- ¿Qué es esto que estás pulverizando, Amanda? ¿Un líquido fertilizante?le preguntó su hermana.
- No— contestó la señorita Macy —. Es un insecticida.
CICLO - Fredric Brown
—¿Por
qué está todo el mundo tan preocupado? No nos hacen nada, ¿verdad?
En las ciudades, en todas partes, reinaba un pánico ciego. Pero no
en el jardín de la señorita Macy. Esta alzó tranquilamente la
vista hacia las monstruosas figuras de casi dos mil metros de
estatura, de los invasores.
Hacía
una semana que habían aterrizado en una astronave de ciento
cincuenta kilómetros de longitud, en el desierto de Arizona. Casi un
millar de ellos había descendido de la nave y ahora exploraban los
alrededores.
Pero,
tal como la señorita Macy comentó, no habían hecho daño a nada ni
a nadie. No eran lo bastante sustanciales como para afectar a las
personas. Cuando uno te pisaba o pisaba la casa donde estabas, se
producía una repentina oscuridad y hasta que retiraba el pie y
seguía andando, no veías nada; eso era todo.
No
habían prestado atención a los seres humanos, y todos los intentos
para comunicarnos con ellos habían fracasado, así como todos los
ataques que el ejército y las fuerzas aéreas emprendieron contra
ellos. Los proyectiles que daban en el blanco explotaban en su
interior y no les producían daño alguno. Ni siquiera la bomba H que
cayó sobre uno de ellos mientras cruzaba una zona desértica le
afectó lo más mínimo.
No
nos habían prestado atención alguna.
— Y
eso — dijo la señorita Macy a su hermana, que también era la
señorita Macy, ya que ninguna de las dos estaba casada —, es una
prueba de que no quieren hacernos daño, ¿no crees?
— Así
lo espero, Amanda — repuso la hermana de la señorita Macy —.
Pero mira lo que están haciendo ahora.
Era
un día muy claro o, por lo menos, lo había sido. El cielo ostentaba
un nítido color azul, y la cabeza y hombros casi humanoides de los
gigantes, a un kilómetro y medio de altitud, eran claramente
visibles. Pero ahora empezaba a nublarse, y la señorita Macy lo
observó mientras seguía la mirada de su hermana hacia lo alto. Cada
una de las dos enormes figuras que había a la vista tenía en las
manos un objeto parecido a un bidón, y de ellos se escapaba una nube
de vaporosa sustancia que descendía lentamente hacia la tierra.
La
señorita Macy olfateó.
— Están
formando nubes. Quizá sea así como se diviertan. Las nubes no
pueden hacernos daño. ¿Por qué está todo el mundo tan preocupado?
Reanudó
su tarea.
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