EL INEVITABLE FUTURO DE LOS CUENTOS - Luciano Sivori

—Jamás puedo sentirme completamente feliz luego de resolver un asesinato —expresó Glandier, solemne, ante todos los presentes de la sala—. Los motivos se me presentan como banales, insípidos. El crimen carece de temas de importancia universal, el perpetrador acaba siendo un ser unidimensional, demasiado simplón.

El cuarto era grande, acompañado de un juego de sillones y una cama antigua con cabecera de bronce oscuro. Sobre ésta, cubierto con una sábana blanca, yacía el cuerpo sin vida de Verónica Corrado. Glandier recorrió el lugar posando su vista sobre cada uno de los asistentes. Finalmente, con una pausa de indudable teatralidad, lanzó:

—El asesino está en nosotros, y llegar al fin de este enigmático recorrido me provoca una angustia incontenible.


Un redoble de tambores comenzó a sentirse en la habitación. Bernal, el mayordomo, exhaló un suspiro en señal de sorpresa. La mucama, la Sra. Pérez, se sobresaltó. Leandro, el pibe que cortaba el pasto los martes por la mañana, cambió su postura a una más defensiva. Todos se miraron uno a otro.

—Repasemos los hechos —propuso Glandier y caminó en círculos—. Cuando el Sr. Corrado, aquí presente, ingresó a su propiedad, estaba a punto de colgar el saco en la entrada cuando escuchó un grito de auxilio. “¡No! ¡No la hagas!”. Hubo un disparo desde el interior de este mismo recinto. Inmediatamente, Corrado llamó al Sr. Bernal y se dirigió hacia acá.

El suspenso crecía. José Glandier se detuvo para recobrar el aliento. Su propia voz lo seducía.

—La puerta estaba cerrada desde adentro. Cuando ambos ingresaron, la inocente y dulce Verónica se encontraba fallecida. Había sido acuchillada y el asesino había escapado. Pero… ¿cómo había ingresado en un cuarto herméticamente sellado. Y más aún: ¿a qué se debió el disparo si, finalmente, la muerte fue provocada por un arma blanca?
—¡Exacto! —aportó Fernández, el comisionario—. ¿Quién disparó? ¿Y por qué? Ninguna bala apareció sobre las paredes.
—Hablando de eso —continuó Glandier—. Usted fue el primer oficial en llegar a la escena, convenientemente rápido, y sus pies estaban cubiertos de barro. Leandro, el jardinero, atestiguó haber visto a una silueta entre la maleza, cavando un hoyo minutos antes de oír el disparo. Cabe destacar, sin embargo, que el día del asesinato fue un jueves, y el pibe solo trabaja los martes.

Leandro se incómodo. Una música de suspenso empezó a sonar de fondo.



—¿Y usted, Sra. Pérez, que hacía rondando los pasillos de la planta superior en lugar de encontrarse preparando la cena como se le había indicado? Es conocido el hecho de que despreciaba a la Sra. Corrado por haber sido mejores amigas durante su infancia, y hoy ser una la servidora de la otra. ¡Señores! ¡Señoras! ¡Se ha cometido un crimen imposible! En un minúsculo espacio, en un pedazo de nada, un cuadrado rodeado de celos y remordimientos, de rencores y secretos. ¡El asesino tendría que haber caminado sobre nosotros o nosotros sobre él!

Glandier sonrió triunfante y miró directamente a los ojos del lector de este relato.

—¡Se ha cometido un crimen imposible… y sin embargo, perfectamente explicable! El motivo, el asesino y el método, todo te será revelado… ¡después de estos comerciales!

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—¡Ahora sí estamos de vuelta! —dijo Glandier con un micrófono en la mano—. La situación está más pegajosa que nunca. Y cuando en casa me encuentro con esos platos llenos de grasa uso detergente Axxif, el único y mejor de todos. ¿Y vos, lector? ¿De quién desconfiás? ¿La misteriosa Sra. Perez? ¿El viejo y desdichado viudo Corrado? ¿Habrá sido el mayordomo? ¿Tu sospecha recae sobre el jardinero, o sobre Fernández, el misterioso comisario? Votá a tu asesino en nuestra fan-page y ganate MILES DE PREMIOS … Y ahora sí, LLEGÓ EL MOMENTO —Glandier aplaudió—, vamos a resolver este jugoso caso junto a Toyota, una marca líder, una marca de confianza…

Los tambores comenzaron a sonar.


FIN