El doctor Janishefsky estaba sentado en
su oficina, reclinado hacia atrás en un gran sillón de cuero, con
las manos cruzadas. Tenía aspecto de preocupación y una perilla
bien cuidada. Tarareó un poco una vieja canción. Se interrumpió y
levantó la mirada cuando entró la enfermera. Se llamaba Mudde.
ENFERMERA MUDDE: Doctor, hay un hombre
en la sala de espera que dice que hizo el mundo.
DOCTOR J: ¡Oh!
ENFERMERA MUDDE: ¿Quiere que lo haga
pasar?
DOCTOR J: Naturalmente, enfermera
Mudde, hágalo pasar.
La enfermera Mudde salió e hizo entrar
a un hombrecillo. Tenía como un metro setenta de estatura y llevaba
un traje de confección, propio para un hombre de un metro ochenta y
cinco aproximadamente. Tenía las manos casi ocultas por los bordes
de las mangas y los dobladillos de su pantalón caían sobre sus
zapatos, como si fueran polainas sin atar. Los zapatos estaban
virtualmente invisibles. Como tampoco podía verse la boca del
individuo, que estaba oculta tras un bigote de enormes proporciones.
DOCTOR J: ¿Quiere usted tomar asiento,
señor...?
SMITH: Smith (se sentó.)
DOCTOR J: Lo escucho.
Se miran el uno al otro.
DOCTOR J: Mi enfermera me dijo que hizo
usted el mundo.
SMITH: Sí (en tono de confesión); lo
hice.
DOCTOR J: (Reclinándose hacia atrás
en su sillón.) ¿Todo el mundo?
SMITH: Sí.
DOCTOR J: ¿Está usted seguro de ello?
SMITH: (Con una expresión que quería
decir claramente: le estoy diciendo la verdad, toda la verdad y nada
más que la verdad, de modo que debe usted ayudarme.) Absolutamente
seguro.
DOCTOR J: (Asiente con la cabeza.)
¿Cuándo lo hizo usted?
SMITH: Hace cinco años.
DOCTOR J: ¿Cuántos años tiene usted?
SMITH: Cuarenta y siete.
DOCTOR J: ¿Dónde estuvo usted durante
los otros cuarenta y cinco años?
SMITH: No existía.
DOCTOR J: ¿Quiere usted decir que
comenzó...?
SMITH: A los cuarenta y dos años de
edad. Eso es.
DOCTOR J: Pero, el mundo tiene millones
de años de antigüedad.
SMITH: (Sacudiendo la cabeza.) No, eso
no es cierto.
DOCTOR J: ¿Tiene solamente cinco años?
SMITH: Exactamente.
DOCTOR J: ¿Qué me dice usted de los
fósiles? ¿Qué me dice también de la edad de las rocas? ¿Qué de
la conversión del uranio en plomo? ¿Qué me dice usted de los
diamantes?
SMITH: (De mal talante.) Son ilusiones.
DOCTOR J: Las creó usted.
SMITH: Eso es...
DOCTOR J: (Interrumpiéndole.) ¿Por
qué?
SMITH: Para ver si era posible.
DOCTOR J: Yo no...
SMITH: Todos podemos hacer mundos. Es
preciso tener ingenio para fabricar uno y hacer creer a las personas
que lo habitan que tiene millones de años de existencia.
DOCTOR J: ¿Cuánto tiempo tardó usted
en hacerlo?
SMITH: Tres meses y medio. Tiempo del
mundo.
DOCTOR J: ¿Qué quiere usted decir con
eso?
SMITH: Antes de hacer el mundo vivía
más allá de los límites del tiempo.
DOCTOR J: ¿Dónde se encuentra eso?
SMITH: En ninguna parte.
DOCTOR J: ¿En el cosmos?
SMITH: Exactamente.
DOCTOR J: ¿No le gustaba a usted vivir
allá?
SMITH: Resultaba muy aburrido.
DOCTOR J: Y por eso...
SMITH: Hice el mundo.
DOCTOR J: Bueno, pero, ¿cómo lo hizo
usted?
SMITH: Tenía libros.
DOCTOR J: ¿Libros?
SMITH: Libros de instrucción.
DOCTOR J: ¿Dónde los consiguió?
SMITH: Yo los fabriqué.
DOCTOR J: ¿Quiere usted decir que los
escribió?
SMITH: Yo... los hice.
DOCTOR J: ¿Cómo?
SMITH: (Atusándose los bigotes con
aire truculento.) Los hice.
DOCTOR J: (Mordiéndose los labios.) De
modo que estaba usted en el cosmos con un montón de libros, ¿no es
así?
SMITH: Exactamente.
DOCTOR J: ¿Qué hubiera sucedido si
los deja caer?
SMITH: (Se abstiene de responder a esa
necedad patente.)
DOCTOR J: Señor Smith...
SMITH: ¿Si?
DOCTOR J: ¿Quién lo hizo a usted?
SMITH: (Menea la cabeza.) No lo sé.
DOCTOR J: ¿Fue usted siempre así?
(señala con el dedo la figura astrosa de Smith).
SMITH: No lo creo. Estoy seguro de que
me castigaron.
DOCTOR J: ¿Por qué?
