EL VIAJE - Mauro Cartasso



Escribo este texto bajo una fuerte presión, ya que cuando salga no sé si podré eludir el virus. Sin dinero y casi agotada mi provisión de comida, que es lo único que hace tolerable la cuarentena, no puedo seguir soportando más este encierro. La Ciudad fue una de las zonas con más actividad, se autorizó el sesenta por ciento del comercio. La gran epidemia estaba entones en sus comienzos y el sistema de salud aún no había colapsado, así que la gente no fue consciente del contagio hasta un par de semanas más tarde.

Pasaron varios días hasta que al fin nos dimos cuenta de nuestra condición como conejillos de indias, a pesar que el contagio programado parecía una solución viable, en lugar de una inmunización en masa solo disparó una mayor ola de infectados y por consiguiente la mayor cantidad de víctimas fatales. Fue en ese momento que la incertidumbre hizo que nos aislemos aún más, las compras se hicieron esporádicas, la escasez comenzó a ser preocupante y la desesperación de la soledad me atrapó dentro de este mar de almas enfermas.

Con el paso de los días comprendí que debía alejarme de la ciudad, del foco infeccioso y buscar un destino que me diera la posibilidad de subsistir. El tiempo era bueno, se acercaba el invierno, los días soleados no eran cálidos pero el frío ayudaba a mantenerme en constante movimiento. La esperanza de encontrar la forma de alejarme de esta peligrosa desolación me mantenía en contacto estrecho con la realidad.

Los controles ciudadanos se intensificaron y los gubernamentales casi desaparecieron por lo que una incipiente insurgencia civil se hizo de las calles. Éstas estaban vacías pero los controles imposibilitaban la circulación interjurisdiccional, los pasos a través de los límites estaban interrumpidos por bloqueos, cemento y montañas de tierra, difícil sería la tarea de atravesarlos. Esto no impidió que mi cabeza, aunque exhausta, trabajara en un plan de escape siendo las primeras opciones destinos conocidos, localidades cercanas y abiertas.

Durante varias horas estuve pensando y meditando si salir era la mejor opción, llevábamos ya mucho tiempo y aún no sabemos todas las formas de contagio posibles. De a poco el plan iba tomando cada vez mayor cuerpo. 

Los últimos días dormí poco y fui preparando lo que creí necesario para atravesar la ciudad, el primer cordón de la provincia y los trescientos kilómetros que me separan de la costa atlántica, destino que creo más viable en este momento.

El día de hoy amaneció nublado y frío, decidido me abrigué para el viaje, un poco asustado tomé los anteojos, lápiz, papel y bajo una fuerte presión escribo este texto.



Basado en el relato de HP Lovecraft "Dagón"