REBELIÓN EN LA GRANJA - George Orwell (fragmento)

El cerdo Mayor, el más sabio de todos, cuando vio que estaban todos acomodados, y esperaban con atención, aclaró su voz y comenzó:

“He vivido muchos años, dispuse de bastante tiempo para meditar mientras he estado en mi pocilga y creo poder afirmar que entiendo el sentido de la vida en este mundo, tan bien como cualquier animal viviente. Es respecto a esto de lo que quiero hablaros.

Veamos, camaradas: ¿cuál es la realidad de esta vida nuestra? Encarémonos con ella: nuestras vidas son miserables, laboriosas y cortas. Nacemos, nos suministran la comida necesaria para mantenernos y a aquellos de nosotros capaces de trabajar nos obligan a hacerlo hasta el último átomo de nuestras fuerzas; y, en el preciso instante en que ya no servimos, nos matan con una crueldad espantosa. (...) ¿No resulta entonces de una claridad meridiana, camaradas, que todos los males de nuestras vidas provienen de la tiranía de los humanos? Eliminad tan solo al hombre y todo el fruto de nuestro trabajo nos pertenecerá.

Llegó junio y el heno estaba casi listo para ser cosechado. El día de San Juan, que era sábado, el Sr Jones fue a Willingdon, y se emborrachó de tal forma que no volvió a la granja hasta el día siguiente. Los peones habían ordeñado las vacas de madrugada y luego se fueron a cazar conejos sin dar de comer a los animales. A su regreso, el Sr. Jones se quedó dormido en el sofá de la sala, tapándose la cara con un periódico, de manera que al anochecer los animales estaban aún sin comer. El hambre sublevó a los animales que ya no resistieron más. Una de las vacas rompió de una cornada la puerta del depósito del forraje y los animales comenzaron a servirse solos de los depósitos. En ese momento se despertó el Sr. Jones. De momento él y sus cuatro peones se hicieron presentes con látigos, azotando a diestro y siniestro. Esto superaba lo que los hambrientos animales podían soportar. Unánimemente, aunque nada había sido planeado con anticipación, se abalanzaron contra los torturadores. Repentinamente Jones y sus peones se encontraron recibiendo empellones y patadas desde todos los lados. Estaban perdiendo el dominio de la situación, porque jamás habían visto a los animales portarse de aquella manera. Aquella inopinada insurrección de bestias a las que estaban acostumbrados a golpear y maltratar a su antojo, los aterrorizó hasta casi hacerles perder la cabeza. Al poco, abandonaron su conato de defensa y escaparon. Un minuto después, los cinco corrían a toda velocidad por el sendero, con los animales persiguiéndolos triunfalmente.

Los cerdos revelaron entonces que, durante los últimos tres meses, habían aprendido a leer y escribir mediante un libro elemental que había sido de los chicos de la señora Jones y que había sido tirado a la basura. Napoleón mandó traer unos botes de pintura blanca y negra.(...)

Entonces explicaron que mediante los estudios de los últimos meses, habían logrado reducir los principios del animalismo a siete mandamientos que escribirían en la pared principal:

§ Todo lo que camina sobre dos pies es enemigo.

§ Todo lo que camina sobre cuatro patas o tenga alas, es amigo.

§ Ningún animal usará ropa.

§ Ningún animal dormirá en cama.

§ Ningún animal beberá alcohol.

§ Ningún animal matará a otro animal.

§ Todos los animales son iguales.

(...)

Se oyó desde el patio el relincho aterrado de un caballo. Alarmados los animales se detuvieron bruscamente. Era la voz de Clover. Relinchó de nuevo y todos se lanzaron al galope entrando precipitadamente en el patio. Entonces vieron lo que Clover había visto.

Era un cerdo, caminando sobre sus patas traseras. Un poco torpemente, como si no estuviera acostumbrado, pero con perfecto equilibrio, estaba paseándose por el patio. Y poco después, por la puerta de la casa apareció una larga fila de tocinos, todos caminando sobre sus patas traseras. (...) Finalmente se oyó un ladrido de los perros y un agudo cacareo del gallo negro y apareció Napoleón en persona, lanzando miradas arrogante hacia uno y otro lado.

Llevaba un látigo en la mano.

Se produjo un silencio de muerte. Era como si el mundo se hubiera vuelto al revés...

Benjamín sintió que un hocico le rozaba el hombro. Se volvió. Era Clover. Sus viejos ojos parecían más apagados que nunca. Sin decir una sola palabra le tiró suavemente de la crin y lo llevó hasta el extremo del granero principal, donde estaban escritos los siete mandamientos...

La vista me está fallando -dijo ella finalmente. Ni aun cuando era joven podía leer lo que estaba ahí escrito. Pero me parece que esa pared está cambiada. ¿Están igual que antes los siete mandamientos, Benjamín?

Por primera vez Benjamín consintió en romper la costumbre y leyó lo que estaba escrito en el muro. Allí no había nada, sino un solo mandamiento. Este decía:
TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS.

http://mimosa.pntic.mec.es/~sferna18/EJERCICIOS/2013-14/ORWELL_G_Rebelion_En_La_Granja.pdf