUAL NI UN IMPERATIVO MORAL O CUALQUIER OTRA COSA. ES UNA
EMOCIÓN DE FONDO QUE EXISTE CUANDO UNO ESTÁ CONECTADO CON LA
ENERGÍA DISPONIBLE EN EL UNIVERSO, QUE, OBVIAMENTE, ES LA
ENERGÍA DE DIOS.
El
padre Sánchez me miraba con los ojos ligeramente fuera de foco.
—Ahí
lo alcanzó —me dijo—. Ése es el nivel de energía que necesita
tener. Estoy asistiéndolo un poco, pero ya está listo para
mantenerlo solo.
—¿Qué
quiere decir con que me asiste? El padre Sánchez sacudió la cabeza.
—No
se preocupe por eso ahora. Lo sabrá más adelante, con la Octava
Revelación.
El
padre Carl salió de la casa y nos miró a los dos, como complacido.
Al acercarse, me miró.
—¿No
se decidió todavía?
La
pregunta me irritó; luché contra la consiguiente pérdida de
energía.
—No
vuelva a caer en su drama, no se ponga distante —me advirtió el
padre Carl—. No puede evitar asumir una posición. ¿Qué piensa
que necesita hacer?
—No
pienso nada —repuse—. Ése es el problema.
—¿Está
seguro? LOS PENSAMIENTOS SE SIENTEN DE OTRA MANERA UNA VEZ
QUE UNO SE CONECTA CON LA ENERGÍA. Lo miré perplejo.
—LAS
PALABRAS QUE UNO SUELE MANIPULAR EN SU CABEZA, EN UN INTENTO POR
CONTROLAR LÓGICAMENTE LOS HECHOS, SE DETIENEN CUANDO SE DEJA DE LADO
EL DRAMA DEL CONTROL. AL LLENARSE CON ENERGÍA INTERIOR, ENTRA EN
NUESTRA MENTE OTRO TIPO DE PENSAMIENTOS, DE UNA PARTE MÁS
ELEVADA DE NOSOTROS MISMOS. ÉSAS SON LAS INTUICIONES. SE SIENTEN DE
OTRA FORMA. APARECEN EN EL FONDO DE LA MENTE, A VECES EN UNA ESPECIE
DE ENSUEÑO O MINIVISIÓN, Y NOS LLEGAN DE MODO DIRECTO, PARA
GUIARNOS.
Seguía
sin comprender.
—Cuéntenos
en qué pensó cuando lo dejamos solo hace un rato —dijo el padre
Carl.
—No
sé si lo recuerdo todo —respondí.
—Trate.
Intenté
concentrarme.
—Pensé
en Wil, creo; en la posibilidad de que estuviera cerca de hallar la
Novena Revelación, y en la cruzada de Sebastián contra el
Manuscrito.
—¿Qué
más?
—Pensé
en Marjorie; me preguntaba qué le habría pasado. Pero no entiendo
de qué manera me sirve esto para decidir qué hacer.
—Permítame
explicárselo—dijo el Padre Sánchez—. CUANDO ADQUIRIMOS
SUFICIENTE ENERGÍA, ESTAMOS LISTOS PARA INICIAR CONSCIENTEMENTE LA
EVOLUCIÓN, PARA HACERLA FLUIR Y PRODUCIR LAS COINCIDENCIAS QUE NOS
LLEVARÁN ADELANTE. INICIAMOS LA EVOLUCIÓN DE UNA MANERA MUY
ESPECÍFICA. PRIMERO, COMO YA DIJE, REUNIMOS SUFICIENTE ENERGÍA,
LUEGO RECORDAMOS EL INTERROGANTE BÁSICO DE CADA UNO EN LA VIDA, EL
QUE NOS TRANSMITIERON NUESTROS PADRES, PORQUE ESTE INTERROGANTE NOS
PROPORCIONA EL CONTEXTO GENERAL PARA NUESTRA EVOLUCIÓN. LUEGO, NOS
CONCENTRAMOS EN NUESTRO CAMINO DESCUBRIENDO LOS INTERROGANTES MÁS
INMEDIATOS Y PEQUEÑOS QUE SOLEMOS ENFRENTAR EN LA VIDA. ESTOS
INTERROGANTES SIEMPRE FORMAN PARTE DE NUESTRO INTERROGANTE MÁS
AMPLIO Y DEFINEN DÓNDE NOS HALLAMOS ACTUALMENTE EN NUESTRA BÚSQUEDA
DE TODA LA VIDA.
UNA
VEZ QUE SOMOS CONSCIENTES DE LOS INTERROGANTES ACTIVOS EN ESTE
MOMENTO, SIEMPRE OBTENEMOS ALGÚN TIPO DE DIRECCIÓN ESPIRITUAL
RESPECTO DE QUÉ HACER O ADÓNDE IR. EXPERIMENTAMOS
PRESENTIMIENTOS RELACIONADOS CON EL PASO SIGUIENTE. SIEMPRE. SI ESTO
NO OCURRE ES PORQUE TENEMOS EN MENTE EL INTERROGANTE EQUIVOCADO.
MIRE, EL PROBLEMA EN LA VIDA NO RADICA EN RECIBIR RESPUESTAS. EL
PROBLEMA ESTÁ EN IDENTIFICAR LOS INTERROGANTES ACTUALES. UNA VEZ QUE
LOS INTERROGANTES SON LOS CORRECTOS, LAS RESPUESTAS SIEMPRE LLEGAN.
DESPUÉS
DE TENER UNA INTUICIÓN RESPECTO DE LO QUE PUEDE PASAR A CONTINUACIÓN
—prosiguió—, EL SIGUIENTE PASO CONSISTE EN ESTAR MUY ATENTOS Y
VIGILANTES. TARDE O TEMPRANO SE PRODUCIRÁN LAS COINCIDENCIAS
QUE NOS HARÁN MOVER EN LA DIRECCIÓN INDICADA POR LA INTUICIÓN. ¿Me
sigue?
—Eso
creo.
—Entonces
—continuó—, ¿no cree que esos pensamientos sobre Wil, Sebastián
y Marjorie son importantes? Piense por qué se le ocurren ahora,
teniendo en cuenta la historia de su vida. Usted sabe que salió de
su familia queriendo averiguar cómo convertir la vida espiritual en
una aventura internamente enriquecedora, ¿cierto?
—Sí.
—Al
crecer, le interesaron los temas misteriosos, estudió sociología y
trabajó con gente, aunque entonces no sabía por qué lo hacía.
Después empezó a despertar, oyó hablar del Manuscrito y vino a
Perú y encontró las revelaciones una por una, y cada una le enseñó
algo sobre la clase de espiritualidad que usted busca. AHORA QUE HA
PUESTO LAS COSAS EN CLARO, PUEDE VOLVERSE SUPERCONSCIENTE DE ESA
EVOLUCIÓN DEFINIENDO SUS INTERROGANTES ACTUALES Y VIENDO LUEGO CÓMO
APARECEN LAS RESPUESTAS.
Lo
miré.
—¿Cuáles
son sus interrogantes actuales? —preguntó.
—Supongo
que quiero conocer las otras revelaciones —respondí—. Quiero
saber, sobre todo, si Wil va a encontrar la Novena Revelación.
Quiero saber qué le pasó a Marjorie. Y quiero saber lo de
Sebastián.
—¿Y
qué le sugirieron sus intuiciones en cuanto a estos interrogantes?
—No
lo sé. Imaginé que volvía a ver a Marjorie y que Wil corría
perseguido por tropas. ¿Qué significa?
—¿Wil
corría?
—En
la jungla.
—Tal
vez le esté indicando adónde debería ir. Iquitos está en la
jungla. ¿Y Marjorie?
—Imaginé
que la veía otra vez.
—¿Y
Sebastián?
—Fantaseé
que estaba en contra del Manuscrito porque lo interpretaba mal, que
cambiaría de opinión si lográbamos averiguar qué pensaba, qué
temía exactamente del Manuscrito.
Ambos
hombres se miraron atónitos.
—¿Qué
significa? —pregunté.
El
padre Carl me respondió con otra pregunta:
—¿Usted
qué idea tiene?
Por
primera vez desde la experiencia de la montaña, empezaba a
sentirme de nuevo lleno de energía y confianza. Los miré y dije:
—Me
parece que debería ir hacia la jungla para tratar de descubrir qué
aspecto del Manuscrito desagrada a la Iglesia. El padre Carl sonrió.
—¡Exacto!
Puede llevarse mi camión.
Asentí
y fuimos los tres hasta el frente de la casa, donde se hallaban
estacionados los vehículos. Mis cosas, junto con una provisión de
alimentos y agua, ya estaban en el camión del padre Carl. El
vehículo del padre Sánchez también estaba cargado.
—Quiero
decirle algo —me atajó Sánchez—. RECUERDE PARAR TODAS LAS
VECES QUE SEA NECESARIO PARA RECONECTAR SU ENERGÍA. MANTÉNGASE A
PLENO, PERMANEZCA EN UN ESTADO DE AMOR. RECUERDE QUE UNA VEZ QUE
ALCANZA ESE ESTADO DE AMOR, NADA NI NADIE PUEDE QUITARLE MÁS ENERGÍA
DE LA QUE PUEDE REPONER. DE HECHO, LA ENERGÍA QUE FLUYE DE USTED
CREA UNA CORRIENTE QUE INCORPORA ENERGÍA EN USTED AL MISMO RITMO.
NUNCA SE AGOTARÁ. PERO, PARA QUE FUNCIONE, DEBE SER CONSCIENTE DE
ESE PROCESO. Y ESTO ES ESPECIALMENTE IMPORTANTE CUANDO INTERACTÚA
CON LAS PERSONAS.
Hizo
una pausa. Al mismo tiempo, como si le hubiera dado el pie, el Padre
Carl se acercó y dijo:
—Leyó
todas menos dos revelaciones: la Séptima y la Octava. LA SÉPTIMA
TRATA DEL PROCESO DE LA EVOLUCIÓN CONSCIENTE, DE MANTENERSE
ALERTA A CUALQUIER COINCIDENCIA, A CUALQUIER RESPUESTA QUE EL
UNIVERSO NOS DÉ.
Me
entregó un grupito de hojas.
—Esta
es la Séptima. Es muy corta y general —continuó—, pero
HABLA DE CÓMO LOS OBJETOS VIENEN A NOSOTROS, DE CÓMO ALGUNOS
PENSAMIENTOS APARECEN COMO GUÍA. EN CUANTO A LA OCTAVA, la
encontrará usted mismo cuando sea el momento. EXPLICA CÓMO PODEMOS
AYUDAR A LOS DEMÁS CUANDO NOS TRAEN LAS RESPUESTAS QUE BUSCAMOS. Y
ADEMÁS, DESCRIBE TODA UNA NUEVA ÉTICA QUE RIGE LA FORMA EN QUE LOS
SERES HUMANOS DEBEN TRATARSE ENTRE SÍ PARA FACILITAR LA EVOLUCIÓN
DE TODOS Y CADA UNO.
—¿Por
qué no puede darme la Octava Revelación ahora? —pregunté.
El
padre Carl sonrió y me puso la mano en el hombro.
—Porque
creemos que no debemos. También nosotros tenemos que seguir nuestras
intuiciones. CONSEGUIRÁ LA OCTAVA REVELACIÓN EN CUANTO HAGA LA
PREGUNTA CORRECTA.
Le
dije que comprendía. Después, ambos sacerdotes se despidieron y me
desearon lo mejor. El padre Carl hizo hincapié en que pronto
volveríamos a vemos y que en verdad encontraría las respuestas que
debía recibir.
Estábamos
a punto de subir a nuestros respectivos vehículos, cuando
Sánchez de pronto se dio vuelta y me miró:
—Tengo
la intuición de que debo decirle algo. Más adelante,
averiguará más. DEJE QUE SU PERCEPCIÓN DE LA BELLEZA Y LA
IRIDISCENCIA LO GUÍEN. LOS LUGARES Y LAS PERSONAS QUE TIENEN
RESPUESTAS PARA USTED LE RESULTARÁN MÁS LUMINOSOS Y ATRACTIVOS.
Asentí
y subí al camión del padre Carl; después los seguí por el camino
rocoso durante varios kilómetros hasta llegar a una bifurcación.
Sánchez me hizo señas con la mano, y él y el padre Carl tomaron
hacia el este. Los observé durante un instante e hice girar el viejo
camión hacia el norte, rumbo a la cuenca del Amazonas.
Tuve
un ataque de impaciencia. Después de haber avanzado a buen ritmo
durante más de tres horas, me encontraba parado en un cruce, incapaz
de decidir entre dos rutas.
Una
posibilidad era tomar hacia la izquierda. A juzgar por el mapa, ese
camino iba hacia el norte bordeando el límite de las montañas por
unos ciento sesenta kilómetros y después giraba bruscamente hacia
el este, rumbo a Iquitos. La otra ruta, la de la derecha, mantenía
el mismo ángulo hacia el este a través de la jungla para llegar al
mismo destino.
Respiré
hondo y traté de relajarme. Después eché un vistazo rápido al
espejo retrovisor. Nadie. De hecho, en más de una hora no había
visto a nadie: ni tránsito ni nativos a pie. Intenté librarme de la
angustia que me había asaltado. Sabía que, si pretendía tomar la
decisión correcta, debía relajarme y mantenerme conectado.
Me
concentré en el paisaje. La ruta por la selva, hacia la derecha,
avanzaba entre un grupo de árboles grandes. Varias enormes salientes
de piedra marcaban el terreno circundante. La mayoría estaban
rodeadas de grandes arbustos tropicales. La otra ruta, a través de
las montañas, parecía comparativamente despojada. En esa
dirección crecía un árbol, pero el resto del paisaje era rocoso,
con muy poca vegetación.
Volví
a mirar hacia la derecha y traté de inducir un estado de amor. Los
árboles y los arbustos eran de un verde exuberante. Miré a la
izquierda y repetí el procedimiento. Enseguida noté una zona de
pasto que bordeaba el camino. Las briznas eran pálidas y manchadas,
pero las flores blancas, vistas en conjunto, creaban, de lejos, un
esquema singular. Me pregunté por qué no habría visto las flores
antes. Ahora casi parecían brillar. Amplié mi foco para incluir
todo lo que había en esa dirección. Las rocas pequeñas y los
pedazos de ripio resultaban extraordinariamente llenos de color,
llamativos. Matices ámbar y violeta, e incluso rojo oscuro,
recorrían todo el paisaje.
Volví
a mirar los árboles y los arbustos de la derecha. Si bien eran
bellos, habían palidecido en comparación con la otra ruta. Pero,
¿cómo podía ser?, pensé. Al principio, el camino de la derecha
lucía más atractivo. Miré de nuevo a la izquierda y mi intuición
se afirmó. La riqueza de forma y color me dejó pasmado.
Convencido,
puse en marcha el camión y tomé hacia la izquierda, seguro de lo
acertado de mi decisión. El camino estaba lleno de rocas y baches. A
medida que avanzaba, mi cuerpo se volvía más liviano. Mi peso se
centró en mis nalgas; tenía la espalda y el cuello derechos. Mis
brazos sostenían el volante pero no se apoyaban en él.
Durante
dos horas manejé sin ningún incidente, comiendo cada tanto algo del
canasto de comida que el padre Carl había preparado, y siempre sin
ver a nadie. El camino subía y bajaba serpenteante de una colina a
otra. En la cima de una loma, observé dos autos viejos estacionados
a mi derecha. Se hallaban bastante alejados, a un costado del
camino, junto a un grupo de árboles pequeños. Como no veía ningún
ocupante, supuse que estaban abandonados. Más adelante, el camino
giraba de golpe a la izquierda y bajaba en círculo hasta un ancho
valle. Desde el pico alcanzaba a ver varios kilómetros más
adelante.
Frené
el camión de golpe. Más o menos en la mitad del valle había tres o
cuatro vehículos militares asentados a ambos lados del camino. Entre
los camiones se veía un grupito de soldados. Me dio un escalofrío.
La ruta estaba cortada. Di marcha atrás y estacioné el camión
detrás de dos rocas grandes; bajé y regresé al promontorio para
observar de nuevo la actividad en el valle. Justo salía un vehículo
en la dirección opuesta.
De
pronto oí algo a mis espaldas. Me volví con rapidez. Era Phil, el
ecologista al que había conocido en Vicente.
Él se
mostró igualmente sorprendido.
—¿Qué
estás haciendo aquí? —preguntó mientras se precipitaba
hacia mí.
—Trato
de llegar a Iquitos —respondí. Tenía una expresión llena de
angustia.
—Nosotros
también, pero el gobierno se ha vuelto loco con lo del Manuscrito.
Ahora intentamos decidir si nos arriesgamos a pasar la barrera.
Somos cuatro.
Hizo
un gesto hacia la izquierda. A través de los árboles, vi a varios
hombres más.
—¿Para
qué vas a Iquitos? —me preguntó.
—Me
propongo encontrar a Wil. Nos separamos en Cula, pero oí decir que
podría haber ido a Iquitos para buscar el resto del Manuscrito.
Me
miró horrorizado.
—¡No
debería hacer eso! Los militares prohibieron tener copias. ¿No
supiste lo que pasó en Vicente?
—Sí,
algo, pero, ¿qué sabes tú?
—Yo
no estaba, pero, por lo que sé, las autoridades irrumpieron y
arrestaron a todos los que poseían copias. Detuvieron a todos
los huéspedes, para interrogarlos. Se llevaron a Dale y a los otros
científicos. Nadie sabe qué fue de ellos.
—¿Sabes
por qué el gobierno está tan alterado con este Manuscrito?
—pregunté.
—No,
pero cuando me enteré de lo riesgoso que se estaba poniendo el
asunto, decidí volver a Iquitos para buscar los datos de mi
investigación y después abandonar el país.
Le
conté los detalles de lo que nos había ocurrido a Wil y a mí
después de dejar Vicente, en especial lo del tiroteo en el cordón
montañoso.
—Maldición
—exclamó—. ¿Y todavía sigues dando vueltas con esa cosa?
La
pregunta hizo tambalear mi seguridad, pero dije:
—Mira,
si no hacemos nada, el gobierno eliminará el Manuscrito por
completo. ¡El mundo no podrá conocerlo, y yo creo que las
revelaciones son importantes!
—¿Importantes
como para morir por ellas? —preguntó. Nos distrajo el ruido de
unos motores. Los camiones avanzaban por el valle hacia
nosotros.
—¡Oh,
diablos! —maldijo—. Aquí vienen. Antes de que pudiéramos
movemos, oímos el ruido de vehículos que se acercaban también del
otro lado. —¡Nos tienen rodeados! —gritó Phil, aterrado. Corrí
hasta el camión y metí la canasta con comida en una valijita. Tomé
los papeles que contenían el Manuscrito y también los puse en
la valija; luego lo pensé mejor y los empujé debajo del asiento.
Los
ruidos se volvían más intensos, de modo que crucé el camino a la
derecha, hacia donde se había dirigido Phil. Desde lo alto de la
pendiente los veía a él y a los otros hombres apiñados detrás de
un grupo de rocas. Me escondí con ellos. Mi esperanza era que los
camiones militares pasaran y siguieran adelante. Mi camión se
hallaba fuera de la vista. Ojalá pensaran, como yo, que los
otros camiones estaban abandonados.
Los
camiones que se acercaban por el sur llegaron primero y para nuestro
gran horror, se detuvieron.
—¡No
se muevan! ¡Policía! —gritó una voz. Nos quedamos helados cuando
vimos que varios soldados se acercaban por detrás. Todos iban
fuertemente armados y eran muy cautos. Los soldados nos registraron a
fondo y nos quitaron todo; luego nos forzaron a regresar al camino.
Allí, docenas de soldados revisaban los vehículos. Phil y sus
compañeros fueron ubicados en uno de los camiones militares, que
arrancó rápidamente. Cuando pasaron a mi lado, pude verlo. Estaba
pálido y espectral.
Me
llevaron a pie en la dirección contraria y me ordenaron que me
sentara en la cresta de la colina. Había varios soldados parados
cerca, cada uno con un arma automática al hombro. Por último, un
oficial se acercó y arrojó mis copias de las revelaciones a mis
pies. Sobre ellas apoyó las llaves del camión del padre Carl.
—¿Estas
copias son suyas? —preguntó. Lo miré sin responder.
—Usted
tenía estas llaves —dijo—. Dentro del vehículo encontramos
estas copias. Le pregunto otra vez: ¿son suyas?
—Creo
que no voy a responder hasta no ver a un abogado —balbuceé. La
observación dibujó una sonrisa sarcástica en la cara del oficial.
Dijo algo a los otros soldados y se fue. Los soldados me llevaron a
uno de los jeeps y me ubicaron en el asiento del acompañante. Otros
dos se sentaron atrás, con las armas listas. Más soldados subieron
a un segundo camión.
Luego
de una breve espera, ambos vehículos se dirigieron al norte por el
valle.
Pensamientos
angustiados me llenaron la mente. ¿Adónde me llevaban? ¿Por qué
me había metido en semejante situación? Qué buena la
preparación que los sacerdotes me habían dado; no había aguantado
ni un día. En el cruce, me había sentido tan seguro de estar
eligiendo el camino correcto. Esta ruta era la más atractiva, no
había duda. ¿En qué me había equivocado?
Respiré
hondo e intenté relajarme; me pregunté qué sucedería. Alegaría
ignorancia, pensé, y me presentaría como un turista engañado que
no pretendía hacer ningún daño. Alegaría que me había
topado con la gente equivocada. Déjenme ir a casa, pediría.
Tenía
las manos apoyadas en la falda; me temblaban levemente. Uno de los
soldados que iban sentados atrás me ofreció una cantimplora de agua
y la acepté, pese a que no pude beber. El soldado era joven y cuando
le devolví la cantimplora sonrió sin rastros de malicia. Me cruzó
por la mente la imagen de Phil aterrado. ¿Qué iban a hacerle?
Se me
ocurrió que el encuentro con Phil en esa colina había sido una
coincidencia. ¿Qué significaba? ¿De qué habríamos hablado si no
nos hubieran interrumpido? En realidad, todo lo que yo había hecho
era enfatizar la importancia del Manuscrito, y él, por su parte,
advertirme acerca del peligro que había allí y aconsejarme que
saliera antes de que me capturaran. Desgraciadamente, su consejo
había llegado demasiado tarde.
Durante
varias horas nadie habló. El terreno era cada vez más llano. El
aire, más cálido. En un momento, el soldado joven me entregó una
lata de raciones, algo parecido a una hamburguesa; de nuevo no
pude tragar nada. Después del crepúsculo la luz se desvaneció con
rapidez.
Me
dejé llevar sin pensar, mirando adelante las luces de los faros del
camión, y caí en un sueño inquieto durante el cual soñé que iba
volando. Escapaba desesperadamente de un enemigo desconocido entre
cientos de disparos, seguro de que en alguna parte había una llave
secreta que abriría un camino hacia el conocimiento y la seguridad.
En medio de uno de los estallidos gigantes, vi la llave. ¡Me
precipité para tomarla!
Me
desperté sobresaltado y transpirando profusamente. Los soldados me
miraron nerviosos. Sacudí la cabeza y me apoyé contra la puerta del
camión. Durante un rato largo, miré por la ventanilla las sombras
oscuras del paisaje, luchando contra el pánico. Iba solo y bajo
vigilancia, rumbo a la oscuridad, y a nadie le preocupaban mis
pesadillas.
Alrededor
de medianoche llegamos a un edificio grande, de piedra, de dos pisos,
apenas iluminado. Caminamos hasta la entrada principal pero seguimos
de largo y entramos por una puerta lateral. Unas escaleras llevaban a
un pasillo estrecho. Las paredes interiores también eran de piedra;
el techo, de troncos grandes y vigas irregulares. Iluminaban el
camino unas bombitas colgadas del cielo raso. Pasamos por otra puerta
e ingresamos en una zona de celdas. Uno de los soldados que había
desaparecido nos alcanzó, abrió una de las puertas de las celdas y
me hizo señas de que entrara.
Adentro
había tres catres, una mesa de madera y un florero. Para mi gran
asombro, la celda estaba muy limpia. Al entrar, un joven peruano, de
no más de dieciocho o diecinueve años, parado detrás de la puerta,
me miró con afecto. El soldado salió y cerró la puerta. Me senté
en uno de los catres mientras el muchacho se acercaba para encender
un farol de aceite. Cuando la luz le iluminó la cara, me di
cuenta de que era indio.
—¿Hablas
inglés? —pregunté.
—Sí,
un poco —respondió.
—¿Donde
estamos?
—Cerca
de Pullcupa.
—¿Esto
es una cárcel?
—No,
todos estamos acá por hacer averiguaciones sobre el
Manuscrito.
—¿Cuánto
tiempo llevas aquí? —pregunté. Me miró con sus tímidos ojos
oscuros.
—Dos
meses.
—¿Qué
te hicieron?
—Tratan
de convencerme de que no crea en el Manuscrito y de que convenza a
todos los que tienen copias.
——¿Cómo?
—Hablándome.
—¿Sólo
hablándote, sin amenazas?
—Sólo
hablándome —repitió.
—¿Te
han dicho cuándo van a dejarte ir?
—No.
Hizo
una pausa y me miró con expresión inquisitiva.
—¿Te
atraparon con copias del Manuscrito? —preguntó.
—Sí.
¿A ti también?
—Sí.
Vivo cerca de aquí, en un orfanato. Mi director sacaba enseñanzas
del Manuscrito y me dejaba enseñarles a los chicos.
Él
logró escapar, pero a mí me atraparon.
—¿Cuántas
revelaciones viste? —pregunté.
—Todas
las que se encontraron —repuso—. ¿Y tú?
—Todas,
excepto la Séptima y la Octava. Tenía la Séptima pero no conseguí
leerla antes de que aparecieran los soldados. El muchacho bostezó y
me preguntó:
—¿Dormimos?
—Sí
—comenté distraído—. Claro.
Me
acosté en mi catre y cerré los ojos. Mi mente estaba aceleradísima.
¿Qué debía hacer? ¿Cómo había dejado que me capturaran? ¿Podría
escapar? Imaginé varias estrategias y situaciones hasta que al final
me quedé dormido.
De
nuevo soñé en forma muy vívida. Buscaba la misma llave pero esta
vez me encontraba perdido en una selva espesa. Había caminado mucho
tiempo sin rumbo, deseando hallar algún tipo de guía. En un momento
se desató una fuerte tormenta eléctrica que inundó el
paisaje. Durante el diluvio fui arrastrado barranca abajo y caí
en el río, que fluía en sentido contrario y amenazaba con ahogarme.
Con todo mi poder, luché contra la corriente durante un lapso que me
pareció durar siglos. Por último logré salir del torrente
aferrándome a la orilla rocosa. Trepé por las rocas y los
acantilados escarpados que bordeaban el río, subiendo cada vez más
e internándome en zonas aún más dificultosas. Si bien había
reunido todas mis fuerzas y habilidad para abrirme paso por los
acantilados, en un momento quedé peligrosamente pegado a la cara de
la roca, sin poder avanzar. Miré hacia abajo. Me di cuenta, lleno de
estupor, de que el río contra el cual acababa de luchar fluía hasta
salir de la selva y desembocaba en una playa y una pradera. En la
pradera, rodeada de flores, estaba la llave. Entonces me resbalé y
me precipité hacia abajo hasta caer en el río y hundirme.
Me
incorporé en el catre. Me faltaba el aire. El joven indio, que al
parecer ya estaba despierto, se acercó.
—¿Qué
te pasa? —me preguntó.
Tomé
aire y miré a mi alrededor. Recién entonces vi dónde me hallaba.
También noté que la habitación tenía una ventana y que ya había
claridad afuera.
—Fue
sólo una pesadilla —dije.
Me
sonrió como si le complaciera lo que había dicho.
—LAS
PESADILLAS CONTIENEN MENSAJES IMPORTANTÍSIMOS —comentó.
—¿Mensajes?
—pregunté. Me levanté y me puse la camisa. Me pareció que lo
incomodaba tener que dar explicaciones.
—LA
SÉPTIMA REVELACIÓN HABLA DE LOS SUEÑOS —dijo.
—¿Qué
dice?
—Dice
cómo, eh...
—¿Interpretarlos?
—Sí.
—¿Qué
dice al respecto?
—Que
HAY QUE COMPARAR LA HISTORIA DEL SUEÑO CON LA HISTORIA DE NUESTRA
VIDA.
Pensé
por un momento, sin entender muy bien qué significaba esa
instrucción.
—¿A
qué te refieres con "comparar historias"? El muchacho
indio apenas me miraba.
—¿Quieres
interpretar tu sueño?
Asentí
y le conté qué había sentido.
Me
escuchó con atención y luego me indicó:
—Compara
partes de la historia con tu vida. Lo miré.
—¿Por
dónde empiezo?
—Por
el principio. ¿Qué hacía al comienzo del sueño?
—Buscaba
una llave en una selva.
—¿Cómo
te sentías?
—Perdido.
—Compara
esa situación con tu situación real.
—Es
posible que se relacionen —reflexioné—. Estoy buscando
algunas respuestas sobre el Manuscrito y es absolutamente cierto
que me siento perdido.
—¿Y
qué más te ocurre en la vida real? —me preguntó.
—Me
atraparon —dije—. Pese a todo lo que intenté hacer, me
encerraron. Lo único que me queda es tratar de convencer a alguien
de que me deje volver a mi país.
—¿Luchas
para que no te atrapen?
—Por
supuesto.
—¿Qué
pasó después en el sueño?
—Luché
contra la corriente.
—¿Por
qué? —preguntó.
Empecé
a captar adónde quería llegar.
—Porque
en ese momento pensé que me ahogaría.
—¿Y
si no hubieras luchado contra el agua?
—El
agua me habría llevado hasta la llave. ¿Qué quieres decir? ¿Que
si no lucho contra esta situación tal vez encuentre las respuestas
que busco?
Nuevamente
pareció incomodarse.
—Yo
no digo nada. Lo dice el sueño.
Me
quedé pensativo. ¿Sería correcta esa interpretación?
El
indio me miró y preguntó:
—Si
tuvieras que experimentar otra vez el sueño, ¿qué cambiaría?
—No
me resistiría al agua, aunque me diera la impresión de que podría
matarme. Elegiría mejor.
—¿Qué
te amenaza ahora?
—Supongo
que los soldados. Estar detenido.
—Entonces,
¿cuál es el mensaje para ti?