SMITH: Por hacer el mundo tan
complicado.
DOCTOR J: Debí suponerlo.
SMITH: No es culpa mía. Yo sólo lo
hice; no dije que debía funcionar bien.
DOCTOR J: Se limitó a poner la
maquinaria en marcha, y, luego, se fue.
SMITH: Eso es...
DOCTOR J: ¿Qué está usted haciendo
aquí entonces?
SMITH: Ya se lo dije. Creo que me
castigaron.
DOCTOR J: ¿Ah, sí? Por hacerlo
demasiado complicado. Lo había olvidado.
SMITH: Exactamente.
DOCTOR J: ¿Quién lo castigó?
SMITH: No lo recuerdo.
DOCTOR J: Eso es muy conveniente.
SMITH: (Parece moroso.)
DOCTOR J: ¿Podría ser Dios?
SMITH: (Se encoge de hombros.) Es
posible.
DOCTOR J: Podría tener unos cuantos
dedos en el resto del Universo.
SMITH: Es posible; pero yo hice el
mundo.
DOCTOR J: Basta, señor Smith; usted no
hizo el mundo.
SMITH: (Insultado.) Sí; yo lo hice.
DOCTOR J: ¿Y usted me creó a mí?
SMITH: (Concediéndolo.)
Indirectamente...
DOCTOR J: Entonces, deshágame.
SMITH: No puedo hacerlo.
DOCTOR J: ¿Por qué?
SMITH: Yo sólo lo inicié. No controlo
las cosas.
DOCTOR J: (Suspira.) Entonces, ¿qué
le preocupa, señor Smith?
SMITH: Tengo un presentimiento.
DOCTOR J: ¿Qué?
SMITH: Voy a morir.
DOCTOR J: ¿Y...?
SMITH: Alguien tendrá que
reemplazarrne, o de lo contrario...
DOCTOR J: O de lo contrario, ¿qué?
SMITH: El mundo se irá.
DOCTOR J: ¿Adónde?
SMITH: A ninguna parte. Solamente
desaparecerá.
DOCTOR J: ¿Cómo puede desaparecer si
funciona independientemente de usted?
SMITH: Desaparecerá para castigarme a
mí.
DOCTOR J: ¿Quiere usted decir que si
muere desaparecerá todo el mundo?
SMITH: Sí.
DOCTOR J: Si lo mato de un tiro, en el
momento en que muera, ¿desaparecerá el mundo?
SMITH: Exactamente.
DOCTOR J: Voy a darle un consejo.
SMITH: ¿De veras? ¿Va a ayudarme?
DOCTOR J: Vaya a ver a algún
psiquiatra famoso.
SMITH: (Poniéndose en pie.) Debí
suponerlo; no tengo nada más que decir.
DOCTOR J: (Se encoge de hombros.) Como
quiera.
SMITH: Me voy, pero sentirá usted lo
que ha pasado.
DOCTOR J: Puedo decir que usted lo
siente ya, señor Smith.
SMITH: Adiós.
(El señor Smith sale. El doctor
Janishefsky llama a su enfermera por el interfón. La enfermera Mudde
entra.)
ENFERMERA M: ¿Qué desea, doctor?
DOCTOR J: Enfermera Mudde, permanezca
cerca de la ventana y dígame lo que vea.
ENFERMERA M: ¿Qué...?
DOCTOR J: Lo que vea; deseo que me diga
usted qué hace Smith en cuanto salga de la casa.
ENFERMERA M: (Se encoge de hombros.)
Sí, doctor (va a la ventana).
DOCTOR J: ¿Ha salido ya a la calle?
ENFERMERA M: No.
DOCTOR J: Siga vigilando.
ENFERMERA M: Ahí está. Abandona la
acera y comienza a caminar por la calle.
DOCTOR J: Sí.
ENFERMERA M: Se está deteniendo ahora
en medio de la calle. Se vuelve. Está mirando hacia esta ventana.
Parece que..., que comprende; eso se refleja en su rostro. Está
regresando (grita). ¡Ha sido atropellado por un automóvil! Yace
tendido en la calle.
DOCTOR J: ¿Qué sucede, enfermera
Mudde?
ENFERMERA M: (Girando.) ¡Todo está...
desapareciendo! ¡Doctor Janishefsky, está desaparecido! (Otro
grito.)
DOCTOR J: No sea absurda, enfermera
Mudde. Míreme. ¿Puede usted decir sinceramente que...? (Deja de
hablar. La enfermera no puede decir sinceramente nada. No está allí.
El doctor Janishefsky, que no es realmente el doctor Janishefsky,
flota solo en el cosmos en su silla, que realmente no es una silla.
Mira a la silla que se encuentra a su lado.)
Espero que hayas
aprendido la lección. Voy a volver a colocar tu juguete en su lugar;
pero no se te ocurra acercarte a él. ¿De modo que estás cansado?
¿Verdad? ¡Bribón! ¡Será mejor que te comportes bien o te quitaré
también los libros! (Gruñe.) ¿De modo que tú los hiciste? (Mira a
su alrededor.) ¿Qué tal si los recoges, mequetrefe?
SMITH: (Que no es realmente Smith.) Sí,
padre.