LA PARED - Mauro Cartasso


No todos los días solía tomar el camino alternativo a la oficina, era una elección de acuerdo a tiempo y apuro; ya sabés, la mañana en las calles de Buenos Aires no son lo mejor en sistema de tráfico. Por esa razón, un día gris de otoño, al transitar por Fragata Sarmiento y cruzar Av. San Martín elegí desviarme un par de cuadras hasta Almte. Seguí, antes de quedar encerrado en un embotellamiento que se divisaba a lo lejos y seguro duraría varios minutos. 

Fue en ese desvío que vi por primera vez, la pared. Dirás que tiene de extraño o qué llama la atención de una simple pared, pues debo describírtelo. Es distinta a las demás, no sigue la misma línea, no tiene puerta ni ventanas, está pintada en otro color y el centro es realmente algo magnético que no puedes dejar pasar, tiene un dibujo “sin gracia” pero atrayente, un enorme sifón negro con una inscripción a los lados escrita en una caligrafía modesta que dice “FIN DEL” - “MUNDO”. 

Lo interesante es que a medida que pasaban los días me dí cuenta que el atajo se hacía cada vez más común y la pared realmente llamaba demasiado mi atención, hasta que uno de esos días no aguanté más la tentación y estacioné el auto enfrente, a unos metros de la misma; descendí del auto y caminé, desde la vereda no se veía tan llamativa como cuando uno pasa de largo y a cierta velocidad, pero por más estático que me encontraba era notorio que ese lugar algo tenía; vibraba. 

Así fue que esperé a que pasara el último de los automóviles que habían salido desde el semáforo de Av. San Martín en nuestra dirección y viendo la posibilidad de cruzar, me paré justo frente a la pared y avancé. Tomando en cuenta la ansiedad que sentía de estar tan cerca de algo que cautivó mi atención, consideré lógico que notara la energía que manaba el lugar, estaba predispuesto al contacto y la realidad es que aún hoy estoy seguro que nadie más lo notaba; porque los he visto, si... los he vigilado y pasan sin pena ni gloria frente a la pared. 

Luego de esa primera vez hubo varias más, observando desde la esquina, otras desde enfrente lo raro y loco al mismo tiempo; es que la energía irradiada por la pared me alcanzaba en todas partes, la percibía, sentía cuando estaba cerca como la energía entraba en mi, nos fundíamos en algo superior, tan solo entrar en contacto con ella y cerrar los ojos me transportaba a otra dimensión; es mágica, y es mía de nadie más, por eso mismo vigilo. 

Ahora estoy junto a la pared, abandoné mis amistades, mi trabajo, mi auto, el que de a poco fueron dejando tan solo un esqueleto, desde aquí lo vemos; tengo mi colchón, mis ropas, a veces los vecinos me acercan algo de comer, la cubro con cartones para que nadie más la vea, compartimos una energía mística. Mientras tanto los miro pasar, soy custodio de nuestro mundo y no me pidan que la comparta, no me molesten; no nos miren, necesito saber que no hay nadie más, que soy el único capaz de conectarme con la pared; recorrí tantos lugares, pero ya no más éste es mi lugar, desde aquí los observo; desde el fin del mundo.