—¿Crees
que el mensaje de los sueños es que vea esta captura como algo
positivo?
No me
respondió; se limitó a sonreír.
Yo
estaba sentado en mi catre con la espalda contra la pared. La
interpretación me entusiasmaba. Si era acertada, significaba que,
después de todo, en el cruce de rutas no me había equivocado, que
todo formaba parte de lo que debían ocurrir.
—¿Cómo
te llamas? —pregunté.
—Pablo
—respondió.
Me
presenté y le conté brevemente la historia de mi viaje a Perú y lo
que había pasado. Pablo estaba sentado en su catre, con los codos en
las rodillas. Tenía el pelo corto y negro y era muy delgado.
—¿Por
qué estás aquí? —preguntó.
—Para
averiguar algo sobre ese Manuscrito —respondí.
—¿Por
qué, específicamente? —volvió a preguntarme.
—Para
averiguar qué dice la Séptima Revelación y para saber qué les
pasó a unos amigos, Wil y Marjorie. Y supongo que para averiguar por
qué la Iglesia se opone tanto al Manuscrito.
—Aquí
hay muchos sacerdotes con los que puedes hablar —dijo.
Pensé
un instante en lo que había dicho y pregunté:
—¿Qué
más dice la Séptima Revelación sobre los sueños? Pablo me contó
que LOS SUEÑOS NOS DICEN SOBRE NUESTRA VIDA ALGO QUE SE NOS ESTÁ
PASANDO POR ALTO. Después me dijo otra cosa, pero en lugar de
escuchar me puse a pensar en Marjorie. Veía su cara muy nítida en
mi mente y me preguntaba dónde se hallaría; luego la vi corriendo
hacia mí y sonriéndome.
De
pronto tomé conciencia de que Pablo había dejado de hablar. Lo
miré.
—Lo
lamento, mi mente se dispersó —me excusé—. ¿Qué decías?
—Está
bien —respondió—. ¿En qué pensabas?
—En
una amiga.
Me
miró como queriendo ahondar en el tema, pero alguien se acercó a la
puerta de la celda. A través de las barras vimos a un soldado que
corría el cerrojo.
—Es
hora de desayunar —anunció Pablo. El soldado abrió la puerta y
con una seña nos indicó que saliéramos al pasillo. Pablo caminó
adelante por el corredor de piedra. Llegamos a una escalera y subimos
un piso hasta un pequeño comedor. Cuatro o cinco soldados estaban
parados en el rincón de la habitación, en tanto que varios civiles,
dos hombres y una mujer, hacían cola esperando que los atendieran.
Me
quedé paralizado. No podía creer lo que veía. La mujer era
Marjorie. Al mismo tiempo, ella me vio, se cubrió la boca con la
mano y abrió los ojos sorprendida. Eché un vistazo al soldado que
se hallaba a mis espaldas. Caminaba en dirección a otros militares
que estaban en el rincón, sonriendo despreocupado y diciendo
algo en español. Seguí a Pablo, que atravesó el salón hasta el
final de la cola.
Estaban
sirviéndole a Marjorie. Los otros dos hombres fueron charlando con
sus respectivas bandejas hasta una mesa. Varias veces, Marjorie me
miró y nuestros ojos se cruzaron; nos esforzábamos por no decir
nada. Después de la segunda mirada, Pablo adivinó que nos
conocíamos y me interrogó con los ojos. Marjorie llevó su comida a
la mesa y, una vez que nos sirvieron, fuimos a sentarnos con ella.
Los soldados seguían hablando entre ellos, al parecer indiferentes a
nuestros movimientos.
—¡Qué
alegría volver a verte!—exclamó Marjorie—. ¿Cómo llegaste
aquí?
—Me
oculté un tiempo con unos sacerdotes —respondí—. Después
salí en busca de Wil y me prendieron ayer.
¿Cuánto
tiempo llevas aquí?
—Desde
que me encontraron en la montaña —dijo. Noté que Pablo nos miraba
intensamente, y le presenté a Marjorie.
—Supongo
que ella es Marjorie —observó. Hablaron brevemente y luego le
pregunté a Marjorie:
—¿Qué
más pasó?
—No
mucho —repuso—. Ni siquiera sé por qué me han detenido. Todos
los días me llevan para que me interrogue uno de los sacerdotes o
uno de los oficiales. Quieren saber cuáles eran mis contactos en
Vicente, y si sé donde hay más copias.
¡Una
y otra vez!
Marjorie
sonrió y me pareció vulnerable, lo cual me hizo sentir otra vez una
fuerte atracción hacia ella. Me miró de soslayo. Los dos nos
reímos, callados. Hubo un lapso de silencio, en el que comimos.
Luego la puerta se abrió y entró un sacerdote, vestido formalmente.
Lo acompañaba un hombre que parecía un oficial de alto rango.
—Ése
es el cura director —me informó Pablo. El oficial dijo algo a los
soldados, que chasquearon los dedos para pedir atención, y luego él
y el sacerdote atravesaron el comedor en dirección a la cocina. El
cura me miró; nuestros ojos se cruzaron durante un largo segundo.
Desvié la vista y comí un bocado tratando de no llamar la atención.
Ambos hombres siguieron hacia la cocina y desaparecieron.
—¿Ése
era uno de los sacerdotes con los que hablaste? —le pregunté a
Marjorie.
—No
—respondió—. Nunca lo había visto.
—Conozco
a ese sacerdote—dijo Pablo—. Llegó ayer. Es el cardenal
Sebastián.
Me
incorporé en la silla.
—¿Ése
es Sebastián?
—Parece
que has oído hablar de él —comentó Marjorie.
—Sí
—respondí—. Es el principal responsable de la oposición de
la Iglesia al Manuscrito. Creí que estaba en la Misión del padre
Sánchez.
—¿Quién
es el padre Sánchez? —quiso saber Marjorie. Estaba por decírselo,
cuando el soldado que nos había escoltado se acercó a la mesa y nos
ordenó a Pablo y a mí que lo siguiéramos.
—Hora
de hacer ejercicio —murmuró Pablo.
Marjorie
y yo nos miramos. Sus ojos revelaban ansiedad interior.
—No
te preocupes —la tranquilicé—. Hablaremos en la próxima comida.
Todo estará bien.
Mientras
me retiraba, me pregunté si mi optimismo era realista. Esa gente
podía hacemos desaparecer sin rastros en cualquier momento. El
soldado nos guió hasta un vestíbulo pequeño y atravesamos una
puerta que daba a una escalera exterior. Bajamos a un patio lateral
rodeado por un muro de piedra. El soldado se quedó en la entrada.
Pablo me indicó que caminara con él bordeando el patio. Mientras lo
hacíamos, Pablo se agachó varias veces para recoger algunas flores
que crecían en canteros dispuestos junto a la pared.
—¿Qué
más dice la Séptima Revelación? —pregunté. Se agachó y recogió
otra flor.
—Dice
que NO SÓLO NOS GUÍAN LOS SUEÑOS. TAMBIÉN NOS GUÍAN LOS
PENSAMIENTOS O LOS ENSUEÑOS.
—Sí,
el padre Carl me lo dijo. Cuéntame cómo nos guían los ensueños.
—NOS
MUESTRAN UNA ESCENA, UN HECHO, Y ESO ES UN INDICIO DE QUE ESE HECHO
PODRÍA OCURRIR. SI PRESTAMOS ATENCIÓN, PODEMOS ESTAR LISTOS
PARA ESE GIRO EN NUESTRA VIDA.
Lo
miré.
—¿Sabes,
Pablo? Se me presentó la imagen de que vería a Marjorie. Y ocurrió.
Sonrió.
Me
corrió un escalofrío por la espalda. Sin duda me hallaba en el
lugar correcto. Había intuido algo que se había hecho realidad.
Varias veces había pensado en volver a encontrar a Marjorie, y ahora
sucedía. Iban produciéndose coincidencias.
Me
sentí más liviano.
—No
me ocurre a menudo tener pensamientos que luego se hagan realidad
—observé.
Pablo
miró para otra parte y después dijo:
—LA
SÉPTIMA REVELACIÓN DICE QUE TODOS TENEMOS MUCHOS MÁS DE ESOS
PENSAMIENTOS DE LO QUE CREEMOS. PARA RECONOCERLOS, DEBEMOS
PONEMOS EN POSICIÓN DE OBSERVADORES. CUANDO SURGE UN PENSAMIENTO
DEBEMOS PREGUNTARNOS: ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ SE ME OCURRIÓ AHORA ESE
PENSAMIENTO EN PARTICULAR? ¿CÓMO SE RELACIONA CON MIS INTERROGANTES
VITALES? UBICARNOS EN ESA POSICIÓN DE OBSERVADORES NOS AYUDA A
LIBERAR NUESTRA NECESIDAD DE CONTROLARLO TODO. NOS COLOCA EN EL
FLUJO DE LA EVOLUCIÓN.
—¿Pero
qué pasa con los pensamientos negativos? —pregunté—. ¿Esas
imágenes aterradoras de que va a ocurrir algo malo, como que alguien
a quien queremos resultará lastimado o que no lograremos algo
que deseamos mucho?
—Muy
simple —repuso Pablo—. LA SÉPTIMA REVELACIÓN DICE QUE LAS
IMÁGENES DE MIEDO DEBEN SER FRENADAS EN CUANTO APARECEN. ENTONCES,
HAY QUE INTRODUCIR EN LA MENTE OTRA IMAGEN, CON UN RESULTADO BUENO.
MUY PRONTO LAS IMÁGENES NEGATIVAS CASI DEJAN DE SURGIR. LAS
INTUICIONES SE REMITIRÁN, A PARTIR DE ALLÍ, A COSAS POSITIVAS.
CUANDO, DESPUÉS DE ESTO, APARECEN IMÁGENES NEGATIVAS, EL MANUSCRITO
DICE QUE DEBEN TOMARSE CON MUCHA SERIEDAD Y NO CEDER A ELLAS. POR
EJEMPLO, SI SE TE OCURRE LA IDEA DE QUE VAS A SUFRIR UN ACCIDENTE EN
UNA CAMIONETA Y VIENE ALGUIEN Y TE OFRECE DAR UNA VUELTA EN
CAMIONETA, NO ACEPTES.
Habíamos
completado una vuelta alrededor del patio y nos acercábamos al
guardia. Cuando pasamos frente a él ninguno de los dos habló.
Pablo levantó una flor y yo respiré hondo. El aire era cálido, y
húmedo y la vegetación del otro lado de la pared, espesa y
tropical. Había mosquitos.
—¡Vengan!
—gritó de repente el soldado.
Nos
hizo entrar y nos llevó hasta la celda. Pablo entró antes que yo y
el soldado me bloqueó el camino.
—Usted
no —dijo. Luego me indicó que siguiera por el vestíbulo y saliera
por la misma puerta por la que habíamos entrado la noche anterior.
En el estacionamiento, el padre Sebastián subía en ese momento al
asiento trasero de un auto grande. Un chófer cerró la puerta. Por
un momento, Sebastián volvió a mirarme; luego se volvió y le dijo
algo al chófer. El auto arrancó.
El
soldado me empujó hasta el frente del edificio. Entramos y fuimos
hasta una oficina. Me ordenaron sentarme en una silla de madera
frente a un escritorio metálico blanco. A los pocos minutos, un
sacerdote petizo y de pelo ceniciento, de unos treinta años, entró
y se sentó al escritorio sin dar muestras de notar mi presencia.
Examinó un expediente durante un rato y luego levantó la vista. Los
anteojos redondos con armazón dorada le daban un aspecto
intelectual.
—Lo
arrestaron con documentos públicos ilegales —dijo a quemarropa—.
Estoy aquí para contribuir a determinar si el proceso está en
orden. Apreciaría mucho su cooperación. Asentí.
—¿Dónde
consiguió las traducciones?
—No
entiendo —contesté—. ¿Por qué habrían de ser ilegales
las copias de un viejo manuscrito?
—El
gobierno de Perú tiene sus razones —replicó—. Por favor,
responda la pregunta.
—¿Por
qué está involucrada la Iglesia? —pregunté.
—Porque
el Manuscrito contradice las tradiciones de nuestra religión
—aclaró—. Deforma la verdad de nuestra naturaleza
espiritual. ¿Dónde...?
—Mire—lo
interrumpí—. Estoy tratando de entender. No soy más que un
turista que se interesó en ese Manuscrito. No soy una amenaza para
nadie. Sólo quiero saber por qué es tan alarmante.
Me
miró confundido, como si intentara decidir la mejor estrategia para
lidiar conmigo. Yo lo urgía conscientemente a darme detalles.
—La
Iglesia considera que el Manuscrito está confundiendo a nuestro
pueblo —dijo con cautela—. Da la impresión de que las personas
pueden decidir solas cómo vivir, sin tener en cuenta las Escrituras.
—¿Qué
Escrituras?
—El
mandamiento de honrar al padre y a la madre, en primer lugar.
—¿A
qué se refiere?
—El
Manuscrito responsabiliza de los problemas a los padres, lo cual
socava la familia.
—Pensé
que hablaba de acabar con los viejos resentimientos —lo
contradije—. Y de encontrar una visión positiva de nuestros
primeros años de vida.
—No
—replicó—. Es engañoso. Ante todo, nunca tendría que haber un
sentimiento negativo.
—¿Los
padres no pueden equivocarse?
—Los
padres hacen lo que pueden. Los hijos deben perdonarlos.
—¿Pero
no es eso lo que aclara el Manuscrito? ¿El perdón no surge cuando
vemos lo positivo de nuestras infancias?
Alzó
la voz con rabia.
—¿Con
qué autoridad habla ese Manuscrito? ¿Cómo se le puede tener
confianza?
Rodeó
el escritorio y se paró a mi lado, todavía enojado.
—Usted
no sabe lo que dice —afirmó—. ¿Es religioso practicante? Creo
que no. Esa es una prueba evidente del tipo de confusión que genera
el Manuscrito. ¿No entiende que en el mundo hay orden solamente
debido a la ley y la autoridad? ¿Cómo puede cuestionar a las
autoridades en este asunto?
No
dije nada, lo cual pareció enfurecerlo aún más.
—Permítame
decirle algo —siguió—. El delito que cometió es pasible de
años en prisión. ¿Alguna vez estuvo en una cárcel peruana? ¿Su
curiosidad yanqui ansía descubrir cómo son nuestras cárceles? ¡Yo
me encargo! ¿Entiende? ¡Yo me encargo!
Se
cubrió los ojos con la mano, hizo una pausa, respirando hondo,
obviamente para tratar de serenarse.
—Estoy
aquí para descubrir quién tiene copias y de dónde vienen. Se lo
preguntaré una vez más. ¿Dónde consiguió sus traducciones?
Su
arrebato me había llenado de ansiedad. Con mis preguntas no
hacía más que empeorar mi situación. ¿Qué podría hacer él si
yo no cooperaba? No obstante, ¿cómo podía implicar al padre
Sánchez y al padre Carl?
—Necesito
tiempo para poder contestarle —repuse. Por un momento pensé que
iba a darle otro ataque de furia.
Luego
se relajó y me dio la impresión de que estaba muy cansado.
—Le
daré hasta mañana a la mañana —dijo y le hizo una seña al
soldado que estaba en la puerta de que me llevara. Seguí al soldado
y fuimos directamente a la celda.
Sin
decir nada, me dirigí a mi catre y me acosté, exhausto. Pablo
miraba por la ventana con barrotes.
—¿Hablaste
con el padre Sebastián? —me preguntó.
—No,
con otro sacerdote. Quería saber quién me dio las copias que tenía.
—¿Qué
dijiste?
—Nada.
Le pedí tiempo para pensar y me dio hasta mañana.
—¿Dijo
algo sobre el Manuscrito? —preguntó Pablo. Lo miré a los ojos y
esta vez no bajó la cabeza.
—Habló
un poco acerca de que el Manuscrito socava la autoridad tradicional
—dije—. Después empezó a delirar y a amenazarme.
Pablo
me miró sorprendido.
—¿Tenía
el pelo castaño y anteojos redondos?
—Sí.
—Es
el padre Costous —me informó—. ¿Qué más le dijiste?
—No
acepté eso de que el Manuscrito socava la tradición
—respondí—.
Me amenazó con mandarme a la cárcel. ¿Crees que lo decía en
serio?
—No
lo sé —repuso Pablo. Regresó a su catre y se sentó frente a mí.
Presentí que él sabía algo más, pero yo estaba tan cansado y
asustado que cerré los ojos. Cuando me desperté, Pablo me sacudía.
—Hora
de almorzar —dijo.
Seguimos
a un guardia arriba y nos sirvieron un plato de carne llena de
tendones, con papas. Los dos hombres que habíamos visto más
temprano iban detrás de nosotros. Marjorie no se hallaba con ellos.
—¿Dónde
está Marjorie? —les pregunté, susurrando. Ambos se horrorizaron
de que les hablara y los soldados me miraron fijo.
—No
creo que hablen inglés —comentó Pablo.
—Me
pregunto dónde estará mi amiga —murmuré. Pablo respondió algo,
pero una vez más no lo oí. De repente, sentí deseos de escapar y
me imaginé corriendo por una calle y atravesando un portón hacia la
libertad.
—¿En
qué piensas? —preguntó Pablo.
—Fantaseaba
con una fuga —respondí—. ¿Qué decías?
—Espera
—me cortó Pablo—. No ahuyentes tu pensamiento. Puede ser
importante. ¿Qué clase de fuga?
—Corría
por un callejón o una calle y después cruzaba un portón. Tengo la
impresión de que lograba huir.
—¿Qué
piensas de esa imagen? —me preguntó.
—No
lo sé. No parecía conectada lógicamente con el tema del que
hablábamos.
—¿Recuerdas
qué era?
—Sí.
Me preguntaba dónde estará Marjorie.
—¿No
crees que hay una conexión entre Marjorie y tu pensamiento?
—No
se me ocurre ningún vínculo obvio.
—¿Y
algún vínculo oculto?
—No
veo ninguna conexión. ¿Cómo podría relacionarse una fuga con
Marjorie? ¿Crees que ella se escapó? Se quedó pensativo.
—Tu
pensamiento se refería a tu fuga.
—Sí,
eso es —dije—. Tal vez voy a escaparme sin ella. —Lo miré.
—Tal vez voy a escaparme con ella.
—Yo
diría más bien eso —opinó.
—¿Pero
dónde está?
—No
sé.
Terminamos
de comer sin hablar. Tenía hambre pero la comida era muy pesada. Por
algún motivo, me sentía cansado y aletargado. El hambre me abandonó
enseguida.
Noté
que Pablo tampoco comía.
—Creo
que debemos regresar a la celda —dijo.
Asentí
y Pablo le hizo señas al soldado para que nos acompañara. Cuando
llegamos, me estiré en mi catre y el indio se sentó, mirándome.
—Tu
energía parece baja —observó.
—Lo
está —confirmé—. No sé qué me pasa.
—¿Estás
tratando de incorporar energía? —preguntó.
—Creo
que no —respondí—. Y esa comida no ayuda.
—Pero
no necesitas mucha comida si incorporas todo.
—Agitó
el brazo como para enfatizar "todo".
—Ya
sé. En una situación como ésta me cuesta captar el amor que fluye.
Me
miró con ironía.
—Pero
no hacerlo implica lastimarte a ti mismo.
—¿Qué
quieres decir?
—TU
CUERPO ESTÁ VIBRANDO EN CIERTO NIVEL. SI DEJAS QUE TU ENERGÍA BAJE
DEMASIADO, TU CUERPO SUFRE. ÉSA ES LA RELACIÓN ENTRE EL ESTRÉS Y
LA ENFERMEDAD. EL AMOR ES LA FORMA DE MANTENER LA VIBRACIÓN ALTA.
NOS CONSERVA SANOS. ASÍ DE IMPORTANTE ES.
—Dame
unos minutos —le pedí.
Puse
en práctica el método que me había enseñado el padre Sánchez.
Enseguida me sentí mejor. Los objetos empezaron a adquirir
presencia. Cerré los ojos y me concentré en esa sensación.
—Muy
bien —aprobó Pablo.
Abrí
los ojos y me dirigió una amplia sonrisa. Tenía una cara y un
cuerpo todavía aniñados e inmaduros, pero sus ojos lucían llenos
de sabiduría.
—Puedo
ver cómo entra en ti la energía —dijo.
Detecté
un ligero campo verde alrededor del cuerpo de Pablo. Las nuevas
flores que había puesto en el florero de la mesa lucían radiantes.
—PARA
CAPTAR LA SÉPTIMA REVELACIÓN Y ENTRAR REALMENTE EN EL MOVIMIENTO DE
LA EVOLUCIÓN, HAY QUE REUNIR TODAS LAS REVELACIONES EN UNA
FORMA DE SER —explicó. No dije nada.
—¿Puedes
resumir cómo cambió el mundo para ti como consecuencia de las
revelaciones? Reflexioné un momento.
—Supongo
que ME DESPERTÉ Y VI EL MUNDO COMO UN LUGAR MISTERIOSO QUE NOS DA
TODO LO QUE NECESITAMOS SI NOS ABRIMOS Y RECORREMOS EL CAMINO.
—¿Y
después qué pasa? —preguntó.
—DESPUÉS
ESTAMOS LISTOS PARA EMPRENDER LA CORRIENTE EVOLUCIONISTA.
—¿Y
cómo iniciamos ese proceso?
Me
quedé pensando.
—MANTENIENDO
FIRMES EN LA MENTE NUESTROS INTERROGANTES ACTUALES SOBRE LA VIDA
—contesté—. Y LUEGO BUSCANDO UNA DIRECCIÓN, YA SEA A TRAVÉS DE
UN SUEÑO, UN PENSAMIENTO INTUITIVO O LA FORMA EN QUE EL
AMBIENTE SE ILUMINA Y SE IMPONE.
Hice
otra pausa, tratando de reunir toda la revelación y agregué:
—JUNTAMOS
ENERGÍA Y NOS CONCENTRAMOS EN NUESTRAS SITUACIONES, EN LOS
INTERROGANTES QUE TENEMOS; LUEGO RECIBIMOS ALGÚN TIPO DE GUÍA
INTUITIVA, UNA IDEA RESPECTO DE ADÓNDE IR O QUÉ HACER, Y LUEGO SE
PRODUCEN LAS COINCIDENCIAS QUE NOS PERMITEN AVANZAR EN ESA DIRECCIÓN.
—¡Sí,
sí! —exclamó Pablo—. Ésa es la forma. Y CADA VEZ QUE ESAS
COINCIDENCIAS NOS CONDUCEN A ALGO NUEVO, CRECEMOS, NOS VOLVEMOS
PERSONAS MÁS PLENAS, EXISTIMOS EN UNA VIBRACIÓN MÁS ALTA.
Se
inclinó hacia mí y noté la energía increíble que lo rodeaba.
Resplandecía, ya no parecía tímido, ni joven siquiera.
Estaba
lleno de poder.
—Pablo,
¿qué te pasó? —pregunté—. En comparación con la primera vez
que te vi, pareces más confiado, informado y de alguna manera pleno.
Se
rió.
—Cuando
llegaste, había dejado que mi energía se disipara. Al
principio pensé que tal vez podrías ayudarme con mi flujo de
energía, pero me di cuenta de que todavía no habías aprendido a
hacerlo. Eso se aprende en la Octava Revelación.
Me
sentí confundido.
—¿Qué
fue lo que no hice?
—DEBES
APRENDER QUE EN REALIDAD TODAS LAS RESPUESTAS QUE MISTERIOSAMENTE NOS
LLEGAN VIENEN DE OTRAS PERSONAS. PIENSA EN TODO LO QUE APRENDISTE
DESDE QUE ESTÁS EN PERÚ. ¿LAS RESPUESTAS NO TE LLEGARON,
ACASO, A TRAVÉS DE LAS ACCIONES DE OTRAS PERSONAS QUE CONOCISTE
MISTERIOSAMENTE?
Me
quedé pensando. Tenía razón. Había encontrado a las personas
indicadas en el momento indicado: Charlene, Dobson, Wil, Dale,
Marjorie, Phil, Reneau, el padre Sánchez y el padre Carl; ahora,
Pablo.
—EL
MANUSCRITO MISMO FUE REDACTADO POR UNA PERSONA —agregó Pablo—.
PERO NO TODAS LAS PERSONAS QUE ENCUENTRES POSEERÁN ENERGÍA O
CLARIDAD PARA REVELARTE EL MENSAJE QUE TIENEN PARA TI. DEBES
AYUDARLAS ENVIÁNDOLES ENERGÍA. —Hizo una pausa. —Me dijiste que
habías aprendido a proyectar tu energía hacia una planta
concentrándote en su belleza, ¿recuerdas?
—Sí.
—Bueno,
debes hacer exactamente lo mismo AL PROYECTAR HACIA UNA PERSONA.
CUANDO LA ENERGÍA ENTRA EN ELLA, LA AYUDA A VER SU VERDAD. Y LUEGO
TE PUEDE DAR ESA VERDAD A TI.
"El
padre Costous es un ejemplo —continuó—. Tenía un mensaje
importante para ti, que tú no le ayudaste a revelar. Trataste de
exigirle respuestas y eso creó una competencia por la energía entre
tú y él. Cuando lo sintió, el drama de su infancia, su
intimidador, copó la conversación.
—¿Qué
se supone que debí decir? —pregunté.
Pablo
no respondió. Volvimos a oír alguien ante la puerta. Entró el
padre Costous.
Saludó
a Pablo con un movimiento de cabeza y sonrió apenas. Pablo le
dirigió una sonrisa abierta, como si el sacerdote de veras le
agradara. El padre Costous desvió la mirada hacia mí y su expresión
se endureció. La angustia me cerró el estómago.
—El
cardenal Sebastián quiere verlo —me anunció—. Será trasladado
a Iquitos esta tarde. Le aconsejo que responda a todas sus preguntas.
—¿Para
qué quiere verme? —pregunté.
—Porque
el camión en que fue capturado pertenece a uno de nuestros
sacerdotes. Suponemos que recibió las copias del Manuscrito de él.
Que uno de nuestros propios religiosos infrinja la ley es muy serio.
—Me miró con determinación. Miré a Pablo, que me alentó a
continuar.
—¿Cree
que el Manuscrito está perjudicando su religión?
—le
pregunté amablemente a Costous. Me miró con aire condescendiente.
—No
sólo nuestra religión; la religión de todos. ¿Cree que no hay un
plan para este mundo? Dios lo controla todo. Él determina nuestro
destino. Nuestra tarea es obedecer las leyes establecidas por Dios.
La Evolución es un mito. Dios crea el futuro como Él lo quiere.
Decir que los seres humanos pueden hacerse evolucionar a sí mismos
deja a Dios fuera de juego. Permite que las personas sean egoístas y
distantes y crean que lo importante es su evolución, no el plan de
Dios. Se tratarán unas a otras aun peor que ahora.
No se
me ocurrió ninguna otra pregunta. El sacerdote me miró un momento y
me dijo, casi con gentileza:
—Espero
que coopere con el cardenal Sebastián. Se volvió y miró a Pablo,
evidentemente orgulloso de la forma en que había manejado mis
preguntas. El indio se limitó a sonreír y mover la cabeza. El
sacerdote salió y un soldado cerró la puerta. Pablo se incorporó
en su catre y me miró con una actitud transformada, con una
expresión llena de confianza. Lo observé un instante y sonreí.
—¿Qué
crees que acaba de pasar? —preguntó. Traté de mostrar sentido del
humor.
—¿Descubrí
que mis problemas son más graves de lo que pensaba? Se rió.
—¿Qué
más?
—No
entiendo adónde quieres llegar.
—¿Cuáles
eran tus interrogantes cuando llegaste aquí?
—Quería
encontrar a Marjorie y a Wil.
—Bueno,
encontraste a uno de ellos. ¿Cuál era tu otro interrogante?
—Tenía
la sensación de que estos sacerdotes estaban en contra del
Manuscrito no por maldad sino porque lo interpretaban mal.
Quería saber qué pensaban. Por algún motivo, tenía la idea de que
lograría disuadirlos de su oposición.
Al
decir esto entendí de pronto adónde quería llegar Pablo. Había
conocido a Costous allí, en ese momento, para poder averiguar qué
le molestaba del Manuscrito.
—¿Y
cuál fue el mensaje que recibiste? —preguntó.
—¿El
mensaje?
—Sí,
el mensaje. Lo miré.
—Lo
que les molesta es la idea de participar en la evolución, ¿verdad?
—Sí.
—Tiene
sentido —reflexioné—. La idea de la evolución física ya es
bastante mala. Pero extenderla a la vida cotidiana, a las decisiones
individuales que tomamos, a la historia misma, es inaceptable. Ellos
creen que con esta evolución los seres humanos perderán todo el
control, que las relaciones entre las personas van a degenerar. Con
razón quieren eliminar el Manuscrito.
—¿Podrías
convencerlos de lo contrario? —preguntó Pablo.
—No...
Quiero decir, yo mismo no sé lo suficiente.
—¿Qué
se necesitaría para poder convencerlos?
—Habría
que conocer la verdad. Habría que saber cómo se tratarían los
seres humanos entre sí si todos siguieran las revelaciones y
evolucionaran.
Pablo
se mostró complacido.
—¿Qué?
—pregunté, sonriendo con él.
—La
forma en que van a actuar los seres humanos es justo el tema de la
siguiente revelación, la Octava. Tu pregunta acerca de por qué los
sacerdotes están en contra del Manuscrito ya fue contestada, y la
respuesta, a su vez, evolucionó a otra pregunta.
—Sí
—concordé, absorto en mis pensamientos—. Tengo que encontrar la
Octava. Tengo que salir de aquí.
—No
te apresures tanto —me advirtió Pablo—. Debes asegurarte de
captar completamente la Séptima antes de seguir adelante.
—¿Crees
que la capto?—pregunté—. ¿ESTOY EN LA CORRIENTE DE LA
EVOLUCIÓN?
—LO
ESTARÁS —ASEGURÓ—, SI TE ACUERDAS DE TENER SIEMPRE PRESENTES
TUS INTERROGANTES. HAY PERSONAS TODAVÍA INCONSCIENTES QUE
INCLUSO PUEDEN TOPARSE CON RESPUESTAS Y VER COINCIDENCIAS DE
MANERA RETROSPECTIVA. LA SÉPTIMA REVELACIÓN SE PRODUCE CUANDO
VEMOS ESAS RESPUESTAS NO BIEN SE PRESENTAN. ILUMINA LA EXPERIENCIA
COTIDIANA.
