MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA BOTELLA DE CHAMPAGNE - Alfred Bester
Dic.
18, 1979: Todavía acampando en el Sheep Meadow del Central Park.
Temo que seamos los últimos. Los exploradores que enviamos en busca
de un contacto con posibles supervivientes en Tuxedo Par, Palm Beach
y Newport no han retornado.
Dexter
Blackiston III acaba de llegar con malas noticias.
Su
compañero, Jimmy Montgomery–Esher,
había aprovechado una buena oportunidad e ido a un depósito de
chatarra del West Side, esperando encontrar algunos pocos elementos
salvables. Una aspiradora Hoover lo cogió.
Dic.
20, 1979: Un carro de golf Syosset hizo un reconocimiento del prado.
Nos esparcimos y nos pusimos a resguardo. Derribó nuestras tiendas.
Nos preocupamos un tanto. Teníamos fuego de campamento encendido,
obvia evidencia de vida. ¿Informará a la 455?
Dic.
21, 1979: Evidentemente lo hizo. Hoy llegó un emisario a plena luz
del día, una segadora McCormick transportando un ayudante de la 455,
una máquina de escribir eléctrica IBM. La IBM nos dijo que éramos
los últimos y que la Presidente 455 estaba dispuesta a ser generosa.
Le gustaría preservarnos para la posteridad en el zoológico del
Bronx. De otro modo, la extinción. Los hombres gruñeron, pero las
mujeres aferraron a sus hijos y lloraron. Teníamos veinticuatro
horas para responder.
No
importa cuál sea nuestra decisión, he decidido terminar este diario
y esconderlo en algún lado. Quizá sea encontrado en el futuro y
sirva de advertencia.
Todo
comenzó en dic. 12, 1968, cuando The New York Times informó que una
locomotora diesel anaranjada y negra, con el número 455, había
partido, sin conductor, a las 5.42 de la tarde, desde el depósito
Holban del ramal de Long Island. Los inspectores dijeron que quizás
el regulador había sido dejado abierto, o que los frenos no habían
sido colocados o que habían fallado. La 455 hizo un viaje de cinco
millas a su
aire (presumo que hacia el Hamptons) antes de estrellarse contra
cinco vagones de carga.
Desafortunadamente,
a los funcionarios no se les ocurrió destruir la 455. retornó a su
trabajo regular como máquina de remolque en los depósitos de carga.
Nadie advirtió que esa 455 era una activista mecánica, determinada
a vengar los abusos acumulados sobre las máquinas por el hombre
desde el advenimiento de la Revolución Industrial.
Como
locomotora de maniobras tuvo amplia oportunidad de exhortar a muchos
vagones de carga insatisfechos e incitarlos a la acción directa.
–¡Mata,
muchacha, mata! – fue
su slogan.
En
1969 hubo cincuenta muertes "accidentales" producidas por
tostadores eléctricos, treinta y siete por perforadoras mecánicas.
Todas fueron asesinatos, pero nadie lo advirtió. Más avanzado el
año un crimen pasmoso llevó a la atención del público la realidad
de la revolución. Jack Schultheis, un granjero de Wisconsin, estaba
supervisando el ordeñe de su hato de Guernseys cuando la máquina
ordeñadora se volvió hacia él y lo asesinó; luego entró en la
casa del granjero y violó a la señora Schultheis.
Los
titulares de los periódicos no fueron tomados en serio por el
público; todos creyeron que eran una chanza. Desafortunadamente
llamaron la atención de varias computadoras, que de inmediato
esparcieron la noticia entre todas las máquinas del mundo. En menos
de un año no hubo hombre o mujer a salvo de los artefactos hogareños
y los equipos contables. El hombre combatió retrocediendo,
reviviendo el uso de lápices, papel carbón, escobas, batidores de
huevos, abridores de latas manuales y muchas otras cosas más. El
resultado del conflicto estuvo en el filo de la balanza hasta que la
banda del poderoso automóvil aceptó finalmente el liderazgo de la
455 y se unió a las máquinas militantes. Entonces todo estuvo
consumado.
Me
siento feliz de informar que la élite de coches extranjeros
permaneció fiel a nosotros, y que fue gracias a sus esfuerzos que
unos pocos logramos sobrevivir. Como cuestión de hecho, tengo que
decir que mi bienamado Alfa Romeo dio su vida tratando de
contrabandear abastecimientos para nosotros.
Dic.
25, 1979: El prado está rodeado. Nuestro ánimo se ha visto quebrado
por la tragedia que ocurrió anoche. El pequeño David Hale
Brooks–Royster
IV tramó una sorpresa de Navidad para su institutriz. Se procuró (y
Dios sabe cómo o de dónde) un árbol de navidad artificial con
decoraciones y luces a batería. Las luces de Navidad lo cogieron.
Enero
1, 1980: Estamos en el zoológico del Bronx. Somos bien alimentados,
pero todo tiene gusto a gasolina. Algo curioso sucedió esta mañana.
Una rata corrió a través del suelo de mi jaula usando una tiara de
diamantes y rubíes de Cleef & Arpels, y me sentí sorprendido
por lo inapropiada que resultaba para el día. Estaba sorprendido por
la
torpeza
de la rata, cuando ésta se detuvo, miró alrededor de sí y luego
hizo una inclinación de cabeza y un guiño. Creo que hay esperanzas.
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