LA SECTA DE LOS TREINTA - Jorge Luis Borges
El
manuscrito original puede consultarse en la Biblioteca de la Universidad de
Leiden; está en latín, pero algún helenismo justifica la conjetura de que
fue vertido del griego. Según Leisegang, data del siglo cuarto de la era cristiana.
Gibbon lo menciona, al pasar, en una de las notas del capítulo decimoquinto
de su Decline and Fall. Reza el autor anónimo:
"... La Secta nunca fue numerosa
y ahora son parcos sus prosélitos. Diezmados por el hierro y por el fuego
duermen a la vera de los caminos o en las ruinas que ha perdonado la guerra,
ya que les está vedado construir viviendas. Suelen andar desnudos. Los hechos
registrados por mi pluma son del conocimiento de todos; mi propósito actual
es dejar escrito lo que me ha sido dado descubrir sobre su doctrina y sus
hábitos. He discutido largamente con sus maestros y no he logrado convertirlos
a la Fe del Señor.
»Lo
primero que atrajo mi atención fue la diversidad de sus pareceres en lo que
concierne a los muertos. Los más indoctos entienden que los espíritus de quienes
han dejado esta vida se encargan de enterrarlos; otros, que no se atienen
a la letra, declaran que la amonestación de Jesús: Deja que los muertos
entierren a sus muertos, condena la pomposa vanidad de nuestros ritos
funerarios.
»El
consejo de vender lo que se posee y de darlo a los pobres es acatado rigurosamente
por todos; los primeros beneficiados lo dan a otros y éstos a otros. Ésta
es explicación suficiente de su indigencia y desnudez, que los avecina asimismo
al estado paradisíaco. Repiten con fervor las palabras: Considerad los
cuervos, que ni siembran ni siegan, que ni tienen cillero, ni alfolí; y Dios
los alimenta. ¿Cuánto de más estima sois vosotros que las aves? El texto
proscribe el ahorro: Si así viste Dios a la hierba, que hoy está en el
campo, y mañana es echada en el horno, ¿cuánto más vosotros, hombres de poca
fe? Vosotros, pues, no procuréis qué hayáis de comer, o qué hayáis de beber;
ni estéis en ansiosa perplejidad.
»El
dictamen Quien mira una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en
su corazón es un consejo inequívoco de pureza. Sin embargo, son muchos
los sectarios que enseñan que si no hay bajo los cielos un hombre que no haya
mirado a una mujer para codiciarla, todos hemos adulterado. Ya que el deseo
no es menos culpable que el acto, los justos pueden entregarse sin riesgo
al ejercicio de la más desaforada lujuria.
»La
Secta elude las iglesias; sus doctores predican al aire libre, desde un cerro
o un muro o a veces desde un bote en la orilla.
»El
nombre de la Secta ha suscitado tenaces conjeturas. Alguna quiere que nos
dé la cifra a que están reducidos los fieles, lo cual es irrisorio pero profético,
porque la Secta, dada su perversa doctrina, está predestinada a la muerte.
Otra lo deriva de la altura del arca, que era de treinta codos; otra, que
falsea la astronomía, del número de noches, que son la suma de cada mes lunar;
otra, del bautismo del Salvador; otra, de los años de Adán, cuando surgió
del polvo rojo. Todas son igualmente falsas. No menos mentiroso es el catálogo
de treinta divinidades o tronos, de los cuales uno es Abraxas, representado
con cabeza de gallo, brazos y torso de hombre y remate de enroscada serpiente.
»Sé
la Verdad pero no puedo razonar la Verdad. El inapreciable don de comunicarla
no me ha sido otorgado. Que otros, más felices que yo, salven a los sectarios
por la palabra. Por la palabra o por el fuego. Más vale ser ejecutado que
darse muerte. Me limitaré pues a la exposición de la abominable herejía.
»El
Verbo se hizo carne para ser hombre entre los hombres, que lo darían a la
cruz y serían redimidos por Él. Nació del vientre de una mujer del pueblo
elegido no sólo para predicar el Amor, sino para sufrir el martirio.
»Era
preciso que las cosas fueran inolvidables. No bastaba la muerte de un ser
humano por el hierro o por la cicuta para herir la imaginación de los hombres
hasta el fin de los días. El Señor dispuso los hechos de manera patética.
Tal es la explicación de la última cena, de las palabras de Jesús que presagian
la entrega, de la repetida señal a uno de los discípulos, de la bendición
del pan y del vino, de los juramentos de Pedro, de la solitaria vigilia en
Gethsemaní, del sueño de los doce, de la plegaria humana del Hijo, del sudor
como sangre, de las espadas, del beso que traiciona, de Pilato que se lava
las manos, de la flagelación, del escarnio, de las espinas, de la púrpura
y del cetro de caña, del vinagre con hiel, de la Cruz en lo alto de una colina,
de la promesa al buen ladrón, de la tierra que tiembla y de las tinieblas.
»La
divina misericordia, a la que debo tantas mercedes me ha permitido descubrir
la auténtica y secreta razón del nombre de la Secta. En Kerioth, donde verosímilmente
nació, perdura un conventículo que se apoda de los Treinta Dineros. Ese nombre
fue el primitivo y nos da la clave. En la tragedia de la Cruz —lo escribo
con debida reverencia— hubo actores voluntarios e involuntarios, todos imprescindibles,
todos fatales. Involuntarios fueron los sacerdotes que entregaron los dineros
de plata, involuntaria fue la plebe que eligió a Barrabás, involuntario fue
el procurador de Judea, involuntarios fueron los romanos que erigieron la
Cruz de Su martirio y clavaron los clavos y echaron suertes. Voluntarios sólo
hubo dos: El Redentor y Judas. Éste arrojó las treinta piezas que eran el
precio de la salvación de las almas e inmediatamente se ahorcó. A la sazón
contaba treinta y tres años, como el Hijo del Hombre. La Secta los venera
por igual y absuelve a los otros.
»No
hay un solo culpable; no hay uno que no sea un ejecutor, a sabiendas o no,
del plan que trazó la Sabiduría. Todos comparten ahora la Gloria.
»Mi mano se resiste a escribir otra
abominación. Los iniciados, al cumplir la edad señalada, se hacen escarnecer
y crucificar en lo alto de un monte, para seguir el ejemplo de sus maestros.
Esta violación criminal del quinto mandamiento debe ser reprimida con el rigor
que las leyes humanas y divinas han exigido siempre. Que las maldiciones del
Firmamento, que el odio de los ángeles..."
El
fin del manuscrito no se ha encontrado.
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