DEBEMOS
PARTIR DE LA BASE DE QUE CADA HECHO TIENE SIGNIFICADO Y CONTIENE
UN MENSAJE QUE DE ALGÚN MODO CORRESPONDE A NUESTROS INTERROGANTES.
ESTO SE APLICA EN ESPECIAL A LO QUE SOLÍAMOS LLAMAR 'COSAS MALAS'.
LA SÉPTIMA REVELACIÓN DICE QUE EL DESAFÍO CONSISTE EN ENCONTRAR LA
PARTE POSITIVA EN CADA HECHO, NO IMPORTA CUÁN NEGATIVO SEA. Al
principio pensaste que ser capturado había arruinado todo. Pero
ahora ves que debías estar aquí. Aquí aguardaban tus respuestas.
Tenía
razón, pero si yo estaba recibiendo respuestas allí y evolucionando
a un nivel más alto, sin duda Pablo hacía lo mismo.
De
pronto oímos que alguien venía por el pasillo. Pablo me miró con
expresión seria y agregó.
—Escucha,
no olvides lo que te dije. La Octava Revelación está cerca para ti.
TIENE QUE VER CON UNA ÉTICA INTERPERSONAL, UNA FORMA DE TRATAR A LAS
PERSONAS DE MANERA QUE SE COMPARTAN MÁS MENSAJES. Pero acuérdate de
no ir tan rápido. Manténte concentrado en tu situación. ¿Cuáles
son tus interrogantes?
—Quiero
saber dónde está Wil —dije—. Y quiero encontrar la Octava
Revelación. Y encontrar a Marjorie.
—¿Y
cuál fue tu intuición rectora en cuanto a Marjorie?
Pensé
un momento.
—Que
escaparía... Que escaparíamos. Oímos a alguien al otro lado de la
puerta.
—¿Y
yo te transmití algún mensaje? —le pregunté a Pablo rápidamente.
—Por
supuesto —respondió—. Cuando llegaste, no sabía por qué me
hallaba aquí. Sabía que tenía que ver con la transmisión de la
Séptima Revelación, pero dudaba de mi habilidad. No creía saber
suficiente. Gracias a ti, ahora sé que puedo. Ése fue uno de los
mensajes que me trajiste.
—¿Hubo
algún otro?
—Sí,
tu intuición de que los sacerdotes pueden ser convencidos de
aceptar el Manuscrito también es un mensaje para mí.
Eso me
hace pensar que estoy aquí para convencer al padre Costous.
Cuando
terminó de hablar, un soldado abrió la puerta y me hizo una seña.
Miré
a Pablo.
—Quiero
decirte uno de los conceptos que menciona la próxima revelación —me
susurró.
El
soldado lo miró y me tomó del brazo. Luego me hizo salir y cerró
la puerta. Mientras me conducía. Pablo miraba a través de los
barrotes.
—LA
OCTAVA REVELACIÓN ADVIERTE ALGO —gritó—. ADVIERTE QUE TU
CRECIMIENTO PUEDE DETENERSE... OCURRE CUANDO TE VUELVES ADICTO A
OTRA PERSONA.
LA
ÉTICA INTERPERSONAL
Subí
la escalera detrás del soldado y salí a plena luz. La advertencia
de Pablo resonaba en mi cabeza. ¿Adicción a otra persona? ¿Qué
quería decir con eso? ¿Qué clase de adicción?
El
soldado me condujo por el camino hasta el área de estacionamiento,
donde había dos soldados junto a un jeep militar. Mientras nos
acercábamos, nos miraban atentamente. Cuando estuve lo bastante
cerca como para ver el interior del jeep, noté que ya había alguien
instalado en el asiento trasero. ¡Marjorie! Parecía pálida y
ansiosa. Antes de que me viera, el soldado que iba detrás de mí me
tomó del brazo y me condujo al asiento de al lado. Otros dos
soldados subieron en los asientos delanteros. El que se ubicó del
lado del conductor nos echó un rápido vistazo, puso en marcha el
vehículo y tomó rumbo al norte.
—¿Hablan
inglés? —pregunté a los soldados. El soldado del asiento del
acompañante, un hombre grandote, me miró sin expresión alguna,
dijo algo en español que no entendí y siguió mirando para otro
lado. Me volví hacia Marjorie.
—¿Estás
bien? —susurré.
—Yo,
eh... —Su voz se quebró y noté que le corrían lágrimas por
la cara.
—Todo
saldrá bien —la calmé, y la rodeé con mi brazo.
Levantó
los ojos para mirarme, esbozó una débil sonrisa y apoyó la cabeza
en mi hombro. Una ola de pasión me llenó el cuerpo.
Durante
una hora avanzamos a los saltos por un camino sin pavimentar. Afuera,
el paisaje se volvía cada vez más denso y parecido a una jungla.
Luego, alrededor de una colina, la tupida vegetación se abrió ante
algo que parecía una ciudad pequeña. Edificios con estructuras de
madera se alineaban a ambos lados del camino.
Unos
cien metros más adelante, un camión enorme bloqueaba el
camino. Varios soldados nos hicieron señas de que paráramos. Más
allá había otros vehículos, algunos con faros amarillos
brillantes. Me puse más alerta. Cuando nos detuvimos, uno de
los soldados de afuera se acercó y dijo algo que no entendí. La
única palabra que reconocí fue "gasolina". Nuestros
escoltas dejaron el jeep y se quedaron afuera charlando con los demás
soldados. Nos miraban de vez en cuando, con las armas a los costados.
Vi una
callecita que hacía esquina a la izquierda. Mientras miraba los
negocios y las puertas, algo cambió en mi percepción. De
pronto, las formas y los colores de los edificios empezaron a
resaltar de una forma más nítida.
Susurré
el nombre de Marjorie y sentí que ella alzaba la vista, pero antes
de que pudiera decir algo, una enorme explosión sacudió el
jeep. Una ráfaga de fuego y luz estalló frente a nosotros y los
soldados saltaron por el aire. De inmediato, nuestra visión se
ensombreció debido al humo y la ceniza suspendida.
—¡Vamos!
—grité, y saqué a Marjorie del vehículo. En medio de la
confusión, corrimos por la calle en la dirección en que yo miraba
un instante antes. A nuestras espaldas oíamos gritos y gemidos
distantes. Envueltos todavía en humo, corrimos más o menos
unos cincuenta metros. De pronto vi un portón, a la izquierda.
—¡Entremos
aquí! —grité. La puerta estaba abierta y entramos. Caí
contra la puerta y le eché el cerrojo. Cuando me di vuelta, vi que
una mujer de mediana edad nos miraba. Nos habíamos metido en la casa
de alguien.
Al
enfrentarla, tratando de sonreír, noté que su expresión no era de
horror ni enojo por ver a dos extraños que le invadían la casa
después de una explosión. Lo que dejaba ver era, en cambio, una
sonrisita divertida que parecía más bien resignación, como si
nos hubiera estado esperando y ahora sí tuviera algo que hacer. En
una silla no muy alejada había una chiquita de unos cuatro años.
—¡De
prisa! —exclamó en inglés—. ¡Saldrán a buscarlos!
—Nos
hizo cruzar un salón con pocos muebles, atravesar un vestíbulo y
bajar por una escalera de madera hasta un largo sótano. La chiquita
caminaba a su lado. Avanzamos con rapidez hasta el fondo del sótano,
subimos unos escalones y dimos con una puerta que se abría hacia un
callejón.
La
mujer abrió un autito que estaba estacionado ahí y nos hizo subir.
Nos ordenó acostarnos en el asiento trasero, nos echó una manta
encima y arrancó hacia el norte. Durante todo ese tiempo permanecí
en silencio, arrastrado por la iniciativa de la mujer. Una ola de
energía llenó mi cuerpo cuando tomé plena conciencia de lo que
había pasado. Mi intuición de fuga se había cumplido.
Marjorie
se hallaba a mi lado, con los ojos apretados.
—¿Estás
bien? —susurré.
Me
miró con ojos llorosos y asintió.
Al
cabo de unos quince minutos, la mujer dijo:
—Creo
que ya pueden sentarse.
Me
quité la manta de encima y miré en derredor. Daba la impresión de
que íbamos por el mismo camino que antes de la explosión, sólo que
más al norte.
—¿Quién
es usted? —pregunté.
Se
volvió y me miró con su media sonrisa. Era una mujer bien
proporcionada de unos cuarenta años; el pelo oscuro le llegaba hasta
los hombros.
—Soy
Karla Deez —se presentó—. Ella es mi hija. Mareta.
La
chiquita sonreía y nos observaba por encima del asiento con ojos
grandes e inquisidores. Tenía el cabello negro azabache,
también largo.
Les
dije quiénes éramos y pregunté:
—¿Cómo
se le ocurrió ayudamos?
La
sonrisa de Karla se hizo más ancha.
—Huían
de los soldados a causa del Manuscrito, ¿cierto?
—Sí,
pero, ¿cómo lo supo?
—Yo
también conozco el Manuscrito.
—¿Adónde
nos lleva? —pregunté.
—No
lo sé —repuso—. Tienen que ayudarme.
Miré
a Marjorie, que me contemplaba atentamente mientras hablaba.
—En
este momento no se me ocurre adónde ir —dije—. Antes de que me
capturaran trataba de llegar a Iquitos.
—¿Por
qué quería ir allí? —preguntó.
—Quiero
encontrar a un amigo. Está buscando la Novena Revelación.
—Eso
es peligroso.
—Lo
sé.
—Los
llevaremos allí, ¿no, Mareta?
La
chiquita se rió y respondió con gran madurez para su edad:
—Por
supuesto.
—¿Qué
fue esa explosión? —pregunté.
—Creo
que fue un camión de gas. Más temprano hubo un accidente, una
pérdida.
Seguía
asombrado por lo rápido que Karla había decidido ayudarnos, de modo
que planteé la pregunta.
—¿Cómo
sabía que huíamos de los soldados? Respiró hondo.
—Ayer
pasaron por el pueblo muchos camiones militares hacia el norte. Es
algo desacostumbrado, y me hizo recordar lo que pasó hace dos meses
cuando se llevaron a unos amigos con los que yo estudiaba el
Manuscrito. Eramos los únicos de este pueblo que teníamos las ocho
revelaciones. Entonces vinieron los soldados y se llevaron a mis
amigos. No supe nada más de ellos.
Cuando
ayer vi los camiones —continuó—, me di cuenta de que los
soldados continuaban a la pesca de copias del Manuscrito, y comprendí
que otros, como mis amigos, necesitarían ayuda. Me propuse
ayudar a esas personas si podía. Obviamente, me resultó
significativo que se me ocurriera esa idea en ese momento en
particular. De modo que cuando entraron en casa, no me sorprendieron.
Hizo una pausa y preguntó:
—¿Alguna
vez lo experimentó?
—Sí
—repuse.
Karla
disminuyó la velocidad. Adelante había un cruce.
—Creo
que deberíamos girar a la derecha—dijo—. Tardaremos más
pero es más seguro.
Cuando
Karla hizo girar el auto hacia la derecha. Mareta se deslizó hacia
la izquierda y tuvo que aferrarse al asiento para no caerse. Se rió.
Marjorie miraba a la chiquita con curiosidad.
—¿Cuántos
años tiene Mareta? —le preguntó a Karla. La mujer se molestó un
poco, aunque contestó con amabilidad:
—Por
favor, no hables de ella como si no estuviera aquí. Si fuera adulta
le habrías dirigido la pregunta a ella.
—Lo
lamento —dijo Marjorie.
—Tengo
cinco —respondió Mareta con orgullo.
—¿Estudiaron
la Octava Revelación? —preguntó Karla.
—No
—contestó Marjorie—. Sólo llegué hasta la Tercera.
—Yo,
a la Octava —dije—. ¿Tiene copias?
—No
—dijo Karla—. Los soldados se las llevaron todas.
—¿La
Octava habla de cómo relacionarse con los niños?
—Sí.
Dice que AL FINAL LOS HOMBRES APRENDERÁN A RELACIONARSE ENTRE
SÍ, Y HABLA DE MUCHAS COSAS, DE CÓMO PROYECTAR ENERGÍA A OTROS Y
EVITAR ADICCIONES A PERSONAS.
Otra
vez esa advertencia. Estaba a punto de preguntarle a Karla qué
significaba, cuando habló Marjorie.
—Háblanos
de la Octava Revelación —pidió.
—LA
OCTAVA REVELACIÓN HABLA DE USAR LA ENERGÍA DE UNA NUEVA MANERA AL
RELACIONARNOS CON LAS PERSONAS EN GENERAL, PERO EMPIEZA POR EL
PRINCIPIO, CON LOS NIÑOS —explicó.
—¿Cómo
debemos ver a los chicos? —pregunté.
—DEBEMOS
VERLOS COMO SON EN REALIDAD, COMO EXTREMOS EN LA EVOLUCIÓN QUE NOS
CONDUCEN HACIA ADELANTE. PERO PARA APRENDER A EVOLUCIONAR NECESITAN
NUESTRA ENERGÍA EN FORMA CONSTANTE, INCONDICIONAL. LO PEOR QUE SE
LES PUEDE HACER ES ABSORBERLES LA ENERGÍA CORRIGIÉNDOLOS. ESO ES LO
QUE CREA EN ELLOS DRAMAS DE CONTROL, COMO YA SABRÁN. PERO ESAS
MANIPULACIONES APRENDIDAS POR EL NIÑO PUEDEN EVITARSE SI LOS ADULTOS
LES DAN TODA LA ENERGÍA QUE NECESITAN, INDEPENDIENTEMENTE DE CUÁL
SEA LA SITUACIÓN. POR ESO, SIEMPRE DEBEN SER INCLUIDOS EN LAS
CONVERSACIONES, EN ESPECIAL LAS CONVERSACIONES SOBRE ELLOS. Y NUNCA
HAY QUE ASUMIR RESPONSABILIDADES POR MÁS CHICOS DE LOS QUE SE PUEDEN
ATENDER.
—¿El
Manuscrito dice todo eso? —pregunté.
—Sí
—repuso—, y HACE MUCHO HINCAPIÉ EN LA CUESTIÓN DE LA CANTIDAD
DE HIJOS.
Me
sentí confudido.
—¿Por
qué es importante la cantidad de hijos que uno tiene?
Me
miró por un instante mientras conducía.
—PORQUE
CADA ADULTO PUEDE CONCENTRARSE Y PRESTAR ATENCIÓN SOLAMENTE A
UN NIÑO POR VEZ. SI HAY DEMASIADOS NIÑOS PARA LA CANTIDAD DE
ADULTOS, ÉSTOS SE VEN DESBORDADOS Y SON INCAPACES DE DAR
SUFICIENTE ENERGÍA. LOS HIJOS EMPIEZAN A COMPETIR ENTRE ELLOS POR EL
TIEMPO DE LOS ADULTOS.
—Rivalidad
fraterna —comenté.
—Sí.
Pero EL MANUSCRITO DICE QUE ESE PROBLEMA ES MÁS IMPORTANTE DE LO QUE
LA GENTE CREE. LOS ADULTOS A MENUDO IDEALIZAN LAS FAMILIAS GRANDES
CON MUCHOS HIJOS QUE CRECEN JUNTOS. PERO LOS HIJOS DEBEN APRENDER A
CONOCER EL MUNDO A TRAVÉS DE LOS ADULTOS, NO DE OTROS CHICOS. EN
NUMEROSAS CULTURAS, LOS CHICOS ANDAN EN PANDILLAS. EL MANUSCRITO DICE
QUE LOS SERES HUMANOS COMPRENDERÁN LENTAMENTE QUE NO DEBEN TRAER
HIJOS AL MUNDO A MENOS QUE HAYA COMO MÍNIMO UN ADULTO COMPROMETIDO A
DEDICAR PLENA ATENCIÓN, TODO EL TIEMPO, A CADA NIÑO.
—Espere
un momento —la interrumpí—. En muchas situaciones los dos
padres deben trabajar para sobrevivir. Eso les niega el derecho a
tener hijos.
—No
necesariamente —respondió—. EL MANUSCRITO DICE QUE LOS SERES
HUMANOS APRENDERÁN A AMPLIAR SUS FAMILIAS MÁS ALLÁ DE LOS LAZOS DE
SANGRE. DE MODO QUE OTRO PUEDE PROPORCIONAR ATENCIÓN DE UNO A
UNO. NO TODA LA ENERGÍA TIENE QUE PROVENIR SÓLO DE LOS PADRES. DE
HECHO, ES MEJOR QUE NO SEA ASÍ.
PERO,
INDEPENDIENTEMENTE DE QUIÉN CUIDE A LOS NIÑOS, LA CUESTIÓN ES
DEDICARLES ESA ATENCIÓN DE UNO A UNO.
—Bueno
—observé—, se nota que usted no se equivocó.
Mareta
parece muy madura.
Karla
frunció la frente y aconsejó:
—No
me lo diga a mí; dígaselo a ella.
—Ah,
cierto. —Miré a la niña. —Te comportas como una adulta, Mareta.
Miró
hacia otro lado con timidez al principio y luego dijo:
—Gracias.
Karla
la abrazó con afecto y me miró orgullosa.
—En
estos dos últimos años he tratado de relacionarme con ella de
acuerdo con las pautas del Manuscrito, ¿no. Mareta?
La
niña sonrió y asintió.
—TRATÉ
DE DARLE ENERGÍA Y DECIRLE SIEMPRE LA VERDAD SOBRE CADA SITUACIÓN,
EN UN LENGUAJE QUE PUEDA ENTENDER. CUANDO ME HIZO LAS PREGUNTAS QUE
SIEMPRE HACEN LOS CHICOS, LAS TRATÉ CON MUCHA SERIEDAD, EVITANDO LA
TENTACIÓN DE DARLE UNA RESPUESTA FANTASIOSA QUE ES LISA Y LLANAMENTE
PARA DIVERSIÓN DE LOS ADULTOS.
Sonreí.
—¿Se
refiere a mentiras como "a los chicos los trae la cigüeña"
y ese tipo de cosas?
—Sí,
pero esas expresiones culturales no son tan malas. Los niños las
descartan fácilmente porque se mantienen siempre iguales. PEORES SON
LAS DISTORSIONES QUE CREAN EN EL MOMENTO LOS ADULTOS SÓLO PORQUE
QUIEREN DIVERTIRSE UN POCO Y PORQUE CONSIDERAN QUE LA VERDAD ES
DEMASIADO COMPLICADA PARA QUE LA ENTIENDA UN CHICO. SIN EMBARGO, NO
ES ASÍ; LA VERDAD SIEMPRE PUEDE EXPRESARSE EN EL NIVEL DE
COMPRENSIÓN DE UN NIÑO. SÓLO REQUIERE UN POCO DE REFLEXIÓN.
—¿Qué
dice el Manuscrito sobre ese tema?
—Dice
que
Una
parte mía se resistía a esta SIEMPRE DEBEMOS ENCONTRAR LA FORMA DE
DECIR LA VERDAD A UN NIÑO.idea. Me divertía mucho hacer bromas a
los chicos.
—¿Los
chicos no comprenden, por lo general, que los adultos sólo están
jugando? —pregunté—. Esto, al parecer, los haría crecer
demasiado pronto y les quitaría parte de la diversión de la
infancia.
Me
miró con severidad.
—Mareta
es muy divertida. Nosotras corremos y jugamos a todos los
entretenimientos llenos de fantasía de la infancia. La diferencia es
que, cuando fantaseamos, ella lo sabe.
Asentí.
Tenía razón, desde luego.
—Mareta
parece segura —continuó Karla— porque estuve con ella. Le brindé
atención de primera mano cuando la necesitó. Y si yo no
estaba, estaba mi hermana, que vive al lado de casa. SIEMPRE TENÍA
UN ADULTO QUE RESPONDIERA A SUS PREGUNTAS, Y COMO RECIBIÓ ESA
ATENCIÓN SINCERA, NUNCA SINTIÓ QUE DEBÍA ACTUAR O REPRESENTAR.
SIEMPRE HA TENIDO ENERGÍA SUFICIENTE Y ESO LA HACE SUPONER QUE
SEGUIRÁ SIENDO ASÍ, CON LO CUAL LE RESULTA MUCHO MÁS FÁCIL CAPTAR
LA TRANSICIÓN DE RECIBIR ENERGÍA DE LOS ADULTOS A OBTENERLA DEL
UNIVERSO... algo de lo que ya hablamos.
Observé
el paisaje. Estábamos en plena jungla y, si bien no lo veía, sabía
que el sol estaba bajo en el cielo del atardecer.
—¿Podemos
llegar a Iquitos esta noche? —pregunté.
—No
—respondió Karla—. Pero podemos pasar la noche en una casa que
conozco.
—¿Cerca
de aquí? —pregunté.
—Sí,
es la casa de un amigo. Trabaja para el servicio de vida silvestre.
—¿Trabaja
para el gobierno?
—Parte
del Amazonas es zona protegida. Es el representante local, pero
influyente. Se llama Juan Hinton. No se preocupen. Cree en el
Manuscrito y nunca lo han molestado.
Para
cuando llegamos, el cielo estaba totalmente oscuro. A nuestro
alrededor, la selva hacía oír los ruidos nocturnos y el aire estaba
pegajoso. Al final de un claro, entre el denso follaje, había una
casa de madera, grande, bien iluminada. Muy cerca se alzaban dos
edificios amplios y descansaban varios jeeps. Había otro vehículo
montado sobre unos bloques y dos hombres trabajaban abajo, con
linternas.
Un
peruano delgado, vestido con ropa cara, atendió cuando Karla llamó
a la puerta; le sonrió hasta que nos vio a Marjorie, a Mareta y a mí
parados en la escalera. Se puso evidentemente nervioso y empezó a
hablar con ella en español. Karla respondió algo en tono de
ruego, pero la forma en que él hablaba y las inflexiones de la voz
indicaban que no quería que nos quedáramos.
A
través de la abertura de la puerta, vi una figura femenina delgada
de pie en el vestíbulo. Me moví un poco para verle la cara. Era
Julia. Al mirar, ella se volvió, me vio y caminó hacia nosotros con
expresión de sorpresa. Le tocó el hombro al hombre de la puerta y
le dijo algo al oído. El hombre asintió y abrió la puerta con cara
de resignación. Nos presentamos todos mientras nos encaminábamos
hacia el estudio. Julia me miró y dijo:
—Volvemos
a encontrarnos.
Llevaba
puestos unos pantalones color caqui con bolsillos en las piernas, y
una remera rojo brillante.
—Sí
—dije.
Un
sirviente peruano se acercó a Hinton y, tras hablar por un minuto,
ambos se fueron a otra parte de la casa. Julia se sentó en un sillón
junto a una mesita de café y nos indicó que nos ubicáramos en el
sofá de enfrente. Marjorie estaba asustadísima. Me miraba con
intensidad. También Karla parecía darse cuenta de la angustia de
Marjorie. Se levantó y le tomó la mano.
—Vamos
a preparamos un poco de té —sugirió. Cuando salían, Marjorie se
dio vuelta y me miró. Le sonreí y las seguí con la mirada hasta
que desaparecieron en la cocina,
Entonces
me volví hacia Julia.
—¿Y?
¿Qué crees que significa? —preguntó.
—¿Qué
significa qué? —respondí, todavía distraído.
—Que
nos hayamos encontrado nuevamente.
—Ah...
no lo sé.
—¿Cómo
dieron con Karla, y adónde van?
—Ella
nos salvó. Marjorie y yo habíamos sido detenidos por tropas
peruanas. Cuando escapamos, nos ayudó. Julia me miró fijo.
—Cuéntame
qué pasó.
Me
acomodé en el sillón y le conté toda la historia, a partir del
momento en que había tomado el camión del padre Carl; le hablé de
la captura y nuestra fuga final.
—¿Y
Karla aceptó llevarlos a Iquitos? —preguntó Julia.
—Sí.
—¿Por
qué quieres ir allí?
—Es
adonde Wil le dijo al padre Carl que iría. Según parece, Wil tiene
una pista en cuanto a la Novena Revelación.
Además,
por alguna razón, Sebastián también está allí. Julia asintió.
—Sí,
Sebastián tiene una misión cerca de allí. Es donde ganó su fama,
convirtiendo a los indios.
—¿Y
tú? —pregunté—. ¿Qué haces aquí? Julia me contó que también
ella deseaba encontrar la Novena Revelación, pero no tenía
pistas. Había llegado a esa casa porque se había acordado mucho de
su viejo amigo Hinton.
Apenas
la oía. Marjorie y Karla acababan de salir de la cocina y estaban
paradas en el vestíbulo, hablando, con sendas tazas de té en la
mano. Marjorie me miró pero no dijo nada. .
—¿Ella
ha leído algo del Manuscrito? —preguntó Julia, dirigiendo la
mirada hacia Marjorie.
—Sólo
la Tercera Revelación —respondí.
—Tal
vez podamos hacerla salir de Perú, si eso es lo que quiere.
Me
volví y la miré.
—¿Cómo?
—Rolando
viaja mañana a Brasil. Tenemos amigos en la embajada estadounidense
de allá. Pueden enviarla de regreso a los Estados Unidos. Ya hemos
ayudado a otros norteamericanos.
La
miré y asentí tentativamente. Me daba cuenta de que experimentaba
sentimientos encontrados respecto de lo que había dicho, una parte
mía sabía que partir sería lo mejor para Marjorie. Pero otra parte
quería que no se fuera, que se quedara conmigo. Cuando ella estaba
cerca, me sentía distinto, lleno de energía.
—Creo
que tengo que hablar con ella —dije al final.
—Por
supuesto —repuso Julia—. Podemos hablar más tarde.
Me
levanté y me le acerqué. Karla volvía a la cocina. Marjorie caminó
hacia el rincón del vestíbulo. Cuando me aproximé, estaba apoyada
contra la pared.
La
tomé en mis brazos. Mi cuerpo vibraba.
—¿Sientes
la energía? —le susurré al oído.
—Es
increíble —murmuró—. ¿Qué significa?
—No
lo sé. Tenemos algún tipo de conexión.
Miré
alrededor. Nadie podía vemos. Nos besamos con pasión.
Cuando
me aparté para verle la cara, estaba distinta, parecía más
fuerte, y recordé el día en que nos habíamos conocido, en Vicente,
y la conversación en el restaurante de Cula. No podía creer la
cantidad de energía que sentía en su presencia y cuando me tocaba.
Se
aferraba a mí con firmeza.
—Desde
aquel día en Vicente —dijo— he querido estar contigo. Entonces
no sabía qué pensar, pero la energía es maravillosa. Nunca
experimenté algo así.
Por el
rabillo del ojo vi que Karla se acercaba sonriendo. Nos avisó que la
cena estaba lista, de modo que fuimos al comedor y encontramos una
enorme mesa llena de frutas frescas, verduras y panes. Cada uno se
servía en su plato y se sentaba alrededor de una mesa grande. Mareta
entonó un cántico de acción de gracias y pasamos una hora y media
comiendo y charlando todos informalmente. Hinton había perdido su
nerviosismo y creó un clima de entusiasmo que ayudó a paliar la
tensión de nuestra fuga. Marjorie hablaba con soltura y se divertía.
Estar con ella me llenaba de amor.
Después
de cenar, Hinton nos llevó de nuevo a la sala, donde había servido
dulces y licor. Marjorie y yo nos sentamos en el sofá y nos
sumergimos en una larga conversación acerca de nuestros respectivos
pasados y experiencias significativas en la vida. Cada vez nos
sentíamos más cerca uno del otro. El único problema que veíamos
era que ella vivía en la costa oeste y yo en el sur. Luego Marjorie
minimizó el problema y se echó a reír.
—No
veo la hora de que volvamos a los Estados Unidos
—dijo—.
Va a ser tan divertido viajar juntos... Me erguí y la miré con
expresión seria.
—Julia
dijo que podría arreglar tu regreso ya mismo.
—Te
refieres al regreso de los dos, ¿no? —preguntó, ansiosa.
—No...
Yo no puedo ir.
—¿Por
qué? No puedo irme sin ti. Pero tampoco soporto quedarme más tiempo
aquí. Voy a volverme loca.
—Tendrás
que ir primero. Yo podré seguirte pronto.
—¡No!
—exclamó en voz alta—. ¡No quiero eso! Karla, que regresaba a
la sala después de acostar a Mareta, nos miró y enseguida apartó
la vista. Hinton y Julia seguían hablando, al parecer indiferentes
al exabrupto de Marjorie.
—Por
favor —rogó Marjorie—, volvamos a casa. Miré para otro lado.
—¡Bueno,
está bien! —se enfadó—. ¡Quédate! —Se levantó y fue hacia
los dormitorios.
Al ver
que Marjorie se iba, se me hizo un nudo en el estómago. La energía
que había incorporado con ella se vino abajo y de repente me sentí
débil y confundido. Traté de liberarme de ese pensamiento. Después
de todo, me dije, no la conocía desde hacía tanto tiempo. Por otra
parte, tal vez tenía razón. Tal vez yo debía volver a mi país.
¿Qué importancia tenía, de todos modos? De vuelta en los Estados
Unidos, quizá lograra conseguir algún respaldo para el Manuscrito
y, de paso, seguir vivo. Me levanté, dispuesto a seguirla, pero por
algún motivo volví a sentarme. Me resultaba imposible decidir qué
hacer.
—¿Puedo
hablarte un minuto? —me preguntó entonces Karla con tono
afectuoso. Ni siquiera había notado que se hallaba de pie junto al
sofá.
—Claro
—dije.
Se
sentó y me miró con expresión considerada.
—No
pude evitar oír lo que pasa —comenzó—. Y pensé que, antes de
tomar tu decisión, TAL VEZ QUERRÍAS SABER QUÉ DICE LA OCTAVA
REVELACIÓN SOBRE LA ADICCIÓN A LAS PERSONAS.
—Sí,
por favor, quiero saber qué significa.
—CUANDO
APRENDEMOS A SER CLAROS Y NOS EMBARCAMOS EN NUESTRA EVOLUCIÓN,
CUALQUIERA DE NOSOTROS PUEDE ENCONTRARSE FRENADO POR UNA ADICCIÓN A
OTRA PERSONA.
—Hablando
de Marjorie y yo, ¿no?
—Permíteme
explicarte el proceso —repuso—. Y juzga por ti mismo.
—Está
bien.
—Primero,
quiero decirte que yo tuve muchas dificultades con esta parte de la
revelación. Creo que nunca la habría entendido si no hubiera
conocido al profesor Reneau.
—¡¿Reneau?!—exclamé—.
Lo conozco. Nos encontramos cuando yo estaba aprendiendo la Cuarta
Revelación.
—Bueno
—dijo Karla—, nosotros nos conocimos cuando ambos habíamos
llegado a la Octava. Estuvo varios días en casa.
Asentí,
lleno de asombro.
Él
decía que LA IDEA DE UNA ADICCIÓN, TAL COMO SE APLICA EN EL
MANUSCRITO, ACLARA POR QUÉ EN LAS RELACIONES ROMÁNTICAS SURGEN
LUCHAS DE PODER. SIEMPRE NOS PREGUNTAMOS QUÉ ES LO QUE PROVOCA EL
FIN DEL HECHIZO Y LA EUFORIA PARA CONVERTIRLOS EN CONFLICTO, Y AHORA
LO SABEMOS. ES CONSECUENCIA DEL FLUJO DE ENERGÍA ENTRE LOS
INDIVIDUOS IMPLICADOS.
CUANDO
SURGE EL AMOR, LOS DOS INDIVIDUOS SE ENTREGAN MUTUAMENTE ENERGÍA EN
FORMA INCONSCIENTE Y AMBOS SE SIENTEN LLENOS DE ENTUSIASMO, PLENOS.
ES ESA SENSACIÓN INCREÍBLE QUE TODOS LLAMAMOS 'ESTAR ENAMORADO'.
POR DESGRACIA, UNA VEZ QUE EMPIEZAN A ESPERAR QUE ESA SENSACIÓN
VENGA DE LA OTRA PERSONA, SE APARTAN DE LA ENERGÍA DEL UNIVERSO Y
EMPIEZAN A DEPENDER CADA VEZ MÁS DE LAS RESPECTIVAS ENERGÍAS...
SÓLO QUE YA NO RESULTA SUFICIENTE, Y ENTONCES DEJAN DE DARSE ENERGÍA
MUTUAMENTE Y VUELVEN A CAER EN SUS DRAMAS EN UN INTENTO POR
CONTROLARSE UNO A OTRO Y ATRAER LA ENERGÍA DEL OTRO HACIA SÍ. A ESA
ALTURA, LA RELACIÓN DEGENERA EN LA HABITUAL LUCHA DE PODER.
Vaciló
un momento, como para verificar si había entendido, y agregó:
—Reneau
me dijo que nuestra susceptibilidad a ese tipo de adicción puede
describirse psicológicamente, si eso te ayuda a comprender.
Asentí
otra vez, para que continuara.
—Según
Reneau, EL PROBLEMA EMPIEZA EN NUESTRA FAMILIA. DEBIDO A LA
COMPETENCIA POR LA ENERGÍA QUE SE DA EN ELLA, NINGUNO DE NOSOTROS
FUE CAPAZ DE COMPLETAR UN IMPORTANTE PROCESO PSICOLÓGICO. NO PUDIMOS
INTEGRAR NUESTRO LADO SEXUAL OPUESTO.
—¿Nuestro
qué?
—En
mi caso —continuó—, no pude integrar mi lado masculino. En tu
caso, no fuiste capaz de integrar tu lado femenino. EL MOTIVO POR EL
CUAL PODEMOS VOLVERNOS ADICTOS A ALGUIEN DEL SEXO OPUESTO ES QUE
TODAVÍA DEBEMOS ACCEDER NOSOTROS MISMOS A ESA ENERGÍA DEL SEXO
OPUESTO. MIRA, LA ENERGÍA MÍSTICA EN LA QUE PODEMOS ABREVAR COMO
FUENTE INTERIOR ES MASCULINA Y FEMENINA. A LA LARGA PODEMOS ABRIMOS A
ELLA, PERO CUANDO EMPEZAMOS A EVOLUCIONAR, DEBEMOS TENER CUIDADO.
EL PROCESO DE INTEGRACIÓN LLEVA CIERTO TIEMPO. SI NOS CONECTAMOS
PREMATURAMENTE CON UNA FUENTE HUMANA PARA OBTENER NUESTRA ENERGÍA
FEMENINA O MASCULINA, BLOQUEAMOS LA PROVISIÓN UNIVERSAL.
Le
dije que no entendía.
—PIENSA
CÓMO SE SUPONE QUE FUNCIONA ESA INTEGRACIÓN EN UNA FAMILIA IDEAL
—me explicó—, Y TAL VEZ LOGRES VER A QUÉ ME REFIERO. EN
CUALQUIER FAMILIA, EL HIJO DEBE RECIBIR EN SU VIDA, EN PRIMER LUGAR,
ENERGÍA DE LOS ADULTOS. POR LO GENERAL, IDENTIFICARSE CON LA
ENERGÍA DEL PADRE DEL MISMO SEXO E INTEGRARLA ES ALGO FÁCIL, PERO
RECIBIR ENERGÍA DEL OTRO PADRE PUEDE RESULTAR MÁS DIFÍCIL DEBIDO A
LAS DIFERENCIAS DE LOS SEXOS.
TOMEMOS
EL EJEMPLO DE UNA HIJA MUJER. LO ÚNICO QUE LA CHIQUITA SABE CUANDO
TRATA DE INTEGRAR POR PRIMERA VEZ SU LADO MASCULINO ES QUE SE SIENTE
SUMAMENTE ATRAÍDA POR EL PADRE. QUIERE ESTAR CON ÉL Y TENERLO CERCA
TODO EL TIEMPO. EL MANUSCRITO EXPLICA QUE LO QUE EN VERDAD QUIERE ES
ENERGÍA MASCULINA, PORQUE COMPLEMENTA SU LADO FEMENINO. DE ESA
ENERGÍA MASCULINA ELLA RECIBE UNA SENSACIÓN DE PLENITUD Y
EUFORIA. PERO CREE, ERRÓNEAMENTE, QUE LA ÚNICA FORMA DE OBTENER ESA
ENERGÍA ES POSEYENDO SEXUALMENTE A SU PADRE Y MANTENIÉNDOLO CERCA
FÍSICAMENTE.
COMO
INTUYE QUE ESA ENERGÍA EN REALIDAD DEBE PERTENECERLE, Y ELLA DEBERÍA
PODER MANEJARLA A VOLUNTAD, QUIERE DIRIGIR AL PADRE COMO SI FUERA ESA
PARTE DE SÍ MISMA. CREE QUE ÉL ES MÁGICO Y PERFECTO Y CAPAZ DE
SATISFACER TODOS SUS CAPRICHOS. EN UNA FAMILIA MUY POR DEBAJO DE LA
IDEAL, ESTO DESATA UN CONFLICTO DE PODER ENTRE LA CHIQUITA Y SU PAPÁ.
SE FORMAN LOS DRAMAS CUANDO ELLA APRENDE A ASUMIR POSTURAS PARA
MANIPULARLO OBLIGÁNDOLO A DARLE LA ENERGÍA QUE DESEA.
"PERO
EN UNA FAMILIA IDEAL, EL PADRE NO DEBE SER COMPETITIVO. DEBE
CONTINUAR RELACIONÁNDOSE HONESTAMENTE Y TENIENDO SUFICIENTE ENERGÍA
COMO PARA ABASTECERLA EN FORMA INCONDICIONAL PESE A NO PODER
HACER TODO LO QUE ELLA PIDA. LO IMPORTANTE PARA TENER EN CUENTA, EN
NUESTRO EJEMPLO IDEAL, ES QUE EL PADRE DEBE SER ABIERTO Y
COMUNICATIVO. ELLA CREE QUE ES IDEAL Y MÁGICO, PERO SI ÉL LE
EXPLICA QUIÉN ES, QUÉ HACE Y POR QUÉ, LA HIJA PUEDE INTEGRAR SU
CAPACIDAD Y ESTILO PARTICULARES Y SUPERAR LA VISIÓN IDEALISTA DEL
PADRE. A LA LARGA, LO VERÁ COMO A UN SER HUMANO SINGULAR, UN SER
HUMANO CON SUS TALENTOS Y DEFECTOS. UNA VEZ QUE SE PRODUCE ESTA
AUTÉNTICA EMULACIÓN, LA HIJA REALIZA UNA FÁCIL TRANSICIÓN, DE
RECIBIR LA ENERGÍA DEL SEXO OPUESTO DE SU PADRE A RECIBIRLA COMO
PARTE DE LA ENERGÍA GENERAL QUE EXISTE EN EL UNIVERSO EN SU
TOTALIDAD.
EL
PROBLEMA —prosiguió— ES QUE LA MAYORÍA DE LOS PADRES, HASTA
AHORA, COMPITIERON POR LA ENERGÍA CON SUS PROPIOS HIJOS, Y ESO NOS
AFECTÓ A TODOS. DEBIDO A ESTA COMPETENCIA, NINGUNO DE NOSOTROS
RESOLVIÓ POR ENTERO ESTE TEMA DEL SEXO OPUESTO. TODOS ESTAMOS EN UNA
ETAPA EN LA QUE SEGUIMOS BUSCANDO NUESTRA ENERGÍA DEL SEXO OPUESTO
FUERA DE NOSOTROS MISMOS, EN LA PERSONA DE UN HOMBRE O UNA MUJER QUE
NOS PARECE IDEAL Y MÁGICA Y QUE PODEMOS POSEER SEXUALMENTE.
¿Ves
cuál es el problema?
—Sí
—dije—, creo que sí.
—EN
TÉRMINOS DE NUESTRA CAPACIDAD PARA EVOLUCIONAR DE MANERA CONSCIENTE
—continuó—, ENFRENTAMOS UNA SITUACIÓN CRÍTICA. Como te dije
antes, SEGÚN LA OCTAVA REVELACIÓN, CUANDO EMPEZAMOS A EVOLUCIONAR,
AUTOMÁTICAMENTE EMPEZAMOS A RECIBIR NUESTRA ENERGÍA DEL SEXO
OPUESTO. NOS VIENE CON NATURALIDAD DE LA ENERGÍA DEL UNIVERSO.
SIN EMBARGO, DEBEMOS TENER CUIDADO, PORQUE SI APARECE OTRA PERSONA
QUE NOS OFRECE ESA ENERGÍA PODEMOS APARTAMOS DE LA VERDADERA
FUENTE... Y RETROCEDER.
Emitió
una risita ahogada.
—¿De
qué te ríes? —quise saber.
—Reneau
una vez hizo esta analogía —repuso—. Dijo que HASTA QUE
APRENDEMOS A EVITAR ESA SITUACIÓN, CAMINAMOS ALREDEDOR DE UN
SEMICÍRCULO. NOS PARECEMOS A LA LETRA C. SOMOS MUY SUSCEPTIBLES A
UNA PERSONA DEL SEXO OPUESTO, ALGÚN OTRO SEMICÍRCULO, QUE APARECE Y
SE UNE A NOSOTROS, COMPLETANDO EL CÍRCULO, Y NOS BRINDA UNA OLA DE
EUFORIA Y ENERGÍA QUE DA LA SENSACIÓN DE PLENITUD QUE PRODUCE UNA
CONEXIÓN COMPLETA CON EL UNIVERSO. EN REALIDAD, NO HICIMOS OTRA COSA
QUE UNIRNOS A OTRA PERSONA QUE TAMBIÉN BUSCABA SU OTRA MITAD AFUERA.
Reneau dice que ÉSTA ES LA CLÁSICA RELACIÓN DE DEPENDENCIA, CON
PROBLEMAS IMPLÍCITOS QUE EMPIEZAN A APARECER ENSEGUIDA.
Vaciló,
como si esperara que yo dijera algo. Yo me limité a asentir.
Mira,
EL PROBLEMA CON ESTA PERSONA UNIFICADA, ESTA O QUE LOS DOS CREEN
HABER ALCANZADO, ES QUE HICIERON FALTA DOS INDIVIDUOS PARA HACER
ESTA SOLA PERSONA, UNA QUE APORTA LA ENERGÍA FEMENINA, Y LA OTRA,
MASCULINA. ESTA PERSONA ÚNICA TIENE POR CONSIGUIENTE DOS CABEZAS,
DOS EGOS. AMBOS QUIEREN MANEJAR A ESA PERSONA ÚNICA QUE CREARON, Y
ENTONCES, IGUAL QUE EN LA INFANCIA, CADA UNO QUIERE MANDAR AL OTRO,
COMO SI EL OTRO FUERA ELLOS MISMOS. ESTA CLASE DE ILUSIÓN DE
PLENITUD SIEMPRE ESTALLA EN UNA LUCHA DE PODERES. AL FINAL, CADA
INDIVIDUO DEBE DISMINUIR AL OTRO E INCLUSO INVALIDARLO PARA
PODER MANEJAR A ESE YO TOTAL Y LLEVARLO ADONDE QUIERE IR. PERO, POR
SUPUESTO, ESO NO FUNCIONA; AL MENOS YA NO. TAL VEZ ANTES, UNA DE LAS
PARTES ESTABA DISPUESTA A SOMETERSE A LA OTRA: EN GENERAL LA MUJER, A
VECES EL HOMBRE. PERO AHORA ESTAMOS DESPERTANDO. NADIE QUIERE YA SER
ESCLAVO DE OTRO.
Pensé
en lo que transmitía la Primera Revelación en cuanto a las luchas
de poder dentro de las relaciones íntimas, y en el exabrupto de la
mujer cuando yo estaba en aquel restaurante con Charlene.
—Adiós
al romanticismo —contesté.
—Oh,
todavía podemos ser románticos —reaccionó Karla—. Pero PRIMERO
DEBEMOS COMPLETAR EL CÍRCULO EN NOSOTROS MISMOS. TENEMOS QUE
ESTABILIZAR NUESTRO CANAL DE COMUNICACIÓN CON EL UNIVERSO. ESO
LLEVA TIEMPO, PERO DESPUÉS YA NO SOMOS SUSCEPTIBLES DE VOLVER A CAER
EN ESTE PROBLEMA Y PODEMOS GOZAR DE LO QUE EL MANUSCRITO LLAMA UNA
"RELACIÓN SUPERIOR". CUANDO, DESPUÉS DE ESO, NOS
CONECTAMOS ROMÁNTICAMENTE CON OTRA PERSONA, CREAMOS UNA
SUPERPERSONA... PERO SIN APARTARNOS DEL CAMINO DE NUESTRA EVOLUCIÓN
INDIVIDUAL.
—Y
eso es lo que crees que Marjorie y yo nos estamos haciendo
mutuamente, ¿no? Apartarnos de nuestros caminos.
—Sí.
—¿Y
entonces, cómo evitamos estos encuentros? —pregunté.
—RESISTIÉNDOSE
POR UN TIEMPO A LA SENSACIÓN DEL “AMOR A PRIMERA VISTA",
APRENDIENDO A MANTENER RELACIONES PLATÓNICAS CON MIEMBROS DEL SEXO
OPUESTO. PERO RECUERDA EL PROCESO. DEBES TENER ESAS RELACIONES SÓLO
CON PERSONAS QUE SE REVELEN POR COMPLETO, QUE TE DIGAN CÓMO Y POR
QUÉ HACEN LO QUE HACEN, DEL MISMO MODO QUE HABRÍA OCURRIDO CON EL
PADRE DEL SEXO OPUESTO DURANTE UNA INFANCIA IDEAL. AL COMPRENDER
QUIÉNES SON REALMENTE EN SU INTERIOR ESOS AMIGOS DEL SEXO OPUESTO,
ROMPEMOS CON NUESTRA PROPIA PROYECCIÓN FANTASIOSA SOBRE ESE GÉNERO,
Y ESO NOS DEJA LIBRES PARA CONECTAMOS DE NUEVO CON EL UNIVERSO.
Recuerda
también —continuó— que ESTO NO ES FÁCIL, EN ESPECIAL SI
DEBEMOS ROMPER CON UNA RELACIÓN DEPENDIENTE ACTUAL. ES UNA VERDADERA
FRAGMENTACIÓN DE ENERGÍA. DUELE. PERO HAY QUE HACERLO. LA
DEPENDENCIA NO ES UNA ENFERMEDAD NUEVA QUE PADECEMOS ALGUNOS. TODOS
SOMOS CODEPENDIENTES, Y TODOS ESTAMOS SALIENDO DE ESO. LA IDEA ES
EMPEZAR A EXPERIMENTAR SOLOS ESA SENSACIÓN DE BIENESTAR Y
EUFORIA QUE SE VIVE EN EL PRIMER MOMENTO DE UNA RELACIÓN
DEPENDIENTE. DEBEMOS TENERLOS A ÉL O A ELLA ADENTRO. DESPUÉS DE
TODO, VAMOS EVOLUCIONANDO HACIA ADELANTE Y PODEMOS ENCONTRAR ESA
RELACIÓN ROMÁNTICA ESPECIAL QUE DE VERDAD NOS CONVIENE.
Hizo
una pausa.
"¿Y
quién sabe? Si tanto tú como Marjorie evolucionan más, tal vez
descubran que en realidad se pertenecen mutuamente. Pero
comprende: no hay forma de que tu relación con ella funcione ahora.
Nuestra
conversación se interrumpió cuando Hinton se acercó para explicar
que se retiraba y que nuestros cuartos estaban preparados. Ambos le
manifestamos nuestro agradecimiento por su hospitalidad y,
cuando se retiró, Karla dijo:
—Creo
que yo también me iré a dormir. Después hablamos.
Asentí
y me quedé mirándola mientras se iba. Entonces sentí una mano en
mi hombro. Era Julia.
—Me
voy a mi cuarto —dijo—. ¿Sabes cuál es el tuyo? Si quieres, te
acompaño.
—Sí,
por favor —dije. Luego le pregunté: —¿Dónde está el cuarto de
Marjorie?
Sonrió.
Caminando por el pasillo llegamos a una puerta.
—Bastante
lejos del tuyo—repuso—. Hinton es un hombre muy conservador.
Le
devolví la sonrisa y me despedí; luego entré en mi cuarto y me
aguanté el mal humor hasta que me quedé dormido.
Me
despertó el olor a café. El aroma invadía toda la casa. Después
de vestirme, fui a la sala. Un hombre mayor, empleado de la casa, me
ofreció un vaso de jugo de uva, que acepté.
—Buen
día —oí saludar a Julia a mis espaldas. Me volví.
—Buen
día.
Me
miró fijo y me preguntó:
—¿Descubriste
por qué volvimos a encontramos?
—No
—contesté—. No he podido pensar en eso. Estuve tratando de
entender las adicciones.
—Sí
—respondió—. Ya lo noté.
—¿Qué
quieres decir?
—ME
DI CUENTA DE LO QUE PASABA AL VER EL ASPECTO DE TU CAMPO DE ENERGÍA.
—¿Qué
aspecto tenía? —quise saber.
—TU
ENERGÍA ESTABA CONECTADA CON LA DE MARJORIE. CUANDO TÚ TE HALLABAS
SENTADO AQUÍ Y ELLA EN LA OTRA HABITACIÓN, TU CAMPO SE ESTIRABA
HASTA ALLÁ, UNIDO AL DE ELLA.
Sacudí
la cabeza.
Julia
me sonrió y me apoyó la mano en el hombro. HABÍAS PERDIDO TU
CONEXIÓN CON EL UNIVERSO. TE HABÍAS VUELTO ADICTO A LA ENERGÍA DE
MARJORIE COMO REEMPLAZO. PASA LO MISMO CON TODAS LAS ADICCIONES: UNO
SE CONECTA CON EL UNIVERSO A TRAVÉS DE ALGO O ALGUIEN. LA FORMA
DE MANEJARLO CONSISTE EN LEVANTAR NUESTRA ENERGÍA Y VOLVER A
CONCENTRAMOS EN LO QUE REALMENTE ESTAMOS HACIENDO AQUÍ.
Asentí
y salí. Ella se quedó en la sala. Durante unos diez minutos apliqué
el método para incorporar energía que me había enseñado Sánchez.
Poco a poco la belleza retomaba y empecé a sentirme más liviano.
Regresé a la casa.
—Luces
mejor —dijo Julia. Enseguida me preguntó:
—¿Cuáles
son, entonces, tus interrogantes a esta altura?
Pensé
un instante. Había encontrado a Marjorie. Ese interrogante ya
tenía respuesta. Pero todavía quería averiguar dónde estaba Wil.
Y todavía quería entender cómo actuaban las personas entre sí si
seguían las afirmaciones del Manuscrito. Si el efecto del Manuscrito
era positivo, ¿por qué se preocupaban Sebastián y los demás
sacerdotes?
Miré
a Julia.
—Necesito
comprender el resto de la Octava Revelación, y todavía quiero
encontrar a Wil. Tal vez tenga la Novena.
—Yo
voy a Iquitos mañana —dijo—. ¿Te gustaría ir?
Vacilé.
—Creo
que Wil está allí —agregó.
—¿Cómo
lo sabes?
—Por
los pensamientos que tuve anoche sobre él.
No
dije nada.
—También
tuve pensamientos sobre ti —continuó Julia—. Nos veía
yendo a Iquitos juntos. De alguna manera estás involucrado en esto.
—¿Involucrado
en qué? —pregunté. Se rió con tono burlón.
—En
encontrar la última revelación antes que Sebastián. Mientras
hablaba, mentalmente nos vi a Julia y a mí llegando a Iquitos
juntos pero separándonos después por algún motivo. Sentí que
tenía un propósito, pero no era claro. Volví a concentrarme en
Julia. Sonreía.
—¿Dónde
estabas? —preguntó.
—Lo
lamento —dije—. Estaba pensando en algo.
—¿Era
importante?
—No
sé. Pensaba que una vez que llegábamos a Iquitos... íbamos en dos
direcciones distintas.
En ese
momento entró Rolando.
—Traje
las provisiones que quenas —le dijo a Julia. Me reconoció y me
saludó cortésmente.
—Qué
bueno, gracias —dijo Julia—. ¿Viste muchos soldados?
—No,
ninguno —respondió.
Entonces
entró Marjorie en la sala y me distraje, pero pude oír que Julia le
explicaba a Rolando que tal vez Marjorie fuera con él a Brasil,
donde podría arreglar su regreso a los Estados Unidos.
Me
acerqué a Marjorie.
—¿Qué
tal dormiste? —le pregunté.
Me
miró como dudando entre estar enojada o no.
—No
muy bien —respondió. Le señalé a Rolando.
—Es
amigo de Julia. Se va hoy a Brasil. Desde ahí te ayudará a volver a
los Estados Unidos. Puso cara de susto.
—Escucha,
vas a estar bien —la tranquilicé—. Ya han ayudado a otros
norteamericanos. Conocen gente de la embajada estadounidense en
Brasil. En un abrir y cerrar de ojos estarás de vuelta en tu casa.
Asintió.
—Me
preocupas tú.
—Yo
estaré bien. No te preocupes. En cuanto regrese a los Estados Unidos
te llamo.
Desde
atrás, Hinton anunció que el desayuno estaba listo. Pasamos al
comedor. Más tarde, Julia y Rolando parecían apurados. Julia
explicó que era importante que Rolando y Marjorie cruzaran la
frontera antes de que anocheciera, y el viaje llevaría todo el día.
Marjorie
empacó algo de ropa que Hinton le dio y más tarde, mientras Julia y
Rolando hablaban junto a la puerta, llevé aparte a Marjorie.
—No
te preocupes por nada —le dije—. Mantén los ojos bien abiertos y
tal vez veas otras revelaciones.
Sonrió
pero no dijo nada. Julia y yo observamos cómo Rolando la ayudaba a
cargar las cosas en su pequeño auto. Antes de partir, nuestras
miradas se cruzaron.
—¿Crees
que saldrá todo bien? —le pregunté a Julia. Me miró y me guiñó
un ojo.
—Por
supuesto. Y ahora, mejor vamos nosotros también. Tengo algo de ropa
para ti.
Me dio
una mochila con ropa y la cargamos, junto con varias cajas de
alimentos, en la camioneta. Después nos despedimos de Hinton,
Karla y Mareta y emprendimos viaje con rumbo norte hacia Iquitos.
A
medida que viajábamos, el paisaje se volvía más selvático y
veíamos menos indicios de gente. Me puse a pensar en la Octava
Revelación. Obviamente era una nueva concepción en cuanto a la
forma de tratar a los demás, pero no la comprendía del todo. Karla
me había hablado de cómo tratar a los niños y los peligros de la
adicción a una persona. Pero tanto Pablo como Karla habían aludido
a una forma de proyectar conscientemente energía a los demás.
¿Qué significaba eso?
Mis
ojos se cruzaron con los de Julia, y dije:
—No
logro captar por completo la Octava Revelación.
—LA
FORMA EN QUE NOS ACERCAMOS A LAS DEMÁS PERSONAS DETERMINA CUÁN
RÁPIDAMENTE EVOLUCIONAMOS Y CUÁN RÁPIDAMENTE ENCUENTRAN
RESPUESTA LOS INTERROGANTES DE NUESTRA VIDA —explicó.
—¿Cómo
funciona? —pregunté.
—Piensa
en tu propia situación —dijo—. ¿Cómo se contestaron tus
interrogantes?
—A
través de personas que fueron apareciendo, creo.
—¿Estabas
totalmente abierto a sus mensajes?
—En
realidad, no. Fui más bien distante.
—¿Las
personas que te trajeron mensajes también eran cerradas?
—No,
eran muy abiertas y solidarias. Eran... —Vacilé, incapaz de
expresar mi idea en la forma correcta.
—¿Te
ayudaron a abrirte? —preguntó—. ¿Te llenaron, de alguna manera,
de calidez y energía?
Su
observación desató una oleada de recuerdos. Me acordé de la
actitud apaciguadora de Wil cuando yo estaba al borde del pánico en
Lima, y de la hospitalidad paternal de Sánchez, y de los consejos
solícitos del padre Carl, de Pablo y Karla.
—Sí
—repuse—. Fue lo que hicieron todos ustedes.
—Eso
es —confirmó Julia—, lo hicimos. Y LO HACÍAMOS DE MANERA
CONSCIENTE, SIGUIENDO LA OCTAVA REVELACIÓN. AL ANIMARTE Y
AYUDARTE A ACLARAR TUS COSAS, PUDIMOS BUSCAR LA VERDAD, EL MENSAJE
QUE TÚ TENÍAS PARA NOSOTROS. ¿TE DAS CUENTA? ENERGIZARTE ERA LO
MEJOR QUE PODÍAMOS HACER POR NOSOTROS MISMOS.
—¿Qué
dice exactamente el Manuscrito sobre todo esto?
—Dice
que CADA VEZ QUE NOS CRUZAMOS CON PERSONAS EN NUESTRO CAMINO, HAY
UN MENSAJE PARA NOSOTROS. LOS ENCUENTROS CASUALES NO EXISTEN. PERO LA
FORMA EN QUE RESPONDEMOS A ESOS ENCUENTROS DETERMINA SI SOMOS CAPACES
DE RECIBIR EL MENSAJE. SI SOSTENEMOS UNA CONVERSACIÓN CON ALGUIEN
QUE SE CRUZA EN NUESTRO CAMINO Y NO VEMOS EL MENSAJE RELACIONADO CON
NUESTROS INTERROGANTES ACTUALES, NO SIGNIFICA QUE NO HAY
MENSAJE. SIGNIFICA SOLAMENTE QUE, POR ALGUNA RAZÓN, LO PERDIMOS.
Reflexionó
un momento y luego continuó:
—¿ALGUNA
VEZ TE ENCONTRASTE CON UN VIEJO AMIGO O CONOCIDO, HABLASTE UN MINUTO
Y SE DESPIDIERON Y VOLVIERON A ENCONTRARSE ESE MISMO DÍA O LA
MISMA SEMANA?
—Sí,
me pasó —respondí.
—¿Y
normalmente qué dice uno? Algo como: "Vaya, qué gracioso
volvemos a encontrar", y después de reírse, cada uno sigue por
su lado.
—Sí,
algo así.
—EL
MANUSCRITO DICE QUE LO QUE DEBEMOS HACER EN ESA SITUACIÓN ES DEJAR
LO QUE NOS OCUPA, CUALQUIER COSA QUE SEA, Y DESCUBRIR EL MENSAJE QUE
TENEMOS PARA ESA PERSONA Y EL QUE ESA PERSONA TIENE PARA NOSOTROS. EL
MANUSCRITO PREDICE QUE UNA VEZ QUE LOS SERES HUMANOS CAPTEMOS ESA
REALIDAD, NUESTRA INTERACCIÓN SE VOLVERÁ MENOS ACELERADA Y MÁS
RESUELTA Y DELIBERADA.
—Pero
eso no es muy difícil de hacer, sobre todo con alguien que no sabe
de qué estás hablando.
—Sí,
pero el Manuscrito señala los procedimientos.
—¿Quieres
decir, la manera exacta en que se supone debemos tratamos?
—Así
es.
—¿Qué
dice?
—¿RECUERDAS
LA TERCERA REVELACIÓN, CUANDO DECÍA QUE LOS SERES HUMANOS SON
ÚNICOS EN UN MUNDO DE ENERGÍA PORQUE PUEDEN PROYECTAR SU ENERGÍA
CONSCIENTEMENTE?
—Sí.
—¿Recuerdas
cómo se hace? Pensé en las enseñanzas de John.
—Sí,
apreciando la belleza de un objeto hasta que incorporamos
energía suficiente para sentir amor. En ese punto, podemos devolver
energía.
—Eso
es. Y el mismo principio es válido con las personas. CUANDO
APRECIAMOS LA FORMA Y EL COMPORTAMIENTO DE UNA PERSONA, CUANDO DE
VERAS NOS CONCENTRAMOS EN ELLA HASTA QUE SU FORMA Y SUS RASGOS
EMPIEZAN A SOBRESALIR Y ADQUIEREN MÁS PRESENCIA, PODEMOS EMPEZAR A
ENVIARLE ENERGÍA Y ELEVARLA.
CLARO,
EL PRIMER PASO CONSISTE EN MANTENER ALTA NUESTRA ENERGÍA, ASÍ
PODEMOS PONER EN MARCHA EL FLUJO DE ENERGÍA QUE NOS LLEGA, NOS
ATRAVIESA Y LLEGA A LA OTRA PERSONA. CUANTO MÁS APRECIEMOS SU
TOTALIDAD, SU BELLEZA INTERIOR, MÁS ENERGÍA FLUIRÁ EN ELLA Y,
NATURALMENTE, MÁS FLUIRÁ HACIA NOSOTROS.
Se
rió.
—En
realidad es algo bastante hedonista —observó—.
CUANTO
MÁS AMAMOS Y APRECIAMOS A LOS DEMÁS, MÁS ENERGÍA PENETRA EN
NOSOTROS. POR ESO AMAR Y ENERGIZAR A OTROS ES LO MEJOR QUE PODEMOS
HACER POR NOSOTROS MISMOS.
—Ya
oí eso antes —comenté—. El padre Sánchez lo dice con
frecuencia.
Miré
a Julia atentamente. Tenía la sensación de ver por primera vez su
personalidad más profunda. Me devolvió un instante la mirada y
luego volvió a concentrarse en la ruta.
—El
efecto de esta proyección de energía en el individuo es enorme
—continuó—. En este preciso instante, por ejemplo, estás
llenándome de energía. Puedo sentirlo. Siento una mayor levedad y
más claridad para formular mis pensamientos cuando hablo.
COMO
ESTÁS DÁNDOME MÁS ENERGÍA DE LA QUE DE OTRO MODO TENDRÍA, PUEDO
VER CUÁL ES MI VERDAD Y DÁRTELA CON MAYOR FACILIDAD. AL HACERLO,
TENGO UNA SENSACIÓN DE REVELACIÓN EN CUANTO A LO QUE DIGO. ESTO TE
LLEVA A VER MI YO SUPERIOR MÁS PLENAMENTE Y A APRECIARLO Y
CONCENTRARTE EN ÉL EN UN NIVEL AÚN MÁS PROFUNDO, LO CUAL ME DA A
MÍ MÁS ENERGÍA TODAVÍA Y UNA MAYOR PERCEPCIÓN DE MI VERDAD, Y EL
CICLO VUELVE A EMPEZAR. DOS O MÁS PERSONAS QUE HAGAN ESTO JUNTAS
PODRÁN ALCANZAR NIVELES INCREÍBLES DÁNDOSE FUERZA MUTUAMENTE Y
RECIBIÉNDOLA DE VUELTA DE INMEDIATO. DEBES ENTENDER, SIN EMBARGO,
QUE ESTA CONEXIÓN DIFIERE TOTALMENTE DE UNA RELACIÓN CODEPENDIENTE.
UNA RELACIÓN DE ESE TIPO EMPIEZA ASÍ, PERO ENSEGUIDA SE VUELVE
CONTROLADORA, PORQUE LA ADICCIÓN SEPARA A LAS PERSONAS DE SU FUENTE
Y LA ENERGÍA SE DISPERSA. LA VERDADERA PROYECCIÓN DE ENERGÍA NO
TIENE APEGO NI INTENCIÓN. AMBAS PERSONAS SE HALLAN, SIMPLEMENTE, A
LA ESPERA DE LOS MENSAJES.
Mientras
Julia hablaba, yo pensaba en un interrogante. Pablo me había dicho
que, al principio, yo no captaba el mensaje del padre Costous porque
había desencadenado su drama de la infancia.
—¿QUÉ
HACEMOS —LE PREGUNTÉ A JULIA— SI LA PERSONA CON LA QUE ESTAMOS
HABLANDO YA OPERA DENTRO DE UN DRAMA DE CONTROL Y TRATA DE
ARRASTRARNOS A ÉL? ¿CÓMO SUPERAMOS ESO?
Julia
respondió enseguida.
—EL
MANUSCRITO DICE QUE, SI NO ASUMIMOS EL DRAMA EQUIVALENTE, EL
DRAMA DE LA PERSONA SE RESQUEBRAJA.
—No
estoy seguro de entender —dije.
Julia
miraba el camino. Me di cuenta de que reflexionaba.
—En
algún lugar cerca de aquí hay un negocio en el que podemos comprar
gasolina.
Miré
la aguja del marcador. Indicaba que el tanque estaba lleno hasta la
mitad.
—Todavía
tenemos mucho combustible —señalé.
—Sí,
ya sé —respondió—. Pero me vino a la mente la idea de parar y
cargar gasolina, y pienso que deberíamos hacerlo.
—Ah,
bueno.
—Ahí
está la ruta —dijo, indicando hacia la derecha. Giramos y
anduvimos casi un kilómetro y medio por la selva hasta llegar a un
sitio que parecía un negocio de provisiones para pescadores y
cazadores. La vivienda estaba construida al borde de un río y
había varios botes amarrados al muelle. Nos detuvimos junto a un
surtidor oxidado y Julia entró para buscar al dueño.
Salté
de la camioneta. Quería estirar las piernas, de modo que me puse a
caminar hacia la orilla del agua. El aire era sumamente húmedo. Si
bien el denso follaje de los árboles bloqueaba el sol, percibí que
estaba casi directamente vertical. Muy pronto la temperatura sería
bochornosa.
De
pronto oí a mis espaldas a un hombre que hablaba enojado en español.
Me di vuelta y vi a un peruano petizo y achaparrado. Me miró
amenazante y repitió lo que había dicho.
—No
entiendo lo que dice. Empezó a hablarme en inglés.
—¿Quién
es usted? ¿Qué está haciendo aquí? Traté de ignorarlo.
—Vinimos
a cargar combustible. En unos minutos nos vamos.
Me di
vuelta y miré nuevamente el agua, con la esperanza de que se fuera.
Se
acercó hasta quedar a mi lado.
—Es
mejor que me digas quién eres, yanqui. Volví a mirarlo. Parecía
hablar en serio.
—Soy
estadounidense —dije—. No sé muy bien adónde voy. Viajo con una
amiga.
—Un
norteamericano perdido —replicó, hostil.
—Así
es —asentí.
—¿Qué
buscas aquí?
—No
busco nada —repuse; traté de regresar a la camioneta—. Y no
te hice nada. Déjame en paz.
De
pronto, noté que Julia se hallaba de pie junto a la camioneta.
Cuando miré, el peruano se volvió y también miró.
—Es
hora de irnos —dijo Julia—. Ya no trabajan más.
—¿Quién
es usted? —le preguntó el peruano con tono agresivo.
—¿Por
qué está tan enojado? —preguntó Julia en respuesta.
El
comportamiento del hombre cambió.
—Mi
trabajo es cuidar este lugar.
—Estoy
segura de que hace un buen trabajo. Con todo, para las personas es
difícil hablar si usted las asusta.
El
hombre miró a Julia tratando de entender qué clase de mujer era.
—Vamos
camino a Iquitos —siguió Julia—. Trabajamos con el padre Sánchez
y el padre Carl. ¿Los conoce?
Él
negó con la cabeza, pero la mención de los dos sacerdotes lo
tranquilizó aún más. Al final, saludó con la cabeza y se fue.
—Vamos
—me dijo Julia.
Subimos
a la camioneta y arrancamos. Me di cuenta de lo ansioso y nervioso
que me había puesto. Traté de relajarme.
—¿Pasó
algo adentro? —pregunté. Julia me miró.
—¿A
qué te refieres?
—Me
refiero a algo que explicara por qué tuviste la idea de parar.
Soltó
la carcajada y dijo:
—No,
toda la acción estuvo afuera. La miré.
—¿Te
diste cuenta? —preguntó.
—No
—respondí.
—¿En
qué pensabas justo antes de que llegáramos?
—En
que quería estirar las piernas.
—No,
antes de eso. ¿Qué me preguntaste respecto de lo que conversábamos?
Traté
de pensar. Hablábamos de los dramas de la infancia. Entonces
recordé.
—Habías
dicho algo que me confundió —dije—. Que UNA PERSONA NO PUEDE
REPRESENTAR UN DRAMA DE CONTROL CON NOSOTROS A MENOS QUE
REPRESENTEMOS EL DRAMA EQUIVALENTE. No lo entendí.
—¿Lo
entiendes ahora?
—En
realidad, no. ¿Adónde quieres llegar?
—La
escena que viviste demostró claramente qué pasa si representas el
drama equivalente.
—¿Cómo?
Me
lanzó una mirada rápida.
—¿Qué
drama representaba el hombre contigo?
—Obviamente
era un intimidador.
—Correcto,
¿y qué drama representaste tú?
—Yo
solamente traté de quitármelo de encima.
—Ya
sé, pero, ¿qué drama representaste?
—Bueno,
saqué a relucir mi drama habitual de mostrarme distante, pero él
siguió hostigándome.
—¿Y
entonces?
La
conversación me irritaba, pero hice un esfuerzo por no dispersarme.
Miré a Julia y dije:
—Supongo
que representé un "pobre de mí".
Julia
sonrió.
—Eso
es.
—Noté
que tú lo manejaste sin ningún problema—comenté.
—Sólo
porque NO LE RESPONDÍ CON EL DRAMA QUE ÉL ESPERABA. Recuerda
que EL DRAMA DE CONTROL DE CADA PERSONA SE FORMÓ EN LA INFANCIA EN
RELACIÓN CON OTRO DRAMA. POR LO TANTO, CADA DRAMA NECESITA UNO
EQUIVALENTE PARA MANIFESTARSE PLENAMENTE. LO QUE EL INTIMIDADOR
NECESITA PARA OBTENER ENERGÍA ES UN POBRE DE MÍ U OTRO INTIMIDADOR.
—¿Cómo
lo manejaste? —pregunté, todavía confundido.
—COMO
RESPUESTA A SU DRAMA YO PODRÍA HABER REPRESENTADO TAMBIÉN EL
PAPEL DE INTIMIDADORA, PARA INTIMIDARLO A ÉL. OBVIAMENTE, ESO QUIZÁS
HABRÍA DESEMBOCADO EN VIOLENCIA. PERO EN CAMBIO HICE LO QUE INDICA
EL MANUSCRITO. IDENTIFIQUÉ EL DRAMA QUE ÉL ESTABA REPRESENTANDO.
TODOS LOS DRAMAS SON ESTRATEGIAS ENCUBIERTAS PARA OBTENER ENERGÍA.
ÉL TRATABA DE INTIMIDARTE PARA QUITARTE TU ENERGÍA. CUANDO INTENTÓ
LO MISMO CONMIGO, IDENTIFIQUÉ LO QUE ESTABA HACIENDO.
—¿Por
eso le preguntaste por qué estaba tan enojado?
—Sí.
EL MANUSCRITO DICE QUE LAS MANIPULACIONES ENCUBIERTAS PARA
CONSEGUIR ENERGÍA NO EXISTEN SI LAS TRAEMOS A LA CONCIENCIA
SEÑALÁNDOLAS. DEJAN DE SER ENCUBIERTAS. ES UN MÉTODO MUY SENCILLO.
SIEMPRE PREVALECE LA MEJOR VERDAD EN CUANTO A LO QUE OCURRE EN UNA
CONVERSACIÓN. DESPUÉS DE ESO, LA PERSONA TIENE QUE SER MÁS REAL Y
HONESTA.
—Suena
lógico —dije—. Creo que hasta he identificado dramas antes,
aunque sin saberlo.
—Sin
duda. Es algo que todos hemos hecho. Sólo que ahora estamos
aprendiendo más acerca de lo que se halla en juego. Y LA CLAVE
PARA QUE FUNCIONE ES MIRAR A LA PERSONA QUE TENEMOS ENFRENTE MÁS
ALLÁ DEL DRAMA Y ENVIARLE TODA LA ENERGÍA POSIBLE. SI SIENTE QUE LA
ENERGÍA LE LLEGA DE LA MANERA QUE SEA, ES MÁS FÁCIL ENTONCES QUE
ABANDONE SU FORMA DE MANIPULAR PARA OBTENERLA.
—¿Qué
viste en ese tipo? —le pregunté.
—Vi
a una especie de chiquito inseguro con una necesidad desesperada de
energía. Además, te transmitió un mensaje muy oportuno, ¿no?
La
miré. Parecía a punto de soltar una carcajada. ¿Crees que paramos
simplemente para poder entender cómo tratar a una persona que
representa un drama? Era eso lo que me preguntabas, ¿no?
Sonreí.
Empezaba a sentirme bien otra vez. —Sí, supongo que sí.
Un
mosquito que zumbaba cerca de mi cara me despertó. Miré a Julia.
Sonreía como si recordara algo divertido. Durante varias horas
después de dejar el campamento del río habíamos viajado en
silencio, comiendo de vez en cuando algo de lo que ella había
preparado.
—Estás
despierto —dijo Julia.
—Sí
—respondí—. ¿Cuánto falta para Iquitos?
—La
ciudad está a unos cuarenta y cinco kilómetros, pero para la posada
Stewart faltan sólo unos minutos. Es un pequeño albergue con
coto de caza. El propietario es inglés y apoya el Manuscrito.
—Volvió a sonreír. —Hemos pasado muchos buenos momentos juntos.
Debería estar allí, a menos que haya ocurrido algo. Espero que
pueda decirnos dónde está Wil.
Julia
llevó la camioneta a un lado del camino y me miró.
—Es
mejor que nos concentremos en la situación —dijo—. Antes de
encontrarte por segunda vez, estuve dando vueltas con la idea de
ayudar a hallar la Novena Revelación, pero sin saber adónde ir. En
un momento me di cuenta de que había pensado muchas veces en Hinton.
Fui a su casa, y apareciste tú. Y me dices que buscas a Wil y que
corren rumores de que está en Iquitos. La intuición me dice que
ambos vamos a buscar juntos la Novena Revelación y tú tienes la
intuición de que en algún momento nos separamos y seguimos
distintos rumbos. Es así, ¿no?
—Sí.
—Bueno,
quiero que sepas que después de eso empecé a pensar en Willie
Stewart y la posada. Algo va a ocurrir allí.
Asentí.
Volvimos a la ruta y tomamos una curva.
—Ahí
está la posada —dijo Julia. A unos doscientos metros, donde el
camino tomaba abruptamente hacia la derecha, se levantaba una casa de
estilo
Victoriano,
de dos pisos.
Fuimos
hasta el estacionamiento y nos detuvimos. Había varios hombres
hablando en la galería. Abrí la puerta del vehículo y estaba a
punto de bajar cuando Julia me tocó el hombro.
—NO
LO OLVIDES —me advirtió—. NADIE ESTÁ AQUÍ POR
ACCIDENTE. MANTÉNTE ALERTA A LOS MENSAJES.
La
seguí hacia la galería. Los hombres, peruanos bien vestidos, nos
saludaron distraídamente cuando pasamos. Una vez en el amplio
vestíbulo, Julia señaló un comedor y me indicó que eligiera una
mesa y la esperara mientras ella buscaba al dueño.
Observé
el lugar. Había más o menos unas doce mesas alineadas en dos
hileras. Elegí una situada justo en el medio y me senté con la
espalda contra la pared. Otros tres hombres, todos peruanos, llegaron
después que yo y se sentaron a la mesa de enfrente. Enseguida entró
otro hombre, que ocupó una mesa unos seis metros a mi derecha. Se
sentó dándome ligeramente la espalda. Noté que era extranjero, tal
vez europeo.
Julia
entró en el salón, me vio y vino a sentarse frente a mí.
—El
propietario no está —dijo—, y el empleado no sabía nada de Wil.
—¿Qué
hacemos? —pregunté. Me miró y se encogió de hombros.
—No
sé. Tenemos que suponer que alguien de aquí tiene un mensaje para
nosotros.
—¿Quién
crees que será?
—No
lo sé.
—¿Cómo
sabes que ocurrirá? —pregunté, sintiéndome repentinamente
escéptico. Pese a todas las coincidencias misteriosas que me
habían ocurrido desde mi llegada a Perú, todavía me costaba creer
que ocurriría una en ese momento sólo porque nosotros queríamos.
—NO
OLVIDES LA TERCERA REVELACIÓN—respondió Julia—. EL UNIVERSO ES
ENERGÍA, ENERGÍA QUE RESPONDE A NUESTRAS EXPECTATIVAS. LAS
PERSONAS TAMBIÉN SON PARTE DE ESE UNIVERSO DE ENERGÍA, O SEA QUE,
CUANDO TENEMOS UN INTERROGANTE, APARECEN LAS PERSONAS QUE TIENEN LA
RESPUESTA.
Se
puso a mirar a los demás.
—NO
SÉ QUIÉNES SON ESTAS PERSONAS, PERO SI PUDIÉRAMOS HABLAR CON ELLAS
EL TIEMPO SUFICIENTE, DESCUBRIRÍAMOS UNA VERDAD QUE CADA UNA
TIENE PARA NOSOTROS, ALGUNA PARTE DE LA RESPUESTA A NUESTRAS
PREGUNTAS.
La
miré de costado. Ella se inclinó hacia mí sobre la mesa. MÉTETELO
EN LA CABEZA. CADA PERSONA QUE SE CRUZA EN NUESTRO CAMINO TIENE UN
MENSAJE PARA NOSOTROS. SI NO FUERA ASÍ, HABRÍAN TOMADO OTRO CAMINO,
O SE HABRÍAN IDO ANTES O DESPUÉS.
EL
HECHO DE QUE ESTAS PERSONAS ESTÉN AQUÍ SIGNIFICA QUE ES POR ALGUNA
RAZÓN.
La
miré, no muy seguro todavía de creer que era tan simple.
—LO
DIFÍCIL —continuó— ES SABER CON QUIÉN TOMARSE EL TIEMPO DE
CONVERSAR CUANDO HABLAR CON TODOS ES IMPOSIBLE.
—¿Cómo
lo decides? —pregunté.
—EL
MANUSCRITO AFIRMA QUE HAY SIGNOS.
Escuchaba
atentamente a Julia pero por alguna razón eché un vistazo alrededor
y me detuve en el hombre sentado a mi derecha. En ese preciso
instante él se dio vuelta y me miró. Enseguida desvió la mirada y
volvió a concentrarse en su comida. Yo también miré para otro
lado.
—¿Qué
signos? —inquirí.
—Signos
como ése —dijo.
—¿Cómo
cuál?
—Como
lo que acabas de hacer —y señaló al hombre a mi derecha.
—¿A
qué te refieres? Julia volvió a aproximarse.
—SEGÚN
EL MANUSCRITO, APRENDEREMOS QUE EL CONTACTO VISUAL REPENTINO Y
ESPONTÁNEO ES UN SIGNO DE QUE DOS PERSONAS DEBERÍAN HABLAR.
—¿Pero
acaso eso no ocurre todo el tiempo? —pregunté.
—Sí
—respondió—. Y una vez que ocurre, la mayoría de las personas
lo olvidan y siguen con lo que estaban haciendo.
Asentí.
—¿Qué
otros signos menciona el Manuscrito? —pregunté.
—UN
SENTIDO DE RECONOCIMIENTO —respondió—. VER A ALGUIEN QUE NOS
RESULTA FAMILIAR, PESE A NO HABERLO VISTO NUNCA ANTES.
Cuando
dijo esto, pensé en Dobson y Reneau, en lo familiares que me
habían parecido la primera vez que los vi.
—¿El
Manuscrito dice por qué algunas personas nos resultan
conocidas? —pregunté.
—No
mucho. Dice simplemente que CON ALGUNAS PERSONAS PERTENECEMOS AL
MISMO GRUPO DE PENSAMIENTO. LOS GRUPOS DE PENSAMIENTO EN GENERAL
EVOLUCIONAN SIGUIENDO LAS MISMAS PAUTAS DE INTERÉS. PIENSAN IGUAL Y
ESO CREA LA MISMA EXPRESIÓN Y LA MISMA EXPERIENCIA EXTERIOR.
INTUITIVAMENTE RECONOCEMOS A LOS MIEMBROS DE NUESTRO GRUPO DE
PENSAMIENTO, Y MUY A MENUDO NOS DAN MENSAJES.
Miré
una vez más al hombre que se hallaba a mi derecha. Me resultaba
vagamente familiar. Cuando lo miré, increíblemente, se volvió
y me miró de nuevo. Enseguida, me concentré otra vez en Julia.
—¡Debes
hablar con ese hombre! —exclamó Julia. No respondí. Me sentía
incómodo ante la idea de acercarme a él. Quería irme, seguir
viaje a Iquitos. Estaba a punto de proponerlo, cuando Julia habló:
—Es
aquí donde necesitamos estar —dijo—, no en Iquitos. Debemos
pasar por esto. El problema contigo es que te resistes a la idea de
acercarte a él y entablar conversación.
—¿Cómo
lo hiciste? —pregunté.
—¿Cómo
hice qué? —reaccionó.
—Saber
qué estaba pensando.
—No
tiene nada de misterioso. Es cuestión de prestar atención a tus
expresiones.
—¿Qué
quieres decir?
—CUANDO
EVALÚAS A ALGUIEN EN UN NIVEL MÁS PROFUNDO, PUEDES VER SU YO MÁS
HONESTO MÁS ALLÁ DE LA FACHADA QUE EXHIBA. CUANDO DE VERAS NOS
CONCENTRAMOS EN ESE NIVEL, PODEMOS PERCIBIR LO QUE ALGUIEN PIENSA
COMO UNA EXPRESIÓN SUTIL EN SU CARA. ES DE LO MÁS NATURAL.
—Me
suena a telepatía —comenté. Julia sonrió con expresión burlona.
—La
telepatía es absolutamente natural.
Volví
a mirar al hombre. Esta vez no me devolvió la mirada.
—Es
mejor que juntes energía y hables con él —me aconsejó Julia—
antes de que pierdas la oportunidad.
Me
concentré en aumentar mi energía hasta sentirme más fuerte y
entonces pregunté:
—¿QUÉ
VOY A DECIRLE A ESE TIPO?
—LA
VERDAD —dijo—. PRESENTA LA VERDAD COMO CREAS QUE PUEDE
RECONOCERLA.
—Está
bien.
Corrí
la silla y me dirigí hacia donde estaba sentado el hombre. Parecía
tímido y nervioso, el mismo aspecto que tenía Pablo la noche que lo
conocí. Traté de ver más allá del nerviosismo, en un nivel
más profundo. Al hacerlo, me pareció percibir un aspecto distinto
en su cara, con más energía.
—Hola
—lo saludé—. Usted no parece peruano nativo. Espero que pueda
ayudarme. Busco a un amigo, Wil James.
—Siéntese,
por favor —invitó con acento escandinavo—. Soy el profesor
Edmond Connor. —Me extendió la mano y agregó: —Lo lamento, no
conozco a su amigo Wil.
Me
presenté y le expliqué —sólo con el presentimiento de que
significaría algo para él— que Wil estaba buscando la Novena
Revelación.
—Conozco
el Manuscrito —dijo—. Estoy aquí para estudiar su
autenticidad.
—¿Solo?
—Debía
encontrarme aquí con el profesor Dobson. Pero hasta ahora no ha
venido. No entiendo el retraso. Me aseguró que estaría cuando yo
llegara.
—¿Conoce
a Dobson?
—Sí.
Está organizando una inspección del Manuscrito.
—¿Y
se encuentra bien? ¿Viene para acá?
El
profesor me miró con expresión inquisitiva.
—Esos
eran los planes. ¿Pasó algo? Mi energía decayó. Me di cuenta de
que el encuentro de Dobson con Connor había sido fijado antes del
arresto del primero.
—Lo
conocí en el avión—expliqué—, cuando vine a Perú.
Lo
arrestaron en Lima. No tengo idea de qué le pasó.
—¡Lo
arrestaron! ¡Dios mío!
—¿Cuándo
habló con él por última vez? —pregunté.
—Hace
varias semanas, pero nuestro encuentro aquí era seguro. Dijo que me
llamaría si había un cambio de planes.
—¿Recuerda
por qué quería verlo aquí, y no en Lima?—pregunté.
—Dijo
que había más ruinas por aquí y que vendría a esta zona a hablar
con otro científico.
—¿Mencionó
dónde hablaría con ese científico?
—Sí,
dijo que debía ir a... eh... San Luis, creo. ¿Por qué?
—No
lo sé... sólo preguntaba.
Al
decir esto, sucedieron dos cosas simultáneamente. Primero,
empecé a pensar en Dobson, en volver a verlo. Nos encontrábamos en
un camino bordeado de árboles altos. Y al mismo tiempo, miré por la
ventana y vi, para mi gran sorpresa, al padre Sánchez que subía los
escalones de la galería. Parecía cansado y tenía la ropa sucia. En
el estacionamiento, otro
sacerdote
esperaba en un auto viejo.
—¿Quién
es? —preguntó el profesor Connor.
—¡El
padre Sánchez! —exclamé, apenas capaz de contener mi excitación.
Me di
vuelta y busqué a Julia, pero ya no estaba sentada a nuestra mesa.
Me levanté justo cuando Sánchez entraba. Al verme, se detuvo
bruscamente, con expresión de absoluta sorpresa, caminó hacia mí y
me abrazó.
—¿Está
bien? —me preguntó.
—Sí,
muy bien —respondí—. ¿Qué hace aquí? Pese al cansancio, rió.
—No
sabía a qué otro lugar ir. Y casi no llego. Cientos de soldados
vienen hacia aquí.
—¿Por
qué vienen tropas? —preguntó Connor, que se había acercado a
donde estábamos Sánchez y yo.
—Lo
siento —respondió Sánchez—. No sé qué se proponen los
soldados. Sólo sé que son muchos.
Presenté
a los dos hombres y le conté al padre Sánchez cuál era la
situación de Connor, que parecía asustadísimo.
—Debo
irme —dijo—, pero no tengo conductor.
—El
padre Paul está esperando afuera —dijo Sánchez—. Él vuelve a
Lima de inmediato. Puede ir con él si quiere.
—Por
supuesto que sí —respondió Connor.
—Espere,
¿y si se topan con los soldados? —pregunté.
—No
creo que paren al padre Paul —opinó Sánchez—. No es conocido.
En ese
momento, Julia volvió a entrar en el salón y vio a Sánchez. Los
dos se saludaron con afecto y, de nuevo, presenté a Connor. Mientras
yo hablaba, Connor parecía asustarse cada vez más, y al cabo de
unos minutos Sánchez le dijo que era hora de que el padre Paul
emprendiera el regreso. Connor fue a buscar sus pertenencias al
cuarto y enseguida volvió. Sánchez y Julia lo acompañaron afuera,
pero yo me despedí allí y me quedé aguardando en la mesa. Quería
reflexionar. Sabía que, de alguna manera, el encuentro con Connor
era significativo, y que el hecho de que Sánchez nos hubiera
encontrado era importante, pero no sabía por qué.
Enseguida
regresó Julia y se sentó a mi lado.
—Te
dije que ocurriría algo —comentó—. Si no hubiéramos
parado no habríamos visto a Sánchez ni a Connor. Ya que estamos,
¿qué aprendiste de Connor?
—Todavía
no lo sé —repuse—. ¿Dónde está el padre Sánchez?
—Tomó
un cuarto para descansar un poco. Lleva dos días sin dormir.
Miré
para otro lado. Sabía que Sánchez estaba cansado, pero comprobar
que no se hallaba disponible me decepcionó. Quería hablar con él a
toda costa, ver si lograba esclarecer un poco lo que sucedía, en
especial en cuanto a los soldados. Me sentía mal y una parte mí
quería irse con Connor. Julia captó mi impaciencia.
—Tranquilízate
—me aconsejó—. Vamos, cuéntame qué te parece hasta ahora la
Octava Revelación. La miré y traté de concentrarme.
—No
sé por dónde empezar.
—¿Qué
piensas que dice LA OCTAVA REVELACIÓN?
Reflexioné.
—HABLA
DE UNA FORMA DE RELACIONARSE CON LOS DEMÁS, NIÑOS Y ADULTOS. HABLA
DE IDENTIFICAR LOS DRAMAS DE CONTROL Y SUPERARLOS, Y
CONCENTRARSE EN LAS DEMÁS PERSONAS DE UNA MANERA QUE LES ENVÍE
ENERGÍA.
—¿Y?
Me
concentré en su cara y enseguida vi adónde quería llegar.
—Y
SI OBSERVAMOS BIEN CON QUIÉN TENEMOS QUE HABLAR, EL RESULTADO ES QUE
OBTENEMOS LAS RESPUESTAS QUE DESEAMOS. Julia sonrió satisfecha.
—¿Capté
la revelación? —pregunté.
—Casi
—dijo—. Pero hay una cosa más. YA ENTIENDES CÓMO UNA PERSONA
PUEDE ELEVAR A OTRA. AHORA VERÁS QUÉ PASA EN UN GRUPO CUANDO TODOS
LOS INTEGRANTES SABEN CÓMO INTERACTUAR DE ESA MANERA.
Salí
a la galería y me senté en uno de los sillones de hierro forjado. A
los pocos minutos llegó Julia. Habíamos comido una cena liviana sin
hablar demasiado, y después decidimos sentarnos afuera al aire
libre. Hacía tres horas que Sánchez había ido a su cuarto, y yo
volvía a sentirme impaciente. Cuando de repente lo vi aparecer y
venir a sentarse con nosotros, me sentí aliviado.
—¿Supo
algo de Wil? —le pregunté.
Mientras
yo hablaba, corrió su sillón para quedar frente a Julia y a mí.
Noté que ajustaba con cuidado la posición del sillón para que
quedara a igual distancia de los dos.
—Sí
—respondió al fin.
Hizo
otra pausa y se quedó pensativo, de modo que pregunté:
—¿Qué
supo?
—Voy
a contarle todo lo que sucedió —comenzó—. Cuando el padre
Carl y yo regresamos a mi misión esperábamos encontrar allí al
padre Sebastián junto con los militares. Esperábamos una
inquisición. Al llegar, supimos que el padre Sebastián y los
soldados se habían ido unas horas antes, después de recibir un
mensaje.
Durante
todo un día no supimos qué pasaba, pero ayer recibimos la visita de
un padre llamado Costous, a quien, según tengo entendido, usted ya
conoce. Nos dijo que Wil James lo había enviado a mi misión. Al
parecer, Wil recordaba el nombre de mi misión por una conversación
anterior con el padre Carl, y en forma intuitiva sabía que
necesitaríamos la información que traía el padre Costous. Éste
decidió respaldar el Manuscrito.
—¿Por
qué Sebastián se fue tan de repente? —pregunté.
—Porque
quería acelerar la ejecución de sus planes —respondió Sánchez—.
El mensaje que recibió le decía que el padre Costous estaba a punto
de exponer su intención de destruir la Novena Revelación.
—¿Sebastián
lo encontró?
—Todavía
no, pero espera hacerlo. Encontraron otro documento que indica
dónde está la Novena.
—¿Dónde
se supone que está? —preguntó Julia.
—En
las ruinas Celestino —respondió Sánchez.
—¿Dónde
queda eso? —inquirí. Julia me miró.
—A
unos noventa kilómetros de aquí. Es un pozo que excavaron
exclusivamente los científicos peruanos y rodeado de una gran
reserva. Consiste en varias capas de templos antiguos, primero mayas
y después incas. Al parecer, ambas culturas creían que ese lugar
tenía algo especial.
De
pronto me di cuenta de que Sánchez se concentraba en la conversación
con una intensidad desacostumbrada. Cuando hablaba yo, se concentraba
por entero en mí, sin apartar la mirada en ningún momento. Cuando
hablaba Julia, el padre Sánchez modificaba su posición para
concentrarse totalmente en ella. Parecía actuar en forma muy
deliberada. Me preguntaba qué estaba haciendo, cuando en ese preciso
instante se produjo un silencio en la conversación. Los dos me
miraron expectantes.
—¿Qué?
—pregunté. Sánchez sonrió.
—Le
toca hablar.
—¿Estamos
turnándonos? —pregunté.
—No
—dijo Julia—, ESTAMOS MANTENIENDO UNA CONVERSACIÓN
CONSCIENTE. CADA PERSONA HABLA CUANDO LA ENERGÍA VA HACIA ELLA.
Vimos que fue hacia ti.
No
sabía qué decir.
Sánchez
me miró con afecto.
—PARTE
DE LA OCTAVA REVELACIÓN CONSISTE EN APRENDER A INTERACTUAR
CONSCIENTEMENTE EN GRUPO. PERO NO SE SIENTA INTIMIDADO. ENTIENDA
EL PROCESO. COMO MIEMBROS DE UNA CHARLA GRUPAL, SÓLO UNO TIENE LA
IDEA MÁS FUERTE EN UN PUNTO DEL TIEMPO. SI ESTÁN ALERTAS, LOS OTROS
DEL GRUPO SIENTEN QUIÉN ESTÁ A PUNTO DE HABLAR Y ASÍ PUEDEN
CONCENTRAR CONSCIENTEMENTE SU ENERGÍA EN ESA PERSONA, AYUDÁNDOLA A
EXPRESAR SU IDEA CON LA MAYOR CLARIDAD.
LUEGO,
A MEDIDA QUE AVANZA LA CONVERSACIÓN, ES OTRA PERSONA LA QUE TIENE LA
IDEA MÁS FUERTE, Y LUEGO OTRA, Y ASÍ SUCESIVAMENTE. SI NOS
CONCENTRAMOS EN LO QUE SE DICE, PODEMOS SENTIR CUÁNDO NOS TOCA A
NOSOTROS. LA IDEA SURGE EN NUESTRA MENTE.
Sánchez
desvió los ojos hacia Julia, quien preguntó:
—¿Qué
idea tenías, y no la expresaste? Traté de pensar.
—Me
preguntaba —dije al fin—, por qué el padre Sánchez miraba tan
intensamente a cualquiera de los dos que hablaba. Creo que me
preguntaba qué significaba.
—LA
CLAVE DE ESTE PROCESO —explicó Sánchez— RESIDE EN HABLAR CUANDO
ES NUESTRO MOMENTO Y PROYECTAR ENERGÍA CUANDO ES EL MOMENTO DE OTRO.
—PUEDEN
SALIR MAL MUCHAS COSAS —intervino Julia—. ALGUNAS PERSONAS SE
EXTRALIMITAN CUANDO ESTÁN EN GRUPO. SIENTEN EL PODER DE UNA IDEA Y
LA EXPRESAN, Y COMO ESA OLA DE ENERGÍA LAS HACE SENTIR BIEN, SIGUEN
HABLANDO PESE A QUE ESA ENERGÍA YA TENDRÍA QUE PASAR A OTRA
PERSONA. TRATAN DE MONOPOLIZAR EL GRUPO.
OTROS
INDIVIDUOS SON RETRAÍDOS Y, AUNQUE SIENTAN EL PODER DE UNA IDEA, NO
SE ARRIESGAN A DECIR NADA. CUANDO ESTO OCURRE, EL GRUPO SE FRAGMENTA
Y LOS MIEMBROS NO OBTIENEN EL BENEFICIO DE TODOS LOS MENSAJES. LO
MISMO SUCEDE CUANDO ALGUNOS INTEGRANTES DEL GRUPO NO SON ACEPTADOS
POR OTROS. LOS INDIVIDUOS RECHAZADOS NO PUEDEN RECIBIR LA
ENERGÍA Y ENTONCES EL GRUPO SE PIERDE EL BENEFICIO DE SUS IDEAS.
Julia
hizo una pausa y ambos miramos a Sánchez, que tomaba aliento para
hablar.
—ES
IMPORTANTE LA FORMA EN QUE LAS PERSONAS SON EXCLUIDAS —observó—.
CUANDO ALGUIEN NO NOS GUSTA, O NOS SENTIMOS AMENAZADOS POR
ALGUIEN, LA TENDENCIA NATURAL ES CONCENTRARNOS EN ALGO DE ESA PERSONA
QUE NO NOS GUSTA, ALGO QUE NOS IRRITA. POR DESGRACIA, CUANDO HACEMOS
ESO, EN LUGAR DE VER SU BELLEZA MÁS PROFUNDA Y DARLE ENERGÍA, LE
QUITAMOS ENERGÍA Y LE HACEMOS DAÑO. TODO LO QUE LA PERSONA SABE ES
QUE DE REPENTE SE SIENTE MENOS BELLA Y MENOS CONFIADA, Y ESO ES
PORQUE LE SABOTEAMOS ENERGÍA.
—POR
ESO ES TAN IMPORTANTE ESTE PROCESO —acotó Julia—. LOS SERES
HUMANOS ENVEJECEN A UNA VELOCIDAD TREMENDA CON SUS VIOLENTAS
COMPETENCIAS.
—Pero
recuerde —dijo Sánchez—: EN UN GRUPO REALMENTE FUNCIONAL, LA
IDEA ES HACER LO CONTRARIO A ESO. LA IDEA ES QUE LA ENERGÍA Y LAS
VIBRACIONES DE CADA MIEMBRO AUMENTEN GRACIAS A LA ENERGÍA QUE LE
ENVÍAN LOS DEMÁS. CUANDO ESTO SUCEDE, EL CAMPO DE ENERGÍA
INDIVIDUAL DE CADA UNO SE FUSIONA CON EL DE LOS DEMÁS Y FORMA UNA
COMUNIDAD DE ENERGÍA. ES COMO SI EL GRUPO FUERA UN CUERPO SOLO, PERO
CON MUCHAS CABEZAS. A VECES, UNA CABEZA HABLA POR EL CUERPO. A VECES
HABLA OTRA. PERO EN UN GRUPO QUE FUNCIONA DE ESTA FORMA, CADA
INDIVIDUO SABE CUÁNDO HABLAR Y QUÉ DECIR, PORQUE VE LA VIDA CON MÁS
CLARIDAD. ESTA ES LA PERSONA SUPERIOR DE LA QUE HABLA LA OCTAVA
REVELACIÓN CUANDO SE REFIERE A UNA RELACIÓN ROMÁNTICA ENTRE UN
HOMBRE Y UNA MUJER. PERO OTROS GRUPOS TAMBIÉN PUEDEN FORMARLA.
Las
palabras del padre Sánchez me hicieron pensar de pronto en el padre
Costous, y en Pablo. ¿El joven indio había logrado finalmente hacer
cambiar de opinión al padre Costous llevándolo a querer preservar
el Manuscrito? ¿Lo había hecho gracias al poder de la Octava
Revelación?
—¿Dónde
está el padre Costous? —pregunté. Los dos me miraron ligeramente
sorprendidos ante la pregunta, pero el padre Sánchez me respondió
sin demora:
—El
padre Carl y él decidieron ir a Lima para hablar con los dirigentes
de nuestra Iglesia sobre lo que planea el cardenal Sebastián.
—Supongo
que por eso mostraba tanto entusiasmo en ir a su misión con usted.
Sabía que estaba destinado a hacer algo más.
—Exactamente
—concordó Sánchez.
Se
hizo una pausa y nos miramos, cada uno esperando la siguiente idea.
—La
cuestión ahora —prosiguió el padre Sánchez— es:
¿qué
se supone que debemos hacer nosotros?
Primero
habló Julia.
—He
tenido pensamientos relacionados de alguna manera con la Novena
Revelación, con el hecho de tenerla el tiempo suficiente como para
hacer algo... pero no veo con claridad.
Sánchez
y yo la miramos.
—Veo
que esto ocurre en un lugar en especial... —continuó—.
Esperen un momento. El lugar en el que estuve pensando se halla
en las ruinas, en las ruinas Celestine. Hay un sitio especial entre
los templos. Casi lo olvidaba. —Volvió a mirarnos. —Ahí
tengo que ir; tengo que ir a las ruinas Celestine.
Cuando
Julia terminó, tanto ella como el padre Sánchez se volvieron hacia
mí.
—No
sé —intervine—. Me interesaba averiguar por qué Sebastián y su
gente están tan en contra del Manuscrito. Descubrí que es
porque le temen a la idea de nuestra evolución interior... Pero
ahora no sé adónde ir... Esos soldados que vienen... Parecería que
Sebastián encontrará la Novena Revelación primero... No sé;
estuve reflexionando que tengo algo que ver con el hecho de
convencerlo, de alguna manera, de que no lo destruya.
Dejé
de hablar. Mis pensamientos pasaron de nuevo a Dobson y luego,
abruptamente, a la Novena Revelación. De pronto me di cuenta de que
la Novena Revelación indicaría adónde iban los seres humanos con
esta evolución. Me había intrigado cómo actuarían los hombres
entre ellos como consecuencia del Manuscrito, y ese interrogante
había sido respondido con la Octava Revelación, y ahora el
siguiente interrogante lógico era: ¿adónde llevaría todo
eso, cómo cambiaría la sociedad? Seguramente, en eso consistía la
Novena Revelación.
Sabía,
de algún modo, que ese conocimiento también podía ser utilizado
para aplacar los temores de Sebastián en cuanto a la evolución
consciente... Si es que escuchaba.
—¡Sigo
pensando que es posible convencer al cardenal Sebastián de que apoye
el Manuscrito! —exclamé con convicción.
—¿Se
ve a sí mismo convenciéndolo? —me preguntó Sánchez.
—No...
No, en realidad no. Estoy con alguien que puede llegar a él, alguien
que lo conoce y puede hablar en su nivel.
Mientras
decía esto, Julia y yo espontáneamente miramos al padre Sánchez.
Hizo
esfuerzos por sonreír y habló con resignación.
—El
cardenal Sebastián y yo hemos evitado una confrontación por el
Manuscrito durante mucho tiempo. Siempre fue mi superior. Me
consideró su protegido y debo admitir que me sirvió de ejemplo.
Pero creo que siempre supe que llegaríamos a esto. La primera vez
que usted lo dijo, supe que la tarea de convencerlo era para mí.
Toda mi vida me preparó para eso.
Nos
miró con intensidad y continuó:
—Mi
madre era una cristiana reformista. Odiaba que se usara la culpa y la
coerción para evangelizar. Pensaba que las personas debían
acercarse a la religión por amor, no por miedo. Por otra parte, mi
padre era una persona estricta en materia de disciplina; más tarde
fue sacerdote y, como Sebastián, creía fanáticamente en la
tradición y la autoridad. Como consecuencia de ello, quise
trabajar dentro de la autoridad de la Iglesia, pero siempre buscando
formas de modificarla para hacer hincar la experiencia religiosa
más elevada. Mi siguiente paso es tratar con Sebastián. Hasta ahora
me resistí a hacerlo, pero sé que debo ir a la misión de Sebastian
en Iquitos. —Yo lo llevaré —dije.
LA
CULTURA EMERGENTE
El
camino hacia el norte atravesaba una selva abigarrada y varios
grandes ríos, afluentes del Amazonas, según me dijo el padre
Sánchez. Nos habíamos levantado temprano; nos despedimos de
Julia y partimos en un vehículo que el padre Sánchez pidió
prestado, una camioneta con neumáticos inmensos y tracción en las
cuatro ruedas. A medida que avanzábamos, el terreno se elevaba poco
a poco y los árboles se veían más grandes y espaciados.
—Esto
se parece a los alrededores de Vicente —le dije a Sánchez.
Me
sonrió y dijo:
—Entramos
en una franja de tierra de unos setenta y cinco kilómetros de largo
por treinta de ancho que es distinta, más energizada. Llega hasta
las ruinas Celestine. Alrededor de esta zona, es todo selva.
A la
derecha, lejos, al borde de la selva, vi un pedazo de tierra
despejada.
—¿Qué
es eso? —pregunté señalando el lugar.
—Ésa
es la idea que tiene el gobierno del desarrollo agrícola.
Una
ancha hilera de árboles habían sido derribados y apilados, algunos
parcialmente quemados. Una tropa de ganado pacía perdida entre
pastos silvestres y suelo erosionado. Al pasar, varios animales nos
miraron, distraídos por el ruido. Vi otro pedazo de tierra recién
aplastada y me di cuenta de que los trabajos avanzaban hacia los
árboles más grandes junto a los que íbamos pasando.
—Es
espantoso —comenté.
—Sí
—respondió Sánchez—. Hasta el cardenal Sebastián está en
contra.
Me
acordé de Phil. Tal vez era ése el lugar que trataba de proteger.
¿Qué le habría pasado? De repente, pensé otra vez en Dobson.
Connor había dicho que Dobson pensaba ir a la posada. ¿Por qué
estaba Connor para decírmelo? ¿Dónde se hallaba Dobson? ¿Lo
habrían deportado? ¿Estaría preso? No se me escapaba el hecho de
que espontáneamente había percibido una imagen de Dobson
relacionada con Phil.
—¿A
qué distancia queda la misión de Sebastián? —pregunté.
—A
una hora de aquí —respondió Sánchez—. ¿Cómo se siente?
—¿A
qué se refiere?
—Quiero
decir, ¿cómo está su nivel de energía?
—Creo
que alto —repuse—. Es muy hermoso todo esto.
—¿Qué
le pareció la conversación que sostuvimos los tres anoche?
—preguntó.
—Creo
que fue asombrosa.
—¿Se
dio cuenta de lo que pasaba?
—¿Quiere
decir la forma en que las ideas surgían en cada uno de nosotros en
distintos momentos?
—Sí,
pero el significado más importante de eso.
—No
lo sé.
—Bueno,
estuve reflexionando al respecto. ESA FORMA DE RELACIONARSE
CONSCIENTEMENTE, EN LA QUE CADA UNO TRATA DE DAR LO MEJOR A LOS OTROS
Y NO DE TENER PODER SOBRE ELLOS, ES UNA POSTURA QUE A LA LARGA
ADOPTARÁ TODA LA RAZA HUMANA. ¡PIENSE QUE EL NIVEL DE ENERGÍA Y EL
RITMO DE EVOLUCIÓN DE CADA UNO AUMENTARÁ HASTA ESE PUNTO!
—Claro
—dije—. He estado preguntándome cómo va a cambiar la cultura
humana cuando aumente el nivel general de energía.
Me
miró como si hubiera hecho la pregunta indicada.
—Eso
me pregunto yo también —repuso. Nos miramos un instante y me di
cuenta de que los dos nos quedamos esperando a quién se le ocurría
la siguiente idea.
Después,
Sánchez dijo:
—La
respuesta a ese interrogante tiene que estar en la Novena Revelación.
Seguramente explica qué ocurrirá cuando la cultura evolucione.
—Eso
creo yo también —opiné.
Sánchez
disminuyó la velocidad. Nos acercábamos a un cruce y parecía
indeciso respecto de cuál rumbo tomar.
—¿Vamos
a algún lugar cerca de San Luis? —pregunté. Me miró fijo.
—Sólo
si en este cruce doblamos a la izquierda. ¿Por qué?
—Connor
me dijo que Dobson planeaba pasar por San Luis antes de ir a la
posada. Creo que fue un mensaje. Seguimos mirándonos.
—Usted
ya iba reduciendo la velocidad antes de llegar a este cruce —señalé—.
¿Por qué? Se encogió de hombros.
—No
sé; la forma más directa de llegar a Iquitos es siguiendo
derecho. Sólo que, por alguna razón, dudé.
Un
estremecimiento me recorrió todo el cuerpo. Sánchez alzó una ceja
y rió burlón.
—Supongo
que es mejor pasar por San Luis, ¿no? Asentí y me invadió una ola
de energía. Sabía que el haber parado en la posada y haberme puesto
en contacto con Connor adquiría más sentido. Mientras Sánchez
giraba a la izquierda para dirigirse a San Luis, me puse a mirar
hacia un lado del camino, lleno de expectativa. Transcurrieron
treinta o cuarenta minutos sin que pasara nada. Atravesamos San Luis
sin ningún incidente. Pero de pronto sonó una bocina, nos dimos
vuelta y vimos un jeep plateado. El conductor hacía señas
frenéticamente. Me resultó conocido.
—¡Es
Phil! —exclamé.
Nos
desviamos a un lado del camino. Phil se bajó corriendo hacia el lado
de la camioneta en que iba yo, me estrechó la mano y saludó a
Sánchez.
—No
me explico qué están haciendo aquí —dijo—, pero más adelante
la ruta está llena de soldados. Es mejor que retrocedan y esperen
con nosotros.
—¿Cómo
sabías que veníamos? —pregunté.
—No
lo sabía —respondió—. Simplemente miré y los vi pasar. Estamos
unos novecientos metros más atrás. —Miró para todos lados y
agregó: —¡Mejor salgamos de este camino!
—Lo
seguiremos —dijo el padre Sánchez.
Seguimos
a Phil, que dio vuelta el jeep y tomó por el camino que habíamos
recorrido. Dobló hacia el este por otro sendero y enseguida paró.
De un grupo de árboles salió un hombre, que nos saludó. No podía
creerlo. ¡Era Dobson!
Salté
de la camioneta y fui hacia él. Estaba igualmente sorprendido y me
abrazó con afecto.
—¡Qué
fantástico volver a verte! —exclamó.
—Lo
mismo digo —respondí—. ¡Creí que te habían matado!
Dobson
me palmeó la espalda y dijo:
—No,
aunque sentí pánico; sólo me detuvieron. Después, algunos
oficiales que defienden el Manuscrito me dejaron ir. Desde entonces,
ando huyendo.
Hizo
una pausa y me sonrió:
—Me
alegra que te encuentres bien. Cuando Phil me dijo que te había
conocido en Vicente y que después los arrestaron, no supe qué
pensar. Pero tendría que haber sabido que volveríamos a
encontrarnos. ¿Adónde vas?
—A
ver al cardenal Sebastián. Creemos que se propone destruir la última
revelación.
Dobson
asintió y estaba a punto de decir algo, pero se acercó el padre
Sánchez. Los presenté.
—Creo
haber oído su nombre en Lima —dijo Dobson dirigiéndose a
Sánchez—, en relación con un par de sacerdotes que estaban
detenidos.
—¿El
padre Carl y el padre Costous? —pregunté.
—Sí,
me parece que ésos eran los nombres. Sánchez apenas sacudió la
cabeza. Lo observé un momento y luego Dobson y yo pasamos
varios minutos describiendo nuestras experiencias desde que nos
habíamos separado. Me dijo que había estudiado las ocho
revelaciones y parecía ansioso por contarme algo más, pero lo
interrumpí para informarle que habíamos visto a Connor y que había
vuelto a Lima.
—Tal
vez lo detengan a él también —murmuró Dobson—. Lamento no
haber llegado a la posada a tiempo, pero quería venir primero a San
Luis para ver a otro científico. Al final no lo encontré, pero di
con Phil y...
—¿Qué
pasa? —preguntó Sánchez.
—Quizá
sea mejor que nos sentemos —dijo Dobson—. No van a creerlo. ¡Phil
encontró una copia de parte de la Novena Revelación!
Nadie
se movió.
—¿Encontró
una copia traducida? —preguntó el padre Sánchez.
—Sí.
Phil
había estado haciendo algo en su vehículo y ahora se acercaba hasta
nosotros.
—¿Encontraste
parte de la Novena? —le pregunté.
—En
realidad no la encontré —dijo—. Me la dieron. Cuando nos
capturaron a ti y a mí, me llevaron a otra ciudad. No sé adónde.
Después de un tiempo, apareció el cardenal Sebastián. Me interrogó
una y otra vez sobre el trabajo en Vicente y mis esfuerzos por salvar
la selva. Yo no sabía por qué, hasta que un guardia me trajo una
copia parcial de la NOVENA REVELACIÓN. El guardia se la había
robado a alguien del grupo de Sebastián, que, al parecer, sólo la
había traducido. HABLA DE LA ENERGÍA DE LAS SELVAS VIEJAS.
—¿Qué
decía? —le pregunté a Phil.
Hizo
una pausa para reflexionar, que Dobson aprovechó para volver a
pedirnos que nos sentáramos. Nos llevó hasta un claro; el lugar era
bellísimo. Una docena de árboles inmensos formaba un círculo de
unos nueve metros de diámetro. Dentro del círculo había arbustos
tropicales muy aromáticos y helechos de ramas largas, del verde más
brillante que yo había visto. Nos sentamos enfrentados.
Phil
miró a Dobson. Luego Dobson nos miró a Sánchez y a mí y dijo:
—LA
NOVENA REVELACIÓN EXPLICA CÓMO CAMBIARÁ LA CULTURA HUMANA EN EL
PRÓXIMO MILENIO COMO CONSECUENCIA DE LA EVOLUCIÓN CONSCIENTE.
DESCRIBE UNA FORMA DE VIDA SIGNIFICATIVAMENTE DISTINTA. POR EJEMPLO,
EL MANUSCRITO PREDICE QUE LOS SERES HUMANOS DISMINUIRÁN
VOLUNTARIAMENTE NUESTRA POBLACIÓN PARA QUE PODAMOS VIVIR EN LOS
LUGARES MÁS POTENTES Y BELLOS DE LA TIERRA. PERO EN EL FUTURO
EXISTIRÁN MUCHAS MÁS DE ESAS ZONAS PORQUE DEJAREMOS LAS SELVAS SIN
DESMONTAR PARA QUE PUEDAN MADURAR Y CREAR ENERGÍA.
SEGÚN
LA NOVENA REVELACIÓN, HACIA MEDIADOS DEL PRÓXIMO MILENIO
—continuó— LOS SERES HUMANOS VIVIRÁN ENTRE ÁRBOLES DE
QUINIENTOS AÑOS Y JARDINES MUY CUIDADOS, AUNQUE A UNA DISTANCIA
CORTA DE UNA ZONA URBANA CON UN AVANCE TECNOLÓGICO INCREÍBLE.
PARA ENTONCES, LOS MEDIOS DE SUPERVIVENCIA, ALIMENTOS, ROPA Y
TRANSPORTE, SERÁN TOTALMENTE AUTOMÁTICOS Y SE HALLARÁN A
DISPOSICIÓN DE TODOS. NUESTRAS NECESIDADES ESTARÁN TOTALMENTE
SATISFECHAS; NO CIRCULARÁ NINGÚN TIPO DE MONEDA SIN QUE ELLO
IMPLIQUE PEREZA O INDULGENCIA EXCESIVA.
CADA
PERSONA, GUIADA POR SUS INTUICIONES, SABRÁ CON PRECISIÓN QUÉ
HACER Y CUÁNDO, Y ESTO SE COMPLEMENTARÁ EN FORMA ARMÓNICA CON LAS
ACCIONES DE LOS DEMÁS. NADIE CONSUMIRÁ EN EXCESO, PORQUE NOS
HABREMOS LIBERADO DE LA NECESIDAD DE POSEER Y CONTROLAR PARA OBTENER
SEGURIDAD. EN EL PRÓXIMO MILENIO LA VIDA SERÁ OTRA COSA.
EL
MANUSCRITO EXPLICA —prosiguió— QUE NUESTRO SENTIDO DEL PROPÓSITO
SE VERÁ SATISFECHO POR LA EXCITACIÓN DE LA EVOLUCIÓN: POR LA
ALEGRÍA DE RECIBIR INTUICIONES Y LUEGO OBSERVAR CÓMO SE DESARROLLAN
NUESTROS DESTINOS. LA NOVENA DESCRIBE UN MUNDO HUMANO EN EL QUE
TODOS VIVIREMOS MÁS SERENOS Y ALERTAS, SIEMPRE ATENTOS AL SIGUIENTE
ENCUENTRO SIGNIFICATIVO QUE SE PRODUCIRÁ. SABREMOS QUE ESO PODRÁ
OCURRIR EN CUALQUIER MOMENTO: EN UN CAMINO SERPENTEANTE DE UNA
SELVA, POR EJEMPLO, O EN UN PUENTE QUE ATRAVIESA ALGÚN CAÑÓN.
¿VISUALIZAN
ENCUENTROS HUMANOS CON SEMEJANTE SENTIDO Y SIGNIFICADO? PIENSEN LO
QUE VA A SER QUE DOS PERSONAS SE CONOZCAN. CADA UNA OBSERVARÁ
PRIMERO EL CAMPO DE ENERGÍA DE LA OTRA, LO QUE PERMITIRÁ VER
CUALQUIER TIPO DE MANIPULACIÓN. UNA VEZ QUE TENGAN LAS COSAS CLARAS,
COMPARTIRÁN CONSCIENTEMENTE HISTORIAS DE VIDA HASTA DESCUBRIR CON
JÚBILO LOS RESPECTIVOS MENSAJES. DESPUÉS, LAS DOS CONTINUARÁN
SU VIAJE INDIVIDUAL, PERO SIGNIFICATIVAMENTE CAMBIADAS. VIBRARÁN EN
UN NUEVO NIVEL Y A PARTIR DE ENTONCES LLEGARÁN A OTROS DE UNA MANERA
QUE HABRÍA RESULTADO IMPOSIBLE ANTES DE ENCONTRARSE.
A
medida que le dábamos más energía, Dobson se volvía más
elocuente e inspirado en su descripción de la nueva cultura humana.
Y lo que decía parecía verdad. Yo, personalmente, no dudaba de que
lo que describía era un futuro factible. Sin embargo, también sabía
que a lo largo de la historia muchos visionarios habían vislumbrado
un mundo así; Marx, por ejemplo. Pero hasta el momento no se
había encontrado ninguna manera de crear semejante utopía. El
comunismo había sido una tragedia.
Pese
al conocimiento impartido en las ocho primeras revelaciones, no podía
imaginar cómo llegaría la raza humana al lugar descripto por la
Novena, teniendo en cuenta el comportamiento humano en general.
Cuando Dobson hizo una pausa, manifesté mi preocupación.
—EL
MANUSCRITO DICE QUE NUESTRA BÚSQUEDA NATURAL DE LA VERDAD NOS
LLEVARÁ ALLÍ —explicó Dobson, sonriéndome directamente—.
No obstante, para comprender cómo se producirá ese movimiento, tal
vez sea necesario visualizar el próximo milenio de la misma manera
en que analizaste éste conmigo en el avión, ¿te acuerdas? ¿Como
si lo viviéramos todo en una vida?
Dobson
explicó brevemente el proceso a los demás y continuó:
—PIENSEN
EN LO QUE YA PASÓ EN ESTE MILENIO. DURANTE LA EDAD MEDIA VIVIMOS EN
UN MUNDO SIMPLE DE BIEN Y MAL, DEFINIDO POR LOS HOMBRES DE LA
IGLESIA. PERO EN EL RENACIMIENTO NOS LIBERAMOS. SUPIMOS QUE EN EL
UNIVERSO TENÍA QUE HABER ALGO MÁS SOBRE LA SITUACIÓN DEL HOMBRE
QUE LO QUE CONTABAN LOS HOMBRES DE LA IGLESIA, Y QUISIMOS LA HISTORIA
COMPLETA.
ENVIAMOS
ENTONCES A LA CIENCIA A DESCUBRIR NUESTRA VERDADERA SITUACIÓN,
PERO CUANDO ESE ESFUERZO NO NOS DIO LAS RESPUESTAS QUE
NECESITÁBAMOS EN SEGUIDA, DECIDIMOS ESTABLECERNOS Y CONVERTIR
NUESTRA MODERNA ÉTICA DE TRABAJO EN UNA PREOCUPACIÓN QUE
SECULARIZARA LA REALIDAD Y APARTARA EL MISTERIO DEL MUNDO. PERO AHORA
VEMOS LA VERDAD DE ESA PREOCUPACIÓN. VEMOS QUE EL VERDADERO MOTIVO
POR EL QUE PASAMOS CINCO SIGLOS CREANDO SOSTENES MATERIALES PARA LA
VIDA HUMANA ERA PREPARAR EL ESCENARIO PARA ALGO MÁS, UNA FORMA DE
VIDA QUE DEVUELVA MISTERIO A LA EXISTENCIA.
ESO ES
LO QUE INDICA LA INFORMACIÓN QUE VUELVE AHORA DESDE EL MÉTODO
CIENTÍFICO: LA HUMANIDAD ESTÁ EN EL PLANETA PARA EVOLUCIONAR
CONSCIENTEMENTE. Y A MEDIDA QUE EVOLUCIONEMOS Y SIGAMOS NUESTRO
CAMINO PARTICULAR, VERDAD TRAS VERDAD, LA NOVENA REVELACIÓN DICE QUE
TODA LA CULTURA SE TRANSFORMARÁ DE UNA MANERA MUY PREDECIBLE.
Hizo
una pausa pero nadie comentó nada. Obviamente, queríamos oír más.
—UNA
VEZ QUE ALCANCEMOS LA MASA CRÍTICA —continuó— Y LAS
REVELACIONES EMPIECEN A PRODUCIRSE A ESCALA GLOBAL, LA RAZA HUMANA
EXPERIMENTARÁ PRIMERO UN PERÍODO DE INTROSPECCIÓN INTENSA.
COMPRENDEREMOS CUAN BELLO Y ESPIRITUAL ES EL MUNDO NATURAL. VEREMOS
LOS ÁRBOLES, LOS RÍOS Y LAS MONTAÑAS COMO TEMPLOS DE GRAN PODER A
LOS QUE DEBEMOS REVERENCIA Y RESPETO. EXIGIREMOS QUE SE PONGA PUNTO
FINAL A CUALQUIER ACTIVIDAD ECONÓMICA QUE AMENACE ESTE TESORO. Y LOS
QUE ESTÉN MÁS ESTRECHAMENTE LIGADOS A ESA SITUACIÓN ENCONTRARÁN
SOLUCIONES ALTERNATIVAS AL PROBLEMA DE LA CONTAMINACIÓN, PORQUE
ALGUIEN LAS INTUIRÁ EN ESA BÚSQUEDA DE LA PROPIA EVOLUCIÓN.
ESTO
FORMARÁ PARTE DEL PRIMER GRAN CAMBIO QUE SE PRODUCIRÁ
—continuó—, QUE SERÁ UN DESPLAZAMIENTO CONSIDERABLE DE LOS
INDIVIDUOS DE UNA OCUPACIÓN A OTRA. PORQUE CUANDO LAS PERSONAS
EMPIEZAN A RECIBIR INTUICIONES CLARAS DE QUIÉNES SON EN REALIDAD Y
QUÉ SE SUPONE QUE DEBEN HACER, A MENUDO DESCUBREN QUE NO ESTÁN EN
EL TRABAJO INDICADO Y TIENEN QUE PASAR A OTRO TIPO DE ACTIVIDAD PARA
SEGUIR CRECIENDO. EL MANUSCRITO EXPLICA QUE DURANTE ESE PERÍODO
LAS PERSONAS CAMBIARÁN DE CARRERA VARIAS VECES EN SU VIDA.
EL
SIGUIENTE CAMBIO CULTURAL SERÁ LA AUTOMATIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN
DE BIENES. QUIENES ESTÉN ELABORANDO LA AUTOMATIZACIÓN, LOS
TÉCNICOS, SENTIRÁN LA NECESIDAD DE QUE LA ECONOMÍA FUNCIONE CON
MAYOR EFICIENCIA. PERO A MEDIDA QUE SUS INTUICIONES SE TORNEN MÁS
CLARAS, VERÁN QUE LO QUE LA
AUTOMATIZACIÓN
HACE ES DEJAR TIEMPO LIBRE PARA PODER EMPRENDER OTRAS COSAS.
MIENTRAS
TANTO, EL RESTO SEGUIREMOS NUESTRAS PROPIAS INTUICIONES DENTRO
DE LA OCUPACIÓN QUE HAYAMOS ELEGIDO, Y DESEAREMOS TENER CADA
VEZ MÁS DE ESE TIEMPO LIBRE. NOS DAREMOS CUENTA DE QUE LA VERDAD QUE
TENEMOS PARA DECIR Y LAS COSAS QUE DEBEMOS HACER SON DEMASIADO
SINGULARES PARA ENCAJAR EN UN MARCO DE TRABAJO HABITUAL. DE MODO QUE
ENCONTRAREMOS NUEVAS FORMAS DE ACORTAR NUESTRAS HORAS DE EMPLEO PARA
IR EN POS DE NUESTRA PROPIA VERDAD. DOS O TRES PERSONAS MANTENDRÁN
LO QUE SOLÍA SER UN TRABAJO FULL TIME. ESTA TENDENCIA HARÁ QUE A
LOS DESPLAZADOS POR LA AUTOMATIZACIÓN LES RESULTE MÁS FÁCIL
ENCONTRAR POR LO MENOS TRABAJO DE TIEMPO PARCIAL.
—Pero,
¿y el dinero? —pregunté—. No puedo creer que la gente vaya a
reducir voluntariamente sus ingresos.
—Oh,
no tendremos por qué hacerlo —replicó Dobson—. El MANUSCRITO
DICE QUE NUESTROS INGRESOS SERÁN ESTABLES GRACIAS A LAS PERSONAS QUE
NOS DEN DINERO POR LAS REVELACIONES QUE PROPORCIONEMOS.
Casi
suelto la carcajada.
—¿Qué?
Sonrió
y me miró fijo.
—EL
MANUSCRITO DICE QUE, A MEDIDA QUE VAYAMOS DESCUBRIENDO MÁS
ACERCA DE LA DINÁMICA ENERGÉTICA DEL UNIVERSO, VEREMOS QUÉ OCURRE
CUANDO LE DAMOS ALGO A ALGUIEN. EN ESTE PRECISO MOMENTO, LA ÚNICA
IDEA ESPIRITUAL RESPECTO DEL DAR ES EL MEZQUINO CONCEPTO DEL DIEZMO
RELIGIOSO.
Desvió
su mirada al padre Sánchez.
—Como
saben, LA NOCIÓN BÍBLICA DEL DIEZMO SUELE INTERPRETARSE COMO
UNA ORDEN DE DAR EL DIEZ POR CIENTO DE LOS INGRESOS A UNA IGLESIA. LA
IDEA SUBYACENTE ES QUE TODO LO QUE DEMOS NOS SERÁ DEVUELTO CON
CRECES. PERO LA NOVENA REVELACIÓN EXPLICA QUE DAR ES EN REALIDAD UN
PRINCIPIO UNIVERSAL DE SOSTÉN, NO SÓLO PARA LAS IGLESIAS, SINO PARA
TODOS. CUANDO DAMOS, RECIBIMOS ALGO A CAMBIO, DEBIDO A LA FORMA EN
QUE INTERACTÚA LA ENERGÍA DEL UNIVERSO. RECUERDEN: CUANDO
PROYECTAMOS ENERGÍA A ALGUIEN SE CREA UN VACÍO EN NOSOTROS QUE, SI
ESTAMOS CONECTADOS, VUELVE A LLENARSE. EL DINERO FUNCIONA DE LA MISMA
FORMA. LA NOVENA REVELACIÓN DICE QUE UNA VEZ QUE EMPECEMOS A DAR DE
MANERA CONSTANTE, NOS LLEGARÁ SIEMPRE MUCHO MÁS DE LO QUE PODRÍAMOS
DAR.
Y
NUESTROS DONES —continuó— DEBERÍAN IR A LAS PERSONAS QUE NOS
DIERON VERDAD ESPIRITUAL. CUANDO LLEGAN A NUESTRA VIDA EN EL MOMENTO
JUSTO PARA BRINDARNOS LAS RESPUESTAS QUE NECESITAMOS, DEBEMOS
DARLES DINERO. ES ASÍ CÓMO EMPEZAREMOS A COMPLEMENTAR NUESTROS
INGRESOS Y A ALIVIAR LAS OCUPACIONES QUE NOS LIMITAN. A MEDIDA QUE
MÁS GENTE VAYA EMBARCÁNDOSE EN ESTA ECONOMÍA ESPIRITUAL,
INICIAREMOS UN VERDADERO CAMBIO EN LA CULTURA DEL PRÓXIMO MILENIO.
HABREMOS SUPERADO LA ETAPA DE EVOLUCIONAR HACIA NUESTRA OCUPACIÓN
CORRECTA Y ENTRAREMOS EN LA ETAPA DE RECIBIR UN PAGO POR EVOLUCIONAR
LIBREMENTE Y OFRECER NUESTRA VERDAD ÚNICA A LOS DEMÁS.
Miré
a Sánchez; escuchaba con atención y se lo veía radiante.
—Sí
—le dijo a Dobson—. Lo veo con claridad. Si participáramos
todos, daríamos y recibiríamos constantemente, y esa interacción
con los demás, ese intercambio de información, pasaría a ser
nuestro nuevo trabajo, nuestra nueva orientación económica. Nos
pagarían las personas beneficiadas por nosotros. Esta situación
permitiría entonces que los sostenes materiales de la vida se
automatizaran por completo, porque estaríamos demasiado
ocupados para poseer esos sistemas o manejarlos. Desearíamos
que la producción material estuviera automatizada y funcionara
como un bien de uso. Tal vez tendríamos alguna participación
en ella, pero la situación nos dejaría libres para expandir lo que
ya es la era de la información.
No
obstante, lo importante para nosotros ahora es que podemos comprender
adónde vamos. No podíamos cuidar el medio ambiente, democratizar el
planeta y alimentar a los pobres, porque hasta ahora éramos
incapaces de liberar nuestro miedo a la escasez y nuestra necesidad
de controlar para poder dar a los demás. No podíamos liberarlo
porque no teníamos ninguna visión de la vida que sirviera de
alternativa. ¡Ahora sí!
Miré
a Phil.
—¿Pero
no necesitaríamos una fuente barata de energía?
—La
fusión, la superconductividad, la inteligencia artificial —dijo
Phil—La tecnología para automatizar tal vez no esté tan lejos,
ahora que sabemos por qué hacerlo.
—Eso
es —asintió Dobson—. Lo más importante es que vemos la verdad
de esta forma de vida. NOS HALLAMOS EN ESTE PLANETA NO PARA CONSTRUIR
IMPERIOS PERSONALES DE CONTROL, SINO PARA EVOLUCIONAR. EL PAGAR A
OTROS POR SUS REVELACIONES INICIARÁ LA TRANSFORMACIÓN Y LUEGO, A
MEDIDA QUE CADA VEZ MÁS PARTES DE LA ECONOMÍA SE AUTOMATICEN, LA
MONEDA TAMBIÉN DESAPARECERÁ. NO LA NECESITAREMOS. SI SEGUIMOS
CORRECTAMENTE NUESTRA GUÍA INTUITIVA, TOMAREMOS SÓLO LO QUE
NECESITAMOS.
—Y
entenderemos —intervino Phil— que LAS ZONAS NATURALES DE LA
TIERRA DEBEN SER NUTRIDAS Y PROTEGIDAS POR SER LAS FUENTES DE PODER
INCREÍBLE QUE SON.
Mientras
Phil hablaba, todos nos concentramos en él. Parecía
sorprendido por la elevación que le dábamos.
—Yo
no estudié todas las revelaciones —dijo, y me miró—. De
hecho, cuando el guardia me ayudó a escapar, tal vez no habría
conservado esta parte de la Novena si antes no me hubiera encontrado
contigo. Recordé haberte oído decir que ese Manuscrito era
importante. Sin embargo, pese a no haber leído las otras
revelaciones, comprendo de todos modos la importancia de mantener la
automatización en armonía con la dinámica energética de la
Tierra.
Me
interesaban las selvas y el papel que desempeñan en la ecosfera
—continuó—. Ahora sé que siempre fueron importantes, desde
que era chico. LA NOVENA REVELACIÓN DICE QUE A MEDIDA QUE LA RAZA
EVOLUCIONE ESPIRITUALMENTE, DISMINUIREMOS POR PROPIA VOLUNTAD LA
POBLACIÓN HASTA UN PUNTO SOSTENIBLE PARA LA TIERRA. NOS
COMPROMETEREMOS A VIVIR DENTRO DE LOS SISTEMAS DE ENERGÍA NATURAL
DEL PLANETA. LA AGRICULTURA ESTARÁ AUTOMATIZADA, EXCEPTO EN EL CASO
DE LAS PLANTAS QUE NECESITAMOS PARA ENERGIZARNOS PERSONALMENTE Y
LUEGO CONSUMIRLAS. LOS ÁRBOLES NECESARIOS PARA LA CONSTRUCCIÓN
SERÁN CULTIVADOS EN ZONAS ESPECIALES. ESTO PERMITIRÁ QUE EL RESTO
DE LOS ÁRBOLES DE LA TIERRA CREZCAN Y ENVEJEZCAN Y MADUREN HASTA
CONVERTIRSE EN PODEROSAS SELVAS.
A LA
LARGA, ESAS SELVAS NO SERÁN LA EXCEPCIÓN SINO LA REGLA, Y TODOS LOS
SERES HUMANOS VIVIRÁN MUY CERCA DE ESE TIPO DE ENERGÍA. PIENSEN EN
QUÉ MUNDO LLENO DE ENERGÍA VAMOS A VIVIR.
—Debería
aumentar el nivel de energía de todos —observé.
—Sí
—dijo Sánchez distraídamente, como si estuviera proyectándose
más adelante, a lo que significaría ese aumento de energía.
Todos
nos quedamos esperando.
—ACELERARÍA
EL RITMO DE LA EVOLUCIÓN —continuó al fin—. CUANTO MÁS
FÁCILMENTE FLUYE LA ENERGÍA HACIA NOSOTROS, MÁS MISTERIOSAMENTE EL
UNIVERSO RESPONDE ATRAYENDO HACIA NUESTRA VIDA PERSONAL PARA
RESPONDER NUESTROS INTERROGANTES.
Se
quedó pensativo un momento y continuó:
—Y
CADA VEZ QUE SEGUIMOS UNA INTUICIÓN Y ALGÚN ENCUENTRO
MISTERIOSO NOS LLEVA HACIA ADELANTE, NUESTRA VIBRACIÓN PERSONAL
AUMENTA. HACIA ADELANTE Y HACIA ARRIBA —agregó, casi para sí
mismo—. Si la historia continúa, entonces...
—CONTINUAREMOS
ALCANZANDO NIVELES CADA VEZ MÁS ALTOS DE ENERGÍA Y VIBRACIÓN
—completó Dobson.
—Sí
—dijo Sánchez—. Eso es. Discúlpenme un minuto. —Se levantó,
se internó varios pasos en la selva y se sentó solo.
—¿Qué
más dice la Novena Revelación? —le pregunté a Dobson.
—No
sabemos —respondió—. Ahí termina la parte que tenemos. ¿Te
gustaría verla?
Le
dije que sí, de modo que fue hasta su camioneta y volvió con un
sobre de papel madera. Adentro había veinte páginas escritas a
máquina. Leí el manuscrito, impresionado por la manera acabada en
que Dobson y Phil habían captado sus puntos básicos. Cuando llegué
a la última página comprendí por qué decían que era sólo una
parte de la Novena Revelación. Terminaba abruptamente, en medio de
un concepto. Después de introducir la idea de que la transformación
del planeta crearía una cultura totalmente espiritual y elevaría a
los seres humanos a vibraciones cada vez más altas, sugería que esa
elevación llevaría a otra cosa, pero no decía qué.
Una
hora más tarde, Sánchez se levantó y se acercó a mí. Yo estaba
contento de haberme sentado entre las plantas, observando sus
increíbles campos de energía. Dobson y Phil conversaban de pie
junto al jeep.
—Creo
que debemos seguir viaje a Iquitos —dijo.
—¿Y
los soldados? —pregunté.
—Considero
que debemos correr el riesgo. Tuve un pensamiento claro de que
podemos lograrlo si nos vamos ya mismo.
Acepté
seguir su intuición y nos acercamos a Dobson y a Phil para contarles
nuestros planes.
Ambos
aprobaron la idea. Dobson dijo entonces:
—Nosotros
también estuvimos discutiendo qué hacer. Creo que vamos a ir
directamente a las ruinas Celestine. Tal vez podamos ayudar a salvar
el resto de la Novena Revelación.
Nos
despedimos y partimos de nuevo rumbo al norte.
—¿En
qué piensa? —pregunté después de un tiempo de silencio.
El
padre Sánchez disminuyó la velocidad y me miró.
—Estoy
pensando en el cardenal Sebastián, en lo que usted
dijo:
que dejaría de combatir el Manuscrito si alguien lo hacía entrar en
razones.
Cuando
el padre Sánchez hizo esta afirmación, mi mente se perdió en el
ensueño de enfrentar realmente a Sebastián. El cardenal estaba
parado en una sala refinada, mirándonos. En ese momento tenía el
poder de destruir la Novena Revelación y nosotros luchábamos por
hacerlo entrar en razones antes de que fuera demasiado tarde.
Al
terminar el pensamiento, noté que Sánchez me sonreía.
—¿Qué
veía? —preguntó.
—Pensaba
en Sebastián.
—¿Qué
pasaba?
—La
imagen de enfrentar a Sebastián era más clara. Estaba a punto de
destruir la última revelación. Los dos tratábamos de disuadirlo.
Sánchez
hizo una profunda inhalación:
—Parecería
que la posibilidad de que se conozca o no el resto de la Novena
Revelación dependerá de nosotros. Se me hizo un nudo en el estómago
de solo pensarlo.
—¿Qué
deberíamos decirle?
—No
lo sé. Pero debemos convencerlo de ver lo positivo, de entender que
el Manuscrito en su totalidad no niega, sino que, por el contrario,
esclarece la verdad de la Iglesia. Estoy seguro de que eso es lo que
hay en el resto de la Novena Revelación.
Viajamos
en silencio durante una hora sin ver tránsito de ningún tipo. Mis
pensamientos sobrevolaron los hechos que se habían producido desde
mi llegada a Perú. Sabía que las revelaciones del Manuscrito por
fin se habían fusionado en mi mente formando una conciencia. ESTABA
ALERTA A LA FORMA MISTERIOSA EN QUE EVOLUCIONABA MI VIDA, TAL
COMO LO AFIRMABA LA PRIMERA REVELACIÓN. SABÍA QUE LA
CULTURA EN SU TOTALIDAD SENTÍA TAMBIÉN ESE MISTERIO Y QUE ESTÁBAMOS
EN EL PROCESO DE CONSTRUIR UNA NUEVA VISIÓN DEL MUNDO, TAL COMO
LO SEÑALABA LA SEGUNDA.
LA
TERCERA Y LA CUARTA ME HABÍAN MOSTRADO
QUE EL UNIVERSO ERA EN REALIDAD UN VASTO SISTEMA DE ENERGÍA Y QUE EL
CONFLICTO HUMANO ERA UNA CARENCIA Y UNA MANIPULACIÓN EN ARAS DE
CONSEGUIRLA.
LA
QUINTA REVELACIÓN ME HABÍA MOSTRADO QUE PODEMOS PONER
FIN A ESE CONFLICTO RECIBIENDO UNA CARGA DE ESA ENERGÍA DE UNA
FUENTE MÁS ELEVADA. PARA MÍ, ESA CAPACIDAD CASI SE HABÍA VUELTO
HÁBITO. LA SEXTA, CON LA IDEA DE QUE PODEMOS
ESCLARECER NUESTROS VIEJOS Y REITERADOS DRAMAS Y ENCONTRAR NUESTRO
VERDADERO YO, TAMBIÉN ESTABA ESBOZADA EN MI MENTE. Y LA SÉPTIMA
HABÍA PUESTO EN MOVIMIENTO LA EVOLUCIÓN DE ESOS VERDADEROS "YO":
A TRAVÉS DE LA INTERROGACIÓN, LA INTUICIÓN RESPECTO DE QUÉ HACER,
Y LA RESPUESTA. MANTENERSE EN ESE FLUJO MÁGICO ERA EN VERDAD EL
SECRETO DE LA FELICIDAD.
Y LA
OCTAVA, SABIENDO CÓMO RELACIONARSE DE OTRA MANERA CON
LOS DEMÁS, BRINDÁNDOLES LO MEJOR, ERA LA CLAVE PARA MANTENER
VIGENTE EL MISTERIO Y PARA QUE LAS RESPUESTAS SIGUIERAN APARECIENDO.
TODAS
LAS REVELACIONES SE INTEGRABAN EN UNA CONCIENCIA QUE SIGNIFICABA UN
SENTIDO REALZADO DE LA LUCIDEZ Y LA EXPECTACIÓN. LA QUE FALTABA ERA
LA NOVENA, QUE REVELABA ADÓNDE NOS LLEVABA NUESTRA
EVOLUCIÓN. HABÍAMOS DESCUBIERTO UNA PARTE. ¿Y EL RESTO?
El
padre Sánchez estacionó la camioneta a un lado del camino.
—Estamos
a menos de seis kilómetros de la misión del cardenal Sebastián
—dijo—. Creo que debemos hablar.
—Muy
bien.
—No
sé qué nos espera, pero supongo que lo único que podemos hacer es
entrar directamente.
—¿Es
un lugar grande?
—Sí.
Él lleva adelante esta misión desde hace veinte años. Eligió el
lugar para que les sirviera a los indios campesinos que para él
habían sido desdeñados. Pero ahora vienen estudiantes de todo Perú.
Tiene obligaciones administrativas con la organización
eclesiástica en Lima, pero éste es un proyecto especial. Está por
entero dedicado a esta misión.
Me
miró a los ojos.
—Por
favor, manténgase atento. En algún momento tal vez necesitemos
ayudarnos mutuamente.
Tras
decir esto, Sánchez arrancó. Durante dos o tres kilómetros no
vimos nada; luego pasamos dos jeeps militares estacionados a la
derecha de la ruta. Los soldados que se hallaban adentro nos miraron
extrañados.
—Bueno
—dijo el padre Sánchez—, ya saben que estamos aquí.
Un
kilómetro y medio más adelante llegamos a la entrada de la misión.
Grandes portones de hierro protegían el camino pavimentado. Si bien
estaban abiertos, un jeep y cuatro soldados nos impidieron el
paso y nos hicieron parar. Uno de los militares habló por radio.
Cuando
el soldado se acercó, Sánchez le dijo en tono cordial:
—Soy
el padre Sánchez. Vinimos a ver al cardenal Sebastián. El soldado
inspeccionó a Sánchez y después a mí. Se dio vuelta y caminó
hacia el soldado de la radio. Hablaban sin dejar de mirarnos. Al cabo
de varios minutos, el soldado regresó y dijo que los siguiéramos.
El
jeep nos condujo hasta un camino de tres carriles, de varios cientos
de metros, hasta llegar a la sede de la misión. La iglesia era de
piedra, enorme, capaz de albergar más de mil personas, pensé. A
ambos lados había otros dos edificios que parecían aulas. Los dos
tenían dos pisos.
—Este
lugar es imponente —comenté.
—Sí,
pero, ¿dónde está la gente?
Noté
que los caminos y el parque estaban vacíos.
—Sebastián
dirige una famosa facultad aquí—dijo—. ¿Por qué no hay
estudiantes?
Los
soldados nos llevaron hasta la entrada de la iglesia y nos pidieron
en tono cortés pero categórico que nos bajáramos y entráramos con
ellos. Al subir las escaleras, vi varios camiones estacionados
detrás del edificio adyacente. Muy cerca, había unos treinta o
cuarenta soldados en posición de firmes. Una vez adentro, nos
llevaron a través de la sacristía hasta una salita. Allí nos
registraron y nos dijeron que esperáramos. Los soldados se fueron y
cerraron con llave.
—¿Dónde
es el despacho de Sebastián? —pregunté.
—En
la parte posterior de la iglesia —repuso. De repente, la puerta se
abrió. Flanqueado por varios soldados, entró Sebastián. Su porte
era erguido.
—¿Qué
hace aquí? —le preguntó Sebastián a Sánchez.
—Quiero
hablar con usted —respondió Sánchez.
—¿Sobre
qué?
—La
Novena Revelación del Manuscrito.
—No
hay nada que discutir. Nunca la encontrarán.
—Sabemos
que usted ya la encontró. Los ojos de Sebastián se agrandaron.
—No
dejaré que esa revelación se divulgue —afirmó— No dice la
verdad.
—¿Cómo
sabe que no es la verdad? —preguntó Sánchez—. Tal vez esté
equivocado. Permítame leerla.
La
expresión de Sebastián se suavizó al mirar a Sánchez.
—En
una época, usted pensaba que yo era capaz de tomar la decisión
correcta en una cuestión de este tipo.
—Lo
sé —dijo Sánchez—. Usted fue mi mentor. Mi inspiración.
Tomé su misión como modelo para la mía.
—Me
respetó hasta que se descubrió este Manuscrito —continuó
Sebastián—. ¿No ve cómo siembra discordia? Traté de dejarlo
seguir su camino. Hasta lo dejé solo después de saber que estaba
enseñando las revelaciones. Pero no permitiré que ese documento
destruya todo lo que la Iglesia ha construido.
Entró
un soldado por detrás de Sebastián y le preguntó si podía hablar
con él. Sebastián miró a Sánchez y salió al vestíbulo. Lo
veíamos pero no podíamos oír la conversación. El mensaje alarmó
a Sebastián. Al darse vuelta para irse, les hizo señas de que lo
siguieran a todos excepto a uno, al que pareció indicarle que
esperara con nosotros.
El
soldado entró en la sala y se apoyó contra la pared. Su mirada
parecía alterada. Tendría apenas veinte años.
—¿Qué
sucede? —le preguntó Sánchez. El soldado meneó la cabeza.
—¿Tiene
que ver con el Manuscrito, la Novena Revelación? La expresión del
soldado fue de sorpresa.
—¿Qué
sabe usted de la Novena Revelación? —preguntó con timidez.
—Estamos
aquí para salvarla —respondió Sánchez.
—Yo
también quiero que la salven —dijo el soldado.
—¿La
leíste? —pregunté.
—No
—dijo—. Pero he oído lo que dice. Hace revivir a nuestra
religión.
De
repente, desde el exterior vinieron ruidos de disparos.
—¿Qué
pasa? —preguntó Sánchez. El soldado se quedó paralizado. Sánchez
le tocó suavemente el brazo: —Ayúdanos.
El
joven soldado avanzó hasta la puerta, inspeccionó el vestíbulo y
dijo:
—Entraron
en la iglesia y robaron una copia de la Novena Revelación. Al
parecer, todavía están por aquí. Se oyeron más disparos.
—Debemos
tratar de ayudarlos —le dijo Sánchez al muchacho.
Lo
miró horrorizado.
—Debemos
hacer lo correcto—enfatizó Sánchez—. Esto es para todo el
mundo.
El
soldado asintió y dijo que debíamos ir a otro sector de la iglesia,
donde había menos actividad. Tal vez allí podría encontrar la
forma de ayudamos. Nos condujo por el pasillo hasta una escalera.
Subimos dos pisos hasta un corredor más amplio que abarcaba todo el
ancho de la iglesia.
—El
despacho de Sebastián está justo dos pisos más abajo —dijo el
muchacho.
De
pronto oímos que un grupo de gente corría por un pasillo contiguo,
en dirección hacia donde estábamos. Sánchez y el soldado iban más
adelante y entraron en un cuarto de la derecha. Yo sabía que no
podía entrar ahí, de modo que me precipité al siguiente y cerré
la puerta.
Estaba
en un aula. Escritorios, estrado, armario. Fui hasta el armario, lo
encontré abierto e hice espacio entre unas cajas y varias chaquetas
con olor a humedad. Traté de esconderme lo mejor posible, pero
estaba seguro de que si alguien revisaba el armario me descubriría.
Traté de no moverme, de no respirar siquiera. La puerta del aula se
abrió y oí que varias personas entraban y caminaban por el salón.
Me pareció que una se acercaba al armario, se detenía y cambiaba de
dirección. Hablaban fuerte en español. Después, silencio.
Ningún movimiento.
Esperé
unos diez minutos antes de abrir con cuidado la puerta del armario y
asomarme. El aula se hallaba vacía. Fui hasta la puerta. No había
indicios de que hubiera alguien afuera. Avancé rápidamente hasta el
cuarto en el que se habían escondido Sánchez y el soldado. Para mi
gran sorpresa, no encontré un cuarto sino un pasillo. Trataba de
escuchar, pero no se oía nada. Me apoyé contra la pared. Sentía
ansiedad en la boca del estómago. Dije bajito el nombre de Sánchez.
Ninguna respuesta. Estaba solo. La ansiedad me provocaba cierta
sensación de mareo.
Respiré
hondo y traté de hablarme a mí mismo; debía mantener alertas los
cinco sentidos y aumentar mi energía. Durante varios minutos me
esforcé, hasta que los colores y las formas en el pasillo
adquirieron mayor presencia. Traté de proyectar amor. Por fin, me
sentí mejor y volví a pensar en Sebastián. Si estaba en su
despacho, Sánchez iría allí.
Adelante,
el pasillo desembocaba en otra escalera, de modo que bajé los dos
pisos hasta la planta baja. Por la ventana de la puerta de la
escalera, miré hacia el corredor. Nadie a la vista.
Abrí
la puerta y arremetí sin saber adónde quería ir.
Entonces
oí la voz de Sánchez en el cuarto situado frente a mí. Le
respondió la voz estentórea de Sebastián. Al acercarme a la puerta
agrietada, un soldado la abrió de golpe desde adentro, me apuntó al
corazón con un rifle, me forzó a entrar y ponerme contra la pared.
Sánchez me manifestó su solidaridad con una mirada y se puso la
mano sobre el plexo solar. Sebastián sacudió la cabeza, disgustado.
Ningún rastro del soldado que nos había ayudado.
Sabía
que el gesto de Sánchez significaba algo. Lo único que se me
ocurrió es que necesitaba energía. Mientras hablaba, me concentré
en su cara, tratando de ver su yo superior. Su campo de energía se
amplió.
—No
puede detener la verdad —dijo Sánchez—. La gente tiene derecho a
saber.
Sebastián
miró a Sánchez con condescendencia.
—Estas
revelaciones violan las Escrituras. No podrían ser ciertas.
—¿Pero
violan realmente las Escrituras, o sólo nos muestran lo que
significan?
—Ya
sabemos lo que significan—aseguró Sebastián—. Lo sabemos desde
hace siglos. ¿Ha olvidado su formación, sus años de estudio?
—No
—respondió Sánchez—. Pero sé también que las revelaciones
expanden nuestra espiritualidad. Las...
—¿Según
el criterio de quién? —gritó Sebastián—. ¿Quién escribió
ese Manuscrito, de todos modos? ¿Algún maya pagano que
aprendió en alguna parte a hablar arameo? ¿Qué sabía esa gente?
Creían en lugares mágicos y energía misteriosa. Eran primitivos.
Las ruinas donde encontraron la Novena se llaman Templos Celestine,
los Templos Celestiales. ¿Qué podía saber esa cultura sobre
el cielo?
"¿Acaso
su cultura perduró? —continuó—. No, Nadie sabe qué pasó con
los mayas. Simplemente desaparecieron sin dejar rastros. ¿Y usted
quiere que creamos en el Manuscrito? Ese documento da a entender que
los seres humanos dominamos todo, que estamos a cargo del cambio
en el mundo. No somos nosotros. Es Dios. El único tema que los seres
humanos enfrentan es el de aceptar las enseñanzas de las Escrituras
y por lo mismo ganar la salvación.
—Pero
piense un poco —respondió Sánchez—. ¿Qué significa en
realidad aceptar las enseñanzas y ganar la salvación? ¿Cuál es el
proceso a través del cual eso ocurre? ¿Acaso el Manuscrito no nos
muestra el proceso exacto de ser más espirituales, estar más
conectados y ser salvados... la forma en que eso ocurre en verdad? ¿Y
la Octava y la Novena no nos muestran lo que pasaría si cada
uno de nosotros actuara de esa manera?
Sebastián
meneó la cabeza y se alejó; luego se dio vuelta y observó a
Sánchez con mirada penetrante.
—Usted
ni siquiera ha visto la Novena Revelación.
—Sí.
Una parte.
—¿Cómo?
—Nos
describieron una parte antes de llegar aquí. Leí otra sección hace
unos minutos.
—¿Qué?
¿Cómo?
Sánchez
se acercó al sacerdote más viejo.
—Cardenal
Sebastián, gente de todas partes quiere que se difunda esta última
revelación. Da sentido a las demás. Nos muestra nuestro destino.
¡Lo que es realmente la conciencia espiritual!
—¡Ya
sabemos qué es la espiritualidad, padre Sánchez!
—¿De
veras? Yo creo que no. Hemos pasado siglos hablando al respecto,
visualizándola, profesando nuestra creencia en ella. Pero siempre
caracterizamos esa conexión como algo abstracto, algo en lo cual
creemos de manera intelectual. Y siempre consideramos esa conexión
como algo que un individuo debe hacer para evitar que pase algo
malo, antes que adquirir algo bueno y fabuloso. El Manuscrito
describe la inspiración que sobreviene cuando amamos de verdad a los
demás y nuestra vida evoluciona hacia algo más elevado.
—¡Evolución!
¡Evolución! Mire lo que dice, padre, ¡usted siempre luchó contra
la influencia de la evolución! ¿Qué le pasó ahora?
Sánchez
se concentró.
—Sí,
luché contra la idea de la evolución como reemplazo de Dios, como
forma de explicar el universo sin referencia a Dios. Pero ahora veo
que la verdad es una síntesis de las visión científica y religiosa
del mundo. La verdad es que la evolución es la forma que Dios creó
y sigue creando.
—Pero
no hay ninguna evolución —protestó Sebastián—. Dios creó el
mundo, y eso es todo.
Sánchez
me miró pero yo no tenía ninguna idea que expresar.
—Cardenal
Sebastián —continuó—, el Manuscrito describe el progreso
de sucesivas generaciones como una evolución del entendimiento, una
evolución hacia una espiritualidad y una vibración superiores. Cada
generación incorpora más energía y acumula más verdad y
luego pasa ese status a las personas de la generación siguiente,
para extenderla aún más.
—Eso
es absurdo —replicó Sebastián—. Hay una sola forma de ser más
espiritual y es siguiendo los ejemplos de las Escrituras.
—¡Exactamente!
—dijo Sánchez—. Pero, le repito: ¿qué ejemplos? ¿ACASO LA
HISTORIA DE LAS ESCRITURAS NO ES LA HISTORIA DE GENTE QUE APRENDE A
HACER SUYA LA ENERGÍA Y LA VOLUNTAD DE DIOS? ¿NO ES ESO LO QUE LOS
PRIMEROS PROFETAS IMPULSARON A HACER A LA GENTE EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO? ¿Y NO ES ESA RECEPTIVIDAD A LA ENERGÍA DE DIOS LO QUE
CULMINÓ EN LA VIDA DEL HIJO DE UN CARPINTERO, AL PUNTO DE DECIR QUE
DIOS MISMO BAJÓ A LA TIERRA?
LA
HISTORIA DEL NUEVO TESTAMENTO —continuó—, ¿NO ES ACASO LA
HISTORIA DE UN GRUPO DE PERSONAS LLENAS DE ALGÚN TIPO DE ENERGÍA
QUE LAS TRANSFORMÓ? ¿JESÚS MISMO NO DIJO QUE LO QUE ÉL HACÍA
TAMBIÉN PODÍAMOS HACERLO NOSOTROS, Y MÁS? EN REALIDAD, NUNCA
TOMAMOS ESA IDEA EN SERIO. RECIÉN AHORA ESTAMOS CAPTANDO A QUÉ SE
REFERÍA JESÚS, ADÓNDE NOS LLEVABA. ¡EL MANUSCRITO ESCLARECE
LO QUE ÉL QUERÍA DECIR! ¡CÓMO HACERLO!
Sebastián
miró para otro lado, con la cara roja de rabia. Durante la pausa en
la conversación, un oficial de alto rango irrumpió en el cuarto
para avisarle a Sebastián que habían visto a los intrusos.
—¡Mire!
—dijo el oficial, señalando la ventana—. ¡Ahí están!
A unos
trescientos o cuatrocientos metros se veían dos figuras que corrían
a campo traviesa hacia la selva. Varios soldados, de pie a la orilla
del claro, parecían dispuestos a disparar.
El
oficial se apartó de la ventana y miró a Sebastián, con la radio
levantada.
—Si
llegan a la zona arbolada será difícil encontrarlos. ¿Tengo
autorización para abrir fuego? —preguntó. Al ver a los dos que
corrían, reconocí quiénes eran.
—¡Son
Wil y Julia! —grité.
Sánchez
se acercó aún más a Sebastián.
—Por
el amor de Dios, ¡no puede cometer un crimen por esto!
El
oficial insistió.
—Cardenal
Sebastián, si quiere frenar ese Manuscrito, debo dar la orden ahora.
Yo estaba helado.
—Padre,
confíe en mí—decía Sánchez—. El Manuscrito no erosionará lo
que usted construyó, todo lo que defendió hasta aquí. No puede
matar a esas personas.
Sebastián
sacudió la cabeza.
—¿Confiar
en usted?... —Entonces se sentó a su escritorio y miró al
oficial.
—No
vamos a matar a nadie. Ordene a sus tropas que los capturen vivos.
El
oficial asintió y salió del cuarto. Sánchez dijo:
—Gracias,
tomó la decisión correcta.
—No
matar, lo acepto —dijo Sebastián—. Pero no cambiaré mi
opinión. Ese Manuscrito es una maldición. Socavaría nuestra
estructura básica de autoridad espiritual. Le daría derecho a la
gente a pensar que puede controlar su destino espiritual. Afectaría
la disciplina necesaria para acercar a todos a la Iglesia y la gente
podría hallarse desprevenida cuando llegue el éxtasis.
Miró
a Sánchez con severidad.
—En
este momento están llegando miles de soldados. No importa qué haga
usted o cualquier otro. La Novena Revelación nunca saldrá de
Perú. Ahora, ¡fuera de mi misión!
Mientras
huíamos, oímos docenas de camiones que se acercaban a la distancia.
—¿Por
qué nos dejó ir? —pregunté.
—Sin
duda piensa que eso no cambia nada —respondió Sánchez—, porque
no podemos hacer nada. La verdad es que no sé qué pensar. —Sus
ojos se cruzaron con los míos. —No lo convencimos.
Yo
también estaba confundido. ¿Qué significaba? Tal vez no era
nuestra misión convencer a Sebastián, después de todo. Tal vez
solamente estábamos destinados a demorarlo.
Miré
a Sánchez. Iba concentrado, conduciendo y observando a los
lados del camino para ver si divisaba algún indicio de Wil y Julia.
Habíamos decidido que iríamos hacia donde los habíamos visto
corriendo, pero hasta el momento no habíamos visto nada. Mi mente ya
estaba en las ruinas Celestine. Me imaginaba el aspecto del lugar:
las excavaciones escalonadas, las carpas de los científicos, las
estructuras piramidales como fondo.
—Según
parece, no están en estos bosques —dijo Sánchez—.
Seguramente tenían un transporte. Debemos decidir qué hacer.
—Creo
que deberíamos ir a las ruinas —opiné. Me miró.
—Podríamos.
No tenemos otro lugar adonde ir. Sánchez giró hacia la izquierda.
—¿Qué
sabe de esas ruinas? —pregunté.
—Como
dijo Julia, fueron construidas por dos civilizaciones distintas.
La primera, los mayas, tenían una civilización próspera allí,
aunque la mayoría de sus templos estaban más al norte, en Yucatán.
Misteriosamente, todos los signos de su civilización desaparecieron
de repente, alrededor del año 600 antes de Cristo, sin causa
aparente. Los incas desarrollaron más adelante otra civilización en
el mismo lugar.
—¿Qué
cree que les pasó a los mayas?
—No
sé.
Durante
varios minutos permanecimos en silencio y de pronto recordé que, en
un momento, el padre Sánchez le había dicho a Sebastián que había
leído una sección más de la Novena Revelación.
—¿Cómo
fue que leyó algo más de la Novena Revelación? —pregunté.
—El
soldado que nos ayudó sabía dónde estaba escondida otra parte.
Cuando nos separamos, me llevó a otro cuarto y me la mostró. Sólo
agrega algunos conceptos a lo que nos dijeron Phil y Dobson, pero me
brindó los argumentos que usé con Sebastián.
—¿Qué
dice, específicamente?
—Que
EL MANUSCRITO ESCLARECERÁ MUCHAS RELIGIONES. Y LAS AYUDARÁ A
CUMPLIR SU PROMESA. DICE QUE TODA RELIGIÓN HACE REFERENCIA A QUE LA
HUMANIDAD ENCUENTRA UNA RELACIÓN CON UNA FUENTE SUPERIOR. Y TODAS
LAS RELIGIONES HABLAN DE UNA PERCEPCIÓN INTERIOR DE DIOS, UNA
PERCEPCIÓN QUE NOS LLENA Y NOS HACE MÁS DE LO QUE ÉRAMOS. LAS
RELIGIONES SE CORROMPEN CUANDO LOS DIRIGENTES SE DEDICAN A EXPLICAR
LA VOLUNTAD DE DIOS A LAS PERSONAS EN LUGAR DE MOSTRARLES CÓMO
ENCONTRAR ESA DIRECCIÓN EN SÍ MISMAS.
EL
MANUSCRITO DICE QUE EN ALGÚN MOMENTO DE LA HISTORIA UN INDIVIDUO VA
A COMPRENDER LA FORMA EXACTA DE CONECTARSE CON LA FUENTE DE ENERGÍA
DE DIOS Y PASARÁ A SER UN EJEMPLO PERDURABLE DE QUE ESA CONEXIÓN ES
POSIBLE.
Sánchez
me miró.
—¿No
es eso lo que hizo Jesús? ¿No aumentó su energía y su vibración
hasta ser lo bastante liviano como...? —Sánchez dejó la frase sin
terminar y se quedó pensativo.
—¿En
qué piensa? —pregunté. Se mostró perplejo.
—No
sé. La copia del soldado terminaba ahí. Decía que ese individuo
abriría un camino que toda la raza humana estaba destinada a seguir.
Pero no decía adónde conducía.
Durante
unos quince minutos permanecimos callados. Yo traté de recibir algún
indicio de lo que pasaría después, pero no se me ocurría nada. Tal
vez me esforzaba demasiado.
—Ahí
están las ruinas —anunció Sánchez. Adelante, a través de la
selva, a la izquierda del camino, sé veían tres estructuras
piramidales. Después de estacionar, nos acercamos y vimos que las
pirámides eran de piedra y se hallaban a igual distancia una de la
otra, unos treinta metros. Entre ellas había una zona pavimentada
con piedra más suave.
En la
base de las pirámides había varios yacimientos de excavaciones.
—¡Mire,
ahí! —exclamó Sánchez, y señaló la pirámide más alejada.
Frente
a la estructura estaba sentada una figura delgada. A medida que nos
acercábamos, empecé a notar que mi nivel de energía aumentaba.
Cuando llegamos al centro del sector pavimentado me sentía
increíblemente energizado. Miré a Sánchez y él alzó una ceja. Ya
más cerca, reconocí que la persona sentada junto a la pirámide era
Julia. Estaba con las piernas cruzadas y tenía varios papeles en la
falda.
—¡Julia!
—gritó Sánchez.
Ella
se dio vuelta y se puso de pie, con la cara radiante.
—¿Dónde
está Wil? —pregunté.
Julia
señaló a la derecha. Allí, a unos cien metros, se encontraba Wil.
Daba la impresión de que brillaba en el atardecer.
—¿Qué
hace? —pregunté.
—La
Novena —respondió Julia, levantando los papeles. Sánchez le dijo
a Julia que habíamos visto parte de la revelación, la parte que
ANUNCIABA UN MUNDO HUMANO TRANSFORMADO POR LA EVOLUCIÓN CONSCIENTE.
—¿Pero
adonde nos lleva esa evolución? —preguntó Sánchez.
Julia
no respondió. Continuaba sosteniendo los papeles en la mano como si
esperara que le leyéramos la mente.
—¿Qué?
—pregunté.
Sánchez
se acercó y me tocó el brazo. Su mirada me recordó que estuviera
alerta y esperara.
—LA
NOVENA REVELA NUESTRO DESTINO ÚLTIMO —dijo Julia—. LO
VUELVE TODO TRANSPARENTE COMO EL CRISTAL. REITERA QUE LOS SERES
HUMANOS SOMOS LA CULMINACIÓN DE TODA LA EVOLUCIÓN. DICE QUE LA
MATERIA COMIENZA EN UNA FORMA DÉBIL Y CRECE EN COMPLEJIDAD, ELEMENTO
POR ELEMENTO, LUEGO ESPECIE POR ESPECIE, EVOLUCIONANDO SIEMPRE
HACIA UN ESTADO MÁS ALTO DE VIBRACIÓN.
CUANDO
APARECIERON LOS SERES PRIMITIVOS, CONTINUAMOS ESA EVOLUCIÓN EN FORMA
INCONSCIENTE, CONQUISTANDO A OTROS, OBTENIENDO ENERGÍA Y AVANZANDO
UN POCO, Y SIENDO LUEGO NOSOTROS TAMBIÉN CONQUISTADOS, CON LA
CONSIGUIENTE PÉRDIDA DE ENERGÍA. ESE CONFLICTO FÍSICO CONTINUÓ
HASTA QUE INVENTAMOS LA DEMOCRACIA, UN SISTEMA QUE NO ACABABA CON EL
CONFLICTO PERO SÍ LO DESVIABA DEL NIVEL FÍSICO AL MENTAL.
AHORA
—prosiguió Julia— ESTAMOS LLEVANDO TODO ESE PROCESO A LA
CONCIENCIA. PODEMOS VER QUE TODA LA HISTORIA HUMANA NOS PREPARÓ PARA
LOGRAR LA EVOLUCIÓN CONSCIENTE. AHORA PODEMOS AUMENTAR NUESTRA
ENERGÍA Y VIVENCIAR CONSCIENTEMENTE LAS COINCIDENCIAS. ESTO
HACE AVANZAR LA EVOLUCIÓN A UN RITMO MÁS RÁPIDO, ELEVANDO MÁS AÚN
NUESTRAS VIBRACIONES.
Vaciló
un instante, nos miró y luego repitió lo que había dicho:
—NUESTRO
DESTINO ES SEGUIR AUMENTANDO NUESTRO NIVEL DE ENERGÍA. Y A MEDIDA
QUE NUESTRO NIVEL DE ENERGÍA AUMENTA, TAMBIÉN AUMENTA EL NIVEL DE
VIBRACIÓN EN LOS ÁTOMOS DE NUESTRO CUERPO.
Volvió
a vacilar.
—¿Qué
significa eso? —pregunté.
—Significa
—respondió Julia— que NOS VOLVEMOS MÁS LIVIANOS, MÁS PURAMENTE
ESPIRITUALES.
Miré
a Sánchez. Estaba totalmente concentrado en Julia.
—LA
NOVENA REVELACIÓN —continuó Julia— DICE QUE, EN LA MEDIDA EN
QUE LOS SERES HUMANOS SIGAMOS AUMENTANDO NUESTRA VIBRACIÓN, UNA
COSA SORPRENDENTE EMPEZARÁ A OCURRIR. GRUPOS ENTEROS DE
PERSONAS, UNA VEZ QUE ALCANCEN CIERTO NIVEL, SE VOLVERÁN INVISIBLES
PARA AQUELLOS QUE TODAVÍA ESTÁN VIBRANDO EN UN NIVEL INFERIOR. PARA
LA GENTE DE ESTE NIVEL MÁS BAJO, LOS OTROS SIMPLEMENTE
DESAPARECERÁN, PERO EL GRUPO MISMO SENTIRÁ QUE SIGUE ESTANDO...
SÓLO QUE SE SENTIRÁ MÁS LIVIANO.
Mientras
Julia hablaba noté que su cara y su cuerpo cambiaban. Su cuerpo
adoptaba las características de su campo de energía. Sus rasgos
seguían siendo claros y nítidos, pero lo que yo veía ya no eran
músculos y piel. Era como si se hubiera transformado en luz pura,
que brillaba desde adentro.
Miré
a Sánchez. Le ocurría lo mismo. Para mi gran sorpresa, todo
lucía así: las pirámides, las piedras bajo nuestros pies, la selva
circundante, mis manos. La belleza que podía percibir había
aumentado más allá de todo lo que había experimentado antes,
incluso en la montaña.
—CUANDO
LOS SERES HUMANOS EMPIECEN A ELEVAR SUS VIBRACIONES A UN NIVEL
EN QUE OTROS NO PUEDAN VERLOS —continuó Julia—, SERÁ LA SEÑAL
DE QUE CRUZAMOS LA BARRERA ENTRE ESTA VIDA Y EL OTRO MUNDO DEL QUE
VENIMOS Y AL QUE VAMOS DESPUÉS DE LA MUERTE. ESE CRUCE CONSCIENTE ES
EL CAMINO QUE MOSTRÓ CRISTO. ÉL SE ABRIÓ A LA ENERGÍA HASTA
VOLVERSE TAN LIVIANO QUE PUDO CAMINAR SOBRE EL AGUA. TRASCENDIÓ
LA MUERTE AQUÍ MISMO, EN LA TIERRA, Y FUE EL PRIMERO QUE HIZO EL
CRUCE PARA EXPANDIR EL MUNDO FÍSICO HACIA EL ESPIRITUAL. SU VIDA
DEMOSTRÓ CÓMO HACERLO, Y SI NOS CONECTAMOS CON LA MISMA FUENTE
PODEMOS LLEGAR AL MISMO LUGAR, PASO A PASO. EN ALGÚN PUNTO, TODOS
VIBRAREMOS LO BASTANTE ALTO COMO PARA LLEGAR AL CIELO, CON NUESTRA
MISMA FORMA.
Noté
que Wil se acercaba con lentitud hacia nosotros. Sus movimientos eran
excepcionalmente gráciles, como si flotara.
—LA
REVELACIÓN DICE QUE LA MAYORÍA DE LOS INDIVIDUOS —continuó
Julia— ALCANZARÁN ESTE NIVEL DE VIBRACIÓN DURANTE EL TERCER
MILENIO, Y EN GRUPOS FORMADOS POR PERSONAS CON LAS QUE ESTÉN MUY
CONECTADOS. PERO ALGUNAS CULTURAS EN LA HISTORIA YA ALCANZARON LA
VIBRACIÓN. SEGÚN LA NOVENA REVELACIÓN, LOS MAYAS YA HICIERON EL
CRUCE.
Julia
calló bruscamente. Desde atrás, nos llegaban unas voces ahogadas,
en español. Docenas de soldados entraban en las ruinas y venían
hacia nosotros. Lo increíble era que no sentí miedo. Los soldados
seguían avanzando, pero no directamente hacia nosotros.
—¡No
pueden vernos! —exclamó Sánchez—. ¡Estamos vibrando demasiado
alto!
Volví
a mirar a los soldados. Caminaban unos seis u ocho metros a nuestra
izquierda, ignorándonos por completo.
De
pronto oímos gritos fuertes en español junto a la pirámide de
la izquierda. Los soldados que se hallaban más cerca de nosotros
corrieron en esa dirección.
Traté
de ver qué pasaba. Otro grupo de soldados venía de la selva
trayendo a otros dos hombres. Dobson y Phil. Verlos me hizo
sobresaltar, y sentí que mi nivel de energía bajaba. Miré a
Sánchez y a Julia. Ambos miraban fijo a los soldados y parecían tan
alterados como yo.
—¡Esperen!
—gritó Wil desde el lado opuesto—. ¡No pierdan su energía!
—Oí y a la vez sentí sus palabras. Sonaban levemente deformadas.
Nos
dimos vuelta y vimos que Wil caminaba hacia nosotros. Parecía
decir algo más, pero esta vez las palabras resultaban
totalmente ininteligibles. Me di cuenta de que me costaba enfocar mi
mirada. Su imagen se volvía difusa, distorsionada. Poco a poco,
mientras miraba, incrédulo, llegó a desaparecer del todo.
Julia
nos miró a Sánchez y a mí. Su nivel de energía estaba más bajo,
pero no se la veía asustada, como si cualquier cosa que pasara
pudiera esclarecer algo.
—No
fuimos capaces de mantener la vibración —dijo—. EL MIEDO BAJA
ENORMEMENTE NUESTRA VIBRACIÓN. —Miró hacia donde Wil había
desaparecido de la vista. —LA NOVENA REVELACIÓN DICE QUE EN TANTO
ALGUNOS INDIVIDUOS PUEDEN HACER EL CRUCE ESPORÁDICAMENTE, NO SE
PRODUCIRÁ UN ÉXTASIS GENERAL HASTA NO HABER ABOLIDO EL MIEDO, HASTA
NO PODER MANTENER UNA VIBRACIÓN SUFICIENTE EN TODAS LAS SITUACIONES.
La
excitación de Julia aumentó.
—¿No
lo vieron? NO PODEMOS HACERLO TODAVÍA, PERO EL PAPEL DE LA NOVENA
REVELACIÓN CONSISTE EN AYUDAR A GENERAR ESA CONFIANZA. LA NOVENA
REVELACIÓN NOS HACE SABER ADÓNDE APUNTAMOS. TODAS LAS DEMÁS
REVELACIONES PINTAN UN MUNDO DE BELLEZA Y ENERGÍA INCREÍBLES, Y A
NOSOTROS AUMENTANDO NUESTRA CONEXIÓN CON ÉL Y POR ENDE VIENDO ESA
BELLEZA.
CUANTA
MÁS BELLEZA PODEMOS VER, MÁS EVOLUCIONAMOS. CUANTO MÁS
EVOLUCIONAMOS, MÁS ALTA ES NUESTRA VIBRACIÓN. LA NOVENA REVELACIÓN
NOS MUESTRA QUE, EN DEFINITIVA, NUESTRA PERCEPCIÓN Y NUESTRA
VIBRACIÓN MÁS GRANDES NOS ABRIRÁN A UN CIELO QUE YA ESTÁ ANTE
NOSOTROS. SÓLO QUE NO PODEMOS VERLO.
CADA
VEZ QUE DUDEMOS EN NUESTRO CAMINO O PERDAMOS DE VISTA EL PROCESO,
DEBEMOS RECORDAR HACIA QUÉ VAMOS EVOLUCIONANDO Y EN QUÉ
CONSISTE EL PROCESO DE VIVIR. ESTAMOS EN LA TIERRA PARA ALCANZAR EL
CIELO. Y AHORA SABEMOS CÓMO SE PUEDE HACER... CÓMO SE HARÁ.
Hizo
una pausa.
—La
Novena menciona que existe una Décima Revelación. Creo que
revela...
Antes
de que pudiera terminar, una ráfaga de ametralladora estalló
contra las lajas de piedra a nuestros pies. Todos nos echamos al
suelo con las manos en alto. Nadie dijo una palabra cuando los
soldados vinieron, nos confiscaron los papeles y nos llevaron a cada
uno en distinta dirección.
Pasé
las primeras semanas posteriores a mi captura en un terror constante.
Mi nivel de energía fue bajando enormemente a medida que, uno tras
otro, los oficiales militares me interrogaban en forma
amenazadora sobre el Manuscrito.
Fingí
ser un turista tonto y alegué ignorancia. Después de todo, era
cierto que no sabía qué sacerdotes tenían copias o hasta qué
punto se había difundido la aceptación de la gente. A la larga, mi
táctica dio resultado. Los soldados se cansaron de mí y me
derivaron a un grupo de autoridades civiles, que adoptaron un enfoque
distinto.
Estos
funcionarios trataron de convencerme de que mi viaje a Perú había
sido una locura desde el principio, una locura, porque, según ellos,
el Manuscrito en realidad no existía. Sostenían que las
revelaciones habían sido inventados por un grupo de sacerdotes con
la intención de fomentar la rebelión. Según esos funcionarios, me
habían engañado, y yo los dejé hablar.
Al
cabo de un tiempo, las conversaciones pasaron a ser casi cordiales.
Todos empezaron a tratarme como una víctima inocente de ese complot,
como un yanqui crédulo que había leído demasiadas historias de
aventuras y se había perdido en un país extraño.
Y como
mi energía estaba tan baja, tal vez me habría vuelto vulnerable a
ese lavado de cerebro si no hubiera ocurrido algo. De golpe me
trasladaron de la base militar donde estaba a un complejo militar
cerca del aeropuerto de Lima: un complejo en el que también se
hallaba detenido el padre Carl. La coincidencia me devolvió
parte de mi confianza perdida.
Estaba
caminando en el patio abierto cuando lo vi sentado en un banco,
leyendo. Me acerqué, conteniendo mi alegría y con la esperanza de
no atraer la atención de los funcionarios del edificio. Cuando me
senté, alzó los ojos y sonrió.
—Lo
estaba esperando —dijo.
—¿De
veras?
Dejó
el libro y vi que estaba encantado.
—Cuando
el padre Costous y yo vinimos a Lima —me explicó—, nos
detuvieron enseguida y nos separaron; desde entonces estoy aquí bajo
custodia. No podía entender por qué. En apariencia, no pasaba nada.
Y entonces empecé a pensar muchas veces en usted. —Me miró. —De
modo que me imaginé que vendría.
—Doy
gracias a Dios de que esté aquí —dije—. ¿Le contó alguien lo
que ocurrió en las ruinas Celestine?
—Sí
—respondió el padre Carl—. Hablé brevemente con el padre
Sánchez. Lo tuvieron aquí un día antes de llevárselo.
—¿Está
bien? ¿Sabía lo que les ocurrió a los demás? ¿Y a él? ¿Iban a
ponerlo en la cárcel?
—No
supe nada de los demás, y en cuanto al padre Sánchez, no lo sé. La
estrategia del gobierno consiste en encontrar y destruir
sistemáticamente todas las copias del Manuscrito. Luego, tratar todo
el asunto como una gran mentira. Nos desacreditarán totalmente,
supongo, pero quién sabe qué harán en definitiva con
nosotros.
—¿Qué
pasó con las copias de la Primera y la Segunda Revelaciones que
Dobson dejó en los Estados Unidos?
—Ya
las tienen —respondió el padre Carl—. El padre Sánchez me dijo
que unos agentes del gobierno descubrieron dónde estaban escondidas
y las robaron. Según parece, los agentes peruanos han estado en
todas partes. Conocían a Dobson desde el primer momento, y también
a su amiga, Charlene.
—¿Y
cree que cuando el gobierno acabe con esto no quedarán más
copias?
—Creo
que, si alguna sobrevive, será un milagro. Me di vuelta, con la
sensación de que mi energía recuperada disminuía.
—Usted
sabe qué significa eso, ¿no? —me preguntó el padre Carl.
Lo
miré pero no dije nada.
—Significa
—continuó— que CADA UNO DE NOSOTROS DEBE RECORDAR EXACTAMENTE LO
QUE DECÍA EL MANUSCRITO. Sánchez y usted no convencieron al
cardenal Sebastián de divulgar el Manuscrito, pero lo demoraron lo
suficiente como para que la Novena Revelación fuera comprendida.
Ahora, debe ser transmitida. USTED TIENE QUE TOMAR PARTE EN
ESA DIVULGACIÓN.
Su
afirmación me hizo sentir presionado, y mi drama de tomar distancia
se activó en mi interior. Me recliné en el banco y miré para otra
parte, lo cual hizo reír al padre Carl. Entonces, justo en ese
momento, los dos nos dimos cuenta de que varios funcionarios de la
embajada nos miraban desde la ventana de una oficina.
—Escuche
—dijo rápidamente el padre Carl—. DE AQUÍ EN ADELANTE, LAS
REVELACIONES DEBEN SER COMPARTIDAS ENTRE LA GENTE. UNA VEZ QUE
ESCUCHE EL MENSAJE Y SE DÉ CUENTA DE QUE LAS REVELACIONES SON
REALES, CADA PERSONA DEBE COMUNICARLE EL MENSAJE A TODOS LOS QUE
ESTÉN PREPARADOS PARA OÍRLO. CONECTARSE CON LA ENERGÍA,
HABLAR DE ELLA Y ESPERAR ES ALGO A LO QUE LOS SERES HUMANOS DEBEMOS
ESTAR ABIERTOS; DE OTRO MODO, TODA LA RAZA HUMANA PUEDE RETROCEDER
NUEVAMENTE A LA IDEA DE QUE LA VIDA CONSISTE EN TENER PODER SOBRE LOS
DEMÁS Y EXPLOTAR EL PLANETA. SI VOLVEMOS A ESO, NO SOBREVIVIREMOS.
CADA UNO DEBE HACER LO POSIBLE POR TRANSMITIR EL MENSAJE.
Noté
que los dos funcionarios salían del edificio y avanzaban hacia
nosotros.
—Una
cosa más —agregó el padre Carl, hablando con lentitud.
—¿Qué?
—pregunté.
—El
padre Sánchez me dijo que Julia habló de una Décima Revelación.
Todavía no fue encontrada y nadie sabe dónde puede estar.
Los
funcionarios ya casi habían llegado.
—Estuve
pensando —continuó el padre Carl— que van a dejarlo libre. Tal
vez usted sea el único que pueda buscarla. Los hombres
interrumpieron nuestra conversación y me escoltaron hasta el
edificio. El padre Carl sonrió, me saludó con la mano y dijo algo
más pero no pude prestarle atención. La sola mención de una Décima
Revelación me había hecho pensar con insistencia en Charlene.
¿Por qué pensaba en ella? ¿De qué manera estaba conectada con una
Décima Revelación?
Los
dos hombres me instaron a empacar las pocas cosas que me habían
quedado y a seguirlos hasta un vehículo estatal estacionado frente a
la embajada. Desde ahí me llevaron directamente al aeropuerto y
a una sala de embarque, donde uno de ellos me sonrió débilmente y
me miró a través de unos anteojos muy gruesos.
Su
sonrisa se desvaneció cuando me entregó un pasaporte y un pasaje de
avión para los Estados Unidos... luego de lo cual me advirtió, con
un fuerte acento peruano, que no volviera nunca, nunca más.
ÍNDICE
UNA
MASA CRÍTICA
6
UN
AHORA MÁS PERMANENTE
19
UNA
CUESTIÓN DE ENERGÍA
37
LA
LUCHA POR EL PODER
61
EL
MENSAJE DE LOS MÍSTICOS
81
PONER
EN CLARO EL PASADO
108
FLUIR
132
LA
ÉTICA INTERPERSONAL
156
LA
CULTURA EMERGENTE
189
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Redfield,
Superación